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sábado, noviembre 05, 2016
Unas pocas empresas dominan la economía mundial
El grado de concentración económica marca nuevo hito histórico. Vivimos en la era de los grandes imperios empresariales. La clase trabajadora mundial, por el contrario, cada vez más precarizada y empobrecida.
El grado de concentración económica nunca había sido tan potente como hasta ahora. Esto contradice frontalmente el discurso económico, que incluso se ha querido relanzar en plena crisis, de que en las últimas décadas gracias a las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones se facilitaría la descentralización económica y la emergencia de los llamados “emprendedores”, como una alternativas frente a las grandes multinacionales.
La tesis marxista sobre la tendencia del capital hacia la concentración en pocas manos y al incremento de la explotación y la desigualdad, sobre todo en tiempos de crisis económica, se ha confirmado como un hecho absolutamente contrastado por los datos objetivos. En lugar de progresar hacia mayores cuotas de libertad y bienestar para la población, se vienen sucediendo mundialmente recortes a las libertades y pérdida de derechos económicos, sociales y políticos para clase trabajadora y los sectores populares. A la par sentimientos nacionalistas y xenófobos y las políticas económicas proteccionistas están avanzando mundialmente.
Los datos que dan la razón a Marx
Según The Mckinsey Global Institute, el 10% de los grupos que cotizan en Bolsa producen el 80% de todos los beneficios a escala mundial. Una sola empresa como la estadounidense, Wall Mart, tiene una facturación que equivale al valor del PIB anual de un estado como Polonia.
A consecuencia de la globalización se ha disparado la competencia por la tarta. Las grandes firmas vienen absorbiendo compañías dedicadas a sectores económicos complementarios, de cara a garantizar el monopolio asegurar más eficazmente el control de la cadena de valor. Esto ha incrementado todavía más la concentración del capital, es decir los recursos en cada vez menos manos.
En palabras de Robert Tornabell, profesor de ESADE, “la concentración nos conduce a un capitalismo en su grado más extremo”. El gran tamaño de las corporaciones se presenta como uno de los rasgos claves para la supervivencia empresarial en el mundo hiperglobalizado. La capitalización bursátil de las 10 mayores empresas cotizadas a escala mundial es de 3,93 billones de dólares, casi 4 veces el PIB anual del Estado español.
La sucesión de movimientos de adquisiciones no tiene precedentes en la historia. En 1990 se firmaron 11.500 contratos por un valor del 2% del PIB mundial. En 2008, cuando estalló la crisis financiera, el mercado de fusiones se paralizó. Sin embargo, a partir de 2009 el ritmo de fusiones y adquisiciones superó los 30.000 movimientos al año, con un valor equivalente al 3% de la economía mundial.
Ejemplos actuales de importantes operaciones son la compra de Yahoo por Verizon, la de AB Inbev con la adquisición de SABMiller o la de Bayer que se ha quedado con Monsanto. El último pelotazo que ha llamado la atención ha sido la compra de Time Warner por AT&T.
En el Estado español, en el sector bancario por ejemplo, las entidades financieras se han reducido a menos de la cuarta parte de los existentes antes del inicio de la crisis de 2008 y la totalidad de las Cajas de Ahorro han sido absorbidas por los principales bancos.
Además el beneficio se concentra cada vez más territorialmente, de modo que el 68% de los beneficios se reparten según el origen de las empresas en los llamados países desarrollados. Entre las 25 empresas de mayor tamaño del mundo por capitalización bursátil, 16 son de Estados Unidos por tan solo 2 de China y Suiza y una de Bélgica, Holanda y Corea del Sur.
Las razones que se aducen desde la economía liberal capitalista para explicar la concentración empresarial tienen que ver con la reorganización de muchos sectores a consecuencia de la Gran Recesión, la amenaza del estancamiento secular que viene caracterizando también el último período de más bien raquítico crecimiento, y la sombra de posibles nuevos competidores en los países emergentes.
Pero este fenómeno ha sido una constante en el desarrollo de la economía capitalista en las tres últimas décadas. Los beneficios empresariales de las principales 25 empresas se han multplicado por cuatro, según datos oficiales. En 1980 sumaban 2 billones de dólares (7,6% del PIB mundial de entonces), y ahora alcanzan los 9,8 billones (9,8% del PIB mundial). Es decir, el equivalente a casi el PIB anual de China, la segunda potencia mundial.
La era de los grandes imperios capitalistas
Lo cierto es que nunca tan pocas compañías han tenido como a día de hoy tanto poder. Vivimos en la era de los grandes imperios empresariales que incluso manejan mayores recursos que los propios estados. Aunque éstos siguen siendo fundamentales para asegurar las inversiones estratégicas de las grandes multinacionales. Detrás de cada empresa y las élites económicas nacionales está su gobierno y su correspondiente ejército, además de sus estructuras políticas, económicas y jurídicas que aseguran su dominio. Es muy famosa y representativa de esto la frase del secretario de Defensa de los Estados Unidos hace más de 50 años, Charles Wilson, cuando señaló que “lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos”, no por casualidad antes de llegar a la política había sido consejero de dicha empresa
Esos vasos comunicantes, o puertas giratorias, entre el poder político y las corporaciones se han reforzado muchísimo en las últimas décadas. El tamaño que han adquirido muchas de ellas las han fortalecido como poderes fácticos todopoderosos, aquello de “demasiado grandes para caer”. Hace unas semanas Wikileaks filtró correos que barajaban nombres de posibles candidatos a la vicepresidencia del gobierno de Hillary Clinton. Una lista estaba repleta de directivos de grandes empresas multinacionales. O en Europa recientemente Durao Barroso, ex presidente de la Comisón Europea, ha fichado por Lehman Brothers. Hay multitud de casos similares a estos, como el del Ministro de Economía español, Luis de Guindos, o el presidente del BCE, Mario Draghi, ambos “ex” de la entidad financiera cuya quiebra abrió la actual crisis capitalista.
La clase trabajadora mundial cada vez más precarizada y empobrecida
Sin embargo, la situación de los trabajadores a escala mundial es cada vez de mayor precarización, con menores salarios y con jornadas reducidas a unas pocas horas en muchos casos en función de las necesidades del empresario y no de su propia necesidad. Mientras, persisten niveles elevados de desempleo, acompañados de miseria y hambre con niveles de vida por debajo del umbral de la pobreza.
En el caso del Estado español, los parados de larga duración se mantienen estancados en un volumen importante de 2,5 millones. De ellos, el 74% lleva más de dos años en paro. Con una reducción en la tasa de cobertura del desempleo sobre los trabajadores de nada menos que 11,7 puntos. Son muchos ya los trabajadores que no reciben ninguna prestación por desempleo.
La tasa de temporalidad ha ascendido al 27%. Hay 1,58 millones de trabajadores con contratos por obra o servicio determinado y que desconocen la duración real de sus contratos. Solo el 40% de los trabajadores son indefinidos. Un 49% de las horas extras no se cobran, es decir unas 2,6 millones de horas, y las mujeres perciben una media de un 20% menos que los hombres. Todo ello mientras la tasa de desocupación acaba de descender ligeramente por debajo del 20%.
Ayer se conocía el informe de Intermón Oxfam en el que se daban los datos de caída salarial en el Estado español desde la entraga en vigor de la última reforma laboral de 2012. El salario cae una media del 10%, pero si se estratifica el recorte los datos son aún peores. Para los que cobran menos de 960 euros al mes la cíada ha sido del 28% y para los que están por debajo de los 1.770 euros del 18%. Solamente los que cobran más de 5.628 euros han visto aumentar sus retribuciones un 3% es estos últimos 4 años.
La situación en Estados Unidos es de tal calibre que 6 de cada 10 hogares en situación de pobreza tienen a un miembro trabajando. Una tercera parte de las familias que duermen en los centros asistenciales tienen al frente a una persona que está trabajando. El 71% de la población sostenida por programas de ayudas a los pobres son hogares cuyo cabeza de familia trabaja, según un informe del Centro de Investigación del Empleo y la Educación de la Universidad de Berkeley. Es decir que el trabajo no sirve para salir de la pobreza sino que también te condena a ella. Muchas de las nuevas ocupaciones lo son por menos de 40 horas semanales.
En la cadena Wall-Mart, con ganacias superiores a los 14 mil millones de dólares anuales, han solicitado donativos para trabajadores en estado de necesidad social. El sector de la comida rápida ha tenido importantes movilizaciones y luchas en favor del sueldo de 15 dólares por hora. La empresa Mc Donald’s, por ejemplo, tuvo que elevar el sueldo mínimo a 10 dólares la hora en 2015. Las grandes corporaciones se han convertido en los Estados Unidos en símbolos de la precariedad laboral.
Un sistema que no tiene nada que ofrecer a la humanidad, la vigencia de la lucha por el comunismo
Estos datos, como muchos otros que se publican periódicamente y que tienen el mismo tenor, demuestran que Marx no sólo tenía razón en el pronóstico. También su principal contribución histórica sigue teniendo plena vigencia, la lucha por derribar un sistema social que no tiene más que ofrecer a la humanidad que un horizonte de miseria, guerras y destrucción ambiental. La pelea por expropiar a los capitalistas y por poner todos los medios que generan la riqueza bajo el control y el servicio de quienes la producimos gana vigencia día a día con el avance de este “capitalismo es su grado más extremo”.
Juan Carlos Arias
Madrid | @as_juancarlos
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