Orlando Letelier y su secretaria Ronny Moffit
El 21 de septiembre de 1976, una poderosa bomba explotó en plena Massachusetts Avenue, dentro del sector conocido como el Barrio de las Embajadas en Washington. Instalada en el auto y accionada a control remoto, mató de inmediato al chileno Orlando Letelier y a su secretaria Ronny Moffit, de nacionalidad estadounidense. Era el segundo asesinato político en la historia de la ciudad. El primero había sido el del presidente Abraham Lincoln, en abril de 1865.
Entre 1970 y 1973 Letelier había ocupado cargos de máxima responsabilidad en el gobierno del presidente Salvador Allende. Era ministro de Defensa al darse el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, por tanto el superior de Augusto Pinochet. Junto a otros dirigentes del gobierno es arrestado y deportado a un glacial campo de concentración al sur del país. Ante la presión internacional, unos meses después es liberado. Al salir del país se convierte en uno de los principales acusadores de la dictadura.
Por tanto era normal que inmediatamente se pensara en Pinochet como responsable de los asesinatos. Sorpresivamente, una teoría empezó a ser difundida por los más destacados medios de prensa estadounidenses. Y como casi siempre sucede, fue retomada por muchos otros en el mundo. La revista Newsweek, en su edición del 11 de octubre, fue la primera en publicar apartes de un “ informe secreto ” que una fuente de “alta confianza” le había entregado. Al día siguiente el New York Times lo destacó en sus principales páginas. Y pocos días después lo hizo el Washington Post. Era un documento realizado por la CIA, dirigido al FBI.
En él se decía que quizás el asesinato del exministro no era el resultado de una orden de Pinochet: “ Los servicios de seguridad indican que una investigación paralela averigua si el señor Letelier pudo haber sido asesinado por extremistas de izquierda, con el fin de comprometer las relaciones de Estados Unidos con la junta militar ”. Entonces se lanzaba una garrafal hipótesis: los “ extremistas” habrían volado a Letelier porque necesitaban “crearse un mártir ”.
La investigación se convirtió en algo extraordinariamente tedioso, complejo, que no se le veía progreso aunque todo parecía claro. No era difícil descubrir, sin mucho esfuerzo, que existía una tensión, una confrontación entre el FBI y la Justicia con la CIA y el Departamento de Estado, porque estos dos últimos se negaron a compartir la información. Situación que tenía su lógica: eran momentos en que el Congreso estaba empeñado en encontrarle hasta el último pecado a la Agencia, y su director, George Bush padre no podía permitir que apareciera mezclada en algo tan delicado.
Las autoridades federales debieron realizar miles de entrevistas y limpiar cientos de falsas pistas sembradas por la propia CIA, por órdenes directas de Bush, según se supo años más tarde dentro de las investigaciones sobre la llamada Operación Cóndor. Cuando ya se creía que la impunidad sería lo único concreto, se anunció la responsabilidad de cinco hombres: todos con experiencia operativa en la CIA. De ellos, cuatro de origen cubano.
Michael Townley, estadounidense de la CIA que trabajaba bajo ordenes directas de Pinochet y su equipo especial de seguridad, la DINA, fue el jefe del equipo. Recibió la orden de matar a Letelier a fines de junio 1976, unos días después de que el secretario de Estado Henry Kissinger se entrevistara con Pinochet. Orlando Bosch Ávila, un terrorista de origen cubano, autorizó a sus compatriotas Dionisio Suárez, Virgilio Paz Romero y los hermanos Novo Sampoll a participar en el crimen. Estos, como Bosch, operararios de la CIA.
En su testimonio del 16 de diciembre de 1991, el entonces comisario general de la policía secreta venezolana, DISIP, narró en 1981 ante la justicia chilena que en República Dominicana se había planificado el asesinato de Letelier
El ex general Contreras presentó el 12 de mayo 2005 un documento donde confirma lo anterior y se amplía. En él trata extensamente el crimen de Orlando Letelier, por el cual estaba condenado. En uno de sus apartes dice: “El subdirector de la CIA, general Vernon Walters, informó al Presidente de la República de Chile (Augusto Pinochet) que Orlando Letelier constituía un peligro para los Estados Unidos, ya que informaciones obtenidas por la CIA establecieron que se había comprobado que trabajaba como espía de la KGB dentro del territorio de los Estados Unidos [...] De acuerdo a lo planificado en la reunión de Bonao, en República Dominicana, y a la previa concertación del subdirector de la CIA con el Presidente de Chile, este último dispuso en forma personal, exclusiva y directa la acción de [...] Michael Townley en contra del señor Orlando Letelier del Solar, ordenándole a Townley partir a los Estados Unidos en septiembre de 1976 y dar cumplimiento al plan [...]”.
Durante muchos años los tribunales chilenos desecharon la participación de la CIA en el crimen, de seguro por poderosas presiones externas. No tuvieron en cuenta los argumentos del ex general Contreras, aduciendo que era una estratagema para eludir responsabilidades y la condena.
El funcionario chileno Adolfo Bañados, que ha instruído la investigación, señaló algo muy revelador aunque ha quedado bastante ignorado: “Recuerdo que envié un oficio a Estados Unidos, al Presidente George Bush padre, quien se había desempeñado como jefe de la CIA, preguntando por el contenido de esa reunión en República Dominicana. Bush respondió, por intermedio de uno de sus subsecretarios, y dijo que en esa reunión no se habló jamás de un proyecto para eliminar a alguien”. 1
Le fue negado que en Bonao se planificara el asesinato. Pero con esa respuesta se confirmó que Bush y la CIA sí sabían de esa reunión donde varios operarios de la CIA, todos de origen cubano, habían planificado varias acciones terrioristas.
La CIA y su inmenso manto de impunidad
Michael Townley, quizás el principal terrorista con el cual contó la Operación Cóndor, fue extraditado desde Chile hacia Estados Unidos en 1978. Apenas estuvo encarcelado cinco años al acogerse al amparo del Programa de Protección a Testigos, pasando a trabajar para el FBI con nueva identidad. Cuando otras naciones lo han solicitado como testigo o para interrogarlo como presunto responsable de crímenes, regularmente las autoridades de su país se oponen. Cuando han aceptado, como en Italia, no se le pueden hacer preguntas que involucren a cualquier institución estadounidense. A la justicia de Argentina se le ha dicho claramente que Townley nunca estará ante sus jueces.
Los hermanos Novo Sampoll tampoco vieron por mucho tiempo los muros de la cárcel. Condenados, fueron absueltos en segunda instancia. José Dionisio Suárez y Virgilio Paz huyeron durante 14 años. El FBI incluyó al primero en el programa televisivo “America's Most Wanted”, al ser uno de los diez más buscados por alta peligrosidad en esa nación. Su foto era exhibida en muchas oficinas federales. A pesar de ello vivía cómodamente en Puerto Rico -colonia estadounidense- donde se casó en 1982 con su verdadero nombre. Luego de ser arrestado en 1990, se conoció que desde 1984 había estado en Centroamérica participando de la guerra sucia que la CIA y la Casa Blanca adelantaban contra el gobierno Sandinista de Nicaragua. Allá se encontró con Paz. Investigaciones particulares demostraron que ambos integraron la red de tráfico de droga que financió parte de esas operaciones. 2
La detención de ambos se realizó en la Florida, sin que existiera el gran despliegue policial acostumbrado para estos casos. Todo fue en la calma total. Como entre conocidos. Es posible que con su captura las autoridades estadounidenses quisieran demostrar que ellas también castigaban a los comprometidos en la Operación Cóndor dentro de su territorio.
A pesar de haber reconocido la autoría del doble crimen, en particular el de la ciudadana estadounidense, lo que daba para cadena perpetua, no pagaron ni doce años de prisión. A los ocho años se dio la tentativa de dejarlos en libertad, pero el Departamento de Justicia se opuso. El Servicio de Inmigración y Naturalización, SIN, logró tenerlos tras las rejas casi cuatro años más, argumentando que eran un peligro para la comunidad. Finalmente las puertas de la cárcel se abrieron para Virgilio Paz el 26 de julio 2001, y el 14 de agosto le correspondió a Dionisio Suárez.
El presidente George W. Bush, ahora el hijo, les dio el perdón y autorizó su excarcelación.
"Estoy sorprendido. El sistema funciona”, declaró Paz Romero pocas horas después de estar en libertad. “Es lamentable que haya tomado tanto tiempo, pero funciona. Dios bendiga a la democracia". 3 En la conferencia de prensa que ofreció unos días después, aseguró no sentir remordimiento por la muerte del ex canciller Letelier, por lo tanto no le debía disculpas a la familia. Precisó que a la viuda le diría: "su marido era un soldado de su causa". 4
Extrañamente, a los encargados de imponer justicia en Chile, Italia, Argentina u otras naciones afectadas por sus crímenes y acciones terroristas, no se les ha ocurrido pedirlos en extradición. Ni tan siquiera para testificar. Y Estados Unidos se los negó a Cuba, que los solicitaba por actos terroristas.
Casi un año después, el 20 de mayo 2002, el presidente Bush hijo estuvo en Miami. Su actividad central fue dar un breve discurso ante casi dos mil personas. La inmensa mayoría eran veteranos de operaciones contra Cuba y ex operarios de la CIA. Además de ofrecer todo su apoyo para acabar con la revolución cubana, las palabras del presidente insistieron en su compromiso de “guerra al terrorismo”.
Apenas ocho meses atrás se habían dado los terribles atentados en Nueva York y Washington.
Comprobando que quienes sirven a sus intereses se les disculpa el ser terrorista, no lejos del estrado estaban Paz y Suárez. Pero también Orlando Bosch Ávila, el cual había ingresado a Estados Unidos en febrero de 1988. El terrorista caminaba tranquilamente por las calles de la Florida aunque estaba acusado en Venezuela y Cuba de la voladura de una nave comercial de Cubana de Aviación, el 6 de octubre de 1976...
No solo era el manto de la CIA que protegía a sus terroristas y criminales de la acción de la justicia. También ha existido otro poderoso motivo.
Un investigador estadounidense dijo que la excarcelación de Paz y Suárez se hizo porque Bush hijo quiso “complacer amigos cubanos, anticastristas, a quienes debe una deuda grande” 5. No era grande: inmensa. Fue en la Florida donde se realizó el fraude que le permitió el “triunfo” electoral a Bush hijo, al estar perdiendo ante el candidato del partido Demócrata, Al Gore. Un Estado donde su hermano, John Ellis, “Jeb”, había llegado a ser su gobernador en 1999 debido a la fuerte alianza con el sector liderado, muy mayoritariamente, por veteranos cubanos de la CIA.
Ann Louise Bardach, periodista del New York Times y la revista Vanity Fair, relata en uno de sus libros algunas intimidades de la familia Bush en el sur de la Florida, destacando sus fuertes lazos con los grupos más extremistas de la comunidad de origen cubano, en particular Jeb. 6 Asegura que Jeb ha sido el puente ideal para que su padre y hermano faciliten la liberación de individuos juzgados por acciones terroristas, o se detengan investigaciones por el mismo motivo, a cambio de un decisivo apoyo financiero y electoral.
Hernando Calvo Ospina
Notas:
1 Mencionado en: Osorio, Víctor. “Las pruebas de la DINA contra Posada Carriles”- Crónica Digital. Santiago de Chile, 23 de mayo, 2005.
2 Scott, Peter Dale y Marshall Jonathan. Cocaine politics. Ob cit.
3 BBC Mundo, 27 de julio 2001.
4 BBC Mundo. 2 agosto 2001.
5 Landau Saul. “Albergando terroristas: Nuestra propia lista”. PolíticaConoSur, 3 septiembre, 2001.
6 Bardach, Ann Louise. Cuba Confidential: Love and Vengeance in Miami and Havana. Vintage. New York, 2003.
Hernando Calvo Ospina, periodista y escritor colombiano residente en Francia. Este texto ha sido adaptado del libro “El Equipo de Choque de la CIA”. Editorial El Viejo Topo, Barcelona, 2010.
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