El paro nacional del jueves 9 fue masivo. La CGT, con el apoyo del transporte urbano, no perdió la capacidad de convocar a un paro dominguero masivo. En el AMBA y en la mayoría de las ciudades, los grandes comercios funcionaron a plenitud, aunque con escasos clientes, al igual que los call center. Algunas de estas patronales fletaron automotores para forzar el funcionamiento de estos negocios. Cavallieri, el patrón del sindicato de Comercio, cumplió cabalmente su rol de rompehuelgas; lo mismo el cegetista Acuña, del sindicato de distribución de combustibles. Algunas líneas sacaron los colectivos, aunque con escasos pasajeros. Un sector de la burocracia sindical peronista llamó a no parar –Dante Camaño, secretario general de Gastronómicos de CABA. La FOTIA dio la espalda al paro en la temporada de zafra del azúcar, en el campo como en la industria; en línea con el gobernador Jaldo –‘peronista de Milei’. El comercio mediano y pequeño de superficie abrió sus puertas; el paro dominguero de aparato no arrastró a la pequeña burguesía, que también ha recibido los golpes de Milei.
De otro lado, fue muy importante la movilización de petroleros y camioneros en Comodoro Rivadavia, de los docentes de Santiago del Estero, del sindicato de comercio, estatales y Aceiteros en Rosario. En la industria, el paro se expresó con contradicciones. Fue total en las aceiteras de Santa Fe, en Terrabusi, en Unilever, en La Serenísima. En el Polo Petroquímico de Bahía Blanca, las empresas funcionaron con una guardia mínima. En Cagnoli Tandil, en las alimenticias de Córdoba, en la planta entrerriana de Granja Tres Arroyos, por el contrario, se trabajó con normalidad. En Mar del Plata, el paro fue fuerte en el puerto pero no en el Parque Industrial: incluso la adhesión en Pepsico fue baja.
Con sus claros -en los talleres del Subterráneo, los activistas pasaron la noche previa al paro, para asegurar que no salgan las formaciones al día siguiente- y con sus oscuros, el paro dominguero no constituyó un canal de movilización de masas de los trabajadores. Pero sí fue un escenario que mostró a una nueva generación de activistas que se movilizan con los métodos de la lucha de clases.
El gobierno liberticida tenía descontada la masividad del paro, pero no ahorró esfuerzos en combatirlo, en especial en cuanto al transporte urbano. La paritaria de UTA, en completo impasse, inclinó a la burocracia a adherir a la medida nacional. Es toda una crisis, porque del desenlace de ella depende que no se dispare la tarifa de la locomoción de pasajeros y el sistema de subsidios a las patronales, que el gobierno quiere y necesita suprimir en un tiempo acotado. En esta crisis está involucrado el conjunto del transporte de pasajeros y de carga, porque afecta a la privatización de Aerolíneas y de los ferrocarriles, y la estrategia fluvial en la Hidrovía. En cuanto a la educación, la crisis con las Universidades no se ha cerrado, aunque las camarillas del aparato universitario -radicales y peronistas- hayan votado en Diputados la media sanción de la Ley Bases y el paquete fiscal. El carácter dominguero del paro no significa que haya sido una puesta en escena, sino al revés, el cruce de las contradicciones del momento económico y político.
A diferencia de lo que caracterizan las organizaciones de medio pelo de la izquierda y el peronismo, el paro no fue “el más importante de las últimas décadas” (Bregman dixit). Careció de potencia política, por sus objetivos y sus métodos; ocultar esta realidad a los trabajadores es un despropósito. El objetivo de la burocracia sindical es ejercer una suerte de presión sobre el Senado para lograr una modificación parcial de los dos paquetes con media sanción, y por supuesto que no incluye la derogación del mega DNU, que Diputados dejó pasar en sus sesiones recientes y no tiene los votos para hacerlo. La vigencia del DNU, impuesto en diciembre pasado, ya ha tenido efectos jurídicos muy importantes contra la clase obrera, aunque la incertidumbre acerca de su futuro afecte la ‘seguridad jurídica’. Si el Congreso derogara algunas disposciones de las dos leyes en tratamiento, quedarían vigentes, en su lugar, las establecidas en el DNU.
Asegurar que el paro ha representado una derrota política del gobierno, es desnaturalizar la realidad y secundar el bastardeo que hace la burocracia de la CGT. Hasta Cristina Kirchner, en su arenga desde el Espacio de las Mujeres, en el Instituto Patria, creyó oportuno pronosticar que Milei deberá cambiar porque su poltica es inviable. La CGT y CFK son los guardianes de la continuidad y perdurabilidad del gobierno ‘thatcherista’. Las patronales, por cierto, están ‘inquietas’, pero por el “inquieto cocktail de dólar y recesión” (Cronista, 9/5), mientras despiden a diestra y siniestra. Entre las reivindicaciones del paro no figuraron la lucha contra las patronales del Neumático y la Siderurgia, que se niegan a aceptar un aumento de los salarios y recurren al cierre temporal de empresas (Acindar), con el argumento de la recesión. Las patronales han declarado, con anticipación, que descontarán las horas no trabajadas por el paro, los premios al presentismo, la producción y los ítems no remunerativos. La burocracia de la CGT, con este paro, repite la conducta del Consejo Universitario Nacional de rectores, que calificó de testimonial a la Marcha masiva del 23 de abril -“la Universidad ha dicho su palabra”- y pasaron a negociar sin futuro con los secretarios de gobierno de Milei.
El contexto histórico del momento enfrenta a los trabajadores con un gobierno contrarrevolucionario, que se apoya en el capital financiero, la ultraderecha internacional y el sionismo, en un escenario de disolución de las relaciones sociales y económicas. No es un mediador propatronal democrático entre el capital y el trabajo, sino la herramienta internacional del imperialismo en un cuadro de guerras y masacres imperialistas internacionales. La crisis política por arriba y la crisis social por abajo se ahondan. En este cuadro, los paros domingueros han agotado su eficacia, si es que la tuvieron alguna vez, como los ‘planes de lucha’ bajo la batuta de una burocracia sindical empresaria. La victoria de la clase obrera reclama nuevas formas de expresión –programáticas, políticas y organizativas.
Comité Editorial
Política Obrera
09/05/2024
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