miércoles, junio 28, 2006

22 de junio de 1941: el ejército nazi invade la Unión Soviética.

MENSAJE DE LA 36

Cuando el fascismo se había apoderado de casi toda Europa, contaban con todos los recursos económicos y el desarrollo técnico de las naciones dominadas dieron inicio en la madrugada de junio de 1941 el traicionero ataque contra la ex Unión Soviética.
Los ejércitos fascistas se habían acostumbrado a derrotar a ortos ejércitos burgueses pertenecientes a regímenes capitalistas.
Por eso cuando Hitler atacó cobardemente al país de los Soviets los alemanes se encontraron por primera vez con un ejército de hombres conscientes, con un pueblo movilizado y desde un primer momento con una resistencia tenaz de todo el pueblo.
Los imperialistas y la reacción mundial intentaron frenar la marcha de la humanidad hacia el bienestar y el progreso, y el precio terrible que le impusieron al pueblo soviético fue la perdida de 20 millones de sus mejores hijos durante la gran Guerra Patria.
También ayer al igual que hoy los imperialistas creyeron que su imperio duraría por siempre sobre la faz de la tierra, y sin embargo a los pocos años serían derrotados totalmente por el glorioso Ejército Rojo.
En honor a quienes como dijera el líder británico Winston Churchil que, “Jamás tantos, le debieron tanto a tan pocos”, hoy trataremos humildemente de recordar el inicio de aquella cobarde agresión en honor a los 20 millones de soviéticos asesinados por el imperialismo fascista alemán.
El 22 de junio de 941 se desplomó sobre la ex Unión Soviética una guerra dura y cruenta.
La situación existente en el año 1941 se iniciaba con la irrupción por sorpresa de los tanques fascistas sobre la retaguardia profunda soviética. La situación en algunos lugares del frente cambiaba rápidamente como en un caleidoscopio. Inmediatamente en el extenso frente de batalla tenían lugar enconadas batallas contra las fuerzas alemanas numéricamente superiores.
En estos duros combates nacieron las batallas históricas el Ejército Rojo que después triunfarían a los muros de Moscú, de Leningrado, de Stalingrado.
Los combates que tuvieron lugar en el frente soviético alemán nunca habían tenido precedentes por su envergadura, por la continuidad y el encarnizamiento. En ellos participaron millones de hombres. Los enormes cambios súbitos y bruscos eran inevitables el nuevo material de guerra moderno podía facilitar una gran movilidad facilitando incluso que algunas de las victorias tácticas se convirtieran en operaciones sumamente importantes.
Surge la cuestión en esa oportunidad de cómo es posible dirigir de un modo regular estos combates cuando se producen estos cambios en algunos sectores.
El proceso de la Segunda Guerra en la ex Unión Soviética responde a esta pregunta dónde se manifestó el papel dirigente y organizador del Alto mando del Ejército Rojo.
La estrategia hitleriana fue aventurera, pero esto no evitó que el mando alemán también comprendiera la importancia de la dirección única y centralizada de las operaciones. Por el contrario los alemanes basaban sus cálculos en desorganizar el sistema de dirección de las Fuerzas Armadas soviéticas como había conseguido hacerlo en los países capitalistas de occidente en el año 1940, utilizando para ello fuertes golpes de los ejércitos motorizados y aéreos.
En aquellos momentos críticos de la historia de la guerra se puso de manifiesto toda la fuerza de la estrategia del mando soviético. Los generales, oficiales y los soldados actuaron bajo la bandera de la unidad del Alto Mando del Ejercito Rojo.
Aquella fuerza de la estrategia del Ejército Rojo residió en su acierto, en su penetración, en su tendencia a su fin y en el aseguramiento por todos los medios necesarios de los planes de guerra. Esa fue la poderosa voluntad de vencer armada de todo el arsenal de la ciencia militar, dirigida por un mismo pensamiento austero y claro.
El arte militar es el arte de vencer decían los soldados del Ejército Rojo. En el año 1941 el ejército, sus jefes, sus soldados habían pasado por la escuela de la maestría militar en el frente de las batallas. Los alemanes tenían a su favor muchas ventajas muy serias. Los propios soviéticos reconocían que los alemanes habían logrado llegar a los accesos de Leningrado, de Moscú, de Rostov. Por ello la victoria en Moscú de los soviéticos es una gran obra destacada del arte de vencer en una guerra en una situación crítica.
Ya en el año 1942 el enemigo alemán consiguió serios éxitos tácticos. Los fascistas alemanes llegaron hasta el bajo Volga y surgió una situación extremadamente peligrosa nuevamente se decidía la suerte de la guerra. Por eso es mucho más inmortal y digna la victoria del Ejército Rojo en Stalingrado, obra maestra del arte de vencer en las circunstancias más difíciles.
Moscú en 1941 y Stalingrado en 1942 son en primer lugar las victorias de la estrategia comunista.
Estas victorias fueron el resultado de una clara apreciación de la situación y de la correlación de fuerzas de una acertada comprensión de las particularidades de la guerra moderna, de la habilidad de prever el proceso de desarrollo de los acontecimientos.
Los elementos de la guerra están también sujetos a determinadas leyes. Dicen los viejos marinos que en el mar embravecido de la tormenta, en medio del caos de las olas desencadenas la más peligrosa es la novena.
Este es el limite después la tempestad amaina.
Fue en el límite de sus fuerzas que los alemanes llegaron a Moscú en 1941 y a Stalingrado en 1942.
Este fue el momento de las más grandes decisiones dictadas por el Alto Mando del Ejército Rojo.
En el aspecto operativo táctico esto fue la justa apreciación del limite de las acciones de los ejércitos de tanques y de aviación de los alemanes, en los cuales Hitler confiaba por completo. La fuerza de la máquina militar alemana se estrelló contra la potencia de la resistencia soviética de la defensa activa, construida a base de la acción de conjunto de todas las armas.
Los combatientes soviéticos luchaban inspirados por la defensa de la patria con un gran tesón y valentía insuperables.
Todo el país de los soviets se levantó en ayuda del Ejército Rojo. Las tropas soviéticas provistas ininterrumpidamente con el material de guerra de mejor calidad. En nombre de la victoria los trabajadores de la retaguardia soviética realizaron milagros que asombraron al mundo.
En la experiencia de los combates, el Ejército Rojo estudiaba el arte militar, perfeccionándose en él. Se formaron cuadros de generales y oficiales inteligentes, capaces de realizar las indicaciones del Alto Mando Militar de la táctica pensada y decisiva. Los millones de combatientes del Ejército Rojo se convirtieron en maestros de las armas.
Los terribles elementos de la guerra cayeron sobre los ejércitos alemanes destruyendo sus divisiones y cuerpos de ejército, sus tanques sus aviones, y sus autotransportados.
El mando alemán construyó con apresuramiento fabril un dique gigantesco que debía según sus cálculos detener el empuje poderoso del Ejército Rojo. Los alemanes soñaban con la tranquilidad de la guerra de posiciones tras murallas y líneas fortificadas inexpugnables.
Estos cálculos de los alemanes tenían cierta base. El enemigo pensaba: ¿Si los tanques alemanes fueron detenidos por la fuerza de fuego, no se pude deducir de ello que la misma fuerza detendrá a los soviéticos?.
Sin el empleo de fuerzas móviles, la guerra se transforma inevitablemente en guerra de posiciones. ¿No se había ya conseguido hacer inmóvil la guerra en Leningrado donde las fortificaciones alemanas eclipsaban la fama de la línea Maginot y en otros sectores del enorme frente?
Así planeaba el desarrollo ulterior de la guerra el mando alemán, que había cambiado la brillante armadura de la guerra relámpago por la ropa caqui de la guerra de posiciones.
Entonces se desencadenó como un huracán, la ofensiva del Ejército Rojo, ofensiva desde el Dónetz del Norte a los Cárpatos. Después de derrotar la última esperanza de los alemanes los tanques “Tigres” y “Ferdinands” utilizados en la batalla de Kursk las tropas soviéticas tomaron por asalto las plazas de armas de Orel y de Járkov Bélgorid y como un torrente incontenible avanzaron hacia el este.
Después la acción de la artillería soviética desmintió todas las normas de consistencia de los fortines de hormigón de los alemanes, la infantería soviética superó los límites establecidos para la resistencia y la rapidez de movimiento del hombre. Los tanques soviéticos se introducían raudos en la retaguardia profunda, haciendo renacer en la guerra de posiciones la brillantez de la maniobra. Fueron superados los límites de los posible al pasar el Diéneper, al rechazar el potente contragolpe de tanques contra la plaza de armas de Kiev, en el salto por sorpresa de las unidades del frente de Ucrania al sector Rovno Lutsk al cerrar el anillo del cerco en el sector Korsun. Al derrotar a los alemanes en Smolensk, al romper el cinturón de fortificaciones enemigas en Leningrado y asaltar la fortaleza de Sevastopol.
Los alemanes esperaban que el deshielo de primavera detendría la ola terrible de la ofensiva soviética, soñaban con la tregua y fueron a parar a los Cárpatos.
Durante esa ofensiva las tropas soviéticas reconquistaron cerca de un millón y medio de kilómetros cuadrados de tierra soviética ocupada por el enemigo, avanzaron hacia el oeste casi dos mil kilómetros, llegaron en una gran extensión del frente a las fronteras estatales y liberaron del yugo fascista a millones de ciudadanos soviéticos.
Las bajas de los alemanes comenzaban a ser en hombres y materiales colosales e irreparables.
La histórica marcha maniobra del Ejército Rojo a través de las fortificaciones según todas las reglas de la ingeniería moderna teniendo enfrente a un enemigo aún fuerte y bien armado parecía un verdadero milagro inexplicable.
En realidad la ofensiva del Ejército Rojo se llevó a cabo según los planes elaborados y bien preparados por el Alto Mando.
Si en verdad es un milagro la ofensiva relámpago del Ejército Rojo en las campañas de invierno y de verano en los años 1943 y 1944 es entonces es el resultado de un excelente plan militar y de su brillante realización por las tropas soviéticas.
Según el análisis del propio mando soviético solamente la historia podrá apreciar con profundidad las dificultades de la solución de esta tarea titánica. La estrategia alemana fracasó en la cuestión radical, la habilidad de concentrar fuerzas en la dirección principal, poner en acción, cada vez que era necesario enormes masas de tropas en el inmenso teatro de la guerra. La estrategia de los soviéticos demostró en las campañas de los años 1943 y 1944 toda su tendencia encaminada a su fin. En estas operaciones extraordinariamente complejas y numerosas, se ve con claridad una dirección principal, la suroeste del sector Kursk Orel a Kiev, hacia los Cárpatos.
Los alemanes naturalmente comprendían que los soviéticos aspiraban a liberar la capital de Ucrania y después salir a la retaguardia de la agrupación de tropas alemanas en el bajo Dniéper. Y comprendiendo esto fueron a pesar de todo engañados y desorientados por los golpes propinados por el Ejército Rojo en distintas direcciones.
Bajo esta granizada de golpes demoledores los alemanes a pesar de ello perdieron de vista el avance impetuoso de los soviéticos hacia la región de Kiev que fue ocupado el 6 de noviembre. Cubriendo después la dirección sur no vieron la maniobra imprevista del Ejército Rojo. Los soviéticos se adelantaron operativamente a los alemanes en dirección de los Cárpatos.
En una vieja nota del Buró Soviético de Información publicado con motivo del tercer aniversario de la Segunda Guerra Mundial de donde obtuvimos esta información dice textualmente sobre estas destacadas conquistas del arte militar del Ejército Rojo.
“Por la hábil estrategia del Alto Mando, por la táctica reflexiva y decidida de los generales y oficiales soviéticos, por el heroísmo y la maestría militar de sus combatientes y por último por su potente material de guerra el Ejército Rojo ha infligido muchas derrotas serias a los ejércitos unidos y seleccionados de alemanes, italianos, rumanos y finlandeses”.
“Nuestras tropas obtuvieron grandes victorias que quedarán impresas para siempre en el libro de la historia”.
“Así el Ejército Rojo después de frustrar en el primer periodo de la Guerra patria los planes hitlerianos de guerra relámpago desbarató y enterró en el periodo siguiente la estrategia defensiva del enemigo y sus cálculos de consolidarse en los territorios soviéticos ocupados. El ejército fascista alemán ha sido abatido y se halla ahora ante su derrota total”.
Al mismo tiempo el periódico alemán Danzinger Vorposte queriendo explicar las derrotas del ejército alemán escribía “Los rusos nos aplastan con su superioridad material y en fuerza viva”. Rusia es un país de población excesivamente numerosa y de inusitada potencia industrial”.
Los alemanes ante la inminente derrota intentaban demostrar vergüenza. Hoy leyendo aquel artículo del Danzinger Vorposte cualquiera podría pensar hoy que los alemanes eran un pueblo pequeño, que sus ciudadanos eran pastores armados de horquillas de madera. Pero la verdad que Alemania era un país imperialista que poseía una gran industria de primera calidad. Las fábricas del Reich también estaban en Francia, Bélgica, Checoslovaquia, Holanda que también suministraban armas excelentes al ejercito alemán. Los alemanes habían arrancado a la ex Unión Soviética Ucrania, Bielorrusia, el Norte del Cáucaso, y diversas regiones rusas. La población rusa no era mayor que la de Alemania y sus vasallos.
Los alemanes habían importado además más de diez millones de esclavos extranjeros.
Los alemanes mentían recurriendo a las matemáticas los soviéticos los habían derrotado no porque tuvieran más fábricas y más hombres sino porque su pueblo era superior espiritualmente al alemán, en los niveles de conciencia y el objetivo de su guerra justa.
La guerra depende de los planes tácticos, la estrategia, los equipos materiales, los oficiales, las tropas y su disposición de combate. Aunque no lo parezca también en la guerra existen los seres humanos.
Por eso en medio de tantos elementos técnicos y militares de la experiencia del Ejército Rojo en su confrontación armada con él ejercito alemán fascista aliado a otras fuerzas europeas capitalistas cerramos estas páginas con algunas reflexiones más sencillas y humanas.
Se trata de la correspondencia de un joven periodista y soldado que escribe a su esposa en junio de 1941, desde la retaguardia profunda de esta manera.

“Querida mía”

“Estamos otra vez a retaguardia. Sólo raramente gruñen con su zumbido los aparatos enemigos y truenan nuestros narigudos antiaéreos. Ayer salieron para la primera línea nuestros camaradas. Por ahora todos los nuestros están vivos, e incluso no hay ningún herido. ¡Toca madera, fuera gafes! Nuestro espíritu es tan elevado y combativo como lo sería en general no existieran las privaciones y como si atacáramos en lugar de defendernos.
¿Cómo describirte a nuestros camaradas? En una carta es difícil escribir sobre ellos. He aquí ante mí, en este momento al instructor político Alexei Tsaruk, tanquista. Es un joven sano, de anchas espaldas, perpetuamente ceñudo y un tanto sombrío. Pero esto es tan sólo en apariencia. Es un gran animador y sus bromas son tales que en ellas se percibe siempre cierta especial y animosa seriedad.
Y aquí tienes a otro, el instructor político superior Poliakov. Lleva lentes y de uniforme hasta recuerda siempre a un profesor. Habla rápidamente con el hablar ininteligible de la región de Ivánovo. No hace mucho el profesor entró en combate con nuestra brigada. Lanzó bastante bien granadas a los alemanes. Algunas veces fue cubierto por la tierra de las explosiones de las minas. Su cara fea estaba negra y afilada, pero de todos modos conservaba algo profesoral. Gracias a su serenidad, la brigada no perdió gente. Dos veces perdieron el contacto, pero se incorporaron sanos y salvos. Uno de los que perdieron el contacto ahora está sentado frente a mí en la jata. Es el instructor político Denísov, buena persona, excelente muchacho de ojos castaños. Le gusta extraordinariamente reír a carcajadas. Al menor éxito en el frente, su espíritu se alegra sin límites. Muchos de los compañeros nada saben de sus familias. Y hay que pensar que en los últimos tiempos se vieron con sus mujeres y niños en una situación difícil, en Sambor. Bajo un terrible bombardeo salieron en camiones sus allegados más próximos. ¿Dónde están? ¿Qué les pasó? Pero los muchachos no se descorazonaron. Es este un estado de ánimo completamente excepcional que se alcanza como resultado de continuos encuentros con la muerte. Este es el desprecio a la muerte que yo veo a cada paso.
Un ruego para ti: haz propaganda entre las muchachas. Que escriban cartas al instructor político Aliosha Tsaruk Alexei Ivanovich y a su ayudante Anatoli Schelókov.
Ellos no han recibido cartas de parte alguna y puede ser que no las reciban.
Hace mucho tiempo que yo no había estado en un colectivo como éste, donde sintiera la completa unión y solidaridad con los camaradas, a pesar de todas sus diferencias. Ellos no son, en modo alguno unos ángeles, pero son mis auténticos compañeros de guerra. Nuestro destino es común. Esto significa mucho.
Y yo también cambio mucho, Me es difícil decirte en lo que consiste esta transformación. Me he hecho, por así decirlo más recto, más honrado; esto por una parte y por otra, más firme y tosco y, quizás más insensible. He ganado mucho en decisión.
Yo por ejemplo no puedo comprender cómo antes me intranquilizaban tanto todas las futilezas de escritor, cómo sufría los pinchazos del amor propio y todo los demás. Todo eso es ya un mundo pasado que no existe para mí. Y vivir ahora es inconmensurablemente más interesante. No experimentó vacilaciones de espíritu. Mi espíritu está siempre sereno. Sólo la muerte de Pastushenko produjo sobre mi una fuerte impresión. Pero existieron en ella circunstancias de las que hablaré alguna vez.
Recibí tu carta por Gaidar. ¡Qué cartas más inteligentes, buenas y leales escribes! Yo también estoy orgulloso de ti. Eres una auténtica mujer, como pocas, tu espíritu es de oro, leal y valiente. Se siempre así, en cuantas circunstancias puedan presentársenos.
Mira a la vida fijamente en sus ojos. Todo esto es necesario ahora. Sigues en los cursos de enfermera. Eso está bien. Sólo temo perder el enlace contigo. Tu restablecimiento me alegra enormemente y comprendo por que ocurrió eso. Temo que no puedas soportar a la vista el dolor ajeno. Confío sólo en tu corazón de oro, él te servirá de apoyo. En lo que se refiere a la evacuación de mamá me parece que sería prematura. Desconozco vuestra situación, pero me parece que Moscú está aún en la retaguardia profunda. Puede ser que me equivoque, pero así me lo contaron.
Esto estudiadlo vosotros mismos, podéis verlo más claramente. Bésales en mi nombre y léeles esta carta; no puedo escribir mucho. Ayer recibimos unos regalos de unas desconocidas mujeres de Ashjabad. La carta adjunta en el envío que yo recibí comienza así.
¡Querido combatiente o jefe. Valiente hijo de nuestra patria!
¡Que extraño y emocionante resulta leer estas líneas dirigidas a uno!
Y en el envío han sido reunidos con gran cariño cigarrillos, una toalla, calcetines y toda clase de cosas, compradas probablemente con el último dinero que tenían. A cada paso encuentra uno atenciones, amor y cierta emocionante relación contigo de toda la gente, sobre todo las mujeres, niños y ancianos. Salimos para un nuevo punto y las gentes que en total sólo nos han conocido durante una semana, acompañan nuestros automóviles con lagrimas en los ojos.
Bueno ha llegado Rudakov y debemos marcharnos. Rudakov te envía saludos. Apenas me separo de él. Saludos para ti de Tsaruk, Sechelókov y Denísov.
Te beso fuertemente querida mía y Besos a mamá.”

Esta carta fue la última recibida por A. Krimova directamente del marido. Después, hasta abril de 1942 no hubo noticias de Yuri Krimov.
El 27 de abril A. Krimova recibió la carta siguiente firmada por el redactor jefe del periódico “El patriota soviético” donde el escritor trabajaba.

“Estimada camarada Krimóva:
Las circunstancias se presentaron en forma tal que hasta ahora es desconocida la suerte de su esposo. La última vez que lo vimos fue el 21 de setiembre en territorio ocupado por el enemigo. Nuestro colectivo, luchando independientemente, se abrió paso a través de las guarniciones alemanas.
Yuri estuvo con nosotros hasta el momento en que nos vimos obligados a desperdigarnos en pequeños grupos Se sabe de un modo exacto que del combate salió sano y salvo. Es difícil decir lo que luego pudo haberle ocurrido. Sólo una cosa es clara; que tanto él como los otros camaradas tenían que atravesar la línea del frente. Asunto, claro está, no fácil.
De la antigua plantilla de la redacción hasta ahora no han vuelto muchos. Sin embargo, no perdemos las esperanzas de que vuelvan. Por ejemplo, aún no hace mucho ha vuelto uno de nuestros trabajadores.
A Yuri le esperamos con impaciencia. Yo lo quiero personalmente, no sólo como a un excelente trabajador, sino como a un amigo verdadero de guerra, junto con el cual ha trabajado y se ha disparado contra los fascistas.
Esperamos que vuelva.
El redactor jefe del periódico El Patriota soviético Comisario Superior de batallón.
Ribin”

Después de esta carta a medidos de noviembre del año 1943 la Unión de escritores Soviéticos recibió la siguiente carta oficial del Comandante Militar del Distrito de Chernobáevsk Poltava.
“A la Unión de Escritores Moscú.
En el Comisariado militar del distrito de Chernobáevsk Poltava se ha recibido un escrito del ciudadano del pueblo de Bogodújovka región de Poltava, Alexei Iákovlevich y unidos a aquel tres documentos traspasados por disparos de balas y bayonetas, con huellas de sangre seca, un carnet militar una carta del muerto sin terminar a una conocida suya llamada Anka y una tarjeta postal recibida por aquel de la citada Anka.
Al juzgar por las declaraciones del ciudadano Kovalenko y por los citados documentos, no es difícil establecer que estos pertenecen al escritor condecorado Krímov, Yuri Salomónovich natural de Leningrado muerto en combate contra los invasores alemanes en 20 de setiembre de 1941 cerca del pueblo de Bododújovka.
Junto con los documentos se ha entregado al Comisariado un libro hallado en el cadáver que tiene un titular “Tanker Derben” autor del cual es el difunto escritor Krimóv. Se deduce de las declaraciones del ciudadano Kovalenko que el escritor Krimóv fue enterrado en el pueblo Bogodújovka región de Poltava. El lugar exacto de la tumba del escritor lo conoce bien el ciudadano Kovalenko habitante del pueblo que enterró al muerto.
Al enviarles esta declaración del ciudadano Kovalenko y los documentos del difunto, les ruego los estudien detalladamente, ya que tienen gran interés y que tomen por su parte las medidas pertinentes y sobre todo la de avisar a la familia del difunto. Nosotros, por nuestra parte no podemos hacerlos por desconocer la dirección de los parientes.
Distrito militar de Chernobáevsk.
Primer teniente Shmakov.”

Declaración del ciudadano Kovalenko.

“El héroe Yuri Salomónovich Krimóv muerto el 20 de setiembre de 1941 fue enterrado el 22 por mí, Oliksi Iákolovich Kovalenko. Todas sus condecoraciones están con él enterradas. Si tiene padres comuníqueseles que su tumba está en el distrito de Chernobáevsk en la región de Poltava en el pueblo de Bogodújovka .
Dirigiéndose a estas señas hallarán su tumba.
El héroe luchó contra ellos hasta la última gota de su sangre, hasta que el salvaje enemigo con su aguda bayoneta traspasó su pecho y le hizo siete heridas y el héroe fue muerto por estas manos criminales.
Si tiene padres ruego dar respuesta.”
La carta que el héroe Krimov no terminó fue desenterrada de su tumba cuando el Ejército Rojo recuperó en 1943 la región. Pudo ser reconstruida solo en parte por estar atravesada por una bayoneta y manchas de sangre.
En ella el periodista y soldado del Ejército Rojo describía su campamento durante la noche y señalaba su preocupación por estar cercados por él ejercito fascista alemán.
“Hacia donde quiera que se avance nos encontramos con tanques y batallones de alemanes con ametralladoras y armas automáticas”.
Cuando escuchamos comentarios sobre el fracasó del socialismo en la Unión Soviética muy pocas veces oímos o vemos que se tenga en cuenta la traicionera agresión fascista y la pérdida de veinte millones de los mejores hijos de la primer patria socialista del mundo.
Posiblemente dentro de esos veinte millones de asesinados por los nazis estaban los héroes de la construcción del socialismo, los más decididos, los más valientes, los más inteligentes, los más capaces, los más conscientes.
De hecho puede verse en un simple relato de una carta cuantos comisarios políticos, cuantos instructores, cuantos cuadros políticos estaban combatiendo en la retaguardia profunda del enemigo fascista.

EN EL RECUERDO DEL HÉROE Y CAMARADA KRIMOV.
TODO NUESTRO RECONOCIMIENTO AL SISTEMA SOCIALISTA EL ÚNICO EN EL MUNDO QUE PUDO DERROTAR AL FASCISMO MUNDIAL.

22 de junio de 2006

martes, junio 20, 2006

Cómo me hice socialista.

Es bastante justo decir que yo llegué a ser socialista de manera muy semejante a aquella por la cual los teutones se convirtieron en cristianos, me hicieron a golpes. No solamente no estaba buscando al socialismo en la época de mi conversión, sino que lo estaba combatiendo. Era muy joven e inexperto, no sabía mucho de nada, y aunque nunca había oído hablar de una escuela llamada individualismo, cantaba el himno de los fuertes con todo mi corazón.
Eso sucedía porque yo mismo era fuerte. Por fuerte quiero decir que tenía buena salud y fuertes músculos, posesiones ambas fácilmente comprobables. En mi niñez había vivido en las haciendas de California, en mi adolescencia repartiendo diarios en las calles de una saludable ciudad del oeste, y en mi juventud, en las aguas cargadas de ozono de la bahía de San Francisco y del Océano Pacífico. Me gustaba la vida al aire libre y trabajaba a cielo abierto en los trabajos más duros. Sin aprender ninguna profesión, pero deslizándome de ocupación en ocupación, observé el mundo y lo consideré bueno, hasta en lo más insignificante. Permítanme repetir, ese optimismo se debía a que yo me sentía sano y fuerte, sin preocupaciones de dolores ni debilidades, nunca rechazado por el patrón porque pareciera incapaz, siempre apto para encontrar un trabajo como paleador de carbón, como marinero, o un trabajo manual.
A causa de todo esto, exultante con mis pocos años, capaz de mantenerme firme en el trabajo o en la lucha, era un individualista desenfrenado. Era muy natural. Era un triunfador. Por eso yo llamé al juego, mientras observaba cómo se desarrollaba, o pensaba que lo hacía, un juego apropiado para HOMBRES. Ser un HOMBRE era escribirlo con grandes mayúsculas en mi corazón. Arriesgarse como un hombre, pelear como un hombre y hacer el trabajo de un hombre (aun por la paga de un niño), eran cosas que me llegaban profundamente y que se apoderaban de mí como ninguna otra. y miraba hacia adelante la perspectiva de un brumoso e interminable futuro en el que, jugando lo que creía que era un juego de HOMBRES, continuaría viajando con una salud inagotable, sin accidentes y con músculos siempre vigorosos. Como digo, ese futuro era interminable. Podía verme a mí mismo, bramando por una vida sin final como una de las rubias bestias de Nietzsche, vagando lujuriosamente y conquistando por mi plena superioridad y fuerza. En cuanto a los desafortunados, los enfermos, los achacosos, los viejos y mutilados, debo confesar que había pensado muy poco en ellos, excepto que vagamente sentía que, fuera de los accidentes, podían ser tan buenos como yo si lo deseaban con verdadero ahínco y trabajar igualmente bien. ¿Accidentes? Bueno, representaban al DESTINO, también deletreado con mayúsculas, y yo no estaba rondando el DESTINO. Napoleón había tenido un accidente en Waterloo pero eso no enfrió mi deseo de ser otro moderno Napoleón. Más adelante, el optimismo emanado de un estómago que podía digerir hierro viejo y de un cuerpo que se reía de la fatiga, me impedía pensar en los accidentes relacionándolos, ni aun remotamente, con mi gloriosa persona.
Espero haber dejado en claro que estaba orgulloso de ser uno de aquellos a quienes la Naturaleza había dotado de mejores armas. La dignidad del trabajo era lo que me impresionaba más notablemente en el mundo. Sin haber leído a Carlyle ni a Kipling, yo creaba un evangelio del trabajo que oscurecía el de ellos. El trabajo era todo. Era santificación y salvación. El orgullo que me invadía después de un día de duro trabajo sería inconcebible para ustedes. Es casi inconcebible para mí, ahora que recuerdo. Yo era el más verdadero esclavo del trabajo que un capitalista haya explotado nunca. Desatender el trabajo o fingirme enfermo ante el hombre que me pagaba el sueldo era un pecado, primero, contra mí mismo, segundo, contra él. Lo consideraba un crimen, solamente inferior ala traición y tan malo como ella.
En suma, mi alegre individualismo estaba dominado por la ética burguesa ortodoxa. Leía los diarios burgueses, escuchaba a los predicadores burgueses y oía las trivialidades de los políticos burgueses. Y no dudo que, si otros acontecimientos no hubieran cambiado el curso de mi vida, habría llegado a ser un rompehuelgas profesional ( uno de los héroes norteamericanos del presidente Eliot), tendría mi cabeza y mi capacidad de procurarme el sustento aplastada por un garrote empuñado por algún militante de los sindicatos.
Alrededor de esa época, cuando volvía de un viaje de siete meses por el mar, ya doblados los dieciocho, se me puso en la cabeza irme a vagabundear. Sobre pescantes u oscuros equipajes, peleé mi camino desde el oeste abierto, donde los hombres doman fuerte y el trabajo anda a la caza del hombre, a los congestionados centros laborales del este, donde los hombres eran pequeñas papas arrugadas y cazaban un empleo por todo lo que poseían. y en esta nueva aventura de bestia rubia me encontré a mí mismo considerando la vida desde un ángulo totalmente diferente. Había caído del proletariado en lo que los sociólogos gustan llamar el décimo sumergido, y comenzaba a descubrir la forma en la que era reclutado ese décimo.
Encontré allí a toda clase de hombres, muchos de los cuales habían sido alguna vez tan buenos como yo e igualmente bestias rubias; marineros, soldados, trabajadores, todos torcidos, deformados y doblegados por el trabajo, las fatigas y los accidentes y arrojados a la ventura por sus amos como tantos caballos viejos. Yo golpeaba las dragas y daba portazos con ellos o temblaba en el pescante de los coches y en los parques de la ciudad, escuchando mientras tanto historias de la vida real que habían comenzado con tan buenos auspicios como la mía, con digestiones y cuerpos iguales o mejores a los míos, y que terminaron ante mis ojos en los mataderos, en lo más profundo del abismo social y mientras escuchaba, mi mente comenzó a trabajar. La mujer de la calle y el hombre del arroyo respiraban junto a mí. Vi tan vívidamente el cuadro del abismo social como si fuera algo concreto, y en lo más profundo los vi a ellos, y a mí, un poco más arriba, colgando de la pared resbaladiza merced a toda mi fuerza y sudor Confieso que el terror se apoderó de mí. ¿Qué sucedería cuando fallasen mis fuerzas?.cuando fuera incapaz de trabajar hombro con hombro con los hombres fuertes que hasta ayer todavía no habían nacido?. Allí y entonces hice un gran juramento. Era así, más o menos: Todos los días he trabajado duramente con mi cuerpo, de acuerdo con el número de días he trabajado, y justamente por eso estoy más cerca del fondo del pozo. Saldré fuera de él, pero no podré hacerlo mediando mis músculos. No haré más trabajos pesados y que Dios me castigue con la muerte si hago otra vez con mi cuerpo más de lo que necesariamente deba hacer. y he estado ocupado desde ese momento en escapar del trabajo pesado.
Incidentalmente, mientras recorría vagabundeando unas diez mil millas por Estados Unidos y Canadá, me extravié en las cataratas del Niágara, fui prendido por un alguacil de un feudo de caza, se me negó el derecho a defenderme y fui sentenciado inmediatamente a treinta días de prisión por no tener residencia fija y medios visibles de ganarme la vida. Esposado y encadenado a un puñado de hombres en las mismas condiciones, fui Ilevado en un carro por el campo a Buffalo, registrado en Ia Penitenciaría del condado de Erie; tuve mi cabeza pelada y afeitado mi crecido bigote, fui vestido con las ropas rayadas de los convictos, compulsivamente vacunado por un estudiante de medicina que practicaba con nosotros, encerrado en un calabozo y luego puesto a trabajar bajo la mirada de guardias arma dos con Winchester; todo por aventurarme a la manera de las bestias rubias. No agregaré más detalles, aunque podría insinuar que algo del pletórico patriotismo nacional hervía a fuego lento y se filtraba del fondo del alma por algún lado. Por lo menos desde esa experiencia él encuentra que se preocupa más por los hombres, las mujeres y los niños que por imaginarias líneas geográficas. Volvamos a mi conversión. Pienso que es manifiesto que mi exuberante individualismo me fue quitado a martillazos y que otra cosa me fue colocada de la misma forma. Pero, de la misma manera que había sido un individualista sin saberlo, ahora era un socialista sin saberlo, o sea, un socialista no científico. Había nacido nuevamente, pero no me había rebautizado, y andaba de un lado a otro para encontrar qué era. Corrí a California y abrí los libros. No recuerdo cuáles abrí primero. Es un detalle sin importancia de cualquier manera. Yo ya era Eso, cualquiera que fuese, y con la ayuda de los libros descubrí que Eso era el Socialismo. Desde ese día he abierto muchos libros, pero ningún argumento económico, ninguna demostración lúcida de la lógica e inevitabilidad del socialismo me afecta tan profunda y convincentemente como fui afectado el día en que por primera vez vi las paredes del abismo social crecer a mí alrededor y me sentí deslizándome hacia abajo, hacia abajo, hacia el matadero, en el fondo.

Jack London

Yo he nacido en la clase obrera.


En buena hora descubrí el entusiasmo, la ambición, los ideales; y el satisfacerlos llegó a ser el problema de mi vida de niño. Las condiciones en que me crié eran primitivas, duras y frustrantes. Carecía de mirada sobre el exterior, solamente era capaz de ver lo que tenía delante. Mi lugar en la sociedad era en todos los sentidos de baja escala. En este nivel, la vida no ofrecía nada que no fuera sórdido y miserable, tanto para la carne como para el espíritu; ya que tanto la carne como el espíritu se encontraban parejamente hambrientos y torturados.
Por encima de mí se elevaba el colosal edificio de la sociedad, ya mis ojos el único medio de escapar, era ascender. Es por lo tanto en este edificio en el que resolví en buena hora hacerlo. En los pisos superiores, los hombres llevaban trajes negros y camisas almidonadas, las mujeres ropas magníficas. Había también buenas cosas para comer, y con profusión. Esto en lo que se refiere a la carne. También existían cosas del espíritu. Aunque era lejos de donde yo estaba, yo sabía que reinaba la generosidad del espíritu, el pensamiento limpio y noble, una viva intelectualidad. Sabia todo eso porque leía las novelas de la "Seaside Library" en las que, con la excepción de los bribones y los aventureros, todos los hombres y todas las mujeres no tenían más que bellos pensamientos, hablaban un bello lenguaje, y desarrollaban acciones magnificas. Así es, yo admitía como una cosa evidente que por encima mío, todo era bello, noble, amable, que abundaba todo lo que daba respetabilidad y dignidad a la vida, todo lo que hace que la vida merezca ser vivida, todo lo que remunera vuestros trabajos y consuela vuestras desdichas.
Pero esta ascensión no es particularmente fácil para aquel que pertenece a la clase obrera -en especial para aquel que además tiene como obstáculo sus ideales y sus ilusiones. Yo vivía en California en un rancho y me puse enérgicamente a buscar el sitio donde apoyarme para escalar. En buen momento también me enteré sobre la tasa de interés del dinero y torturaba mi cerebro de niño en tratar de comprender las virtudes y las excelencias de esta soberbia invención del hombre, el interés compuesto. Después, pude informarme del nivel corriente de los salarios para los trabajadores de todas las edades, y del coste de la vida. Partiendo de estas informaciones, llegué a la conclusión que si me ponía a trabajar y a economizar hasta la edad de treinta años, podría entonces dejar de trabajar y ponerme a participar en buena medida en las delicias y en las bienaventuranzas que se me ofrecían en un escalón más alto de la sociedad. Naturalmente, me encontraba firmemente decidido a no casarme, al tiempo que olvidaba completamente contemplar ese terrible escollo generador de desastres para la clase laboriosa: la enfermedad.
Pero la vitalidad que poseía me exigía mucho más que una existencia mezquina de economía sórdida, de parsimonia. Aunque a la edad de diez años me convertí en vendedor de diarios en la calle, y me encontré con una nueva manera de mirar las cosas que se encontraban encima de mí. Estaba siempre rodeado de un ambiente sórdido y miserable, y por encima de mí se encontraba siempre el mismo paraíso atendiendo mi escalada; pero la escala y la posibilidad de acceso no eran iguales para todos. El paso siguiente era la escala de los negocios. ¿Para qué guardar el dinero e invertir mis economías en fondos del Estado, cuando, comprando dos diarios por cinco céntimos, yo podía, en un golpe de mano, venderlos por diez céntimos y doblar de esta manera mi capital? La escala de los negocios era la escala que me convenía, y ya me veía convertido en un príncipe del comercio calvo y con éxito.
¡Tanto peor para estas visiones del porvenir! A la edad de dieciséis años merecía ya el título de “príncipe”. Pero me lo habían concedido un “gang” de borrachos y de ladrones que me llamaban “El Príncipe de los Ladrones de Ostras”. Fue en este instante cuando subí mi primer escalón en la escala de los negocios. Era un capitalista. Poseía un barco y un material completo para ladrones de ostras, y comencé a explotar a mis semejantes. También poseía un grupo de hombres a mis órdenes. En mi calidad de capitán y de propietario poseía las dos terceras partes del botín dando a la tripulación un tercio, aunque esta tripulación había trabajado exactamente y tan duramente como yo, y habían arriesgado igualmente su vida y su libertad.
No llegué a trepar más alto de esa escala única en el mundo de los negocios. Una noche efectué un "raid” sobre los pescadores chinos. Las cuerdas y las redes costaban bastantes dólares y céntimos. Se trataba de un robo, lo reconozco, pero este era precisamente el espíritu del capitalismo. El capitalismo se ampara en las posesiones de sus semejantes por medio de una rebaja, de un abuso de confianza, o bien comprando los senadores y los jueces delante de la Corte Suprema. Solamente que yo no respetaba las formas. Esta era la única diferencia. Me servía de un revólver.
Pero esa noche, mi tripulación estaba compuesta por esos hombres ineficaces contra los cuales el capitalismo está acostumbrado a maldecir porque, en verdad, aumentan las despensas y disminuyen los dividendos. Mi tripulación tenía los dos defectos. En cuanto a su ausencia de cuidado, era tal que llegó a meter fuego a la gran vela que fue completamente destruida. No hubo el menor dividendo en esta noche, y los pescadores chinos se enriquecieron con los cordeles y las redes que nosotros no habíamos cogido. Me encontré entonces en una mala situación ya que era absoluta mente incapaz de pagar los sesenta y cinco dólares que eran necesarios para comprar una vela nueva. Dejé mi barco anclado y partí a bordo de un navío pirata de la bahía para llevar a cabo un «raid» sobre Sacramento. Durante este viaje, otro “gang” de piratas de la bahía llevó a cabo un ataque sobre mi barco. Se adueñaron de todo, incluso de las anclas; ya continuación, cuando recuperé el casco, llevado a la deriva, lo vendí por veinte dólares. Había resbalado del único escalón que había logrado alcanzar, y no he tratado desde entonces nunca más de ensayar ningún ascenso en el mundo de los negocios.
A partir de este 'momento he sido explotado sin piedad por otros capitalistas. Tenía mis músculos, ellos tiraban del dinero mientras yo no conseguía para mí más que medios de existencia muy mediocres. Fui marinero delante del mástil, descargador, mano de obra. Trabajé en una manufactura de conservas, en las fábricas, en las lavanderías; también corté el césped, limpié tapices, lavé vitrinas. Jamás obtuve por ello el producto integro de mi esfuerzo. Miraba a la hija del propietario de la manufactura de conservas en su coche, y sabía que eso se debía en parte a mis músculos que contribuían en hacer avanzar este coche y sus ruedas de caucho. Miraba la hija del dueño de la fábrica que iba a la universidad, y sabía que mis músculos contribuían, en parte, a pagar el vino que él bebía y las distracciones que tenía.
Pero esto no me inspiraba ningún rencor. Todo formaba parte de un juego. Ellos formaban la gente fuerte. Muy bien, yo también era fuerte. Me abriría camino para encontrar una plaza entre ellos y para conseguir dinero de los músculos de los demás hombres. El trabajo no me daba miedo. Incluso adoraba el trabajo penoso. Me sumergiría y trabajaría más duramente que nunca, y no tardaría en llegar a ser uno de los pilares de la sociedad. En ese momento preciso, como por un golpe de suerte encontré un encargado que coincidía con mi estado de ánimo, deseaba trabajar, y llegaba todavía más lejos del mero de cumplir con mi trabajo. Creía además que iba a aprender un oficio. En realidad lo que había hecho era reemplazar a dos hombres. Creía también que estaba a. punto de convertirme en un electricista; de hecho, yo le hacía ganar cincuenta dólares por mes. Los dos hombres que había desplazado recibían cada uno cuarenta dólares por mes; hacía el trabajo de los dos por treinta dólares mensuales. El encargado casi me mató a trabajar. A un hombre le pueden gustar las ostras, pero demasiadas ostras le puede quitar ese gusto particular. Igual ocurrió conmigo. Tanto trabajo me hastiaba. Llegué a no querer oír hablar más de trabajo. Dejé entonces el mío. Me convertí en un vagabundo y mendigaba de puerta en puerta el medio para continuar mi camino, recorriendo todos los Estados Unidos, sudar sangre y agua en los tugurios y en las prisiones.
Yo había nacido entre la clase laboriosa y a la edad 18 años, me encontraba por debajo de mi punto de partida. Me encontraba en los sótanos de la sociedad, en los profundos subterráneos de la miseria de los que no resulta ni agradable ni conveniente hablar. Estaba en la fosa, en el abismo de la fosa de desahogo humano, en los mataderos y los desagües de nuestra civilización. Todo esto formaba parte del edificio de la sociedad que la propia sociedad había escogió ignorar. La falta de plaza me obliga aquí a ignorarlo también pero diré solamente que lo que he visto me ha causado miedo terrible.
Tenía miedo a pensar. Veía al desnudo los elemento simples de esta civilización complicada que me había tocado vivir. La vida era para mi una cuestión de comida y de cobijo. Con el fin de obtener comida y abrigo, el hombre vende cosas. El mercader vende zapatos, los politiqueros venden su virilidad, el representante del pueblo con, naturalmente, las excepciones de rigor, vende la confianza que logra inspirar; al mismo tiempo, casi todos venden igualmente su honor. De la misma manera, las mujeres, sea en la calle, sea por los vínculos sagrados del matrimonio, tienen tendencia a vender su cuerpo. Todas estas cosas son mercancías, todo el mundo compra y vende. La única mercancía que el trabajo tiene para vender son sus músculos. El trabajador sólo tiene músculos a la hora de vender.
No obstante, hay una diferencia, una diferencia vital. Los zapatos, la confianza, el honor, tienen sus medios para renovarse. Cuentan con “stocks” imperecederos. Por el contrario, los músculos no se renuevan. En la medida en que el comerciante vende sus zapatos, renueva su “stock”. Pero no existen medios para renovar el "stock" de fuerza muscular del trabajador. Mientras más lo vende, menos le queda. Es su única mercancía y cada día su “stock” disminuye. Al final, si la muerte no le llega antes, al trabajador no le queda nada para vender y debe cerrar su tienda. Si le fallan los músculos no le queda más que descender a los sótanos de la sociedad para morir miserablemente.
Aprendí a continuación que el cerebro era también otra mercancía. El cerebro es diferente a los músculos. Uno que venda su cerebro se encuentra todavía en su primera juventud cuando no tiene más que cincuenta o sesenta años, y sus salarios alcanzan entonces las tasas más elevadas. Pero un trabajador se encuentra agotado o roto a los cuarenta o cincuenta años. He estado en los sótanos de la sociedad, y no me gusta ese lugar para vivir. Las cañerías de las aguas y de las letrinas no son saludables, y el aire no es bueno para respirar. Si yo no puedo vivir en el piso en el que se entra en la sociedad, puedo en todo caso mirar de hacerlo en el granero. Es verdad, en éste el régimen de comida es poco abundante, pero al menos el aire es puro. Aunque yo había decidido no vender mis músculos y llegar a ser un buen vendedor del cerebro.
Desde entonces comencé una persecución frenética por el saber. Volví a California para abrir los libros. De esta manera intenté equiparme para llegar a ser un cerebro a un buen precio, y era inevitable que me metiera a investigador sociológico. En este terreno encontré, expresado de una manera científica y en una cierta categoría de libros, los conceptos ideológicos simples que ya había descubierto en cierta medida por mi mismo. Ya antes de mi nacimiento, otros espíritus más desarrollados que el mío, habían expresado todo lo que yo pensaba y se habían adelantado a su tiempo. Fue entonces cuando descubrí que era socialista.
Los socialistas eran revolucionarios, en la medida en que luchaban para transformar la sociedad tal como existe actualmente, y con otros materiales, construir una nueva sociedad. Yo también era socialista revolucionario. Me había adherido a los grupos de obreros revolucionarios e intelectuales, y tomé contacto por primera vez con la vida intelectual. Encontré inteligencias penetrantes y brillantes espíritus; ya que había entrado en relación con miembros de la clase obrera que, aunque tenían las manos callosas, poseían un cerebro sólido y alerta. Se trataba también de predicadores que habían colgado sus hábitos y que tenían una concepción demasiado amplia del cristianismo como para formar parte de ninguna congregación de adoradores de Mammon; de profesores víctimas del avasallamiento de la Universidad por parte de la clase dirigente y habían sido expulsados de ella porque pensaban demasiado en extender sus conocimientos ensayando su aplicación al servicio de la humanidad.
También encontré entre ellos una fe calurosa en el idealismo humano y radiante, el dulzor del altruismo, del renunciamiento y del martirio, en suma: todo lo que hay de espléndido y estimulante en el espíritu. Entre ellos la vida era limpia, noble y en movimiento. La vida se rehabilitaba, llegaba a ser maravillosa y gloriosa; me encontraba muy feliz de estar entre los vivos. Estaba en contacto con grandes almas que ponían su carne y su espíritu por encima del dinero, y que sentían el débil grito lastimero del niño del suburbio que moría de hambre como algo que tenía mucha más importancia que todos los ambiciosos problemas de la expansión comercial y de la supremacía mundial. Alrededor de mí, no existían más cuestiones que la de los nobles objetivos a lograr, que las de los esfuerzos valerosos, y mis días y mis noches eran fuego y rocío, soles y estrellas rutilantes, objetos que brillaban radiantes sin cesar ante mis ojos que contemplaban el Santo Grial, el Grial de Cristo, una humanidad calurosa que después de tanto tiempo de sufrimientos y malos tratos, convenía socorrer y salvar.
Y yo, pobre loco, tomaba todo eso como un simple anticipo de las delicias que encontraría más allá, por encima de mí, en el porvenir. Había perdido todas las viejas ilusiones de la época en que leía las novelas de la “Seaside Library” en un rancho de California. Todavía debería de perder muchas más ideas de las que todavía conservé.
Como vendedor de ideas conseguí éxito. La sociedad me abrió entonces sus puertas, todas ellas grandes. Entré directamente en el piso del salón, y mis desilusiones hicieron un progreso rápido. Comí con los señores de la alta sociedad, con las esposas y las hijas de esos señores. Las mujeres estaban magníficamente vestidas, lo reconozco; pero fui ingenuamente sorprendido al encontrarme que eran de la misma arcilla que todas las demás mujeres que había conocido en la baja escala, en los sótanos. «La mujer del coronel y Judy O'Grady eran hermanas bajo sus pieles y sus vestidos».
No era tanto eso como su materialismo lo que más me chocaba. Ciertamente, esas magníficas mujeres, ricamente vestidas cotorreaban sobre pequeños ideales y sobre pequeños problemas morales; pero al margen de sus habladurías, la nota dominante de su vida era materialista, ¡en el orden sentimental eran tremendamente egoístas! Participan en toda suerte de hermosas pequeñas obras de caridad que luego hacen saber a todo el mundo, al tiempo que lo que comen y la magnífica ropa que llevan, están pagadas por dividendos manchados por la sangre vertida por la mano de obra infantil, fruto del trabajo a destajo, e incluso de la prostitución. Sin embargo, cuando yo anunciaba estos últimos hechos, creyendo en mi inocencia que estas hermanas de Judy O' Grady irían con sus cederías y sus joyas ensuciadas de sangre a conocer la verdad sobre el terreno, por el contrario, se enervaban, se irritaban, y me leían las tesis sobre la ausencia de espíritu económico, el alcoholismo y la depravación que se encuentran en el origen de todas las desdichas de los sótanos de la sociedad. Y cuando yo respondía que no veía muy bien como la ausencia de espíritu de comercio, la intemperancia y la depravación de un niño de seis años y medio muerto de hambre le hacen trabajar todas las noches durante doce horas en una hilandería de algodón de los Estados del sur; estas hermanas de Judy O'Grady atacaron entonces mi vida privada y me han tratado de “agitador” como si esto, de alguna manera, pusiera fin a todas las discusiones.
Mi trato personal con los señores no fue mucho mejor. En un principio esperaba encontrarme hombre limpios, vivos, con ideales propios, nobles... Sin embargo me encontré entre gente que ocupaban puestos elevados: predicadores, politiqueros, hombres de negocio, profesores, periodistas. He comido y bebido con ellos. Cierto es que he encontrado algunos que eran limpios, y nobles, pero, salvo algunos que formaban una rara excepción, no estaban vivos. Creo que podría contar estas excepciones con los dedos de mis dos manos. Se trataba simplemente de muertos sin enterrar. Entre la gente que he encontrado quizás deba de hacer una mención especial de los profesores, esos hombres que realizan ese ideal de la Universidad decadente, “la búsqueda sin pasión de una inteligencia sin pasión”.
También he conocido hombres que invocaban el nombre del Príncipe de la Paz en sus diatribas contra la guerra, y que ponían los fusiles en manos de los detectives privados para que se sirvieran de ellos contra los huelguistas de sus propias fábricas. He conocido hombres conmovidos de indignación delante de la brutalidad de los combates de boxeo que participaban en la falsificación de alimentos que matan cada año más niños que el propio Herodes el sangriento.
He hablado en los hoteles, en los clubs, en las casas particulares, en los compartimentos de los trenes, sobre puentes de los paquebotes con capitanes de la industria y me he podido sorprender del escaso camino que habían recorrido en el reino del intelecto. Por contra, he descubierto que su inteligencia, en lo que se refiere a los negocios, era enormemente desarrollada. Igualmente descubrí que su moralidad, cuando se trataba de negocios, era nula.
Ese “gentleman” delicado, con el físico aristocrático era un director que hacía de “hombre de paja”, era un juguete entre las manos de las empresas que robaban secretamente a las viudas y a los niños. Ese señor, que coleccionaba bellas ediciones y que era un mecenas literario, sufría el chantaje de un patrón mofletudo que fruncía unas tupidas cejas y se dedicaba a la política municipal. Ese hombre publica un diario insertando publicidad sobre especialidades farmacéuticas, y no osa imprimir la verdad sobre esos productos por miedo a perder sus clientes. Me ha tratado de bribón demagogo porque yo le había dicho que su economía política databa de la antigüedad y su biología de Plinio.
Ese senador es el juguete, el esclavo, del jefe de una importante agrupación política sin ninguna educación, una marioneta en su mano. Ese gobernador y ese juez de la Corte Suprema se encuentran en el mismo caso. Los tres viajaban en un tren con billetes de transporte gratuitos. Ese hombre, que habla con sobriedad y seriedad de las bellezas del idealismo y de la bondad de Dios, apenas acababa de traicionar a sus camaradas en la reciente conclusión de un negocio. Ese hombre, pilar de la Iglesia e importante sostén de misiones extranjeras, hacía trabajar durante diez horas por día a unas señoritas en unos almacenes por un salario de hambre, y de hecho animaba la prostitución. Ese hombre que subvencionaba cátedras de la Universidad, perjura delante de los tribunales por una cuestión de dinero. Y ese magnate de los ferrocarriles ha traicionado su palabra de “gentleman" y de cristiano acordando una rebaja a un capitán de industria que se había comprometido con otro capitán de industria con el que estaba empeñado en una lucha a muerte.
Es igual por todas partes, crimen y traición, traición y crimen -entre hombres que están vivos, pero que no son ni limpios ni nobles, entre hombres que lo son pero que no están vivos. Empero, existe actualmente una gran masa, la de los desesperados; que no es noble ni está viva, pero si simplemente limpia. Ella no peca activamente, ni deliberadamente. Aunque sí lo hace por su pasividad e ignorancia aceptando la inmoralidad general, aprovechándose a su manera. Si fuera noble y viva, no sería ignorante, y se negaría a tomar su parte en los beneficios de la traición y el crimen.
Me di cuenta de que no me gustaba tampoco, vivir en el piso de la alta sociedad. Intelectualmente yo era un inoportuno. Moral y espiritualmente, era un inconformista. Prefería a mis intelectuales y mis idealistas, mis predicadores que habían colgado los hábitos, mis profesores despedidos, y los trabajadores con el espíritu claro, poseedores de una conciencia de clase. Me acordaba de mis días de sol y de mis noches de luminosas estrellas, donde la vida era una maravilla salvaje y dulce, un paraíso espiritual de aventura altruista y novelesco-moral. Y he visto delante de mí, siempre brillante y esplendoroso, el Santo Grial.
Sí, volví a la clase obrera, en la que nací y a la que pertenezco. Ya no me preocupé más por ascender. El importante edificio de la sociedad que se levanta por encima de mi cabeza no oculta para mí nada deleitoso. Es la fundación de este edificio lo que de verdad me interesa. Aquí me contento con trabajar con la palanca en las manos, codo con codo con los intelectuales, los idealistas, los trabajadores con conciencia de clase, y con ellos organizar una acción sólida para sacudir todo el edificio. Luego, un día, cuando hayamos podido trabajar, con muchas manos y muchas palancas, lo transformaremos, al mismo tiempo que cambiaremos a todos esos vivos podridos ya todos esos muertos sin sepultura. Entonces, limpiaremos el sótano y construiremos en su lugar una nueva habitación para la humanidad, en la cual no habrá ningún piso de salón: todas las piezas serán claras y ventiladas, y el aire que respiraremos será limpio, noble y humano.
Estas son mis perspectivas. Aspiro al nacimiento de una nueva época donde el hombre realizará el mayor progreso, un progreso más elevado que el de su vientre, y en el que el aura para animarlos para nuevas acciones será mucho más estimulante que la actual derivada de su estómago. Guardo intacta mi confianza en la nobleza y excelencia de la especie humana. Creo que la delicadeza espiritual y el altruismo triunfaran sobre la glotonería grosera que reina hoy en día. En último lugar quiero hacer constar mi confianza hacia la clase obrera. Como ha dicho un francés: "En la escalera del tiempo resuenan sin cesar el ruido de los zuecos que suben, y de los zapatos barnizados que descienden”.

Jack London

"Whay life to me"; articulo publicado en marzo de 1906 en el "Cosmopolitan Magazine". Publicado en forma de folleto por el «The Intercollegiate Socialist Society, Princenton, New Jersey. Fue también incluido en el volumen Revolution And Other Essays, New York, The Macmillan Co., marzo, 1910. Publicado por Francis Lacassin en su recopilación de escritos socialistas de London, «Yours for the Revolution Ed. 10/18, Paris, 1977. Traducido del francés por Pepe Gutiérrez-Álvarez.

Recordando a Jack London.




Jack London, escritor autodidacta

"¿De donde sacó su ardiente pasión artística, sus delicados sentimientos por la forma y el color, su habilidad extraordinaria con las palabras?. En verdad, el hombre era un artista instintivo, de un orden elevado, y si la ignorancia corrompió su arte, sólo logró que le hecho de su maestría innata fuera más notable…Había en él una vasta delicadeza de percepción, sentimiento elevado, sensibilidad a la belleza. Y habla en él también, detrás de todas sus vociferaciones, un sentimiento intenso del romance infinito y del misterio. de la vida humana".
H. L. Mencken. Prejudices: First Series

Cuando hace casi un siglo que falleció Jack London, su figura nos sigue pareciendo todavía mítica, legendaria, que vive en su obra, que conoce directamente lo que describe. Vida y obra forman por lo tanto una totalidad indisociable, aunque cada una de las partes tenga una cierta autonomía propia.
Su corta existencia es una apretada; agenda de acontecimientos: distribuidor de periódicos, proletario en una fábrica de conservas, y después en una hilandería de yute y en una central eléctrica; saqueador de las propiedades osteras y policial que patrulla persiguiendo a otros saqueadores en la costa del Pacífico, cazador de focas en las lejanas costas siberianas; vagabundo que recorrió a pie buena parte de los Estados Unidos y el Canadá; escritor-obrero rechazado por las editoriales primero, y celebridad internacional después; corresponsal de guerra en Japón, Corea y México, exhausto planchador de una tintorería mientras intentaba aprender a escribir, y al tiempo, cortejar a una bella dama de Ia pequeña burguesía; arriesgado buscador de oro de oro en el valle del Yucón; portero en una escuela secundaria de Oakland, y universitario frustrado en Berkeley; agitador y principal figura literaria -junto con Upton Sinclair- de la primera socialdemocracia norteamericana; beodo empedernido que no encuentra la estabilidad ni en la riqueza ni en la fama; amigo y en no poca medida maestro del propio Upton (el autor de La jungla), de Sinclair Lewis (el autor de Babitt), y también de Raoul Walhs que recreó su espíritu en películas como El mundo en sus manos; y mito de la izquierda cultura norteamericana e internacional…
La vida de Jack London representó pues muchas cosas al mismo tiempo.
En su transcurso, fue un hombre firme pero también muy contradictorio en sus ideales políticos, polivalente como individuo, poliédrico como escritor...Su intensidad existencial se desprende fácilmente de los siguientes datos: en los últimos 16 años de su vida fue el autor de 19 novelas, 18 colecciones de cuentos y artículos (157 en total), 3 dramas y 8 libros autobiográficos y de sociología. Después de haberse agotado como un cohete brillante y de profunda concentración, London tuvo su postrero gesto romántico quitándose la vida cuando no había vivido más que cuarenta años.
Aunque no han faltado críticos que consideran su obra como irregular, desmañada, y lo han tachado de novelista de vuelos, no es menos cierto que existen muchos más que afirman todo lo contrario. Más allá de esta disputa, el veredicto de los lectores no ha podido ser más elocuente. Después de mantener su celebridad a lo largo del siglo XX, en los últimos tiempos su obra siendo editada con el marchamo de un "clásico", e incluso conocido una mayor revalorización. Admirado a lo largo de los tiempos por gente tan diversa como Anatole France, Lenin, John Steinbeck, Trotsky. Hemingway, Orwell o, Jack Keruac, etc; London inspiró al "Che" Guevara el que el héroe guerrillero creyó que sería su último pensamiento: "La única visión que recuerdo", escribirá hablando de un momento en el que estando herida es cercado por las tropas de Batista Y busca la mejor manera de morir, y se le presenta la imagen de un personaje de London acosarlo por la agonía, se sostiene sobre un árbol y "se dispone a terminar su vida con dignidad". Pensamos que no es abusivo pensar de que a London le hubiera fascinado también un personaje como el "Che", con el que compartió la admiración de la juventud norteamericana de los años sesenta.
London ha sido para muchos y lo será todavía para otros, una auténtica sorpresa el descubrimiento de su dimensión revolucionaria. Como le ha ocurrido en mayor o en menor grado a otros grandes de loa literatura como Lord Byron, Percy B. Shelley, Coleridge, Víctor Hugo, George Sand, Vladimir Korolenko, Mark Twain, Espronceda, Oscar Wilde, George Orwell, Nikos Kazantzakis… etcétera. Esta faceta de London ha permanecido semioculta en el tiempo. Pero el hecho es que, por más que sorprenda, el que fue llamado el Rudiard Kiplyng del Norte", el autor de inolvidables narraciones sobre los mares del Sur, fue un socialista considerado como "muy peligroso" por las autoridades de su país y escribió numerosos libros "subversivos", en particular una obra que figura por derecho propio entre las clásicas de la literatura revolucionaria; Gente del abismo (reeditada por El Viejo topo).
En sus numerosas intervenciones como agitador y propagan dista del socialismo, London fue consecuente con una idea que aprendió en el Manifiesto Comunista, y según la cual los socialistas deben de hablar sin ocultar sus objetivos y sus puntos de vistas . Llevó adelante esta premisa a las calles de las grandes urbes norteamericanas y a los salones donde los grande s burgueses le invitaron en. honor a su prestigio como literato.
En 1905, y delante del "tout" San Francisco, proclamó cosas como las siguientes: "¡Nada de una parte!. Necesitamos todo lo que poséis. No nos conformaremos con menos. Queremos llevar las riendas del poder y el destino de género humano. ¡Mirad nuestras manos!. Os quitaremos vuestro gobierno, vuestros palacios y toda vuestra dorada riqueza, y llegará el día en que tendréis que trabajar con vuestras propias manos para ganaros el pan como hace el campesino en; el campo o el botones consumido en vuestra metrópolis. Mirad nuestras manos, miradlas bien: ¡Son manos fuertes!".
El lector quizás puede imaginarse la impresión que palabras como estas pueden causar en un auditorio marcadamente conservador. Aunque anteriormente se sabía que London era socialista y que había dado fulgurantes mítines en los barrios obreros de Oakland, la clase dirigente ignoraba. el alcance y las fuerzas de sus convicciones. Este discurso, junto con otros cortados por el mismo patrón, causaron el consiguiente estupor y escalofríos. La prensa, incluida la más liberal y moderada, comenzó a tocar la alarma sobre London y el socialismo, sobre un escritor y un partido que no dudaban en afirmar que modificarían radicalmente la Constitución sí ello era necesario para imponer 1a: nueva sociedad que propugnaban.
London sentía que la revolución "aquí y ahora", era la única alternativa frente a una oligarquía despiadada que aniquilaba por igual a las masas trabajadoras hundiéndolas en el abismo, que a los artistas que se veían obligados a convertirse a pesar suyo en mercancías dentro de las leyes de la oferta y la demanda. durante cierto tiempo compartió con su partido la idea generalizada entre los socialistas de su época que esta revolución vendría progresiva y pacíficamente, pero tras la derrota de la revolución rusa de 1905, London tuvo una pesadilla que llamó El talón de hierro (reeditada recientemente por Ayuso, Madrid), sobre la que Trotsky escribió dos décadas más tarde: "Jack London ha sabido traducir, como verdadero creador, el impulso dado por la primera revolución rusa, y también ha sabido repensar en su totalidad el destino de la sociedad capitalista a la luz de esta revolución.. Se ha asomado más particularmente a los problemas que el socialismo oficial de hoy considera como definitivamente enterrados: el crecimiento de la riqueza" y de la potencia de uno de los polos de la sociedad, de la miseria y de los sufrimientos, en el otro polo. La acumulación del odio social, el ascenso irreversible de cataclismos sangrientos, todas estas cuestiones las ha sentido Jack London con una intrepidez que incesantemente obliga a preguntarnos con nos asombro: pero ¿cuándo fue escritas estas líneas? ¿fueron acaso antes de la guerra?".
Durante los cuarenta años que duraron su fulgurante vida, London vivió bajo el. signo de lo “novelesco" y de la aventura. En este sentido, su biografía es la contraigan de otro gran novelista, Julio Verne, el capitán Nemo de la literatura que conoció una vida, burguesa por excelencia.. London, por el contrario, apenas sí escribió nada que no hubiera, vivido directamente o muy de cerca, y su fantasía es una prolongación de una realidad inmediata o estrechamente: relacionada con el mundo en que le tocado vivir. En su devenir de aventurero encontramos grandes capítulos que pueden ser catalogados como "inolvidables" por sus lectores cuando fue el "Príncipe" de los ladrones de bancos de ostras, cuando viajó al Klondike en busca de oro y encontró el primer filón de su inspiración, cuando re corrió Estados Unidos, y Canadá como un vagabundo, etc. Además, estas vicisitudes llenas de riesgos, no le impidieron ser el militante socialista más conocido de la Norteamérica de su tiempo después de Eugene Víctor Debs, un auténtico gigante que debía sus dos nombres a dos novelistas populares franceses: Eugene Sué y a Víctor Hugo.
Pero más allá de la literatura y del socialismo, hay en London un concepto existencial muy singular y que le hace ser en. buena medida. lo que fue. Se trata del concepto de que la vida tiene que ser vivida intensamente y que hay que despreciarlas adversidades. Su secreto es la pasión y la energía acumuladas en un cuerpo rebosante de vitalidad creadora. Pasión energía que empleará constantemente contra la adversidad desde su más pronta infancia en la que se inicia en .la lucha.
Su historial, la historia de Martín Eden, se han establecidos como paradigmas del hombre que desde la nada se hace a sí mismo, siendo este otro factor añadido a las singularidades londonnianas. Careció de medios y de escuelas --aunque obviamente, recibió ayudas importantes, entre ellas algunas olvidadas como las dos mujeres, "Mammy Jenny" que le cuidó como una madre e Inés Coolbrith, que le inició en los "misterios" de la literatura--, y tuvo que luchar contra la corriente y superar enormes dificultades para lograr ser un novelista de éxito y un articulista requerido por los periódicos más renombrados. Este London es un rasgo que comparte con Gorki, con Miguel Hernández, Panait Istrati y un grupo muy reducido de autodidactas que han conseguido un lugar de privilegio en, la literatura universal. Durante toda su vida tuvo que luchar contra los prejuicios académicos y sociales" y todavía sigue siendo uno de los novelistas más leídos y traducidos del mundo- un astro secundario en: el :reparto que sobre las estrellas de la literatura norteamericana se establecen en los manuales de historia mientras que sus ideas políticas suelen ser ignoradas o bien descritas con un ligero plumazo, cuando no condenadas incluso desde la izquierda.
Pero con todas sus contradicciones y limitaciones, Jack London es uno de los escritores de los grandes, autor de novelas que se leen de un tirón, y todo un símbolo de lo que la clase obrera es capaz de lograr con la inteligencia, el esfuerzo y la conciencia de clase.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

SOCIALISMO,EXPERIENCIAS EN EL CAMBIO E INTEGRACIÓN.


18 de Mayo de 2006

Compañeros delegados nacionales e intencionales al evento Socialismo, Experiencias en el Cambio e Integración.

Quito, Ecuador.

Reciban todos un fraterno, revolucionario y bolivariano saludo de LAS FUERZAS ARMADAS REVOLUCIONARIAS DE COLOMBIA EJÉRCITO DEL PUEBLO, FARC-EP, a la vez que deseamos que de las deliberaciones, de este evento, salgan conclusiones que nos permitan mancomunar nuestras luchas, contra el enemigo común, que indudablemente, sigue siendo el mismo, el imperialismo, liderado por el gobierno de los Estados Unidos de América, elevado hoy, a única superpotencia; ya no con sueños de dominación mundial, sino con la práctica cotidiana de su estructura fascista de imponer una dictadura global de sus transnacionales o multinacionales amparadas por sus Fuerzas Armadas en la consecución de sus objetivos de imponer el nuevo orden internacional.
En las diversas formas de lucha de cada pueblo existe un elemento común: el antiimperialismo. Así acontece en el Oriente Medio, especialmente con los pueblos palestino e iraquí; en África; Asia; Europa; América Latina y el Caribe dónde se destacan el pueblo cubano, el pueblo bolivariano de Venezuela, el brasileño, el boliviano, el ecuatoriano, el salvadoreño, el peruano, el argentino, el chileno, entre otros.
Los pueblos de la América latina de hoy tienen gran dignidad, espíritu de resistencia, conciencia y gran confianza en su fuerza trasformadora, por eso hoy CUBA no esta sola, el proceso bolivariano de VENEZUELA no esta solo, el proceso BOLIVIANO no esta solo; ningún pueblo que luche en el propósito común de combatir el imperialismo y construir su propio futuro puede estar solo, la solidaridad entre los pueblos es imperativa, el avance de un pueblo se tiene que repercutir en los otros, por que esta unidad que el desarrollo histórico hoy nos exige es estratégica para nuestro porvenir
Este, un espacio propicio para reflexionar sobre el despertar de los pueblos en la lucha por la autodeterminación, la soberanía, la integridad territorial, la independencia, la paz y contra la guerra imperialista encabezada por el gobierno de los Estados Unidos de América, al frente del cuál hay un grupo de mentirosos, farsantes y neocolonialistas, enemigos de la humanidad. De ahí el repudio que reciben de los pueblos del mundo, incluidos sectores y personalidades importantes del pueblo estadounidense.
Por eso queremos, expresarles unas reflexiones sobre la lucha del pueblo colombiano por la Paz con Justicia Social.
A las FARC-EP, como organización político militar, le ha tocado resistir la presión al interior de Colombia y porque no decirlo, también en el campo internacional sobre la vigencia o no de la lucha armada. Para nosotros no se trata de una discusión teórica. El Estado colombiano y sus gobiernos le han impuesto a nuestro pueblo esa forma de confrontación. Se ha respondido a la agresión, combatiendo en campos ciudades, creando Milicia Bolivarianas, Células del Partido Comunista Clandestino Colombiano, Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia y organizando las masas en cuanta organización popular podamos.
Las FARC-EP han sido víctimas de toda una artillería de infamias desde el momento mismo de su nacimiento: quinta columna del social imperialismo soviético, bandidos, narcoguerrilleros, terroristas, narcoterroristas con el ánimo de desacreditarnos frente a propios y extraños e impedir que el ejemplo de nuestra Organización Revolucionaria pueda pasar fronteras.
Hoy en Colombia, la confrontación abarca todo el territorio nacional y el Sr. Álvaro Uribe Vélez pretende regionalizarlo involucrando a países vecinos que hasta hace poco se mostraban proclives a la neutralidad. Es una peligrosa escalada que solo servirá a los designios de W. Bush plagando de bases militares a América Latina en sus afanes geoestratégicos y geopolíticos de mayor dominación.
Como avanzado discípulo fascista Álvaro Uribe Vélez en sus tres años de gobierno y su “seguridad democrática”; ha generado la guerra contra su pueblo con la aplicación del el Terrorismo de Estado en forma de magnicidios, represión, persecución indiscriminada, genocidio, desapariciones, masacres, torturas.
Gobierno que no solamente mata con balas, sino con hambre, y pobreza; cuyo índice ya alcanzo 75 % de la población que sobrevive entre la pobreza y la miseria, disparo el desempleo real al 52 % y más del 60 % de la fuerza laboral trabaja en condiciones totalmente precarias e informales. La salud, la educación los servicios públicos y la seguridad social están en la ruina. Agudiza esta situación el desplazamiento forzoso de casi 4 millones de compatriotas.
Se dedico a entregar el presupuesto nacional, privatizando empresas y servicios a las transnacionales, arrodillado ante el TLC del señor Bush. Lo más indignante es el sometimiento a Washington entregando la soberanía. Es también el principal aliado de los Estados Unidos, en la vergonzosa extradición de colombianos a la justicia gringa, acto violatorio de la soberanía nacional.
Legaliza sus paramilitares, cobijándolos con amplio manto de impunidad, para convertirlos en soldados campesinos o en sapos a sueldo del sistema. Engaña al país, a los familiares de los prisioneros y al mundo con el canje o intercambio humanitario, el cual lo utiliza con propósitos electoreros.
El Plan Colombia y Patriota fue un total fracaso. El fascista paramilitar, Álvaro Uribe Vélez, no puede mostrar resultados positivos, como lo había prometido, de sometimiento de la Guerrilla colombiana. Ocultan deliberadamente, los golpes recibidos de la insurgencia y aparecen en los medios de comunicación ganando una guerra que cada vez los acerca más a su desastre final.
Para garantizar su reelección acomodo la Constitución a la medida de sus ambiciones.
La lucha por las transformaciones que necesita Colombia está tomando nuevos aires y cada día es mayor el número de quienes ven que estamos llegando a una etapa de definiciones substanciales en favor de la convivencia pacífica, la justicia social, las libertades, democracia plena, igualdad de oportunidades y soberanía económica y política para establecer relaciones de respeto, reciprocidad y de mutuo beneficio con los gobiernos y pueblos del mundo.
Una vez mas ratificamos nuestra voluntad y disposición de llegar a acuerdos concretos para el Canje de prisioneros de guerra en poder de las dos partes, incluyendo nosotros los tres estadounidenses oficiales de la CIA, capturados cuando cumplían misiones militares en áreas de guerra. Está claro que con Uribe no habrá intercambio humanitario. El país necesita un Presidente con voluntad política, no solo para el canje, sino para pactar con la insurgencia y con la participación del pueblo, la solución del conflicto sobre la base de cambios estructurales en lo social, económico, político y otros ordenes, que beneficien a las mayorías.
Por eso, proponemos al pueblo colombiano un nuevo gobierno que “estará integrado por 12 colombianos representantes de todas las regiones del país y todos los sectores que se identifiquen con la Plataforma de 10 Puntos para una Nueva Colombia y que en principio adelantará su actividad “clandestinamente.” La idea ya esta tomando cuerpo y se mueven personalidades y amigos para escoger los candidatos a integrar este poder, una forma real de cerrarle el camino al ilegitimo gobierno fascista del dictador Álvaro Uribe Vélez.
Estamos seguros que Eventos como éste, nos ayudan a clarificar ideas, intercambiar experiencias, examinar nuestras propias fuerzas y las del conjunto, estudiar las fortalezas del enemigo, pero también sus debilidades para poder golpearlo ahí donde más duela. El pulpo no es invencible y entre todos podemos derrotarlo.

CONTRA EL IMPERIALISMO – POR LA PATRIA!

CONTRA LA OLIGARQUÍA – POR EL PUEBLO!

SOMOS FARC – HASTA LA VICTORIA FINAL!

Desde Marquetalia hasta la victoria final

Bolivarianamente:

COMISION INTERNACIONAL DE LAS FARC-EP

Montañas de Colombia, Mayo de 2006

miércoles, junio 14, 2006

A 112 AÑOS DEL NACIMIENTO DE JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI.


¿José Carlos Mariátegui es vigente hoy?

14 de Junio, un aniversario más del natalicio de José Carlos Mariátegui La Chira, el peruano que “nauseado de política criolla” se decidió con fuerza y pasión de combatiente revolucionario a forjar un proyecto socialista, convencido que sus principios y propuestas eran coherentes con una realidad maciza y con un ideal de transformación anhelada por millones de peruanos para quienes la emancipación del yugo hispano y la puesta en marcha de una República de etiqueta no les significó cambio ni mejora alguna.
Para iniciar su labor, José Carlos Mariátegui, partió de consideraciones muy puntuales:
Los sectores criollos burgueses no estaban capacitados para forjar un proyecto nacional, se requería, con urgencia, levantar una propuesta para resolver el problema de la tierra, concentrada en las manos de los terratenientes.
El Estado centralista era un instrumento del gamonalismo y de los sectores criollos, que le servían como herramienta de dominación o como botín para beneficiarse. El Estado republicano excluyó a las masas rurales y población nativa.
El indio, considerado en la mentalidad feudal y criolla como una criatura inferior fue privado de todo derecho y de toda posibilidad de beneficio cívico y ciudadano.
La democracia en un régimen de servidumbre era simplemente una caricatura. La libertad se concebía como la facultad para transar negocios que beneficiaron a los acaparadores del guano y del salitre, de los minerales, de los varones del algodón y del azúcar.
El pueblo estuvo al margen de los beneficios de ese intercambio, aunque era el músculo y la fuerza de trabajo al que se le imponían formas de explotación que lindaban en el esclavismo.
En el Perú, concluye José Carlos Mariátegui, no hemos tenido clase dirigente, sino clase dominante, por eso mismo no se forjó un proyecto nacional de desarrollo y aún está inconclusa la formación de la nación peruana.
La democracia jamás fue entendida por las clases dominantes como una concepción y una práctica que permite integrar al progreso y al desarrollo a los sectores populares y poblaciones nativas, y desarrollar políticas y acciones de descentralización y de integración del país.
Mariátegui dedujo que para revertir ese estado de cosas requería de una nueva clase social, que, actuando como clase dirigente, fuera capaz de emprender y culminar las tareas históricas que la burguesía criolla no había sido capaz de iniciar.
El reto tenía que ser asumido por la clase obrera, en tanto se formara ideológica y políticamente, así adquiriría una concepción científica y doctrinaria (el marxismo–leninismo) y adquiriría también un método de investigación (el materialismo dialéctico)
La ideología se convertiría en fuerza material, en voluntad y convicción para transformar la sociedad peruana. Pero, todo ello sería vano esfuerzo si es que se carecía de organización.
A su retorno de Europa, en 1924, se dedica con todas sus fuerzas, con pasión y con un desprendimiento de verdadero apóstol a estudiar integralmente los problemas del país, a difundir el pensamiento socialista entre los intelectuales, los trabajadores y las masas, a formar los cuadros y activistas de la nueva alternativa que esperanzaba a la humanidad del país, del continente y del mundo.
Mariátegui asume sus tareas heroicas y va formando equipo. Con la revista “Amauta” influye y establece comunicación con los intelectuales. Los aprecia en su capacidad como creadores y no exclusivamente como propagandistas de ideología. Su valoración del rol de los intelectuales y de los artistas es el ejemplo de un líder que sabía no sólo respetar sino valorar el trabajo de los poetas y artistas, quienes a través de sus obras contribuyen a despertar la sensibilidad y la emoción de los seres humanos. Después de él, este vínculo inapreciado se rompió como consecuencia de prácticas dogmáticas y doctrinaristas.
Con los trabajadores establece diálogos y se hace docente, para contar con espacios de reflexión asume una cátedra en la Universidad Popular Manuel González Prada, sobre la Historia de la Crisis Mundial, y explica las grandes corrientes doctrinarias y políticas que se daban en el mundo. Señala que sólo a los trabajadores conscientes y de vanguardia les interesa conocer con el rigor de la ciencia lo que ocurre en el escenario internacional y por eso es un deber conocerlo.
Paralelamente, hace sus investigaciones que serán el descubrimiento verdadero del Perú. Lo que hicieron los colonialistas venidos de España, no fue ningún descubrimiento, sino una verdadera agresión, que casi extermina a la población nativa y que a la larga configuró la existencia de dos países: el Perú criollo y el Perú indígena. A ello, el historiador Jorge Basadre llama Perú formal y Perú real.
Mariátegui es un líder de mentalidad amplia y de visión estratégica, no se extraviaba en los vericuetos de la coyuntura.
Le dio base doctrinaria, normas y organización a los gremios, se abocó a su centralización bajo las normas del principio de clase, que no es en absoluto el culto al partidismo dentro del gremio.
Señaló que en el frente único (el gremio es un frente único) cada quien tiene un lugar, un espacio, cada quien conserva su filiación y su fe. En el pensamiento de Mariátegui nunca existió algo que se pareciera al partidismo gremialista que burocratiza y divide; tampoco fue partidario del sindicato que se resiste a desarrollar educación política. Esa fue una de sus más persistentes críticas al anarquismo. Advirtió que un proletariado sin más ideal que la reducción de las horas de trabajo y el aumento de los centavos del salario, jamás será capaz de una empresa histórica.
Su labor cimera fue la construcción del Partido, lo concibió como el núcleo dirigente de los comunistas capaz de organizar y movilizar a las masas y levantarlas a la acción.
Es verdad que le llamó Partido Socialista, pero su principios ideológicos, sus postulados programáticos y su praxis lo identifican como un partido marxista leninista, que, como ahora, espantan a los sectores oscurantistas y que, por eso mismo, lo satanizan.
Mariátegui señaló que entre capitalismo o socialismo no proponía una tercera vía. “Somos antiimperialistas porque somos socialistas”, señaló, y deslindó y estableció sus diferencias con el partido de Haya de La Torre, que empezó siendo un frente amplio y terminó siendo un partido ambiguo y amalgamado y que a lo largo de su historia, más allá de su discurso y la teatralidad de sus caudillos, siempre estuvo al lado “izquierdo” de la derecha, compartiendo privilegios.
Mariátegui fue uno de los pocos marxistas de su tiempo y el primero en Latinoamérica que le dio el valor que tienen los movimientos de las nacionalidades nativas marginadas social, económica, étnica y culturalmente.
Asimismo, señaló los lineamientos programáticos del Partido y advirtió que el advenimiento del socialismo pasaba necesariamente por una etapa intermedia, donde se deben asumir y resolver las tareas que la burguesía fue incapaz siquiera de abordar.
En plena ofensiva de la globalización del capital y del modelo neoliberal, Mariátegui está más vigente que nunca. Lo está no sólo en términos doctrinarios, sino en su actitud, en su convicción, en su concepción, en sus principios, en su estilo de vida, en su enorme afecto y respeto por las masas, de quienes aprendió vinculándose con ellas cotidianamente. Esto es algo que la izquierda de estos tiempos no ha hecho.
Mariátegui señaló que el país urgía de una revolución que no sería calco ni copia, sino creación heroica. Hoy, las masas del Perú y de América Latina avanzan convencidas que sí es posible darle porvenir a esa creación heroica, que sí es posible enfrentar y derrotar la ofensiva, el hambre, la depredación del medio ambiente y los crímenes del capital.
En esa lucha, Mariátegui adquiere una vigencia extraordinaria.

Julio Yovera B.
Rebelión

lunes, junio 12, 2006

EN MEMORIA DE NORMAN BETHUNE.


El camarada Bethune[1] era miembro del Partido Comunista del Canadá. Tenía unos cincuenta años cuando, enviado por los Partidos Comunistas del Canadá y los Estados Unidos, vino a China, recorriendo miles de kilómetros, para ayudarnos en nuestra Guerra de Resistencia contra el Japón. Llegó a Yenán en la primavera del año pasado; luego fue a trabajar en las montañas Wutai y, para aflicción nuestra, ofrendó la vida en su puesto de trabajo. ¿Qué espíritu impulsa a un extranjero a entregarse sin ningún móvil personal a la causa de la liberación del pueblo chino como a la suya propia? El espíritu del internacionalismo, el espíritu del comunismo, que todos los comunistas chinos debemos asimilar. El leninismo enseña que la revolución mundial sólo puede triunfar si el proletariado de los países capitalistas apoya la lucha liberadora de los pueblos coloniales y semicoloniales, y si el proletariado de las colonias y semicolonias apoya la lucha liberadora del proletariado de los países capitalistas[2]. El camarada Bethune puso en práctica esta línea leninista. Los comunistas chinos también debemos atenernos a ella en nuestra práctica. Debemos unirnos con el proletariado de todos los países capitalistas, con el proletariado del Japón, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Italia y demás países capitalistas; sólo así se podrá derrocar al imperialismo y alcanzar la liberación de nuestra nación y nuestro pueblo y de las otras naciones y pueblos del mundo. Este es nuestro internacionalismo, el internacionalismo que oponemos al nacionalismo y al patriotismo estrechos.
El espíritu del camarada Bethune de total dedicación a los demás sin la menor preocupación por sí mismo, se expresaba en su infinito sentido de responsabilidad en el trabajo y en su infinito cariño por los camaradas y el pueblo. Todo comunista debe seguir su ejemplo. No pocas personas se muestran irresponsables en su trabajo, prefieren lo liviano a lo pesado, dejan las cargas pesadas a otros y escogen para
sí las livianas. En cada ocasión, piensan en sí mismas antes que en los demás. Cuando hacen alguna pequeña contribución, se hinchan de orgullo y la pregonan temiendo que alguien quede sin saberlo. No sienten cariño por los camaradas y el pueblo, y los tratan con frialdad, indiferencia y apatía. En realidad, esas personas no son comunistas o, al menos, no pueden ser consideradas como verdaderos comunistas. De todos aquellos que regresaban del frente, no había ninguno que, al hablar de Bethune, dejara de expresar su admiración por él y de mostrarse conmovido por su espíritu. En la Región Fronteriza de Shansí-Chajar-Jopei, todos los militares o civiles que fueron atendidos por el Dr. Bethune o que lo vieron trabajar, se sentían conmovidos. Todos los comunistas deben aprender de este auténtico espíritu comunista del camarada Bethune.
El camarada Bethune era médico. Dedicado al arte de curar, perfeccionaba constantemente su técnica; se distinguía por su maestría en el servicio médico del VIII Ejército. Esto constituye una excelente lección para aquellos que quieren cambiar de trabajo apenas ven otro nuevo, y para quienes menosprecian el trabajo técnico considerándolo sin importancia ni futuro.
El camarada Bethune y yo nos vimos una sola vez. Posteriormente, me escribió muchas veces. Pero como yo estaba muy ocupado, sólo le escribí una carta y no sé si la recibió. Me siento profundamente apenado por su desaparición. El homenaje que todos rendimos a su memoria demuestra cuán hondamente su espíritu inspira a cada uno de nosotros. Todos debemos aprender de su desinterés absoluto. Quien posea este espíritu puede ser muy útil al pueblo. La capacidad de un hombre puede ser grande o pequeña, pero basta con que tenga este espíritu para que sea hombre de elevados sentimientos, hombre íntegro y virtuoso, hombre exento de intereses triviales, hombre de provecho para el pueblo.

MAO TSE TUNG.

21 de diciembre de 1939
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NOTAS

[1]Norman Bethune era un célebre cirujano. En 1936, cuando los fascistas alemanes e italianos intervinieron en España, fue al Frente de combate a servir al pueblo español que luchaba contra el fascismo o. A comienzos de 1938, después de estallar en China la Guerra de Resistencia contra el Japón, vino a nuestro país encabezando un equipo de trabajadores médicos canadienses y norteamericanos. Llegó a Yenán entre marzo y abril de ese año, y al poco tiempo partió para la Región Fronteriza de
Shansí-Chajar-Jopei. Trabajó allí durante dos años, dando ejemplo de espíritu de
sacrificio, entusiasmo en el trabajo y sentido de la responsabilidad. Habiendo contraído una infección mientras practicaba una operación de urgencia, infección que se transformó en septicemia, Falleció el 12 de noviembre de 1939, en el distrito de Tangsien, provincia de Jopei. [pág. 349]
[2]Véase J. V. Stalin, "Los fundamentos del leninismo", VI, "La cuestión nacional". [pág. 349]

sábado, junio 10, 2006

Stalin. Segunda parte.



Stalin como intendente militar de Hitler

Existen muchas equivocaciones sobre la Segunda Guerra Mundial, especialmente, relacionadas con el papel de Stalin. El intento de presentarle como “un gran líder bélico” está basado en pura mitología. En realidad, con su política, Stalin consiguió poner a la URSS ante un peligro mayor.
A finales de los años treinta la guerra era algo inevitable. Antes de que fuera asesinado por un estalinista, León Trotsky explicó que todos los marxistas debían defender a la Unión Soviética, pero también explicó que la única defensa real de la URSS era la preparación sistemática del terreno para el derrocamiento del capitalismo en occidente. La clase obrera internacional debía defender a la URSS frente al imperialismo, pero el mayor peligro para la Unión Soviética era la propia camarilla de Stalin. En un corto espacio de tiempo estas palabras demostraron ser completamente correctas.
A diferencia de Lenin, que siempre defendió una política internacionalista inflexible, la política exterior de Stalin estaba dictada por estrechas consideraciones nacionalistas. Su política consistía en una serie de maniobras con los imperialistas y sacrificó los intereses de la revolución en occidente ante los supuestos intereses de la Unión Soviética. En realidad, estas maniobras no eliminaron el peligro de la guerra, sino que los aumentaron enormemente. Mientras que Lenin y Trotsky basaban la política exterior del estado soviético a la perspectiva de la revolución mundial, con tal propósito crearon la Comintern, pero Stalin desconfiaba de la clase obrera mundial y no tenía tiempo para la Internacional Comunista. Trató a esta última no como un vehículo para la revolución mundial sino como un simple instrumento en manos de la política exterior rusa. La utilizó como un trapo sucio y después la desechó desdeñosamente. En 1943 la disolvió ignominiosamente sin ni siquiera convocar un congreso.
Como siempre, los llamados realistas siempre se convierten en utópicos sin esperanza. El abandono de la política leninista y del internacionalismo proletario en favor de maniobras diplomáticas sin principios, puso a la URSS en un gran peligro. Constantemente socavó las luchas revolucionarias de la clase obrera en China, Alemania, Francia y sobre todo en España, Stalin creó las condiciones para la victoria de la reacción fascista en un país tras otro. La derrota de la clase obrera española eliminó el último obstáculo en el camino de la nueva guerra europea. Esto hizo inevitable la guerra contra la URSS.
Después de la derrota de la clase obrera española, los “aliados democráticos” de la URSS alentaron a Hitler para que satisficiera su apetito volviéndose hacia el Este. Le permitieron rearmarse y ocupar la región del Rin y Austria sin un murmullo. En 1938 el primer ministro británico, Chamberlain, firmó el infame acuerdo de Munich que permitía a Hitler absorber Checoslovaquia. La clase dominante británica dio luz verde a Hitler para que atacara la URSS. Ante el temor de un ataque alemán, Stalin rápidamente abandonó sus maniobras con Gran Bretaña y Francia y firmó un pacto con Hitler.
La firma del Pacto Hitler-Stalin en otoño de 1939 fue un bofetada en la cara para la clase obrera mundial y para el movimiento comunista internacional. Por otro lado, las denuncias del pacto por las llamadas “democracias europeas” sólo eran hipocresía. En términos diplomáticos las acciones de la URSS tenían un carácter puramente defensivo. Pero la forma en que se comportó Stalin realmente era una traición. Mientras que es permisible que un estado obrero se comprometa en maniobras con los estados burgueses, incluidos los más reaccionarios, bajo ninguna circunstancia se debe hacer diplomacia a expensas de los intereses del proletariado y la revolución internacional. En última instancia, las maniobras diplomáticas tienen una importancia secundaria y pueden traer ventajas temporales.
Stalin creía que estas maniobras salvaguardarían a la URSS del ataque. Sus acciones, como siempre, se basaban en cálculos estrechos e ignoraban completamente a la clase obrera de otros países, excepto como un peón del juego diplomático. Su comportamiento con relación a la Alemania de Hitler fue más allá de lo que Lenin hubiera podido tolerar. Al final, tuvo el resultado contrario al que pretendía. Al colaborar con Hitler, Stalin, multiplicó por mil el peligro. Sus acciones desarmaron a la Unión Soviética, animaron a Hitler y desorientaron a la clase obrera mundial en un momento de extremo peligro.
La ocupación de Polonia, Finlandia y los estados Bálticos por parte del Ejército Rojo, también fue, sin duda, un movimiento defensivo, destinado a fortalecer las fronteras de la URSS. Pero se hizo de una forma típicamente burocrática y reaccionaria. En 1938 se disolvió el PC polaco con el pretexto de que se habían infiltrado los fascistas. Casi todos sus dirigentes, en el exilio en Moscú fueron ejecutados. Para facilitar la división de Polonia entre Alemania y Rusia, Stalin estaba dispuesto a sacrificar los intereses de la clase obrera. Mientras que Lenin siempre demostró una gran sensibilidad en la cuestión de las relaciones entre los pueblos rusos y no-rusos de la URSS, el estrecho nacionalismo de Stalin pisoteó los sentimientos nacionales de los pueblos. El resultado de la aventura finlandesa fue que los finlandés lucharon ferozmente contra el Ejército Rojo, debilitado por las Purgas de Stalin, sufrió enormes bajas y no consiguió sus objetivos. Este hecho, más que cualquier otro, convenció a Hitler de que el Ejército Rojo no resistiría un ataque del Wehrmacht.
Después de firmar el Pacto, Stalin y su camarilla llegaron a los extremos más increíbles, incluso llegó a congraciarse con los Nazis. El siguiente extracto del diario de Hencke, un diplomático alemán, describe el banquete de celebración del Pacto, demuestra lo lejos que estaba dispuesto a llegar a Stalin para reconciliarse con Hitler:
“Brindis: En el curso de la conversación, Herr Stalin, espontáneamente, propuso al Führer lo siguiente: ‘Sé cuánto ama la nación alemana a su Führer, por lo tanto, me gustaría brindar a su salud’. Herr Molotov bebió a la salud del ministro de exteriores del Reich y del embajador, el conde von der Schulenburg. Herr Molotov levantó su copa hacia Stalin, comentando que había sido Stalin quién con su discurso de marzo de este año, que se había comprendido muy bien en Alemania, había conseguido cambiar el rumbo de las relaciones políticas. Herren Molotov y Stalin bebieron repetidamente por el Pacto de No-Agresión, la nueva era de las relaciones ruso-alemanas y por la nación alemana. El ministro de exteriores del Reich (Ribbentrop) a su vez propuso un brindis por Herr Stalin, un brindis por el gobierno soviético y el desarrollo favorable de las relaciones entre Alemania y la Unión Soviética. Moscú, 24 de agosto de 1939”. (Nazi-Soviet Relations, pp. 75-6, reproducido por Robert Black, Stalinism in Britain, p. 130).
Justo antes del Pacto, en un gesto de complacencia hacia los nazis antisemitas, el comisario soviético de exteriores, Maxim Litvinov (que era judío) fue sustituido por Molotov. Más increíble aún, Beria, responsable de los asuntos internos, publicó una orden secreta a la administración del Gulag prohibiendo que los guardias de los campos ¡llamaran a los prisioneros fascistas! Esta orden no se derogó hasta después de la invasión de la URSS por parte de Hitler en 1941. Lo peor de todo fue que los antifascistas alemanes fueron entregados a Hitler. Esta no era la forma de preparar al pueblo soviético y a los trabajadores del mundo para el terrible conflicto que se avecinaba. La URSS estaba dominada por un falso sentido de seguridad en el momento de mayor peligro. Sus defensas estaban debilitadas y sus ejércitos estaban en manos de incompetentes, como Voroshilov y Budyonny, que más tarde fueron descritos por un general soviético como “cobardes y lamebotas”.
Stalin confiaba en sus buenas relaciones con el Führer. No creía que Alemania atacara a la Unión Soviética. Incluso envió un mensaje de felicitación Hitler con ocasión de su entrada en París. El comercio entre la URSS y la Alemania nazi aumentó. Desde el estallido de la Segunda Guerra Mundial hasta junio de 1941, cuando Hitler atacó a Rusia, la Alemania nazi recibió un gran aumento de las exportaciones de la URSS. Entre 1938 y 1940, las exportaciones a Alemania pasaron de 85,9 millones de rublos a 736,5 millones, que sirvió de gran ayuda a los esfuerzos belicistas de Hitler. En este momento, Trotsky caracterizó a Stalin como el lugarteniente de Hitler. Era bastante acertado.

Stalin socava la defensa de la URSS

Stalin y sus purgas criminales diezmaron completamente las defensas de la Unión Soviética. El gran mariscal soviético, Tujachevsky, era un genio militar que pronosticó que la Segunda Guerra Mundial se lucharía con tanques y aeroplanos. Cuando Tujachevsky y sus compañeros murieron asesinados en las purgas, su lugar fue ocupado por compinches de Stalin como Voroshilov, Timoshenko y Budyonny, quienes pensaban que ¡la próxima guerra se lucharía con caballería! Voroshilov, un inepto de segunda fila, fue puesto a cargo del Comisariado de Defensa y se rodeó de otros como él. Estas criaturas de Stalin fueron promovidas a posiciones clave no por su capacidad personal, sino por su lealtad servil a la camarilla dominante.
A pesar de que la potencia de fuego combinada del Ejército Rojo era mucho mayor que la de los alemanes, las purgas mermaron su capacidad y destruyeron el cuerpo de oficiales. Este fue el elemento decisivo que llevó a Hitler a atacar en 1941. En el juicio de Nuremberg, el mariscal Keitel declaró que muchos generales alemanes habían avisado a Hitler que no atacara Rusia, diciendo que el Ejército Rojo era un formidable contrincante. Hitler rechazó este aviso y le dio a Keitel la razón principal: “Los oficiales de primera clase y alto rango fueron destruidos por Stalin en 1937, y la nueva generación no tiene todavía los cerebros que necesita”. El 9 de enero de 1941, en un reunión de generales, Hitler les dijo que planificaran el ataque a Rusia porque “no tienen buenos generales”. (Medvedev. Let History Judge, p. 214).
“Durante las últimas semanas antes del ataque alemán”, escribe George F. Kennan, “Stalin se comportaba de forma extraña. Parecía paralizado por el peligro que ahora se cernía sobre él. Se negaba resueltamente a cualquier reconocimiento externo de este peligro o a discutirlo con los representantes de exteriores. Aparentemente, incluso se negó a poner bajo alerta a las fuerzas armadas soviéticas. No se avisó a la oficialidad ni a la población soviética de la catástrofe que se avecinaba. Contra esta Rusia asustada y en muchos aspectos desprevenida, Hitler lanzó toda su maquinaria bélica en las primeras horas del 22 de junio de 1941”. (G. F. Kennan. Soviet Foreign Policy, 1917-1941, p. 113).
El extraño comportamiento de Stalin era bastante característico. La leyenda de un líder que todo lo ve y todo lo sabe es un mito creado por la burocracia que necesitaba creer que su jefe era infalible. En realidad, Stalin siempre fue un pensador mediocre, su “sabiduría” no iba más allá del empirismo vulgar, con una gran dosis de astucia y una ausencia total de escrúpulos a la hora de conseguir sus objetivos. Su “marxismo” era de la clase más superficial y pobre, aplicado en forma de consignas y aforismos como un sacerdote desparrama en sus sermones citas adecuadas de las Escrituras.
Este no es el talento de un líder revolucionario sino las mezquinas artimañas de un intrigante burocrático. Las intrigas son el mejor de los casos la calderilla de la política. Sólo un político provinciano podía cometer tal error de táctica con algo que puede resolver los problemas fundamentales. La capacidad para maniobrar tiene una relativa importancia en la política y en la guerra. Hay que aprender cuando se debe atacar y cuando retirarse, cómo fingir cierto movimiento para engañar al enemigo ante tus verdaderas intenciones. Pero pensar que esto es decisivo es engañarse. En el pequeño mundo del aparato burocrático esto parece terriblemente importante y un signo de gran influencia. Pero en la vasta arena de la política mundial no tiene más peso que los virajes patéticos del zumbido de una mosca cuando se estrella contra una ventana.

Hitler y Stalin

Se han hecho muchos intentos de comparar a Stalin con Hitler. Detrás de estos intentos se esconden intentos normalmente maliciosos de comparar el comunismo con el fascismo y atacar a la Unión Soviética. Superficialmente, hay muchos puntos de similitud entre los regímenes totalitarios de la Alemania de Hitler y la Rusia de Stalin. Pero también hay una diferencia fundamental: el régimen de Stalin era una excrescencia del estado obrero ruso y, en última instancia, descansaba sobre las formas de propiedad nacionalizada establecidas por la Revolución de Octubre. El régimen de Hitler se basaba en las relaciones de propiedad capitalista y reflejaban una expresión monstruosa del capitalismo monopolista e imperialista. Por eso, la guerra por la defensa de la URSS era progresista mientras que ponerse de parte de la Alemania nazi era algo reaccionario.
El intento de reducir los grandes acontecimientos históricos a las ”personalidades” individuales es algo extremadamente superficial y, normalmente, refleja una incapacidad de abordar la historia desde un punto de vista científico. Sin embargo, los individuos juegan un papel importante en la historia y la clarificación del carácter, las capacidades o limitaciones de los dirigentes tienen una importancia relativa como parte de un cuadro mucho más grande. Incluso aquí, los intentos de establecer un parecido entre Hitler y Stalin fracasan miserablemente porque es imposible comprender a los dos hombres fuera de su papel peculiar en una situación histórica determinada. Para comprender a Hitler y Stalin no es suficiente con catalogar sus crímenes y demostrar que utilizaron métodos similares. En el sentido de la represión y demonio autocrático, Napoleón Bonaparte utilizó métodos similares a los utilizados por los monarcas Borbones a quienes él sustituyó (el oportunista jefe de la policía, Fouche, sirvió a ambos). Pero es necesario explicar a qué clase o estrato social representaban. De otra forma, llegaríamos al impresionismo literario en lugar de hacer caracterizaciones sociales certeras.
Hitler era un monstruo, pero un típico dirigente de masas fascista, un aventurero pequeño burgués que sabía muy bien como embravecer a la clase media alemana que se había arruinado debido al colapso del capitalismo alemán. Sabía como atraer su odio a los grandes bancos y monopolios, recurriendo a una ruda caricatura de la jerga “socialista” y “revolucionaria”, mientras que al mismo tiempo adulaba su sentido de orgullo nacional y superioridad racial, sabía como dirigir su odio lejos de los banqueros alemanes y capitalistas alemanes y hacia el “enemigo externo” —los judíos y las potencias extranjeras, los bolcheviques y los sindicatos que estaban “destrozando Alemania”—. Todo esto lo hizo con un grado considerable de destreza (aunque le robase la mayoría de esto a Mussolini que estaba más capacitado). En su búsqueda de poder (ayudado por supuestos por los banqueros y capitalistas alemanes) demostró energía y una determinación incuestionable.
Aquí la cuestión de las características individuales está íntimamente relacionada con las consideraciones objetivas y de clase. Hitler era la personificación de la pequeña burguesía arruinada, enloquecida por la crisis del capitalismo. Pero su movimiento no representaba a la pequeña burguesía alemana sino a los grandes bancos y monopolios alemanes que le financiaban. El fascismo es la esencia destilada del imperialismo. Su doctrina racista es simplemente la esencia destilada de la creencia imperialista de que algunas naciones están destinadas a dominar sobre las demás. El impulso hacia la guerra fluía naturalmente de la posición del imperialismo alemán después de 1919. Hitler simplemente dio a esta realidad objetiva un carácter particularmente febril e insano. El arrojo de Hitler procedía (mezclado con una gran dosis de aventurerismo) de esto. Empujó a la burguesía a un lado y empezó a gobernar sin ella, e incluso algunas veces en contra de ella. Pero, objetivamente, los nazis expresaban la necesidad del capitalismo alemán de expandirse a nuevos mercados y conquistar colonias para escapar de la crisis y romper la camisa de fuerza que le habían impuesto Gran Bretaña y Francia después de la Primera Guerra Mundial.
La crudeza intelectual de Hitler era comparable a la de Stalin. Como Stalin, también utilizaba la intriga y el gaño como armas. Efectivamente, engañó a Chamberlain y le hizo creer que no tenía más pretensiones territoriales después de Checoslovaquia (al menos ninguno que afectara negativamente al imperialismo británico). Pero su arma preferida era el empleo rudo de la violencia. Nunca se le habría ocurrido a Hitler depositar ninguna confianza en sus maniobras. El puño era lo que siempre determinaba las cosas, interna y externamente.
Tanto Hitler como Mussolini habían llegado al poder al frente de movimientos fascistas de masas. Ambos eran hábiles en las artes de la demagogia de masas. Eran aventureros y no sentían aversión por las acciones arriscadas donde fuera necesario. Stalin era algo diferente. No encabezó una revolución. Las acciones de masas le eran ajenas. Era un orador pobre, su esfera natural de operaciones eran las oficinas del partido, al final de la línea telefónica. Para él no era el discurso incendiario y el golpe teatral audaz. Stalin era el producto de la burocracia que llegó al poder con sigilo cuando todas las fuerzas vitales de la revolución de octubre estaban agotadas. Sus principales instintos eran los del burócrata: cautela, conservadurismo y una tendencia a recurrir a la maniobra y la intriga para mejorar su posición y destruir a sus enemigos.
A diferencia de la burguesía imperialista alemana, la burocracia de la URSS no quería la guerra, sino una vida pacífica para poder continuar con sus funciones administrativas. Stalin aún quería menos la guerra, por que temía que una guerra acabara con su posición. Stalin temía a la guerra con Alemania porque temía que ésta llevase directamente a su derrocamiento. Tenía miedo especialmente del ejército. Deseaba desesperadamente la paz, aunque tuviera que conseguirla participando en una intriga con Hitler. Pero al hacer eso, Stalin y su camarilla subestimaron a Hitler e hicieron inevitable la guerra.
Aquí, una vez más, la limitación nacional de Stalin jugó un papel nefasto. Que la situación objetiva de Alemania hacía inevitable la guerra estaba claro para todos, pero Stalin no creía que Hitler estuviera decidido a invadir la Unión Soviética y reducirla a una colonia esclavista. Pero esto estaba estado claro para todo aquel que hubiera leído Mein Kampf. Stalin nunca pensó que Hitler estuviera tan loco como para empezar una guerra en dos frentes. Este burócrata cauteloso creía que Hitler pensaría como él. Pero Hitler, el fascista aventurero, pensaba de una forma completamente diferente. Estaba decidido desde el principio a lanzar un ataque devastador sobre Rusia. Cegado por sus éxitos fáciles en occidente subestimó seriamente el potencial militar de la URSS.
Ante las objeciones de sus generales, Hitler señaló la pobre calidad de la dirección del Ejército Rojo, como se había demostrado en la desastrosa campaña finlandesa de 1939-40. Y por su conducta, Stalin parecía no estremecerse con la convicción de Hitler. Después de destruir a los mejores cuadros del Ejército Rojo, Stalin depositó una confianza ciega en su maniobra “inteligente” con Hitler e ignoró los numerosos informes que decían que los alemanes estaban preparados para el ataque. Cuando estas ilusiones quedaron hechas añicos por la marcha despiadada de los acontecimientos, el valor de Stalin se resquebrajó y cayó en un estado de total postración.

Hitler ataca

A medios de junio de 1941 Hitler había trasladado unos enormes recursos militares a la frontera soviética. Cuatro millones de soldados alemanes se posicionaron en la frontera dispuestos a invadir. También había 3.500 tanques, unos 4.000 aviones y 50.000 armas y morteros. Se intentó mantener esta movilización en secreto, pero dado su tamaño, al gobierno soviético le llegaron numerosos informes de las unidades fronterizas, del servicio soviético de inteligencia, incluso de funcionarios de los gobiernos británico y estadounidense. Stalin se negó a actuar y sobre estos informes escribió: “Para archivar” y “Para clasificar”. Todo esto fue confirmado por el general Zhukov en su libro: Reminiscences and Reflections.
En julio de 1941 los ejércitos de Hitler lanzaron un ataque devastador sobre la URSS, avanzaron quinientas millas hacia el frente. Incluso entonces, Stalin se negó a actuar. No creía que Hitler invadiera. Esto desarmó completamente a la Unión Soviética frente a la agresión nazi. Cuando el mando militar soviético pidió permiso para poner en alerta a las tropas soviéticas Stalin se negó. “Cada vez más aviones alemanes violan el espacio aéreo soviético”, dijo el Mariscal del Aire A. Kovikov, “pero no tenemos permiso para detenerles”. (Citado por Medvedev, Let History Judge, p. 332).
En el XX Congreso del PCUS celebrado en 1956, el líder soviético, Nikita Kruschev, por primera vez reveló la verdadera situación: “La guerra tuvo consecuencias muy graves, principalmente en su fase inicial, el motivo fue la aniquilación, entre 1937 y 1941, de muchos mandos militares y trabajadores políticos debido a la suspicacia y a las acusaciones calumniosas de Stalin. Durante estos años, se reprimió a determinados sectores de los cuadros militares, comenzando por los batallones y compañías, y extendiéndose hasta a los altos centros de mando militar; en esta época se liquidó prácticamente a todo el cuadro de dirigentes que habían adquirido experiencia militar en España y el Lejano Oriente.
La política de represión a gran escala contra los cuadros militares socavó la disciplina militar porque durante varios años, a los oficiales de cualquier rango e incluso a los soldados en las células del partido y el Komsomol, se les enseñó a ‘desenmascarar’ a sus superiores como enemigos ocultos. (Murmullos en la sala). Es natural que en el período inicial de la guerra esto tuviera una influencia negativa.
Y, como ya sabéis, antes de la guerra teníamos excelentes cuadros militares que eran incuestionablemente leales al partido y la Patria. Basta con decir que aquellos hombres que consiguieron sobrevivir, a pesar de las duras torturas a las que fueron sometidos en las prisiones, en los primeros días de la guerra se comportaron como verdaderos patriotas y lucharon heroicamente por la gloria de la Patria; Tengo en la mente a compañeros como Rokossovsky (quien, como sabéis, ha estado encarcelado), Gorbatov, Maretskov (que está presente como delegado en el congreso), Podlas (fue un comandante excelente que murió en el frente), y muchos, muchos otros. Sin embargo, muchos mandos murieron en los campos y en las prisiones, el ejército no les vio nunca más. Todo esto provocó la situación que existía cuando comenzó la guerra y que supuso una gran amenaza para nuestra Patria”. (Special Report on the 20th Congress of the CPSU. N. S. Kruschev, 24-25 de febrero de 1956).
Aunque en el momento del ataque nazi sobre la Unión Soviética el potencial de fuego combinado del Ejército Rojo era mucho mayor que el del Whermacht, las fuerzas soviéticas fueron rápidamente rodeadas y diezmadas. Increíblemente, no se habían preparado planes de defensa en caso de un ataque alemán. Muchos tanques soviéticos no tenían tripulación. Incluso cuando Hitler lanzó realmente su ofensiva, Stalin ordenó al Ejército Rojo que no resistiera. De este modo, las poderosas fuerzas armadas soviéticas quedaron paralizadas en las primeras cuarenta y ocho horas críticas. La fuerza aérea fue destruida en tierra. En las primeras veinticuatro horas, más de dos mil aviones soviéticos fueron destruidos y cientos de miles de soldados rodeados. Debido a la confusión y a la parálisis por arriba, una gran parte del territorio se perdió en las primeras semanas. Millones de soldados soviéticos fueron capturados sin apenas resistencia. El corresponsal de guerra y escritor soviético K. Simonov, en su libro Zhiviye I Myortviye (Víctimas y héroes) describe esta catástrofe militar.
Este desastre sin precedentes no fue el resultado de la debilidad objetiva, sino de una mala dirección. Con una dirección apropiada, sin duda, los invasiones alemanes habrían tenido que retroceder a Polonia al inicio de la guerra. Habrían inflingido una derrota decisiva a Hitler en 1941. La guerra podría haber terminado antes y se podrían haber evitado las horribles pérdidas sufridas por Bielorrusia, Rusia occidental y Ucrania. La pesadilla que sufrió el pueblo de la URSS, fue el resultado directo de la política irresponsable de Stalin y su camarilla.

El “gran líder militar”

Después de la guerra, el Kremlin hizo intentos arduos para extender el mito de Stalin como una “gran líder militar”. Esto no resiste el más mínimo examen. Ya hemos visto cómo la política de Stalin dejó a la Unión Soviética a merced de Hitler. Cuando Hitler invadió los líderes soviéticos estaban confundidos. A Stalin al principio le entró el pánico y se escondió. Sus actos significaban la capitulación total. A pesar de esto, se dio el título de “generalísimo” y adornó su papel en la Gran Guerra Patriótica.
Kruschev expresó con los siguientes términos la verdadera situación: “Sería incorrecto olvidar que, después del primer desastre grave y la derrota en el frente, Stalin pensaba que esto era el final. En uno de sus discursos de aquella época dijo: ‘Todo aquello que Lenin creó lo hemos perdido para siempre’. Después de esto, Stalin durante un largo tiempo no dirigió las operaciones militares y no hizo nada. Regresó a la dirección activa sólo cuando algunos miembros del Buró Político le visitaron y le dijeron que era necesario dar determinados pasos para mejorar la situación en el frente”.
Algo típico de Stalin, ejecutó al general al cargo del frente occidental culpándole de la derrota de la cual era responsable el propio Stalin. Ordenó, tardíamente, la liberación de miles de oficiales soviéticos que estaban encarcelados desde las purgas, según Medveded a finales de “1942 Stalin ordenó que se ejecutara en los campos a un gran grupo de oficiales del Ejército Rojo, les consideraba una amenaza en caso de que se produjeran acontecimientos desfavorables en el frente soviético-alemán”. (R. Medvedev. Que juzgue la historia, p. 312).
Al final, la URSS ganó la guerra contra Hitler sin ayuda. Los británicos y estadounidenses fueron simples espectadores de la batalla titánica entre la Unión Soviética y la Alemania de Hitler que contaba con el apoyo de las fuerzas productivas europeas. La victoria gloriosa del Ejército Rojo es un testamento de la superioridad colosal de una economía nacionalizada y planificada que permitió a la URSS sobrevivir a los primeros desastres y reorganizar las fuerzas productivas más allá de los Urales. En 1942 la economía ya se estaba recuperando rápidamente. En 1943 los soviets producían y atacaban al enemigo. El equipamiento y las armas fabricadas por la URSS eran de primera calidad, superiores a las utilizadas por los alemanes, británicos o estadounidenses. Este es el secreto de su éxito. Echa por tierra la mentira tantas veces repetida de que la economía nacionalizada o planificada no es capaz de producir mercancías de alta calidad.
El mariscal Zhujov recuerda:
“En 1943 nuestra industria fabricó 35.000 aviones de guerra de primera clase, 24.000 tanques y piezas de artillería autopropulsada. En este aspecto, ya estaba muy por delante de Alemania, tanto en calidad como en cantidad. El alto mando nazi emitió una orden especial para evitar combates con nuestros tanques pesados [...]” (G. Zhukov. Reminiscences and Reflections, p. 214).
Sin embargo, incluso cuando las fuerzas soviéticas pudieron pasar a la ofensiva, Stalin jugó un papel negativo y perjudicial, interfiriendo en el mando militar y publicando órdenes que aumentaban seriamente el número de bajas soviéticas. Stalin publicó una orden para que “ninguna unidad de tierra” se rindiera. Esto era una locura porque siempre existen condiciones en las cuales el ejército tiene que retirarse para evitar el rodeo y la derrota. Una vez más, la ecuación compleja de la guerra se espera que se acomode a las decisiones arbitrarias tomadas por el burócrata en su oficina sin tener en cuenta las condiciones reales en el terreno. Como si esto no fuera suficientemente malo, la célebre Orden 270 decía que ningún soldado soviético podía rendirse y todo aquel que lo hiciera sería considerado un traidor. Un gran número de soldados soviéticos que se rindieron y fueron capturados en 1941 como resultado directo de la chapuza de Stalin, de repente, eran considerados sospechosos y después de la guerra les enviaron a Siberia.
Siguiendo las instrucciones del jefe, que hacían caso omiso a las ideas del alto estado mayor, se lanzaron ofensivas mal preparadas en unas condiciones que sólo podían llevar a la derrota. En una de estas ofensivas, cuando Stalin ordenó a los defensores de Leningrado que rompieran el asedio (una tarea imposible en el invierno de 1941 cuando la ciudad estaba asediada y hambrienta), el Ejército Rojo sufrió 25.000 bajas y las defensas alemanas quedaron intactas. Hubo muchos ejemplos más que demostraban el pernicioso papel que jugó Stalin durante la guerra. La realidad es que la guerra la ganaron los trabajadores y campesinos soviéticos, no gracias, sino a pesar del régimen de Stalin. Con unos sacrificios terribles demostraron más allá de cualquier duda la viabilidad de las nuevas relaciones de propiedad establecidas por la Revolución de Octubre. Pero pagaron un precio terrible, 27 millones de muertos y la destrucción sistemática de las fuerzas productivas.
Sin embargo, la victoria de la Unión Soviética en la guerra fortaleció el régimen estalinista durante todo un período. Además, los estalinistas tomaron el poder en Europa del Este y China, aunque estas revoluciones estaban deformadas desde el principio. Se basaron no en la democracia obrera de 1917, sino en la caricatura totalitaria burocrática de la Rusia de Stalin.

Stalin y los intelectuales

“¿Quién puede defender seriamente que Stalin tenía alguna idea de la situación general? ¿O qué tenía alguna ideología? Stalin nunca tuvo ninguna ideología, convicción, ideas o principios. Stalin siempre se decantaba por las opciones que le permitían más fácilmente tiranizar, asustar y culpabilizar a los demás. Hoy, el profesor y líder podía decir una cosa, mañana otra distinta. Nunca le preocupó qué decir en la medida que mantenía su poder”. (Dimitri Shostakovich. Testimony, p. 187).
Estas líneas son completamente ciertas. Stalin no tenía otra ideología que conseguir el poder y controlarlo. Tenía una tendencia a la sospecha y la violencia. La “teoría” se añadía como una ocurrencia, como se pone una bola en el árbol de Navidad. Era un apparatchik típico, de mente estrecha e ignorante, como las personas a cuyos intereses representaba. Los demás dirigentes bolcheviques habían pasado años en Europa occidental y hablaban otros idiomas con fluidez, participaron personalmente en el movimiento obrero internacional. Stalin no hablaba ningún otro idioma e incluso hablaba un pobre ruso con un fuerte acento georgiano.
A diferencia de Lenin, cuya modestia era proverbial, Stalin amaba los títulos grandilocuentes, como “Padre de todos los Pueblos” y “Corifeo de la Ciencia”. Aunque él mismo era ignorante e inculto, le gustaba ser considerado como la cima de la sabiduría artística y el árbitro del saber. Odiaba a los intelectuales y a todo aquel que tuviera un nivel cultural más alto que él porque en su presencia se sentía inferior. Sin embargo, tenía un remedio simple para esto: la eliminación física de estas personas.
La política del “realismo socialista” no tenía nada que ver con el socialismo o el realismo, tiene todo que ver con un deseo totalitario de controlar el arte y ponerle una camisa de fuerza. Como todas las demás actividades sociales, la cultura estaba sometida a la vigilancia del estado a través de las actividades de una GPU artística y a la red de informadores, pelotas y títeres. Los gobernantes de la URSS eran conscientes de que la disidencia se podía expresar a través de una amplia variedad de canales y de muchas formas diferentes. En un régimen totalitario donde todos los partidos y tendencias de oposición son prohibidos, la oposición al régimen puede salir a la superficie de otras formas, de aquí la necesidad compulsiva de censurar el arte.
Se recelaba de la innovación. Era vista como algo peligrosa, como cualquier otro desvío de las normas oficiales dictadas desde lo alto por el líder que todo lo ve y todo lo sabe. El contenido estético y social del “realismo socialista” se puede resumir simplemente: es el arte de cantar alabanzas a la burocracia y al Líder Supremo en un lenguaje que todos pudieran comprender. Stalin, y los burócratas cuyos intereses representaba, era un hombre rudo y con una mentalidad estrecha. Sus gustos artísticos eran conservadores. En los años veinte, en la URSS hubo una explosión de la experimentación artística. El partido expresaba sus opiniones sobre las distintas tendencias artísticas y literarias, pero nunca soñó con utilizar el estado para promover a unas y reprimir a otras. Más que cualquier otra manifestación humana, el arte necesita libertad para respirar, desarrollarse y experimentar. Con Stalin todo eso se transformó en su contrario.
En el nuevo entorno se impuso una uniformidad sofocante y mortecina, que hizo casi completamente imposible cualquier creatividad artística. Mayakovsky, el famoso poeta y con una larga vida como bolchevique, se suicidó en 1931 para protestar contra la contrarrevolución burocrática. Más tarde, el régimen se apoderó de él y publicó su obra en grandes ediciones, Boris Pasternak calificó este hecho como su segunda muerte: “Se empezó a introducir a la fuerza a Mayakovsky, como ocurrió con las patatas durante el reinado de Catalina la Grande. Fue su segunda muerte”.
Durante las Purgas muchos artistas e intelectuales fueron asesinados o desaparecieron, incluidos destacados escritores como Isaak Babel. Gorki creó a Stalin algunos problemas porque siempre estaba intercediendo por algunos de los arrestados. Había hecho lo mismo con Lenin. Pero en esta ocasión el resultado fue diferente. Con casi total certeza Stalin envenenó a Gorki. Yagoda más tarde fue acusado de este crimen. Puede que lo hiciera, pero siguiendo las instrucciones de Stalin. El hecho de que previamente se publicaran artículos atacando, al hasta ese momento sacrosanto Gorki, es una prueba de que su caída estaba planificada y que tal medida sólo podía venir del propio Stalin. No era cuestión de llevar a juicio a alguien como Gorki. Tenía que desaparecer silenciosamente.
Cuando las Purgas recobraron su impulso, desapareció toda una generación de artistas e intelectuales. En los años treinta, muchas personas con talento fueron enviadas a la muerte en los campos de Stalin. Entre ellos estaba el célebre director de teatro Meyerhold, un brillante innovador, deportado en 1937 y muerto en un campo de concentración. A Isaac Babel, el autor de Caballería Roja, le esperaba un destino similar. El famoso poeta Osip Mandelshtam, fue arrestado por escribir un epigrama atacando a Stalin y murió en un campo. Hubo muchos otros.
Stalin, personalmente, interfirió en la purga de los artistas. La ópera Lady Macbeth de Mtsensk, escrita por Dimitri Shostakovich, fue un gran éxito, hasta que Stalin abandonó una representación. Al día siguiente, apareció una editorial en Pravda con el siguiente titular: “Caos en lugar de música”. El autor era el propio Stalin y acababa con la siguiente frase: “Esto puede terminar muy malamente”. Estas palabras en el contexto determinado era el equivalente a una sentencia de muerte. La razón por la cual Stalin odiaba Lady Macbeth de Mtsensk, no era sólo que no pudiera comprender la música. El argumento implica una condena a la brutalidad de la policía zarista, que, en el punto álgido de las Purgas, no se podía tolerar.
El dictador estaba llegando a un punto en que nadie, no importa lo famoso que fuera, estaba a salvo. Después de la publicación del artículo de Stalin en Pravda, el destino de Shostakovich parecía sellado. Tenía día y noche preparada una maleta por si el destino llamaba a la puerta. La razón de su supervivencia demuestra la naturaleza caprichosa del régimen de Stalin. Al dictador le gustaban las películas, especialmente aquellas en las que desempeñaba un papel importante como La caída de Berlín. Había actores soviéticos que no hacían otra cosa que interpretar en las películas el papel de Stalin. Y, naturalmente, sólo un gran compositor podía escribir la banda sonora de estas películas. Y Shostakovich, sin duda, era un gran compositor. Eso le salvó la vida.
El otro gran compositor soviético, Sergei Prokofiev, que había regresado a Rusia en 1936, fue denunciado por “modernista” y cada vez tenía más problemas para representar sus obras. Su ópera, Simyon Kotko, se basaba en un tema soviético, los guerrilleros en Ucrania en el momento de la Guerra Civil. Pero el director era Meyerhold y fue arrestado en medio de este trabajo y más tarde fue ejecutado.
A finales de los años treinta Prokofiev colaboraba con el famosos director de cine soviético Sergei Eisenstein en la película Iván el Terrible. Desde el punto de vista de los primeros historiadores soviéticos, Iván Grozny era un tirano y un sanguinario, pero como Stalin le admiraba hubo que modificar esta idea. La película de Eisenstein comienza con un apología de Iván, pero en la segunda parte, describe la crueldad del régimen de Iván, eso la hace cada vez más ambivalente. El paralelismo entre el oprichiniki de Iván y la GPU de Stalin era demasiado obvia. Stalin llamó a Prokofiev y Eisenstein, les atacó violentamente por la forma en que habían presentado a su héroe. Los nervios de Eisenstein estaban destrozados, poco tiempo después, murió de un ataque al corazón. La tercera parte de Iván quedó inconclusa y la película desapareció en los archivos.
Después de 1945, Stalin creía que necesitaba restablecer su grillete sobre la sociedad en general, y sobre las artes en particular. Utilizó los servicios de una de sus criaturas, Anderi Zhdanov, para lanzar después de la guerra una violenta purga de artistas, compositores y escritores. Destacados compositores como Prokofiev y Shostakovich fueron vilipendiados y humillados. Se celebraban reuniones especiales donde los escritores a sueldo del partido y los arribistas repulsivos como Zhdanov hacían cola para denunciar a “formalistas” como Prokofiev y Shostakovich. La viuda de Prokofiev fue arrestada y condenada a diez años de trabajos forzados.
¿Por qué persiguió Stalin tan cruelmente a los compositores? ¿Cómo una pieza de música puede representar un peligro para el estado? La música tiene un lenguaje propio y puede decir muchas cosas a quien comprenda su lenguaje. La música soviética era muy sofisticada y se utilizaba para leer entre líneas no sólo los artículos de un periódico sino también partituras sinfónicas. La Sexta Sinfonía de Prokofiev era un manifiesto musical anti-estalinista, por eso fue prohibida. Esto es incluso más cierto con las sinfonías de Shostakovich, desde la quinta en adelante.
Lo mejor es dejar la última palabra a un hombre que conocía a Stalin muy bien y que sufrió personalmente su régimen: “¿Por qué a los tiranos les entusiasma la idea de ser considerados ‘patrocinadores’ y ‘amantes del arte’? Creo que hay varias razones. En primer lugar, los tiranos son hombres infames, hábiles y astutos, saben qué es mucho mejor para su trabajo sucio aparecer como hombres cultos y no como ignorantes y patanes. Permiten que hagan el trabajo los patanes y los peones. Los peones están orgullos de ser patanes, pero el generalísimo siempre debe ser sabio en todo. Y este hombre sabio tiene un gran aparato trabajando para él, escribiendo para él, le escriben sus discursos y también sus libros. Un gran equipo de investigadores le preparan los papeles sobre cualquier cuestión, cualquier tema.
¿Quieres ser un especialista en arquitectura? Lo serás. Sólo da la orden, amado líder y profesor. ¿Quieres ser un especialista en artes gráficas? Lo serás. ¿Un especialista en orquestación? ¿Por qué no? ¿En idiomas? Te nombro. [...]
Todos los peones, parásitos, chiflados y demás almas pequeñas también quien desesperadamente a su líder y profesor para ser un titán incuestionable y absoluto del pensamiento y la pluma”. (Dimitri. Shostakovich. Testimony. p. 125-6).

El último período

Durante la guerra, Stalin se vio obligado a aflojar los lazos del terror para no socavar la voluntad de lucha de la población. Pero inmediatamente después de 1945 de nuevo se cerraron las ventanas. Bajo las órdenes de Stalin comenzó una campaña contra el “cosmopolitismo” y “la humillación ante occidente”. Comenzaron de nuevo los arrestos y deportaciones de masas, se realizaron duros ataques anti-judíos. Simultáneamente, el nacionalismo se celebraba a la menor oportunidad.
El poder de Stalin ahora era absoluto. El temor a las masas obligó a la burocracia a cerrar filas aún más fervientemente alrededor del Líder que garantizaba sus privilegios. Las razones políticas con Stalin a menudo se mezclaban con consideraciones psicológicas y personales. Nunca podía tolerar a alguien demasiado grande a su lado. Como Stalin era bajo de estatura se aseguraba que le fotografiaran cerca de alguien más alto que él. Los artistas pintaban los retratos del Jefe con longitudes extraordinarias, desde un ángulo que exageraba su estatura. Nadie podía ser más alto que Stalin, nadie más sabio, más fuerte, más despierto artísticamente, más brillante, más previsor, más amado por el Pueblo.
Stalin siempre sospechaba y envidiaba a todo aquel que tuviera talento, como si esto representara una afrenta a su genio. Sospechaba particularmente de los jefes de las fuerzas armadas porque temía un golpe de estado. El mariscal Zhukov, que jugó un papel importante en la victoria sobre Hitler, se ganó el odio eterno de Stalin porque demostró cierta independencia mental y ocasionalmente expresaba opiniones contrarias a las del Padre de todos los Pueblos. Pero en el verano de 1945, para sorpresa de Zhukov, Stalin insistió en que él diera el saludo en el desfile de la victoria de Moscú. Zhukov recuerda las circunstancias en sus memorias:
“No puedo recordar la fecha exacta pero creo que estaba cerca del 18 o 19 de junio, Stalin me citó en su casa de campo. Me preguntó si había olvidado cómo montar a caballo.
‘No’, respondí.
‘Bien’, dijo Stalin, ‘Tendrá que dar el saludo en el desfile de la victoria. Rokossovsky lo dispondrá’.
Y respondí:
‘Gracias por ese gran honor, ¿pero no sería mejor que usted diera el saludo? Usted es el general en jefe supremo y tiene el derecho y el deber de dar el saludo’.
Stalin respondió:
‘Soy demasiado viejo para pasar revista a los desfiles. Lo hará usted, es más joven’”.
(G. Zhukov, Reminiscences and Reflections, vol. 2, p. 424) .
Este era un ejemplo típico de la astucia de Stalin, su tosquedad y deslealtad. Al poner a Zhukov en esta posición, un gesto aparente de amistad y modestia, le estaba preparando una trampa. Quería deshacerse de Zhukov y necesitaba una excusa. Como Zhukov era demasiado conocido y respetado para asesinarle, Stalin satisfizo su deseo de venganza humillando a su general. Envió a Zhukov a un puesto sin importancia en un oscuro lugar del sur. La razón de esto fue su “falta de modestia”.

El culto a Stalin

El crecimiento de la economía iba en paralelo al aumento de la represión y el culto a Stalin. En el XIX Congreso del Partido, el culto al líder adquirió su expresión más grotesca. Aquí tenemos algunos ejemplos del discurso de clausura de Malenkov:
“La obra del camarada Stalin que se acaba de publicar: Problemas económicos del socialismo en la URSS, tiene una importancia cardinal para la teoría marxista-leninista y para toda nuestra actividad práctica. (Aplausos estrepitosos y prolongados).
El camarada Stalin ha elaborado los planes del partido para el futuro, define las perspectivas y las formas de nuestro progreso, basados en un conocimiento de las leyes económicas básicas, de la ciencia de la construcción de la sociedad comunista. (Aplausos estrepitosos y prolongados).
Una contribución importante a la economía política marxista es el descubrimiento del camarada Stalin de la ley básica del capitalismo moderno y la ley económica básica del socialismo (!).
El descubrimiento del camarada Stalin [...] El camarada Stalin demuestra [...] El camarada Stalin nos ha enseñado [...] El camarada Stalin ha descubierto [...] El camarada Stalin ha revelado [...]
Las obras del camarada Stalin son un testimonio gráfico y tienen una importancia fundamental para ligar nuestro partido a la teoría [...] El camarada Stalin avanza constantemente en la teoría marxista [...] El camarada Stalin ha revelado la función del lenguaje como un instrumento del desarrollo social y ha indicado las perspectivas para el futuro desarrollo de las culturas y lenguas nacionales”.
Y, finalmente, después de numerosas interrupciones por “aplausos”, “prolongados aplausos” y “estrepitosos y prolongados aplausos”:
“Bajo la bandera del inmortal Lenin, bajo la sabia dirección del gran Stalin, ¡hacia la victoria del comunismo!
(En cuanto a la conclusión del informe, todos los delegados se pusieron en pie y saludaron al camarada Stalin con vítores estrepitosos y prolongados. Hay gritos desde todas las partes de la sala: ‘¡Larga vida al gran Stalin! ¡Viva por nuestro querido Stalin!)”. (Informe del XIX Congreso del PCUS, pp. 134-44).
Basta con comparar este circo pelotillero con los congresos democráticos del Partido Bolchevique bajo la dirección de Lenin y Trotsky, y veremos el abismo que separa el estalinismo del leninismo. Aquí tenemos el culto al líder en toda su gloria.
Pero el Líder no estaba satisfecho con esto. En los años antes de su muerte, Stalin estaba preparando toda una serie de purgas sangrientas en Rusia, en la línea de las lanzadas en 1936-8. El objetivo real de las obras “teóricas” de Stalin de este período (que no tienen un contenido teórico real) era preparar el terreno para una nueva Purga. En su última obra, Problemas económicos de la URSS, publicada en 1952, Stalin planteaba que los “errores” en acto de servicio y en los pensamientos estaban reapareciendo en los partidos comunistas, incluido el de la URSS. Eso significaba que lo peor estaba por llegar, la obra “teórica” de Stalin sobre economía marxista tuvo consecuencias drásticas. N. A. Voznesensky, miembro del Politburó, desapareció en 1949 y fue ejecutado en 1950. Más tarde, fue acusado de sobre-enfatizar la ley del valor en la economía y dar la impresión de que las leyes económicas se pueden crear a través de la acción subjetiva.
En realidad, el subjetivismo extremo y lo que los marxistas llaman voluntarismo, siempre eran los ingredientes principales del pensamiento de Stalin, combinado con el formalismo más rudo y el empirismo. Pero, de vez en cuando, la propia vida le daba una bofetada y le obligaba a dar un giro de ciento ochenta grados. Estos vaivenes son una característica constante de su línea política. La “teoría” siempre era algo a posteriori para justificar estos giros violentos. A finales de los años cuarenta había un gran descontento entre las masas debido al bajo nivel de vida, que contrastaba escandalosamente con la mimada existencia de la elite. Hacían falta chivos expiatorios.

La Purga de Leningrado

Stalin había utilizado a Zhdanov en su campaña contra los escritores y compositores soviéticos. Pero Zhdanov tuvo demasiado éxito y provocó los celos de Stalin. Como Kirov y Yezhov antes que él, se estaba convirtiendo en una figura destacada en el ojo público. Ante la insistencia de Stalin, su viejo amigo fue enviado a un sanatorio del Kremlin. Los expedientes médicos de Zhdanov, que se hicieron públicos recientemente, demuestran que sufría una enfermedad seria de corazón que el tratamiento médico correcto habría sido el descanso. Pero los médicos del Kremlin le recomendaron un régimen de ejercicio enérgico. El 31 de agosto de 1948, un mes después de entrar en el sanatorio, el paciente murió. La muerte de Zhdanov no fue casual. Los médicos del Kremlin le allanaron el camino y las órdenes venían de Stalin.
Está bastante claro que Stalin le mató y culpó de su muerte a los médicos del Kremlin (“el complot de los médicos”). Como ocurrió con el asesinato de Kirov, tenían la intención de preparar el terreno para arrestos de masas. Todos los que habían sido dirigentes de la organización del partido en Leningrado durante la guerra compartieron el mismo destino que Zhdanov.
El ayudante de Zhdanov, Alexei Kuznetsov, había tomado el control de Leningrado en los días más oscuros de la guerra, cuando estaba asediada por los nazis. El gran Zhdanov naturalmente se distinguía por una extrema cobardía, pasaba la mayor parte del tiempo en la seguridad de su bunker. La mayoría de los habitantes de Leningrado demostraron un gran valor. Pero Stalin no confiaba en ellos. En el setenta cumpleaños de Stalin, para demostrar quien era el Jefe, ejecutó a Kuznetsov y a otros dirigentes de Leningrado. Después del asedio de Leningrado Stalin le dijo a Kuznetsov: “Tu patria nunca te olvidará”. Y no lo olvidó. Fue torturado hasta que confesó la traición, después, en 1950, después de un “juicio” secreto, fue ejecutado.

La paranoia y el régimen totalitario

En esta época Stalin estaba prácticamente loco. No es casualidad. Al no diferenciar entre la realidad y la voluntad del individuo un régimen de poder absoluto, en el cual todas las críticas están prohibidas, finalmente, provoca desequilibrio mental. Esto también ocurrió en el caso de Hitler. La historia de los zares rusos y emperadores romanos locos nos cuenta lo misma historia. Al final, la mente de Stalin estaba desquiciada. En ausencia de cualquier control se creía omnipotente.
Stalin estaba completamente paranoico. Vivía como un recluso en su dacha. Veía enemigos por todas partes. En su estado de paranoia ya no confiaba en nadie. Estalinistas de toda la vida eran acorralados y encarcelados. En 1952 Stalin acusó sus títeres fieles, Voroshilov y Molotov, de ser espías británicos y les prohibió asistir a las reuniones de la dirección. Mikoyan fue denunciado como espía turco e incluso Beria fue desterrado de la presencia de Stalin. Incluso arrestó a miembros de su propia familia, incluidas dos de sus cuñadas y las envió a campos de trabajo.
Todo el mundo vivía con el temor al Jefe, un capricho suyo era la ley. En sus memorias, Shostakovich recuerda un increíble incidente que ocurrió poco antes de la muerte de Stalin. Siempre vivía una existencia nocturna y tenía la costumbre de telefonear a la gente en mitad de la noche. En una ocasión llamó a la Sede de la Emisora Estatal para preguntar por un concierto de piano de Mozart que había escuchado en la radio. ¿Quién era el pianista y como podía conseguir una grabación?
Al director de la radio le entró el pánico. No existía esa grabación. ¿Pero cómo podía decirle eso al Jefe? Nadie podía saber como iba a reaccionar y la vida, como escribía Ostrovsky, es la posesión más preciada del hombre. No había otra alternativa, reunió a todos los miembros de la orquesta y al pianista, en medio de la noche grabaron el concierto para que el Jefe lo tuviera a su disposición por la mañana. Esta grabación todavía estaba en el giradiscos cuando murió Stalin.
En el XXII Congreso Kruschev describió la atmósfera paranoica en el círculo dirigente de Stalin: “Stalin podía mirar a un camarada sentado en la misma mesa que él y decir: ‘Hoy tu mirada es furtiva’. Se podía dar por sentado que después el camarada cuya mirada supuestamente era furtiva sería considerado un sospechoso”. (The Road to Communism-Report on the 22nd Congress CPSU, p. 111).
El ex-estalinista polaco Bienkowski escribía: “La clase obrera y todas las demás fuerzas que podían ser consideradas un enemigo potencial para el orden socialista, el verdadero ejemplo y defensor devoto era el aparato burocratizado de poder”. (Bienkowski, Rewolucki, Ciag Dalszy, Warsaw. 1957, p. 36).
Sobre el papel de Stalin Bienkowski escribe lo siguiente: “Stalin, con la suspicacia típica de los dictadores, persiguió primero moralmente y después físicamente, no sólo aquellos que tenían el coraje de dar su opinión, sino también aquellos que se sospechaba eran capaces de tenerla”. (Ibíd, p.6).
Sin embargo, no es suficiente con hacer referencia a la salud mental de Stalin para explicar la situación que había en aquel momento en la URSS. ¿Cómo es posible que un anciano imponga su voluntad sobre millones de personas sin ningún tipo de oposición? La mala situación mental de Stalin simplemente era un reflejo de un régimen enfermo. Millones de funcionarios del estado y el partido compartían los crímenes de Stalin. Aceptaron lo inaceptable para preservar su situación privilegiada, sus grandes casas y coches, sus inflados salarios e incluso los privilegios y extras ilegales.
El servilismo y la corrupción eran endémicos al sistema totalitario y burocrático. Los espías y los compinches se encontraban en todos los niveles de la sociedad y el estado, dispuestos a denunciar a todos aquellos que no fueran un ciento uno por ciento leales a la dirección, y de este modo atraer la atención de sus superiores y promocionar. Esto no sólo era desalentado sino que activamente se alentaba por parte de la jerarquía. De este modo, el número de arribistas “tiende a aumentar porque, en lugar de denunciarles, los líderes les toleran con frecuencia e incluso les miman, ya que eso favorece la vanidad de sus líderes, porque hacen todo y aplican cualquiera de las órdenes sin ningún tipo de reservas”. (Imre Nagy. On Communism, p. 60).

“El complot de los doctores”

En enero de 1953, Pravda anunció el llamado Complot de los Doctores, un “grupo de médicos saboteadores” arrestados por asesinar e intentar “liquidar a cuadros dirigentes de la URSS”. Siete de cada nueva médicos nombrados eran judíos y fueron acusados de tener vínculos con la organización judía, Joint, que estaba dirigida por el imperialismo estadounidense. Tres de los arrestados fueron acusados de trabajar para la inteligencia británica. Empezaron una campaña contra los judíos con el disfraz de “cosmopolitismo y sionismo”. Pravda comenzó a hacer una campaña contra las amenazas de “contrarrevolución”.
Además, a la cuestión de Leningrado y el Complot de los Doctores había que añadir otra purga en Georgia. Esta iba dirigida contra Lavrenty Beria, un títere georgiano fiel a Stalin. Beria estaba muy próximo a Stalin porque tomó el control de la NKVD después de Yezhov en 1938. Publicó una “historia” del Partido Comunista de Transcaucasia que era una completa falsificación. Stalin, que era una figura menor del partido en Georgia, era presentado como el gran líder. Aunque el nombre de Beria aparece como autor, en realidad, pagó los servicios de un historiador profesional, Erik Bediya, para que lo escribiera. Como Bediya sabía que era una falsificación, inmediatamente después fue ejecutado por ser un enemigo del pueblo.
Beria era un tirano violento y un degenerado moral que estaba especializado en el secuestro y la violación de mujeres atractivas. Una de sus víctimas fue una famosa estrella de cine soviética que hizo pública su horrorosa experiencia. Aparte de su simpático pasatiempo, también era un fanático del fútbol y naturalmente siempre quería que ganara el equipo de la NKVD, el Dínamo de Moscú. Pero algunas veces el excesivo interés por el fútbol se convertía en una obsesión. Si el equipo de Beria perdía le entraba una rabia incontrolable. Desgraciadamente, fue la perdición de su rival, el Spartak de Moscú. Esto tuvo serias consecuencias.
El presidente del Spartak, Nikolai Staroshin, era un antiguo amigo de Beria. Pero eso no le salvó. Beria le arrestó y torturó hasta que confesó que era la cabeza de una célula terrorista secreta que planeaba asesinar a Stalin durante unos juegos deportivos. Al final, el desgraciado Staroshin, fue sentenciado a diez años en una campo de trabajos forzados por una ofensa menor. Otros miembros del Spartak le siguieron. Después de eso, el equipo de Beria ganaba todos los partidos.
En 1949, Stalin había decidido deshacerse de todos ellos, empezando por el propio Beria. Utilizó al segundo de Beria, Viktor Abakumov, para acabar con él, como había utilizado antes a Beria para acabar con Yezhov. Ese era el estilo de Stalin. Comenzaba arrestando a los miembros del partido georgiano. Entre el gran número de personas arrestadas estaba un grupo de dirigentes del partido, todos ellos mingrelianos y todos próximos a Beria, que era miembro de la misma minoría nacional. Pero detrás de estos arrestos estaba la segunda acusación: la conspiración. El “asunto mingreliano” se discutió en el Politburó. Kruschev comenzó a destituir a los amigos de Beria de los puestos claves en los Servicios de Seguridad. Se estaban haciendo los preparativos para arrestar a Beria.
Al mismo tiempo, Stalin había promovido toda una serie de nuevos dirigentes del partido preparándose para eliminar a todos los viejos. Era el preludio de otra purga de masas como la de 1937. Estos movimientos provocaron escalofríos en el círculo dominante. Una nueva purga no sólo significaría su liquidación, también representaba un pelibro para la posición de la burocracia y podía minar todas las conquistas de la economía planificada en la propia Unión Soviética.
Había signos de aviso que demostraban que el descontento de las masas estaba llegando al límite. Una nueva purga sería la mecha que encendería el barril de pólvora. Por esa razón, el círculo dominante decidió poner fin al anciano antes de que él terminase con ellos. Después de una noche habitual de encuentros de bebida en su dacha el 1 de marzo de 1953, Stalin sufrió un ataque. Dada su edad es posible, aunque puede haber otras explicaciones.
El 5 de marzo de 1953 murió Stalin. Pudo haber sido de muerte natural, pero lo más probable es que se tratase de una “muerte asistida”. Sus compañeros de armas les ayudaron. Lo que sí es cierto es que su muerte llegó en un momento muy adecuado para el círculo dominante. Se pudo comprobar cuando estaba en sus últimos coletazos mortales, ninguno de los miembros de la dirección fue en su ayuda o llamó al médico.
Cuando los guardias avisaron que Stalin estaba enfermo, los miembros del Politburó en la habitación contigua les dijeron que “le dejaran acostado”. Después, esperaron hasta que murió. Probablemente, este nido de víboras jugó un papel más activo en el envío del amado Líder y Profesor a otro mundo mejor. En cualquier caso, cuando finalmente llegaron los médicos, dos horas después, el Jefe ya estaba muerto y todos respiraron con alivio.

Después de la muerte de Stalin

Después de la muerte de Stalin, los médicos —o aquellos que todavía estaban vivos— fueron puestos en libertad sin cargos. En julio de 1953 se anunció el arresto de Beria. Fue ejecutado en vísperas de navidad junto a otros seis jefes de la policía secreta. Más tarde millones de prisioneros fueron liberados silenciosamente de los campos de concentración. Caso por caso, unas 700.000 víctimas del terror de Stalin fueron rehabilitados judicialmente. Pero, hasta el día de hoy, nunca se ha rehabilitado a Trotsky. Será rehabilitado cuando la clase obrera rusa tome el poder y regrese a las tradiciones de 1917.
Las revelaciones sobre Stalin en el XX Congreso provocaron una conmoción en la URSS e incluso más en Europa del Este. En junio de 1953, unos cuantos meses antes de la muerte de Stalin, hubo un levantamiento de los trabajadores de Berlín oriental. Más tarde, vimos el Octubre polaco y, sobre todo, la revolución húngara de 1956.
En 1956 el comunista húngaro, Imre Nagy, escribía que la policía secreta, con la “gran ayuda ” de Stalin, se levantó “sobre la sociedad y el partido, se convirtió [...] en el principal órgano de poder”. Esto llevó a “la degeneración de la vida del partido” y al exterminio de los cuadros. (On Communism. Nueva York. 1957, p. 51). El resultado fue el “bonapartismo”. Pero a esta conclusión llegó mucho antes Trotsky, cuyo análisis de la base social del estalinismo era mucho más profundo que el de Nagy. El mejor análisis marxista sobre el estalinismo, o por darle su nombre científico, el bonapartismo proletario, se puede encontrar en su obra maestra: La revolución traicionada.

El estalinismo sin Stalin

El círculo dominante tuvo que hacer algunas reformas después de 1953. Pero en esencia, el mismo sistema establecido por Stalin continuó existiendo después de su muerte. Sólo se eliminaron los peores aspectos. Los días de las purgas de masas terminaron pero no se regresó a Lenin. La burocracia siguió firmemente en el poder. Sus ingresos y privilegios aumentaban continuamente y aunque el nivel de vida de la clase obrera mejoró, el abismo entre los trabajadores y los parásitos burócratas aumentó aún más rápidamente.
En retrospectiva es posible ver que el estalinismo fue una aberración histórica temporal. Duró tanto tiempo porque durante todo un período la Unión Soviética desarrolló los medios de producción, aunque con un coste enorme para la sociedad y la clase obrera. Sin embargo, a pesar de los crímenes de Stalin y la burocracia, la superioridad de la producción nacionaliza y planificada, se pudo ver en la rápida transformación que experimentó un país semifeudal como el Pakistán actual, hasta convertirse en una poderosa potencia industrial con una población culta y con más científicos que EEUU, Alemania y Japón juntos.
Antes de la guerra, durante los primeros planes quinquenales, la URSS consiguió una tasa de crecimiento anual nunca vista antes en ningún país capitalista, aproximadamente el 20 por ciento. Este notable resultado se consiguió con pleno empleo, sin inflación y con un presupuesto equilibrado. Basta con comparar estos resultados con los miserables tres por ciento o así que hoy en día se consideran un gran éxito en occidente y se ve la ventaja de la economía nacionalizada y planificada.
Es verdad que la URSS partía de un punto de partida muy bajo y que era más fácil conseguir estos resultados en la construcción de grandes acerías que una economía moderna compleja. También es verdad que la tasa de crecimiento después de 1945 no fue tan espectacular. Pero incluso entonces, una tasa de crecimiento anual del 10 por ciento, que era lo normal en la URSS hasta mediados de los años sesenta, tampoco tenía precedentes. Si esta tasa de crecimiento se hubiera mantenido la URSS podría haber superado a Occidente no sólo en términos absolutos, también en términos relativos.
Esta tasa de crecimiento no se pudo mantener por el colosal derroche debido a la mala gestión, la chapucería y la corrupción de la propia burocracia. Era un enorme drenaje que a mediados de los sesenta derrochaba entre un tercio y el cincuenta por ciento de la riqueza producida por la clase obrera soviética cada año. Sin el control y la gestión democrática de la clase obrera, la burocracia fue socavando la economía planificada, atascando todos los poros y sofocó toda la fuerza creativa del pueblo soviético, tanto de los trabajadores como de los intelectuales. Esto llevó a la caída de la tasa de crecimiento en los años setenta que terminó con el colapso de finales de los años noventa.
Contrariamente a la mentira tan extendida por los enemigos del socialismo, la burocracia no es el resultado inevitable de la planificación central, es el resultado inevitable del atraso cultural y económico. La contrarrevolución política estalinista fue el resultado del aislamiento de la revolución en un país atrasado donde la clase obrera era una minoría. Pero en los años setenta la URSS era una economía moderna y avanzada donde la clase obrera era la aplastante mayoría. Todas las condiciones objetivas existían, al menos en principio, para emprender la dirección hacia al socialismo. Pero en su lugar la URSS retrocedió, hacia el capitalismo. ¿Cómo se pude explicar esta monstruosidad?
Hace mucho tiempo Trotsky pronosticó que la clase obrera soviética derrocaba a la burocracia y restauraba el régimen de democracia obrera de Lenin (el poder soviético) o sería la burocracia quien emprendería inevitablemente la dirección hacia la restauración del capitalismo.
Los viejos burócratas estalinistas, como el propio Stalin, eran ignorantes y rudos pero tenían algún vínculo con las viejas tradiciones. Pero los hijos y los nietos de los viejos burócratas tenían un estilo de vida y una mentalidad puramente burguesa. No tenían el más mínimo vínculo con la clase obrera o el socialismo. Por lo tanto, se pasaron al capitalismo con la misma facilidad que un hombre pasa en un tren del compartimento de fumadores al de no fumadores.
El llamado Partido “Comunista” de la Unión Soviética colapsó de la noche a la mañana como un castillo de naipes, su dirección se transformó en capitalistas privados. Lo mismo ocurrió en todos los países de Europa del este y ahora se está produciendo ante nuestros ojos en China. Es imposible comprender este fenómeno si se acepta la idea de que en la URSS existía el verdadero socialismo.
Esa es una calumnia contra el socialismo que sólo puede ser útil a sus peores enemigos. Los marxistas defenderán lo que era progresista en la URSS, es decir, la economía planificada y nacionalizada. Pero es absolutamente necesario separar lo que era progresista de lo que era reaccionario. El régimen burocrático y totalitario creado por Stalin no tenía nada en común con la revolución de octubre o el socialismo. Era su antítesis y su negación.

El papel del individuo en la historia

El aniversario de la muerte de Stalin ha servido de ocasión para una campaña de propaganda antisoviética y antisocialista. Los enemigos del socialismo están decididos a convencer a la que gente de que no hay diferencia entre Lenin y Stalin y que el estalinismo y el comunismo son las misma cosa.
Aunque muchos de estos profesores universitarios con una serie de letras después de su nombre sus supuestamente estudios “científicos”, la realidad es que carecen de cualquier contenido científico. Esto no es ciencia sino la peor clase de propaganda enmascarada bajo la bandera de la “objetividad” ficticia.
Intentan interpretar los procesos históricos a partir de individuos “malos” y “buenos”. Defienden que Stalin (y también Hitler) era “extraordinariamente malo”. Esta es una interpretación puramente subjetiva de la historia. Reduce la historia a una serie de accidentes impredecibles, ya que es un accidente que Stalin naciera cuando lo hizo. Esta versión de la historia imposibilita el estudio científico de la causa y el efecto. Además, no explica que tipo de figura histórica particular es “extraordinariamente malo” o, quién es “extraordinariamente bueno”.
Estas explicaciones realmente no explican nada. La historia no se puede explicar en términos de personalidades individuales, aunque el individuo, ciertamente, sí juega un papel importante en la historia. Si, en lugar de ser “extraordinariamente maligno”, Stalin hubiera sido “extraordinariamente bueno”, ¿habría habido una diferencia fundamental en el destino de la URSS? Llegados a este punto, abandonamos el reino de la historia para entrar en el de la hagiofragía, el misticismo y la magia.
La lucha entre Stalin y Trotsky no sólo era un duelo entre dos individuos. Era un reflejo de la correlación de clases existente en Rusia, una vez que la revolución se había quedado aislada en condiciones de atraso. Stalin no se representaba sólo a sí mismo, era el representante político de la burocracia que estaba en ascenso, mientras que la clase obrera, cansada por los largos años de guerra y revolución, poco a poco caía en un estado de apatía e indiferencia. Es esta correlación de fuerzas la que decidió el resultado, no la personalidad individual de los participantes.
Eso no significa que las cualidades personales de los protagonistas en la lucha de clases sean algo completamente indiferente. No es una cuestión accidental. Cada clase busca representantes a su propia imagen y semejanza. Stalin tenía muchos de los atributos de las personas que él representaba: su estrechez de miras, la mentalidad provinciana, la fuerte inclinación a resolver todas las cuestiones con métodos administrativos (incluidas las expulsiones, los arrestos y las ejecuciones), su falta general de cultura, todas estas particularidades eran muy características de la psicología de cualquier funcionariado.

Revolución y reacción

Podemos ir más allá y decir que cada período histórico produce caracteres a su propia imagen y semejanza. Esto tiene bases perfectamente racionales. Determinadas situaciones objetivas favorecen el ascenso de una clase particular de personas y disuade a otras. Es una clase de versión histórica de la selección natural. Constantemente se producen un número infinito de mutaciones genéticas. La mayoría de las mutaciones son perjudiciales o neutrales. Si no encuentran un entorno favorable pronto desaparecen. Pero, ocasionalmente, una modificación genética demuestra ser útil y entonces puede reproducirse y desarrollarse.
Un período revolucionario exige héroes y en estas circunstancias siempre se encuentran héroes. No hay nada mágico en esto. Entre los millones de personas en la sociedad siempre hay un número considerable de individuos con un talento extraordinario que nunca han tenido oportunidad de hacer uso de su potencial. En los ejércitos prerrevolucionarios del siglo XVIII en Francia y el siglo XX en Rusia, había oficiales y suboficiales con una enorme capacidad que eran dirigidos por oficiales más viejos e incompetentes. Sin la revolución nunca habrían tenido la oportunidad de demostrar lo que eran capaces. Hombres como Carnot y Tujachevsky ascendieron a la cresta de la oleada revolucionaria. Y lo que era verdad en la esfera militar era igualmente cierto en otras esferas de la vida cultura y social.
En el período de descenso de la revolución, cuando el impulso revolucionario de las masas se ha agotado, las cosas son completamente diferentes. Los períodos de reacción no requieren gigantes sino pigmeos. No impulsan las ideas nuevas y originales, ni crean pensadores, sino conformistas y burócratas. Aquí el mediocre es el rey. Hay períodos en la historia en que la mediocridad es necesaria.
Napoleón Bonaparte, debido a su ostentosa presuntuosidad, no era un genio. Era un militar competente porque tuvo una excelente escuela en los ejércitos revolucionarios. Pero no era un pensador original, como Carnot, de quién tomó todas las ideas. Heredó el ejército creado por Carnot y lo utilizó bien. Pero Bonaparte es el producto, no de la revolución, sino de la decadencia. Sería injusto describir a Napoleón Bonaparte como un mediocre. Las llamas de la revolución todavía ardían lo suficientemente para darle una chispa de vida. La burguesía francesa todavía jugaba un papel relativamente progresista y se consideraba como la abanderada del progreso en toda Europa. De una forma distorsionada los ejércitos de Napoleón llevaron la llama de la revolución a otros países.
¿Pero qué se puede decir su sobrino el hombre que se autodenominó Napoleón III? Esta criatura llegó al poder después de la derrota de la revolución de 1848. Era la mediocridad personificada. La burguesía francesa ya había agotado su papel progresista y se encontraba en un combate mortal con el joven y revolucionario proletariado francés. Las dos clases se enfrentaron entre sí en las barricadas y lucharon hasta la extenuación. El resultado fue un punto muerto, un callejón sin salida donde ninguna de las clases había conseguido una victoria decisiva sobre la otra. En estas circunstancias, como explica Marx en su obra maestra El 18 Brumario de Luis Bonaparte, el Estado, cuerpos armados de hombres, puede elevarse sobre las clases y adquirir una gran dosis de independencia. Este es el fenómeno que llamamos bonapartismo.
En aquella época, en Francia, había muchos hombres que eran mejores, más inteligentes, con más previsión y más valerosos que Luis Bonaparte. Pero él triunfó sobre todos ellos. Tenía el nombre de Bonaparte y eso le ayudó a ganarse la lealtad del campesinado y el ejército campesino, esa herramienta clásica del bonapartismo. El hecho de que debajo del manto del Emperador hubiera una mediocridad lamentable era algo irrelevante. La contrarrevolución triunfó debido a la correlación particular de fuerzas de clase, y no por el genio de “Napoleón el Menor”. Como señaló Marx, la historia se repite, primero como una tragedia, después como una farsa. Luis Bonaparte era el actor perfecto para este drama particular.

Las revoluciones francesa y rusa

La dinámica interna de la Revolución Rusa fue bastante similar, aunque el contenido de clase era completamente diferente. Debemos recordar que la Revolución Rusa fue una revolución proletaria y la Revolución Francesa fue una revolución burguesa. Está claro que, aunque hay similitudes, hay diferencias importantes. Una de las diferencias es que la revolución burguesa pude triunfar más fácilmente que la revolución socialista. La razón se encuentra en la naturaleza del capitalismo como sistema económico: funciona de una forma automática a través del mecanismo del mercado. No requiere una intervención consciente concreta para poder existir.
Por su parte, el socialismo presupone la dirección consciente de la sociedad por parte de los hombres y mujeres. Una economía nacionalizada requiere un plan que debe ser puesto en práctica con la intervención consciente de las propias masas. Por esa razón la democracia es la condición fundamental para el socialismo: El socialismo o es democrático o no es nada.
También se aplica a la forma en la cual el socialismo empieza a existir. La burguesía no necesitaba una doctrina científica para derrocar al feudalismo. Todo lo contrario, tuvo que basarse en ilusiones, porque iba a introducir el Reino de Dios sobre la tierra (Cromwell) o el Reino de la Razón (Robespierre), para que las masas no lucharan por la propiedad. Otra cuestión es si la propia burguesía realmente creía estas ilusiones. Hay que distinguir siempre entre los hombres y mujeres que piensan sobre sí mismos y lo que son en realidad.
La revolución socialista presupone el movimiento consciente de la clase obrera para tomar el control de la sociedad. Pero la clase obrera tiene capas diferentes, que sacan conclusiones diferentes en momentos y ritmos diferentes. El papel de la vanguardia tiene una importancia fundamental. Y la organización de la vanguardia en un partido revolucionario basado en una doctrina científica que le permita comprender lo que es necesario para conseguir sus objetivos, es la condición previa de su éxito.
Contrariamente, a las calumnias vertidas por los enemigos del bolchevismo, Lenin nunca propuso que el Partido sustituyera a la clase. La historia de la Revolución Rusa es una prueba de esto. La tarea del partido era ganar a la mayoría de la clase obrera y los campesinos pobres, a través de un trabajo paciente, la agitación, la organización y explicación. En el transcurso de 1917, el Partido Bolchevique consiguió esto de una forma brillante. Sólo después de haber conseguido una mayoría decisiva en los soviets (consejos de obreros y soldados), se dispusieron tomar el poder en Octubre (noviembre en el calendario moderno).

El auge y la caída de la revolución

Este no es lugar de tratar la revolución, ya lo hemos hecho en otras ocasiones (Ver libro de Alan Woods, Bolchevismo: camino a la revolución). Basta con decir que en su fase ascendente, la revolución puso de su lado a todo lo que estaba vivo, sano y vibrante en la sociedad rusa. Había una galaxia de talento humano, jamás visto antes en la historia. A la cabeza de este trabajo gigantesco de emancipación social había hombres y mujeres que eran gigantes: Lenin y Trotsky, dos grandes genios del movimiento revolucionario, y también mucha otra gante talentosa: Rakovsky, Bujarin, Kámenev, Zinoviev, Radek y otros.
No es casualidad que todas estas personas murieran después asesinadas en las Purgas, en palabras de Trotsky, la guerra civil unilateral de Stalin contra el bolchevismo. En el período de reflujo, cuando la clase obrera estaba agotada y hambrienta, cayó en un estado de desencanto y apatía, otro tipo de personas encontraron su oportunidad: los oportunistas, arribistas y todo tipo de trepas sociales. Gente como Vyshinsky, el fiscal en las Purgas de Stalin, que había combatido a los bolcheviques durante la revolución, se cambió de camiseta y se subió al vagón.
Podemos mencionar de paso que hubo analogías similares en la Revolución Francesa. El ejemplo clásico es Joseph Fouche, el anterior terrorista jacobino que se convirtió en el sirviente tanto del bonapartismo como de la reacción borbónica. En la revolución inglesa tuvimos ejemplos similares. Uno de ellos lo recuerda la canción popular, El vicario de Bray, un personaje real que cambiaba periódicamente de religión según la convicción religiosa del monarca que estaba en el poder.
Todas estas personas eran mediocres y de segunda fila, hombres y mujeres sin creencias o principios fijos, eran atraídos al partido sólo porque éste estaba en el poder. De este polvo humano surgen las fuerzas de la reacción termidoriana. Y a la cabeza de estos elementos se puso un hombre cuyos rasgos políticos y personales reflejaban perfectamente sus aspiraciones y necesidades.
La personalidad particular de Stalin y su forma de pensar, sin duda, jugaron un papel en los acontecimientos del período de descenso de la revolución. Sin embargo, él no provocó el descenso o la reacción burocrática contra octubre. La reacción estaba enraizada en la situación objetiva, nacional e internacionalmente. Pero ciertamente, sí influenció las formas específicas en las cuales se desarrollaron estos procesos.
Cualquier funcionario no podía ser un Stalin pero podemos encontrar un poco de Stalin en cada funcionario, en la casta de funcionarios soviéticos que empujaron a un lado a la clase obrera y se apoderaron del poder en el período de declive y agotamiento de la revolución, reconociendo en Stalin su propia imagen y semejanza. La adulación a Stalin, en el fondo, era la adoración de la propia burocracia.
Por supuesto, esto es una simplificación. Stalin tenía muchos rasgos que eran peculiares y exclusivos de él. Su fuerte inclinación hacia la violencia, su rudeza, la ausencia total de escrúpulos humanos o morales, estas son las características por las cuales rápidamente se le identifica. Pero si miramos más de cerca, incluso estas características se pueden explicar en términos históricos y de clase. Aunque, debemos buscar sus orígenes en el campo de la psicología individual (que está fuera del alcance del presente artículo), la forma en la cual estas tendencias se manifestaban en los acontecimientos descritas más arriba, no pertenecen al reino de la psicología, sino al de la historia, la política y la sociología.

Stalin y la burocracia

Cuentan que antes de morir, la madre de Stalin, le dijo que lo mejor es que hubiera sido sacerdote. No sabemos si esta historia es verdad o no, es imposible saber que clase de sacerdote hubiera sido Joseph Vissionarovich. Pero está claro que las tendencias arriba citadas no se habrían manifestado de la misma forma y, ante la ausencia de un campo más amplio en las cuales desarrollarse no habrían llevado a la muerte de millones de personas.
Stalin pasó de ser un burócrata revolucionario mediocre, a convertirse en un monstruo. Eso no ocurrió de repente, Stalin tampoco tenía un plan preconcebido. En realidad, si al principio hubiera sido consciente de a donde llevaría esto, con todo probabilidad, se habría horrorizado y cambiado de rumbo. Pero una vez que Stalin se había elevado al rango de dictador por los esfuerzos de la casta burocrática en ascenso, esas tendencias que antes simplemente estaban latentes en él, crecieron hasta convertirse en una fuerza monstruosa.
¿Qué fuerza ha detrás de esta transformación? Los millones de funcionarios soviéticos que luchaban por su “lugar en el sol”, la loca batalla por la división de los frutos del poder, el bienestar, los apartamentos y las dachas, los pequeños lujos (y no tan pequeños) de la vida, los coches con chofer, los sirvientes, las medallas, el prestigio, son cosas por las que no tienes que hacer cola, son cosas por la que merece la pena luchar.
Los bolcheviques no luchaban por una vida confortable. Luchaban por un mundo mejor, una “vida feliz”, pero no para ellos como individuos, sino para la clase obrera en su conjunto. En contraste, la consigna de todo dirigente obrero oportunista es: “Estoy a favor de la emancipación de la clase obrera, uno por uno, empezando por mí”.
En el movimiento obrero y sindical vemos esto cotidianamente: funcionarios que llegan a puestos, consiguen ciertos privilegios e ingresos elevados y ¡como luchan para mantener sus posiciones! ¡Con qué determinación de hierro! Si lucharan con la misma determinación para defender el nivel de vida de los trabajadores que les eligen, ¡qué espléndido sería!
Trotsky en cierta ocasión comparó un estado obrero a un sindicato que ha tomado el poder. Si los dirigentes del sindicato se elevan por encima de la militancia y adquieren privilegios, entonces, mayor es el peligro en un estado obrero. Marx explicó hace mucho tiempo que el estado tiene una tendencia a elevarse por encima de la sociedad, a alejarse de la sociedad, y no hay ninguna que ley que diga que esto no puede ocurrir en un estado obrero.
¿Eso significa que es inevitable? ¡En absoluto! No todos los dirigentes sindicales son corruptos, si eso fuera inevitable ya hace mucho tiempo no habríamos hundido en un pantano putrefacto. Pero no es así, en realidad, es perfectamente posible que la clase obrera controle a sus dirigentes. El programa de Lenin, el programa del partido de 1919, señalaba todo lo que era necesario para conseguir esto. Sólo el enorme atraso de la sociedad rusa en aquel momento impidió que Lenin tuviera éxito.
El carácter de Stalin no es más que un reflejo de este atraso asiático general, en una forma destilada y extrema. El fanático celo con el que persiguió y exterminó a los viejos bolcheviques, reflejaba algo más que su deseo de venganza personal. Representaba la furia con la que reaccionaron loa funcionarios pequeño burgueses en los días tormentosos de la revolución, su deseo ardiente de conseguir una “vida feliz” para ellos y sus familias.
Para esta generación de arribistas y trepas sociales, todo lo asociado con el pasado bolchevique era un recuerdo de los viejos principios de la democracia obrera y el igualitarismo. Veían en esto un obstáculo en el camino hacia la “vida feliz” y estaban decididos a aplastarlo. Si eso significa también aplastar cuerpos humanos y tejidos nerviosos, entonces lo harían. La crueldad de Stalin era la expresión perfecta de este ambiente.

El papel del individuo en la historia

Los hombres y las mujeres hacen su propia historia, como explicó hace mucho tiempo Marx. Pero al hacer la historia no son agentes libres como imaginan los idealistas. Si Stalin no hubiera existido otra figura habría ocupado su lugar. La diferencia habría sido la intensidad, pero el resultado general no habría sido diferente. Una vez la revolución había quedado aislada en condiciones de atraso extremo, el proceso de degeneración era algo inevitable.
Es verdad que el carácter peculiar de Stalin dio a la contrarrevolución burocrática un carácter particularmente bárbaro. Pero Stalin no creó la burocracia ni la contrarrevolución. Ellas le crearon a él. Una vez instalado en una posición de poder absoluto, él interactuó en el proceso, impartiéndole un carácter particularmente sangriento y feroz. Por esto, el nombre de Stalin siempre quedará ligado a la injusticia. Pero sería un error asumir que todo lo ocurrido fue simplemente el resultado de la crueldad de un solo individuo.
Hay períodos en la historia en que se produce una concatenación peculiar de circunstancias, como resultado del desarrollo anterior y en estos períodos el resultado de los acontecimientos se puede decidir incluso por un solo individuo. Esa era la situación en octubre (noviembre) de 1917 en Rusia. Las acciones del Partido Bolchevique fueron decisivas en el curso de la revolución. Y, en última instancia, dependían de la dirección de Lenin y Trotsky.
Pero cuando la marea de la revolución comenzó a retroceder, ni Lenin ni Trotsky pudieron evitarlo. Por supuesto, es posible especular sobre posibles variantes. Si Lenin hubiera vivido unos cuantos años más podría haber marcado una diferencia importante en la Internacional Comunista. Si la revolución china de 1923-27 hubiera triunfado, el proceso de burocratización habría sufrido un retroceso y la clase obrera se habría animado. Por otro lado, la propia Krupskaya opinaba que si Lenin hubiera estado vivo en 1926 habría estado encerrado en una de las prisiones de Stalin.
En el período de la Oposición de Izquierdas Trotsky era consciente de que iban a ser derrotados. Pero intentaba crear una tradición y una bandera para el futuro. Cuando Kámenev y Zinoviev capitularon ante Stalin pensaban que eran hábiles. Somos más inteligentes que Stalin, razonaban los dos, podemos ser más listos que él cuando cambien las condiciones. Todo lo que tenemos que hacer es una retirada táctica y hacer unas cuantas concesiones. Al final, sus “concesiones tácticas” llevaron a concesiones políticas y después a la muerte real. ¿Quién recuerda hoy las ideas de Kámenev y Zinoviev? ¿Y las de Bujarin? No han dejado nada detrás. Pero los marxistas-leninistas del siglo XXI se mantienen firmemente sobre unas bases ideológicas sólidas, las de Lev Davidovich Trotsky.

Fatalismo, escepticismo y revolución

Los individuos, ya sean extraordinariamente buenos o malos, sabios o estúpidos, valientes o cobardes, no pueden determinar los procesos fundamentales de la historia. En determinadas circunstancias, sí pueden modificar las formas en las cuales tienen lugar los procesos. Al interactuar en los acontecimientos pueden retrasar o acelerar las tendencias subyacentes, pero no pueden cambiarlas sustancialmente. Esta doctrina determinista puede llevar al fatalismo y a la pasividad, pero no es en absoluto correcta.
Los seguidores de Calvino en el período de la Reforma, creían fervientemente en la doctrina de la predestinación pero eso no les impidió ser revolucionarios activos. Cuando decidieron que iban a luchar al lado de Dios contra el Demonio, lucharon con gran fervor para garantizar una victoria lo más rápido posible del Reino de Dios sobre la Tierra. ¡No se puede imaginar a hombres y mujeres con una visión menos pasiva que estos calvinistas!
Ahora, en el período de decadencia senil del capitalismo, los marxistas están más convencidos que nunca en la inevitabilidad histórica de la victoria del socialismo. En retrospectiva, la victoria de la contrarrevolución capitalista en Rusia será vista como un episodio. La caída de la URSS es sólo el primer acto de un drama que se está desarrollando a escala mundial y que terminará en la crisis y derrocamiento del capitalismo.
La crisis orgánica actual del capitalismo representa la mayor amenaza para la humanidad. El deber de todos los jóvenes y trabajadores conscientes es acelerar el proceso de construcción de un movimiento anticapitalista poderoso en todo el mundo. El éxito de este movimiento en gran parte se estará facilitado por el grado en que adopte una política marxista. Esto sólo es posible en la medida que la vanguardia proletaria absorba las tradiciones del leninismo y el bolchevismo y tome como modelo la Revolución de Octubre.
¿Y el estalinismo? Como corriente política el estalinismo está prácticamente extinguida. Las pocas ancianas que llevan las fotos de Stalin en la Plaza Roja son una expresión de esto. Es una bandera desacreditada y decadente. Pero en un sentido, los remanentes del estalinismo todavía persisten dentro del movimiento obrero, no como una corriente coherente y organizada, sino como un ambiente definido entre ciertas capas. La base psicológica del estalinismo (y de todas las tendencias burocráticas en el movimiento obrero) es la ausencia de confianza en la clase obrera y su potencial revolucionario y socialista.
Con la caída de la Unión Soviética, hubo una oleada de apostasía y deserción de las filas del movimiento marxista. Personas que ayer se autodenominaban comunistas, ahora hablan desdeñosamente del socialismo y la clase obrera. Estas capas, presas de la rutina y la inercia, todavía ocupan posiciones en los sindicatos y partidos obreros, son gente amargada y agotada Carecen de una formación marxista seria, no tienen perspectiva. Su único objetivo en la vida es justificarse culpando a la clase obrera de todo. Intentan envenenar a la nueva generación con su escepticismo gangrenoso. El pesimismo es el primer artículo de fe en el Credo de estos cínicos. Juegan el papel de rémora para hacer retroceder el movimiento y evitar que avance.
Esta capa no representa el futuro sino el pasado. No refleja la cara de la clase obrera sino su espalda. Será apartado a un lado por el desarrollo de la lucha de clases. La nueva generación, que ya ha empezado a moverse, apartará a un lado las viejas telas de araña y buscará la verdad. En palabras de Trotsky, la locomotora de la historia es la verdad, no la mentira.
La bandera de Octubre quedó ensuciada y ensangrentada por la contrarrevolución política estalinista. La tarea de la nueva generación es limpiarla, eliminar toda la suciedad acumulada y elevarla bien alto. Las verdaderas tradiciones de Octubre son la única forma de hacer avanzar a la clase obrera. A aquellos cobardes y apocados que intentan decir que la clase obrera ya no está dispuesta a luchar por su emancipación les respondemos con las palabras de Galileo:
¡Eppur si muove!
¡Y sin embargo se mueve!

Alan Woods