miércoles, septiembre 28, 2016

Clinton y Trump debaten sobre un volcán



El primero de los tres debates presidenciales ha refractado el profundo desequilibrio económico y el empantamiento bélico de Estados Unidos. Y ha puesto de manifiesto, a su vez, los límites del inmovilismo de Clinton y el chovinismo de Trump para hacer frente al impasse del imperialismo norteamericano.
La mayoría de los medios norteamericanos se apresuraron a dar por ganadora a la candidata demócrata, pero esto debe ser relativizado porque éstos apoyan su candidatura.
A su vez, lo que estos medios imputan como fallas de Trump son, en buena medida, las “virtudes” que le permitieron ascender hasta un virtual empate. El estilo ‘desacatado’ no es solamente una falla de carácter, sino el rostro ordinario de un programa de corte bonapartista y fascistizante, que se ha podido abrir paso gracias a la crisis de envergadura de Estados Unidos.

Es la economía, estúpido

Trump refrendó en el debate su programa de corte proteccionista (barreras a las importaciones, rebaja de impuestos al capitalismo local), apoyándose sobre la marcada crisis industrial de Estados Unidos. Clinton le opuso los “impuestos a los más pudientes”, combinados con un deslucido programa social. La promesa de ayudas para los estudiantes endeudados por el sistema educativo privatista revela el intento de captar a una juventud disconforme, parte de la base del “socialista” Sanders (como afirmó el cineasta sanderista Michael Moore).
Pero la candidata carga con el peso de todas las medidas antipopulares tomadas por la administración Obama.
La secretaria de Estado llamó a “pensar como estábamos hace ocho años”, en referencia al estallido de la burbuja inmobiliaria de 2008 y las posteriores medidas de Obama; lo que Trump retrucó afirmando que se trataba de la peor recuperación económica desde la crisis del ’30. La pauperización social que parió a Sanders y Trump es, por lo demás, inocultable.
En relación con los acuerdos comerciales, Trump fue duro con el NAFTA (el Tratado de Libre Comercio de América del Norte), que Clinton no pudo defender. El aspirante a Bonaparte, crítico del TPP (Acuerdo Transpacífico), se vanaglorió de que Clinton hubiese hecho propias las críticas, luego de un apoyo inicial al acuerdo. El asunto reveló que los ataques de Trump a un tejido comercial internacional en crisis, representan una línea profunda del imperialismo yanqui, de lo que la demócrata ha tenido que tomar nota.

La(s) guerra(s)

Trump denunció que Obama y Clinton produjeron en Medio Oriente un vacío de poder que permitió el surgimiento y la expansión de ISIS. Clinton reivindicó un reciente retroceso de ISIS y prometió expulsarlo de Irak en un año, pero lo cierto es que el imperialismo se encuentra profundamente empantanado en la región. Los candidatos hicieron silencio sobre el rol del imperialismo en el financiamiento y surgimiento del Estado Islámico, un hecho que fuera admitido por Clinton en 2014.
Ambos candidatos son fieles a una política belicista. Trump, que propone un aumento del presupuesto militar, juega en esto desde su posición de outsider, prometiendo un “plan secreto” para derrotar a ISIS. Clinton, apelando al establishment que le hace de fundamento, fue insistente en su denuncia de los coqueteos de Trump con el ruso Vladimir Putin.

El problema “racial”

Las continuas masacres policiales contra negros fueron también parte del debate. Clinton se refirió a la violencia policial racista como a una “epidemia”, pero sin decir una palabra del sostenimiento de esa policía y del envío de la Guardia Nacional por parte de Obama para sofocar los levantamientos contra el gatillo fácil.
Clinton buscó explotar el conocido racismo de Trump, que adolece de bajas expectativas de voto entre hispanos y afroamericanos. El candidato republicano propuso reforzar el poder de la policía (que “tiene miedo de hacer cualquier cosa”) para instaurar la televisiva consigna de “Ley y Orden”, fomentando incluso mayores atribuciones para detenciones arbitrarias.
Los polemistas fingen desconocer que, en el marco de un verdadero Estado de excepción, se ha pertrechado a la policía con armas militares, para mantener a raya el creciente descontento social. Ocultan también que el origen de este descontento es eminentemente de clase: los negros e hispanos están entre los sectores más explotados del país.

Sigue la incertidumbre

En el debate estuvo relativamente ausente un elemento sustancial de la situación electoral, que es la crisis política (con su consecuente tendencia a la debacle del régimen político). Ello a pesar de que la imputación de Trump al carácter statu quo de Clinton (“Ella tiene mucha experiencia, pero es mala experiencia”) cabalga sobre este fenómeno.
El debate Clinton-Trump ha transcurrido sobre un volcán social y político.

Tomás Eps (@tomaseps)

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