Un 7 de septiembre de 2021 El Salvador formalizaba al Bitcoin como “moneda” de curso legal, convirtiéndose en el primer país en hacerlo. Un año después de esta resolución, defendida por los paladines de las criptomonedas como los Milei o los Marra, los resultados son paupérrimos. Al son del derrumbe general de estos activos digitales, el Bitcoin cayó un 60% desde entonces y tuvo severos impactos en la economía salvadoreña.
En el noveno mes del pasado año el presidente Nayib Bukele presentaba como todo un suceso la legalización del Bitcoin. En un principio, se jactó de comprar 2.380 tokens por más de 100 millones de dólares. En aquel entonces cada unidad de valor costaba aproximadamente 46.000, mientras que al día de hoy el derrumbe fue tal que llegaron a los 19.000. Para hacerse de los mismos Bukele metió mano a las reservas, asegurando una “inversión” que reportaría un gran crecimiento económico para el país centroamericano.
En mayo de este año Bukele se hizo de 500 Bitcoins, “aprovechando el precio a la baja” en el mercado. En los días posteriores se dejó ver que, en realidad, estábamos ante el crash de las cripto, que llevó a la bancarrota a miles de pequeños ahorristas, se produjeron despidos masivos en plataformas de trading y las distintas “monedas”, valgan las comillas, tocaron su piso histórico. Pero el mandatario siguió insistiendo en su tesis: compró en julio otras 80 unidades, firme en que “Bitcoin es el futuro”, y agradeciéndole a las plataformas por “vender barato”.
Desde entonces a esta parte el presidente tuvo que guardar silencio y evitar menciones sobre el tema. Por estos días el Bitcoin sigue en el orden de los 20.000 dólares, redondeando una devaluación de casi el 60% sobre los activos. Sus promesas de un crecimiento económico estratosférico se devalúan a cada minuto: luego del crecimiento de un 10,8% del PBI en 2021, dado no por la compra de Bitcoins, sino por la reapertura económica tras la cuarentena y el impacto inicial del Covid-19, el Banco Central de Reserva salvadoreño recortó a principios de julio su proyección de crecimiento para el 2022 del 3,2% a un 2,6%. Es prácticamente el mismo ritmo que en toda la última década antes de la pandemia.
El fracaso en la utilización del Bitcoin en la sociedad salvadoreña, o las inconsistencias del babel de ley que lo formaliza como “moneda”, no son motivos suficientes para explicar lo descripto. En la base del problema está el derrumbe de todas las criptomonedas, que no pudieron escapar a su naturaleza de burbujas financieras valorizadas de manera ficticia ante la profundización de la crisis del capital a nivel mundial. Como señalamos en ocasión de artículos previos, son nichos especulativos que florecen al compás de esta última, porque son el refugio de los capitalistas que no encuentran en las ramas de la economía real destinos rentables de inversión.
Manuel Taba
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