miércoles, septiembre 28, 2016

Colombia: la ‘paz tardía’



Con la firma de los acuerdos de paz en Cartagena de Indias, comienza el proceso de desmovilización de las Farc luego de más de cincuenta años de lucha guerrillera.

Los acuerdos, oficializados recientemente, crean una Jurisdicción Especial que establece penas benignas para los involucrados en el conflicto y que aporten información. Asimismo, aseguran a las Farc una representación en el Congreso y conforman un banco de tierras de tres millones de hectáreas –que deja sin embargo prácticamente intacto el latifundio.
La ceremonia mostró el vasto frente que respalda los acuerdos negociados en La Habana: estuvieron presentes el jefe del Departamento de Estado John Kerry y el rey emérito de España Juan Carlos I, pero también Raúl Castro y Nicolás Maduro. El derechista Mauricio Macri, pero también el ex tupamaro “Pepe” Mujica, entre muchos otros.
Los acuerdos expresan una tentativa más general: bajo la divisa de la democracia, a la que los guerrilleros fueron bienvenidos en la ceremonia, se busca el establecimiento de un mínimo común denominador político que englobe a ‘nacionalistas’ y ‘derechistas’ del subcontinente latinoamericano. Como se dice en estas pampas, ‘cerrar la grieta’.
Las Farc ratificaron en su X Conferencia su integración plena al régimen político. En palabras de su dirigente Pastor Alape, el objetivo trazado “no es una transformación hacia el socialismo, sino mejorar la democracia burguesa” (El País, 22/9).
Por fuera de este campo común, en la visión de las Farc, sólo quedarían elementos residuales de la derecha como el uribismo.
El proceso de paz colombiano se enlaza, asimismo, con la apertura de Cuba, de ascendente político indudable sobre la fuerza guerrillera.
La asistencia de los presidentes del Banco Mundial, el FMI, y el Banco Interamericano de Desarrollo a la ceremonia marca el otro aspecto de los acuerdos: el gran capital apoyó el proceso de negociaciones porque entiende que la pacificación del campo colombiano ofrece la oportunidad de generar fabulosos negocios para la producción de soja y agrocombustibles (en este pelotón se anotó el argentino Gustavo Grobocopatel). Un proceso de acaparamiento capitalista en el campo, sin embargo, acentuaría todas las contradicciones sociales que alimentaron durante décadas el conflicto armado que hoy se pretende cerrar.

¿A destiempo?

Así las cosas, podríamos estar en presencia de una ‘paz tardía’.
El volcán social sobre el que están asentados los regímenes latinoamericanos, y que tiene como telón de fondo la crisis económica mundial y la necesidad del capital de proceder a un salto en su ofensiva contra las masas, se verifica en las huelgas y movilizaciones masivas que enfrenta el golpista Temer (aquí sí el imperialismo y la gran burguesía mandaron al diablo la democracia). Pero vale también para la quebrada Venezuela o el régimen de Evo, impactado por el violento conflicto con las cooperativas mineras que mostró el derrumbe acelerado de su base social.
La mayor expresión de este dislocamiento continental sería un eventual triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, con el consecuente acentuamiento de las tendencias proteccionistas que la principal potencia capitalista del mundo ya desenvuelve.

Desenlace (y nuevo comienzo)

Los acuerdos de paz deberán pasar ahora la prueba del referéndum del 2 de octubre, que no serán un paseo debido a la impopularidad del presidente Juan Manuel Santos por su política de ajuste. Esto desalienta la participación electoral e incrementa las posibilidades de una campaña decorosa del ‘No’, promovido por el beligerante Uribe.
El desenlace de la experiencia guerrillera fariana, originada en los levantamientos campesinos de los ’50, pero que sostuvo siempre una política de colaboración de clases, muestra que las tareas nacionales y democráticas sólo pueden ser llevadas adelante en forma consecuente por el proletariado organizado en partido, acaudillando al resto de las capas explotadas.
La ‘paz colombiana’ (entre comillas, porque el imperialismo seguirá asistiendo militarmente al Estado colombiano y los paramilitares se han reconvertido en las Bacrim –‘bandas criminales’) pretende configurar el escenario de una “paz continental”, de la mano del capital internacional. A este panorama confluyen, por un lado, los nacionalistas en retroceso, y los “nuevos” derechistas que deben vérselas con la resistencia de las masas. A contrapelo de la escenificación de Cartagena, el acuerdo de paz llega en momentos en que se avecinan nuevas tormentas en América Latina.

Gustavo Montenegro

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