viernes, septiembre 30, 2016

Rendimientos negativos, un nuevo eslabón de la crisis capitalista



Cuando se transita el noveno año desde la crisis de 2008, la política de rescate estatal hace agua y está creando las condiciones de una bancarrota aún mayor.
Una medida de ello es el desplome del Deutsche Bank. Las acciones del mayor banco alemán se han derrumbado en la Bolsa de Frankfurt un 6%, arrojando su cotización a sus mínimos históricos. El italiano Unicredit enfrenta un derrumbe similar y, de un modo general, la banca italiana está entre las cuerdas. Pero estos casos son solo la punta del iceberg: es toda la banca europea la que afronta su segunda crisis en menos de una década.
Uno de los factores que potencia la crisis bancaria es el fenómeno de los "rendimientos negativos” de los activos públicos, que ha ido creciendo a la sombra del salvataje implementado en las principales metrópolis capitalistas.

Fenómeno explosivo

Uno de los pilares de esta política ha sido la "flexibilización cuantitativa" (QE: Quantitative Easing), consistente en inyectar miles de millones de dólares en el sistema financiero. Esta política monetaria expansiva fue de la mano del descenso de la tasa de interés.
La apuesta fue que tasas más bajas estimularían al capital a invertir en la “economía real” (capital productivo). Esto, sin embargo, no sucedió. La inversión global está muy por debajo de donde estaba antes de 2008, y no hay indicios de recuperación. La reducción de la inversión provoca un descenso en la tasa de crecimiento de la productividad, mientras los fondos acumulados por las grandes corporaciones son canalizados hacia actividades especulativas -como la recompra de acciones y las fusiones. Las fusiones son, incluso, un mecanismo de “racionalización” (liquidación) de activos productivos, ante la sobreproducción y sobreinversión. El efecto principal de la flexibilización cuantitativa ha sido la inflación de los activos financieros. El valor de las acciones estadounidenses está cerca de los máximos históricos, mientras la actividad económica registra el ritmo más lento que en cualquier período anterior desde la Segunda Guerra Mundial.

Mercado de bonos y fondos de pensión

Pero el impacto más significativo del QE ocurre en el mercado de bonos: unos 13 billones de dólares en bonos públicos se compran y venden con rendimientos negativos. Ocurre que el precio del bono es tan alto, y su rendimiento tan bajo (los dos se mueven en relación inversa), que si un inversor compra un bono recibiría, de quedarse con él hasta su vencimiento, un retorno negativo. Los bonos, sin embargo, siguen siendo comprados con la esperanza de que su precio se elevará aún más, lo cual llevaría a obtener ganancias de capital en una posterior reventa.
Esta bomba de tiempo podría estallar ante cualquier viraje de la política monetaria. Por caso, un aumento de la tasa de interés desataría un descenso de la cotización de los bonos y traería aparejado pérdidas importantes de sus tenedores, que compraron a precios muy elevados esperando una suba aún mayor.
Las tasas de interés ultra bajas e incluso negativas han impactado directamente en uno de los pilares del sistema financiero global -los fondos de pensiones y compañías de seguros. Es que los rendimientos de los “activos seguros”, principalmente los bonos del Estado, son tan bajos que colocan en peligro a la totalidad de su modelo de financiación.
Uno de los principales damnificados son los bancos. En un escenario de tipos de interés negativos, ahorristas e inversores evitan realizar depósitos (deberían pagar por ello…). Estamos en el mundo del revés: son retribuidos los que piden dinero y los ahorristas son penalizados. Asistimos a un fenómeno inédito en la historia del capitalismo. Inconcebible antes de la crisis financiera de 2008. Casi 500 millones de personas en una cuarta parte de la economía global viven en países con tipos de interés por debajo de cero. Su significado de fondo es que existe un exceso de capital monetario (sobreacumulación) sin condiciones de ser convertido redituablemente a capital productivo. La salida a esta crisis implica una destrucción en masa de ese capital que flota en los circuitos especulativos. Las diferentes fracciones capitalistas no admitirán “concertar” esa liquidación de capitales sobrantes, la cual deberá, por lo tanto, cobrar la forma de choques y antagonismos crecientes.
Los beneficios de la banca están siendo estrangulados, los mercados monetarios podrían congelarse y los ahorristas podrían concluir llenando sus colchones para evitar que su entidad financiera les cobre por tener dinero. Un cortocircuito de esta naturaleza podría llevar al colapso del crédito, acentuando las tendencias recesivas y llevando la economía mundial a una depresión.

Perspectivas

Este desconcierto explica las reacciones disímiles de los distintos bancos centrales. El Banco de Japón anunció que intentará controlar el mercado de deuda a largo plazo, que normalmente está regido por los inversionistas. El objetivo es mantener las tasas de interés de largo plazo en territorio positivo y, con ello, aliviar a los fondos de pensiones, bancos y compañías de seguros, aunque esto conspire en forma inmediata con la política de estimulo a la actividad económica que viene promoviendo el gobierno y que, de todos modos, ha resultado un fracaso. En los últimos 22 años, el impacto sobre el PBI real de los estímulos implementados en Japón ha sido cero -o negativo, si añadimos el costo de la deuda incurrida). Pero lo que mas estremeció al mercado fue la negativa de Merkel a socorrer al Deutsche Bank en caso de que fuera necesario.
La Reserva Federal, en un sentido inverso, ha resuelto no aumentar la tasa de interés. En un calco de lo ocurrido con el mercado de las hipotecas en el 2008, el mercado de bonos se ha transformado en una cuestión explosiva , con el agregado de que la crisis inmobiliaria sigue sin resolverse y está en marcha una nueva burbuja en la bolsa. Los bancos centrales reconocen que estas crecientes contradicciones y desequilibrios en la economía los están dejando sin respuestas ni municiones.

Pablo Heller

India: La huelga general más grande de la historia

Otro gigante despierta

La huelga general que tuvo lugar el pasado 2 de septiembre en India tuvo un acatamiento masivo. Varios periódicos sugirieron que 180 millones de trabajadores pararon. Si fue así, se trataría de la huelga general más grande de la historia.
Estos 180 millones de trabajadores, sobre una población total de 1.250 millones, participaron de una huelga de diez sindicatos y federaciones nacionales en al menos la mitad de los 29 estados del país, en demanda de un salario mínimo de 18.000 rupias mensuales (unos 242 euros al cambio actual). Es la segunda protesta de este tipo que afronta el gobierno neoliberal de Narendra Modi desde que llegó al poder hace más de dos años. Esto se une a otras demandas, como la igualdad salarial para los tercerizados y la ampliación de la cobertura de seguridad social, en un país donde la mayoría de los trabajadores está sometida al trabajo informal y precario.
El gobierno intentó un acuerdo con los sindicatos, ofreciendo un aumento del 42% del salario mínimo de los trabajadores no calificados de la administración central. Sin embargo, la medida fue vista como insuficiente por las organizaciones sindicales que llamaron al paro.
La huelga despertó una adhesión entusiasta, que fue desde los portuarios hasta los estatales, pasando por los textiles y automotrices. Los empleados bancarios y de seguros se unieron a los operadores de los telares mecánicos y los mineros, mientras que los trabajadores del transporte decidieron no entrar y hacer piquetes en las puertas de sus estaciones de autobuses y camiones. En las grandes ciudades como Delhi, Bombay, Calcuta y Chennai (Madrás) los obreros paralizaron el transporte urbano, los trenes, puertos y fábricas.

El alcance de una lucha

Estamos ante una lucha estratégica. India tiene la segunda clase obrera más numerosa del mundo, después de la de China. Y constituye, junto a esta última, el reservorio principal de mano de obra barata del mundo. Las grandes empresas yanquis y europeas fabrican en Asia todo tipo de productos de consumo, telas, electrodomésticos, máquinas livianas, acero y hierro, con salarios de 100 o 200 dólares al mes. Esto actúa como una gran fuente de superganancias de las corporaciones capitalistas y oficia como un ariete para rebajar los salarios a los trabajadores a escala internacional, empezando por los de las propias metrópolis, que están sometidos a la perdida de sus puestos de trabajo bajo la amenaza de la relocalización de sus establecimientos.
La clase obrera india, al igual que la de China, viene siendo protagonista de crecientes luchas en defensa del salario y de los derechos laborales. En India gobierna el derechista Narendra Modi, que llegó al poder en 2014. Modi alcanzó la victoria encabezando la Alianza Democrática Nacional, cuyo principal integrante es su partido, el Bharatiya Janata (BJP), una organización conservadora de matriz hinduista que ve a los indios musulmanes como enemigos, y ha promovido la violencia contra ellos.
En septiembre de 2015, los sindicatos convocaron la primera huelga general contra el gobierno “neoliberal”. En enero de 2016 millones de mineros se declararon en huelga contra el propósito del gobierno de dar entrada a empresas privadas en las explotaciones mineras.
Las centrales sindicales lograron arrastrar a la huelga a una gran franja de los trabajadores, pese a que los sindicalizados apenas constituyen el 4% de los trabajadores activos. La dirección de la principal central sindical está en manos del Partido Comunista, de filiación estalinista. El PC viene desarrollando una política de estrecha colaboración con el Partido del Congreso, el principal partido patronal opositor, el cual, durante varias décadas y hasta 2014 -cuando Modi se hizo cargo del gobierno- dirigió los destinos de la India.
El Partido del Congreso inició la política que el gobierno derechista esta ampliando ahora, empezando por las reformas económicas dirigidas a abrir la economía al capital extranjero y transformar al país en una plataforma de mano de obra barata al servicio de las corporaciones.
La huelga constituye también un golpe a la escalada belicista del imperialismo en Asia, que tenía una de sus apoyaturas en la India. Junto con el ataque a las condiciones de vida de los trabajadores, el gobierno indio viene estrechando los vínculos estratégicos con Estados Unidos, con vistas a su hostilidad contra China.
India acaba de firmar un Memorando de intercambio logístico con Washington, permitiendo el uso de las bases militares indias a barcos y aviones de guerra estadounidenses.
India no ha podido escapar de los efectos explosivos de la crisis capitalista mundial. De ser una de las principales apuestas del capital para domesticar y someter a los trabajadores, se está transformando en un acicate de la lucha de clases internacional.
Las autoridades gubernamentales se jactan de que India crece a más del 7% anual. Pero, entretanto, crece la carestía, empezando por los alimentos, el desempleo y la pobreza. El 70% de la población está condenada a vivir con menos de dos dólares diarios. Este contraste extremo se ha trasformado en una bomba de tiempo.
El desarrollo de la crisis capitalista está llamado a remover, necesariamente, todas las relaciones de clases que se han conservado en forma precaria en las últimas décadas. Es la premisa de las situaciones revolucionarias.

Pablo Heller

Gagarin, un hombre en el espacio



La conquista del cosmos fue algo que conmovió a la humanidad, cuando se escriba la historia del siglo XX, no se podrá ignorar este acontecimiento. Pero, ¿quién era Yuri Aleseievich Gagarin? El filme Gagarin, un hombre en el espacio, nos muestra en retrospectiva o flash back sus orígenes.
El padre es un carpintero que quiere que su hijo siga su camino, le dice cosas interesantísimas sobre la madera y la naturaleza, pero Gagarin quería tener un destino diferente. La madre, era la típica madre rusa, sobreprotectora y llena de presagios sobre el destino de su hijo.
El filme, dirigido por Pavel Parkhomenko, tiene una constante en su narrativa: es muy exacto y no incurre en triunfalismos o en grandes secuencias para decir la verdad. Se eligió un tono menor para narrar esta proeza.
La película se rodó en el escenario natural de Baikonur, centro de operaciones espaciales en esa época. Se puede apreciar la precariedad de los instrumentos, así como la dureza del entrenamiento. No era etapas de refinamientos en el diseño, sino de buscar soluciones para llevar a cabo esta tarea que parecía un sueño de ciencia ficción.
Este hombre que fue enviado al espacio el 12 de abril de 1961, existió, y la película se basa en hechos absolutamente reales. Gagarin era un personaje proveniente de las filas del ejército soviético. Era solamente un teniente. Junto con un grupo de jóvenes con quienes comparte el entrenamiento, que supervisa un oficial soviético de alto rango que no aparece en uniforme, sino con un sobretodo negro. Este oficial que también existió en la vida real, no solo supervisa el entrenamiento, sino que tenía una relación de padre a hijo con los jóvenes soldados.
El actor que encarna a Gagarin es, Yaroshlav Zhalnin, quien se sometió a un entrenamiento a la altura del desafío, trabajando con un entrenador personal antes de empezar a rodar y probando todo tipo de maniobras.
Entre otras difíciles pruebas vemos cómo suceden las pruebas en sus situaciones más extremas. El tiempo pasa y del grupo quedan dos de los cuales saldría el primer hombre al espacio. Eran Gagarin y Titov.
Las secuencias finales son en una pequeña habitación con dos camas pequeñas, allí los dos candidatos pasan la noche en víspera del lanzamiento. No saben quién irá primero. Eso solo se revela en el momento preciso. Los dos jóvenes, según se suponen que duermen, se saben observados, es necesario para deducir su estado de ánimo. Bromean un poco sobre la historia y el futuro. No hay envidias ni competencias. En un momento determinado, Titov le dice a Gagarin: “No te preocupes, se enviarán muchos hombres al espacio, pero siempre recordarán al primero”.
El día decisivo llaman a Gagarin, se hace un silencio enorme en todo el cosmódromo. El joven avanza hacia la nave Vostok, y en su camino algunos miembros del equipo lo miran con admiración y ¿por qué no?, algo de envidia.
El joven se instala en la nave, conoce los mecanismos, porque los ha ensayado miles de veces en la tierra. Lo interesante es que de todos, me refiero incluso al alto oficial, el que parece estar más relajado y evidentemente eufórico, es el joven piloto.
Se produce el despegue con la ansiedad que despierta, sobre todo en tierra, el rugido con el que comienza esta proeza. La nave va tomando su curso y Gagarin es constantemente chequeado por un puesto de mando. Gagarin –en el mejor momento de su magistral actuación- comienza a narrar lo que ve: la corteza terrestre, luego dice: “aquí está Rusia”, sigue avanzando y con un tonito un poco humorístico dice: “ahora paso sobre los Estados Unidos”.
Todo parece transcurrir con naturalidad, y entonces se produce una situación de alarma, algunos circuitos automáticos están fallando, Gagarin no se entera de esto, mientras que en tierra, todos tratan de que la misión continúe. Se restablece la calma, no hay que pasar a medidas más extremas, el vuelo termina y la nave toca tierra con nuestro primer cosmonauta.
No puedo dejar de narrar un hecho simpático. En un koljoz solitario, una anciana y su nieta ven algo en el cielo, cuando es claro que se trata de una figura humanoide, la anciana se alarma y le dice a la niña: “Vámonos que eso puede ser un marciano”.
En tierra se celebra el aterrizaje con gran emoción en el cosmódromo. A través de la radio se escucha el comunicado oficial en la voz inconfundible del narrador de Radio Moscú confirmando el éxito de la misión. El pueblo se lanza a las calles, y por cierto, algunas imágenes de archivos que se incorporan a este filme son muy atractivas. El padre de Gagarin está pescando, cuando se entera, le dicen que es un mayor de las fuerzas armadas el protagonista, y entonces dice: “No, ese no es mi hijo, él es solo teniente”.
Poco tiempo después Gagarin estuvo en Cuba donde tuvo un recibimiento caluroso y espontáneo. Una imagen de él abrazando a Fidel Castro tomada por el fotógrafo Osvaldo Salas, le dio la vuelta al mundo.
Posteriormente le tocaría el turno de volar al cosmos a Titov. El mérito de Gagarin es mitológico, pero lo cierto es que después de él el hombre en el cosmos dejó de ser un enigma para la entonces Unión Soviética.

Miguel Torres

En persona el Cosmonauta Cubano



Si alguna vez quisiera expresarse a través de un solo ser humano a qué alturas llegaron los pobres de la tierra con la Revolución Cubana, seguramente el primer candidato a simbolizarnos a todos sería el primer cosmonauta cubano y latinoamericano, el hoy General de Brigada (r) Arnaldo Tamayo Méndez, Héroe de la República de Cuba

jueves, septiembre 29, 2016

La ecología de Marx y Engels ante el desarrollo capitalista



En el pensamiento de Marx y Engels hay varios aspectos que nos permiten ligar su historia con lo que el naturalista Ernst Haeckel definía como ecología, cuyo denominador común es lo concerniente al metabolismo entre sociedad y naturaleza.

Empecemos aclarando que la ecología nace como rama de la biología. Quien acuñó el término fue el naturalista alemán Ernst Haeckel, admirador y divulgador de la obra de Darwin en su país en la segunda mitad del siglo XIX. Su trabajo Los enigmas del universo (1899) le valieron, por una parte, el desprecio y una campaña feroz por parte de todo el idealismo místico reaccionario que dominaba en la filosofía y la teología de la época y, por otra, la simpatía de Vladimir Lenin y Franz Mehring. En Materialismo y empirocriticismo, el revolucionario ruso hace una acérrima defensa del “célebre naturalista” quien a pesar de expresar “las opiniones, disposiciones de ánimo y tendencias más arraigadas, aunque insuficientemente cristalizadas, de la aplastante mayoría de los naturalistas de fines del siglo XIX y principios del XX, demuestra de golpe, con facilidad y sencillez, lo que la filosofía profesoral pretendía ocultar al público y a sí misma, a saber: que existe una base, cada vez más amplia y firme, contra la cual vienen a estrellarse todos los esfuerzos y afanes de las mil y una escueluchas del idealismo filosófico, del positivismo, del realismo, del empiriocriticismo y demás confusionismos. Esa base es el materialismo de las ciencias naturales”. Para el revolucionario alemán Franz Mehring “el libro de Haeckel, tanto por sus puntos flacos como por sus puntos fuertes, es extremadamente valioso para ayudar a aclarar las opiniones que han llegado a ser un tanto confusas en nuestro Partido sobre lo que representa para éste el materialismo histórico” (…). “Todo aquel que quiera ver de modo palpable esa incapacidad (la incapacidad del materialismo de las ciencias naturales ante las cuestiones sociales) y tener plena conciencia de la imperiosa necesidad de ampliar el materialismo de las ciencias naturales hasta el materialismo histórico, a fin de hacer de él un arma verdaderamente invencible en la gran lucha de la humanidad por su emancipación, que lea el libro de Haeckel. (…) Su punto extremadamente flaco está indisolublemente ligado a su punto extremadamente fuerte: a la exposición clara y brillante del desarrollo de las ciencias naturales en el siglo XIX, o en otros términos, a la exposición de la marcha triunfal del materialismo de las ciencias naturales”.

Ökologie

Haeckel, en Morfología general de los organismos (1866), acuñó el concepto ökologie, del griego οἶκος (hogar) y λογία (estudio), para referirse a “la enseñanza de la economía de la naturaleza”, a “la ciencia de la economía, modo de vida y relaciones externas vitales mutuas de los organismos”, al “estudio de la economía de las interrelaciones de los organismos”. Es significativo el uso del concepto eco en Haeckel. Este lo entendía como economía de la naturaleza (en donde era fundamental el intercambio de materia y energía, y su transformación por las comunidades biológicas) y no como medioambiente. Para definir la relación de los organismos con su medio geográfico, Haeckel había acuñado otro concepto: corología. Sin embargo, más adelante, en 1868, en su Historia natural de la Creación, afirma que “la ecología de los organismos [es] el conocimiento de la suma de las relaciones de los organismos con el mundo externo que los rodea, de las condiciones orgánicas e inorgánicas de su existencia”. La ciencia de la ecología, según Haeckel, “a menudo considerada equivocadamente como ‘biología’ en un sentido restringido, constituye desde hace tiempo la esencia de lo que generalmente se denomina ‘historia natural’”.
El concepto de ecología de Haeckel se fue dando a conocer con lentitud y no encontró inmediata acogida en la literatura darwinista, ni se puso de moda sino hasta mediados del siglo XX. Marx y Engels, que conocían bien la obra de Haeckel, y que veían a la especie humana en términos evolucionistas, como parte del mundo animal (rechazando la visión teleológica, metafísica, que situaba a los seres humanos en el centro de la creación), adoptaron el concepto más antiguo de “historia natural” (equivalente como dijera Haeckel a su nuevo término ökologie), aunque lo aplicarían en un modo baconiano, es decir, centrado en la historia natural de los seres humanos en relación con la producción.
En el pensamiento y las preocupaciones de Marx, Engels y los principales representantes de su corriente hay varios aspectos que nos permiten ligar su historia con la historia de lo que Haeckel definía como öklogie, y cuyo denominador común es lo concerniente al metabolismo entre sociedad y naturaleza (y su fractura total bajo el capitalismo). Nos centraremos básicamente en tres: la importancia del desarrollo de las ciencias naturales para una comprensión profunda del mundo y de la historia humana, el problema concerniente a la coevolución de las especies, y el problema del desarrollo sostenible de la agricultura, ante la industria capitalista, en el conflicto de la contradicción entre la ciudad y el campo.

La marcha triunfal de las ciencias naturales

Lenin, en Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo (1913), señalaba que, en la lucha contra toda la escoria medieval arraigada en las instituciones y en las ideas, “el materialismo se mostró como la única filosofía consecuente, fiel a todo lo que enseñan las ciencias naturales, hostil a la superstición, a la mojigata hipocresía”, y que, por eso, los enemigos de la democracia “empeñaron todos sus esfuerzos para tratar de difamar el materialismo en defensa de las diversas formas del idealismo filosófico”. Para el viejo bolchevique “Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el materialismo filosófico y explicaron reiteradas veces el profundo error que significaba toda desviación de esa base”.
Mientras Marx hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad humana, dando nacimiento al materialismo histórico, Engels aportó con la relación más directa entre el marxismo y la ciencia. Tanto para él, pero también para Marx, una concepción materialista y dialéctica de la naturaleza no sólo era posible sino que, en gran parte, ya la había proporcionado para el mundo natural El origen de las especies de Charles Darwin. En el viejo prólogo del Anti-Dühring, obra considerada por Lenin “de cabecera para todo obrero con conciencia de clase”, Engels destacaba que el potente desarrollo de las ciencias naturales planteaba la necesidad de superar los límites del pensamiento formal aristotélico, así como de ordenar desde el punto de vista teórico los resultados de las investigaciones científicas. A esta concepción materialista del mundo, cuyos orígenes se remontaban al pensador griego Epicuro, Marx y Engels incorporan a través de una síntesis la dialéctica hegeliana, la doctrina del desarrollo -en palabras de Lenin- “en su forma más completa, profunda y libre de unilateralidad, la doctrina acerca de lo relativo del conocimiento humano, que nos da un reflejo de la materia en perpetuo desarrollo”.
Esto puede observarse cuando en una carta enviada por Marx a su amigo Engels, el primero, a partir de sus observaciones sobre la teoría de la evolución de Darwin, le dice al segundo que “el descubrimiento de Hegel en relación a la ley de que los cambios meramente cuantitativos se vuelven cambios cualitativos… se sostiene igualmente bien en la historia como en la ciencia natural”. La naturaleza, en otras palabras, es ella misma dialéctica, de modo que las teorías adecuadas en las ciencias naturales deberán tener necesariamente una estructura dialéctica. El libre movimiento de la materia, según Marx “no es más que una paráfrasis del método con el que tratamos a la materia, es decir, del método dialéctico”. Mientras que para Engels “no se trata de construir las leyes de la dialéctica de la naturaleza sino de descubrirlas en ella”, por su parte, para el ruso, “los recientes descubrimientos de las ciencias naturales como el radio, los electrones o la trasformación de los elementos, son una admirable confirmación del materialismo dialéctico de Marx”.
En El rol del trabajo en la transformación del mono en hombre, Engels señala que “en efecto, cada día aprendemos a comprender mejor las leyes de la naturaleza y a conocer tanto los efectos inmediatos como las consecuencias remotas de nuestra intromisión en el curso natural de su desarrollo”. Para el alemán, “sobre todo después de los grandes progresos logrados en este siglo por las ciencias naturales, nos hallamos en condiciones de prever y controlar cada vez mejor las remotas consecuencias naturales de nuestros actos en la producción”.

Coevolución

Esta concepción de control lejos de tratarse de una concepción prometeica -en palabras de Engels, como de “un conquistador sobre un pueblo conquistado”-, se basa en una visión de interdependencia de la sociedad y la naturaleza, cuando dice “cuanto más sea esto una realidad, más sentirán y comprenderán los hombres su unidad con la naturaleza, y más inconcebible será esa idea absurda y antinatural de la antítesis entre el espíritu y la materia, el hombre y la naturaleza, el alma y el cuerpo”, idea que Engels denuncia comienza a difundirse por Europa con la decadencia de la antigüedad clásica y adquiere su máximo desenvolvimiento en el cristianismo medieval.
Esta idea de coevolución heredada a partir de sus análisis de la obra de Darwin se manifiesta con mayor claridad al analizar la situación de “los italianos de los Alpes, que talaron los bosques de pinos de las laderas del sur, conservados con tanto celo en las laderas del norte”. Por una parte, según Engels, estos “no tenían idea de que con ello destruían las raíces de la industria lechera en su región, y mucho menos podían prever que al proceder así privaban de agua a sus manantiales de montaña la mayor parte del año”. Por otra parte, con este proceder también generaban además que las laderas de las montañas pudiesen, “al llegar el período de las lluvias, vomitar con tanta mayor furia sus torrentes sobre la planicie. (…) Así, a cada paso, los hechos nos recuerdan que nuestro dominio sobre la naturaleza no es como la de un conquistador sobre un pueblo conquistado, no es el dominio de alguien situado fuera de la naturaleza, sino que nosotros, por nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, pertenecemos a la naturaleza, nos encontramos en su seno, y todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, a diferencia de los demás seres, somos capaces de conocer sus leyes y de aplicarlas de manera juiciosa”.
Gracias a un conocimiento de la evolución y la aplicación de la dialéctica hegeliana, Engels logra trascender las formas mecanicistas del pensamiento, algo de gran importancia, puesto que en su visión (como en la de Marx) la concepción de la historia natural que salía del análisis de Darwin era la que permitía entender la naturaleza en términos de surgimiento. En su plan para la Dialéctica de la naturaleza, obra inconclusa de 1876 y que solo se conocerá en 1925, Engels indicaba que la discusión en torno a los “límites del conocimiento” en relación con la biología deberían comenzar con el electrofisiólogo alemán Emil Du Bois-Reymond, cuya tradición también se remontaba a Epicuro, y quien en las décadas de 1870 y 1880, había argumentado que la teoría evolucionista podía proporcionar la respuesta al origen de la vida, precisamente porque la relación de la vida con la materia es una relación de surgimiento.
Según Bellamy Foster (La ecología de Marx), “fue este naturalismo complejo, dialéctico, en el que se veía a la naturaleza como prueba de la dialéctica, el que explica la brillante colección de ideas ecológicas que impregna el pensamiento tardío de Engels”. Este, en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (otro libro de cabecera “para todo obrero con conciencia de clase”, según Lenin), argumentaba que la revolución darwiniana y el descubrimiento de la prehistoria habían hecho posible, por primera vez, un análisis de la “prehistoria de la mente humana… que a través de diversas etapas de la evolución, desde el protoplasma de los organismos inferiores, simple y carente de estructura pero sensible a los estímulos, continuaba ascendiendo hasta el pensante cerebro humano”.

Sustentabilidad

Si Engels se sumergía en las profundidades de la teoría de la evolución de Darwin para extraer de ella un análisis de la coevolución de las especies, Marx se volcó de lleno al estudio del trabajo del químico agrícola alemán Justus Von Liebig, para sumergirse en las profundidades del problema de la tierra y su desarrollo sustentable.
En la década de 1860, cuando Marx escribía El Capital, este había llegado al convencimiento de la insostenibilidad de la agricultura capitalista debido a dos hechos: el sentimiento más general de crisis en la agricultura europea y norteamericana ligada a la disminución de la fertilidad natural del suelo, y un giro en la obra del propio Liebig a partir de 1850 hacia una fuerte crítica ecológica del desarrollo capitalista. Justamente en este periodo (1830-1880) es cuando se da lo que muchos historiadores de la agricultura consideran la Segunda revolución agrícola, subproducto de la gran Revolución industrial británica del siglo anterior, caracterizada por el crecimiento de la industria de los fertilizantes y el desarrollo de la química de los suelos. Si bien en un primer momento, tanto Marx como Engels, incluido el propio Liebig, reaccionaron ante esta revolución tecnológica de la agricultura llegando a la conclusión de que, en el futuro cercano, el progreso agrícola podría dejar atrás a la propia industria, esta valoración optimista dejaría lugar en la década del 60 a una comprensión mucho más sofisticada de la degradación ecológica en la agricultura.
Es significativo que Marx le haya comentado a Engels, un año antes de la publicación de El Capital, que al desarrollar la crítica de la renta de la tierra, haya tenido que vérselas con “la nueva química agrícola que se está haciendo en Alemania, en particular Liebig y Schönbein, que tiene más importancia para esta cuestión que todos los economistas juntos”. En efecto, todas estas tempranas teorías de la economía clásica adolecían de la falta de comprensión científica de la composición del suelo, algo que se manifestaba con mayor agudeza en Ricardo y Malthus. Esto se debía fundamentalmente al estado en el que por entonces se hallaba la química agrícola, lo que provocaba que las causas reales del agotamiento de la tierra fuesen desconocidas para cualquiera de los economistas que habían escrito acerca de la renta diferencial. Marx, que había estado estudiando la obra de Liebig desde la década de 1850, estaba impresionado por la introducción crítica a la edición de 1862 de su Química orgánica en su aplicación a la agricultura y la fisiología, integrándola dialécticamente con su propia crítica de la economía política que ya había bosquejado en los Grundrisse de 1858.
En la Química Orgánica (1840) Liebig había diagnosticado que el problema se debía al agotamiento del nitrógeno, el fósforo y el potasio, nutrientes esenciales de la tierra que iban a parar a las cada vez más crecientes ciudades y que no solo no eran restituidos a la tierra sino que además contribuían a la contaminación urbana. Lo primero era parcialmente resuelto con el desarrollo de la implementación del sistema de fertilizantes sintéticos, pero esto llevó al desarrollo a su vez de una dependencia casi total en todos los países del uso de estos fertilizantes. Para la introducción de 1962 de la Química Orgánica, Liebig muestra un giro a través de una crítica terrible de la agricultura capitalista británica al señalar que “si no logramos que el agricultor tome una mejor conciencia de las condiciones bajo las cuales produce, y no le damos los medios necesarios para el aumento de su producción, las guerras, la emigración, las hambrunas y las epidemias necesariamente crearán las condiciones de un nuevo equilibrio que socavará el bienestar de todos y finalmente conducirá a la ruina de la agricultura”.
La conclusión fundamental que saca Marx sobre estas cuestiones se puede sintetizar de la siguiente manera: la producción capitalista no solo destruye la salud física de los obreros urbanos y la vida espiritual de los trabajadores rurales, sino que a la vez “perturba la circulación material entre el hombre y la tierra, y la condición natural eterna de la fertilidad durable del suelo, volviendo cada vez más difícil la restitución a este de los ingredientes que le son quitados y que son usados en forma de alimentos, ropa, etcétera”. Es elemental aquí el concepto que expone de metabolismo entre la sociedad y la naturaleza (que ya venía abordando desde los Grundrisse), específicamente al decir “entre el hombre y la tierra”. Para Marx, la relación unilateral y antagónica entre la ciudad y el campo, basado en el desarrollo del comercio a grandes distancias, llevaba a un despojo irreparable de los nutrientes del suelo por parte de la industria capitalista, “socavando al mismo tiempo las dos fuentes de donde mana toda riqueza: la tierra y el trabajador”. Para Marx, cada progreso de la agricultura capitalista, cada progreso en el arte de incrementar su fertilidad por un tiempo “es un progreso en la ruina de las fuentes durables de fertilidad”.
Marx señala que se trata de “una fractura irreparable en el metabolismo social, metabolismo que prescriben las leyes naturales de la vida misma”. Los dos elementos concretos en los que se apoya Marx para esta definición son, por un lado, la inevitable unidad del desarrollo industrial entre el campo y la ciudad, en la que esta última no solo despoja al primero de sus nutrientes sino que también le brinda a través del comercio los suministros para tal agotamiento. Por otro lado, reduce la población agraria “a un mínimo siempre decreciente y la sitúa frente a una población industrial hacinada en grandes ciudades”, proyectando socialmente de este modo la fractura metabólica con la tierra.
Esta discusión, lejos de desaparecer, se mantiene en el marxismo de la Segunda Internacional. Figuras como August Bebel, Karl Kausky, Vladimir Lenin y Rosa Luxemburg incorporaron estas cuestiones a sus preocupaciones. Esto lo trataremos en otra ocasión.

Roberto Andrés
@RoberAndres1982

La Internacional de Karl Marx



El 28 de septiembre de 1864 se fundó la Asociación Internacional de Trabajadores, conocida como la Primera Internacional. El movimiento obrero daba sus primeros pasos de organización mundial para derrotar los planes de la burguesía que sólo significaban miseria para las mayorías. Los mismos objetivos de aquellos obreros, hoy continúan vigentes.

La Revolución Industrial marchaba a todo vapor. El Capitalismo se extendía por el mundo y con él la clase obrera.

Inglaterra, cuna de la industria, el país más avanzado del siglo XIX, fue el lugar donde primero comenzaron a manifestarse y desarrollarse los antagonismos de clase modernos, la lucha de clases entre burgueses y proletarios. Cerca de 1840, el Movimiento Cartista[1] se consagraba como la primer movilización política de los trabajadores como clase.
Al calor de esas primeras demostraciones de la clase obrera europea, Carlos Marx y Federico Engels escribían el Manifiesto Comunista por encargo de la Liga de los Comunistas, que saldría en 1848, donde pronosticaban que el espectro del comunismo recorría el viejo continente ya que los objetivos de los obreros eran comunes y, por eso mismo, que la lucha de clases era nacional en su forma pero que tenía un contenido internacional.
También en Inglaterra, al calor de las primeras huelgas de finales de la siguiente década, la clase obrera se organizó por primera vez en trade-unions (sindicatos), tomando en sus manos tanto demandas sindicales como políticas de los trabajadores. Y fue en este país donde el proletariado antes tuvo un sentido de solidaridad internacional y tuvo la necesidad de luchar contra el capitalismo basándose en esa solidaridad.

De la solidaridad entre obreros de distintos países a una organización internacional

En el marco de la crisis económica europea que había estallado en 1846, el Manifiesto adelantaba lo que se conoció como “la primavera de los pueblos”[2]. En 1848 la revolución se extendió por gran parte de los países del continente europeo, pero fueron derrotadas. Luego de estas oleadas, el capitalismo tuvo un importante desarrollo durante la década de 1850, provocando inmovilismo y depresión en el movimiento obrero. Fenómenos políticos enormes conmovían a la clase trabajadora.
Además de la gran crisis económica de 1857, Estados Unidos se encontraba inmerso en una guerra civil (1861-1865) donde los capitalistas del Sur del país luchaban contra el Norte para que se mantuviese la esclavitud. La causa de la liberación de los esclavos despertaba la solidaridad internacional de los trabajadores de Europa. En Francia se obtuvieron conquistas económicas y políticas, como poder votar en las elecciones y el rechazo de las leyes que prohibían las organizaciones sindicales. En Inglaterra, el derecho a sindicalizarse se había obtenido en 1825, pero las masas no tenían derecho a votar. A su vez, el desarrollo del capitalismo en el continente europeo había creado una competencia peligrosa para los obreros ingleses en forma de trabajo sobreexplotado y la burguesía británica amenazaba con importar fuerza de trabajo de otros países. Estas circunstancias hicieron manifiesta la necesidad de la lucha y organización a nivel internacional. En 1863 las trade-unions de Inglaterra harían un llamamiento a sus hermanos de clase de otras naciones para organizarse contra esta competencia entre obreros que quería imponerle la burguesía.
Pero además de la lucha de clases a escala internacional, fueron también las propias condiciones económicas y políticas del capitalismo, el carácter mundial de la economía y el desarrollo de las fuerzas productivas las que abonaron el terreno para el internacionalismo de la clase obrera. El proletariado luchó contra el capitalismo desde que nació como clase social hace más de doscientos años. La Primera Internacional será la culminación organizativa de ese período inicial de lucha y resistencia contra las condiciones de explotación capitalista.
Ese despertar de la clase obrera inglesa y francesa revivió la idea del internacionalismo. Un 28 de septiembre de 1864, en Londres, se reunían en el St. Martin’s Hall los representantes de obreros franceses e ingleses. Pero a dicha convocatoria, también concurrieron obreros alemanes, belgas, polacos, italianos y suizos. Así se fundaba la Asociación Internacional de Trabajadores, más conocida como la Primera Internacional. Marx fue el encargado de escribir el Manifiesto Inaugural, que al igual que en el Manifiesto Comunista hace una aguda denuncia al capitalismo y deja delineadas los objetivos de la clase obrera. Si bien no fue el fundador de la Primera Internacional, rápidamente se transformó en su principal dirigente y organizador. No era producto de la casualidad. Junto con Engels, ya eran veteranos revolucionarios y en el exilio habían cultivado una estrecha relación con los círculos obreros de Londres. Además, sus tesis expresaban las conclusiones más avanzadas del movimiento obrero de la época y se imponía a otras corrientes luego superadas por la misma experiencia histórica, como los socialistas utópicos, los sindicalistas ingleses, los anarquistas, entre otras.
En el discurso inaugural, Marx parte del hecho fundamental del desarrollo político de la lucha de clases, que no empieza con frases generales, con objetivos elevados, sino con los hechos que caracterizan la situación de la clase obrera. Plantea que entre los años 1848 y 1864, a pesar del desarrollo industrial y comercial, la miseria de las masas obreras no había disminuido. Basándose en los documentos de las comisiones parlamentarias, demuestra que la mayoría de los trabajadores se alimenta de forma insuficiente y sufre enfermedades producto de la miseria, mientras la burguesía incrementa sus riquezas insaciablemente. Remarca también que en esos años los trabajadores han obtenido importantes conquistas. La ley de la jornada de diez horas producto de la lucha del proletariado inglés. Además de las fábricas cooperativas, que demostraron en la práctica que los trabajadores pueden organizar la producción y sus intercambios sin necesidad de empresarios. Sin embargo, mientras la sociedad se mantenga sobre las mismas bases, los antagonismos de clases continuarán agudizándose. Por ello Marx deja claro en este texto que la gran tarea de los trabajadores es tomar el poder político. Los obreros “poseen un elemento para el éxito, su número. Pero el número pesa en la balanza sólo cuando está unido en una organización y dirigido hacia un fin consiente”. [3]

“¡Proletarios de todos los países, uníos!”

Con este grito profundamente internacionalista culmina el Manifiesto Inaugural, al igual que 16 años antes había sonado en el Manifiesto Comunista.
Si bien el movimiento obrero surge y se desarrolla dentro de cada nación, si quiere triunfar, no puede quedar restringido dentro sus fronteras. Una vez que se organiza tiende, por necesidad, a forjar lazos internacionales. Así como los gobiernos burgueses establecen relaciones internacionales contra los trabajadores, estos en contraposición para defenderse estrechan vínculos con sus hermanos de clase de otras tierras.
El internacionalismo es una necesidad estratégica, ignorar la solidaridad y organización que debe existir entre los trabajadores de todos los países, termina llevando a un fracaso general de todos los esfuerzos. El movimiento obrero tiene que seguir con atención la política exterior. La liberación de la clase obrera no puede realizarse si las clases que dirigen la política exterior aprovechan los prejuicios nacionales para enfrentar a los obreros de los distintos países, derramar la sangre de los pueblos en las guerras y despilfarrar sus riquezas. Marx aseguraba en el Manifiesto Inaugural que: “No ha sido la prudencia de las clases dominantes, sino la heroica resistencia de la clase obrera de Inglaterra a la criminal locura de aquéllas, la que ha evitado a la Europa Occidental el verse precipitada a una infame cruzada para perpetuar y propagar la esclavitud más allá del océano Atlántico. La aprobación impúdica, la falsa simpatía o la indiferencia idiota con que las clases superiores de Europa han visto a Rusia apoderarse del baluarte montañoso del Cáucaso y asesinar a la heroica Polonia (…) han enseñado a los trabajadores el deber de iniciarse en los misterios de la política internacional, de vigilar la actividad diplomática de sus gobiernos respectivos, de combatirla, en caso necesario, por todos los medios de que dispongan; y cuando no se pueda impedir, unirse para lanzar una protesta común y reivindicar que las sencillas leyes de la moral y de la justicia, que deben presidir las relaciones entre los individuos, sean las leyes supremas de las relaciones entre las naciones. La lucha por una política exterior de este género forma parte de la lucha general por la emancipación de la clase obrera. ¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
El capitalismo, en su voraz competencia, ha dado muestras notorias de su barbarie desde su propia existencia. No ha dudado en invadir territorios, llevar a cabo genocidios, dos guerras mundiales con sus campos de concentración y sus bombas atómicas. La llamada crisis de los inmigrantes africanos en Europa a la que se asiste en estos días, que genera odio por ver morir a miles y a millones de hombres, mujeres y niños huyendo de terribles sufrimientos, es el subproducto de los planes imperialistas y sus políticas de hambre, guerras y destrucción para las poblaciones de los países que supieron ser antiguas colonias.
Como en 1864, cuando en la primera etapa del proletariado industrial, los obreros más conscientes sacaban la conclusión de que el peor enemigo era el patriotismo; que había que unirse internacionalmente, dado que tenían los mismos objetivos que sus hermanos de clases de todo el mundo: la abolición de las condiciones existentes El marxismo ha demostrado que esto sólo es posible con la abolición del capitalismo. La clase obrera tiene una rica historia, que nos ha dejado importantes enseñanzas. La AIT fue la primera de cuatro internacionales que pusieron en pie grandes revolucionarios, que enfrentaron no sólo a los capitalistas sino también la traición en sus propias filas. Hoy, 152 años después, ese gran objetivo de refundar una internacional continúa vigente.

Emilio Salgado @EmilioSalgadoQ
Jazmín Jimenez @JazminesRoja

[1] Cartismo: Se inicia en Gran Bretaña en 1837. El Cartismo fue el primer gran movimiento político de los trabajadores, en su primera etapa del movimiento obrero. Su nombre viene de “la Carta del Pueblo”, que era el documento que sintetizaba su programa que exigía una serie de derechos políticos como el sufragio universal masculino (el sufragio universal femenino recién se conquistó por primera vez en con la Revolución Rusa de 1917), el voto secreto, la posibilidad que los obreros puedan ser candidatos, que los diputados cobren un salario para que todo trabajador pueda ejercer esta función, etc.
[2] Primavera de los pueblos: última oleada revolucionaria de “las revoluciones burguesas” contra la dominación aristocrática, que comenzó en Francia en febrero de 1848 y rápidamente se extendió a numerosas regiones de Alemania, a Hungría, Polonia, Italia y otros pueblos de Europa central. El proletariado, aunque al lado de la burguesía que peleaba por la República y después lo traicionaría, aparece con grados avanzados de organización en estos procesos.
[3] Marx, Karl, Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores

Reseña de "Sin patrón" de Lavaca Editora

Sin patrón es una crónica de un movimiento que como pocos merece ser conocido y estudiado, porque nada hay más hermoso que contemplar cómo surgen de las cenizas de la destrucción capitalista las estructuras sociales y los modelos productivos que la solidaridad humana es capaz de tejer. El escenario es la Argentina y el tiempo un lapso entre 1992 y 2005; el resultado: más de 170 empresas que pasaron a funcionar gestionadas por sus propios trabajadores. El colectivo de Lavaca ediciones reunió los datos y los testimonios y les dio la forma de un libro publicado en 2007 y que es vital que no caiga en el olvido porque demuestra con la certeza de los hechos que otro mundo es posible.
Tras la introducción de Avi Lewis y Naomi Klein, que se declaran seducidos por la idea, abrumadoramente simple más que radical, de resucitar bajo control obrero los medios de producción que el capitalismo aniquila, el libro arranca con una aproximación a lo ocurrido a nivel global en los años 90. Es este un tiempo en que, roto el molde de los estados-nación, se regresa a una explotación sin cortapisas y la estructura social salta por los aires. Argentina, que era un país con legislación laboral modelo, alcanza por entonces cotas de precarización y paro desconocidas. Lo que prepararon los militares golpistas en sus últimos años lo culmina Carlos Menem a partir de 1989; la industria es desmantelada y la clase media se desangra, pero los obreros de alguna empresa quebrada hallan vías para seguir como cooperativa, y el ejemplo cunde… Producción y democracia directa, y luego la batalla legal, que la experiencia enseña que es posible ganar.
Lo que sigue son diez historias que nos acercan a los rostros y sentimientos de esta lucha. La cerámica Zanón de Neuquén funcionaba aceptablemente hasta que una gestión desastrosa con la complicidad de sindicatos amarillentos empezó a deteriorar las condiciones de trabajo. Los obreros fueron capaces de organizarse para desnudar las mentiras que les estaban contando y cuando la situación se hizo insostenible ocuparon la fábrica (1 de octubre de 2001). Vino luego un esfuerzo por explicar lo ocurrido y una amplia solidaridad que les arropó en los momentos difíciles. En marzo de 2002 pusieron en marcha las máquinas y consiguieron estabilizar la producción. Su opinión siempre fue clara: “Estamos usando la fábrica, pero esta no es nuestra, es de la comunidad. Si hay ganancias a ella han de revertir”.
La textil Brukman en el Once bonaerense fue otro caso emblemático, marcado por tres desalojos violentos y una gran influencia de diversos partidos de izquierda, que promovían la estatalización de la fábrica. Al fin la opción cooperativista fue la elegida y se logró la expropiación. Entrevistas a dos operarias que vivieron todo el proceso aportan visiones privilegiadas sobre los intríngulis de la democracia obrera. La metalúrgica Crometal sufrió un intento de vaciamiento por parte de sus dueños, al que los trabajadores respondieron con la ocupación y la constitución de una cooperativa. Tras expulsiones, resistidas con coraje y paciencia, y penurias, que mitigó la solidaridad de muchos, se consiguió también la expropiación.
Siguen otras historias de planes de vaciar empresas, armados con mentiras, amarillismo sindical y jueces corruptos, y desafiados por obreros que un día toman la decisión de pelear. La lucha es dura y sus detalles incluyen enfrentamientos y desalojos, carpas frente a las fábricas, barricadas y amenazas de incendiarlo todo, pero, solidaridad mediante, al fin se conquista el derecho a trabajar. Las imprentas Chilavert y Patricios, Cristal Avellaneda, reconstruida desde cero, la metalúrgica Unión y Fuerza, la cooperativa Renacer en Ushuaia, que fabrica electrodomésticos o la resurrección del diario Comercio y Justicia de Córdoba, también casi desde cero, son hitos de un camino que instruye y seduce. Trabajar sin patrón: cuestión más de dignidad que de política. El libro incluye un directorio completo de industrias recuperadas.
Los teóricos corren detrás de los obreros de estas fábricas, tratando de aprender algo sobre la revolución, mientras la autogestión regresa a la agenda de los movimientos sociales en todo el mundo. “ El lápiz ha tachado, así , cuestiones que el poder consagra como verdades inapelables: 1) La supremacía de la propiedad privada, a cualquier costo. 2) El Estado como único escenario posible donde dirimir los conflictos sociales . 3) La necesidad de contar con una clase gerencial para or g anizar la producción. La comprobación de que ninguna de estas proposiciones es inevitable está presente cada vez que los obreros relatan su experiencia. En la fábrica Grissinopoli, por caso, uno de los obreros recuerda que lo que más le costó no fue resistir en la calle, ni soportar el hambre, ni desafiar a la policía, ni discutir con el juez ni conmover a los ediles. Lo que más le costó fue convencer a sus compañeros de que ellos estaban perfectamente capacitados para poner la fábrica a producir: ‘Creían que estaba loco’. Finalmente, cuando llegó el día en que las máquinas comenzaron nuevamente a funcionar, lloraron. Y lo abrazaron.”
El libro puede comprarse en la web de Lavaca Editora ( http://www.lavaca.org/tag/lavaca-editora/)

Jesús Aller

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

EE.UU., el sheriff de las Américas al servicio del capitalismo



Territorios perdidos por México en favor de los Estados Unidos en 1848

Pequeño recordatorio sobre la política de los Estados Unidos en relación con sus vecinos de América

En 1823, el gobierno de los Estados Unidos adopta la doctrina Monroe, denominada así por el nombre de un Presidente republicano de los Estados Unidos James Monroe. Esta doctrina condena toda intervención europea en los asuntos «de las Américas». En realidad, la doctrina Monroe va a servir para justificar una política de conquista cada vez más agresiva por parte de los Estados Unidos en detrimento de los nuevos Estados latinoamericanos independientes, comenzando por la anexión de una gran parte de México en los años 1840 (Texas, Nuevo México, Arizona, California, Colorado, Nevada, Utah). Recordemos que las tropas norteamericanas ocuparon la capital México en septiembre de 1847. Hay que subrayar también que el gobierno de los Estados Unidos intentó exterminar a todos los pueblos nativos, los «pieles rojas», que se negaban a someterse. Quienes se sometían fueron igualmente víctimas de atrocidades y acabaron en las reservas.
En 1898, como hemos visto, los Estados Unidos declararon la guerra a España y tomaron el control de Cuba y Puerto Rico.
En 1902, en contradicción con la doctrina Monroe, Washington no tomó la defensa de Venezuela que sufría una agresión armada de Alemania, de Gran Bretaña, de Italia y de Holanda que tenía por objetivo obligar a ese país a reembolsar la deuda . Luego, los Estados Unidos intervinieron diplomáticamente a fin de que Caracas reanudara el pago de la deuda. Esta actitud de Washington dio lugar a una gran controversia con diferentes gobiernos latinoamericanos y en particular con el ministro de Asuntos Exteriores argentino, Luis M. Drago, que declaró: «El principio que querría ver reconocido es el de que la deuda pública no puede dar lugar a una intervención armada, y aún menos a la ocupación física del suelo de las naciones americanas por una potencia europea». Es lo que se conocerá posteriormente como la doctrina Drago. Los debates entre gobiernos dieron lugar a una conferencia internacional en La Haya que llevó en particular a la adopción de la Convención Drago-Porter (del nombre de H. Porter, militar y diplomático de los Estados Unidos) en 1907. Preveía que el arbitraje debía ser el primer medio para resolver conflictos: todo Estado que formara parte de la Convención debía a partir de entonces aceptar someterse a un procedimiento de arbitraje y participar en él de buena fe, si no el Estado que reclamaba el reembolso de su crédito recuperaba el derecho a utilizar la fuerza armada para conseguir sus fines.
En 1903, el presidente Theodore Roosevelt organiza la creación de Panamá que es separado de Colombia contra la voluntad de ésta. Se trataba de poder luego crear el canal de Panamá bajo control de Washington.
En 1904, el mismo presidente anuncia que los Estados Unidos se consideran como el gendarme de las Américas. Enuncia lo que se llama el corolario Roosevelt de la doctrina Monroe: «La injusticia crónica o la impotencia que resulta de una distensión general de las reglas de la sociedad civilizada puede exigir, a fin de cuentas, en América o en otros lugares, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la doctrina de Monroe puede forzar a los Estados Unidos, sin embargo a su pesar, en casos flagrantes de injusticia y de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional» |1|.
En 1915, los Estados Unidos invadieron Haiti con el pretexto de recuperar deudas y ocuparon el país hasta 1934 |2|. Otras intervenciones militares de los Estados Unidos tuvieron lugar en la misma época pero la lista exhaustiva sería demasiado larga.
Este breve resumen de la intervención y de la política de los Estados Unidos en las Américas en los siglos XIX y comienzos del XX permite comprender las motivaciones reales de Washington en el repudio de las deudas en Cuba en 1898 y en Costa Rica en los años 1920.
En 1935, el Mayor General Smedley D. Butler, que participó en muchas expediciones estadounidenses en las Américas, resumía a su manera, cuando estaba jubilado, la política de Washington: «He pasado treinta y tres años y cuatro meses como militar en la fuerza más eficaz de este país: la infantería de marina. He subido todos los escalones de la jerarquía, desde el grado de subteniente al de general de división. Y durante todo este período, he pasado la mayor parte del tiempo como sicario de primera clase para los altos negocios, para Wall Street y los banqueros. En una palabra, he sido un criminal a sueldo al servicio del capitalismo... Por ejemplo, en 1914, ayudé a que México, y más en especial Tampico, fuera una presa fácil para los intereses petroleros americanos. Ayudé a que Haití y Cuba se convirtieran en lugares convenientes para el cobro de las rentas de la National City Bank... En 1909-1912, ayudé a depurar Nicaragua para el banco internacional Brown Brothers. En 1916, llevé la luz a la República Dominicana en nombre de los intereses azucareros norteamericanos. En 1903, ayudé a pacificar Honduras, en beneficio de las compañías fruteras norteamericanas» |3|.

Eric Toussaint
CADTM
Traducido por Alberto Nadal

Notas

|1| https://es.wikipedia.org/wiki/Corol...
|2| Eduardo Galeano escribe: “Los Estados Unidos ocuparon Haití durante veinte años, y en ese país negro que había sido el teatro de la primera revuelta victoriosa de los esclavos, introdujeron la segregación racial y el régimen de los trabajos forzosos, mataron a mil quinientos obreros durante una de sus operaciones de represión (según una investigación del Senado americano en 1922) y cuando el gobierno local se negó a convertir el Banco Nacional en sucursal de la National City Bank de New York, suspendieron el pago de las indemnizaciones habitualmente pagadas al Presidente y a sus ministros para obligarles a reflexionar”. Eduardo Galeano, op.cit. p. 151.
|3| Publicado en Common Sense, noviembre 1935. Ver Leo Huberman, Man’s Wordly Goods. The Story of the Wealth of Nations, New York, 1936. Esta traducción de la cita proviene de Eduardo Galeano, op.cit. p.150. A señalar que una base militar americana situada en Ikinawa lleva el nombre del jefe militar Smedley D. Butler. Su testimonio hace indudablemente pensar en el de John Perkins, Confessions of an Economic Hitman, Berrett-Koehler Publishers, 2004. Para la traducción en inglés, el texto original https://www.goodreads.com/author/qu...Nota para las ilustraciones: se encuentran fotos con el texto de Butler en internet.

miércoles, septiembre 28, 2016

El socialismo es la búsqueda sostenida del reino de la libertad

Entrevista a José Luis Martín Romero. Doctor en Ciencias Sociológicas. Trabajó en el Gobierno Provincial de La Habana (1977-1984), en el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas – CIPS (1984-2004) y en la Escuela de Altos Estudios de Hotelería y Turismo (2004-2008). En la actualidad es Investigador Titular del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana. Colaborador habitual de la revista Temas. Ha participado como ponente y público en las sesiones de Último Jueves.

Fernando Luis Rojas: En las discusiones más recientes sobre el socialismo en Cuba, da la impresión que las nuevas etiquetas como “socialismo próspero y sostenible” aceptan la necesidad de un proyecto nuevo. En ese sentido, ¿qué debe distinguirlo? y ¿qué implicaría un término como “prosperidad”?
José Luis Martín Romero: Que sea profunda y crecientemente democrático, esencialmente alegre, económicamente desahogado, ecológicamente responsable y muy solidario a lo interno y a lo externo.
Pienso que la prosperidad implica, por ejemplo, crecimiento económico. De otro modo no sé de qué hablamos; y también es fundamental el desarrollo humano, sobre todo si lo vemos tanto desde el punto de vista individual como colectivo. El socialismo debe ser el modo de vivir que apueste esencialmente por la reproducción ampliada del capital social del que hablaba Bourdieu, es decir las ventajas y ganancias que resultan de las relaciones y de la confianza entre las personas. Hay que recordar que el socialismo es, ante todo, un modo de convivencia, un paradigma civilizatorio. No es un modelo de sociedad y mucho menos una sociedad modelo, es un modo de vida en permanente construcción.
Tomando el otro componente de la frase que se refiere a la “sostenibilidad”, considero debe ser un socialismo ambientalista aunque solo fuera por oposición al capitalismo, que es ecológicamente omiso por diseño; pero con o sin capitalismo, el socialismo por su esencia humanista tiene un compromiso de origen con el ambiente. Autárquico no, ¿a quién se le ocurre?, eso es imposible hoy día y tal vez siempre lo fue, sobre todo para un país como el nuestro. Austero tampoco, racional sí, que es otra cosa. Lo incorrecto es despilfarrar, ostentar o “especular”, como dicen muchos no sé con qué idea del español. Sostenible parecería que se refiere a su permanencia, a su capacidad de supervivencia y reproducción, lo cual es sinónimo de desarrollo sostenido, además de sostenible.
Carolina García Salas: Me llama la atención en su respuesta sobre el socialismo que se espera, que debería tener Cuba, la frase “esencialmente alegre”; porque es una idea poco repetida a la hora de conceptualizar el socialismo.
JLM: Y yo no sé por qué. Debe ser por la lucha de los comunistas, por la historia de la izquierda que es una historia muy sufrida, muy dura en todos los órdenes: muchos mártires, torturas, desapariciones, represiones. Entonces el tema de la lucha parece permanente, como algo sempiterno en la existencia de las izquierdas, y todas han sido muy reprimidas. El socialismo realmente existente tuvo que enfrentar enemigos muy poderosos, y sigue enfrentándolos.
Tal vez por eso el tema del sacrificio, el tema de la lucha, el tema de dar la vida empieza a tomar un corte casi identitario, empieza a formar parte de la cultura, y entonces las visiones simpáticas, irónicas, satíricas, como la del santiaguero Paul Lafargue con su Elogio de la Pereza, fueron cada vez más extrañas en la producción ideática del socialismo. Después se convirtió en cotidiano el llamado a “vamos a sacrificarnos”, “vamos a echar el resto”; con el molesto peligro de que quien convoca no es siempre el primero que echa el resto, ni el más austero, ni el más modesto.
Esa vocación elegíaca tiene que cambiar y sin olvidar el compromiso eterno con quienes lo dieron todo, el socialismo tiene que llegar a nosotros como la civilización de la alegría. Hay que gozar y disfrutar la construcción de una sociedad con carga civilizatoria positiva, que le pase a la gente el gusto de vivir, el placer de vivir, de disfrutar la libertad, de irla conquistando poquito a poco porque la libertad no te la va a dar nadie, siempre es una conquista, solo que el socialismo es quien único nos enrumba por ese sendero.
¿Cuándo vamos a ser libres, cuándo vamos a ser felices?, cuando podamos dar un aporte mejor. Para eso hay que estudiar, ahí sí hay que sacrificarse buscando el conocimiento, pero eso es un goce, eso es un sacrificio que se disfruta. Siempre hay en el disfrute una cuota de entrega, es un toma y daca con la vida, con la sociedad y con la naturaleza; pero es eso que haces lo que te da el goce definitivo, y de eso se trata, de disfrutar esa conquista, tanto a escala individual como colectiva. Al mismo tiempo no hay que resaltar programáticamente el sacrificio, está bien cuando haya que sacrificarse, pero no sacrificarse por plan, no ir a pasar trabajo porque hay que pasar trabajo para ver si algún día podemos enfrentar el reto de pasar más trabajo aún. ¿Qué cosa es eso?, ¿qué manera es esa de ver la vida?, así no va. Así puede haberlo pensado alguien pero eso no es el socialismo que necesitan nuestro país y el mundo.
Tenemos que extender la juventud y el sistema socioeconómico en el que vivimos tiene que facilitarnos esa tarea y es el socialismo quien tiene que asumir esa responsabilidad. La gente cuando pierde la juventud pierde la alegría. Hay que estimular el amor en todas sus facetas, en todas sus manifestaciones. El socialismo tiene que ser la sociedad del amor más libre que exista en todos los órdenes en los que se nos ocurra pensar: absoluta libertad sexual, absoluta libertad política, absoluta libertad económica, absoluta libertad cultural, ¿qué libros prohibidos, ni artistas prohibidos, ni canciones prohibidas? No me prohíbas nada, déjame a mí saber lo que es y lo que no es, y no me coartes la libertad para escoger, para caer en cuenta por mí mismo. Ah, eso sí, alértame sobre las claves de la manipulación, edúcame, enséñame sin que eso signifique que pienses por mí.
Es una tarea del socialismo recuperar o restablecer una relación transparente del ser humano con los productos culturales y con los placeres y disfrutes de la vida, legitimar socialmente la alegría y lograr que esta se acompañe del ingrediente de la eticidad, o sea, que la alegría de unos no se levante sobre la tristeza de otros.
FLR: Es interesante el juego de palabras que usted utiliza desde el punto de vista de la lectura del individuo: la diferencia entre joven y viejo, la identidad que se crea entre viejo y amargado, la visión que puede haber de desgaste. Eso que usted aplica a lo individual, ¿lo aplicaría a un proceso histórico, por ejemplo, como el que inició Cuba en 1959?
JLM: Todos los procesos humanos pueden emblematizarse en el individuo, y casi todo lo que le pasa al individuo le puede pasar a los pueblos, le puede pasar a las generaciones, a las naciones. En fin, puede ser.
Los procesos tienen elementos de desgaste y elementos de renovación, y eso es absolutamente natural, como nos pasa a los seres humanos; ahora, ¿cuándo empezamos a envejecer?, cuando es más lo que desgastamos que lo que renovamos. Así en las personas, así también en los procesos. Y se trata entonces de que los procesos tengan el suficiente cambio de aguas, la suficiente renovación interna para que las nuevas ideas fluyan, para que los nuevos retos se enfrenten, porque siempre hay nuevas demandas de la vida. Claro que envejecen los procesos también, ¿o es que la Revolución cubana está por encima de las leyes naturales y sociales? Lo que hay es que estar conscientes de eso para entonces, de manera volitiva, de manera si quieres planificada, si quieres consensuada, razonada, lleguemos a una buena lógica que nos permita ir dando esos elementos de renovación que nos mantengan alegres, creativos y flexibles para que nos hagan perdurar. Si todos los días buscamos cómo podemos darle más poder a la gente, cómo empoderamos a nuevos sujetos populares daremos probablemente con el secreto de ser eternamente jóvenes, es decir, hay que preguntarse todos los días cómo hacemos a la gente un poquitico más feliz, cómo la gente se va a sentir un poquito mejor y qué podemos hacer por eso.
Decía Martí: “Todos los niños cuando no aprenden algo nuevo deben echarse a llorar”. Todos los sistemas políticos que la izquierda genere debieran llorar en masa cuando pasa un día que no han pensado y no han hecho algo por la felicidad de todo el mundo; de eso se trata, y eso es lo que renueva. Lo que te hace joven es eso, no ir para atrás, porque hay generaciones que van para atrás, hay jóvenes que son retardatarios y tremendamente reaccionarios y conservadores; ese no es sólo un tema etario.
José Ingenieros hablaba de eso en El hombre mediocre, un libro maravilloso que ha dejado de ser lectura recurrente en estos tiempos. Ingenieros analiza el tema de la vejez y la mediocridad, cómo se vinculan, y él hablaba de Ameghino, el arqueólogo argentino, quien hasta el último día vivió acompañado de sus discípulos, buscando nuevas cosas y lo pone como ejemplo de alguien que nunca conocería la vejez, que nunca llegaría a la mediocridad. Al socialismo le toca estimular y convertir en modo de vida ese amor al saber, un amor dedicado a fortalecer la solidaridad, el amor entre la gente. Eso hay que convertirlo en una meta de la sociedad y solo el socialismo es capaz de identificar esas metas y promover que todos luchemos por alcanzarlas.
El socialismo es la única civilización que permite la coexistencia de la juventud con la experiencia, porque identifica la búsqueda del saber y la experiencia con la prolongación de la juventud, hace de la juventud un constructo humano.
GS: En esa búsqueda de la novedad en el caso cubano, particularmente en el terreno económico, una de las claves de la transformación se encuentra en las relaciones de propiedad. Quizás ha llegado el momento de repensar lo que se ha definido como “propiedad social”. En su criterio, ¿a qué se refiere el término? ¿La propiedad social implica solo la estatal? ¿Incluye la propiedad cooperativa?
JLM: Claro, de hecho la propiedad estatal, de por sí, no define su carácter social. Hay propiedad estatal en el capitalismo y, aunque sea pública, explota fuerza de trabajo y reproduce explotación. La propiedad es social cuando es la sociedad (y sus grupos) quien diseña, gerencia, controla y disfruta (o paga el precio si la cosa sale mal) de los resultados. Lo que la hace social es su pertenencia orgánica (con todo el sostén jurídico, político, etc. que sea necesario) y su razón de ser comprometida con la sociedad, no hacia un interés privado. Marx distinguía en la cooperativa y el arriendo las formas básicas del quehacer económico comunista, la propiedad estatal la veía como algo marginal y también temporal, en tanto y cuanto el Estado caminaría indefectiblemente hacia su extinción en no mucho tiempo. La historia planteó otros plazos, redujo el socialismo a una forma pretendidamente distinta de Estado, que no a una nueva pauta de relacionamiento y ordenamiento social y esto provocó que la propiedad estatal adquiriera el protagonismo que hoy tiene en Cuba y que tuvo en el llamado y extinto socialismo real y encarnara la propiedad socialista por antonomasia. Eso ni es así en razón teórica, ni es bueno que lo sea en la vida práctica.
CGS: Al mismo tiempo, está la discusión sobre el lugar que corresponde al sector privado en el socialismo, ¿qué podría diferenciar el funcionamiento de este respecto al capitalismo?
JLM: Eso no tiene una manera única, ni una regla que pueda establecerse de forma general; depende del lugar del mercado en tiempo y escenarios históricamente determinados y del grado de conflictividad o complementariedad que tenga con la planificación. La planificación y el mercado se necesitan mutuamente y no tienen por qué ser antagónicos; pero eso no es un resultado espontáneo ni natural de la relación entre ambos.
Hay preguntas clave para dirimir este vínculo: ¿Dónde se determina el movimiento económico? ¿Desde dónde se determina el nivel y la calidad de vida de la gente y la producción y reproducción de la vida? ¿Desde la planificación o desde el mercado? Es el complemento entre ambos el que debe garantizar ese movimiento y las consecuentes respuestas del aparato productivo y de servicios, pero eso solo puede ser armónico –entendiendo que puedan establecer sinergias funcionales a la vida- si la planificación se impone como mecanismo regulatorio fundamental porque hace y logra lo más importante para la sociedad, y porque determina el cumplimiento de los planes de vida de la gente.
Esto no sale por decreto, porque si se decreta se está cometiendo traición al proyecto y es lo mismo que firmar la rendición frente al mercado, pues sucede entonces que el mercado va a regular desde lo ilícito y eso significa que, al mismo tiempo que regula, en la vida real dinamita el orden institucional ajeno a la planificación.
Es el protagonismo de la planificación lo que determina la complementariedad del mercado. También es importante entender que esto no se logra a la inversa. Esto se logra, en suma, cuando la planificación se imponga en el plano de la producción, en el plano de la entrega, desarrollo y mantenimiento de los servicios y en el plano de la construcción de los ideales de consumo.
FLR: Precisamente, en muchos espacios se ha estado legitimando al sector privado, a los denominados “nuevos emprendedores” como el componente más activo de la sociedad civil cubana contemporánea. A estas alturas, ¿cree usted que existe una sociedad civil socialista?
JLM: Existe como una verdad de proclamación, no de constatación. No tiene personalidad, no es autónoma ni va a serlo nunca en los fundamentos actuales y por eso es básicamente infuncional, al tiempo que tiene una infraestructura obsoleta o muy en ciernes en el caso del empresariado de los sectores emergentes. El socialismo es aun gerencialmente adolescente.
Vivimos la etapa del socialismo caracterizada por el control partidista-gubernamental, o sea, estamos en la prehistoria del socialismo. El socialismo desarrollado será el dominio generalizado de la sociedad civil (armada en una nueva y aún no imaginada infraestructura institucional), que va progresivamente sustituyendo al Estado.
Puede pensarse con razón que para eso falta mucho; pero todo lo que se retrase ese desarrollo será una acción de refuerzo a la prehistoria, será un retardo al socialismo. Si algo distingue al estado socialista de los anteriores es que paradójicamente, mientras más se refuerza la institución “estado socialista” más se debilita el proyecto que pretende sostener. El socialismo será triunfante e irreversible cuando deje atrás su etapa partidista-gubernamental. Eso demora, es cierto y apurar las cosas irreflexivamente puede ser una ingenuidad muy cercana a la autoinmolación; pero aceptar la demora resignadamente es tanto o más peligroso porque la construcción civilizatoria propiamente dicha queda para las calendas griegas y pasa lo que dicen los cínicos y los miserables de este mundo, que el socialismo se convierte en un largo camino para llegar al capitalismo. Sucede que hay cosas fundamentales que se pueden hacer ahora mismo, por ejemplo: convertir a los sindicatos en escuelas de administración, como dijera Lenin. También se puede hacer mucho más en el terreno de la participación política.
CGS: Creo que estamos conectando con un asunto que siempre genera polémica, el de la democracia. ¿Cuáles serían en su criterio los requisitos de un sistema político democrático?
JLM: Hay teoría al respecto y recuerdo, por ejemplo, escritos de Robert Dahl que tratan el asunto con una serie sustantiva de aciertos, aunque no falten limitaciones que son hijas seguramente de los condicionamientos ideológicos de Dahl. Sucede que ese es un tema no resuelto teóricamente y menos técnicamente a mi juicio. De todos modos creo que es algo que hay que pretender con sinceridad para que algún día cada pueblo, comunidad o conglomerado humano pueda encontrar su sistema. Esta pretensión sincera de que hablo debería partir del involucramiento creciente de los diferentes grupos sociales en el trazado de políticas, en su puesta en práctica, control y evaluación; o sea, en todos los momentos propios de la gestión administrativa. Creo que todo eso lleva, ya en el orden técnico, buenas dosis de experimentación; y en cada lugar y en cada momento los pueblos, de acuerdo a su cultura e idiosincrasia podrán encontrar la mejor fórmula, sabiendo también que siempre será perfectible. Todo consiste en lograr la forma de socializar de manera creciente el poder, el saber y la propiedad. Si eso se logra, ese es el socialismo y esa es la democracia.
En el terreno político hay que hacer muchos cambios. Esta no es exactamente el área donde yo he reflexionado, pero no dejo de tener algunas ideas que estaría dispuesto a discutir hasta con las personas que saben mucho más que yo de eso, porque me siento muy convencido de algunas cosas.
Primeramente, la reestructuración de la infraestructura participativa con que contamos; en segundo lugar, erigir el trabajo y los espacios laborales en escenarios de decisión estatal. Los delegados al Poder Popular, los representantes del pueblo, más allá de si es la figura del delegado o del diputado, tienen que salir también de los espacios laborales. El hombre no puede estar representado sólo como un consumidor, tiene que estar representado como productor, como hacedor, como creador, no sólo como el que consume, como el que recibe, como el que disfruta. Esa es una idea que desarrollaron algunos filósofos cubanos hace algunos años, en la que no creo que se ha insistido como merece y que comparto con ellos.
Ya hablé del estado socialista y de lo que pasa cuando, al reforzarse como Estado, debilita el proyecto. La única forma que tiene y tendrá el estado socialista de fortalecer el proyecto, aun conservando la institución Estado, es ir derivando cada vez más hacia el gobierno y hacia la administración por la sociedad civil, o sea, es la sociedad civil la que va a sustituir al Estado. Eso debe ir haciéndose ya. Hay condiciones externas e internas que hacen imposible que ese Estado desaparezca, hay que seguir cargando con ese fardo durante un buen tiempo; pero entender que esa es una tarea de larga data y sentarnos a esperar que pasen los años, a ver si algún día aparece la oportunidad, es otra cosa.
Un ejemplo concreto está en los sindicatos. Te decía que los sindicatos tienen que ser escuelas de administración, tienen que aprender a dirigir; no es sustituir a los directivos ni decirles que no ni que sí y sentirse por encima de quien ha sido elegido o designado para tomar decisiones, es saber y tener capacidad de negociación y de discusión en el trazado de las líneas que se van a seguir en cada cosa, y como te digo que debe estar representado en un centro de trabajo, tiene que estar representado a todos los niveles de dirección del Estado.
No resolvemos el asunto con poner al secretario general de la CTC en el Buró Político, aunque está muy bien que así sea. Eso puede ser necesario, pero no suficiente; el problema no es darle poder a él, el asunto es que ese poder lo tengan los sindicatos, que estén en todas partes y estén, además, capacitados para establecer ese diálogo. Ya he dicho que aquella metáfora de las poleas transmisoras no funciona para el sindicato, ya no funciona. Si vamos a hablar de metáforas de la física –siempre digo lo mismo- vamos a hablar de vasos comunicantes, y eso es lo que se puede ir haciendo ahora mismo.
Otro ejemplo, la Federación de Mujeres Cubanas tiene ese nombre porque era un conjunto de organizaciones femeninas que se federó, que se juntó, esa es la historia de esa organización, con el liderazgo que ya sabemos de Vilma Espín. Mi madre fue una destacada luchadora y dirigente dentro de la FMC, fue tremendo lo que hizo y lo que hicieron las federadas en este país, esa historia no se ha escrito pero es importantísima: cuántas mujeres se incorporaron al estudio, al trabajo, cuántas se superaron, cuántas llegaron a tales y cuales logros. Ese fue un tremendo avance de la Revolución, pero ya las cosas están mucho más complejas, las mujeres no son lo mismo ni están en la misma situación, las mujeres son las dos terceras partes de los científicos de este país, tienen banderas que defender como mujeres, pero no son las mismas banderas las de las mujeres de grupos sociales distintos; quizás hubiera que pensar en una diversificación dentro de la Federación, no estoy hablando de desmembrar nada, sino de especificaciones, de áreas de interés, de grupos de presión, si vale el término, en función de intereses particulares que puedan tener y tienen las mujeres.
En Cuba no se han resuelto los problemas del color de piel. A todos nos dieron las mismas oportunidades, pero es que ellos arrancaron de atrás, y entonces el gap, la franja, sigue manteniéndose. Por lo tanto hay que buscar la forma de estructurar acciones afirmativas, medidas en la política educacional, cultural, económica que puedan potenciar a la gente para que todos los cubanos estemos en el mismo nivel de poder aportar y recibir de la sociedad lo que la sociedad merece y lo que merecemos de la sociedad. Todas esas cosas hay que irlas actualizando.
Yo siempre he despotricado del pluripartidismo, dondequiera que lo veo, veo que no sirve para nada. Si el pluripartidismo hubiera resuelto algo en Cuba o resolviera algo en alguna parte sería el primero en reconocerlo. El pluripartidismo no garantiza para nada que los mejores análisis que se hacen de la sociedad sean asumidos por este o aquel partido, curiosamente los mejores análisis ningún partido los toma, porque todos están para el poder político y después repartirse las cosas, y aquello queda al margen del asunto. Por tanto yo no estoy en contra de que haya un solo partido, pero si el partido es uno, entonces vamos a pensar ese partido: tiene que ser el poder y la oposición al mismo tiempo, allá adentro tienen que estar todos los debates, todas las plataformas de discusión que sean importantes para la sociedad; y entonces, si la Constitución dice que el partido dirige la sociedad a todos los niveles, a todos los niveles tiene que resolverse satisfactoriamente el vínculo entre el partido y la sociedad.
Por eso todos los dirigentes máximos del Partido a todos los niveles, desde el centro de trabajo hasta el municipio, la provincia o la nación, tienen que someterse a escrutinio popular; tienen que ser ratificados por el conjunto del pueblo, porque el pueblo va a ser dirigido por el Partido y ninguna institución por sí sola puede estar por encima del pueblo, en tanto y cuanto la nación radica en el pueblo, la sede de la nación es el pueblo y su mentalidad, el pueblo y su construcción mediática, el pueblo y su memoria, el pueblo y su trabajo, el pueblo y sus sueños. Esa es la nación, y nada puede estar por encima de eso. Todo el que tenga autoridad aunque sea muy bien ganada, por más que tenga los méritos y todo el prestigio del mundo, tiene que someter a escrutinio popular esa autoridad, no puede darse el caso que un grupo escoja por todo el mundo al que realmente toma las decisiones.
FLR: Es que la cuestión de la representatividad y la famosa fórmula del centralismo democrático han calado con fuerza en la organización institucional, no solamente en el partido.
JLM: No se puede entender la representatividad estadística de la población como sinónimo de la representatividad de las ideas, tú no puedes suponer que si tienes una muestra representativa de la población de un lugar tienes también, cuando le preguntes lo que piensan, una muestra representativa de las ideas de esa nación.
Hay veces –quizá muchas o la mayoría de las veces- que de las minorías salen las ideas, porque las ideas más elaboradas, lo dice la palabra, no se pueden hacer en una asamblea nacional del pueblo cubano, en la Plaza de la Revolución. Así no se producen las ideas, las ideas llevan estudio, análisis, investigación, experimentación, o sea, siguen otro curso. Después esas ideas deben ser divulgadas, debatidas, extendidas, para que todo el mundo pueda tener una noción sobre qué es lo que se discute y por dónde van las cosas, y cuál es la opinión personal sobre eso que se está discutiendo. Pero la producción intelectual no obedece a los patrones de la producción industrial, no es una producción masiva, no es producir azúcar o níquel, tiene otro cauce, otras direcciones, otras complejidades; entonces no se puede pensar que la representatividad estadística de la población es también lo que te va a reproducir la representatividad de las ideas. Tal vez, en el mejor de los casos, te represente la diversidad de los intereses, y cierto cuadro, quizás más o menos aproximado, de la estructura de las necesidades de la población. No más.
Las ideas no obedecen a la necesidad exactamente, no son un reflejo stricto sensu del problema que tú tienes. En primer lugar porque el hombre no piensa como vive como alguien ha simplificado el principio materialista de la historia. No recuerdo haber leído eso en ninguno de los clásicos del marxismo. Una cosa es decir que en última instancia las condiciones materiales de existencia determinan las formas del pensamiento y del reflejo que se hace y otra hacer aquella afirmación tan elemental. Se decía “el hombre piensa como vive” como si fuera una palanca de push and pull, una puerta de entrada y salida de un hotel o de una tienda, eso no es así, la vida es muchísimo más que eso.
Ahí tienes a los marginales de todas las sociedades que viven en la pobreza más severa, una pobreza que se les ha hecho cultura, como decía Oscar Lewis y te enteras que van a las elecciones y venden su voto y no respaldan las propuestas que pudieran y que les son programáticamente beneficiosas.
Esto es un ejemplo para que no pensemos mecánicamente que la representatividad estadística de la población lo es también de las ideas. Un verdadero centralismo democrático crea y busca espacios para todos, pero también debe hacerlo para todo lo que viene del pueblo. Y ya que hablo de esto, pienso en la intelectualidad cubana de hoy que es un fruto legítimo y una creación de la Revolución cubana, que es tan pueblo como lo es un campesino y un obrero, por no decir que no los aventaja en sus condiciones de vida materiales. Tampoco se puede identificar a la intelectualidad con una organización que reúna a un grupo de ellos. En un país con más de un millón de profesionales, pensar la intelectualidad y su papel no se resuelve hablando con una organización, tiene que pensarse para ese enorme conglomerado humano, complejo y diverso, pero profundamente patriótico y esencialmente revolucionario.
CGS: Pero se supone que desde el punto de vista de gobierno, esa estructura participativa son los órganos de Poder Popular, ¿en qué medida estos ejercen su papel?
JLM: Todavía de un modo muy precario e incompleto porque el tema recursos mediatiza todas las funciones y lo que he llamado, hablando de la cultura del trabajo, la marca de la existencia en precariedad le impregna un sello distintivo a la cultura de gestión; pero aún con recursos sería incompleto porque faltan los mecanismos para la socialización creciente del saber, el poder y la propiedad de la que hablaba y no se está experimentando lo suficiente ni bien. Las experiencias de Mayabeque y Artemisa no parecen estarse estudiando adecuadamente en cada uno de esos territorios –aunque estoy seguro que hay personas capaces de hacerlo- y todo queda como que es una buena idea que no encuentra las personas idóneas para llevarla a cabo. Quizá algo de eso hay, pero ¿por qué no aparecen las personas idóneas en todo caso?
Insisto en que el problema es de filosofía. No tenemos programas políticos que permitan distinguir y aclarar las posibilidades de los cuadros. No puede existir un solo plan hecho por otra gente o a otra instancia y que este cuadro que nos dirige y que tal vez elegimos solo deba ejecutarlo lo mejor que pueda. Los planes, las visiones administrativas tienen que confrontar y tienen que tener lecturas propias en los territorios, con adecuaciones consensuadas allí. Pasa igual a escala nacional. La vida política tiene que tener más debate, más estudio, más análisis críticos, más experimentación y los órganos del Poder Popular no parecen estar diseñados para lograrlo. Esa institución merece reconceptualizarse, como todas quizá, pero hablamos de esta.
El problema de la nominación, excepto para el caso del Delegado de circunscripción, obedece a un mecanismo esencialmente desconocido, nada público ni donde el ciudadano común pueda influir y da la impresión que parte del supuesto esencialmente falso que te mencionaba de que la representatividad estadística de la población refleja de modo más o menos exacto la estructura, diversidad y riqueza de las ideas. En la práctica sucede que las mejores ideas están fuera de los órganos de poder legislativo y no se discuten en los gobiernos, se escuchan en los eventos científicos de ciencias sociales, en eventos culturales –de artistas, escritores, etc.-, a veces aparecen en la prensa, pero no las escuchas en las sesiones de la Asamblea Nacional o en las Asambleas Provinciales. En esos cuerpos están compañeros y compañeras que en su absoluta mayoría son excelentes personas, eso no lo duda nadie porque uno los conoce; pero eso no es suficiente para que sean portadores del dinamismo que necesita la política. De hecho la figura del político ha ido desapareciendo y ese papel lo necesita la sociedad. Todo parece indicar que la institución Poder Popular no construye esa figura y tampoco la alienta.
FLR: Relativa a esta socialización del poder que menciona como expresión de socialismo y democracia, ¿usted cree que todas y todos los cubanos, todas las personas, caben?
JLM: Absolutamente sí, con una excepción: los que apoyen el proyecto que no tiene que ver con la independencia y la soberanía de la nación. ¿Por qué?, porque el de ellos es otro. Lo que define la inclusión es tu adherencia al proyecto nacional. Si tú eres patriota, si tú crees en la independencia y en la soberanía de Cuba, estás incluido pienses lo que pienses, seas lo que seas. Yo no te voy a preguntar si tú eres liberal, si tú eres anarquista, no me interesa, tú eres cubano y quieres el bien de la nación, y quieres la prosperidad para nuestro pueblo; pero si tú quieres, con cualquier retórica, desmontar el proyecto este, que además tiene el apellido socialista, entonces no porque tu proyecto es diferente al escogido por la mayoría absoluta del pueblo y sostenido a lo largo de la historia. Da lo mismo donde tú nazcas, mi padre nació en Santa Cruz de Tenerife y era tan cubano y tan güinero como el más güinero y más cubano que hay en Cuba y en Güines; nació en Santa Cruz de Tenerife y murió con un carnet del Partido en el bolsillo.
La nación es, por un lado, a veces un accidente geográfico, un accidente histórico. Muchas veces empieza por ahí, no se puede evitar esa parte del asunto, pero en realidad es una elección de vida, una vez que eres consciente de las cosas y una vez que optas pues estás optando también por un proyecto de vida.
Como ves, es una forma de repetir lo dicho por Fidel en las palabras a los intelectuales: dentro de la Revolución todo y fuera de la Revolución nada, pero la Revolución tiene tantos caminos como caminos tiene la vida. No te hablo de nada raro si te digo que cuando los babalaos hacen un trazado de rutas posibles, cada una tiene detrás una cantidad de leyendas, una cantidad de historias, que finalmente resumen filosofías de vida.
Eso es la Revolución también, si cabe esta imagen cubanísima, caracoles que se tiran todos los días y que nos abren rutas diferentes a la emancipación y a la libertad de nuestro pueblo, que nos dan la clave de qué hacer para llegar a los objetivos estratégicos de la nación; y entonces esto es una elaboración cotidiana y a la vez periódica de todas las generaciones, unas detrás de las otras. Todas tienen que plantearse y replantearse el proyecto una y otra vez: cómo lo estamos haciendo, cuál era la idea iniciática, qué pensó Varela, qué pensó Martí. Fue Martí quien nos inició en esta idea de la cubanía y todos le hicimos y le seguiremos haciendo caso a lo largo del tiempo; pero ya tú ves, hay muchos tipos de martianos, los ha habido y los habrá, no es nada raro. No se trata de interpretaciones manidas y no manidas, manipuladas y no manipuladas; esto es un poquito más amplio que eso, se trata de la ruta de la nación, de los caminos de la cubanidad que se van construyendo por cada uno de los sujetos sociales que van tomando parte y van integrándose en su desarrollo.
FLR: En una de las entrevistas que forman parte de esta serie se insistió en el olvido de una categoría como la del trabajo en los procesos de reformas de los noventa y el actual. ¿Usted pudiera insistir en este particular?
JLM: Me encanta que lo hagamos, porque además, sabes que ese es el foco delirante que he llevado a lo largo de los años.
Pudiéramos decir que el primer trabajo estrictamente sociológico que se produce, ya con independencia, vamos a decir, disciplinaria para la Sociología, viene de Durkheim, que es La división social del trabajo, y él empezó a explicar todo el movimiento de la sociedad a partir justamente de la división social del trabajo. Sabemos que Durkheim es uno de los padres fundadores. Marx también lo fue y lo que hace Marx es básicamente una articulación entre la sociología del trabajo y la sociología económica. Y del mismo modo Weber, en Economía y sociedad, hace un trabajo extensísimo en esa dirección.
Se entiende que la sociología del trabajo, sin embargo, nace paralelo con Marx y con Babbage. Desde entonces se trazan dos caminos, una variante reformista y una variante crítica; la primera: vamos a trabajar con la gente para armonizar esto y ponernos de acuerdo y llevarnos todos bien y seamos amigos; y la otra: vamos a derrocar este sistema y poner otro donde rijan los trabajadores y el trabajo se imponga sobre el capital, o sea, que la sociología del trabajo fue uno de los espacios académicos donde primero se bifurcaron los caminos de las ciencias sociales como ciencias del orden o como ciencias del cambio.
Pero la sociología del trabajo, que fue fundacional de la disciplina toda, ha venido últimamente en descenso, ha perdido centralidad científica por la pérdida de la centralidad del trabajo, de su objeto de estudio, no sólo en Cuba, en todas partes. El último congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología del Trabajo se dedicó justamente a eso: a la recuperación de la centralidad del trabajo. Lo que molesta es que en Cuba pase también, que tengamos que luchar por esa recuperación, que sigamos vibrando en la misma cuerda de todo el mundo, como si fuéramos neoliberales, porque el trabajo para los neoliberales es una conducta de mercado, la sacan de su centralidad social, que sería reconocer la verdad: que los más importantes procesos vitales se determinen en el trabajo. Ellos creen que esa centralidad no está en los procesos sociales, sino en las instituciones que rigen la concurrencia, que es para los neoliberales la única forma de existencia de lo social.
El trabajo como proceso social no llama la atención del denominado pensamiento único, justamente porque el trabajo los llevaría al análisis directo de una categoría social que es el trabajador, los trabajadores, las trabajadoras, y este es otro asunto que ellos no quieren tocar, ellos quieren tratar con todo el mundo de forma individual. Ahí vemos el ejemplo de la categoría competencia, que es un avance científico en muchos sentidos, pero cuya única expresión es individual. Nunca se habla de competencias colectivas, de competencias grupales.
No se hace porque el tema de la competencia tiene como telón de fondo a la negociación individual sustituyendo a la negociación colectiva, que hizo posible una buena parte de las conquistas obreras en la historia. Todo lo que se avanzó en la precisión y análisis de las competencias es desarrollo de la ciencia, pero no podemos perder de vista qué es lo que está pasando detrás, la intención política que mueve eso.
El socialismo se construye, sobre todo, en la esfera del trabajo porque esa es la esfera que hace libre o esclaviza al ser humano; el trabajo en el socialismo no puede ser objeto de explotación y por eso no puede ser salarista, no puede ser el espacio donde se reciben mandatos gravitacionales que “bajan” desde este o aquel centro decisor. Tiene que ser un espacio de poder de los trabajadores que construyan el plan de acuerdo y en diálogo con todas las instancias, que planifiquen sus ingresos y su quehacer, donde se elijan sus directivos de acuerdo a un proyecto para el colectivo laboral. La libertad hay que construirla desde el trabajo. No se puede pensar en diseñar los procesos igual en el capitalismo que en el socialismo ¡y nadie me diga que los capitalistas son los que saben, porque eso además es falso! Si el socialismo no ha triunfado sobre el capitalismo es porque no ha sabido hacerlo desde los procesos de trabajo. No digo que sea fácil; digo con toda responsabilidad que es posible.
El socialismo es una pauta civilizatoria. Solo el hombre dueño de su proceso de trabajo puede ser dueño de su vida y el hecho de que esa condición se ejerza solo en colectivo es una oportunidad inédita para construir sus condiciones de existencia en paralelo con la construcción humana de cada cual. Siempre que omitamos el trabajo de nuestras proyecciones y análisis estamos también sacando al socialismo de la conversación.
FLR: En relación con esto, a mí me preocupa que la transformación actual en Cuba esté más enfocada en el acercamiento a cuestiones económicas, pero que no se considere esto que estábamos hablando del trabajo.
JLM: Hay por ahí la idea de que crecimiento no es desarrollo y es una idea correcta, el crecimiento no es igual al desarrollo, pero acto seguido hay que aclarar que sin crecimiento no hay desarrollo. No vamos tampoco a llevar las cosas a un extremo que prácticamente crecer económicamente sea un asunto de segundo orden. Este es un asunto de primerísimo orden, tiene que ser así.
Ahora, si de desarrollo humano se trata entonces no estamos hablando de cualquier prosperidad, fíjate que la palabra prosperidad se parece más, o parece que tiene que ver más con el consumo que con cualquier otra cosa, ¿verdad?, y no hablamos de cómo vamos a producir lo que vamos a consumir, ¿con qué vamos a ser prósperos?, ¿de dónde sale lo que nos hace prósperos?
El socialismo tiene un problemita adicional que resolver, no sólo tiene que producir más y mejor, y más barato, y más duradero, y más lindo, y más simpático, tiene que hacer todas esas cosas y tiene que ser más democrático; o sea, los sujetos y los objetos, los bienes y servicios tienen que estar impregnados de una voluntad de crecimiento humano, de actos de crecimiento humano, el hombre tiene que crecer. Hacemos gorras de pelotero, puede haber mil millones de gorras de pelotero, pero el socialismo tiene que ser donde cada gorra sea la tuya, tiene que pensar en cada persona.
Pero decía, lo más importante es que lleve libertad, y la libertad se ha definido de mil maneras. Sabemos que los filósofos dicen que es la conciencia de la necesidad; pero me quiero referir a la libertad política, a la libertad social y para definirla no encuentro nada mejor que repetir que es el derecho de todo hombre a ser honrado y a pensar y hablar sin hipocresía. Sucede que la libertad política es la madre de todas las libertades, el capitalismo llegó hasta su reconocimiento jurídico, pero después llegas a la conclusión de que si no tienes libertad económica, si no eres un sujeto libre en el trabajo, no tienes realmente libertad, como se preguntaba desconcertado Segismundo en su soliloquio calderoniano: “¿Y teniendo yo más alma/tengo menos libertad?”, lo cual nos lleva entonces al punto de partida. Volviendo a la pregunta, no puedes ser libre en el trabajo si en la comunidad tampoco eres libre; tienes que ser libre donde vivas, donde trabajes, donde te desarrolles, las relaciones tienen que ser de libertad, donde haya la plena garantía de que puedas dejar tu impronta personal en todo lo que hagas, en todo lo que digas. Ese es justamente el desarrollo al que algún día la humanidad llegará, porque es la única forma en que va a preservarse, si no, desaparece absolutamente.
El único hombre que va a sobrevivir es el hombre libre, quien no sea libre no va a sobrevivir, ni el esclavista ni el esclavo. Cuando hay esclavitud, aunque sea asalariada, todo el mundo está preso del sistema de explotación. El capitalismo, por ejemplo, lo que hace es refinar la esclavitud, llevarla a terrenos tales que sea casi una sutileza de buen gusto estar y no en la condición de explotados, vale decir de esclavos con salario. Eso es lo que tiene que resolver el socialismo, acabar con cualquier grado, gramo, ápice, de esclavitud que quede en las relaciones humanas, y crear las condiciones para que jamás, y bajo ningún concepto se vuelva a reproducir de algún modo una forma tal o cual de esclavitud. Para eso tiene que acabarse el Estado, el socialismo cuando refuerza el Estado refuerza la coerción sobre los que son sus aliados, sobre los que son sus sostenedores, los que son el alma de su proyecto, y los está convirtiendo en personas reprimidas, y les está matando la posibilidad de acceder individual y colectivamente a la libertad. Ese es el gran problema, por eso hay que trabajar cada día y sin descanso por la extinción del Estado, por más que sea una meta a largo plazo. Y no estoy hablando solamente del socialismo cubano, no, el socialismo, dondequiera que se pretenda, es la búsqueda continua, permanente y sostenida del reino de la libertad.
¿Entonces cómo nos lleva esto al trabajo? Ya hablé de esto antes, ahora lo digo de otra forma: el trabajo es la esfera fundamental de las actividades humanas en las que se construye la libertad. ¿Por qué?, porque tú no trasciendes por lo que eres sino por lo que haces, el mundo nos conocerá a cada uno de nosotros por lo que hagamos más que por quienes seamos.
Todo el mundo no necesita la misma libertad, ni todo el mundo hace lo mismo con ella. ¿Cuándo la sociedad será un lugar, un espacio donde merezca la pena vivir?, cuando todo el mundo tenga la posibilidad de descubrirse a sí mismo y ver dónde puede hacer lo mejor por los demás, ese es el lugar, y para eso tenemos que construir la libertad en el trabajo. Para eso tenemos que empezar a empeñarnos desde hoy, construyéndolo para el llamado comunismo, que dicho así es una palabra, es una consigna, es una bandera, comunismo es la parte quizá mística del sentimiento de libertad, de la libertad humana, que tiene que organizarse de alguna manera. En los siglos anteriores, en el xix y el xx, parecía que una sociedad así se podía delinear, Marx desde el principio sabía que eso no era así, Marx sabía que eso no era un modelo de sociedad, y muchísimo menos una sociedad modelo.
FLR: Hablamos antes de las transformaciones en el terreno de la propiedad, y en otro momento de la entrevista usted se refirió con fuerza a los sindicatos. En la actualidad se está hablando de más de la cuarta parte de la fuerza laboral del país vinculada al sector no estatal, ¿en qué medida esos espacios son de débil influencia para organizaciones como la central de trabajadores existente en la actualidad?, ¿y en qué medida usted percibe que fuera necesaria otra variante organizativa?
JLM: La idea que tengo del sindicato en las condiciones actuales, considerando su funcionamiento actual, prácticamente no me sirve para el sector estatal ni para el no estatal. Ahora, el problema de la representación política de todos los trabajadores, de todos los grupos sociales, es otro asunto; ahí entramos en la diversificación, el crecimiento y el enriquecimiento que tiene que tener la infraestructura participativa.
La adscripción sindical es algo ínsito a la cultura participativa de los cubanos porque los sindicatos fueron, en su conjunto, una de las fuerzas que trajo el despertar de la conciencia nacional en las primeras décadas del siglo XX. El sindicato de Alfredo López, y después el de los comunistas, de Lázaro Peña, ese sindicato caló en la entraña popular porque defendió los más caros intereses de las clases trabajadoras, sobre todo con líderes fabulosos como Jesús Menéndez, Aracelio Iglesias o el propio Lázaro, en fin, grandes líderes. Al margen de otras consideraciones políticas, a todos ellos los admiro infinitamente como dirigentes sindicales, como luchadores por la clase trabajadora y por los intereses de la clase obrera. Esa es la verdad de la historia, y discutir eso o negarlo es sencillamente virarle la espalda a la realidad.
Ahora necesitamos que los sindicatos tengan una diversidad mayor, y sobre todo que tengan tareas políticas importantes, espacios de discusión, que tengan influencia sobre las leyes que se toman. Yo no me aferraría tanto al esquema de los sindicatos ramales como sí a la amplitud y diversificación de la representación política, desprejuiciar un poco ese pensamiento y no creer que hay una sola manera de estructurar esa representación. Tampoco se puede ser ingenuo en esas cosas, nosotros solos no pensamos en eso, y ante rótulos tan atractivos como “diversificar la representación” alguien construye una plataforma, busca una consigna y viene un fondo en divisas, de ya sabemos dónde, a financiar a un grupito que funciona como quintacolumna dentro del país. Es imposible evitar que cualquier idea de cambio no se inscriba dentro de los desafíos de la lucha política, la cual será, y sobre todo desde ahora en adelante, cada vez más compleja.
Pero no puede pensarse que hay una sola forma de movilizar a los trabajadores, ni que la forma tradicional es también la única. Yo no creo que haya que renunciar a las tradiciones, pero tampoco que haya que cerrar los ojos o virar la espalda ante nuevas maneras de hacer las cosas, y yo creo que hay que irlas pensando. El sindicato tiene que ser objeto de una profunda investigación que ellos mismos debieran alentar; tiene que autoestudiarse, ser estudiado desde afuera y desde dentro, ver todas las posibilidades y cotejarlas con la realidad.
FLR: Tengo entendido que en la sede de la CTC nacional existe un Consejo Científico.
JLM: Ellos una vez tuvieron un Consejo Científico pero ya no lo están manteniendo, yo fui parte de él. Te puedo decir que la vida y la historia de ese consejo no fue exactamente una experiencia buena, porque chocaba con todas estas posiciones adscritas a la lógica de las poleas trasmisoras, habían presupuestos que no se podían saltar; tampoco creo que los investigadores, por lo menos yo, tuviéramos la suficiente madurez para haber pasado los mensajes de la mejor manera, ni creo que los compañeros y compañeras de la Central estaban completamente preparados para entender y poner en práctica las mejores ideas.
Dejando atrás esa experiencia, lo cierto es que pasó todo lo que pasó en el mundo y el socialismo real salió de la historia viva y pasó al capítulo de los malos recuerdos. Es muy injusto, pero fue así. Eso es una experiencia para la humanidad, para nosotros también, y yo creo que podemos ver ahora desprejuiciadamente los nuevos retos, con nuevas miradas y con nuevos lentes también.
Está claro que los sindicatos tienen que desempeñar un papel protagónico, y que la esfera del trabajo tiene que estar en el centro de los análisis. Si hacemos quinientos lineamientos, una parte importante de ellos tienen que ir a la esfera del trabajo, y entender el trabajo como categoría sociológica, filosófica, histórica o incluso antropológica. Tenemos que ver al trabajo desde esos ángulos y desde otros, por ejemplo como sujeto de la comunicación. El trabajo es objeto y sujeto de la comunicación; toda la esfera comunicacional en Cuba tiene que reestructurarse, tiene que pensarse mejor, tenemos que comunicar alegría, decía eso, pero no sólo alegría, tenemos que comunicar razonamientos claros, mensajes inteligentes, tenemos que pasarle a la gente un mensaje inteligente de la vida, pero siempre con la convicción de que todos vamos a considerar más la inteligencia cuando la podamos usar, cuando nos sea útil para vivir.
Los gustos se construyen, en las preferencias se influye mucho, y eso hay que planificarlo también. No es manipular a la gente, porque tú puedes informar y construir conciencia, es más, si construyes conciencia es porque no manipulas, si no lo que construyes son ideas hijas de otras, y de otras, y generalmente son estereotipos y cositas chiquiticas para que se las aprendan rápido y sin pensar, pero la construcción de conciencia es bastante más ambiciosa y emocionante, lo que supongo que deba traducirse en un gran proyecto comunicativo. Creo que el socialismo no ha encontrado aún su proyecto de comunicación y estamos viendo dondequiera lo decisivo de esa esfera.
CGS: En la concepción de la transformación actual en Cuba prevalecen procesos que han mirado más a lo estructural, a lo macro, y no tanto a los microprocesos; que en el tema del trabajo se han preocupado más por la propiedad, y digamos, menos por los derechos de los trabajadores, ¿cómo está siendo el correlato entre los decisores y las ciencias sociales en ese sentido, y cuánto usted concibe que estas disciplinas, la sociología del trabajo y la antropología por ejemplo, pueden aportar a ese proceso de cambios?
JLM: Creo que la necesidad de un diálogo, yo diría que casi una sinergia -algo más intenso- entre los decisores y la ciencia tiene que ser permanente sobre todo en nuestro socialismo.
Veámoslo desde este ángulo: el socialismo es una obra de alta cultura, el proyecto nacional cubano es también una obra de alta cultura desde su propio nacimiento. Es una construcción de muchos, viene desde Varela, pero sobre todo de Martí, es un conjunto de elaboraciones en sucesión que llega a Martí y él les da molde y cocción definitivos. Es un orgullo nacional porque, sin pecar de chovinista, no abundaban en América Latina ni en Norteamérica, en ese momento histórico, pensadores de la talla intelectual como los que nutrieron, de un modo o de otro, la idea nacional cubana.
Nosotros necesitamos tener esa construcción culta de nuestra idea iniciática nacional y ese monitoreo especializado constantemente, porque somos un proyecto que se hace a contrapelo de otros, eso no les sucede a todos; pero el nuestro surgió junto con el de Estados Unidos, y el de ellos decía que nos incluía, y el de nosotros decía, desde Varela, que podíamos asociarnos a otros menos al de los Estados Unidos. El elemento Cuba tenía ese extrañísimo y singularísimo rol, pues aquel proyecto imperial lo incluía por razones de seguridad, de economía, y el de acá, emancipatorio y nacionalista, establecía por muchas otras razones su total rechazo a esa posibilidad. Entonces somos un proyecto en confrontación, somos un proyecto que tiene que imponerse al no-proyecto o al anti-proyecto que nos presentan y que nos quieren imponer de mil maneras, desde la televisión, la radio, la música, o las más disímiles formas ideáticas contentivas de alguna visión de futuro.
Si nos adscribimos a la más justa verdad, nunca las ciencias sociales han tenido tanto diálogo con el poder como después de los Lineamientos, porque hay un momento determinado en que los decisores se percatan de que están ante un problema que reclama movilizar un conjunto amplio y diverso de saberes por lo demandante de las tareas a llevar a cabo y se percatan además de que esos recursos humanos e intelectuales están en el país y, con toda la razón y con todo el derecho del mundo, acuden a su academia, la convocan. Se creó un consejo científico asesor de la puesta en práctica de los Lineamientos, donde están buena parte de las más importantes instituciones científicas del país y eso nunca había sido así, jamás se había lanzado esa convocatoria. Después la práctica ha dicho que algunas propuestas han caminado y se han entendido mejor que otras, y que algunas cosas han levantado una plataforma de diálogo y otras aún no lo han logrado suficientemente, lo cual quiere decir que sigue habiendo un espacio donde no hay todavía el diálogo que aspiramos y necesitamos.
En el caso de los estudios del trabajo, se acaba de realizar una reunión nacional con sociólogos, antropólogos, economistas, psicólogos, etc. en el mes de marzo que fue muy exitosa. Hicimos una convocatoria amplia y la respuesta fue fabulosamente positiva. Eso quiere decir que las cosas se van moviendo independientemente de que uno esté o no al tanto; o sea, que quizás estamos en presencia de un proceso en que las cosas van llegando a un momento de saturación, que se van acumulando saberes que de todas maneras llegarán a alguna buena parte.
Tenemos que aprender mejor a comunicar lo que sabemos, tener mejores armas, hace tiempo que muchos investigadores estamos pensando en eso y experimentando vías y métodos. Tenemos que lograr que en la televisión, en la radio, se presenten las sinopsis de las investigaciones y así de lo que pensamos sobre muchos aspectos de la realidad. Tenemos que llevar a Mesas Redondas, o como fuere que se les llame, los debates de los temas sustantivos de las ciencias sociales, tenemos que ganar esos espacios y colocarnos ahí. Y la dirección del país tiene que acostumbrarse a escucharnos, tiene que aprender, y nosotros aprender cómo le comunicamos las cosas, tiene que ser un aprendizaje mutuo; yo creo que ahora hay mejores condiciones para eso que nunca, pero también creo que siguen vivas toda una serie de limitaciones para ese diálogo, que van a seguir acompañándonos un tiempo, al fin y al cabo esa es la historia de todos los prejuicios. Me gusta creer que esa realidad va a seguir evolucionando positivamente.
Y la dirección del país tiene que acostumbrarse a escucharnos, tiene que aprender, y nosotros aprender cómo le comunicamos las cosas, tiene que ser un aprendizaje mutuo; yo creo que ahora hay mejores condiciones para eso que nunca, pero también creo que siguen vivas toda una serie de limitaciones que radican en desconfianzas y resquemores mutuos, que van a seguir acompañándonos un tiempo, como es la historia de todos los prejuicios.
CGS: Finalmente, durante la entrevista se ha insistido en la importancia del estudio de la historia, sobre todo porque usted ha hecho énfasis en el tema de cómo comunicar el socialismo que estamos construyendo. Yo creo que también habría que pensar cómo hemos comunicado la historia de nuestro socialismo, ¿no?, lo que hemos hecho hasta ahora, y nuestras propias memorias, la memoria del socialismo cubano. Quería saber su opinión al respecto.
JLM: Alguien ha dicho que fuimos capaces de hacer la historia, pero no de escribirla. La historia de las revoluciones es particularmente difícil, por las muy diversas y complejas formas en que se expresa la condición humana y por la propia naturaleza convulsa de los procesos que ocurren a su interior. La defensa de nuestra revolución pasa por el cabal conocimiento de su historia y creo que hay episodios, procesos, figuras, cuerpos políticos y circunstancias insuficientemente estudiadas o conocidas y que necesariamente deben ser abordadas con trasparencia, valentía política y objetividad en los análisis. Por poner ejemplos, no está clara la participación de la Organización Auténtica en todo el proceso insurreccional y sería bueno conocer qué papel jugó exactamente en la organización de la expedición del yate Granma. Sucede, por otro lado, que esa organización aportó mártires que no pueden ser olvidados ni desconocidos y ahí están los sucesos del desembarco del Corinthia o del asalto al cuartel Goicuría en Matanzas. Tenemos que incluir todo eso en la historia, con sus análisis correspondientes, como el propio papel de Prío y su desentendimiento del proyecto revolucionario, aun cuando regresó a los pocos días del triunfo quién sabe con qué ideas en la cabeza.
Esa historia tenemos que saberla de verdad para entender las cosas. Tenemos que saber cómo se expresaron los fenómenos del sectarismo, quién fue el delator Marquitos, qué hicieron las distintas organizaciones revolucionarias, cómo se superó aquella etapa, tenemos que saber quién era Aníbal Escalante, qué fue la Microfracción, y saber, en suma la historia con todas sus verdades y con todas sus visiones. Tenemos que conocer de contradicciones y errores como la existencia de la UMAP, a quién se le ocurrió, ¿por qué algo así pasó?
A fin de cuentas la Revolución cubana tiene menos páginas negras que muchas otras, y un sinnúmero de páginas de gloria. En la Revolución francesa hubo matanzas de opositores, en la rusa también, a veces curas, a veces miembros de la familia real; aquí no hubo nada de eso, ni se practicó la venganza o el atentado contra enemigos violentos y criminales. Y entonces la Revolución cubana puede sacar sus ropajes al sol y decir: “Aquí nos equivocamos y aquí también; pero mira, hicimos esto y esto, que nadie lo hizo”. La historia de la Revolución hay que hacerla, pero como parte de ella la historia del trabajo, y la historia de la cultura cubana en revolución, no solo la historia política. Ya se han dado algunos adelantos valiosísimos como el libro El 71 de Fornet. Pero se necesita mucho más.
Los procesos humanos no son fácilmente inteligibles, sobre todo cuando hablamos de grandes conmociones sociales. La historia con todas sus verdades casi que se ha escrito sólo por excepción. La historia nunca ha tenido la suerte de disfrutar una comunión muy fuerte con la veracidad que reclama la cultura humana, porque la historia siempre está hecha por los que les interesa narrarla de tal o cual manera. Eso no niega que se hayan hecho aportaciones de alta calidad, pero hay que hacer la historia de la Revolución como lo que es: la mayor conquista y la más impresionante proeza de nuestro pueblo, con todas sus virtudes y originalidades, con todas sus contradicciones y dificultades, porque la única manera en que las nuevas generaciones pueden, entender primero y defender después este proceso, es si lo conocen de verdad, no una versión más o menos construida a los intereses de alguien para que se entienda esto, aquello y lo de más allá.
Si alguien puede decirlo todo, y todo es todito, somos nosotros. No le debemos prendas a nadie. Aquí no se ha sido asesino nunca. Aquí se han cometido errores de idealismo, de extremismo, de ignorancia y de estupidez a veces. Pero no solo errores, también contamos con una mayoritaria creación cultural y social sin precedentes en el llamado Tercer Mundo.
La nuestra es una historia que cuando entras en ella se devela la explicación de muchas cosas, y hay que reconstruir bien todo eso para que entendamos cómo ha sido. En definitiva, la mejor historia de Cuba es la que nos queda por hacer y por escribir.

Carolina García Salas, Fernando Luis Rojas