jueves, septiembre 08, 2016

El Brexit tiene cría



Hundimiento del tratado entre la Unión Europea y Estados Unidos

Apenas transcurridos dos meses del Brexit, asistimos al naufragio de las negociaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea en torno del Tratado de Libre Comercio entre ambas partes. Francia acaba de señalar su voluntad de proceder a una paralización definitiva de las tratativas en curso. Aunque Merkel es partidaria de continuar, el ministro de Economía alemán fue concluyente y señaló, días atrás, que se está ante un fracaso "de facto". Esto tiene una relación estrecha con el retiro del Reino Unido de la Unión Europea, desde el momento que Gran Bretaña era el principal aliado de Estados Unidos en el continente y el más entusiasta en el fomento del acuerdo.
El 25% de las exportaciones de Estados Unidos hacia la Unión Europea tienen por destino el suelo británico. A partir del Brexit, el acuerdo quedó herido de muerte. Francia denuncia un “desequilibrio” del proyecto en favor de Washington, Su primer ministro, Manuel Valls, planteó que “el acuerdo en sus términos actuales es inaceptable”. Las exigencias francesas ante el Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) se concentran en la protección de sus intereses agrícolas y culturales o en la reciprocidad en el acceso a los mercados financieros y contratos públicos en ambos lados del Atlántico. Estados Unidos pretende tener libre acceso a las licitaciones públicas en Europa pero excluye ese beneficio para las empresas europeas en su propio territorio. Esa “asimetría” también se constata en las transacciones bancarias y financieras.
Si desaparecen los aranceles y se armonizan los controles, Francia teme la masiva llegada a Europa de productos agrícolas y ganaderos más baratos y, además, tratados con hormonas o antibióticos. También ha condicionado la continuación de las negociaciones a que, en caso de conflicto entre una multinacional y un Estado, el litigio se resuelva con mayor “transparencia”. El proyecto actual contemplaría la creación de un fuero especial integrado por técnicos o jueces nombrados para tal fin que estarían por encima de la justicia actuante en los países firmantes. Estaríamos frente a una suerte de arbitraje supranacional, otorgándole blindaje legal al accionar de las corporaciones y derechos de excepción para demandar a los Estados.
Tampoco el TTIP cuenta con un respaldo entusiasta en Estados Unidos. Aunque en junio Obama garantizó, en un viaje a Alemania, el compromiso de su gobierno con la negociación, su mermado poder político en la recta final de su mandato pone incluso en duda el apoyo del Congreso al acuerdo comercial, de características similares al ya sellado con los países de Asia-Pacífico (conocido como TTP). Ninguno de los candidatos a las elecciones presidenciales de noviembre respalda el TTIP. No sólo Trump ha tomado distancia sino que la propia Hillary viene desmarcándose del contenido del acuerdo.

Más allá de la guerra comercial

El TTIP ha caído presa y víctima de la bancarrota capitalista, que ha potenciado las tendencias proteccionistas y la guerra comercial entre las diferentes potencias capitalistas. Las tentativas por fomentar una mayor integración o coordinación entre las naciones entran en choque con el creciente dislocamiento y fractura de la economía mundial. La reciente reunión del G 20 ha estado atravesada por este fenómeno. ”No se esperan grandes progresos durante la cumbre… en un contexto de repliegue y rechazo a la globalización de muchos países del mundo” (La Nación, 5/9). La tendencia a la guerra comercial va unida a las tendencias a la guerra misma. Este escenario también tuvo su expresión en las deliberaciones del G20 donde “los problemas geopolíticos, incluyendo la guerra en Siria o las tensiones de China meridional, opacaron también las cuestiones económicas” (ídem).
Lo cierto es que la propia bancarrota capitalista va diferenciando bloques que anticipan conflictos internacionales de mayores dimensiones. Hollande y Merkel están pactando una hoja de ruta para una Unión Europea sin el Reino
Unido, lo que implica, por elevación. una mayor autonomía respecto de los Estados Unidos, con su correlato en el campo militar. “Europa debe dotarse de todas las capacidades militares y de los medios industriales necesarios, para construir su autonomía estratégica”, ha declarado el jefe del Estado francés (El País, 26/8). Hollande quiere que la Unión Europea cree un fondo de seguridad y defensa y la formación de un ejército europeo con una fuerza militar operativa desplazable a lugares en conflicto.
La creciente militarización apunta también a un segundo frente: consolidar la capacidad represiva de los Estados para someter a las masas, que son blanco de las consecuencias desesperantes de la actual bancarrota capitalista y que salen a enfrentar sus efectos. La crisis capitalista mundial es el caldo de cultivo de las guerras, pero también de la sublevación social y de la creación de situaciones revolucionarias.

Pablo Heller

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