La lucha de clases en Francia ha tomado un ritmo vertiginoso. Se caracteriza de más en más como un combate del movimiento obrero, de la juventud y de la población contra el gobierno de Emmanuel Macron. Las movilizaciones siguen siendo firmes y masivas; la represión se hace sentir fuertemente. Comienzan a cristalizar las tentativas de conciliación para ahogar la marcha de la huelga política: el dirigente de la CFDT, Laurent Berger, pide una mediación, al tiempo que la propia Intersindical anuncia una nueva jornada de movilización para el jueves 6 de abril. Macron afirma que no tiene nada que discutir con los sindicatos sobre la jubilación y días después la primer ministro anuncia que los va a recibir con agenda abierta.
Una semana ejemplar
El martes 28 fue la décima jornada de movilización llamada por la Intersindical. Reunió menos protagonistas que las anteriores pero de todas maneras marcharon un millón de personas distribuidas en toda Francia, con más jóvenes y la misma determinación que las jornadas anteriores. La movilización más aguerrida se había producido el jueves 23. Fue enorme y se prolongó durante la noche, con una dura represión. La burguesía encendió las luces amarillas sobre Macron. El esclarecido diario Le Monde titula el sábado: “Jubilación: Macron aislado, la mayoría inquieta”, esto es, la burguesía inquieta. Macron está jugando el rol autoritario que le asigna el bonapartismo de la 5a. República; el poder se encarna en un solo hombre, que decide sobre todo y que subordina todas las instituciones del Estado. Ahora se está viviendo en Francia la otra cara del bonapartismo: los oprimidos se rebelan, el régimen político se fisura y el antagonismo se concentra en el presidente; la clase dominante no logra salir del conflicto, si lo logra, sin costos más o menos graves.
La lucha obrera
La rebelión popular se concentra en la tentativa de aumentar la edad jubilatoria de 62 a 64 años y se exacerba cuando el proyecto de ley es aprobado el jueves 16 sin votación, gracias a un artificio antidemocrático de la Constitución bonapartista de 1958 -el artículo 49-3. Es notable que la reacción popular a la utilización de este subterfugio se haya dado en la misma noche del jueves, con una manifestación masiva en la Place de la Concorde, llamada por diversos agrupamientos sindicales y con una intervención notable de la juventud. La lucha social por la jubilación se conjuga con la rebelión contra el régimen político.El “Fuera Macron” resuena en las calles y plazas parisinas y de todas las ciudades y pueblos, con las movilizaciones convocadas por la Intersindical. Al tiempo que se extiende la agitación callejera del Fuera Macron, el movimiento de huelga no logra generalizarse. Tiene algunos puntos fuertes, como la huelga reconductible, en Energía, Puertos, los basureros de París, los ferroviarios y otros, pero son limitados. Con la sanción del 49-3, Francia entra en una crisis política y la clase obrera interviene masivamente en defensa de sus intereses, sin una expresión política independiente y sin un movimiento de huelga masivo. La jornada del jueves 23 es ejemplar en este sentido, con más de 2 millones de obreros y jóvenes en las calles contra el proyecto de jubilación y la utilización del 49-3.
La burguesía se pregunta: ¿qué camino seguir?
El gobierno pierde toda iniciativa política y se recuesta cada vez más en la represión y la policía, al tiempo que la burguesía desconfía cada vez más de la capacidad del pequeño Napoleón de salir airoso de la crisis. La humillación se hace patente con la anulación de la visita del rey Carlos III de Inglaterra, una venganza póstuma y actualizada de los sans culottes parisinos contra la City londoniana. El gobierno de Macron está en crisis. Es minoritario en el Congreso e incapaz de establecer acuerdos políticos sólidos con las otras fuerzas burguesas que le aseguran una mayoría. Renuncia a sus proyectos y sólo atina a presentarse como el “gobierno del orden”.
La clase burguesa, los empresarios y los turiferarios ya no creen en Macron, sus discursos, sus golpes de mentón, en su desprecio por todo lo popular, el pueblo, la multitud, las organizaciones sindicales y políticas. En un largo reportaje, el presidente de la entidad empresaria Medef apunta a que “las próximas reformas deberán apoyarse en un método diferente y ser más discutidas y negociadas previamente con las organizaciones sociales implicadas”. El diario burgués Le Figaro, algo así como La Nación en Argentina, presenta sus editoriales de estos últimos días con títulos tales como “El gran desbarajuste” y “En el Eliseo, el monarca republicano más sólo que nunca”. Para utilizar una fórmula muy útil para los revolucionarios: “los de arriba no pueden continuar gobernando como antes”. Se ha abierto una fisura por la que irrumpen la indignación y la actividad de las masas. La normalidad se ha desvanecido en el aire.
La conciliación se abre paso
Luego de la jornada del 23 de marzo, sus huelgas y sus enormes manifestaciones, el dirigente de la CFDT, pilar de la Intersindical y su polo conciliador, Laurent Berger, hizo por primera vez la proposición de una “pausa”, sin exigir el retiro inmediato del proyecto de ley sobre jubilaciones. Los dirigentes obreros conciliadores pasan a ser los protagonistas abiertos de una posible solución política; la intervención de la clase obrera y la juventud es masiva, con núcleos militantes y estructuras sindicales y políticas, con la ocupación callejera, con los piquetes, con los bloqueos, pero sin una organización revolucionaria centralizada, respetada y candidata a una dirección alternativa a la de la Intersindical. Esta Intersindical reúne a las ocho centrales obreras y de los cuadros medios con un pivote en el núcleo CFDT conciliadora y CGT, caución de izquierda.
Hasta ahora, este agrupamiento procedió en forma unitaria al llamado a las 10 movilizaciones, y esta unidad representaba su fuerza, con una posición ambigua sobre las huelgas -no las promovía ni las condenaba. Ahora se ha abierto una fisura notable con la proposición de “pausa” y de “mediación” de la CFDT. La respuesta de la CGT se acomodará a esta maniobra, bien que su Congreso, que se reúne en plena crisis desde el lunes 27 hasta el viernes 31 viene de sancionar por la izquierda a la dirección actual de Philippe Martinez, el otro pilar de la “unidad sindical”. Martinez no podrá continuar a jugar su rol con toda impunidad.
En todo caso, está presente la necesidad de exigir que la Intersindical continúe llamando a la movilización y la huelga, que los sindicatos y las centrales sean defensores de los intereses de la clase obrera y de sus movilizaciones inmediatas. Con esta orientación elemental de “lucha de clases” se puede agrupar a sindicatos y estructuras de la CGT, de FO, de Solidaires y de la FSU. La cuestión que está a la orden del día es tratar de asegurar la continuidad y extensión de las huelgas, lo que sólo puede ser decidido por los propios trabajadores. Hay que insistir en la propaganda y organización de asambleas de los trabajadores y de coordinadoras locales y regionales, que den mandato para la continuidad y extensión de la huelga y las movilizaciones.
El movimiento estudiantil renueva la práctica de agruparse en “coordinadoras”, locales y hasta nacionales. Es un formidable paso adelante que favorece la agitación política y la intervención militante. La lucha contra la represión, que se ha descargado el fin de semana contra una movilización ecologista, estará cada vez a la orden del día. El bonapartismo decadente va a apoyarse en los cuerpos represivos. Hay que afirmar y generalizar el Fuera Macron con la agitación callejera, la huelga, la movilización. El proletariado y la juventud de Francia están escribiendo una página histórica. La última palabra no está dicha. Hay que aprovechar la crisis burguesa con una intervención independiente de las masas. La construcción de un centro militante y un partido revolucionario puede dar un salto cualitativo.
Marcelo Gramar
París, 29 de mayo