martes, mayo 31, 2011

Españistán, de la Burbuja Inmobiliaria a la Crisis.

La Primavera Árabe de 2011


El año 2011 comenzó con una serie de explosiones de ira atronadoras de los pueblos árabes. ¿Va a dar inicio, con la primavera, una segunda fase del despertar del mundo árabe? ¿O bien estas revueltas van a ser pisoteadas y al final abortadas, como sucedió en el primer momento evocado en mi libro L’éveil du Sud (El despertar del Sur)? En el primer caso, los progresos registrados en el mundo árabe serán necesariamente parte del movimiento de superación del capitalismo y el imperialismo en todo el mundo. Su fracaso mantendría al mundo árabe en su estado actual de periferia dominada, que le impediría erigirse en agente activo de la configuración del mundo.
Siempre es peligroso generalizar cuando se habla del mundo árabe, en la medida en que se ignora así la diversidad de las condiciones objetivas que caracterizan a cada país dentro de este conjunto. Por consiguiente, centraré mis siguientes reflexiones en Egipto, país del que podemos reconocer sin dificultad el importante papel que siempre ha desempeñado en la evolución general de la región.
Egipto fue el primer país de la periferia del capitalismo mundial que intentó «emerger». Mucho antes que Japón y China, desde principios del siglo XIX, Mohamed Alí había diseñado e implementado un proyecto de renovación de Egipto y sus vecinos en el Mashreq árabe. Esta experiencia de gran envergadura duró dos tercios del siglo XIX y sólo perdió fuerza al final de la segunda mitad del reinado del Jedive Ismail Pachá, durante la década de 1870. El análisis de su fracaso no puede ignorar la violencia de la agresión externa a cargo de la gran potencia del capitalismo industrial de la época, Gran Bretaña. En dos ocasiones, 1840 y más tarde en la década de 1870 al tomar el control de las finanzas de Egipto, y por último con la ocupación militar en 1882, Inglaterra persiguió con obstinación su objetivo: abortar el surgimiento de un Egipto moderno. Sin duda el proyecto egipcio tenía sus límites, los que definen la época, puesto que fue, obviamente, un proyecto de emergencia en y por el capitalismo, a diferencia del proyecto del segundo intento egipcio (1919-1967), sobre el que volveré más adelante. Sin lugar a dudas las contradicciones sociales específicas del proyecto, como las ideas políticas y las bases ideológicas y culturales en las que se desarrolló, comparten la responsabilidad del fracaso. El hecho es que sin la agresión del imperialismo estas contradicciones probablemente podrían haberse superado, como sugiere el ejemplo japonés.
Este Egipto emergente derrotado fue sometido durante casi cuarenta años (1880-1920) al estado de periferia dominada, cuyas estructuras se volvieron a diseñar completamente para ajustarse al modelo de acumulación capitalista-imperialista de la época. La regresión impuesta golpeó, más allá del sistema de producción del país, sus estructuras políticas y sociales, y siempre trató de reforzar las concepciones ideológicas y culturales retrógradas y reaccionarias útiles para mantener al país en su condición de subordinación.
Egipto, es decir, su pueblo, sus élites, la nación que representa, nunca ha aceptado esta condición. Esta obstinada negativa motivó una segunda oleada de movimientos de carácter ascendente y que cubrió el siguiente medio siglo (desde 1919 hasta 1967). En efecto, entiendo este período como un tiempo de lucha continua y avances importantes. El objetivo era triple: democracia, independencia nacional y progreso social. Estos tres objetivos –por limitadas y confusas que hayan sido en ocasiones sus formulaciones– son inseparables. Esta interconexión de los objetivos es de hecho la expresión de los efectos de la integración del Egipto moderno en el sistema del capitalismo imperialista globalizado de la época. En esta lectura, el capítulo abierto por la cristalización nasserista (1955-1967) no es otra cosa que el último capítulo de este tiempo largo de flujo ascendente de las luchas inaugurado por la revolución de 1919-1920.
El primer momento de este medio siglo de progresión de las luchas de emancipación en Egipto tiene como objetivo –con la formación del partido Wafd en 1919– la modernización política, mediante la adopción de una forma burguesa de democracia constitucional, y la recuperación de la independencia. La forma democrática imaginada permitía un avance de la secularización –no era plenamente laica– simbolizada por la bandera, que ostentaba una combinación de la media luna y la cruz (bandera que ha reaparecido en los acontecimientos de enero y febrero de 2011). Las elecciones «normales» permitían en esa época no sólo la elección de coptos por parte de mayorías musulmanas, sino también el ejercicio de altos cargos del Estado por estos mismos coptos, sin que esto plantease problemas.
Toda la fuerza del poder británico, con el apoyo activo del bloque reaccionario compuesto por la monarquía, los terratenientes y los campesinos ricos, se empleó en el intento de hacer retroceder los avances democráticos del Egipto wafdista. La dictadura de Sedki Pachá en la década de 1930 (que abolió la constitución democrática de 1923) se enfrentó al movimiento estudiantil, que en esa época era la vanguardia de las luchas democráticas antiimperialistas. No es casualidad que, para reducir el peligro, la embajada británica y el palacio real apoyaran activamente la creación de los Hermanos Musulmanes (1927), grupo inspirado en el pensamiento islamista en su arcaica versión salafista wahabí formulada por Rachid Reda, es decir, la versión más reaccionaria –antidemocrática y en contra del progreso social– del nuevo Islam político.
Ante la conquista de Etiopía por Mussolini y la posibilidad de una guerra mundial, Londres se vio obligado a hacer concesiones a las fuerzas democráticas, lo que permitió el regreso de los wafdistas en 1936 y la firma del Tratado anglo-egipcio del mismo año; un Wafd, dicho sea de paso, mucho más «prudente» que en su época anterior. La Segunda Guerra Mundial constituyó una especie de paréntesis. Pero el flujo ascendente de las luchas se reanudó, a partir del 21 de febrero de 1946, con la creación del bloque obrero-estudiantil, fortalecido en su radicalización por la aparición de los comunistas y el movimiento obrero. Una vez más, las fuerzas de la reacción egipcia, con el apoyo de Londres, se opusieron violentamente y movilizaron a los Hermanos Musulmanes en apoyo de una segunda dictadura de Sedki Pachá, aunque sin conseguir silenciar el movimiento. Con el Wafd de regreso al gobierno, su denuncia del Tratado de 1936 y el comienzo de la guerrilla en la zona del Canal aún ocupada, sólo pudieron ser derrotados por el incendio de El Cairo (1951), una acción en la que estuvieron involucrados los Hermanos Musulmanes.
El primer golpe de Estado de los oficiales libres (1952), pero sobre todo el segundo con la toma del poder por Gamal Abdel Nasser (1954), coronó este periodo de flujo ascendente de las luchas, según algunos, o acabó con ellas, según otros. El nasserismo sustituyó la lectura que propuse del despertar egipcio por un discurso ideológico que borraba de un plumazo toda la historia de los años 1919-1952 hasta poner como fecha inicial de la revolución egipcia julio de 1952. En ese momento, muchos de los comunistas habían denunciado este discurso y entendían que los golpes de 1952 y 1954 tenían como objetivo acabar con la radicalización del movimiento democrático. No se equivocaban, porque el nasserismo sólo cristalizó como proyecto antiimperialista después de Bandung (abril 1955). En ese momento, el nasserismo realizó lo que podía ofrecer: una postura internacional resueltamente antiimperialista (asociada con los movimientos panárabe y panafricano) junto a reformas sociales progresistas (pero no socialistas). Todo ello, organizado de arriba abajo, no sólo sin democracia (prohibición de que las clases populares se organizasen para y por sí mismas), sino suprimiendo toda forma de vida política. El vacío así creado invitaba al llamado Islam político a llenarlo. Así el proyecto agotó su potencial progresista en un corto período de tiempo: diez años, desde 1955 hasta 1965. La pérdida de impulso ofreció al imperialismo, ahora dirigido por Estados Unidos, la oportunidad de quebrar el movimiento mediante la movilización de su instrumento miliar regional: Israel. La derrota de 1967 marcó el final de este avance de medio siglo. El reflujo lo inició el propio Nasser, eligiendo para ello el camino de las concesiones a la derecha (la infitah, es decir, la apertura, entendida como apertura a la globalización capitalista) en lugar de la radicalización por la que lucharon, entre otros, los estudiantes (cuyo movimiento ocupó un lugar central en 1970, poco antes y después de la muerte de Nasser). Su sucesor, Anuar Sadat, acentuó la deriva a la derecha e integró a los Hermanos Musulmanes en su sistema autocrático. Mubarak seguiría después la misma línea.
El siguiente período de reflujo (1967-2011) abarca casi medio siglo. Egipto, sujeto a las exigencias del liberalismo globalizado y a las estrategias de Estados Unidos, dejó de existir como agente activo a escala regional e internacional. En la región, los principales aliados de Estados Unidos –Arabia Saudí e Israel– ocuparon el centro de la escena. Israel pudo así avanzar por la vía de la expansión de su colonización de la Palestina ocupada, con la complicidad de Egipto y los países del Golfo.
El Egipto de Nasser había establecido un sistema económico y social criticable pero coherente. Nasser optó por la industrialización como medio de superación de la especialización internacional impuesta por el colonialismo, que limitaba al país al papel de exportador de algodón. Este sistema industrializador potenció una distribución del ingreso en beneficio de las clases medias en expansión, sin que ello significara el empobrecimiento de las clases populares. Sadat y Mubarak procedieron al desmantelamiento del sistema productivo egipcio, que fue sustituido por otro completamente incoherente, basado exclusivamente en la búsqueda de rentabilidad de las empresas, en su mayoría subcontratistas del capital de los monopolios imperialistas. Las tasas de crecimiento supuestamente elevadas de Egipto, alabadas desde hace treinta años por el Banco Mundial, no tienen ningún significado. El crecimiento egipcio es extremadamente vulnerable, y además ha ido acompañado de un increíble aumento de la desigualdad y el desempleo, que afecta a la mayoría de los jóvenes. La situación era explosiva... y explotó.
La aparente estabilidad del régimen que Washington tanto elogiaba se basaba en una maquinaria policíaca monstruosa (1.200.000 hombres frente a sólo 5.000.000 en el ejército), que perpetraba el abuso criminal cotidiano. Las potencias imperialistas afirmaban que este régimen protegía a Egipto de una alternativa islamista, lo que no es más que una burda mentira. De hecho, el régimen había incorporado plenamente al Islam político reaccionario (según el modelo wahabí del Golfo) en su sistema de poder, al concederle la gestión de la educación, la justicia y los grandes medios (la televisión en particular). El único discurso permitido era el asignado a las mezquitas salafistas, lo que les proporcionaba la ficción de intentar presentarse como la oposición. La duplicidad cínica del discurso del establishment estadounidense (y en este sentido Obama no es diferente de Bush) sirve perfectamente a sus objetivos. El apoyo de facto al Islam político destruye la capacidad de la sociedad para hacer frente a los desafíos del mundo moderno (que está detrás de la degradación catastrófica de la educación y la investigación), mientras que la denuncia ocasional de sus abusos (el asesinato de coptos, por ejemplo) sirve para legitimar las intervenciones militares de Washington, dedicado a la llamada «guerra contra el terrorismo». El régimen egipcio podía parecer tolerable mientras funcionó la válvula de seguridad de la emigración masiva de las clases medias y bajas a los países petroleros. El agotamiento de este sistema (la sustitución de trabajadores de los países árabes por inmigrantes asiáticos) ha llevado al resurgimiento de las resistencias. Las huelgas obreras de 2007 –las más importantes del continente africano en 50 años–, la resistencia obstinada de los pequeños agricultores amenazados de expropiación por parte del capitalismo agrario, la formación de círculos de protesta democrática en las clases medias (los movimientos Kefaya y Seis de abril) anunciaban la inevitable explosión, que los egipcios esperaban aunque sorprendiera a los llamados observadores internacionales. Estamos entrando pues a una nueva fase de aumento de las luchas de liberación, de las que tendremos que analizar su dirección y desarrollo.

Los componentes del movimiento democrático

La revolución egipcia en curso ilustra la posibilidad del anunciado fin del sistema neoliberal, objeto de cuestionamiento en todas sus dimensiones: política, económica y social. Este masivo movimiento del pueblo egipcio combina tres componentes activos: los jóvenes «repolitizados» por propia voluntad y en formas «modernas» que ellos mismos han inventado, las fuerzas de la izquierda radical y las fuerzas reunidas por los demócratas de clase media.
Los jóvenes (en torno a un millón de activistas) han sido la punta de lanza del movimiento. A ellos se unieron de inmediato la izquierda radical y los demócratas de clase media. Los Hermanos Musulmanes, cuyos dirigentes habían llamado a un boicot de las protestas los primeros cuatro días (persuadidos de que la represión las barrería) sólo aceptaron el movimiento más tarde, cuando la llamada, oída por todo el pueblo egipcio, había producido ya grandes movilizaciones de 15 millones de manifestantes.
Los jóvenes y la izquierda radical persiguen tres objetivos comunes: la restauración de la democracia (fin del régimen militar y policial), la instauración de una nueva política económica y social favorable a las clases populares (ruptura con las exigencias del liberalismo globalizado) y una política internacional independiente (ruptura con la sumisión a las exigencias hegemónicas de Estados Unidos y al despliegue de su control militar sobre el planeta). La revolución democrática a la que convocan es una revolución democrática, antiimperialista y social. Aunque el movimiento juvenil sigue diversificado en su composición social y sus expresiones políticas e ideológicas, en su conjunto se sitúa a la izquierda. Las rotundas manifestaciones espontáneas de simpatía con la izquierda radical dan testimonio de su orientación.
Globalmente, las clases medias se ubican en torno a un único objetivo de democracia, sin poner necesariamente en cuestión el mercado en su estado actual o el alineamiento internacional de Egipto. No debemos ignorar el papel de un grupo de blogueros que participan –a sabiendas o no– en una verdadera conspiración organizada por la CIA. Sus dirigentes son en su mayoría jóvenes de clase alta, americanizados en extremo, que sin embargo adoptan la pose de contestatarios contra las dictaduras existentes. El tema de la democracia, en una versión impuesta manipulada por Washington, domina sus intervenciones en la red. Con ello participan en la cadena de actores de las contrarrevoluciones orquestadas por Estados Unidos, bajo el disfraz de revoluciones democráticas, según el modelo de las revoluciones de colores de Europa del Este.
Sin embargo sería erróneo sacar la conclusión de que este complot es la causa de las revueltas populares. La CIA sigue tratando de torcer el sentido del movimiento, de alejar a los militantes de sus objetivos de transformación social progresista y encaminarlos hacia otros terrenos. Las posibilidades de éxito de este complot son altas si el movimiento en su conjunto fracasa en la construcción de convergencias entre sus diferentes componentes, en la identificación de objetivos estratégicos comunes y en la invención de formas de organización y acción efectivas. Hay ejemplos de este fracaso en Filipinas e Indonesia, por ejemplo. Es interesante señalar aquí que nuestros bloggers, que se expresan en inglés en vez de árabe, lanzados en defensa de la democracia a la americana, exponen con frecuencia argumentos de legitimación de los Hermanos Musulmanes.
La llamada a la protesta que hicieron los tres componentes activos del movimiento captó rápidamente los oídos de todo el pueblo egipcio. La represión, de una violencia extrema los primeros días (más de un millar de muertos) no desanimó a los jóvenes y sus aliados (que en ningún momento llamaron en su ayuda a las potencias occidentales como hemos visto en otros lugares). Su coraje fue el factor decisivo que llevó la protesta a todos los barrios de las ciudades, grandes y pequeñas, y pueblos; quince millones de manifestantes de manera permanente, durante días y días (y a veces noches). Este éxito político fulminante tuvo sus efectos: el miedo había cambiado de bando. Hillary Clinton y Obama descubrieron entonces que tenían que abandonar a Mubarak, a quien hasta entonces habían apoyado, mientras que los líderes del ejército salían del silencio, se negaban a tomar el relevo de la represión –poniendo a salvo así su imagen– y finalmente deponían a Mubarak y a algunos de sus principales secuaces.
La generalización del movimiento a todo el pueblo egipcio es en sí misma un reto positivo. Pues este pueblo, como todos los demás, está lejos de formar un conjunto homogéneo. Algunos de los segmentos que lo componen refuerzan, sin duda, la perspectiva de una radicalización posible. La entrada en la lucha de la clase trabajadora (alrededor de 5 millones de trabajadores) puede ser decisiva. Los trabajadores en lucha en las numerosas huelgas han hecho avanzar las formas de organización iniciadas en 2007. En la actualidad ya hay más de de cincuenta sindicatos independientes. La tenaz resistencia de los pequeños agricultores a las expropiaciones, que se ha hecho posible gracias a la cancelación de la ley de Reforma Agraria (los Hermanos Musulmanes en el parlamento votaron a favor de leyes injustas, argumentando que la propiedad privada es sagrada para el Islam y que la reforma agraria está inspirada por el demonio comunista), también contribuye a la radicalización del movimiento. Sin embargo queda una enorme masa de pobres que participaron activamente en los acontecimientos de febrero de 2011 y que se encuentran a menudo en los comités populares formados en los barrios para defender la revolución. Estos pobres pueden dar la impresión (por las barbas, los velos, la vestimenta) de que el país profundo es islámico o está movilizado por los Hermanos Musulmanes. De hecho su aparición en la política se impuso al liderazgo de la organización. Así pues, se ha dado ya la señal de salida a la carrera: ¿quién conseguirá formular alianzas eficaces con las masas desorientadas, y eventualmente «encuadrarlas», término que personalmente rechazo: los Hermanos y sus islamistas asociados (salafistas) o la alianza democrática?
Se están dando pasos significativos en la construcción de un frente unido de fuerzas democráticas y trabajadores. Cinco partidos de orientación socialista, el Partido Socialista Egipcio, la Alianza Popular Democrática –en su mayor parte ex miembros del partido Tagammu– el Partido Democrático de los Trabajadores, el trotskista Partido Socialista Revolucionario y el Partido Comunista egipcio, ex componente de Tagammu, formaron en abril de 2011 una alianza de las fuerzas socialistas y se comprometieron a continuar luchando en conjunto a través de ella.
Mientras tanto se ha formado un Consejo Nacional (Maglis Watany) constituido por todas las fuerzas políticas y los actores del movimiento (partidos de orientación socialista, diversos partidos democráticos, sindicatos independientes, organizaciones campesinas, redes de jóvenes y numerosos grupos sociales.) Los Hermanos Musulmanes y los partidos de derecha se han negado a participar en este Consejo, reafirmando lo que ya sabemos: su oposición a la continuación del movimiento. El Consejo reúne aproximadamente a 150 miembros.

Frente al movimiento democrático, el bloque reaccionario

Al igual que en el pasado período de crecimiento de las luchas, el movimiento democrático antiimperialista y social se enfrenta en Egipto a un bloque reaccionario de gran poder. Este bloque puede identificarse en términos de sus componentes sociales (de clases, obviamente), pero también debe identificarse en relación con los que definen sus medios de acción política y el discurso ideológico al servicio de dicha acción.
En términos sociales, el bloque reaccionario está dirigido por la burguesía egipcia en su conjunto. Las formas de acumulación dependiente de los últimos 40 años han propiciado la aparición de una burguesía rica, beneficiaria exclusiva de la desigualdad escandalosa que acompaña a este modelo liberal-globalizado. Se trata de decenas de miles no de empresarios creativos –como el discurso del Banco Mundial los presenta– sino de millonarios y multimillonarios que deben su fortuna, todos ellos, a su connivencia con el aparato político (la corrupción es un componente orgánico del sistema). Esta burguesía compradora (en el actual lenguaje político de Egipto la gente los llama parásitos corruptos) apoya activamente la inclusión de Egipto en la globalización imperialista contemporánea y es aliada incondicional de Estados Unidos.
Esta burguesía tiene en sus filas a muchos generales del ejército y la policía, a civiles vinculados con el Estado y el partido gobernante (Nacional Democrático), creado por Sadat y Mubarak, a religiosos (los líderes de los Hermanos Musulmanes y los jeques de Al-Azhar, todos ellos multimillonarios). Ciertamente, todavía hay burguesía compuesta de pequeños y medianos empresarios activos. Pero éstos también son víctimas del sistema de extorsión creado por la burguesía compradora, y están con frecuencia reducidos a la condición de subcontratistas dominados por los monopolios locales, que a su vez son correas de transmisión de los monopolios extranjeros. En el sector de la construcción hay un principio casi universal: los «grandes» consiguen las adjudicaciones de obras, que luego subcontratan a los «pequeños». Esta burguesía de empresarios emprendedores ve con verdadera simpatía el movimiento democrático.
La vertiente rural del bloque reaccionario no es menos importante. Se compone de campesinos ricos que han sido los principales beneficiarios de la reforma agraria nasserista, y que sustituyeron a la antigua clase de los grandes terratenientes. Las cooperativas agrícolas creadas por el régimen nasserista asociaban a los pequeños agricultores y los campesinos ricos, con un funcionamiento que beneficiaba principalmente a éstos. Sin embargo, el régimen tomaba medidas para limitar los posibles perjuicios a los pequeños agricultores. Más tarde, estas medidas fueron abandonadas por Sadat y Mubarak, por recomendación del Banco Mundial, y el campesinado rico aceleró la desaparición de los pequeños agricultores. Los campesinos ricos siempre han sido una clase reaccionaria en el moderno Egipto, y ahora lo son más que nunca. También son el apoyo principal del Islam conservador en el campo y, a través de su estrecha relación (a menudo familiar) con los representantes del aparato del Estado y la religión, (Al Azhar es el equivalente de una iglesia musulmana organizada) dominan la vida social rural. Además gran parte de las clases medias urbanas (no sólo los oficiales del ejército y la policía, sino también los tecnócratas y profesionales) han surgido directamente del campesinado rico.
Este bloque social reaccionario dispone de instrumentos políticos a su servicio: el ejército y la policía, las instituciones del Estado, un partido político privilegiado –el Partido Nacional Democrático, creado por Sadat, y partido único de facto–, el aparato religioso (con su centro en Al Azhar) y las corrientes del Islam político (los Hermanos Musulmanes y los salafistas).
La ayuda militar concedida por Estados Unidos al ejército egipcio (1.500 millones de dólares anuales) nunca estuvo destinada a fortalecer la capacidad defensiva del país, sino, al contrario, a aniquilar este peligro mediante la corrupción sistemática, no sólo conocida y tolerada sino también apoyada de manera positiva, con auténtico cinismo. Esta supuesta ayuda ha permitido a los oficiales de más alto rango apropiarse de grandes sectores de la economía egipcia compradora, hasta el punto de que en Egipto se habla de la sociedad anónima-militar (Sharika al geish). El mando del ejército que ha tomado la responsabilidad de dirigir el período de transición no es por lo tanto neutral, aunque haya tomado la precaución de parecerlo, al desvincularse de la represión. El gobierno civil a sus órdenes (cuyos miembros han sido nombrados por el alto mando), integrado en parte por hombres del antiguo régimen elegidos entre las personas de más bajo perfil, ha tomado una serie de medidas perfectamente reaccionarias para frenar la radicalización del movimiento.
Entre estas medidas figura una perversa legislación contra la huelga, so pretexto de reactivar la economía; además de una ley que impone severas restricciones a la formación de partidos políticos a fin de permitir la entrada en el juego electoral únicamente a las corrientes del Islam político (los Hermanos Musulmanes en particular) ya bien organizadas gracias al apoyo sistemático del régimen anterior. Y sin embargo, a pesar de todo esto, la actitud del ejército sigue siendo en última instancia impredecible. Porque, a pesar de la corrupción de sus cuadros (los soldados son conscriptos, pero los oficiales son profesionales), el sentimiento nacionalista no está ausente en todos los casos. Además, el ejército lamenta haber sido prácticamente descartado del poder en beneficio de la policía. En estas circunstancias, y dado que el movimiento ha expresado firmemente su deseo de separar al ejército de la dirección política del país, es probable que el alto mando considere en un futuro permanecer entre bastidores, renunciando a presentar a sus hombres en las próximas elecciones.
Si bien, obviamente, el aparato policial se mantiene intacto (no se contemplan actuaciones judiciales contra sus funcionarios), tal como el conjunto del aparato estatal (los nuevos gobernantes son todos del antiguo régimen), el Partido Democrático Nacional ha desaparecido en la tormenta y su disolución ha sido sancionada por los tribunales. Sin embargo, podemos tener confianza en la burguesía egipcia: no cabe duda de que sabrá hacer revivir a su partido bajo nuevos nombres.

El Islam político

Los Hermanos Musulmanes son la única fuerza política que el régimen no sólo había tolerado sino que había apoyado activamente en su desarrollo. Sadat y Mubarak les confiaron la gestión de tres instituciones básicas: la educación, la justicia y la televisión. Los Hermanos Musulmanes no han sido nunca, ni pueden ser, «moderados» y mucho menos «democráticos». Su líder –el mourchid (en árabe, guía o Führer)– lo es por aclamación y la organización se basa en el principio de la disciplina y el cumplimiento de las órdenes de los jefes, sin debate de ningún tipo. La dirección está compuesta exclusivamente por hombres inmensamente ricos (gracias, entre otras cosas, al apoyo financiero de Arabia Saudí, es decir, de Washington), los cuadros los forman hombres surgidos de las facciones oscurantistas de las clases medias, y la base está compuesta por personas corrientes reclutadas por los servicios sociales que ofrece la Hermandad, siempre financiados por Arabia Saudí. Al mismo tiempo, las fuerzas de choque están formadas por milicias (los baltaguis) reclutadas en el lumpen.
Los Hermanos Musulmanes son partidarios de un sistema económico basado en el mercado y totalmente dependiente del exterior. En realidad, son un componente de la burguesía compradora. También han tomado posición contra las grandes huelgas de la clase obrera y las luchas de los campesinos para conservar la propiedad de su tierra. Los Hermanos Musulmanes sólo son «moderados» en el doble sentido de que siempre se han negado a formular un programa económico y social propio, y de que por esta misma razón no cuestionan las políticas neoliberales reaccionarias y aceptan en la práctica la sumisión a las exigencias de la implementación del control de EE.UU. en el mundo y en la región. Por lo tanto son aliados útiles para Washington (¿hay un aliado mejor de Estados Unidos que Arabia Saudí, el patrón de los Hermanos?), quien les ha otorgado un «certificado de democracia».
Pero Estados Unidos no puede admitir públicamente que su estrategia tiene como objetivo establecer regímenes islámicos en la región. Tiene que fingir que le dan miedo. De este modo legitima su «guerra permanente contra el terrorismo», que en realidad persigue otros objetivos: el control militar del planeta con el fin de reservar para Estados Unidos-Europa-Japón el acceso exclusivo a los recursos. Una ventaja adicional de esta duplicidad es que permite movilizar la islamofobia de la opinión pública. Europa, como sabemos, no tiene una estrategia específica para la región y se contenta con alinearse a las decisiones cotidianas de Washington.
Es más necesario que nunca poner en evidencia la duplicidad real de la estrategia de Estados Unidos, cuya opinión pública, hábilmente manipulada, se mantiene en la inopia. Más que a cualquier otra cosa Estados Unidos (y Europa en su estela) siente temor ante un Egipto verdaderamente democrático que, sin duda, pondría en cuestión su alineamiento con el liberalismo económico y la estrategia agresiva de Estados Unidos y la OTAN. Harán cualquier cosa para que Egipto no sea democrático y, con este fin, apoyarán por todos los medios, pero con hipocresía, la falsa alternativa de los Hermanos Musulmanes, que han demostrado ser sólo una minoría en el movimiento del pueblo egipcio por un cambio real.
La colusión entre las potencias imperialistas y el Islam político no es, en realidad, ni nueva ni propia de Egipto. Los Hermanos Musulmanes, desde su creación en 1927 hasta hoy, han sido siempre un aliado útil para el imperialismo y el bloque reaccionario local y además siempre han sido enemigos feroces de los movimientos democráticos. Y no serán los multimillonarios que dirigen hoy la Hermandad quienes se unan a la causa democrática. El Islam político es igualmente el aliado estratégico de Estados Unidos y sus socios menores de la OTAN en todo el mundo musulmán. Washington ha armado y financiado a los talibanes, a los que calificó de freedom fighters en su guerra contra el régimen nacional popular calificado de comunista (antes y después de la invasión soviética). Cuando los talibanes cerraron las escuelas de niñas creadas por los «comunistas», Washington halló algunos «demócratas» e incluso algunas «feministas» que reclamaban un supuesto respeto a las tradiciones.
En Egipto, los Hermanos Musulmanes tienen ahora el apoyo de la corriente salafista, también financiada abundantemente por los países del Golfo. Los salafistas se califican de extremistas (wahabíes convencidos, intolerantes frente a cualquier otra interpretación del Islam) y son los promotores de los asesinatos sistemáticos de los coptos. Son operaciones difíciles de imaginar sin el apoyo tácito (y una complicidad a veces mayor) de los aparatos estatales, en particular de la Justicia, en gran parte confiada a los Hermanos Musulmanes. Esta extraña división del trabajo permite a los Hermanos Musulmanes aparecer como moderados, tal como Washington pretende que se crea. Sin embargo, hay luchas violentas en perspectiva dentro de los movimientos religiosos islámicos en Egipto. Porque el Islam egipcio históricamente dominante es sufí, y sus hermandades agrupan a 15 millones de seguidores. Es un Islam abierto, tolerante, que hace hincapié en la convicción individual y no en la práctica de rituales («hay tantas vías hacia Dios como individuos», afirman), el sufismo egipcio ha sido siempre visto con sospecha por los poderes del Estado que, sin embargo, blandiendo el palo y la zanahoria, han evitado entrar en guerra abierta contra él. El Islam wahabí del Golfo es su opuesto: arcaico, ritualista, conformista, enemigo declarado de cualquier interpretación distinta de la suya, que no es más que un simple recitado de los textos, enemigo de todo espíritu crítico, al que compara con el diablo. El Islam wahabí ha declarado la guerra al sufismo y pretende erradicarlo, para lo cual cuenta con el apoyo de las autoridades. Por su parte, los sufíes son secularizadores, si no laicos, y llaman a la separación de la religión y la política (el poder del Estado y las autoridades religiosas que éste reconoce: Al Azhar). Los sufíes son aliados del movimiento democrático. El precursor de la introducción del Islam wahabí en Egipto fue Rachid Reda, en la década de 1920, y en 1927 fueron los Hermanos Musulmanes quienes tomaron el relevo. Pero este movimiento islamista sólo adquirió su fuerza actual después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la renta petrolera de los países del Golfo, apoyados por Estados Unidos en conflicto con la ola de liberación nacional popular de la década de 1960, permitió multiplicar sus medios financieros.

La estrategia de Estados Unidos: el modelo paquistaní

Las tres potencias que han dominado el escenario de Oriente Medio durante todo el período de reflujo (1967-2011) son: Estados Unidos, patrón del sistema, Arabia Saudí e Israel. Se trata de tres aliados íntimos. Los tres comparten el mismo temor obsesivo a la emergencia de un Egipto democrático. Porque éste sólo podría ser antiimperialista y social, tomaría sus distancias del liberalismo mundial, condenaría a Arabia Saudí y a los países del Golfo a la insignificancia, reanimaría la solidaridad de los pueblos árabes e impondría a Israel el reconocimiento del Estado palestino.
Egipto es una piedra angular en la estrategia estadounidense para controlar el planeta. El objetivo exclusivo de Washington y sus aliados Israel y Arabia Saudí es conseguir que aborte el movimiento democrático en Egipto; con ese fin, quieren imponer un «régimen islámico» dirigido por los Hermanos Musulmanes, que es el único medio que tienen para perpetuar la sumisión de Egipto. El «discurso democrático» de Obama sólo sirve para confundir las opiniones ingenuas, las de Estados Unidos y Europa en primer lugar.
Se habla mucho, para dar una legitimidad a un gobierno de los Hermanos Musulmanes (¡alineados con la democracia!), del ejemplo turco. Pero sólo es una cortina de humo. Porque el ejército turco, que sigue presente entre bastidores, aunque en realidad no es democrático y por añadidura es un fiel aliado de la OTAN, sigue aportando la garantía del «laicismo» en Turquía. El proyecto de Washington, expresado abiertamente por Hillary Clinton, Obama y los think tanks a su servicio, se inspira en el modelo paquistaní: el ejército (islámico) entre bastidores, el gobierno (civil) asumido por el partido (o los partidos) islámicos «elegidos». Obviamente, si se diera este caso, el gobierno «islámico» egipcio sería recompensado por su sumisión en los asuntos esenciales (no cuestionar el liberalismo ni los presuntos «tratados de paz» que permiten que Israel continúe su política de expansión territorial) y podría proseguir, como una compensación demagógica, con la implementación de sus proyectos «de islamización del Estado y de la política», ¡y los asesinatos de los coptos! Bonita democracia la que se concibe en Washington para Egipto. Naturalmente Arabia Saudí apoya con todos sus medios (financieros) la implementación de ese proyecto. Porque Riad sabe perfectamente que su hegemonía regional (en el mundo árabe y musulmán) exige que se reduzca a Egipto a la insignificancia. Y el medio es «la islamización del Estado y de la política»; de hecho una islamización de tipo wahabí con todos sus efectos –entre otros las desviaciones fanáticas con respecto a los coptos y la negación del derecho de igualdad de las mujeres-.
¿Es factible este tipo de islamización? Quizá, pero al precio de violencias extremas. La batalla se libra sobre el artículo 2 de la constitución del régimen depuesto. Dicho artículo, que estipula que «la Sharia es la fuente del derecho», es una novedad en la historia política de Egipto. Ni la constitución de 1923 ni la de Nasser la imaginaron. Fue Sadat quien la introdujo en su nueva constitución con el triple apoyo de Washington (¡respetar las tradiciones!), de Riad (El Corán toma el lugar de la constitución) y de Jerusalén (El Estado de Israel es un Estado judío).
El proyecto de los Hermanos Musulmanes sigue siendo el establecimiento de un Estado teocrático, como se pone de manifiesto en su adhesión al artículo 2 de la constitución de Sadat/Mubarak. Por añadidura el programa más reciente de la Hermandad también refuerza esa visión retrógrada con la propuesta de instaurar un «Consejo de Ulemas» encargado de vigilar que todos los proyectos de ley sean conformes a las exigencias de la Sharia. Ese consejo constitucional religioso es análogo al de Irán que controla al «poder elegido». Entonces el régimen sería el de un gran partido religioso único, y todos los partidos que se autodefinieran como laicos se convertirían en «ilegales» y los partidarios de dichos partidos no musulmanes (como los coptos) quedarían excluidos, de hecho, de la vida política. A despecho de todo esto los poderes de Washington y Europa hacen como si se pudiera tomar en serio la reciente declaración de los Hermanos en la que «renuncian» al proyecto teocrático (¡sin modificar su programa!), otra declaración mentirosa y oportunista. ¿Los expertos de la CIA no saben leer el árabe? La conclusión se impone: Washington prefiere el poder de los Hermanos, que le garantizan el mantenimiento de Egipto en su redil y en el de la globalización liberal, al poder de los demócratas con los que correría el riesgo de que se cuestionase seriamente el estatuto subalterno de Egipto. El partido Justicia y Libertad, creado recientemente y visiblemente inspirado en el modelo turco, apenas es otra cosa que un instrumento de los Hermanos. Admitirían a los coptos (!), lo que significa que los invitan a aceptar el Estado musulmán teocrático consagrado por el programa de los Hermanos si quieren tener derecho a «participar» en la vida política de su país. Pasando a la ofensiva, los Hermanos Musulmanes crean «sindicatos», «organizaciones campesinas» y una retahíla de «partidos políticos» con diferentes nombres cuyo único objetivo es dividir los frentes unidos de trabajadores, campesinos y demócratas con el fin de trabajar en beneficio, por supuesto, del bloque contrarrevolucionario.
¿Será capaz el movimiento democrático egipcio abolir ese artículo en la futura constitución? Sólo podemos responder a esta pregunta volviendo a examinar los debates políticos, ideológicos y culturales que se han desplegado en la historia del Egipto moderno.
Comprobamos, en efecto, que los períodos ascendentes se caracterizan por una diversidad de opciones abiertamente expresadas que relegan la «religión» (siempre presente en la sociedad) a un segundo plano. Así fue durante dos tercios del siglo XIX (de Mohamed Alí al Jedive Ismail). Los temas de la modernización (en forma de despotismo ilustrado más que democrática) dominaron entonces la escena. Fue lo mismo de 1920 a 1970: había un enfrentamiento abierto entre los «demócratas burgueses» y los «comunistas», que ocuparon ampliamente el primer plano de la escena hasta el nasserismo. Éste suprimió el debate para sustituirlo por un discurso populista panárabe, pero al mismo tiempo «modernizador». Las contradicciones de ese sistema abrieron el camino de regreso al Islam político. Podemos comprobar que en las fases de reflujo, por el contrario, desaparece la diversidad de opiniones dejando sitio a un anacronismo presuntamente islámico que se arroga el monopolio del discurso autorizado por el poder. De 1880 a 1920 los británicos construyeron esta tendencia, entre otras cosas al condenar al exilio (en particular en Nubia) a todos los pensadores y actores modernistas egipcios formados desde Mohamed Alí. Pero también se remarcó que «la oposición» a la ocupación británica se ubica asimismo en esa concepción anacrónica. La Nahda (inaugurada por Afghani y continuada por Mohamed Abdou) se inscribe en esta tendencia, asociada a la ilusión «otomanista» defendida por el nuevo Partido Nacionalista de Mustafá Kemal y Mohamed Farid. No es sorprendente que esa deriva condujera hacia el final de los escritos ultra reaccionarios de Rachid Reda, recuperado por Hassan el Bana, fundador de los Hermanos Musulmanes.
Fue lo mismo en el período de reflujo de los años 1970-2010. El discurso oficial del poder (de Sadat y de Mubarak), perfectamente islamista (como lo demuestra la introducción de la Sharia en la constitución y la delegación de poderes esenciales a los Hermanos Musulmanes), es también el de la falsa oposición, la única tolerada, la del discurso de las mezquitas. Por eso el artículo 2 puede parecer muy sólidamente anclado en la «convicción» general (en la «calle» como se suele decir por imitación del discurso estadounidense). No se pueden subestimar los efectos devastadores de la despolitización instaurada sistemáticamente durante los períodos de reflujo. Nunca es fácil salir a flote. Pero no es imposible. Los debates actuales en Egipto se centran –explícita o implícitamente- en esa cuestión de la presunta dimensión «cultural» del desafío (en la competencia islámica). Indicadores positivos: Han sido suficientes algunas semanas de debates libres que se han impuesto en la realidad para ver como desaparecía de todas las manifestaciones el eslogan «el Islam es la solución» a favor de reivindicaciones precisas en el terreno de la transformación concreta de la sociedad (libertad de opinión , de formación de partidos, sindicatos y otras organizaciones sociales, salarios y derechos laborales, acceso a la tierra, educación y sanidad, rechazo de las privatizaciones y llamado a las nacionalizaciones, etc.). Una señal que no llama a engaño: en las elecciones de los estudiantes la aplastante mayoría (un 80%) de los votos que fueron para los Hermanos Musulmanes hace cinco años (cuando era el único discurso aceptado como presunta oposición) ha caído al 20% en las elecciones de abril. Pero el adversario también sabe organizar la respuesta al «peligro democrático» Las modificaciones insignificantes de la constitución (¡todavía vigente!) propuestas por un comité constituido exclusivamente por islamistas elegidos por el consejo supremo (el ejército) y adoptados por referéndum deprisa y corriendo en abril (con un 23% de «no», pero una mayoría de «sí», forzada por los fraudes y un chantaje masivo de las mezquitas) no conciernen, obviamente, al artículo 2.
Las elecciones presidenciales y legislativas están previstas para septiembre/octubre de 2011. El movimiento democrático lucha por una «transición democrática» más larga, de forma que permita que sus discursos lleguen verdaderamente a las masas desamparadas. Pero Obama hizo su elección en los primeros días de la insurrección: una transición breve, ordenada (es decir, sin cuestionar los aparatos del régimen) y las elecciones (que den la deseada victoria a los islamistas). Como sabemos las «elecciones» en Egipto, como en otras partes del mundo, no son el mejor medio de asentar la democracia sino, a menudo, el de acabar con la dinámica de los avances democráticos.
Una última palabra con respecto a la «corrupción». El discurso dominante del «régimen de transición» enfatiza su denuncia asociada con amenazas de persecución judicial (ya veremos cómo será en realidad). Ese discurso ciertamente es bien recibido, particularmente por la fracción, sin duda la más amplia, de la opinión ingenua. Pero se guarda de analizar las razones profundas y de explicar que la «corrupción» (presentada como una desviación moral, un tipo de discurso moralista estadounidense) es un componente orgánico necesario en la formación de la burguesía. No sólo en el caso de Egipto y en los países del Sur en general, se trata de la formación de una burguesía compradora cuya asociación con los poderes del Estado constituye el único medio de emerger. Sostengo que en el estado capitalista de los monopolios generalizados la corrupción se convierte en un elemento constitutivo orgánico de la reproducción del modelo de acumulación: la retención de la renta de los monopolios exige la complicidad activa del Estado. El discurso ideológico (el virus liberal) proclama «nada de Estado» mientras que su práctica es «el Estado al servicio de los monopolios».

Zona de tormentas

Mao tenía razón cuando afirmó que el capitalismo (en su existencia auténtica, es decir, imperialista por naturaleza) no tenía nada que ofrecer a los pueblos de tres continentes (la periferia constituida por Asia, África y América Latina, esa «minoría» que reúne al 85% de la población del planeta) y que por lo tanto el Sur constituía la «zona de tormentas», es decir, de las revueltas repetidas, potencialmente (pero sólo potencialmente) portadoras de avances revolucionarios dirigidos a la superación del capitalismo por el socialismo.
La «Primavera Árabe» se inscribe en esta realidad. Se trata de revoluciones sociales potencialmente portadoras de la cristalización de alternativas que pueden inscribirse a largo plazo en la perspectiva socialista. Es la razón por la cual el sistema capitalista, el capital de los monopolios dominantes a escala mundial, no puede tolerar el desarrollo de esos movimientos. Dicho sistema movilizará todos los medios posibles de desestabilización, desde las presiones económicas y financieras hasta la amenaza militar. Apoyará, según las circunstancias, bien las falsas alternativas fascistas o pseudofascistas o bien la implantación dictaduras militares. No hay que creer una palabra de lo que dice Obama. Obama es Bush pero con otro lenguaje. Hay una duplicidad permanente en el lenguaje de los dirigentes de la tríada imperialista (Estados Unidos, Europa occidental, Japón).
No tengo la intención, en este artículo, de examinar exhaustivamente cada uno de los movimientos en curso en el mundo árabe. (Túnez, Libia, Siria, Yemen y otros). Porque los componentes del movimiento son diferentes de un país a otro, igual que lo son las formas de la integración de cada uno en la globalización imperialista y las estructuras de los regímenes establecidos.
La revolución tunecina dio el pistoletazo de salida y ciertamente envalentonó mucho a los egipcios. Por otra parte el movimiento tunecino cuenta con una auténtica ventaja: el «semilaicismo» implantado por Burguiba sin duda no podrá ser cuestionado por los islamistas que regresan de su exilio en Gran Bretaña. Aunque al mismo tiempo el movimiento tunecino no parece estar en condiciones de cuestionar el modelo de desarrollo extravertido inscrito en la globalización capitalista liberal.
Libia no es Túnez ni Egipto. El bloque en el poder (Gadafi) y las fuerzas que combaten contra él no tienen ninguna analogía con lo que hay en Túnez y en Egipto. Gadafi siempre ha sido un títere cuyo pensamiento encuentra su reflejo en su famoso Libro Verde. Al actuar en una sociedad todavía arcaica, Gadafi podía permitirse discursos –sin gran alcance real- sucesivamente «nacionalistas y socialistas» y después, al día siguiente, adherirse al «liberalismo». Lo hizo «¡para complacer a los occidentales!», como si la elección del liberalismo no tuviera efectos en la sociedad. Sin embargo los tuvo y en general agravó las dificultades sociales para la mayoría. Entonces ya estaban dadas las condiciones para la explosión que conocemos, inmediatamente aprovechada por el Islam político del país y los regionalismos. Porque Libia nunca existió realmente como nación. Es una región geográfica que separa el Magreb y el Mashreq. La frontera entre ambos pasa precisamente por el medio de Libia. La Cirenaica, históricamente griega y helenística, después se convirtió en «mashrequina». La Tripolitania fue latina y se convirtió en magrebina. Por eso siempre hay una base para los regionalismos en el país. En realidad no se sabe quiénes son los miembros del Consejo Nacional de Transición de Bengasi. Quizá haya demócratas ente ellos, pero es seguro que hay islamistas, y de los peores, y regionalistas. Desde el principio «el movimiento» ha tomado en Libia la forma de una revuelta armada, disparando sobre el ejército, y no la de una ola de manifestaciones civiles. Esta revuelta armada, por otra parte, llamo inmediatamente a la OTAN en su auxilio. Así se dio entonces la ocasión para una intervención militar de las potencias imperialistas. Los objetivos que se persiguen no son, ciertamente, la «protección de los civiles» ni la «democracia», sino el control del petróleo y la consecución de una importante base militar en el país. Es cierto que las empresas occidentales ya controlaban el petróleo libio desde que Gadafi se alineó al «liberalismo». Pero con Gadafi nunca se puede estar seguro de nada. ¿Y si vuelve la chaqueta y mañana mete en su juego a los chinos o a los indios? Pero hay algo más grave. Desde 1969 Gadafi exigía la evacuación de las bases británicas y estadounidenses establecidas en Libia tras la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, Estados Unidos necesita transferir el AFRICOM (el mando militar de Estados Unidos para África, una pieza importante del dispositivo de control militar del planeta ¡todavía en Stuttgart!) a África. La Unión Africana lo rechaza y hasta la fecha ningún Estado africano se ha atrevido a aceptarlo. Un lacayo establecido en Trípoli (o en Bengasi) obviamente suscribiría todas las exigencias de Washington y de sus aliados subalternos de la OTAN.
Los componentes de la revuelta en Siria hasta ahora no han dado a conocer sus programas. Sin duda la deriva del régimen baasista, alineado al neoliberalismo y singularmente pasivo frente a la ocupación del Golán por parte de Israel, está en el origen de la explosión popular. Pero no hay que excluir la intervención de la CIA: se habla de grupos que han penetrado en Deraa procedentes de la vecina Jordania. La movilización de los Hermanos Musulmanes, que ya estuvieron hace años en el origen de las insurrecciones de Hama y de Homs, quizá no es extraña al complot de Washington, que se dedica a acabar con la alianza Siria/Irán, esencial para el apoyo de Hizbulá en Líbano y de Hamás en Gaza.
En Yemen la unidad se construyó sobre la derrota de las fuerzas progresistas que habían gobernado el sur del país. ¿El movimiento se rendirá ante esas fuerzas? Por esta razón se comprenden las dudas de Washington y del Golfo.
En Barhéin la revuelta ha abortado por la intervención del ejército saudí y la masacre, sin que los medios de comunicación dominantes hayan encontrado nada que decir. El doble rasero, como siempre.
La «revuelta árabe» no es el único ejemplo, aunque es la expresión más reciente de la manifestación de la inestabilidad inherente a la «zona de tormentas».
Una primera ola de «revoluciones», si las llamamos así, barrió ciertas dictaduras de Asia (Filipinas, Indonesia) y de África (Malí), que habían sido establecidas por el imperialismo y los bloques reaccionarios locales. Pero allí Estados Unidos y Europa consiguieron abortar la dinámica de esos movimientos populares, a veces gigantescos por las movilizaciones que suscitaron. Estados Unidos y Europa quieren repetir en el mundo árabe lo que pasó en Malí, en Filipinas y en Indonesia: ¡cambiar todo para que nada cambie! Allí, después de que los movimientos populares se desembarazasen de sus dictadores, las potencias imperialistas se dedicaron a que lo esencial permaneciese a salvo por medio de gobiernos alineados al neoliberalismo y a los intereses de la política extranjera. Es interesante comprobar que en los países musulmanes (Malí e Indonesia) el Islam político se movilizó con ese fin.
Por el contrario la ola de movimientos de emancipación que barrió América del Sur permitió auténticos avances en las tres direcciones que representan la democratización del Estado y la sociedad, la adopción de las subsiguientes medidas antiimperialistas y el compromiso en la vía de las reformas sociales progresistas.
El discurso dominante de los medios de comunicación compara las «revueltas democráticas» del Tercer Mundo con las que pusieron fin a los «socialismos» de Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín. Se trata de una superchería pura y simple. Porque independientemente de las razones (comprensibles) de las revueltas en cuestión, aquéllas se inscribían en la perspectiva de la anexión de la región por las potencias imperialistas de Europa occidental (en beneficio de Alemania en primer lugar). De hecho, reducidos ya al estatuto de «periferia» de la Europa capitalista desarrollada, los países de Europa del Este conocerán mañana su auténtica revolución. Ya hay señales que lo anuncian, en particular en la antigua Yugoslavia.
Las revueltas, potencialmente portadoras de avances revolucionarios, se prevén por todas partes, o casi, en los tres continentes que siguen siendo, más que nunca, zona de tormentas, desmintiendo así los discursos almibarados sobre el «capitalismo eterno» y la estabilidad, la paz y el progreso democrático que lleva asociados. Pero esas revueltas, para traer los avances revolucionarios, deberán vencer numerosos obstáculos: por un lado superar las debilidades del movimiento, construir las convergencias positivas entre sus componentes, concebir y establecer las estrategias eficaces, pero también por otra parte derrotar las intervenciones (incluidas las militares) de la tríada imperialista. Cualquier intervención militar de Estados Unidos y la OTAN en los asuntos de los países del Sur bajo cualquier pretexto, por ejemplo los de apariencia amable –como la intervención humanitaria- debe proscribirse. El imperialismo no quiere el progreso social ni la democracia para esos países. Los lacayos que implanta en el poder cuando gana la batalla siguen siendo enemigos de la democracia. No podemos por menos de lamentar que la «izquierda» europea, incluso radical, haya dejado de comprender qué es el imperialismo.
El actual discurso dominante llama a la instauración de un «derecho internacional» que en principio autorice la intervención cuando se violen los derechos fundamentales de un pueblo. Pero no existen las condiciones necesarias que permitan avanzar en esa dirección. La «comunidad internacional» no existe. Se resume en la embajada de Estados Unidos seguida automáticamente por las de Europa. ¿Es necesario describir la larga lista de las, más que lamentables, criminales intervenciones y sus resultados? (por ejemplo Irak). ¿Hay que recordar el principio de «doble rasero» que las caracteriza? (Podemos pensar, obviamente, en los derechos violados de los palestinos y el apoyo incondicional a Israel o en las innumerables dictaduras que se siguen apoyando en África).

Samir Amin

El nacimiento de nuestra fuerza


Desde el 15M, nada es ya como antes desde el punto de vista militante, incluso el estudio de la historia social ofrece otro ángulo: el de un nuevo comienzo. Nada es como antes, pero el hilo de la continuidad de fines y propòsitos se muestra firme…
De buen seguro que en el acto sobre Victor Serge del próximo día 2-06 organizado por la FAN en la Biblioteca andreu Nin, se hablará del ayer pero también de las acampadas en las plazas…De entrada hay un buen pretexto: la primera novela de Serge, El nacimiento de nuestra fuerza, evoca las luchas proletarias por Barcelona.
Y es que Victor Serge, escritor ruso de idioma francés, novelista, poeta y ensayista, Victor-Napoleón Lvovich Kibalchich –alias Victor Serge, Le Rétif, Le Masque, Ralph, Victor Stern, Victor Klein, Alexis Berlovski, Sergo, Siegfried, Gottlieb, V. Poderewski, y algunos pseudónimos más, nacido en el exilio en Bruselas el 31 de diciembre de 1890 de padres rusos y murió, igualmente en el exilio, en la Ciudad de México el 17 de noviembre de 1947, llegó a una Barcelona agitada, y se estrenó con el seudónimo que le haría célebre para ofrecer un retrato fehaciente del nacimiento de un nuevo movimiento, la huelga general que en agosto de 1917 unificó a la CNT del “Noi de Sucre”, y a la UGT, y demostró que en la hora del combate por las libertades, los obreros estaban en primera línea en tanto que la burguesía democrática estaba…como ausente.
Aquella Barcelona fue la universidad política de numerosas generaciones insumisas identificadas con la resistencia a esa enfermedad llamada burguesía. Barcelona –ha dicho otro amigo actual de Serge,- fue grande porque siempre se rebeló contra las injusticias. En crónica novelada de la Barcelona obrera de 1916-17, en El nacimiento de nuestra fuerza, tenemos el relato dominado por la presencia de Darío, que así llama al líder sindicalista trasunto del Noi del Sucre. Darío, contemplando la ciudad desde la montaña le dice al aquel joven de profesión exiliado: esta ciudad la hicimos los trabajadores, la burguesía nos la ha arrebatado pero un día la conquistaremos, y será nuestra.
A llovido mucho desde entonces, pero se pueden encontrar ecos muy vivos de aquel comentario sobre la ciudad en este momento de nuevo nacimiento, cuando la crisis generada por la locura enriquecedora del capitalismo financiero y la complicidad de los gobernantes, está abriendo el camino a una respuesta que era ya un clamor en la vida cotidiana, y que hasta ahora no había logrado manifestarse. Mientras que entonces, la revolución parecía una cuestión de mera paciencia, y el Estado mostraba únicamente su cara más odiosa –la de la policía y el ejército, o sea de las únicas instituciones “públicas” que el neoliberalismo no se cuestiona, más bien al contrario, las privilegia, verdad Sr. Puig--, todo en un paisaje diferente.
El paisaje actual estaba apagado por la suma de derrotas, derrotas infligidas por supuesto por el orden establecido, pero también por una izquierda que se dice heredera de aquella que estaba en las barricadas del pueblo. La izquierda institucional de este país de países comenzó a morir el día en que el PSOE vendió lo que le quedaba de alma para ocupar los pasillos del poder, y el día en que los sindicatos se convirtieron en la oficina de los sindicalistas que negociaban con más miedo a sus bases que a la patronal que…los mimaba en tanto que profesionales. Sobre este paisaje desconcertante, ya no se podía soñar con un nuevo comienzo en base a un movimiento real en marcha. Los últimos que lo hicimos fue los de la generación del 68, fue mediante la línea de los” desbordamientos”: había un movimiento real, aquí en ciernes contra el franquismo, y el objetivo era que fuese más allá del horizonte de pactos que Carrillo dibujaba en el horizonte. Actualmente, dicho movimiento real no va más allá de los recursos puntuales a la presión…
Aquel movimiento social amplio tenía un enorme potencial. Los que no han visto a la clase obreras alzada con asambleas y objetivos radicales, no pueden saber que era como un gigante dormido por las promesas reformistas. Ahora, el “reformismo” ya no es una estrategia “socialdemócrata”, es una política al servicio de los cuatro amos del mundo que se benefició del desastre del llamado ”socialismo real”, y que aprendió a convertir la política en lo que ahora van a convertir las universidades: en un medio donde hacer negocios, en un espacio donde todo se vende, hasta las grandes palabras….
Pero este gigante dormido, así como sus retoños más radicales, también tenía sus problemas. Estaba el espejismo de las reformas graduales, por supuesto. Pero en el caso del 68 hubo otros problemas más, y uno de los más importantes fue el de las guerras por las hegemonías políticas e ideológicas. Cuando se hablaba de “ellos” y de “nosotros”, se hablaba de los de arriba y de los de abajo, pero también, y a veces con más empeño incluso, de los de mi grupo y los otros. El sectarismo fue un precio que pagaron todas las corrientes del llamado “gauchismo”, ofreciendo un espectáculo ciertamente desigual, no todos fuimos iguales, pero lo cierto es que en su conjunto fue como una epidemia. Así, el paisaje tampoco era muy abierto en el campo alternativo. Al lado de la gente más constructiva y razonable persistían las guerras de las identidades: nosotros somos más “verdaderos” que vosotros. Expulsar este aspecto irracional de la izquierda militante era una exigencia elemental que tenía que ser vadeado, y lo han sido en las plazas que se hacen, y lo serán dios mediante en los “Estados Generales” que podrán agrupar barrios, localidades, centros de estudios, colectivos de trabajadores y trabajadoras como parte de un todo que antes eran los sindicatos, y lo fueron algunos partidos.
El hilo de la continuidad no se manifiesta solamente por los símbolos como las banderas y las escuelas socialistas, se manifiesta ante todo por la radicalidad del rechazo y por la capacidad de (re)crear nuevas formas de organización que barran los obstáculos tribales, las banderías sectarias…no es por casualidad que buena parte de la gente más combativa que actualmente ocupa las plazas, hayan sido militantes por la memoria asesinada, que decía Victor Serge que fue anarquista partidario de la acción directa, sindicalista en Barcelona con salvador seguí, bolchevique desde 1918, cuadro de la III Internacional, uno de los portavoces de la oposición comunista al partido del estado de la URSS, escritor y poeta, militante del POUM, y socialista democrático desconcertado por todo lo que le había tocado ver y vivir. Su legado es muy amplio, pero si tuviéramos que resumirlo lo podríamos hacer citando estas palabras extraídas de Memorias de un revolucionario:
I.- Defensa del hombre. Respeto del hombre. Es preciso devolverle sus derechos, la seguridad, un valor. Sin todo eso, no hay socialismo. Y, a este propósito, sin borrar una sola línea de lo que he escrito sobre la necesidad del terror en las revoluciones en peligro de muerte, quiero afirmar que considero como una abominación incalificable, reaccionaria, vergonzosa y desmoralizante, el empleo continuo de la pena de muerte por la justicia administrativa y secreta. Para mí, es igualmente abominable e injustificable, la represión por el exilio, la deportación, la prisión casi perpetua de cualquier disidente en el movimiento obrero.
II.- Defensa de la verdad. El hombre y las masas tienen derecho a la verdad. No acepto ni la falsificación sistemática de la historia y de la literatura, ni la supresión de toda información seria en la prensa, reducida a un mero instrumento de agitación. Considero que la verdad es una condición de la salud intelectual y moral. El que habla de verdad, habla de sinceridad. Derecho del hombre a una y a otra.
III.- Defensa del pensamiento. Estimo que el socialismo sólo puede engrandecerse en el orden intelectual gracias a la emulación, la búsqueda, la lucha de Ideas. Considero que el socialismo no tiene que temer al error, siempre corregido con el tiempo por la propia vida, sino al estancamiento y a la reacción; que el respeto del hombre presupone para éste el derecho a conocerlo todo y la libertad de pensar. El socialismo no puede triunfar contra la libertad de pensamiento, contra el hombre, sino, al contrario, gracias a la libertad de pensar y mejorando la condición del hombre.”
No hay que decir que esto también resulta discutible, pero nadie podrá negar que haya en estas palabras una modernidad, algo que palpita en las nuevas generaciones que, para crecer, deben de continuar pero también romper con un pasado que había acabado en manos de los mercaderes de la política y del sindicalismo.
De esto y de muchas cosas más trataremos en el acto del jueves que cuenta con la presencia en la mesa de Ferran Aïsa y de un servidor como miembro de la FAN cuyo combate por la historia siempre ha estado al servicio del nacimiento de nuevos luchas y de nuevos movimientos que aten el pasado y el presente.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Festival por el 42º Aniversario del Cordobazo.

(Colectivo Avanzar)
Fraternal y excelente jornada hemos vivido la noche del sábado 28 de Mayo en la casa de la cultura Compadres del Horizonte para recordar la histórica gesta de la lucha obrera y estudiantil contra el poder establecido.





Nos reunimos con el motivo del 42º aniversario del Cordobazo y para reivindicar la revolucionaria y combativa figura de Agustín Tosco.
También celebramos el 2º aniversario de Radio Perspectiva de Clase, emisora que a través de la red, forma parte del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo.
Entre los artistas invitados en escena contamos con la presencia de José Santis, Alejandro Urra, Horacio Liñan y el cierre del festival estuva a cargo de las compañeras del Grupo Amapola.
También recorrimos la historia de Agustín Tosco, su vida, la vigencia de su discurso y su legado para la clase trabajadora que debe unirse y organizarse contra el poder y el abuso patronal.
La noche transcurrió en un clima muy familiar, con muchos compañeros y compañeras que estuvieron brindando su apoyo incondicionalmente, y además, recibimos saludos y adhesiones de parte de organizaciones y compañeros que no pudieron estar en persona pero que se hicieron presentes con sus palabras de unidad y camaradería.
La transmisión en vivo por Radio Perspectiva de Clase logró cruzar la cordillera de los Andes para salir a través del éter radiofónico de FM Antivero, de San Fernando Chile, sellando una vez más nuestro lazo de hermandad y unidad con los hermanos chilenos.
Agradecemos a todos los compañeros y compañeras que se acercaron al festival y que formaron parte de esta actividad, asumiendo su compañerismo, su compromiso militante y su incansable apoyo en favor de la lucha del pueblo contra el aparato gubernamental y patronal que día a día nos oprime, nos enrosca y nos quita estos espacios, que con dignidad y sacrificio, supimos conseguir.
Muchas Gracias a Todos!

Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo

lunes, mayo 30, 2011

El marxismo de Agustín José Tosco….a cuarenta y dos años del Cordobazo.


In Memorian

Agustín José Tosco, el “gringo” Tosco, es una de las personalidades más significativas de la generación de dirigentes obreros y populares formados en los años de la Resistencia al golpe gorila del ‘55, impactados plenamente por la Revolución Cubana del 1º de enero de 1959 y protagonistas de las grandes luchas de masas que hicieron del período transcurrido entre 1969 y 1976 el de mayor ofensiva popular en procura de cambios revolucionarios.
Su figura se identifica plenamente con el Córdobazo, la sublevación obrera y popular del 29 de mayo de 1969 que marcaría el comienzo de la etapa de ofensiva y la muerte de la etapa Onganía de la dictadura instaurada en 1966.
Por su participación en el cordobazo fue detenido y condenado a ocho años y tres meses por un Tribunal Militar, pero el Córdobazo había herido de muerte a la dictadura que lo tiene que liberar el 6 de diciembre de ese mismo año. Al llegar a Córdoba grita su historico: “Abajo la dictadura, el pueblo es quien nos ha liberado”
En 1970 asiste a la asunción del mando de Salvador Allende en Chile, con quien entabla una amistad durarera. En marzo de 1971 se produce el Víborazo, reedición amplíada del Cordobazo y un mes más tarde, el 28 de abril de 1971, es nuevamente encarcelado; y esta vez será por 17 meses.
Estando preso es reelecto secretario general de su sindicato en setiembre de 1971 y adjunto de la C.G.T. en abril de 1972. En agosto de 1972 se produce la fuga y masacre de los presos de Trelew, cárcel donde él estaba alojado, hecho que lo marcaría definitivamente. En setiembre es liberado por una dictadura ya agonizante.
En marzo de 1974 se produce el golpe contra el gobierno cordobez de Obregón Cano. En setiembre son asesinados Atilio López y el abogado Ricardo Curuchet. En octubre intervienen su sindicato y pasa a la clandestinidad hasta su muerte el 5 de noviembre de 1975 por una infeccíón mal curada.
Es en esos años tan trascendentes que Tosco elabora, con su práctica y la reflexión teorica, lo fundamental de su aporte al sindicalismo y el pensamiento transformador argentino.
Preguntado como se definiría ideológicamente contesto que como “marxista-socialista. Los fundamentos que tento están elaborados en base al materialismo dialéctico.En lo político estoy por la unidad de las fuerzas de distintas tendencias, sin discriminaciones ideológicas, pero siempre que coincidan con el progreso yla liberación nacional de los argentinos”.
Pocas veces se menciona la dimensión marxista de Agustín Tosco. De uno de los más creativos y originales de los marxistas argentinos de la década del ‘70. De los que lo entendieron como un pensar y un actuar para derrotar el capitalismo y no como un adorno cultural o una biblioteca de recetas magistrales. Como lo quería el Che, a quien Tosco tanto admiraba y con quien lo unía la dimensión humanista de su marxismo.
Para valorar plenamente la profundidad de sus reflexiones hay que aproximarse a él como un hombre de su época, a uno de los protagonistas principales del período más alto de la lucha de clases en la Argentina
Un hombre, que sin ser orgánicamente de ninguna fuerza política, y de tener fuertes lazos con toda ella (de quien recibía su influencia) llega a elaborar, si no una propuesta política completa y suficiente propia, aportes a una estrategia muy creativos y eficaces.
El Tosco que pretendemos rescatar es el del compromiso ético con los trabajadores y la defensa inclaudicable de sus derechos contra las variadas formas de Conciliación de Clases y el Pacto Social; el que propone un Proyecto Político revolucionario y no solo sindical para la clase; el que reivindica la Hegemonía en un bloque popular y no la participación subalterna en un frente democrático nacional o el estéril autoaislamiento de secta; el que practica la Unidad de los Revolucionarios y la izquierda contra el hegemonismo y el vanguardismo que disparaban la dispersión y los enfrentamientos en el campo popular.
Compartió con los comunistas la construcción de la Comisión Nacional Intersindical y el Encuentro Nacional de los Argentinos; apoyó la candidatura peronista de Atilio López para la vicegobernación de Córdoba en 1973; participó en la realización de los Plenarios Antiburocráticos y de los Congresos del Frente Antimperialista y por el Socialismo que impulsaban el P.R.T. y Roberto Santucho en tanto que su abogado y amigo era el radical Hipolito Solari Irigoyen.
¿Era un ecléctico o un oportunista que ponía un huevito en cada canasta a la espera de una recompensa de los exitosos? Ni mucho menos. Defendía la misma concepción y propuestas en todos y cada uno de los ámbitos: Unidad de los revolucionarios, de los clasistas, de las fuerzas populares..
Tosco se formó como dirigente en un ambiente político donde casi todos los sectores le asignaban un rol determinante a los trabajadores, pero él desnuda que no se trata de la importancia que se les asigne en el proyecto (columna vertebral del movimiento decían los burócratas) sino del carácter del mismo.
Es en este tema que realiza su aporte más trascendente: el del Sindicalismo de Liberación, al que define como opuesto al “participacionista o adaptacionista que se mueve en forma dependiente y referencial al sistema” y que es el “que ha comprendido que debe ser un factor en la lucha por la liberación nacional. Es el que atiende tanto la defensa de los derechos y reivindicaciones de carácter inmediato de los compañeros”...como el “que plantea la transformación revolucionaria de las estructuras, y que reclama en lo inmediato que los grandes medios de producción y las palancas fundamentales de la economía sean de propiedad estatal y no privada”.
No es la suya una propuesta presa de lo institucional: “el sindicalismo de liberación debe actuar en todos los terrenos, institucionales o no”; ni que propone esperar el cambio de fuerzas en el movimiento obrero (léase la C.G.T. única) para que la clase juegue su rol: “El sindicalismo de liberación asume su papel político general en la capacidad de vanguardista, en unidad con los demás sectores populares, políticos, económicos y sociales…”. Es decir en la lucha política, en el movimiento real de la lucha de clases.
Este conjunto de ideas y conductas, aparentemente disconexas, encuentran un eje articulador en su compromiso ético fundamental: en la defensa inclaudicable de los intereses de los trabajadores y el pueblo. Por ello es que reclama, en primer lugar, la unidad de la izquierda en el propio movimiento obrero, en defensa de los metalúrgicos de Villa Constitución, del Sitrac Sitram y de su propio gremio tanta veces intervenido. Por ello es que aporta a la unidad popular contra el golpe en gestación. Por ello es que se compromete con variados intentos de gestar alternativa política desde su propia practica de un sindicalismo de liberación.
Porque el marxismo de Tosco no es un marxismo de libros y serenos ámbitos académicos. Como el Che al que tanto lo ligaba su humanismo, su entrega ilimitada y su compromiso con el “hombre nuevo”, es el suyo un marxismo de acción y conductas revolucionarias, de huelgas y prisiones, de pasiones y sufrimientos.
Y ese es el Tosco más trascendente, el que sigue siendo ejemplo a seguir más allá que los 20 años de neoliberalismo nos obliguen (como él mismo hizo tantas veces) a reformar de modo nuevo las tareas y estrategias revolucionarias.
Porque todo puede volver a empezar. Porque para recrear la esperanza hay que sentir con Tosco que : “Las victorias más importantes y valiosas son las que se obtienen sobre las propias debilidades. A partir de allí todo es posible. Lo que va contra uno mismo, lo que choca contra el propio ser es lo que destruye. Por eso también Ulyses Mc Daniel se afirmaba a sí mismo al exclamar: “ si alguna vez quebrara mis troncos. O claudicara junto a mis compañeros. Este juramento me matará…” El ser o no ser de Hamlet se plantea en todo momento. En cualquier circunstancia, en lo más sencillo y en lo más complejo en la vida del hombre”

febrero de 1996

Las citas están tomadas de “Agustín Tosco, presente en la lucha de la clase obrera”, selección de trabajos realizada Jorge Lannot, Adriana Amantea y Eduardo Sguiglia y editada en 1984

El Sol y la democracia real


El Sol en España se posó en la Puerta del Sol de Madrid y se irradió por el país ibérico, transformado en centenares de miles de jóvenes que demandan democracia real, debido a que la llamada democracia española no es tal.
Lo de “real” no es por favorecer al rey, sino porque la existente es falsa.
La de aquí es peor. Arturo del Tiempo es el enlace entre las dos.
Son “democracias”de banqueros, magnates capitalistas, mafias políticas, cárteles y corporaciones.
Seudo-democracias que generan elites opulentas, desempleo, trabajo precario, desprotección social, insalubridad, alineación, xenofobia, depredación, corrupción, narco-corrupción, sobre-explotación, adulto-centrismo, machismo, saqueo y delincuencia de todo tipo.
“Democracias” mentirosas, estafadoras, administradas por partidocracias despreciables, que operan indistintamente -y con la misma perversidad – como gobierno y como oposición.
Es un sistema negador de participación y decisiones colectivas, siempre al servicio de cúpulas privadas y privatizadoras.
Aquí, más aun.
En España mucha juventud y mucha gente se hartó de eso y decidió convertirse en Sol de la democracia real. Sencilla y profunda demanda acompañada de reclamos de empleos, mejores ingresos, seguridad social, vida digna…
Aquí hace tiempo que se viene hablando de la necesidad de una verdadera democracia, participativa, diferente, nueva e integral. Que se lucha por alimentos para todos/as, luz eléctrica, empleo, derecho a la educación, y la salud, seguridad ciudadana, cese de la impunidad, fin de la represión y de la criminalidad policial.
El problema es que todavía esas propuestas y esas luchas, inestables y desarticuladas, no han logrado crear un nuevo sujeto político-social diferenciado y contrapuesto a la partidocracia y a la clase dominante- gobernante, capaz de tomar las calles con la demanda de domocracia real en el centro de su determinación.
Aquí el Sol de la democracia real no ha sido apropiado por la juventud y el pueblo dominicano, aunque hay indicios de que podría hacerlo.
Crece la percepción de esa necesidad, pese a que una parte de las izquierdas partidistas no quiere entender que el camino no es el electoralismo puro y simple ni la aceptación de las reglas del juego del sistema, ni la imitación de los métodos de la derecha, ni la simple sumatoria de grupos y siglas al margen de los nuevos sujetos potencialmente insumisos.
Hay que darle rienda suelta a la imaginación para auspiciar lo diferente.

Narciso Isa Conde

“A una la visitan los sueños…” Leonora Carrigton


Leonora Carrington fue una versión peculiar del surrealismo que no es sinónimo de escapismo. Su debate con lo “real” refleja una realidad de trasplantes contradictorios. Leonora, inglesa por nacimiento y naturalizada mexicana, cumplió su militancia surrealista, incluso como activista social, solidaria con movimientos estudiantiles y contra la invasión de los yanquis a Irak. Lo que es real es real y no se requiere abandonar al surrealismo.
Como casi todos los surrealistas de la primera hora Leonora es hija de una Europa contradictoria, desgarrada, desgarradora y cruel. Elena Poniatowska ha explorado de Leonora algunas zonas biográficas, como su vida en Europa, su exilio, su matrimonio con Renato Leduc… incluso los andariveles que la condujeron al contacto con otros surrealistas como Remedios Varo y André Bretón. Pero es insuficiente.
Leonora no se sale de la realidad, como suelen decir algunos de sus comentaristas, Leonora encontró en el surrealismo una forma de radiografiar esas regiones de lo real, lo concreto, que se agazapan en lo rutinario, en la palabrería de curso legal, en los devaneos de la vida normal. Lo que entiende de la realidad, con sus armas surrealistas, no son las coartadas de escapismo que tanto gustan a los tributarios de Kant bajo todas sus modalidades y disfraces.
Leonora se empeñó en mostrar la realidad a puñetazos de imaginación, casi dulce, y le salió eso terrible que se parece tanto a la ficción y que, por cierto, también es una realidad. Un aire frio recorre la obra de Leonora y nos aterra como nos aterra la absoluta injusticia de la sociedad capitalista. No hay que perderla de vista. No es que a Leonora la entendieran pocos, lo que ocurre es que pocos se atreven a entenderla y a confesarlo. Y no hay necesidad de hacerse chistoso ni condescendiente.
Lo fantástico en la obra de Leonora Carrington es lo real “lo más increíble de lo fantástico es que lo fantástico no existe… todo es real” decía Breton. En Leonora la imaginación es otro nombre que asume el conocimiento de lo concreto, sólo que desnudado sin clemencia para hacer visibles sus miserias y sus maravillas. Lo fantástico es así, no hay concesiones. No hay por qué hacerlas. Ser consciente de lo real, en un surrealista, no es una contradicción, es una resolución categorial que deviene en lucha revolucionaria, es decir, en poner el arte al servicio de la Revolución.
Es verdad que se ha desarrollado un vocabulario complejo con el que se suele abordar la obra de los surrealistas. Ese vocabulario contiene espectros semánticos e ideológicos de los más variados y, con frecuencia, se lo usa también, como catálogo de eufemismos para olvidar o hacer olvidar los ejes más poderosos y comprometidos de la militancia surrealista que, en su expresión más rica y ambiciosa llamó a la construcción de la FIARI (Federación Internacional de Artistas Revolucionarios e Independientes). En medio hay muchos matices, mediocridades, banalidades, esnobismos y payasadas.
Lo fácil es decir que Leonora Carrington fue “mágica”, “vidente”, “médium”… lo fácil es reducir su obra a un anecdotario biográfico y presumir que uno la conoció porque le supo chismes domésticos. Lo fácil es quedarse en la superficie de la obra y no temblar. Quedarse en la mirada decorativa y no sentir la condición que Bretón identificaba para el arte… “el arte será convulsivo no será nada”. Lo fácil es aprovecharse de la muerte de una artista y lloriquear sobre páginas de arribismo para poner debajo del tapate la incapacidad de sentir los dolores de Leonora o para esconder la ignorancia tosca.
Nada de eso impide sumarse a quienes ven en Leonora Carrington un ser fantástico por real. Un ser de relatos profundos y extraordinarios con una trayectoria larga y arrebatadora. Y hay que mirarla en sus fotografías, admirada por propios y extraños, por convencidos y por infiltrados… por Dalí, por Ernst, por Picasso… arrobados todos por su fragancia lírica… dijo en 1957: “No me gustaría morir de ninguna manera, pero si llego a hacerlo algún día, que sea a los 500 años de edad y por evaporación lenta” Otra cosa es indagar en sus andamios ideológicos y su “anticomunismo” y eso habrá que hacerlo con guantes y con mucho tiento. Llegó a México en 1942.
Leonora deslumbrante de rebeldía, deja sus imágenes y su racionalidad surrealista como un legado querido y querible. Al margen del tufo de las tertulias de intelectuales, demagogos del sentir. Leonora se fue habiendo vivido, con hondura, a lo largo y a los ancho sus muchas décadas. Miraremos su obra con respeto, que no es poca cosa, en tiempos en que no pocos artistas, para ganarse la vida, para congraciarse con los jefes, por vanidad o por todo junto, “se bajan los pantalones”. “Leonora es la pintora que más se parece a sus pinceles y hasta hay quien dice que pinta con las pestañas” dice Elena Poniatowska. Leonora murió a los 94 años, en Ciudad de México, la noche del 25 de mayo de 2011.

Fernando Buen Abad Domínguez

El Partido Socialista Unido de Venezuela llama a la solidaridad Internacional, frente a una nueva agresión imperialista


La Dirección Nacional del PSUV, ante la nueva agresión del gobierno norteamericano contra la República Bolivariana de Venezuela, esta vez aplicando sanciones unilaterales contra nuestra industria petrolera estatal, PDVSA, se ve en la obligación de denunciar ante los pueblos del mundo, partidos políticos progresistas, de izquierda, socialistas y movimientos sociales, esta nueva injerencia imperial en la soberanía de nuestra patria.
La justificación para sancionar a PDVSA, es una flagrante violación del Derecho al comercio libre sustentado en programas de cooperación internacional, que nuestra República ha firmado en el campo alimentario, industrial, energético y tecnológico, con múltiples naciones del planeta, entre ellas, con la República Islámica de Irán.
Nuestra República es libre y soberana para decidir quienes son los países o economías con los cuales establecerá relaciones de amistad, cooperación e integración.
No estamos ni estaremos nunca subordinados a ninguna potencia o interés económico transnacional, por muy poderoso que sea. Nuestra industria petrolera continuará sus programas de cooperación e inversión con quienes hayamos decidido soberanamente.
Debe resaltarse, que el gobierno de la República Islámica de Irán en reiteradas oportunidades ha negado la campaña de acusaciones que desde los Estados Unidos se hace para desprestigiar su programa de energía nuclear con fines pacíficos. El gobierno de los Estados Unidos ha recurrido a las mas descaradas mentiras y calumnias para lograr objetivos geoestratégicos en el campo energético y militar, tal y como ocurrió con el invento de las armas de destrucción masiva que le atribuyeron a Irak y que les permitió justificar su invasión militar, ocasionando la tragedia del fallecimiento de mas de 650 mil ciudadanos iraquíes y 4.000 soldados norteamericanos.
El gobierno del Presidente Barack Obama debería estar preocupado por resolver los problemas que aquejan a la sociedad y a la economía norteamericana, tales como, la gigantesca deuda de 14,2 billones de dólares que los hace ser la nación mas endeudada del planeta, un astronómico déficit fiscal del 11% del PIB, un desempleo abierto de mas de 15 millones de trabajadores y trabajadoras norteamericanos, mas de 2 millones de familias que perdieron sus hogares por la crisis financiera, 42 millones de norteamericanos fuera del régimen de protección de seguros de salud, mas de 40 millones de norteamericanos consumidores de drogas y una criminalidad que le lleva a tener solo en el Estado de Florida 156 mil presidiarios, siendo un mal ejemplo de hacinamiento y violación de los Derechos Humanos.
El Partido Socialista Unido de Venezuela, al denunciar la ya reiterada hostilidad unilateral del gobierno norteamericano contra nuestra nación, solicita a los partidos políticos, movimientos sociales y personalidades del mundo democrático, progresista, de izquierda y socialistas, la mas amplia solidaridad con el pueblo venezolano, con los trabajadores y trabajadoras petroleros venezolanos, que libran en esta hora una gran jornada de movilización para reiterar que somos una nación libre, independiente y que estamos dispuestos a resistir, cualquiera sea la suerte, las agresiones, las mentiras de la oligarquía, que la derecha y el gobierno norteamericano lancen contra nuestra patria.
Como lo dijo nuestro Presidente Hugo Chávez Frías: “que no se olviden que somos los hijos del Libertador Simón Bolívar”.

En Caracas a los 25 días del mes de mayo de 2011.


¡Patria Socialista o Muerte, Venceremos!.

La 'caducidad' de Mujica


Mujica impuso un veto político

Después de que la ley interpretativa de la ley de caducidad sorteara todos los obstáculos -el desacato del senador del Espacio 609, Jorge Saravia, y la amenaza de no votar de Fernández Huidobro (quien renunció a su banca, luego de votar por disciplina partidaria)- José Mujica entró en acción. Días antes de que la ley se votara en Diputados, reunió a la bancada del Frente Amplio para pedirles que no la votaran.
El veto político de Mujica se impuso en la sesión final, a través del diputado del Espacio 609, Víctor Semproni, que se retiró de la sala, quitándole así la mayoría al FA. De esta manera, quedaron de manifiesto los pactos políticos que tiene el gobierno con los militares y genocidas de la dictadura.
Cabe destacar que Astori y Vázquez también salieron al cruce para que la ley no se apruebe. Tampoco existía la certeza de que si la ley se aprobaba, la Justicia habilitara los juicios y fueran encarcelados los terroristas de Estado que son protegidos por la ‘caducidad'.
El discurso de Mujica en el día del Ejército (un día antes de la votación en el Parlamento) había dejado en claro que defiende abiertamente la impunidad. Desplegó todo un programa de "reconciliación nacional" con los genocidas, tendió nuevos puentes a la ‘oposición' derechista y le dio definitivamente la espalda a los familiares de desaparecidos.

Crisis en el Frente Amplio

En los días previos a la votación, se multiplicaron las cartas de renuncia al Frente Amplio, y el descontento de las bases frenteamplistas se potenció al punto de que muchos decían que estaban hartos de comerse sapos y abrazarse con las culebras (dichos populares del Presidente, frente a las sucesivas concesiones del gobierno a los capitalistas).
A esto se le sumaron las amenazas de ruptura de algunos diputados y senadores, que planteaban que en esto estaba en juego la unidad del FA.
Sin embargo, ante esto, el PCU, en el editorial del semanario El Popular, planteó con toda crudeza que no hay nada que los haga romper con el Frente Amplio: "Ante muchas cosas que se han dicho y escrito (...) sólo cabe recordar una definición que Rodney Arismendi siempre recomendó y aplicó: ‘El límite del debate ideológico en la izquierda es la unidad'" (13/5).
Quiere decir que la unidad no está limitada por el programa, sino el programa por la ‘unidad', o sea con independencia del contenido de esta ‘unidad' y con independencia de que encubra el ultimátum de una minoría. Esta orientación ha llevado al aniquilamiento del partido Comunista, una sombra de lo que fue, y acabará por ponerle el último clavo al ataúd.
En medio de toda esta crisis, el PCU votó en conjunto con todo el FA y la derecha la ley de asociación público-privada que habilita las privatizaciones de las empresas públicas.

Miles se movilizaron

La votación de la ley se efectuó en el marco de una gran movilización y de un paro parcial del PIT-CNT, que rodeó el Palacio Legislativo. La bronca popular recorre las más amplias bases.
Para decenas de miles de trabajadores, jóvenes, militantes de base de la izquierda, quedó manifiesta la "caducidad" del gobierno. Esto se expresó el 20 de mayo con la participación de 100 mil personas en la marcha del silencio, convocada todos los años por familiares de desaparecidos.

Las contradicciones propias de la etapa transicional que vivimos se han agudizado.

La defensa de la impunidad por parte de Mujica ha marcado un punto de inflexión en la situación política uruguaya, y para muchos fue la gota que derramó el vaso.
Del mismo modo que en España la nueva generación ha salido a la lucha, rompiendo con los gobiernos de derecha y con los falsos socialistas. En Uruguay, esa tendencia se expresa cada vez más, luego de la frustración de las expectativas populares en el gobierno de centroizquierda.
Ahora, más que nunca, es necesario poner en pie una oposición obrera y socialista al gobierno capitalista del Frente Amplio.

Lucía Siola
Partido de los Trabajadores

domingo, mayo 29, 2011

La oveja negra

Silvio Rodriguez - El Necio

Silvio Rodriguez - Te doy una cancion

El regreso de Zelaya y el futuro de la Resistencia hondureña


El pueblo llenó las calles y provocó un reencuentro emocionado con Mel Zelaya.

Volvió Mel Zelaya y el pueblo hondureño explotó de alegría y entusiasmo. Esa misma gente que durante dos años ha generado la mayor Resistencia centroamericana que se recuerde. Miles y miles de hombres, mujeres y niños en la calle, enfrentando a los militares y policías, poniendo el cuerpo a las balas y también dejando en esa dura batalla decenas de muertos. Esta vez, llegaron a Tegucigalpa desde todos los puntos del país a reencontrarse con su líder. Volvió Mel Zelaya, y Honduras se tiñó del rojo de la bandera del Frente Nacional de Resistencia Popular, y del azul de la enseña patria, mientras las consignas de "Sí, se pudo" y "Fuera el imperialismo" se mezclaban con los pitidos al gobierno de Porfirio Lobo, mientras cantaban también ese himno universal de los que luchan en cualquier rincón del mundo: "El pueblo unido jamás será vencido".Volvió Mel Zelaya y ratificó públicamente el "Acuerdo de Reconciliación" firmado en Cartagena de Indias (Colombia), que incluye entre sus puntos la investigación de las violaciones de derechos humanos (derechos que siguen siendo pisoteados a diario por el gobierno de Lobo), y la posibilidad de realizar un plebiscito en aras de lograr la tan ansiada Asamblea Constituyente, por la que tantas veces el pueblo salió a la calle en estos dos años.Sin embargo, en este Acuerdo hay algo no cierra, que genera lógicas desconfianzas, que hace que miles de militantes de la Resistencia deban estar alerta de aquí en más, y tiene que ver con que los que realizaron un golpe de Estado pro-yanqui como el de Honduras, siguen en el gobierno, y más allá de permitir el regreso de Zelaya no será fácil que cedan lo que vienen usurpando desde tiempo atrás. Además, uno de los mediadores para que este Acuerdo se realizara es nada menos que un genocida del pueblo colombiano, el presidente Santos, el mismo que posibilita que los yanquis hayan instalado nueve bases militares en el país, para amenazar a los países del continente que no se alinean con EEUU:Otro punto de discordia es la casi segura entrada de Honduras a la OEA, lo que se concretaría en esta próxima semana. No hay ninguna razón que convenza a los que han luchado todo este tiempo, sobre semejante despropósito. Nadie ignora, por más discurso políticamente correcto se quiera escribir, que Porfirio Lobo es el continuismo de la dictadura impuesta en 2009. De lo contrario, que se lo pregunten a los maestros golpeados, torturados y asesinados, o a los periodistas que en un lento cuentagotas son baleados por el paramilitarismo. Peor aún, que opinen los campesinos del Aguán que han sufrido hasta ayer nomás la muerte de decenas de sus militantes. Contra ellos se han lanzado, mes a mes, las guardias armadas del empresario Miguel Facussé (sostén financiero de los golpistas) generando verdaderas masacres, que por supuesto siguen impunes.No, Honduras de Lobo no debería volver a la OEA, y en ese sentido son muy claros los dirigentes de la Resistencia Berta Cáceres, Carlos Reyes o Juan Barahona, apuntando que sería un "error injustificable", mientras no se cumplan las exigencias populares que no terminan de ninguna manera con el retorno de Zelaya.Volvió Manuel Zelaya y se abrazó con su pueblo, que le demostró el cariño que le profesa por haber sido el primer Presidente que pensó en los más humildes, a pesar de provenir de un pasado político centro-derechista, pero que en el marco del gobierno al que llegó por el voto popular, fue virando correctamente hacia la izquierda y generó propuestas sumamente progresistas en un país que décadas atrás funcionara como un enclave estratégico de Washington.Volvió Manuel Zelaya y prometió profundizar el avance de la Resistencia que él mismo coordina. En el acto multitudinario fue presentando uno a uno a la delegación internacional que lo acompaño desde Nicaragua, reivindicando la solidaridad latinoamericana que siempre lo acompañó durante su exilio. Valoró hondamente el papel de Brasil, de Ecuador, de Argentina y por supuesto de la Venezuela de Hugo Chávez.Párrafo aparte merecen las palabras de otra de las acompañantes de Zelaya, la combativa senadora Piedad Córdoba. Cuando Mel le cedió el micrófono, elogió a Honduras y a la Resistencia, y en un gesto incomprensible, vivó al genocida colombiano Juan Manuel Santos, invitando a los allí reunidos a agradecerle su mediación. No tuvo éxito: ese mismo pueblo sabio, que cuando minutos antes, Zelaya mencionara al mismo personaje, mantuvo un obligado silencio de aplausos y lanzó varios gritos de abucheo, volvió a repetir el gesto digno. Un momento después, sin dudarlo, ovacionaba a Hugo Chávez. Algunos dirigentes políticos progresistas deberían tener en cuenta que la conciencia de los de abajo no se construye con tan bruscos viraje de timón, que sólo sirven para sembrar el desconcierto.Volvió Manuel Zelaya. Si, y todos los luchadores del Tercer Mundo habrán de festejarlo ya que, por encima de los Acuerdos diplomáticos, esta lucha se ganó en la calle. Si la Resistencia no hubiera mantenido la pulseada en todos estos meses, y la solidaridad popular internacionalista, no la hubiera acompañado, este retorno sería difícil de imaginar. Ahora, otra vez y como siempre, pero con Zelaya en el territorio, la batalla contra los que lo echaron hace dos años habrá de agudizarse. Imaginar un escenario diferente es no conocer los puntos que calza el enemigo que se enfrenta. En el tiempo que viene, la movilización será la mejor autodefensa popular. En ese sentido lo tiene claro los integrantes del COPINH (Consejo de Organizaciones Populares e indígenas de Honduras), una de las organizaciones que está en la pelea desde hace décadas: "No descansaremos hasta desmontar las estructuras golpistas que hoy están en el poder gozando de la impunidad nacional e internacional, contra lo que continuaremos alzando nuestra lucha porque somos un pueblo digno que no está dispuesto retroceder. No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos".

Carlos Aznárez