miércoles, septiembre 30, 2020

Alberto Fernández, entre la soja y el Fondo


El gobierno reduciría las retenciones al capital agrario, para incentivar las exportaciones. 

 La política económica del gobierno de Alberto Fernández se ha encerrado en su propio laberinto. No está de más en insistir que se mostró rotundamente falsa su premisa de que un acuerdo de reestructuración de la deuda externa resolvería en gran medida las tensiones de la economía nacional. Martín Guzmán había prometido que una vez sellado el canje se aliviaría la tensión cambiaria, y que sentaría a su vez las bases para que las empresas y las provincias renegociaran exitosamente sus obligaciones. Nada de eso sucedió. La cotización de los bonos y de las acciones desde el acuerdo con los bonistas cayeron un 20%. Las concesiones al capital agrario para estimular las exportaciones entraña una nueva encerrona. 
 El agravamiento de la crisis, tras el prematuro fracaso del supercepo cambiario, agravó los choques al interior del gobierno. En una reunión de emergencia realizada el fin de semana en la Quinta de Olivos, con la presencia de lo enfrentados Cristina Kirchner y el presidente del Banco Central Miguel Pesce, se buscaron acuerdos. El gobierno nacional habría resuelto allí avanzar en medidas para incrementar la liquidación de las exportaciones, que cayeron en picada porque los pulpos retienen la cosecha a la expectativa de una devaluación, agudizada por una brecha cambiaria en torno al 90%.
 De fondo existe una desesperación ante la incapacidad de frenar la caída de las reservas internacionales del Banco Central, que continuó durante las dos semanas de feriado cambiario tras el anuncio de las nuevas restricciones, y en el primer día de actividad bajaron casi 100 millones de dólares. Lo que se implementaría ahora es una baja en forma temporaria de las retenciones a la soja y el maíz, para que los acopiadores liquiden la cosecha retenida, equivalente a unos 11.000 millones de dólares. El 40% de la cosecha de soja y el 30% de la de maíz sigue sin comercializarse, esperando la suba del dólar. En el año, las liquidaciones se ubican un 31% por debajo de las del año pasado. 
 Pero lejos de ser una solución, abre nuevos problemas. En primer lugar, el FMI no avalaría una reducción sostenida de las retenciones, porque ello agravaría el déficit fiscal y pondría en cuestión la única vía para recaudar las divisas necesarias para el repago de la deuda. La idea de que una baja temporaria permitiría salir del paso es una ilusión, porque sentaría un precedente imborrable que en el futuro volverá a dominar todas las apuestas de los pulpos de los agronegocios. El primer indicio de la extorsión ya está en marcha, ya que la siembra de la campaña 2020/2021 arroja que la cosecha será un 6% menor a la de este año.
 Las otras variables son igualmente precarias. La opción de recurrir a subsidios o exenciones, en el marco del tratamiento del Presupuesto y cuando otros sectores reclaman auxilio de los fondos públicos deficitarios, no aparece como una vía. Lo que estaría definido es que para las empresas del agro, al igual que para las de minería y energía, quedarán exentas de las restricciones del supercepo para cancelar sus obligaciones. Se configura así un nuevo «pacto Chevron» de alcance general para todas las ramas exportadoras. 
 La reprimarización de la economía nacional que deriva de ello es un dato incontrastable. El maíz y la soja representaron el 50% del valor del total de las exportaciones del país, según Bolsa de Cereales de Rosario. Esto, cuando las exportaciones industriales fueron apenas un 22%, un mínimo histórico que se ubica un tercio por debajo del promedio de los últimos 15 años (Perfil, 26/9). Sostener el planchazo de la industria, con sus miles de despidos, es parte de las condiciones para mantener el precario superavit comercial. Esto cuando la desocupación dio un salto del 30% en el país. La suba de las tasas de interés en pesos, para desincentivar el ahorro en dólares, anularía el margen para una reactivación productiva -y agrandaría la ganancia de los bancos privados que hacen su agosto con la tasa del 38% de las Leliq.
 Estas contradicciones conducen a un único lugar: la devaluación, que el gobierno pretende evitar. El supercepo cierra la ventanilla a cuatro quintos de los compradores de dólares -entre ellos a los trabajadores cuyas patronales solicitaron el ATP-, pero en agosto las divisas que se fueron por esa vía fueron exactamente equivalentes a las que se fugaron por el pago de intereses al FMI. El cuadro es crítico porque las reservas internacionales están cada vez más cerca de 0. La opción de ejecutar el swap chino genera resquemores en Washington.
 De esta manera nos acercamos al peor escenario, que es el de la maxidevaluación una vez que la caja del Central se encuentre en terreno negativo. Esto por supuesto que no afectaría a todos por igual. Por fuera de los beneficios extraordinarios que brindaría a los sojeros, las mineras y las petroleras, los inversores ya se preservan de los efectos de una depreciación del peso recurriendo a los contratos de dólares a futuro, que quintuplicaron su demanda la semana pasada. Para las familias trabajadoras será una confiscación en gran escala por vía inflacionaria -la cámara de las alimenticias acusas que al día de hoy los precios acumulan un atraso –por aumento de costos- del alimentación es del 20%. Es la punta del iceberg de cómo se preparan los capitalistas para descargar sobre los consumidores el encarecimiento del tipo de cambio.
 Las contradicciones mortales de la política del gobierno de Alberto Fernández la pagan los trabajadores. La misión del FMI que arribará al país en octubre será la ocasión para contraponer un programa antagónico, basado en el repudio de la deuda externa usuraria y la nacionalización de la banca y el comercia exterior bajo control obrero.

 Iván Hirsch

Se fue Quino, reconstructor en viñetas de un mundo roto


A mi viejo. 

 A sus 88 años, y a solo un día de que su creación más icónica, Mafalda, cumpliese 56, falleció el humorista gráfico Joaquín Salvador Lavado. 
 Digamos “Quino”, que así se lo conoció, estampado ese pseudónimo en una firma que más de uno podría reconstruir de memoria. 
 Tirando del ovillo de esa tira de la niña Mafalda, que salió por primera vez en la revista Primera Plana en 1964 y continuó hasta 1973, de sus memorables intercambios con su pandilla de icónicos amigos y su familia, podría seguirse el hilo de unos años de conmoción en la Argentina y el mundo. Son los tiempos de la beatlemanía, de la que mamarían las figuras del naciente rock nacional; del Cordobazo que en el ’69 signaría un alza del movimiento obrero y del retorno de Perón al gobierno que vendría a querer cerrar ese proceso; del Mayo Francés y las rebeliones contra la burocracia soviética. 
 Son, también, las horas de una nueva mirada sobre la infancia y la juventud, latentes en la vagancia escolar y el espíritu lúdico de Felipe, en las preguntas sobre la situación internacional con que Mafalda dejaba en orsai a sus padres. También en las que interrogaba a su mamá, Raquel, sobre “el movimiento por la liberación de la mujer”, solo para encontrársela fregando el piso, en una sucesión que en solo cuatro cuadros trazaba los desafíos planteados –aún hoy, y cuánto- a la mujer trabajadora. Son más preguntas que respuestas, a tono con la filiación progresista de Quino, que parecía buscar su lugar en un mundo que se radicalizaba. 
 Aunque habría, claro, más de una sentencia en las viñetas, que le granjearían no pocos problemas. ¿Quién que haya sufrido la represión del Estado olvidará, tras conocerlo, aquel cuadro en que Mafalda tomaba un bastón policial para asestar esa definición perenne: “¿Ven? Este es el palito de abollar ideologías”?. En una entrevista de 2004, Quino recordaría que en 1975, esas horas en que el accionar de la Triple A y el Operativo Independencia se establecían como antecedente de la dictadura, “uno de los servicios de inteligencia del Estado empapeló la ciudad con otro afiche en el que Manolito estaba junto al policía y replicaba: ‘Ves, Mafalda. Gracias a este palito podés ir tranquila al colegio’”. Ello tras señalar que la censura fue “algo con lo que conviví desde el mismo momento de comenzar a trabajar. En las primeras redacciones que recorrí me advirtieron prontamente que había temas, como el sexo, los militares y la represión, que no se podían tocar. Así uno aprende a autocensurarse y encuentra maneras de evitar el control: por ejemplo, la sopa —en el caso de Mafalda— era para mí una metáfora del autoritarismo militar”. 
 En 1976, con el golpe de Estado, el artista se exiliaría en Europa. Y años después, ante el fallido golpe a Alfonsín en 1987, realizaría un cuadro clamando “sí a la democracia”, la que sin embargo terminaría concediendo a los golpistas carapintadas –entre cuyas filas se encontraba Sergio Berni- la Ley de Obediencia Debida. En sus últimos años, sus declaraciones públicas oscilarían entre expresiones de simpatía por la monarquía española y otras por la Revolución Cubana, así como definiciones de sí mismo como “anticlerical”. En 2017, volvería a instalarse definitivamente en Argentina. 
 En todos estos años posteriores a Mafalda, el artista daría paso a una espectacular obra en viñetas, más ácida pero igual de humana, en que los dramas y las comedias de la incomprensión entre pares, del enredamiento del lenguaje, coexistían con representaciones de la opresión únicas, que lo revelaban como un brillante artífice del género, audaz constructor de imágenes. Son esos grandes espacios, de escalas inhumanas, en que jefes muy bien alimentados colocan exigencias absurdas a sus empleados. Es esa sucesión de cuadros, sin palabras, en que un político convence a su auditorio de una trama, solo para volver a su casa y pensar en otra. O aquella otra, también silente, en que una oveja camina junto a sus pares por una calle comercial, una sardina se apelotona con otras en un colectivo, un caballo corre el subte, una bestia intenta conseguir asiento, un chancho viaja triste en el tren, una vaca cansada camina por un paisaje suburbano y, finalmente, un niño sonriente le dice “hola papá” a un trabajador que llega exhausto a su hogar por la noche.
 Desde nuestras madres y padres, que crecieron junto a su obra, hasta la infancia que hoy sigue leyendo las páginas del Toda Mafalda, ya gastadas por nosotros en los ’90, lo despedimos con ese sueño de Felipe: “¿No sería hermoso el mundo si las bibliotecas fueran más importantes que los bancos?”. El día que eso suceda, de seguro estará Quino en sus estantes.

 Tomás Eps

Cinco millones de nuevos pobres, el resultado de la política “inclusiva” del gobierno nacional y popular


La cifra estará implícita en el anuncio que hará el Indec: los pobres en la Argentina ya superan los 20 millones. La orden de desalojo de la toma de tierras en Guernica está dictada con fecha del jueves a la hora de la salida del sol. Las miles de familias que se han visto obligadas a ocupar ese espacio son el reflejo de la miseria que avanza sobre las masas más empobrecidas del conurbano bonaerense. Los testimonios en el lugar dan cuenta de familias enteras que se han quedado sin trabajo a partir de la irrupción de la pandemia y de los términos e intereses de clase con los que el gobierno dispuso la cuarentena. 
 Horas antes, el miércoles por la tarde, el Indec dará a conocer los datos oficiales de pobreza que harán políticamente más compleja la decisión del gobierno provincial de Axel Kicillof de avanzar con un desalojo. Es que los pronósticos indican que el anuncio rondará el 40%.
 Se trata de una suba de 4,5 puntos con relación al 35,5% que se conoció en marzo y que daba cuenta de los datos del segundo semestre de 2019. Sin embargo, la cifra del 40%, que revela un crecimiento del número de pobres de algo más de dos millones, no pone de relieve la realidad. Es que su agregación semestral (se trata de un promedio) no solo no permitirá discriminar el impacto de los tres meses en los que la cuarentena golpeó de lleno sino que, por ese motivo, resulta una foto del pasado. 
 Estudios realizados por distintos especialistas dan cuenta de que, el promedio del segundo trimestre que va de abril a junio podrían llevar la pobreza hasta un 46%. Los análisis surgen de proyecciones realizadas sobre la base de los datos de inflación y distribución del ingreso realizados por el IPyPP conducido por el ahora oficialista Claudio Lozano y del economista Martín Rozada de la “ortodoxa” Universidad Torcuato Di Tella que cree que la cifra para ese trimestre podría ubicarse en un 43% pero con un margen de error de hasta el 45,1%. 
 Así las cosas, durante esos tres meses, la pobreza habría escalado del 34,6% (es el número en el que coinciden ambos estudios para el primer trimestre) hasta, digamos, un 45%. Esos 9,4 puntos equivalen a casi 5 millones de nuevos pobres que, a la luz de los datos económicos, podrían atribuirse a “la crisis generada por la pandemia”. Sin embargo, el derrumbe de la economía (acumula en el año un 12,6% de retroceso) fue claramente pagado por los trabajadores. El informe de distribución del ingreso del segundo trimestre de 2020 publicado días atrás da cuenta de que, durante la pandemia, se produjo un salto brutal en la regresividad del ingreso en la medida en que el diez por ciento más rico de la población se apropió de 25 veces de lo que percibió el 10 por ciento más pobre cuando, un año atrás, la relación era de “apenas” 20 veces. 
 Esa variable, claro, es resultado de la política económica adoptada. No se trata de una fatalidad ajena a las decisiones que hubiera adoptado el gobierno que se ufana de ser progresista y que debiera poder mostrar cifras diferentes. Es que, incluso, una caída de los ingresos de la población trabajadora en términos absolutos como resultado de una reducción general del producto podría traer como desenlace una mejora en la distribución del ingreso si la decisión fuera que el peso de la crisis caiga sobre la espalda de los capitalistas. Pero el gobierno, lo dicen los números, hizo precisamente lo contrario. 
 Más allá del congelamiento de las paritarias durante varios meses y el cierre de contados acuerdos por debajo de la inflación, la política de asistencia social del gobierno también resultó marcadamente limitada. 
 El IFE, de apenas $10 mil, fue otorgado tres veces durante los seis que lleva la cuarentena. Se trata de $5 mil mensuales por familia que apenas superan un cuarto de los $18.792 que necesita una familia para no caer en la indigencia. 
 A pesar del decreto antidespidos, se perdieron, sin que mediara reacción alguna por parte del ejecutivo, 300 mil empleos registrados y 1,4 millones de puestos de trabajo no registrados. El DNU hubiera sido una oportunidad para inducir a que esos trabajadores denunciaran ante las autoridades su situación laboral y de esa manera avanzar en una registración que, además, hubiera impactado en la recaudación de la Anses. Por otro lado, alrededor de un millón de cuentapropistas (algunos monotributistas con relación de dependencia encubierta) también quedaron sin empleo.
 Cuatro millones de personas se retiraron directamente del mercado laboral. Ese es el motivo por el cual el desempleo no llegó formalmente hasta el 29% y haya quedado fijado en un 13,1%.
 Un dato que sirve para ilustrar el alcance de la política del gobierno y dar cuenta de su responsabilidad en los ya 20,5 millones de argentinos que viven en hogares en situación de pobreza lo demuestra el alcance del proyecto oficialista de impuesto a la riqueza: los $16 mil millones que podrían recaudarse equivalen a exactamente la mitad de la transferencia de recursos que se produjo durante cada uno de los meses de la cuarentena entre el decil más rico y el más pobre de la población. Además, de ese total, la mitad se destinará a subsidiar a las patronales petroleras entre otras. 
 En el primer semestre de 2003, el porcentaje había llegado hasta el 54% para reducirse al 47% en el segundo semestre. En el pico, 19,4 millones de personas se encontraban en esa situación. El 45% de la actualidad equivale a 20, 25 millones. La cifra más alta en la historia del país. Así las cosas, el gobierno “nacional y popular de la inclusión social” ya ostenta el récord histórico en cantidad de personas pobres en la Argentina. 
 No es el resultado de la pandemia ni de la cuarentena sino de su orientación política y social capitalista.

 Alfonso V.

Corte Suprema: una ´usurpación´ institucional

Mientras en Guernica los trabajadores sin techo libran una lucha desesperada y firme por el derecho a la vivienda, la Argentina oficial discute y disputa por un fallo de la Corte Suprema por el destino laboral de tres jueces. Para las dos mil trescientas familias apiñadas en sus casillas no existe la menor inquietud de parte del ´Alto Tribunal´; peor, hay un juez que ha ordenado el desalojo desde la comodidad de un despacho o el arropamiento de una vivienda de, digamos, doscientos metros cuadrados. Dejamos fuera del contexto algo más prosaico – más de cuarenta millones de habitantes lidiando contra una pandemia, sin salarios ni jubilaciones mínimamente decentes, sin poder pagar luz, gas o alquiler, y probablemente sin poder renovar el barbijo de mala tela con que creen que aseguran un llamado distanciamiento social.
 La Corte ha decidido atender el reclamo de dos de esos jueces, que protestan por una decisión del Senado de trasladarlos de despacho, al cual llegaron por otra decisión, en ese caso de Macri, o sea del Poder Ejecutivo, cuando atendían en un lugar diferente. El Senado, como mayoría del FdT, obró como lo hizo porque se trata de jueces macristas que estaban encargados de juzgar a CFK y algunos compinches de ella, por acusaciones de corrupción, y para proteger a Macri y sus amigos de las operaciones financieras en paraísos fiscales, del negociado del Correo y, como se sabe ahora, de un espionaje interno contra todo el mundo – incluida su propia familia. La Corte ha decidido dirimir en esta disputa entre el clan de Los Abrojos, por un lado, y el clan de Calafate, por el otro. 
 La suspensión de esos traslados, por parte de la Corte, importa un principio de victoria para Los Abrojos, que ahora espera que esos jueces sean confirmados en el lugar que los puso Macri. El resultado lo fogoneó el presidente del Tribunal, Rosenkrantz, un defensor legal del grupo Clarín por un largo tiempo. Los cinco miembros de la Corte coincidieron en justificar este fallo excepcional, en que enfrentaban un tema de “gravedad institucional’ – lo cual quiere decir un peligro de usurpación del poder. Al desconocer, sin embargo, una decisión del Senado, que es una de las ramas electas por la ciudadanía del Poder Legislativo, la Corte comete la usurpación que asegura defender. La Corte es el único poder del Estado que no fue electo por la ciudadanía ni lo será nunca, porque es inamovible. 
 Los litigantes invocan, unos ´la defensa de la República´, los otros ´el estado de derecho o la soberanía del Legislativo´. El FdT denuncia una ´judicialización de la política´; JxC la ´intromisión política en el Poder Judicial´. Pavadas. Cuando hubo que reconocer la deuda externa que unos y otros contrajeron contra los mejores intereses nacionales, levantaron la mano por unanimidad. Cada uno con su método han atacado en forma feroz el sistema previsional. 
 La Corte, con independencia de la conciencia que tengan los integrantes de ello, quiere arbitrar un conflicto que la supera, porque detrás de la pelea de clanes hay un derrumbe de las relaciones sociales y económicas, por una parte, y otro derrumbe, incluso mayor, del régimen político para superarlas. Hay una lucha encarnizada de sectores económicos capitalistas entre sí. Hay un temor, en grado diferente, en la clase capitalista, a una rebelión popular. La Corte quiere arbitrar una crisis que la involucra, como lo demuestran los procesos judiciales que no acaban y terminan en absoluciones de hecho, la injerencia de los servicios en los tribunales, el dictado de prisiones previos a la condena por la presión de uno de los varios clanes en pugna. Cuando hasta el recuento de los fallecidos por el corona está mal hecho, cuando la tasa de contagios es incorrecta porque no hay testeos, cuando el personal de salud tiene que salir a protestar en medio de una pandemia; es obvio que el resorte que impulsa a la injerencia de la Corte es el desplome del mismo Estado. 
 La ´gravedad institucional´ en que se blinda la Corte para impugnar decisiones del Senado, constituye un principio de golpe de estado contra la soberanía de las instituciones electas, incluso cuando está integrada por camaleones que hoy son kirchneristas, pero hasta 2019 votaron 116 proyectos de leyes de Macri, o por Juan Ameri – denunciado por acosos y abusos. El Senado puede perfectamente desairar la resolución cortesana, defendiendo sus prerrogativas, o entrar en una parálisis intermitente e indefinida, bajo el acoso de recursos judiciales. Las grietas, que se agrietan de más en más, es la del conjunto del sistema político, que opera como la administración ejecutiva de la explotación de los trabajadores por el capital. En medio de caídas feroces del producto nacional y subas aún más feroces de la desocupación y la miseria social (que es mucho más que pobreza), los de arriba ya no pueden gobernar (y no de hoy) como lo venían haciendo.
 El fallo de la Corte como pre-golpista. 
 Los jueces y fiscales deben ser electos y revocados (como también el Congreso) por el pueblo. 
 La verdadera justicia se juega en Guernica. 
 Por un gobierno de trabajadores.

 Jorge Altamira 
 29/09/2020

Trump-Biden: el espectro de una “especie de guerra civil”

Las “revelaciones explosivas” de que el magnate Trump pagó menos impuestos en EE.UU. que cualquier trabajador tienen su contrapartida en las que insinúan que si Biden gana se revelará un halcón imperialista (en consonancia con su pasado en la materia). Una caracterización de conjunto de la campaña presidencial norteamericana debe partir del señalamiento de que ambas veredas de la ´grieta´ ante las presidenciales están de espaldas al proceso político central de las masas yankis. El levantamiento nacional que desató el asesinato policial de George Floyd y empalmó con el descontento popular frente a la crisis económica, la desocupación masiva y la desaprensión del capital frente al derrumbe de los servicios de salud ante la pandemia no tendrá salida ni con uno ni otro.
 Biden no ha explotado una sola de las banderas guerreras de Trump para atacarlas. Al contrario, se adapta. En la guerra comercial contra China Biden va incluso más lejos; en relación a la ´apretada´ de Trump contra Venezuela y Cuba, Biden ni siquiera amenazó con destituir al gusano que impuso el otro en el BID, contra la Unión Europea y sobre todo para alinear a América Latina detrás de EE.UU. contra los acuerdos comerciales con China. 
 En un reciente discurso de Biden en Michigan, en un estado lindante con Wisconsin, donde el justiciero blanco Kyle Rittenhouse mató a dos manifestantes de Black Lives Matter acaba de “emitir un anuncio de ley y orden al estilo de Richard Nixon atacando la ´ilegalidad´ y acusando a Trump de sembrar discordia” (The Guardian, 25/9).
 Biden y el partido demócrata no han salido a atacar los desfiles de las bandas armadas pro Trump que siembran el país de zozobra frente a los comicios del 3/11 y enfrentan las movilizaciones populares con métodos fascistas. Esto ha llevado a varios analistas de fuste del gran capital a la conclusión de que EE.UU. va camino a “una especie de guerra civil” (Tom Friedman de The New York Times a Hugo Alconada Mon de La Nación —27/9) como no conoció desde la guerra de Secesión. Otros analistas, contra la ilusión de que Biden podría abrir un curso de reactivación económica del tipo del New Deal han salido a recordar que, incluso esa salida considerada altamente improbable a la brevedad, no fue indolora entonces y menos lo será ahora: las bandas pro Trump del presente tienen su antecedente precisamente en tiempos del demócrata Roosevelt cuando la “gran depresión” de los años 30 —la versión idílica del New Deal que tantos ´izquierdistas´ hicieron suya es falsa hasta la médula (véase sin ir más lejos la serie “Damnation” en Netflix). “La voluntad de Trump de abrazar abiertamente el racismo, el chovinismo nacional, el antisemitismo y la misoginia prevalecientes en círculos de la clase dominante no solo es única en los tiempos modernos”. Trump —agrega Bryan D. Palmer (The Bullet, 28/9) actúa como un “emperador del lumpen proletariado”. 
 Aunque las encuentas siguen dándolo bien por detrás de Biden la apuesta de Trump es azuzar a su base derechista a favor de un virtual coup d´etat, torciendo la voluntad popular en los estados más disputados —recurriendo, como ya ocurrió otras veces en EE.UU., a que las legislaturas encargadas de sancionar los delegados al Colegio electoral violen el veredicto de las urnas (en particular birlando el voto por correo que este año será mayor que en otros comicios y suele retrasarse). 
 Este golpe de fuerza ya se está ejecutando ahora con motivo de la vacante que se acaba de producir en la Corte Suprema por el deceso de Ruth Ginsburg, una jurista liberal y pro-derechos, favorable al movimiento de la mujer. Trump pretende reemplazarla en un trámite expres antes del 3/11. Trump tiene decidido hacer lo que Trump le negó a Obama cuatro años atrás cuando ante otra vacante, igual que ahora Trump impuso que se designara tras los comicios. Entonces Trump hizo su primera designación ultra reaccionaria a la Corte. Ahora se apresta a la tercera, llevando su promesa electoral de 2016 de barrer definitivamente con el derecho al aborto y otros. 
 Trump pretende imponer ya una mayoría conservadora de 6 miembros contra 3 en la Corte, haciendo posible una reforma anti derechos que haría retroceder la legislación norteamericana a una situación como la que no existe hace más de 50 años, cuando la reacción nixoniana fue fuertemente golpeada. “Una mayoría de derecha de 6-3 potencialmente frenaría los derechos al aborto, anularía las leyes de control de armas y mantendría nuevas restricciones a los derechos de voto” (The Guardian, 27/9). Amy Coney Barrett, la candidata que acaba de designar Trump proviene, según diversas fuentes, de “una controvertida comunidad cristiana llamada People of Praise (Gente de Alabanza)” y construyó una carrera judicial a favor de toda desregulación ambiental al servicio de mineras y petroleras. 
 Todo esto garantizaría incluso un contra peso conservador y reaccionario muy fuerte en el caso que, a pesar de la cobardía de Biden, los comicios le dieran una victoria rotunda, lo que el propio Biden no quiere que ocurra. De ahí que la campaña de Biden y los demócratas contra esta ofensiva final de Trump brille por su ausencia. A la inversa, una Corte con una mayoría absoluta trumpeana podría terciar ante un comicio presidencial disputado, como ocurrió en la contienda del 2000, Bush-Al Gore. De modo que como afirma David Litt “el uso de los tribunales como arma por parte de Trump será su legado duradero” (íd., 23/9).
 Días atrás dos columnas de opinión en el mismo diario mostraron hasta qué punto el giro a la derecha de Trump y el partido republicano fue acompañado por los demócratas. “Toda la estrategia de campaña de Biden se basa en la suposición que Hillary Clinton perdió en el Colegio electoral en 2016 por no haber trabajado más a fondo sobre el tradicional electorado blanco demócrata (Hillary sacó casi 3 millones de votos más en el cómputo general -N.Mj.). Hay dos problemas con eso —dice Malaika Jabali—. Por un lado, ignora casi por completo a la clase trabajadora negra. Por otro, puede que ni siquiera sea cierto” (25/9). El verdadero retroceso, dice Jabali, consistió en la apatía de los negros: “la participación de votantes negros disminuyó en una tasa aún mayor, a un nivel sin precedentes en la historia registrada de Wisconsin (uno de los distritos más disputados -N.Mj.). Mientras que el 79% de los votantes negros participaron en las elecciones de 2012, solo el 47% votó en 2016, menos de la mitad …. la participación en Wisconsin revela que el 42% de los no votantes en los dos condados más poblados del estado se quedaron en casa principalmente porque no les agradaban los candidatos o no estaban interesados en ellos”.
 Biden “en lugar de tratar de ganarse a las casi 200.000 personas que se quedaron en casa en Wisconsin en 2016 (o cuyos votos fueron suprimidos), ha optado por centrar su campaña en unas 700 personas, algunas de las cuales quizás nunca hayan votado por un demócrata por presidente … En lugar de centrarse en esto Biden está promocionando el respaldo de Snyder (un ex gobernador republicano enfrentado a Trump —N.Mj.), cuya negligencia amenazó el bienestar de miles de residentes de(l condado de) Flint”. “El Partido Demócrata —sostiene Jabali— ha acogido este mensaje en un grado extraño y preocupante, a menudo desafiando a los republicanos que apenas son populares entre sus propios electores. La convención nacional demócrata, por ejemplo, presentó un cameo del ex gobernador (republicano) de Ohio, John Kasich. Sin embargo, Kasich obtuvo un apoyo promedio del 18% de los votantes republicanos en la carrera de 2016 … Biden confía en un número desconocido de republicanos descontentos …, en lugar de cientos de miles de demócratas descontentos” (ídem). 
 Que la clase obrera blanca dejó de votar por los demócratas es un prejuicio que desconoce la composición actual de la clase trabajadora: “ignora que más de la mitad de los hombres negros trabajaban en el sector manufacturero de Milwaukee, más del doble de trabajadores blancos, en el apogeo de la industria pesada de la ciudad. Ignora que la desindustrialización los lastimó más que a nadie. Ignora que los hogares negros y asiáticos de todo el país fueron los más afectados por la Gran Recesión (2008/9). Ignora que un cambio a trabajos de almacén temporal con salarios más bajos y el desempleo bajo el Covid-19 afectan de manera desproporcionada a los negros y latinos” (íd.). El partido demócrata no hace nada por ganar este voto. 
 Es lo que dice también Jaime Regalado, profesor de la Universidad Estatal de California, en Los Ángeles, el 23/9: “Los latinos han sufrido el coronavirus, la pérdida de su trabajo y su hogar, y más de cuatro años de ser atacados como grupo por Trump. Y como empleados en forma desproporcionada en industrias en las primeras líneas de Covid, han pagado un precio particularmente duro … muchos latinos podrían estar entusiasmados ante la perspectiva de un cambio de Trump”, pero Biden “ha ignorado principalmente a los votantes latinos … El Partido Republicano lo sabe. Donald Trump está cortejando activamente a los votantes latinos en Florida, Nevada e incluso en Minnesota, durante mucho tiempo un bastión de la política progresista, pero ahora en juego”. “Desde el comienzo de su campaña, Biden ha ignorado principalmente a los votantes latinos … El resultado es lo que los expertos han llamado el ´problema latino´ de Biden. Este tipo de brecha de entusiasmo puede ser extremadamente peligroso para un candidato …las campanas de alarma deberían sonar en la sede demócrata. Los estrategas demócratas han dicho que esperan mantener el voto latino pro-Trump por debajo del 30 por ciento. La campaña de Trump, sin embargo, apunta a obtener más del 40 por ciento” (íd).

 Norberto Malaj
 28/09/2020

martes, septiembre 29, 2020

Tailandia: se intensifica la lucha contra el régimen militar y monárquico


Tailandia continúa siendo uno de los centros nerviosos de la lucha de masas a nivel internacional. El proceso de movilizaciones que se desató contra el régimen militar y monárquico, gestado a partir de la disolución del “progresista” partido Anakot Mai (Nuevo Futuro) por parte del Tribunal Constitucional tailandés, adquirió rápidamente un carácter permanente que tendrá como medida más elevada la realización de una jornada de paro general convocada por el frente estudiantil para el día 14 del próximo mes. La medida empalmará con el aniversario del histórico levantamiento de medio millón de estudiantes y trabajadores que terminó con la dictadura del mariscal anticomunista Thanom Kittikachorn en el año 1973. 
 Bangkok viene siendo colmada con centenares de miles de manifestantes, originalmente estudiantes en su mayoría. Pero ahora, el rasgo distintivo es un mayor involucramiento de las masas trabajadoras, en particular provenientes de la misma capital e inclusive de provincias del norte y noreste del país, principalmente de la ciudad de Khon Kaen. Al igual que en todo el mundo, las contradicciones sociales en Tailandia se vieron agudizadas fruto del impacto de la pandemia de coronavirus. Los despidos generalizados y el atraso en el pago de pensiones han devenido en un vertiginoso acrecentamiento de la pobreza. 
 Por su parte, el gobierno militar ha ahondado la persecución contra la oposición política. Al menos 61 personas fueron acusadas de cometer diferentes delitos luego de participar en las movilizaciones, mientras que 28 líderes de distintas agrupaciones han sido culpados por “sedición”. 

 Contienda

 Estamos ante el florecimiento de una intervención popular que se encamina a un cuestionamiento general del régimen político. Todos los medios coinciden en que se trata de una ola de movilizaciones sin precedentes desde el golpe de Estado que en 2014 colocó al general Prayuth Chan-ochoa en el poder, elemento que junto al rey Maha Vajiralongkorn (Rama X) constituyen dos de los objetivos puestos en la mira de todo el movimiento de lucha. 
 Es elemental tener en cuenta aquí la creciente participación de la clase obrera, el campesinado y las tendencias políticas que anidan al interior de ellas. Como novedad del proceso actual, tenemos la reaparición de los “Camisas Rojas”, un movimiento ligado al ex primer ministro nacionalista -y magnate de los medios de comunicación- Thaksin Shinawatra conocido por haber desenvuelto manifestaciones que en 2010 llegaron a concretar un enfrentamiento armado con el Ejército tailandés del títere gobierno del Partido Demócrata, instalado precedentemente por la cúpula militar. Este movimiento se agrupa dentro del Frente Unido por la Democracia y Contra la Dictadura (FUNDD), también colocado bajo el pabellón político de Thaksin, y del que participaron sectores de la izquierda, incluso vestigios de lo que fue el Partido Comunista de Tailandia (PCT). La pata izquierda de los Camisas Rojas, contraria a la política proburguesa de la dirección de la FUNDD, se ha negado a conformar una organización alternativa basada en un programa de independencia de clase. 
 En 2011, luego de la victoria electoral de la hermana de Thaksin, Yingluck Shinawatra, el magnate y sus aliados estimularon un proceso de desmovilización de los Camisas Rojas, que sumado a la cooptación de los principales miembros del FUNDD terminó por adormecer la actividad política de aquellos. Esto se reflejó claramente en la inexistencia de una acción de lucha contra el golpe de 2014.

 Crisis capitalista y guerra comercial

 La economía tailandesa se halla en el peor momento desde el estallido de la crisis que en 1997 desencadenó la caída de los famosos “tigres asiáticos”. El cuadro recesivo al que ha ingresado el país del sudeste asiático está vinculado de igual forma a la caída del turismo, producto del cierre de fronteras y de la caída de las exportaciones y servicios. 
 En el tablero político internacional, Tailandia viene reforzando sus lazos con China, que es su principal socio económico por delante de Estados Unidos. La relación entre la vieja Siam y los yanquis se vio resentida tras el golpe de 2014 cuando estos últimos suspendieron la realización de ejercicios militares conjuntos, desgastando una sólida alianza militar cuyo origen se remonta al Pacto de Manila de 1954, y que luego fuera fortalecida en 2003 cuando Estados Unidos denominó a Tailandia como aliado mayor siendo un país que no integra la Otan. Empero, ambos países firmaron recientemente un nuevo tratado de defensa. 
 Con el gigante asiático los lazos que se vienen cocinando son de otro carácter. El mandamás chino Xi-Jinping y el premier tailandés han celebrado en julio de este año haber continuado con una serie de acuerdos comerciales que incluyen la edificación del proyecto ferroviario chino-tailandés, un emprendimiento que facultará el transporte de 30 millones de toneladas de productos y de 22 de millones de pasajeros comerciales. La tentativa china de incorporar las estrategias de desarrollo tecnológico de la industria tailandesa (“Tailandia 4.0” y el Corredor Económico Oriental) en la mentada “ruta de la seda” sumará conflictos al ya atribulado panorama de la guerra comercial. 
 Pero también hay acuerdos militares. En noviembre del pasado año China y Tailandia acordaron la entrega de más de 110 tanques y otros blindados, a fin de reemplazar los obsoletos tanques estadounidenses. 
 Tailandia parece hacer equilibrio entre chinos y norteamericanos.

 Tareas

 La estructura militar-monárquica representa un escollo para satisfacer las demandas más esenciales del movimiento de lucha. Será clave la jornada del 14 de octubre, que vale mencionar tiene entre sus objetivos el boicot al Banco de Siam, donde el monarca tiene el 23% de las acciones. Es necesario profundizar la lucha para barrer definitivamente con la monarquía y su gobierno y poner en pie una organización política propia de la clase obrera y del campesinado.

 Nazareno Kotzev

Armenia y Azerbaiyán: a qué responde esta guerra en el Cáucaso sur

El domingo 27 de setiembre se desataron intensos combates entre fuerzas armadas armenias y azeríes. La disputa histórica por el dominio del territorio de Nagorno Karabaj, con población en su mayoría de origen armenio, tomó enseguida alcances internacionales. 
 Los daños y víctimas en ambos bandos difieren en función de la guerra de propaganda. Los combates se dan al interior de ciudades y aldeas. Los últimos combates desarrollados en julio pasado dejaron el saldo de una veintena de muertos. Ahora es mucho peor.
 Azerbaiyán es una república de la disuelta ex URSS, manejada en forma despótica por un clan. Es rica en recursos como gas y petróleo del Mar Caspio. Por el enclave en disputa, Nagorno Kerayan, pasa uno de los gasoductos que llevan el combustible a Europa, a través de Georgia y Turquía hacia el Mar Mediterráneo. 
 El régimen islámico de Azerbaiyán cuenta con el apoyo abierto de Turquía. El gobierno de Endorgan pretende blindar a Turquía en el norte de Irak, incluido la disputada provincia de Mosul, con una numerosa población turcómana, y de Siria. En ambos casos pretende liquidar la dominación de enclaves kurdos en esos dos países. En la misma línea actúa con relación a la población turcómana de los ex territorios soviéticos. 
En función de estos intereses es aliada de Irán, confrontando con Arabia Saudita y los países del golfo, así como con Israel y Egipto. Tiene con Rusia una relación de intereses cruzados, pues es una aliada petrolera de Putin, pero se encuentra enfrentada a Rusia en el norte de Siria y en la guerra en Libia – así como con Grecia y Chipre, lo que amenaza con una guerra en el Mediterráneo oriental por las reservas de petróleo. Algunos analistas advierten que todo esto podría ser fuego de artificio, porque al actual precio del barril del petróleo, esos yacimientos no son rentables. Rusia, aliado histórico de Armenia, ha vendido en los últimos años armas a ambos países, pesar de mantener una base con 5.000 soldados en Armenia y una tratado de defensa, al mismo tiempo que está aliada a Azerbaijan en un Acuerdo Estratégico Interestatal. 
 Todo indica que Erdogan ha tomado la iniciativa de impulsar estos enfrentamientos armados, pero cuando Turquía se encuentra formalmente en bancarrota, la lira devaluándose y los bancos exigiendo un acuerdo con el FMI. Es el país más cercano a Argentina en términos de derrumbe financiero a nivel mundial. Hay otras opiniones también, que atribuyen la responsabilidad a Putin, que querría sacarse de encima al gobierno de Armenia, que llegó luego de una rebelión popular victoriosa hace tres años, contra la elite pro-rusa. 

 Desenlace imprevisible 

La prensa internacional señala una escalada bélica. Apunta a que “El primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan anticipó que examina reconocer a Nagorno, y proceder a un referéndum en el enclave para unirse a Armenia. Sería un casus belli que el grupo de Minsk, mediador en este conflicto, integrado centralmente por Rusia, Francia y EE.UU., ha intentado hasta ahora impedir por sus consecuencias evidentes. Del mismo modo que ha trabado la pretensión de Turquía para ingresar a ese organismo para arbitrar sus propios intereses. Un conflicto de envergadura en la región fortalecería esa demanda de influencia de Ankara” (Clarín, 27/09). 
 Entre tanto, “El régimen islámico de Azerbaiyán, encabezado por Ilham Aliev, sucesor de su padre en la jefatura de Estado, a su vez, puede servirse de este conflicto para aminorar sus propios problemas domésticos, una sequía que agrava el descontento social, las críticas internacionales por las sospechas en torno a las recientes elecciones parlamentarias y el golpe de la baja del precio del crudo que reduce los ingresos del país. Pero ni un caso ni el otro explicarían la actual escalada” (Idem).

Elecciones en EE.UU. y guerra 

Según deja trascender la periodista de Clarín, “en su reciente y polémico libro, el ex asesor de seguridad nacional de EE.UU., John Bolton revela la profundidad de la relación entre el mandatario norteamericano [Donald Trump] y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, un vínculo iluminado de luces verdes. Todas las consecuencias tienen una causa” (ibídem). Pero lo mismo se puede decir de la ‘intimidad’ de Trump con Putin, al punto que el facho norteamericano ya ha dicho que pretenden levantar las sanciones a Rusia por su ocupación de la península de Crimea. Erdogan y Putin prefieren una victoria electoral de Trump. 
 Cuando se juntan todas las piezas del tablero de esta guerra, es decir, los acuerdos de los jeques del Golfo con el sionismo y eventualmente Arabia Saudita, y la fuerte instalación de EEUU en Egipto, se ve que están en marcha nuevas tentativas de reorganización en Medio Oriente, lo cual producirá nuevas guerras, siempre con la vista puesta en convertir a Rusia en una semicolonia del capital financiero internacional y la OTAN.

 Ricardo Méndez 
 29/09/2020

Un largo trueno que después retumba: 80° aniversario de la muerte de Walter Benjamin


La construcción de un punto de partida para una teoría materialista de la cultura, para volver a poner todo sobre sus pies.

Reseñar un nuevo aniversario de la muerte –el suicidio en Portbou el 26 de septiembre de 1940- del teórico alemán Walter Benjamin, a partir de las citas de sus libros, como un “montaje literario”, donde no haya nada que decir, “solo que mostrar”, podría ser un ejercicio de homenaje para recordar a un autor que ha sido objeto de los usos más diversos y contradictorios. El principal: el borrado de sus planteos más radicales.
 Al fin de cuentas, su proyecto inconcluso, ese que entrevió en la década del veinte y sobre el que volvería a mediados de los treinta una y otra vez, el Libro de los pasajes, iba a seguir ese “método” de ensamblado, “el arte de citar sin comillas hasta el máximo nivel”, como resultado de haber coleccionado “cualquier cita casual, cualquier mención pasajera de un libro”, como si se tratara de “levantar las grandes construcciones con los elementos constructivos más pequeños, confeccionados con un perfil neto y cortante” para descubrir “en el análisis del pequeño momento singular el cristal del acontecer total”. ¿Y cuál era ese “acontecer total”?
 El plan original apuntaba a iluminar la cultura del siglo XIX a través de los pasajes parisinos, pero luego –y las recomendaciones de Theodor Adorno y Max Horheimer para que estudiara El Capital habrían sido clave en la reformulación- se trataría de leer esa superestructura a través del prisma de “la determinación del carácter fetichista de la mercancía”. Así los panoramas, las exposiciones, los grandes almacenes se revelaban como “la alta escuela donde las masas, apartadas del consumo, aprendieron a compenetrarse con el valor de cambio: verlo todo, no tocar nada”, donde “los consumidores comienzan a sentirse como masa” y se acrecienta “el elemento circense y espectacular del comercio”. Una economía de mercado donde “empezamos a reconocer los monumentos de la burguesía como ruinas, antes incluso de que se hayan derrumbado”.
 En otras palabras, el Libro de los pasajes pretendió ser una continuidad del pensamiento de Marx, un pasaje de la anatomía del capital a la de la cultura no en términos de reflejo -una teoría a la que consideraba ya superada- sino de correspondencia o expresión: “Marx expone el entramado causal entre la economía y la cultura. Aquí se trata del entramado expresivo. No se trata de exponer la génesis económica de la cultura, sino la expresión de la economía en su cultura”. 
 En definitiva, construyó el punto de partida para una teoría materialista de la cultura para volver a poner todo sobre sus pies: “La barbarie se esconde en el concepto mismo de cultura”, porque se concibe “como un tesoro de valores que, si bien no son independientes del proceso productivo del que surgieron, lo son respecto de aquel en el que perduran. Sirven así a la apoteosis de este último, por bárbaro que pueda ser”. O en otro pasaje: “La autonomía del arte tiene su origen en el encubrimiento del trabajo”. 
 Como imágenes fractales –Benjamin hablaba de “imágenes dialécticas en reposo”, de “campos de fuerza”-, las citas y comentarios del Libro de los pasajes también encienden sus ensayos previos (sobre el surrealismo, sobre el artista como productor, sobre la obra de arte) o póstumos, como Tesis sobre la filosofía de la historia. 
 La misión de “pasar el cepillo a contrapelo”al pasado –el del siglo XVIII en el drama barroco o el del siglo XIX en Libro de los pasajes– no busca arrojar luz sobre el presente (ni a la inversa) sino a recuperar la imagen donde “lo que ha sido se une como un relámpago al ahora en una constelación”. La historia es “el objeto de una construcción” donde “ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo, si este vence”. Pero incluso en aquel “instante de peligro”, condicionado por la catástrofe, también escribió que “El sujeto del conocimiento histórico es la misma clase oprimida que combate”. Será, entonces, la clase obrera la que puede hacer saltar “el continuum de la historia en el instante de su acción”, la que puede introducir “un nuevo calendario”.

 Santiago Gándara

 Salvo las citas del último párrafo, las restantes pertenecen a Libro de los pasajes (Akal, 2005).

Larisa Shepitko, una cineasta a contramano de la propaganda estalinista


Parte de una ola de mujeres que conmovieron el cine de los '60, la ucraniana debutó en 1963 con "Calor", un magistral film sobre el conflicto generacional y la crudeza de la vida en el campo soviético.
 Larisa Shepitko estuvo entre las primeras mujeres del cine soviético que conquistaron su sitio en el detrás de cámara. Aun así, «Znoy» (a.k.a. «Calor»), su ópera prima de 1963, fue desoída por la visión unidimensional del realismo socialista, la doctrina impuesta por la burocracia estalinista para el arte. 
Los ecos de la época resuenan, sí, en su obra, pero al arte de esta creadora -cuya biografía truncó tempranamente un fatal accidente automovilístico- no lo subyugaron las premisas de turno. 
 Tratándose del llamado séptimo arte, nunca es vicioso el repaso de rupturas y sus consecuencias; el antes y el después ubicados a ambos lados del corte desmienten la apariencia de un desarrollo rectilíneo, a resguardo de pujas y conflictos. Para ejemplificarlo: se debió aguardar a que el intrépido esplendor de la británica Ida Lupino (quien en un mismo año -1953- se desquitó con dos títulos imborrables que apuntalaron la importancia que adquiriría su filmografía: The Hitch-Hicker y El bígamo) trastocase el brillo compacto de Hollywood, para que figurase en la dirección de un largometraje ficcional, sin pasar inadvertido, el nombre de una mujer -demasiado lejos y borrosas se encontraban las piezas fílmicas de tanteo e indagación primaria que hizo la francesa Alice Guy. 
 Y es también en ese hiato que se empezó a demarcar donde, casi una década más tarde, puede posicionarse a la realizadora belga Agnès Varda galvanizando, con su aclamada Cleo de 5 a 7 de 1961, la fábrica de experimentación conocida como Nouvelle Vague. Y así, desperdigadas por puntos disímiles de la superficie del globo terráqueo, aparecieron obras que hasta hoy evidencian una tremenda vitalidad disruptiva. Tal es el caso del documental iraní La casa es negra (1963) de Forugh Farrokhzad, que dio cuenta, valiéndose de un tono desgarradoramente poético y con una duración ceñida a rigurosos veintidós minutos, de qué manera transcurría la realidad cotidiana en el interior de un lazareto; y de Sedmikrásky (a.k.a. Las margaritas), el golpe inaugural de inusitada maestría que Věra Chytilová asestó, en 1966, desde la entonces Checoslovaquia, y a partir del cual se produjo la largada de su prolífico recorrido en la producción cinematográfica. Asimismo, en 1968 se estrenó la película debut de la cineasta húngara Márta Mészáros, donde discurre por una temática en la que a posteriori volverá a ahondar: la orfandad. 
 Con ciertos lazos comunes que la vinculan a las dos últimas creadoras citadas (y terciando la referencia a Yuliya Solntseva, continuadora de la labor de trasladar a la pantalla grande los guiones que Aleksandr Dovzhenko legó a su muerte), proporcionados por un estado de cosas geográfico-político y una coyuntura histórica de la que ningún quehacer cultural tenía permitido abstraerse, se sitúan Larisa Shepitko (1938 – 1979) y su ópera prima de 1963 intitulada Znoy («Calor»).
 Desde su concepción como proyecto, Znoy fue prodigiosamente atípica. Se trata nada menos que el trabajo práctico final con el que Larisa Shepitko se recibió en el Instituto Pansoviético de Cinematografía, cuando la novel directora, oriunda de Ucrania, no superaba el cuarto de siglo. Concretarlo la obligó a emplazar el rodaje en un árido valle de Kirguizistán, obedeciendo a uno de los rasgos que más se acentúa en el relato del que extrajo el núcleo argumental para su propia película (un texto de Chinguiz Aitmátov, escritor consagrado de ese mismo país centroasiático): la imposibilidad -planos de una amplia profundidad de campo la corroboran- de no reconocerle al severo paisaje de la estepa el papel protagónico que desempeña. 
 Sin embargo, el nudo dramático se dirimirá entre dos generaciones; o entre el desencanto de una de ellas y el anhelo recién nacido de la otra. (Conversaciones tangenciales colaboran a inferir en qué período de la Unión Soviética se desenvuelve la trama. Que se confiese como un recuerdo añorado el haber comandado una tropa de combatientes señala que corren los tiempos de la posguerra. ¿Y ya se libró, además, la competencia por conquistar el espacio intergaláctico?: se transmite el rumor de que a los pies de las montañas se erigen las plataformas de despegue de los cosmonautas). 
Kemel es un joven egresado de la educación formal, a quien se ha aprovisionado, junto a conocimientos técnicos, de la entusiasta meta del progreso y, por lo tanto, de la convicción de no arredrar ante las rudas tareas que ella exige. De ahí que, bajo los dictados del Komsomol, haya preferido sacrificar el descanso estival e integrarse a las faenas de un koljós (una granja colectiva), que sólo reúne a cinco personas hasta su llegada a dicho confín -que, según insinúa uno de los personajes, obviaron las líneas del tendido eléctrico. Abakir, por el contrario, se mostrará como alguien empujado a sobrellevar una cerrada incredulidad. El tractorista que otrora cumplió con la disciplina estajanovista, dueño de un apellido -Dzuraev- que el aparato de propaganda convirtió en sinónimo de entrega inagotable, y cuyas ilusiones, igual de secas que las hectáreas de tierra que labra, el presente cubre de polvo (Larisa Shepitko no ahorró crudeza al retratarlo: diversos tramos del film patentizan los modos brutales que ejerce contra Kalipa, una abnegada compañera). Kemel aspira a maniobrar un remolcador pero Abakir le impone el rol de aguatero, lo que refuerza aún más la mutua antipatía. A través de este enfrentamiento sordo que se desata, y que a lo largo del metraje exhibirá momentos de choque rabioso, Larisa Shepitko transparentó el doloroso diálogo al que renunciaban los repetidos ciclos de frustración a causa de la estratagema oficial de huir hacia adelante. La metáfora se revela estremecedora: poco ayuda que voluntades impostadas rieguen una cosecha que se sabe estéril de antemano, y tal falta de esperanza se paga -sugiere la escena que se funde a negro para que irrumpa la palabra «fin»- con el ostracismo.
 Znoy arrostró las condiciones materiales que la rodearon hasta su culminación, pero el pantano ideológico alimentado durante el estalinismo obturó que tomase contacto con el público. El realismo socialista únicamente aprobaba las obras que suscribiesen los burdos preceptos que lo constituían. (Del cruento silencio que atenazó la vida artística soviética persiste el testimonio de otra mujer, también oriunda de Ucrania: la poeta acmeísta Anna Ajmátova. Acallada, soportando la censura que prohibía la publicación de sus libros, absorbió los atroces castigos que le infligió el régimen -encarcelamientos, deportaciones, ejecuciones sumarias- para confeccionar, de 1935 a 1940, con una estructura que imitó del canto litúrgico que acompañaba a la misa de difuntos, los versos elegiacos que agrupó en Réquiem.)
 Algo que Larisa Shepitko, se deduce, no ignoraba en absoluto. Lo demuestra un pasaje memorable, casi digresivo, sumido en una vaga atmósfera de sueño. Kemel deambula hasta cruzarse con una flota de camiones que efectúa actividades de prospección -el chófer que lo acoge en su cabina habla de la próxima instalación de una represa (¡la insistencia del elemento agua!)-, registradas mediante angulaciones vertiginosas de la cámara que remiten a Dziga Vértov. En pleno trajín, sin que se apaguen los motores o se reduzca la velocidad, asomándose a las ventanillas, Kemel y el resto de los copilotos inician un gesticuloso intercambio de gritos que resultan tapados por la monótona e intermitente música extradiegética. Contundente: un manto de sonidos ajenos se tiende encima de las imágenes y enmudece a aquellas bocas. Pero, ¿qué buscaban decir(se)?

 Gastón Rama

Alarmante radiografía de la pobreza y desocupación

A pesar del decreto en el inicio de la cuarentena (329/29) de Alberto Fernández prohibiendo el despido en concordancia con las cúpulas sindicales, el desempleo aumentó en el segundo trimestre, arribando a la tasa de desocupación más alta desde el 2004. Perdieron el empleo más de 3,6 millones de trabajadores cuentapropistas, trabajadores en relación de dependencia, en su gran mayoría informales y pequeños productores y comerciantes (Clarín, 19/9). En este contexto la desocupación pasó del 10,4% al 13,1%. La actividad económica disminuyó un 19%.
 La población activa (ocupados y desocupados que buscan trabajo), cayó de casi 20 millones a poco más de 16 millones, lo que agudiza el sub-registro de desempleo. Esto es así porque casi 4 millones de personas que en el primer trimestre estaban ocupados o buscando trabajo, no buscaron o no pudieron buscar en el trimestre siguiente (Clarín, 23/9). Por lo tanto, la tasa de actividad bajó del 47,1% al 38,4%. Esto explica que el número de desocupados haya crecido apenas en 60.000 personas, hasta llegar a 2,1 millón de personas (Clarín, 23/9). Los trabajadores que más sufrieron la desocupación por el impacto de la pandemia fueron los de construcción, restaurantes, hoteles, y personal doméstico (Clarín, 24/9). 
 Según el gremio de trabajadoras de casas particulares (UTDA), que engloba a 1,5 millones de empleadas de casas particulares, “el 18,5% unas 277.000 fueron cesanteadas a través de renuncias concertadas a cambio de una contraprestación económica, muchas veces equivalente –e incluso inferior- a la deuda salarial acumulada durante la cuarentena” (Clarín, 19/9). 
 Las empresas privadas despidieron y suspendieron con baja del salario a trabajadores a lo largo y ancho de todo el país. Las suspensiones se concretaron bajo el esquema acordado entre la CGT y la UIA que permite a las empresas suspender a sus trabajadores con el aval de sus sindicatos con una rebaja de hasta el 25% de la remuneración aplicando el artículo 223 bis de la Ley de Contrato de Trabajo (Clarín, 04/7). El Ministerio de Trabajo registró en abril 228.400 trabajadores menos que en marzo y 364.000 menos que en igual mes del de 2019. También reveló hace algunas semanas que sólo el 19% de los trabajadores cerró un acuerdo salarial en lo que va del 2020. Las cifras oficiales convalidaron que los aumentos de sueldo ofrecen su peor registro en años (BAE, 20/9).
 En el Conurbano bonaerense el número de ocupados pasó de 5.046.000, a 3.787.000 en el 2° trimestre.
 En CABA de 1.561.000 ocupados bajó a 1.246.000. Todos estos datos nos llevan a comprender el aumento en la pobreza sumando nuevos pobres e indigentes en los que va del año especialmente durante la Pandemia. La pobreza en el 1° trimestre de este año fue del 34,6%. Según INDEC, en el 2° trimestre la pobreza saltó al 46%: son casi 21millones de personas en todo el país (Clarín, 24/9). Agustín Salvia, del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, estimó que en el 2° semestre superará el 47%. 
 El salario promedio de los que trabajaban cayó un 16% en términos reales en la comparación anual, el 10% más pobre vio descender sus ingresos un 28,7% y el 10% más rico de la población mucho menos, una caída de 11,9% (Clarín, 24/9). Aumentó -también según el INDEC- la brecha de ingresos entre pobres y ricos.
 El IFE (de 8.857.063 personas), que representan 18,5% de la población, abarca el 44% de los 20,1 millones de población económicamente activa (PEA). Estos míseros ingresos no alcanzaron a compensar la caída de los ingresos por la pérdida del empleo, y aumentó en 2,5 millones la población que no tuvo ingresos, ni laborables ni ayudas del Estado. La desigualdad creció y el coeficiente de Gini subió del 0,434 al 0,451 entre los 2 segundos trimestres de 2019 y 2020 (Clarín, 24/9). Refiriendo la pobreza a la Ciudad de Buenos Aires, 1 de cada 3 porteños es pobre según datos oficiales de la Ciudad. En el 2° trimestre la pobreza aumentó a 33,6% y creció la cantidad de hogares sin ningún ingreso, aumentando en un año 11.5% (Clarín, 16/9). La indigencia tuvo un salto mayor: del 6,2% un año atrás al 15,7% en el 2° trimestre del 2020. Son 480.000 personas que no cubren la canasta básica de alimentos. 
 El Informe Oficial dice: “en la comparación interanual caen en la pobreza 119.000 hogares y 353.000 personas. En particular pasan a la indigencia unos 93.000 hogares y 292.000 personas”. Cabe destacar que los hogares encabezados por las mujeres la incidencia de pobreza es de 37, 8% mientras en aquéllos en que son los varones representan el 29,9%, los que tienen niños menores de 14 años (43,7%), y los que tienen a su jefe desocupado se triplica la incidencia total (Clarín, 16/9). 
 En la población infantil, afectada en un 50% por la falta de recursos básicos en sus hogares (vivienda, alimentación, acceso a la salud, escolaridad), se observa la carencia de vacunas y controles de salud, seguridad alimentaria, periodicidad en la conectividad en los niños escolarizados (UCA, “Las Infancias en tiempo de cuarentena, informe en el área metropolitana de Bs.As.”, mayo del 2020).
 En mayo se postergaron las vacunas del 22,2% de los niños, y el 44% de los controles de salud. Dentro de estos grupos los niños más pobres no recibieron estos cuidados en mayor medida, pero también los niños de clases medias no fueron asistidos ni controlados. La inseguridad alimentaria severa, que afecta especialmente a los niños, se incrementó. La continuidad educativa sin los recursos necesarios para desarrollarla, con carencia de recursos de conectividad, profundiza las desigualdades preexistentes. 
 La crisis capitalista se lleva puesto este gobierno cuyo programa de inicio fue rescatar la deuda y empresarios. La Pandemia agudiza la crisis, las masas trabajadoras resisten, con paros, tomas de tierras, protestas en las calles de todo el país. 

 Silvia Carranza 
 28/09/2020

La admisión de 3.500 nuevas muertes por Covid en Buenos Aires revela la fragilidad del sistema


Es necesaria la centralización del sistema de salud para enfrentar la pandemia. 

 El gobierno de la provincia de Buenos Aires anunció el pasado viernes un “reajuste” en la cifra total de datos por fallecidos por Covid-19, reconociendo unas 3.523 nuevas víctimas fatales y llevando a la provincia a unas 12.668, al día de hoy. 
 La anunciada “recategorización de datos” es el resultado de integrar tres registros paralelos de información: el Sistema Integrado de Información Sanitaria (Sisa), el Sistema de Gestión de Camas (Sigec) y el Registro de las Personas (RPP). Hasta ahora, la Provincia solo tenía en cuenta las cifras reunidas por el Sisa. 
 El desfasaje de los números es atribuido a varias razones, todas las que contribuyen a pensar que la cuestión subyacente es la falta de un verdadero sistema centralizado de salud que establezca un seguimiento riguroso de los datos. Lo que tenemos hasta ahora sería una especie de puzzle sanitario, donde se mezcla el falseo de la información de origen con una sobreexplotación del personal sanitario. 
 Resulta que el 60% de los datos que ahora se han actualizado proviene del sector privado, mientras que el 40% restante es del sector público con primacía en los desfinanciados hospitales municipales (59% del público). 
 Uno de los problemas más frecuentes es que las clínicas privadas no actualizan “a tiempo” la información de los casos que fueron confirmados por Covid post mortem. La actualización de los datos depende de los prestadores médicos (clínicas, consultorios, hospitales), según los parámetros que establece el Estado a través de su regulación, pero con escaso control.
 Si bien las clínicas y los centros de salud tienen la obligación de cargar los datos en las 12 horas de conocido el descenso, esto nunca ocurre. Una de las razones es que la tarea recae en los mismos profesionales médicos que se encuentran saturados por la emergencia sanitaria. La “falla” estadística sería, en el mejor de los casos, resultado de la precarización laboral de los trabajadores de la salud. 

 No aclaren que oscurecen 

El dato importante es que el reconocimiento de la provincia de Buenos Aires ha servido para echar luz sobre el desbarajuste del sistema sanitario nacional. Es que si el resto de las provincias intentaran imitar el cruzamiento de datos realizado en Buenos Aires esto resultaría en una vana tarea, ya que carecen de los registros necesarios para tal fin. 
 Los funcionarios reconocen entonces que la cifra de muertes en todo el país podría ser ostensiblemente superior pero que nunca lo sabremos. El interrogante entonces es ¿cómo piensa actuar un gobierno que procede a ciegas? 
 La actualización de datos de la provincia ha hecho saltar los números de fallecidos por Covid por arriba de los 18.000 casos, llevando a la Argentina al puesto n° 13 en la cantidad de muertes, superado a Sudáfrica y pisándole los talones a Rusia. En cantidad de contagios el país se ubica en el puesto n° 9. Estos números dan por tierras las alentadoras “filminas” del presidente Alberto Fernández y son quizás la razón de que en los últimos anuncios haya evitado el formato de conferencia de prensa.
 Estas estadísticas también han sido utilizadas por los medios patronales para atacar la “cuarentena”, calificandola de un paliativo sin resultados. Sin embargo, ocultan que la cuarentena “dura” fue saboteada por las patronales y el gobierno desde el día uno, convirtiendo a los lugares de trabajo en centros de circulación y distribución del virus en todo el país. 
 La actualización disruptiva de los datos es solo una manifestación de que el sistema sanitario no se encuentra preparado para enfrentar esta pandemia: por un lado pesa la precarización laboral y el lucro detrás del sector privado y por el otro la desfinanciación y el vaciamiento del sector público. La situación requiere de una centralización del conjunto del sistema sanitario (público, privado, obras sociales y universidades), por parte del Estado y bajo el control de especialistas y trabajadores, para poner todos los recursos sanitarios y la información detrás del combate contra la pandemia.

 Marcelo Mache

lunes, septiembre 28, 2020

Las alucinaciones de Vargas Llosa


Piñera condecora a Vargas Llosa.

 Según Vargas Llosa, los países pobres lo son porque eligieron serlo. En cambio otros pueblos, más lúcidos y trabajadores, optaron por la prosperidad y la consiguieron.
 En su artículo de este domingo 20 de septiembre de 2020 en El País de Madrid Mario Vargas Llosa vuelve a dar rienda suelta a una de sus frecuentes alucinaciones, y probablemente la más estrafalaria de todas. Según ella los países pobres lo son porque eligieron serlo. En cambio otros pueblos, más lúcidos y trabajadores, optaron por la prosperidad y la consiguieron. De ser cierta esta ocurrencia del narrador peruano produciría una revolución copernicana en la historia y las ciencias sociales, sumergiendo en una crisis terminal al pensamiento social de Occidente desde Platón hasta nuestros días. Pero aún el alumno más indolente de los primeros años de cualquier carrera de Sociología, Historia y Economía sabe que las cosas no son (ni fueron) así y que si la gran mayoría de los países del mundo están inmersos en la pobreza debe haber causas que expliquen lo que en el pensamiento del autor de Conversación en la Catedral no puede ser otra cosa que una imperdonable estupidez. La hipótesis de que miles de millones de personas de la población mundial prefieren vivir en la miseria, la desnutrición, la ignorancia y la enfermedad es absurda porque supone que todos ellos son víctimas de un incurable masoquismo que los impulsa a optar por el sufrimiento en vez del goce y el disfrute que vienen de la mano de la prosperidad.
 Los ejemplos a los que apela Vargas Llosa desnudan la intencionalidad política de su exabrupto: Venezuela eligió ser pobre y Alemania, en cambio, prefirió ser rica. Mientras aquella eligió el camino del socialismo los alemanes prefirieron al capitalismo. La descripción que hace del país sudamericano no sólo es incorrecta sino también inmoral. Venezuela, ni siquiera durante los años del boom petrolero, “progresaba a pasos de gigante” como fabula el novelista. En aquella dorada época las compañías norteamericanas saqueaban a voluntad el petróleo venezolano, destinando algunas migajas para corromper a la clase dirigente y a los operadores del Pacto de Punto Fijo, engatusar a las capas medias más acomodadas con las luces cegadoras del consumismo mientras dejaban al pueblo en total indefensión. Millones de personas no vieron a un médico en su vida hasta que Chávez llegó a Miraflores; millones de mujeres parieron tres y cuatro hijos en los rancheríos de Caracas y otras ciudades sin jamás haber visto a una ginecóloga o siquiera una enfermera. Cuatro millones de personas (sobre un total de 24) eran zombies civiles y políticos privados de todo derecho: carecían de documentos de identidad, vivían en calles sin nombres y casuchas sin número y la mayoría no sabía ni leer ni escribir. Todo esto ocurría en las épocas en las cuales según las afiebradas fantasías del escritor Venezuela prosperaba “a pasos de gigante.” Llegó Chávez y puso fin a tanta injusticia. 
 El “Caracazo” de 1989 es la prueba más elocuente -de las muchas que hay- para descalificar su aseveración. Y si en ese país hoy escasean los alimentos, medicamentos e insumos de todo tipo (para la industria, el transporte, etcétera) es a causa de las sanciones y la hostilidad permanente que Estados Unidos desató en contra de la Venezuela Bolivariana desde su nacimiento. Obviar ese dato no sólo invalida su descripción sino que constituye una inmoralidad de marca mayor. Vargas Llosa no puede ignorar que el bloqueo y las sanciones económicas concebidas para producir privaciones y sufrimientos –como lo propone un exasesor de Barack Obama en The Art of Sanctions– con el ánimo de provocar un levantamiento popular que ponga fin al gobierno de Nicolás Maduro son crímenes de lesa humanidad, políticas de exterminio, de aniquilación de una población. Son, en una palabra, genocidio.[i] Escamotear este dato convierte al tan galardonado escritor en un cómplice de esos crímenes, al igual que Luis Almagro y Michelle Bachelet, Mike Pompeo y Donald Trump, entre tantos otros. 
 Alemania, en cambio, optó por “la prosperidad, es decir, estimuló la empresa privada, la competencia y el ahorro, e integró su economía en los mercados mundiales.” El resultado: un formidable crecimiento económico. Sin embargo, los violentos incidentes que tuvieron lugar el 23 de Junio en Stuttgart desmienten la versión idílica, novelesca, del peruano. Según el diario Frankfurter Rundschau la tensión social que conmueve el subsuelo de la sociedad alemana tiene su génesis en el pasado, cuando millones de “Gastarbeiter“ (“trabajadores invitados”) llegaron a Alemania para laborar en sus fábricas. Pero, tal como lo indica su nombre, se suponía que los “invitados” en algún momento regresarían a sus lugares de origen, cosa que no ocurrió. Su radicación en el país que los había invitado con una intención claramente oportunística puso en cuestión la integración social de una sociedad que en poco más de una generación se convirtió en pluriétnica y multicultural y, encima de eso, más desigual. Esto se comprueba al observar que el índice Gini que mide la desigualdad económica alcanzó recientemente un valor de .295, el nivel más elevado desde 1989, cuando se produjo la reunificación de Alemania.[ii] Por otra parte, ¿cómo ignorar que las políticas del Banco Central Europeo y la Comisión Europea favorecieron descaradamente a Alemania, a costa de sumir en la crisis a otros países europeos, Grecia siendo apenas el caso más conocido? ¿O que el proyecto de la Unión Europea fue la astuta concreción del Deutschland uber alles (Alemania por encima de todo) como lo demuestra no sólo el Brexit sino el resentimiento de tantos países de la eurozona que se empobrecieron mientras Alemania se enriquecía?
 El remate del razonamiento de Vargas Llosa es que las dificultades para emular al modelo alemán radican en la corrupción que, “en el caso de América Latina … está tan profundamente arraigada en sus gobiernos, roban tanto sus ministros y funcionarios y el robar es una práctica tan extendida en casi todos los Estados, que es del todo imposible establecer una economía de mercado que funcione de verdad.” Otra generalización absurda que coloca en el mismo saco a todos los gobiernos de la región, incluyendo, en buena hora, al de sus amigos como Sebastián Piñera, Mauricio Macri e Iván Duque. Pero las cosas no son tan simples porque la corrupción es un cáncer ampliamente extendido en las economías capitalistas avanzadas, claro que bajo formas mucho más sutiles que las que imperan en algunos de nuestros países. Pero en ambos casos se trata de lo mismo. ¿O acaso la extensa red de “paraísos fiscales” –mejor sería llamarlas “guaridas fiscales”- en los países del capitalismo avanzado o sus ex posesiones coloniales no son sino la expresión más refinada de la corrupción inherente al capitalismo? Según la Tax Justice Network algunos de los “paraísos” favoritos de los grandes capitales son las Islas Vírgenes, Bermuda, Islas Caymán y Bahamas en el Caribe; Singapur y Hong-Kong en el Sudeste asiático y Holanda, Suiza y Luxemburgo en Europa. Allí se evaden impuestos, se lava dinero del narcotráfico, venta ilegal de armas y tráfico de órganos y personas y se montan toda clase de operaciones comerciales y financieras al margen de la ley. Al lado de esa corrupción en gran escala y que cuenta con el inequívoco apoyo de los gobiernos del mundo desarrollado la que hay en Latinoamérica y el Caribe, por imperdonable que sea, es un juego de niños.
 La pobreza y el atraso que abruman a Latinoamérica y el Caribe tienen, según Vargas Llosa, como su causa fundamental el visceral rechazo que la palabra “capitalismo” encuentra en estas latitudes. Aquí el novelista tropieza, una vez más, con “las duras réplicas de la historia”, como gustaba decir a Norberto Bobbio. ¿Cómo olvidar que bajo el yugo de las coronas de España y Portugal Nuestra América desempeñó un papel decisivo en el desarrollo del capitalismo global desde sus mismos orígenes. El oro y la plata de nuestros países, y más tarde minerales y diversos productos agrarios, nutrieron durante siglos la acumulación capitalista de los imperios coloniales y sus aliados europeos. Después de apostar durante quinientos años al capitalismo los resultados están a la vista. ¿Qué pretende Vargas Llosa: que sigamos trajinando durante otros cinco siglos por la misma ruta? No hay futuro para nuestros países dentro del capitalismo, que nos condena al subdesarrollo, la desigualdad, el racismo, el patriarcado y a una catástrofe ambiental, para colmo en una región del mundo en donde la presión sofocante del imperialismo norteamericano se ejerce con simpar intensidad. 
 Hay muy buenas razones por las cuales el capitalismo en buena parte del mundo, y no sólo en Latinoamérica, se ha convertido en una mala palabra. Ha creado un sistema que produjo monstruosas consecuencias: que el 1 % más opulento de la población mundial retenga tanta riqueza como el 99 % restante; o que los “2153 milmillonarios que hay en el mundo posean más riqueza que 4600 millones de personas (un 60% de la población mundial).”[iii] Si la palabrita que tanto le fascina, “capitalismo”, tiene mala prensa no es por un capricho de la izquierda y de quienes queremos un mundo mejor sino porque lo que el novelista califica como “una sensación de injusticia y desigualdad, de bribonería y egoísmo” es un dato duro, lacerante, de la realidad. No es ninguna “sensación”: el capitalismo es esencialmente injusto y la bribonería y el egoísmo están inscriptos, de modo inamovible, en su ADN. De paso, ya que estuvo en Alemania le cuento que su tan admirada Angela Merkel tiene que esmerarse un poco más para luchar contra el coronavirus, pese a que usted displicentemente afirma “que parece allí perfectamente controlado.” Le cuento: mirando las estadísticas al día de hoy, lunes 21 de septiembre, que en aquel país hay 124 muertos por COVID-19 por millón de habitantes, mientras que en las bloqueadas y salvajemente agredidas Cuba y Venezuela la cifra es de 10 y 19 respectivamente. Tan horrible no debe ser el socialismo para exhibir estos notables resultados, y tan bueno no debe ser el capitalismo para que las cifras del Chile de su amigo Piñera sea de 642 por millón de habitantes, las de Bolivia 651, Brasil 643 y su país de origen, Perú, un catastrófico 948, una masacre. ¡Ah!, me olvidaba. Dígale al primer ministro conservador Boris Johnson, heredero de las glorias de su tan ensalzada Margaret Thatcher, que le convendría pedirle algún consejo a Díaz Canel o Maduro para que le digan como hicieron para combatir al COVID-19 en sus países porque la tasa de mortalidad por millón de habitantes del Reino Unido (615) es un escándalo, al igual que la Donald Trump (616), todos sin tener que neutralizar los embates de bloqueos, sanciones económicas, invasiones y sabotajes. Las conclusiones son obvias. Y al hablar de corrupción no se olvide de su querido amigo, el rey emérito Juan Carlos I; sí, ese que le adjudicó un marquesado y años después huyó de España como un vulgar ladronzuelo. Yo que usted antes de hablar otra vez de la corrupción en Latinoamérica lo pensaría no una sino diez veces. 

 Atilio A. Boron | 22/09/2020 |

 Notas:
 [i] Cf. Richard Nephew, The Art of Sanctions. A view from the field (New York: Columbia University Press, 2018) 
[ii] https://www.iamexpat.de/expat-info/german-expat-news/income-inequality-germany-reaches-record-high
 [iii] https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/los-milmillonarios-del-mundo-poseen-mas-riqueza-que-4600-millones-de-personas

A 20 años de la Segunda Intifada

La segunda intifada o levantamiento de Al-Aqsa fue la mayor rebelión palestina contra la ocupación sionista de los ´territorios´ de Cisjordania y Gaza desde la Guerra de los Seis Días (1967) y desde la puesta en pie del estado de Israel, en 1948. Entonces, la solución de los ´dos estados´ de la ONU quedó reducida a papel mojado tras los acuerdos contra revolucionarios de la posguerra y, en particular, frente a la gran traición del mundo árabe al pueblo palestino. 
 La segunda intifada (guerra de las piedras en árabe) se produjo 13 años después de la primera cuando el pueblo palestino se levantó enfrentando a la dirección nacionalista de Al Fatah, de Arafat, firmante de los famosos ´acuerdos de Oslo´. Cientos de comités populares, fundamentalmente de jóvenes, en los principales pueblos, campos de refugiados y aldeas palestinas se pusieron en pie. Fue precisamente un levantamiento generalizado contra la frustración y la insatisfacción que provocaron esos acuerdos con los que el sionismo y la dirección traidora de Arafat, bajo los auspicios del imperialismo mundial y el stalinismo, intentaron cerrar el conflicto más lacerante de todo Medio Oriente en la posguerra.
 La segunda intifada tuvo un alcance más vasto aún que la primera y hay que remontarse a la gran huelga general palestina de 1936-8, bajo el mandato británico de Palestina, para encontrar un alzamiento revolucionario de este alcance y cuya derrota pavimentó el camino de la Nakva (1948/9), cuando los sionistas emprendieron la expulsión masiva de casi 800 mil palestinos residentes del territorio donde se asentará el estado colono de Israel. Esta intifada fue enfrentada a sangre y fuego por el sionismo y solo tras “más de cuatro años letales” —recuerda el periodista israelí Guideon Levy— “el feroz levantamiento fue sofocado” por las tropas sionistas (Haaretz, 26/9). Se abrió entonces el período más criminal de dominio de la derecha sionista y guerrera, con Ariel Sharon a la cabeza —el mismo carnicero de las masacres de Chabra y Shatila en el Líbano— “cuya visita al Monte del Templo había desencadenado todo, fue elegido primer ministro de Israel el 6 de febrero” de 2001 (ídem). Desde entonces el monopolio político del Likud y Netanyahu se ha mantenido incólume. 
 Guideon Levy recuerda: “Israel lanzó su represión del levantamiento disparando a niños en la cabeza en el Monte del Templo: Ala Badran, de 12 años, perdió un ojo; Mohammed Joda, de 13 años, agonizaba en la sala de cuidados intensivos del Hospital Makassed en Jerusalén Este; y Majdi Maslamani, de 15 años, ya estaba muerto y enterrado en el cementerio del barrio de Beit Hanina en Jerusalén. Aproximadamente diez días después del inicio de la intifada, ya habían muerto 14 niños palestinos … ´Antes de esta intifada estábamos oprimidos´ —recuerda Levy— nos dijo uno de los hombres (palestinos) armados (con hondas). ´Ahora nuestro ánimo se ha elevado. Pensaron que podrían destruir nuestro sueño. Sacar a los palestinos de la historia. Pero la intifada ha devuelto nuestro sueño. Será difícil volver a lo que había antes. [Yasser] Arafat y [Ehud] Barak no podrán volver a mantener conversaciones. ¿De qué hablarán? Oslo se acabó´” recuerda ahora. 
 “Y luego comenzaron los asesinatos selectivos. El estudiante y activista de la Jihad Islámica Anwar Himran salió de la universidad en Nablus después de tomar un examen, libros en mano, su esposa a su lado, y esperaba un taxi. Veinte disparos de francotiradores de las FDI lo derribaron desde un rango de 300 metros, desde lo alto del monte Gerizim. Un buen número de transeúntes murieron en el curso de los asesinatos. En diciembre, un total de 250 palestinos ya habían muerto en incidentes de este tipo y en otras circunstancias… El campo de refugiados de Al-Fawar, al sur de Hebrón, estaba sitiado cuando uno de sus residentes, Samar al-Hodor, de 18 años, fue asesinado a tiros por soldados, pocas horas antes de su boda programada. Eso fue solo dos semanas después del comienzo de la intifada. Al-Hodor fue enterrado con el traje de boda que le habían comprado sus padres. El asedio impuesto al campamento remoto duró varios meses. Las carreteras de Cisjordania fueron bloqueadas gradualmente” (ídem). “´Dividieron Palestina, ahora cada aldea es un estado independiente´, nos dijo un empleado de la agencia de desarrollo de las Naciones Unidas en el campamento” (ídem). Recuerda hoy Levy: “En marzo de 2001 publicamos las fotografías de 66 niños palestinos que habían sido asesinados desde el estallido de la segunda intifada. En ese momento, Obai Daraj, un niño de 8 años que jugaba en casa cuando una bala perdida entró en su habitación, fue la última víctima. Posteriormente se le unieron muchas otras…”. 
 “La Intifada de Al-Aqsa fue el mayor levantamiento popular contra la ocupación. Pero veinte años después —dice Levy—, su situación es peor, más desesperada que antes del estallido de la Intifada de Al-Aqsa y más sombría que nunca. Solo en la Nakba, la calamidad de 1948, su situación fue aún más dura y desesperada” (ídem).
 Desde entonces los ´territorios´ ocupados se encuentran bajo el mayor asedio que jamás sufrieron, sometidos al cerco sionista y al riesgo que la pandemia haga estragos frente a sus escasos recursos sanitarios. A su vez, acorralados, por un lado, a la dominación de la Autoridad Palestina en la Cisjordania (la de los sucesores de Arafat), una policía palestina a imagen y semejanza de la judenrat de los campos de concentración nazis; y por el otro, en Gaza, al gobierno islamista de Hamas, rehén de los estados del golfo que acaban de hacer las paces con el sionismo.
 La causa palestina se replanteará más temprano que tarde en el marco del levantamiento general de los pueblos árabes y musulmanes de todo Medio Oriente que acabarán con la dominación imperialista de la región, en lucha por una Federación laica de Estados obreros y socialistas. Así se dará lugar a una Palestina unida, bajo dirección del pueblo árabe palestino con derechos para todas las otras minorías nacionales. 

Norberto Malaj 
 27/09/2020

Entre el «teta-gate», la «sarasa» de Guzmán, el supercepo y los índices de desocupación

Seguramente lo que quede en el recuerdo sobre esta semana sea el episodio del renunciante diputado Ameri, lo cierto es que este hecho oculta más de lo que muestra. Aunque debemos reconocer que puso en evidencia lo que los «escandalizados» diputados habían ocultado: que el sancionado tenía denuncias de abuso y así y todo lo recibieron con los brazos abiertos en las listas y luego en la Cámara. Lo que no se ha prestado atención suficiente es que en ese momento se discutía una nuevoataque al Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, o sea, los fondos de los trabajadores y jubilados, que solo el bloque del Frente de Izquierda rechazó. 
 El Congreso también fue noticia porque el ministro de Economía, Martín Guzmán, se ofreció para «sarasear» en la presentación del presupuesto 2021. El «sarasa-gate» sirvió para que el centro no se colocara en que el ministro presentó un dibujo (como lo son todos los presupuestos) en el cual lo que se destaca es que el gobierno va a un ajuste en regla. Lo que no es menor cuando en unos pocos días viene el FMI a supervisar y el «supercepo» decretado para impedir una quiebra formal del Banco Central, además de ser una confirmación del fracaso de la política oficial, ha acelerado la devaluación mientras sigue perdiendo dólares. En el editorial de esta semana, escrito por el compañero Néstor Pitrola, damos cuenta de las derivaciones políticas de los problemas que tiene el gobierno de AF en su pretensión de arbitrar en la crisis. 
 También el Congreso volvió a ocupar, mediáticamente, la atención porque se está debatiendo el llamado impuesto a la riqueza, el cual a medida (y las reuniones) que pasan los días se va deshilachando, como lo señala Pablo Heller en su artículo, todavía no está la versión final que pinta cada vez como más «inocua» desde el punto de vista tributario, quedando al desnudo que el propósito real no es recaudatorio sino político: aparecer como un equilibrista entre los que «más tienen» y los que menos. Difícil propósito para quien les garantizó prácticamente el 100% de la deuda a los fondos buitre, les paga intereses usurarios y se apresta a actuar con igual orientación en la negociaciones con el FMI; para quien les quitó la movilidad a los jubilados; para quien dejó pasar decenas de miles de despidos a pesar de que un decreto propio los prohibía. El gran dato de la semana fue sin dudas que las cifras del Indec, bien analizadas, establecen la desocupación en el país en cercana al 30%. 
 La orientación general del gobierno la ha sintetizado Sergio Berni, el intocable ministro de Seguridad bonaerense, en un homenaje a José Rucci a 47 años de su asesinato. Berni reivindicó, para el momento actual, la esencia del gobierno de Perón: el pacto social, y obviamente el papel de la burocracia, en un gobierno que parió nada menos que a la Triple A con sus crímenes, lo cual ha sido motivo de un artículo de nuestro compañero Nelson Marinelli. Y en esa orientación está el conjunto de la burocracia sindical que negocia con el gobierno poniendo como eje los fondos de las obras sociales, mientras entrega las paritarias como lo revelamos en crónicas de diversos gremios. 
 La semana pasada informamos sobre la conquista del Sutna, al calor de la lucha, esta semana debemos destacar las luchas en diversos gremios. Hubo paro de les trabajadores de la Anses, judiciales, así como preparativos de los Sutebas multicolores, en la UTA, etc. 
 Pero la disposición a la lucha empuja en todos los terrenos. Los jubilados autoconvocados han hecho una gran jornada nacional este miércoles 23. Las ocupaciones de tierra, ante el agravamiento de los cuestión de la vivienda (recomiendo leer el artículo de Cintia Frencia), continúan y los vecinos del predio ocupado en Guernica con su movilización (el lunes 21 marcharon hasta Plaza de Mayo) obligaron a postergar el desalojo. El gobierno de Kicillof está tratando de ganar tiempo para dividir a los ocupantes, que le están haciendo frente a esas maniobras fortaleciendo la ocupación. 
 Un punto aparte merecen los trabajadores de la salud que, a medida que la pandemia se agrava, con su lucha y reclamos salen a defender sus vidas y la del conjunto de la población. El lunes en el día de la sanidad hubo una jornada nacional de lucha, que en Buenos Aires Larreta no se privó de reprimir.
 Al momento de cerrar estas líneas está finalizando el Congreso Nacional de la Unión de Juventudes por el Socialismo, que tuvo este viernes 25 su sesión inaugural. Es un hecho auspicioso de la juventud que lucha y lo hace con un programa y una organización políticamente independiente del nacionalismo-burgués y de la oposición patronal. Es la juventud que está en la lucha contra la precarización laboral, por el trabajo, la educación, el derecho a la vivienda, a la ESI, al aborto legal seguro y gratuito (que este 28 tendrá una jornada internacional). Son los que están a la cabeza de la lucha por justicia para Facundo Castro y les víctimes del gatillo fácil, que reclaman el ¡Fuera Berni!
 Buen domingo.

 Eduardo Salas
 Editor de Prensa Obrera

“Bases AMBA”: otro episodio de espionaje estatal

El juez de Dolores, Alejo Ramos Padilla, ha ratificado el procesamiento de Pablo Gonzalo Pinamonti, encargado del área de Asesores de la Agencia Federal de Inteligencia (exSIDE) durante la gestión macrista, y ratificado la prisión preventiva del ex comisario Ricardo Oscar Bogoliuk, involucrado en las causas donde se investiga al ´freelancer´ de varias agencias de servicios, Marcelo D´Alessio, también a cargo de Padilla.
 El fallo establece el procesamiento en el marco de la investigación de las “bases AMBA” abiertas durante el 2017, a cargo de Pinamonti, en seis distritos del conurbano bonaerense -Haedo, Quilmes, Pilar, San Martín, La Matanza y Ezeiza- que vinieron a sumarse a “históricas” bases de la SIDE, instaladas en La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca. 
 Bajo la fachada de investigaciones contra el narcotráfico y otros delitos, la AFI desplegó esta red de centros de espionaje, dirigidos principalmente a investigar a organizaciones y referentes de distintas organizaciones sociales, gremiales y políticas, principalmente ligadas al kirchnerismo y a la izquierda -incluido el Partido Obrero-, pero también se hallaron imágenes de locales y militantes de Cambiemos. El espionaje abarcó a los familiares de los tripulantes del ARA San Juan en Mar del Plata, el submarino perdido durante la gestión Macri.

 Red 

 Esta red de espionaje desplegada en la provincia de Buenos Aires tuvo una corta vida. Funcionó principalmente durante los meses previos a las elecciones y de las movilizaciones multitudinarias por Santiago Maldonado, encontrándose datos que revelan un espionaje sistemático de julio a diciembre de 2017. Siendo el foco de atención los actos electorales y las movilizaciones por Maldonado, aunque puede encontrarse el seguimiento de otras actividades gremiales, principalmente vinculadas a los militantes espiados. Existió también la infiltración en distintas organizaciones sociales, detallándose en el informe el caso de Barrios de Pie. 
 La causa abierta por estas “bases del AMBA” responde a la investigación sobre el falso abogado D`Alessio, vinculándose como en el caso del ex comisario Bogoliuk, a efectivos en más de una causa por presunto espionaje, dando cuenta de un funcionamiento aceitado y de un “régimen de espías”. 
 El propio juez detalla que “lo que se pretende con estas acciones de inteligencia es conocer la extensión del reclamo en relación a la afectación de la imagen del gobierno nacional” (Página/12, 25/09).
 La estructura de espionaje vinculada a la AFI, que comienza por Pinamonti, rápidamente ha sido extendida primero con los responsables de cada base del conurbano, Pedro Oscar García, Alicia Nocquet, Andrés Maisano, Gustavo Emilio Carreiras y José Luis Fiorentino, a la cual debe incluirse Bogoliuk responsable de la base de Ezeiza. Así como “a dos ex Bonaerense Vicente Melito y Daniel Salcedo – ex perito de las hijas de Alberto Nisman – para hacerse cargo del Proyecto” (ídem). 
 Este entramado ha salpicado nuevamente a los ya cuestionados Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, cabezas de los servicios de inteligencia bajo el macrismo, ya implicados en la causa de los “Super Mario Bros”. 
 Ramos Padilla ha convocado a declarar a todos los implicados en esta red, aplicando la incautación del pasaporte y embargos por 10 millones pesos, a excepción de Arribas y Majdalani que deberán “aportar” 20 millones. 
 Un hecho innegable es la extensión de una amplia red de espionaje bajo el macrismo, que mediante diversos operativos y fallos pretendió ejercer un detallado control no solo sobre otras organizaciones sino incluso al interior de su propio gobierno, con acusaciones en tiempo real de María Eugenia Vidal y Cristian Ritondo sobre los operativos de las “bases AMBA”, también presentes en el expediente de Ramos Padilla. 
 El futuro de la camarilla macrista advierte un desfile aún mayor por los juzgados, ya sea de Dolores o Lomas de Zamora, cualquier avance en las causas puede generar una profundización de la crisis política. La guerra de carpetazos y espionaje describe el desmoronamiento de un régimen social, apoyado en la utilización de los servicios de inteligencia como principal medio de intervención, en un tránsito de los ´sótanos de la democracia´ a la ´democracia de los sótanos´. 

 Joaquín Antúnez 
 26/09/2020