domingo, septiembre 25, 2016

80 años del POUM (1935-2015)



El 29 de septiembre de 1935 en una casa de planta baja en el barrio de Horta de Barcelona se proclamaba el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) En estos 80 años transcurridos se han escrito cientos de libros, no pocos polémicos cuando no directamente ofensivos, sobre la experiencia de este partido revolucionario y de sus hombres y mujeres. El paso del tiempo podría hacer pensar que ahora se trata sólo de un análisis conmemorativo, de un recuerdo histórico interesante pero trasnochado, y sin embargo todavía hay cosas que aprender, sobre las que reflexionar, porque sigue sin agotarse el enorme caudal que representó y las enseñanzas que aportó al movimiento obrero y a los procesos revolucionarios. Las referencias al pasado, a la memoria histórica, son completamente necesarias para aprender, para saber de dónde venimos, de qué victorias o de qué derrotas, qué referencias ideológicas y bases teóricas son las que nos pueden permitir luchar y preparar un futuro diferente.
En política el tiempo tiene una medida distinta al paso de las horas o días. En determinadas circunstancias pocos días o semanas pueden concentrar meses o años de lucha; en otras, experiencias pasadas nos pueden alumbrar a la hora de elegir el camino. Por ejemplo, es fácil y recurrente hablar de la revolución francesa como referente político de la que sacar conclusiones. Cuesta más poner en valor, por sus elementos polémicos, las experiencias revolucionarias de las mujeres y hombres del movimiento obrero y de las izquierdas, pero ocultándolas no nos hacemos ningún favor, más bien dejamos que otras ideas o hegemonías se impongan. 80 años de la fundación del POUM es una ocasión para saber qué hicieron, cómo lucharon y qué ofrecieron al movimiento obrero y las izquierdas unos hombres y mujeres que hicieron de la emancipación social el objetivo de su vida y de su organización.

El camino de la unidad

La proclamación de la República en abril de 1931 abrió enormes esperanzas en las masas obreras y campesinas, en la posibilidad de que fueran satisfechas sus reivindicaciones y de que fuera posible una modernización del viejo y caduco Estado español, reparto de la tierra, mejoras salariales, separación del Estado y la Iglesia, reconocimiento de las nacionalidades, democratización del aparato y la burocracia estatal, etc. Poco tiempo tuvo que pasar para que tales esperanzas fueran frustradas por las políticas del gobierno republicano-socialista que apenas hizo nada para responder a tales expectativas y que siguieron manteniendo las bases del atraso español, los grandes latifundios y el peso de la Iglesia y el Ejército.
En 1933 las elecciones dieron la mayoría a la derecha, los anarquistas decidieron llamar a no votar, y empezó lo que se llamó el “bienio negro”. En el movimiento obrero se empezó a generar un profundo deseo de unidad para defenderse de los ataques y con la memoria bien presente en lo que había pasado en Italia y Alemania con el triunfo del nazismo. La experiencia más avanzada de esa exigencia unitaria fueron las Alianzas Obreras impulsadas por el Bloc Obrer Camperol (BOC) dirigido por Joaquín Maurín y la Izquierda Comunista ((IC) dirigida por Andreu Nin. La Alianza Obrera en Catalunya logró agrupar a la mayoría de las fuerzas políticas y sindicales de la izquierda excepto la CNT. Se formaron también Alianzas Obreras en Valencia, Madrid y sobre todo en Asturias, donde si se incorporaron los anarquistas. Esa iniciativa de unidad obrera, de frente único, representó uno de los acontecimientos más decisivos de la etapa republicana: la revolución en Asturias de octubre de 1934.
La unidad del frente obrero y de las izquierdas desencadenó una insurrección que logró durante unos días adueñarse del poder en la zona. La república, en manos de la derecha, mandó al ejército y desató una brutal represión, con decenas de asesinatos y miles de detenidos. Esa derrota aceleró la exigencia de unidad. Había que unificar fuerzas si se quería derrotar a la derecha y evitar el peligro fascista. Entre 1935 y el inicio de la revolución en julio de 1936 se unificaron dos sectores divididos de CNT (Congreso Zaragoza de mayo 1936) se unificaron las Juventudes Socialistas y las Comunistas creando las Juventudes Socialistas Unificadas, se formó el POUM y en julio de 1936 el PSUC. Pero la unidad para la lucha, el frente único, no era suficiente, para poder vencer se necesitaba una herramienta, una organización revolucionaria.
En esa época las tendencias en el movimiento obrero español estaban compuestas por el anarcosindicalismo de la CNT, muy mayoritario en Cataluña y Andalucía, el reformismo del PSOE y el sindicato UGT, y el Partido Comunista de España, muy minoritario. Era diferente la situación en Cataluña, con una presencia enorme de la CNT y una importante división de los partidos de izquierda. Desde inicios de 1935 se organizan una serie de reuniones de las diferentes organizaciones de izquierda, BOC (Bloque Obrer i Camperol) IC (Izquierda Comunista) Partit Comunista de Catalunya (PCC) Unió Socialista de Catalunya (USC) y Partit Català Proletari (PCP) y la Federación Catalana del PSOE. Formalmente todas se declaran dispuestas a abrir procesos de unidad, pero pronto aparecen dos visiones sobre la unidad: la defendida por el BOC y la Izquierda Comunista, tendente a unir a los partidarios del marxismo revolucionario y defensores del frente único de los trabajadores, las Alianza Obreras; y otra posición supeditada a las posiciones favorables a la política orientada por el estalinismo, los frentes populares. De ésta última surgió el PSUC. De la primera el POUM. Una cita del Wilebaldo Solano, que fue su último secretario general, expresa la manera como afrontaron el problema de la unidad: “Unidad de acción: Alianza Obrera. Unidad sindical: una sola central sindical. Unidad política: un solo partido socialista revolucionario”

El programa

Sólo una decena de personas pudieron reunirse en la casa del barrio de Horta para fundar el POUM. Las garantías constitucionales estaban suspendidas en España tras la insurrección de Asturias y los partidos de izquierda trabajaban en la clandestinidad. Los documentos congresuales habían sido preparados por Maurín y Nin y aprobados previamente por respectivas asambleas del BOC y de IC.
Un programa no es sólo la suma de reivindicaciones y de objetivos tácticos y estratégicos, un programa político es la expresión de análisis, experiencias políticas, luchas, tradiciones… que permite agrupar a militantes y organizaciones para que su lucha vaya en la misma dirección. Un programa no se improvisa, y cuando se hace suele servir para bien poco. El programa que acordaron los fundadores del POUM era el compendio de muchas luchas y varias tradiciones. Entre los dirigentes del BOC y de IC había fundadores del Partido Comunista de España, como Juan Andrade, o del comunismo valenciano, como Julián Gorkin, dirigentes políticos que venían del sindicalismo revolucionario, como Maurín y Jordi Arquer, personas como Andreu Nin que habían sido dirigentes de la Internacional Sindical Roja, otros procedían del nacionalismo republicano catalán, o del sindicalismo asturiano, como Manuel Grossi, o del republicanismo vasco, como los hermanos Arenillas, o mujeres avanzadas en su tiempo, como Carlota Durany o Mika Etchebehere… hombres y mujeres curtidos en la lucha contra la Monarquía borbónica, formados en las tradición marxista, exiliados muchos de ellos y en contacto con las corrientes obreras internacionalistas de la época, decepcionados, pero no rendidos, por el giro burocrático de la revolución rusa.
Los objetivos del POUM se concretaban en la lucha por la emancipación social de las clases trabajadoras: “El carácter de la revolución en nuestro país no es simplemente democrático, sino que es democrático-socialista. Solamente si la clase trabajadora toma el Poder se llevará a término la revolución democrática íntimamente enlazada, en esta época histórica, con la revolución socialista. La clase trabajadora es la única garantía de la verdadera democracia… El proletariado debe convertirse en el heraldo verdadero de las conquistas democráticas. Ha de ser el gran libertador que aporte la solución ansiada a los problemas de la revolución democrática: tierra, nacionalidades, estructuración del Estado, liberación de la mujer, destrucción del Poder de la Iglesia, aniquilamiento de las castas parasitarias, mejoramiento moral y material de la situación de los trabajadores”
En los años 30, el problema de la tierra y la situación de los campesinos era crucial para el futuro de la república. Más del 50% de la población vivía en el campo. El POUM explica: “Partiendo del principio que nuestra revolución es democráticosocialista, la posición verdaderamente marxista, adoptada por el Partido Obrero, no puede ser otra que la aplicación, en esta primera etapa revolucionario, de la consigna clásica: la tierra para el que la trabaja…. El proceso de esta revolución es doble: mientras que, por un lado, los campesinos zaparán con su acción la fortaleza feudal-burguesa, el proletariado, por el otro lado, comenzará a nacionalizar la gran industria: mina, transportes, Banca, etc., es decir, iniciará el aspecto socialista de la revolución. La revolución burguesa en los campos y la revolución socialista en las ciudades coincidirán”
Otro de los temas clave era el de la emancipación nacional. La Monarquía borbónica había sido incapaz de integrar a las diferentes naciones y, especialmente en Cataluña, el conflicto estaba a la orden del día (¡vamos como ahora con la misma Monarquía borbónica!) Para la gente del POUM era fundamental la posición democrática que la clase trabajadora debía adoptar: “Esos movimientos de emancipación nacional tienen un contenido democrático que el proletariado ha de sostener sin reservas. Una clase que combate encarnizadamente todas las formas de opresión no se puede mostrar indiferente delante de la opresión nacional. Los movimientos de emancipación nacional constituyen un factor revolucionario de primer orden que la clase trabajadora no puede dejar de lado… El proletariado sólo puede tener una actitud: sostener activamente el derecho indiscutible de los pueblos a disponer libremente de sus destinos y a constituirse en Estado independiente, si esta es su voluntad… Sosteniendo este derecho, el proletariado no se identifica con la burguesía nacional, que quiere subordinar los intereses de la clase a los intereses nacionales y, en los momentos decisivos, se pone al lado de las clases dominantes de la nación opresora con objeto de aplastar los movimientos populares. El proletariado, campeón decidido de las reivindicaciones democráticas, ha de desplazar a la burguesía ya los partidos pequeño-burgueses de la dirección de los movimientos nacionales que traicionan, y llevar la lucha por la emancipación de las nacionalidades hasta las últimas consecuencias”

Su lugar en la historia

Un partido, una organización clasista y revolucionaria es una herramienta para la lucha. Los programas definen los objetivos pero es la práctica de mujeres y hombres quien los pone a prueba y los del POUM estuvieron a la altura.
Luchó por la unidad de la clase trabajadora en las Alianzas Obreras; estuvo en primera fila para impedir el triunfo de los fascistas en julio de 1936; impulsó que la victoria sobre los fascistas se convirtiera en una revolución social; quiso derrotar a Franco y los suyos para que triunfara la revolución, no para volver a una república burguesa incapaz de parar al fascismo y de satisfacer las exigencias de las clases trabajadoras. Denunció también la degeneración estalinista y lo pagó bien caro, contra el POUM se desató una impresionante campaña de calumnias, el asesinato de Andreu Nin por agentes estalinistas y la colaboración del PCE y del PSUC, la persecución e ilegalización de sus militantes, incluso cuando combatían en las trincheras. Lo pagó caro, pero salvó su honor y el de la revolución española y el de todos y todas las que en ella combatieron por la revolución. Por eso se ganó un lugar destacado en la historia del movimiento obrero español e internacional, el de un partido revolucionario que luchó contra el capitalismo y denunció el cáncer del estalinismo.
Muy lejos de nuestra interpretación está el decir que no cometió errores, ¿quién puede luchar sin cometerlos y aprender de ellos? Largos y tendidos han sido los debates sobre que hubiera ocurrido si hubiera aplicado otra política y cual hubiera sido su destino y el de la revolución. Tales debates, interesantes, forman parte de la historia y sólo son útiles si nos pueden ayudar para interpretar el presente.
Y ahí si que encontramos valor en conmemorar estos 80 años del POUM. Porque sigue siendo de actualidad la necesidad de unidad de la clase trabajadora y de las izquierdas; la lucha por una república, en la que el poder esté en manos del pueblo; la emancipación de la mujer y acabar con el patriarcado; que las naciones puedan ejercer el derecho de autodeterminación, incluso a separarse, y que la clase trabajadora debe defender ese derecho democrático; que se necesita una solidaridad internacional entre los pueblos para poder luchar contra las grandes multinacionales y la política imperialista; que la democracia debe guiar la vida de las organizaciones políticas y sus relaciones y que sigue siendo necesario agrupar, como lo hicieron ellos, a los que consideran que el marxismo revolucionario sigue siendo la principal herramienta para interpretar y cambiar la sociedad.
Si en algo destacaron los hombres y mujeres del POUM fue en su optimismo y entusiasmo por el futuro. Hace diez años, cuando celebramos el 70 aniversario, Wilebaldo Solano, que fue el último secretario del POUM, acabó el homenaje con estas palabras: “El recurso histórico tiene una gran importancia para navegar en el presente y en el futuro. Por eso mismo no podemos ignorar los dramas de nuestro tiempo. El principal es la crisis mundial del capitalismo, que ha cambiado muchas cosas en poco tiempo. Los que decían que el socialismo había pasado a la historia o no tenía porvenir muestran ahora sus dudas. El movimiento obrero y las fuerzas que se reclaman del socialismo tienen la obligación de explicar el desastre actual y de abrir nuevas perspectivas de lucha y de liberación…El porvenir pertenece a los que luchan contra el capitalismo y por una sociedad socialista libre y democrática, sin explotadores ni explotados”.

Miguel Salas, resistente antifranquista y militante de CC OO, miembro de la Fundació Andreu Nin, amigo y colaborador de SinPermiso

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