Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
sábado, septiembre 30, 2017
Meritocracia: el discurso de Cambiemos para borrar a las clases sociales
El discurso oficial presenta al emprendedor individual como una nueva figura social. Pero el intento ideológico de borrar la lucha de clases tiene su génesis y sus límites.
“Hacer de Chile no una nación de proletarios, sino de emprendedores”.
En 1977 Augusto César Pinochet pronunció la frase que encabeza este artículo. El concepto de emprendedor no solo sonaba en el país transandino. Bajo el régimen de Margaret Thatcher, se repetía con frecuencia en Gran Bretaña. A ambos lados del Atlántico, la clase capitalista buscaba liquidar la lucha de clases.
La llamada derecha democrática de Cambiemos postuló, casi desde la cuna, la figura del emprendedor como arquetipo social. Gabriel Vommaro ilustró como el lenguaje de los mundos sociales del PRO se traducía en discurso de campaña. El empresariado “exitoso”, que razonaba solo a partir de su propio mérito, se creía llamado a forjar un país a su imagen y semejanza.
La meritocracia apareció como una suerte de nueva doctrina a expandir desde el poder político. Si ese discurso enraíza en el gran empresariado, encuentra un interlocutor privilegiado en las clases medias. Allí cuaja fuertemente la idea de que el individuo, en base a sus méritos, puede consagrarse.
Se ha hecho un lugar común repetir que el anclaje político y electoral de Cambiemos se apoya en ese triunfo del ideal del individuo sobre lo colectivo. Para decirlo en términos políticos, el “ciudadano” desplazó al “proyecto”.
Ese duranbarbismo extendido –que llegó hasta las filas del kirchnerismo- propone además renegar de todo discurso ideológico. La “cercanía” vendría a superar cualquier postulado conceptual.
Paradójicamente, mientras se afirma que la ideología no tiene importancia para la política, se acepta como absoluta una premisa completamente ideológica: la de la ampliación constante de la clase media y la del triunfo del individualismo.
La autopercepción de amplias capas de la sociedad como “de clase media” parece elevarse a norma. En un reciente número de Le Monde Diplomatique, Julio Burdman escribía que un “73 % de los argentinos se autoperciben como clasemedieros”. Afirmaba entonces que parecía una buena idea postular un partido político para la clase media.
La idea de la creciente hegemonía de Cambiemos se sostiene en parte sobre ese postulado. La clase media, que se realiza a sí misma, es el sujeto central al cual se busca interpelar política y culturalmente.
Historia de una idea ideologizada
“No existe una cosa llamada sociedad. Hay hombres y mujeres individuales, y hay familias”. Margaret Thatcher.
Pero si la clase media aparece como una suerte de agujero negro que traga a asalariados y capitalistas, eso no es más que el resultado de una derrota política, social e ideológica de la clase obrera.
El joven investigador británico Owen Jones dirá que “la retirada de la clase social fue el resultado de las continuas derrotas sufridas a manos del thatcherismo triunfante”. El escenario de su agudo análisis es Gran Bretaña. Agregará que “en vísperas de la cruzada thatcherista, la mitad de los trabajadores estaban sindicados. Hacia 1995, el número había caído a un tercio (…) no parecía haber nada que celebrar por ser de clase trabajadora. Pero el thatcherismo prometió una alternativa. Dejad atrás la clase trabajadora, dijo, y uníos a las clases medias de propietarios” (Chavs, la demonización de la clase obrera).
Con especificidades, el proceso alcanzó dimensión internacional. Como escribe Pablo Semán, las últimas décadas presenciaron una “transformación estratégica”: aquella “que pone en el centro al individuo y sus demandas de realización, autonomía y consumo” (¿Qué quiere la clase media?).
En la Argentina contemporánea el inicio de ese vector tiene fecha precisa en el calendario: 24 de marzo de 1976. Desde esa madrugada la clase capitalista, al tiempo que buscó cerrar un proceso de movilización revolucionaria obrero y popular, sentaba las bases para una ingeniería social que liquidara lazos de solidaridad y asegurara un orden afín a sus intereses.
Ernesto Laclau construyó su teoría de la hegemonía postulando la autonomización completa de la ideología en relación a las determinaciones de clase. La idea de una extensión de las clases medias sin fronteras rinde homenaje a la concepción forjada por el ya fallecido intelectual.
Panamericana y Henry Ford (o las clases sociales no han muerto)
“No es la existencia de clases lo que amenaza la unidad de la nación, sino la existencia del sentimiento de clase”. (Documento oficial del Partido Conservador. Citado en Owen Jones).
El límite que afronta el relato que ubica a las clases medias y al individualismo en creciente ampliación es, precisamente, la existencia de las clases sociales. Burguesía y proletariado, en sus configuraciones contemporáneas, están ahí por más que el focus group no lo indique.
El obrero de una multinacional automotriz como VW o su compañero de una petrolera como Shell pueden, subjetivamente, sentirse parte de la clase media. Sus ingresos y forma de vida pueden incluso elevarse sobre los de un comerciante o un profesional. Ser “de clase media”, como idea, puede conquistar la cabeza de una porción de los asalariados.
Sin embargo, ahí está el mando capitalista para recordarle que su lugar en el mecanismo de producción está atado a los vaivenes de la tasa de ganancia. Suspensiones, despidos, turnos rotativos, extensión de la jornada laboral, recortes salariales. El despotismo de fábrica se impone sin más moderación que aquella que pueda oponer la resistencia obrera. Capital y trabajo se enfrentan por esa porción de la riqueza que ha sido definida como plusvalía.
Daniel Bensaid, uno de los intelectuales marxistas más importantes de las últimas décadas, ilustraba la noción de clase para Marx como “una totalidad relacional” que se define a partir de un “sistema de relaciones estructurado por la lucha” (Marx Intempestivo).
La relación es estructuralmente antagónica a partir del momento en que la ganancia del capital se desprende del trabajo no pago a la clase trabajadora. Lucha de clases, para decirlo más claro.
En el discurso oficialista, la figura abstracta del emprendedor remite al sujeto individual que se hace a sí mismo. Pero su expresión real muestra al capitalista que explota trabajo asalariado. Marcos Galperín, el CEO de Mercado Libre -que Macri supo mostrar como modelo- posiblemente lo ilustre. Hace pocas semanas pidió la implementación local de la esclavista reforma laboral brasilera.
El CEO de Mercado Libre habla con la voz de su clase social. La reforma laboral aparece como el horizonte trazado por el Gobierno de Cambiemos. Brasil funciona como el espejo en el que mirarse en pos de avanzar sobre las conquistas obreras y debilitar su poder de resistencia. La Argentina que viene después de octubre posiblemente haga entrar en cortocircuito la idea de “ser de clase media”.
Las clases y los individuos; los reclamos y las calles
Igualar clase media a individualismo implica, además, una limitación conceptual. A pesar de la diversidad de intereses nacidas de ese heterogéneo lugar que ocupan en la sociedad, las clases medias actúan como colectivo en diversas circunstancias.
En la última década y media fueron protagonistas de procesos que alternaron entre los extremos del arco político. Protagonizaron el recordado “Que se vayan todos” en el diciembre caliente de 2001. Más acá en el tiempo fueron actores centrales de los cacerolazos contra el cepo cambiario. Con una década de diferencia, el bolsillo individual actuó como motor de la acción colectiva.
Los analistas que establecen una correlación cuasi lineal entre esas franjas sociales y la perdurabilidad política de Cambiemos no deberían olvidar que la traición no es privativa del peronismo. Las clases medias abandonaron aceleradamente al Gobierno de Fernando de la Rúa.
Clases sociales e individuos se definen en una relación dialéctica. Si una clase no es la simple suma de voluntades e intereses particulares, estos no dejan de ser al mismo tiempo, el motor de eventuales acciones colectivas.
El entramado entre intereses individuales y reclamos colectivos está lejos de agotarse en el mero interés económico. Solo una visión mecanicista –ajena al marxismo- podría pensar que detrás de toda exigencia está el bolsillo.
Las demandas de ciudadanización o la pelea por la conquista de nuevos derechos entran constantemente en la esfera pública. Diversos colectivos reclaman lo que el Estado capitalista dice poder garantizar o aquello que, en los marcos de una política de ajuste, se propone eliminar.
La acción política colectiva se despliega asimismo a partir de problemas estructurales irresueltos. Citemos sólo un ejemplo. En la Argentina macrista, la cuestión del genocidio sigue estando en el fondo -como definió Marcelo Leiras- de una grieta real. La que divide a quienes prefieren el silencio/olvido de quienes luchamos contra la impunidad. Esa tensión es fuente permanente de movilizaciones masivas. Lo evidenciaron el rechazo al 2x1 de la Corte Suprema o en la concentración del pasado 1° de septiembre por la aparición de Santiago Maldonado. En la tarde de este domingo seguramente una multitud volverá a invadir las calles del país con ese reclamo. Allí estaremos.
Orden meritocrático y lucha de clases
Las calles, las plazas, los lugares de estudio y de trabajo. Mal que le pese a Cambiemos, allí se sigue desplegando el conflicto social y la acción política colectiva. Fracciones de las clases sociales o grupos con diversas demandas se ponen en movimiento y ocupan la palestra. El orden meritocrático sigue aún lejos de convertirse en el más común de los sentidos.
Indudablemente los avances del individualismo como ideología no pueden separarse de las derrotas previas en la lucha de clases. Allí, como se ha balanceado más de una vez, la responsabilidad de las corrientes políticas que dirigieron o influenciaron al movimiento de masas, fue central. En la Argentina, esa responsabilidad lleva el nombre global de peronismo.
Como señalamos en un debate reciente, Cambiemos aparece hoy como la herramienta política del gran empresariado para avanzar en imponer nuevas condiciones de flexibilización y precarización sobre la clase trabajadora. Esa es su apuesta central en las actuales condiciones de la economía mundial. En el terreno de las ideas, la meritocracia acompaña ese plan.
Lo que digan las urnas el 22 de octubre preparará el terreno para el despliegue de la lucha de clases. Será allí donde se verá el futuro del proyecto cambiemita. A pesar de tanta ideología y tanto relato, nuevamente la lucha de clases volverá a demostrar su potencia como motor de la historia.
Eduardo Castilla
@castillaeduardo
Víctor Jara - Somos cinco mil, su último poema
Poema escrito por Víctor Jara poco antes de ser asesinado por las hienas de Pinochet.
Cómo asesinaron a Víctor Jara
Quien habla es uno de los miles de jóvenes chilenos que fueron llevados aquel tenebroso día al Estadio de Chile. Cuenta, en apenas 2 minutos, cómo fue golpeado y luego asesinado Víctor Jara. Es un fragmento del documental Manos Unidas. Sencillamente impresionante e indignante.
Ataques acústicos en La Habana: ¿`facción disidente´, enemigo ruso o falsa bandera?
Es la “serpiente de verano” en torno a Cuba: el supuesto “ataque acústico” con una “sofisticada arma” a 21 miembros de la Embajada de EEUU en La Habana. El diario “El País” lanzaba la hipótesis de que “un tercer rival de EE UU -se habla de Rusia, Irán o Corea del Norte- llevó a cabo el ataque, quizás con ayuda de agentes cubanos díscolos”.
Cinco motivos para que los trabajadores apoyemos el derecho a decidir de Catalunya
El pueblo catalán lleva años movilizándose por un referéndum de autodeterminación. Qué tiene que ver esto con los trabajadores de todo el Estado español.
Aunque pueda parecer extraño a muchos trabajadores, y mucho más en estos días, hay mucho más en común entre los trabajadores de toda la península, sean de la nacionalidad que sean, que entre los trabajadores catalanes y los empresarios catalanes. Los trabajadores son explotados y oprimidos por los empresarios: ya sea con salarios miserables por debajo de los 1.000 euros o con unas condiciones laborales que se aproximan a las del S.XIX.
La intención de este escrito es tratar de poner de manifiesto que una alianza entre un trabajador extremeño y otro trabajador catalán es infinitamente más beneficiosa para los trabajadores de todo el Estado que una alianza entre un obrero y un burgués catalán. Pero, al mismo tiempo, dejar claro que para lograr la unidad, los trabajadores de todo el Estado español tenemos que defender el derecho democrático del pueblo catalán a decidir y enfrentar la represión que contra ellos desata el gobierno español.
1) Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre.
Para todos los habitantes del Estado español es muy claro que dentro del mismo conviven diferentes nacionalidades. El Estado español es un estado plurinacional. Los trabajadores en los años 70 reconocían esta diversidad y por ello pedían “Estatut d’autonomia”. Catalunya es la comunidad autónoma que mayor delegación de competencias tiene.
El capitalismo español y los grandes empresarios catalanes pretenden que los diferentes pueblos del Estado estemos enfrentados entre sí. Es la forma que tienen de avanzar sobre nuestros derechos. ¿Cuántos comentarios contra los catalanes de dirigentes del PP hemos escuchado? y, ¿cuántas veces hemos escuchado en Catalunya comentarios degradantes de Pujol y otros dirigentes burgueses contra los trabajadores andaluces?
De la pelea entre los trabajadores y los pueblos siempre han salido beneficiados los poderosos, los Gobiernos y los empresarios. Ellos nos dividen y nos vencen. Así se beneficiaron durante años recogiendo el voto en cada lugar del Estado para beneficiar a la derecha españolista o catalana. De ello, resultaron los peores recortes sociales y pérdidas de derechos laborales en varias décadas.
Por eso, para soldar nuestra unidad contra los gobiernos, hay que profundizar el camino de las manifestaciones en solidaridad con Catalunya y contra la represión del Gobierno central. Las Marchas por la Dignidad y la Coordinadora 25-S se manifiestan este domingo en el centro de Madrid en apoyo al referéndum en Cataluña.
2) Para defender las libertades democráticas conquistadas en la lucha contra el franquismo.
La brutal ofensiva contra los catalanes está pasando por encima de derechos básicos que hemos conseguido luchando contra la dictadura franquista. Rajoy actúa como hacen los gobiernos dictatoriales: no permite el derecho de expresión cerrando múltiples páginas webs, robando carteles y octavillas, deteniendo personas que están pegando carteles, llevando un “mini” ejército de guardias civiles a Catalunya.
Estos métodos aplicados en Catalunya, se han ido preparando en todo el Estado a través de las leyes Mordaza y antiterrorista y cómo se aplicaron. La muchacha que hizo bromas por la muerte de un dictador como Carrero Blanco, el cantante de rap Strawberry por las letras de sus canciones, los titiriteros presos por una obra infantil, etc. y etc.
Estas leyes y otras iniciativas represivas fueron avaladas por el PP, el PSOE y Convergència i Unió. Por ello, la clase trabajadora y los sectores populares debemos buscar la unidad para enfrentarlos, defender los derechos democráticos, rechazar la represión que hoy se concentra contra el pueblo catalán y torcer el brazo al reaccionario Régimen del 78. Porque si esta ofensiva represiva se impone en Catalunya, el gobierno y el régimen del 78 estarán más fuertes para atacar y reprimir a la clase trabajadora en todo el Estado. Si logramos rechazar su represión, estaremos más fuertes para luchar por nuestros derechos.
3) Tenemos el mismo enemigo común: el Gobierno de Rajoy y el Régimen del 78.
Los trabajadores de todo el Estado, incluidos también los de Catalunya, claro, al igual que los sectores populares del principado, tenemos un enemigo común. El Gobierno del Estado español, que desde hace seis años está encabezado por Mariano Rajoy, promulgó una lesiva reforma laboral contra el conjunto de la clase obrera a la vez que desde hace más de 5 años niega el derecho de autodeterminación nacional.
Los años de Gobierno de Mariano Rajoy y de Rodríguez Zapatero han sido los peores años para la clase trabajadora. El paro ha llegado a un pico del 27% y llevamos ocho años de crisis y el paro no ha bajado del 19%; las fuerzas de “seguridad” junto con los jueces dictaminaron centenares de desahucios (desalojos de la vivienda) diarios. Y, ahora que “estamos” saliendo de la crisis es porque los salarios de los nuevos empleos se han reducido en más del 20% y porque la precariedad y la contratación temporal son altísimas.
Durante esos mismos años fue que primero se cargaron el Estatut de Catalunya. Primero recortándolo en un pacto entre Zapatero y Artur Mas, luego derogando algunas leyes entre Rajoy y el Tribunal Constitucional. A partir de ahí, el pueblo catalán comenzó a entender que el Régimen del 78 no podía soportar que las naciones tengan sus derechos y en 2012 comenzaron movilizaciones masivas por el Referéndum. El mismo fue negado en múltiples ocasiones por el Gobierno de Rajoy. Y, para ello contó el apoyo de todas las familias del PSOE, de Ciudadanos, del Tribunal Constitucional y todas las instituciones.
4) Porque ellos se unen: empresarios catalanes y españoles hacen sus negocios.
Las fuerzas que forman Junts pel Sí han participado del gran “negocio” del Estado español sin chistar durante décadas. Algunos lo han hecho estando en Convergècia i Unió como Artur Mas y Carles Puigdemont; otros en Esquerra Republicana dentro del Tripartit o en algunos ayuntamientos.
Los 23 años de pujolisme fueron años en que la burguesía catalana y la española participaron en una plataforma común de sus negocios. Una plataforma llamada Estado español. Luego continuaron con el Tripartit dirigido por el Partit Socialista de Catalunya que gobernó Barcelona y el Área metropolitana durante varias décadas.
Compartieron los años en que la Olimpiada de Barcelona tiró la construcción para arriba, el pelotazo urbanístico de Aznar y Rato, la oleada de privatizaciones a precio de saldo, las reformas laborales de los 90 y las de estos años, el saqueo económico en Latinoamérica y Marruecos, etc. Incluso Aznar hablaba catalán “en la intimidad”.
Apoyar el derecho a decidir no es apoyar a la burguesía catalana, sino luchar junto a los trabajadores y el pueblo por el derecho a decidir y por una agenda propia de los trabajadores, por nuestras demandas, y contra los capitalistas.
5) Porque serán nuestros aliados en la lucha por acabar con ésta “democracia para ricos”.
Tenemos un enemigo en común, los empresarios se unen para atacarnos mejor, ellos son quienes atacan continuamente nuestros derechos y conquistas y para ser un pueblo libre tenemos que reconocer nuestras diferencias y respetarlas. Por todo ello es clave que los trabajadores y los pueblos de todo el Estado nos unamos en la lucha contra esta “democracia para ricos”.
La lucha por una democracia generosa hacia los trabajadores y el pueblo va unida a la lucha por los derechos laborales. Una democracia generosa no es posible con paro, desahucios, salarios de miseria, precariedad, universidades para ricos, etc. Estas son las condiciones con las que vivimos ahora y tenemos una democracia blindada para las familias “ilustres”.
La unión permitirá acabar con el Régimen opresivo del 78 que heredamos del franquismo. Conseguir el derecho a la autodeterminación, pero también acabar con una Monarquía impuesta por Franco, con los jueces y las fuerzas de “seguridad” procedente de la dictadura, con todas las familias “ilustres” que son militares, abogados, fiscales, etc. Porque esta unión podrá imponer a través de las movilizaciones, las huelgas, la autoorganización y la lucha, procesos constituyentes que permitan conquistar una democracia generosa arrebatando el poder a los empresarios del Ibex 35, en la perspectiva de gobiernos de trabajadores.
Guillermo Ferrari
Barcelona | @LLegui1968
El escenario político pos-Sendic
Mientras en el Frente Amplio la crisis por la renuncia de Sendic va quedando en el pasado, el gobierno avanza con su proyecto de Rendición de Cuentas ajustador y continúa en la búsqueda de inversiones extranjeras.
El desenlace de la situación del ex vicepresidente Sendic, con su renuncia y posterior asunción en el cargo de Lucia Topolansky, ha permitido al Frente Amplio (al menos por ahora) sortear una crisis que amenazaba con perjudicar sus posibilidades electorales para las próximas elecciones.
Con una decisión más o menos consensuada entre todos los sectores la resolución del plenario del Frente Amplio de comienzo de mes logró finalmente superar una situación incómoda con la que oposición blanca y colorada machacaba permanentemente. Las propias encuestas luego de la salida de Sendic parecen indicar un comienzo de recuperación en la imagen del FA.
Los hechos de corrupción, algo intrínseco al funcionamiento del sistema capitalista y que como se vio con este caso atraviesan a toda la casta política, salpican ahora gobernantes del Partido Nacional. El intendente de Soriano Agustín Bascou está acusado por los ediles frenteamplistas de haber comprado productos y servicios para la Intendencia en negocios de su propiedad mientras el diputado Wilson Ezquerra puede terminar en la justicia por el accidente que ocasionó alcoholizado. Además Bascou está altamente comprometido con la liberación de cheques sin fondos por parte de su empresa.
Habrá que ver como resuelve finalmente estas situaciones el partido Nacional entre sectores que proponen tomar medidas contra los acusados y otros que miran para el costado. Se acercan las elecciones de 2019 y con ellas las disputas entre las distintas corrientes del principal partido de la oposición. Hasta ahora tanto Lacalle Pou como Verónica Alonso tuvieron la política de despegarse del intendente y cargar responsabilidades sobre su principal defensor, Jorge Larrañaga.
En el campo sigue mandando la oligarquía
La denuncia del trabajador rural de haber sido brutalmente agredido por el dueño de la estancia para la que trabajaba causó una gran conmoción a nivel nacional.
Esta crisis intenta ser capitalizada por el Frente Amplio, quien recuerda las declaraciones de Lacalle Pou contrario a la ley de 8 horas en el campo y difunde las posturas más retrogradas y conservadoras del Partido Nacional como la del integrante de la Juventud del Partido Nacional que pidió a través de Twitter mano dura y que los sindicalistas “se vayan a Venezuela”.
Sin embargo, casos como los del trabajador rural, que no son aislados y muestran la prepotencia con que se maneja la patronal, se suceden con un Frente Amplio gobernando hace tres períodos. Las muy tibias medidas que ha tomado desde el gobierno en todos estos años no han puesto freno a este tipo de situaciones y muestran los límites de la propuesta política que lleva adelante el Frente Amplio.
Una rendición de cuentas encaminada
Las idas y vueltas de los casos de corrupción, con la justa indignación que provocan, también tuvieron el efecto secundario de haber sacado de los principales titulares el tema de la Rendición de Cuentas.
Todo parece indicar que la propuesta que maneja el equipo económico del gobierno finalmente será aprobada, luego de que la cámara de senadores votara sin cambios lo acordado en la cámara de diputados.
El voto 50 lo había dado el legislador colorado Fernando Amado, que de esta manera dio un apoyo fundamental para que el proyecto del Frente Amplio pudiera ser aprobado y muestra también posibles nuevas alianzas y realineamientos políticos con que el régimen político intenta lograr estabilidad y gobernabilidad.
El proyecto de rendición de cuentas enviado por el Poder Ejecutivo continúa en la línea del ajuste que ya se viene implementando desde el año pasado (aumento de IRPF, postergación de gasto social, etc.).
Un presupuesto que no contempla las necesidades del pueblo trabajador y que destina partidas absolutamente insuficientes para salud y educación. El dinero que se le retacea a los trabajadores es el que el gobierno de Tabaré Vázquez destina a subsidiar a los capitalistas e inversores extranjeros, a la vez que se mantienen condiciones laborales con salarios absolutamente insuficientes. Por esto mismo a la par que se ajusta, se dictan decretos y leyes de carácter represivo (decreto antipiquetes, prohibición de ocupar oficinas públicas, etc.) que eventualmente se pondrán en práctica cuando sea necesario enfrentar la resistencia popular.
Por otra parte el gobierno se empeña en continuar con su política de tercerizaciones y privatizaciones, buscando afanosamente la llegada de inversiones y capital extranjero, sin importar las concesiones que deba hacer para lograr esto.
En el caso de UPM el acuerdo que se estaría alcanzando para la apertura de una nueva planta de celulosa es tan negativo para el país que hasta Andrés Masoller (director de la Asesoría Macroeconómica del Ministerio de Economía y Finanzas y en cargos de gobierno desde el 2005) presentó su renuncia alertando sobre el riesgo para la salud fiscal del país.
Aunque a corto plazo puede haber algunas mejoras en los indicadores económicos, los analistas coinciden en que se está “pateando el problema para adelante” comprometiendo el futuro del país.
Una resistencia contenida
Todos estos avances de los planes ajustadores del gobierno del Frente Amplio, que cuentan con el beneplácito de los organismos internacionales, capitalistas locales y el apoyo de la oposición de los partidos tradicionales, son posibles también por el seguidismo de la central sindical que en la práctica ha dado un cheque en blanco a la política de Astori y compañía. Más allá de alguna declaración o algún paro aislado a consecuencia de la presión de la base, no se propone organizar un verdadero plan de lucha que pueda frenar el ajuste y que se descargue el peso de la crisis sobre los trabajadores.
Sin embargo aunque los proyectos del gobierno avancen el desencanto con el Frente Amplio de aquellos que alguna vez depositaron su confianza en que se lograrían cambios radicales se va profundizando a partir de la experiencia de todos estos años.
Aunque minoritarios, y aislados por las direcciones del movimiento obrero, algunos conflictos por defender la fuente laboral y contra el cierre de empresas, como en La Spezia e impresora Polo marcan un camino.
Para derrotar los planes del gobierno hay terminar con la paz social que hoy impera y poner en marcha la fuerza organizada de los trabajadores y sectores populares, tomando el ejemplo de aquellos que en estos años resisten activamente y en las calles.
Al mismo tiempo se hace cada vez más necesario que los sectores de activistas, sindicales estudiantiles y de los movimientos sociales, comiencen a discutir la construcción de una salida de fondo. Es decir, abrir un debate acerca de que organización política es necesaria a nivel nacional e internacional para derrotar estos planes y abrir una perspectiva emancipadora superior, obrera y socialista.
Hernán Yanes
Eisenstein en el terremoto del realismo socialista
Dentro del ciclo sobre el cineasta soviético que puede verse en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, se exhibirá "Lo viejo y lo nuevo", cuya factura muestra las tensiones y tragedias del arte en medio del ascenso stalinista.
“Vigencia de Eisenstein” es el justo título del ciclo de cinco films del cineasta soviético que la renovada sala Leopoldo Lugones, en el Teatro San Martín, proyecta este mes en el centenario de la Revolución de Octubre.
El gran creador –cuya visión vanguardista sobre el cine, sus innovaciones revolucionarias en el lenguaje fílmico y su capacidad de crear imágenes emblemáticas lo proyectaron al plano internacional y mantienen ardiendo su obra– formó parte del florecimiento del arte y de la cultura en la naciente Unión Soviética, que mostró las energías liberadas por la revolución más grande de la historia contemporánea .
Pero fue también víctima –y, con tensiones, partícipe– del posterior naufragio cultural de la URSS, signado por el avance de la contrarrevolución stalinista y la instauración de la doctrina del “realismo socialista” (establecida oficialmente en 1932), cuyas obras, diseñadas en función de la autopreservación de la burocracia, se caracterizaron por la presentación de una “realidad” que venía a ser una suerte de proyección ideal del paraíso socialista futuro, con un marcado aspecto pedagógico y moralizante y un exacerbado culto a la personalidad de Stalin, el Bonaparte de la burocracia restauracionista.
Uno de los films menos revisitados del director de El acorazado Potemkin y Octubre, incluido en el ciclo, es Lo viejo y lo nuevo (La línea general), muy rico para indagar en el asunto, y en el camino sinuoso que debieron recorrer en tal coyuntura los artistas formados en la Revolución de Octubre.
Colectivización y barbarie
El centro temático de Lo viejo y lo nuevo, del año 1929, es el proceso de colectivización de las tierras rurales en la Unión Soviética.
La burocracia stalinista –que se hará progresivamente del poder, a partir de 1923, con la convalecencia de Lenin– fue durante años enemiga del programa de la Oposición de Izquierda (liderada por Trotsky) para el campo, que sostenía la necesidad de un plan de colectivización, con carácter gradual y de incorporación voluntaria para la misma. Entre 1929 y 1934, en uno de los muchos virajes de la burocracia sobre el punto, se establecerá en la URSS un proceso de colectivización forzosa que le costó la vida a millones de campesinos, producto de hambrunas, represiones y persecuciones.
La burocracia desarrollará en relación con la colectivización un intenso esquema de propaganda, con el que se pretendió ocultar mediante ficciones felices (como en el conjunto del realismo socialista) un proceso social desgarrador. En los films, la colectivización es representada como un paso casi mágico de la pobreza a la riqueza, en el cual los habitantes de la aldea son guiados por un agente esclarecido en máquinas y socialismo que tiene más de Mesías que de cuadro revolucionario.
Quien conozca los primeros –y más destacados– films de Eisenstein, como La huelga o el ya mencionado El acorazado Potemkin, recordará que estos eran protagonizados por masas. Einsenstein rehuía del clásico protagonista individual para narrar desde un colectivo obrero que se pone al frente de las transformaciones sociales. Resulta, por lo tanto, verdaderamente pavoroso encontrarse con la flaqueza narrativa de Lo viejo y lo nuevo, donde un agrónomo demasiado parecido a Lenin convence a una aldea campesina de las maravillas de la colectivización y conquista a la chica que lo ayudará en esta tarea.
En vistas de que el culto a la personalidad sigue ejerciendo peso en creaciones futuras del cineasta, como Alexander Nevsky, ¿podría cerrarse aquí, en tono trágico, esta nota?
Tensiones
Incluso bajo este corset narrativo, en Lo viejo y lo nuevo se pueden apreciar los intentos de Eisenstein por esquivar los dictados del Kremlin (lo suficientemente fuertes para que la censura personal de Stalin forzase a más de un “retoque” de la película).
Primero, en apuestas estilísticas como el uso del montaje de choque –un rasgo estructural de todo Eisenstein, pero lejano a la transparencia que acompañaría a otros films de propaganda del período– consistente en comparar a personas con animales mediante la inserción de planos de estos en algunas escenas y acercamientos abruptos que “chocan” con el espectador.
También en la alusión a la sexualidad, atentando contra el mandato staliniano de evitar la "obscenidad" en el cine. En una secuencia, el tractor sufre una avería y Marfa, la coprotagonista femenina, ofrece al conductor trozos de su propio vestido para arreglarlo, en pos de que no utilice y arruine la banderita de la URSS que lleva consigo. El conductor arranca pedazos del vestido ante el gesto complaciente de Marfa y, finalmente, logran activar el tractor, cuyas dos ruedas y frente asemejan un miembro viril masculino. Otra alusión, de una sensualidad inédita en el cine del período staliniano, es la escena de la desnatadora, que emana ríos de leche sobre Marfa, en un montaje acelerado para evocar el coito. Aquí resulta tan evidente y exagerado el recurso que anuncia la “prosperidad seminal” de la industrialización del campo, que cabe preguntarse si no opera como una sátira velada de la exageración de la prédica oficial.
A su turno, el carácter atrasado de la economía soviética –que el stalinismo negaba bajo la predica del "socialismo realizado en sus nueve décimas partes"– se desnuda en un plano que muestra la marca del tractor que debe ayudar a la colectivización, un Fordson importado, dejando ver la dependencia de la industrialización rusa con respecto al mercado mundial. También la presencia de una burocracia parasitaria, aunque tendenciosamente contrapuesta a la “línea general” pro-colectivización del Partido y a la figura de Lenin (cuya estatuilla mancha en el film un burócrata del banco).
La combinación de crítica y propaganda que aparece en la película puede ser vista como una manifestación de las contradicciones sociales y políticas de la URSS del período, así como una muestra de la mirada contradictoria –consciente o inconscientemente- de los artistas que no se incorporaron llanamente a la ola del realismo socialista.
Tomás Eps (@tomaseps)
La línea general (Lo viejo y lo nuevo). Dir: Sergei Eisenstein. Sábado 30, a las 19, y domingo 1°, a las 16.30 y a las 21.30, en la Sala Leopoldo Lugones (Av. Corrientes 1530). Platea $40. Estudiantes y jubilados $20.
A 100 años del natalicio del excepcional músico salteño
Vamos pal’ norte, “Cuchi” Leguizamón
“Vibra en tus parches vino salteño (…) Alzá tus parches, vamos pal’ norte Cuchi Leguizamón”, le cantó Horacio Guarany, para quien Leguizamón era, nada menos, “el padre del carnaval”, esa ceremonia antiquísima que el sabio ruso Mikhail Bakhtin consideraba “sacrílega”, un acto de “rebeldía contra el mundo”. Era también amigo entrañable del enorme poeta Manuel Castilla, salteño como él, aquel que en uno de sus poemas mayores le dijera a su padre, jefe de la estación ferroviaria de Cerrillos: “Padre, ya no hay nadie en la boletería”.
Por esa costumbre de conmemorar los números redondos recordamos que hoy, hace 100 años, nacía en Salta Gustavo Leguizamón, a quien apodaron “el Cuchi” (“chancho”, en quechua) que no tiene en el norte argentino ningún sentido peyorativo o burlesco. Fue, seguramente, el mayor modernista del folclore argentino, tanto como Atahualpa Yupanqui fue el gran genio del folclore llamado “clásico”. O, por si alguien gusta de comparaciones odiosas, fue al folclore lo que Astor Piazzolla al tango: un gran hereje. Le alcanzó para eso con alterar maravillosamente ese orden de notas que va de la más grave a la más aguda (descendente) o viceversa (ascendente): el que quienes saben llaman “escala diatónica”.
Quizás una de sus mayores creaciones fue el Dúo Salteño, integrado por Patricio Jiménez y Chacho Echenique, que en verdad no era un dúo sino un trío porque el Cuchi lo acompañaba con el piano o, la mayoría de las veces, con la guitarra. El dúo de voces de Jiménez y Echenique constituía en cierto modo una melodía independiente de la que interpretaba Leguizamón, que le daba un simple sostén armónico a una suerte de canto a cappella. El vanguardismo en folclore, dicen los que conocen, consiste sobre todo en una reducción de medios, una especie de minimalismo musical.
Ese soporte le servía, por ejemplo, para explicar que la chicha y la albahaca calman las penas del carnaval, y las del duende enamorado que espera la ayuda del diablo “para trampearte el alma con mi gualicho”.
Fue amigo musical de figuras tan disímiles como los hermanos Jaime y Juan Carlos Dávalos, César Perdiguero, el poeta catamarqueño (y trotskista) Luis Franco, y les puso música a poetas tan opuestos como Pablo Neruda y Jorge Luis Borges. Fue músico ante todo y por sobre todo, pero también se le animó a la poesía en unas pocas composiciones como Zamba del carnaval, Zamba soltera y Chacarera del expediente.
Enamorado explícito y declarado de la baguala (un lamento también mínimo) le introdujo influencias jazzísticas y de músicos gigantescos como Johan Sebastian Bach, Gustav Mahler, Maurice Ravel, Igor Stravinski y, por sobre todos ellos, Beethoven, a quien llamó “el definitivo”.
Contaba que un día escuchó a un chico silbar por la calle un tema de él. “Le pregunté qué silba”, y el muchacho le contestó: “No sé; me gusta, por eso lo silbo”. Leguizamón concluía: “Ya ves, ésa es la función social de la música”. Por cierto no lo es. El arte, en una sociedad desgarrada, simplemente atroz, no puede limitarse al puro placer, aunque por supuesto también es eso. Pero no son esas las posturas que definen a Leguizamón. Tampoco que ejerció el derecho durante 30 años, ni que fue profesor de Historia y Filosofía, diputado provincial sin partido durante la presidencia de Arturo Illia y asesor del derechista gobernador salteño Juan Carlos Romero. Tampoco que, en el año 1985, tocó en el Festival por el Frente que organizó el Partido Obrero en el Luna Park. Nadie lo recordará por eso.
En cambio, con toda seguridad, dentro de muchos años algún chico silbará por las calles de Salta a ese duende enamorado que quiere entrampar corazones con gualichos prestados por el diablo. Y por una música que cambió la historia del folclore argentino.
Alejandro Guerrero
La Higuera, un lugar en el mundo
A 50 años del asesinato del Che
Existen lugares que por encontrarse en sitios remotos, poseer climas inhóspitos o por no disfrutar de ciertos servicios públicos, no son atractivos para muchas personas. La Higuera es uno de ellos. Lugar a donde llega quién realmente tiene un interés auténtico en conocer.
Un camino largo, de tierra, entre montañas, en el cual las curvas vienen una atrás de otra en un eslabón cuya pendiente es pronunciada. Un clima seco que produce surcos tanto en la piel como en la tierra, lluvias sólo en un mes del año, el mismo mes en el que se puede conseguir alguna fruta. El sol parte el día en dos, toda actividad al aire libre se debe hacer antes de las 11 de la mañana o después de las 4 de la tarde. Agua, hasta apenas iniciada la tarde y luz eléctrica no hay. Internet, wi-fi, señal de celulares no se conocen allí. Lugar donde se queda quien realmente tiene un interés autentico en descubrir.
Un pueblo polvoriento más se esos perdidos en la nada, a casi unos 2.000 m., al cual nadie hubiese conocido si no fuera porque allí, en la escuela del pueblo, fue asesinado una de las personalidades más trascendentes del siglo XX: Ernesto "Che" Guevara.
Desde la pequeña plaza, a simple vista se visualizan tres bustos del guerrillero nacido en Rosario, Argentina. La nueva escuela primaria, así como la mayoría de las casas y almacenes tienen murales o grafitis de viajeros y militantes sociales de todo el mundo que han llegado a este pueblo al cual la presencia de la muerte del Che los hace pasar varias horas en buses destartalados por caminos de tierra que se dibujan en grandes sierras cubiertos de vegetación de tierra seca -espinillos y arbustos- que secan la piel con tan solo animarse a espiar por la ventanilla.
Es que por más que existen reiteradas promesas de asfalto y mejoras en la carretera, el viaje entre Valle Grande -la ciudad más cercana- y La Higuera son unas largas 3 horas donde el sol es omnipresente, interrumpido por ciertos pueblitos, entre ellos Pucará, autodenominada "la capital del cielo" que deja ver, tanto en su escudo como en la comisaria, la mundialmente conocida fotografía del hombre de la estrella que el fotógrafo cubano Alberto Korda capturó en la Plaza de la Revolución de La Habana.
A 20 metros de la plaza del pueblo se encuentra el Museo Comunal "La Higuera", construido sobre la demolida escuelita donde el lunes 9 de octubre de 1967, luego de recibir la orden desde La Paz y Washington, las balas del Sargento Mario Terán atravesaron primero el antebrazo y el muslo de Guevara para luego, en una segunda ejecución después que el mismo Che le ordene que "apunte bien", perforar el cuello del líder guerrillero. El reloj marca que faltan 15 minutos para la 1 de la tarde, el Che se está desangrando cuando ingresa el sargento Bernardino Huanca, quien le da un puntapié que lo coloca boca arriba y, a menos de un metro de distancia, le dispara a quemarropa directo al corazón. Una hora antes, lo habían sacado afuera del lugar para tomarle unas fotos. Muchos vecinos del pueblo tienen aquel recuerdo. Allí, dentro de esa habitación hoy no hay más espacio libre en las paredes. Como si se tratara de un santuario de alguna deidad pagana, numerosos mensajes, agradecimientos, fotos, banderas, palabras pululan en los muros como si se tratara del reconocido bar habanero "La Bodeguita del Medio".
Nadie en el pueblo o en la zona sabía quién era el Che Guevara. Un pueblo en donde aún hoy no hay televisión, radio, diarios, ni internet, ni señal de celular, ni un transporte interurbano. Las novedades del mundo no se desayunan en este extremo de Bolivia. Con esto podemos imaginar cómo eran las noticias hace medio siglo. "Si hubiera sabido quién era lo hubiese ayudado a escapar" se sincera don Florencio ante mis preguntas, mientras bajamos a la Quebrada del Churo, lugar donde Guevara fue capturado y hoy se encuentra una piedra con una estrella roja. Uno de los dos caminos que bajan hacia aquel lugar atraviesa la hacienda del abuelo que, junto con su hijo Santos, cobran 10 pesos bolivianos -un dólar y medio- al que quiera caminar unos 40 minutos de bajada hasta el río. Don Florencio tenía 27 años aquella tarde del domingo 8 de octubre cuando el combate terminó con la captura de Guevara y comenzó la caravana hacia el pueblo pasando por su chacra. "Parecía un indigente, barbudo, sucio, flaco, con la ropa rota y con unos zapatos improvisados hechos de alguna tela". El Che había escrito el 10 de septiembre en su diario: "yo crucé el río a nado con la mula pero perdí los zapatos en el cruce y ahora estoy a abarca, cosa que no me hace ninguna gracia."
La caravana de soldados, los rehenes y los muertos en combate desde la Quebrada del Churo hasta la escuela de La Higuera se demoró unas dos horas a pie. A la vista de los entonces pobladores de esa tierra. Doña Hirma tenía 20 años cuando la caravana pasó por la puerta de su casa. Ella trabajaba como ayudante de la tipografista cuando el mundo posó sus ojos sobre su pequeño pueblo. ¿Empezaba un nuevo Vietnam? se preguntaba el Che en su diario ante la confirmación de la intervención norteamericana en el combate. "La gente del pueblo estaba asustada, apenas se animaba a espiar a los barbudos extranjeros desde atrás de las puertas de sus casas. Ya que apresaban y llevaban a Valle Grande a los campesinos que ayudaban a los guerrilleros con comida o víveres" cuenta la señora dueña del almacén "La Estrella" que esta frente a la plaza. Su tienda ofrece panes cocinados en horno de barro, quesos hechos con la leche ordeñada cada mañana por la señora de 70 años. Luego de fusilarlo, expusieron el cuerpo del guerrillero cubano-argentino afuera de la escuela, momento en el cual la gente del pueblo conoció por primera vez la imagen del peligroso revolucionario del cual le hablaban. Doña Hirma con una amiga se acercaron de curiosas a ver: "quedamos impresionadas por su mirada ya que tenía sus ojos abiertos" recuerda.
"Si algo hizo bien el ejercito es introducir la cultura del miedo en la zona" asegura Leo, responsable de la oficina de turismo de Valle Grande y gran conocedor de la historia, mientras va de una reunión a otra en plena organización para los eventos que se llevarán a cabo en octubre y que esperan que atraiga a miles de personas. "La gente del pueblo estaba asustada por la psicosis creada por el ejército y los permanentes estados de sitio en los que se vivía" agrega Leo. Estrategia que no se detuvo una vez muerto el líder guerrillero: "les van a bombardear los aviones soviéticos y cubanos por haberlo matado" cuenta doña Hirma que les decían los militares.
Son las 6 de la tarde y la noche llega luego de un sensual atardecer en las montañas que tiñen de matices violáceos, celestes y naranjas el horizonte más allá del Rio Grande. El cielo es una brillantina, ante la ausencia absoluta de luz eléctrica, todas las estrellas sirven de trasfondo de la estatua del Che. Me encuentro con Casiano, un curioso niño de unos 12 años que se gana las monedas para los dulces y sodas guiando a los visitantes a la Quebrada del Churo. Cuando le pregunto qué sabe sobre el Che me cuenta una historia que le contó su abuelo: "cuando la caravana de soldados y rehenes pasó por el pueblo, el Che tenía un reloj en su muñeca y se lo quiso dar a un campesino que estaba mirando, pero los soldados no lo dejaron. Por más que el Che insistió en que se lo quería dar al trabajador". Al ver mi cámara fotográfica me pide que le saque una foto y luego me saca una a mí. Es su primera foto con una cámara que no sea la de su celular. Al otro día vendrá a invitarme a jugar al futbol en la canchita de la escuela, bajo la luz de la luna llena. Ya soy su amigo, y él será el único en el pueblo en aprender a llamarme por mi nombre y no "don" o "gringo". Es el niño rebelde del pueblo.
A pesar de la presencia de todo lo relacionado a la muerte del Che, La Higuera no vive del turismo -la mayoría de los visitantes vienen un par de horas se sacan unas fotos y se van-. Maizales, vacas lecheras, papas entre algunos otros pocos cultivos aseguran la dieta de los locales. Sólo existe una escuela primaria, por lo tanto los adolescentes se van a Valle Grande o Santa Cruz a estudiar y ya no vuelven. "No hay gente para trabajar la tierra, esa la que todos los días nos da de comer" lamenta doña Hirma. Es que hoy allí viven aproximadamente unas 50 personas, antes vivían 70. Sus dos hijos que aún viven en el pueblo se ganan la vida ofreciendo transporte desde La Higuera a Valle Grande en sus taxis. Consciente de cómo el turismo altera la identidad de los pueblos, la señora y la mayoría de los vecinos están a favor de que se explote más el turismo. Lo que generaría más clientes para su tienda y más comensales para sus almuerzos y cenas caseras. Sabe que si se asfalta el camino y se coloca luz eléctrica una mayor cantidad de turistas se animarán a venir a sacarse fotos con la estatua del Che que tiene frente a su casa.
Frente a la plaza, funciona la escuela primaria. Atrás tiene un espacio -una cancha de fútbol- que hace las veces de alojamiento comunitario para aquellos que quieran ir al pueblo y no tengan dinero para el alojamiento. En la puerta se me acerca Brian, un niño de 6 años que está siempre sonriente, me cuenta que no le gusta ir a la escuela, pero se oyen los gritos de su madre desde la puerta de su casa y no le queda otra opción. "¿Sabes quién es el hombre de la estatua?" le pregunto. "Si, me dice. Es un guerrillero que lo mató la policía" responde antes de entrar a la escuela en la cual todas las paredes tienen frases o murales del Che. Me muestra que lleva un huevo y una papa para que le cocinen el almuerzo en el establecimiento educativo.
"A las 3 p.m. del 8 de octubre termina el Combate del Churo y el Che es capturado. A las 7 p.m. llegan a La Higuera. El 9 de octubre al mediodía es fusilado. Luego lo llevan en helicóptero a Valle Grande, donde lo exponen en "La Lavandería" -lavandería que funcionaba en el hospital de la ciudad- y donde el fotógrafo francés Marc Hutten saca las famosas fotografías del Che muerto con los ojos abiertos. Allí el médico Ustary Arze toca el cuerpo del guerrillero y nota que aún está caliente y que no tenía la rigidez de un muerto de más de un día. De esta forma, se transforma en la primer persona en denunciar que el Che había muerto ese mismo día y no el 8 de octubre en combate como afirmaba el ejército: el Che fue asesinado" concluye Cristian, un historiador francés fanático del Che que está radicado hace años en La Higuera y que, junto a su compañera, son los dueños del hospedaje "Los Amigos", el alojamiento más confortable del pueblo. Cristian va hacia su corpulenta biblioteca agarra dos libros y me los alcanza. Se trata de "El combate del Churo y el asesinato del Che" de Reginaldo Ustariz Arze y "El asesinato del Che en Bolivia: Revelaciones" de Adys Cupull y Froilán González. En estos libros se denuncia que la dictadura del general Barrientos ocultó y silenció muchas voces y testigos para instalar la idea de que el Che había muerto en combate el 8 de octubre, de allí que durante tanto tiempo se recordó esa fecha y no el 9 de octubre como la fecha en que Guevara había muerto.
Luego de esa famosa foto en "La Lavandería" al Che lo llevan a la morgue y le cortan las manos antes de ser enterrado en una fosa común ubicada en los alrededores del cementerio de Valle Grande junto a otros 6 guerrilleros, permaneciendo allí en secreto por 30 años. Hasta que en el año 1997 alguno de los militares desmintió la versión hasta ese momento sostenida por el ejército boliviano de que el cuerpo del Che había muerto en combate el 8 de octubre, que sus restos habían sido cremados y sus cenizas regadas por el Rio Grande. En la actualidad, en donde estaba esa fosa común tiene lugar el "Mausoleo del Che" junto con un interesante museo con fotos, replicas del diario del Che y de su vestimenta, además de mucha información histórica.
Don Ismael, tenía 6 años cuando anduvo la guerrilla por aquí. Recuerda que pasaron guerrilleros bajando desde Abra del Picacho, pueblito más arriba de La Higuera. Por donde los guerrilleros pasaron y hasta bailaron algunas músicas aprovechando que el pueblo estaba de fiesta. "Eran varios hombres que pasaron tranquilos, saludando como cualquier otro visitante. No recuerdo las armas, sólo sus grandes mochilas" me comenta mientras con mi inocente ayuda mata un cerdo. Trabajo que le encargó doña Gregoria, quién siguiendo su visión de negocios se prepara para la próxima fiesta del pueblo, donde venderá chicharrón -grasa y cuero de cerdo frito con papa y maíz- y asado de cerdo. "¿Usted le tiene miedo a la muerte?" me sorprende y atino un "no". "Todos decimos eso pero cuando se aparece ahí realmente nos damos cuenta lo que sentimos frente a ella" continúa. "¿Y te gustaría ser un soldado de Jesús?" me pregunta don Ismael, cuchillo en mano rasurando el cuero del cerdo ya muerto. Es que él es evangelista y frecuenta un templo de la Iglesia Universal que hay en Valle Grande. Me compara la guerrilla guevarista con los soldados de Jesús: "como el Che, Jesús luchó contra el imperio, en su caso el romano. Predicando el bien contra el mal de Satanás. El Che buscaba una vida mejor para nosotros los campesinos, pero los ricachos no lo dejaron" concluye, y ya es hora de carnear el cuchi -cerdo-.
La gente del pueblo se comienza a alborotar, todos preparando alguna comida para vender. Es que se aproxima la fiesta de la Virgen de Guadalupe, patrona del pueblo -si, la misma Virgen de Guadalupe que el cura Hidalgo y Costilla levantó como bandera en la lucha por la independencia de México-. La tradición consiste en hacer una promesa a la virgen de bailar durante tres días seguidos. Por eso, todo 7, 8 y 9 de septiembre hay fiesta en La Higuera y en todos los pueblos de los alrededores. Para esa fecha, los originarios de La Higuera que migraron para buscar mejor suerte en otros pagos - generalmente a Valle Grande, Santa Cruz o Argentina-, vuelven para reencontrarse con su tierra. Rondas de chicha -bebida de maíz fermentado- y sucumbé -bebida caliente preparada con leche ordeñada por la mañana, clavo de olor, canela y singani- giran de mano en mano al compas de bandas que tocan música vallegrandina - especie de ranchera mexicana- con sombreros tejanos y guitarrones al lado del altar de la Virgen, lleno de velas de colores y flores que le ofrendan sus fieles. La gente baila y luego se sienta para degustar el cerdo o picante de pollo.
Para esta fecha, las noches tranquilas, oscuras y silenciosas que caracterizan al pueblo se ven alteradas por la llegada de camionetas 4x4 polarizadas, generadores eléctricos, altoparlantes y hasta fuegos artificiales. La mezcla de gente que se encuentra es interesante. Se puede distinguir fácilmente entre aquellos que aún viven en La Higuera: generalmente más retraídos, tímidos, con chanclas en sus pies, ropa de campo con restos de alguna carneada o de la arriada de ganado; con los higuerenses que hoy viven lejos de su tierra: ropa más citadina, jeans, zapatillas Nike, cortes de cabellos que utilizan jugadores de fútbol, y buzos. Como también a simple vista se divisa a las personalidades más pudientes, ya que ostentan ropa de marcas europeas o norteamericanas, pieles y peinados cuidados, maquillajes, zapatos de cuero fino y una presencia que detenta un aire de superioridad.
Todo ello a unos 200 metros de la escuela, hoy museo, donde aún retumban en las paredes como un eco infinito las últimas palabras del "hombre más completo del mundo" según Sartre: “Póngase sereno, está usted por matar a un hombre”.
Octubre será de fiesta. Se cumplen 50 años de la muerte del revolucionario que hizo que La Higuera ya no fuera la misma. 10.000 personas se espera que lleguen -o consigan llegar- a este pueblo de 50 almas y se lleven un poquito de esta tierra en el corazón, tal como le sucedió a quien escribe estas líneas.
Lautaro Actis
Lo que aprendí del pueblo mexicano
Tuve la inmensa fortuna de haber estado en Ciudad de México el 19 de septiembre. A las 13.15 horas estábamos con el compañero y amigo Luis Hernández Navarro cerca de la colonia Juárez. En los días siguientes estuve con compañeros y compañeras en Ciudad Jardín y en la calle Zapata, donde habían colapsado edificios mientras otros presentan severos daños, compartimos con los voluntarios y vecinos sus dolores y afanes para superar el difícil momento.
Lo vivido y convivido esos días en la capital mexicana, y luego en el estado de Chiapas, me inspiran cuatro reflexiones, breves e incompletas.
La primera es comprobar la solidaridad del pueblo mexicano. Maciza, extensa, consecuente, absolutamente desinteresada, sin el menor afán de protagonismo. No se trata de caridad sino de responsabilidad, como señaló Gloria Muñoz en una breve conversación. Una actitud profundamente política, que dijo a las autoridades algo así como váyanse, nosotros nos hacemos cargo porque no les creemos.
En los puntos de derrumbe que pude visitar había hasta tres mil voluntarios que compraron sus palas, cascos y guantes, que recorrieron decenas de kilómetros con sus motos, a pie o en bicicletas llevando mantas, agua, comida y todo lo que podían. Es probable que más de 100 mil personas se hayan movilizado, sólo en la capital. Cantidad y calidad, energía y entrega que ningún partido político puede igualar.
Interpreto esa maravillosa solidaridad como hambre de participación para cambiar el país, como un deseo profundo de involucrarse en la construcción de un mundo mejor; como una actitud política de no delegar en las instituciones ni en los representantes, sino de ayudar poniendo el cuerpo. En la cultura política en que se formó mi generación, esa actitud se denomina militante, y es lo que permite intuir que un país tan golpeado como México tiene aún un futuro luminoso.
La segunda es el papel del Estado, desde las instituciones hasta las fuerzas armadas y la policía. Llegaron a los puntos críticos al día siguiente del sismo y lo hicieron como máquina de impedir, de bloquear la participación de los voluntarios, de rechazarlos y enviarlos a otros sitios. Esta labor de dispersar la solidaridad la hicieron con esmero y con esa disciplina que caracteriza a los cuerpos armados, que no sirven para salvar vidas sino para proteger a los poderosos y sus bienes materiales.
Me llamó profundamente la atención que en los barrios pobres, como Ciudad Jardín, el despliegue de uniformados era mucho mayor que en los barrios de clase media, aunque el drama humano ante los edificios colapsados era similar. Diría que las clases peligrosas fueron rigurosamente vigiladas por los militares, porque sus patrones saben que allí anida la revuelta.
La tercera es el papel del capital. Mientras los armados se dedicaban a dispersar al pueblo solidario, las empresas empezaban a lucrar. Dos mil edificios dañados en la capital es un bocado apetecible para las constructoras y el capital financiero. Las grandes empresas hicieron gárgaras de solidaridad. Fue tan grande la marea solidaria que el capital tuvo que hacer como que dejaba de lado su cultura individualista, para disfrazarse de una cultura que le es ajena y le repugna.
Vale registrar la división del trabajo entre el Estado y el capital. El primero dispersa al pueblo para que el segundo pueda hacer sus negocios. Jugando con las palabras, podemos decir que la solidaridad es el opio del capitalismo, ya que neutraliza la cultura del consumo y frena la acumulación. Aquellos días de desesperación y hermanamiento, muy pocos pensaban en comprarse el último modelo y todo se focalizaba en sostener la vida.
La cuarta cuestión somos nosotros y nosotras. La actitud del pueblo mexicano, esa generosidad que aún me hace temblar de emoción, se estrelló contra los diques del sistema. Los de arriba expropiaron buena parte de las donaciones concentradas en los centros de acopio y desviaron la solidaridad: cuando se trataba de una relación abajo-abajo, la invirtieron para convertirla en caridad de arriba-abajo.
Sabemos que el sistema se sostiene destruyendo las relaciones entre los abajos, porque dinamitan el esqueleto de la dominación construido sobre los pilares del individualismo. Pero aún nos falta mucho para que las relaciones entre los abajos se desplieguen con toda su potencia. Es cuestión de autonomía.
En los días posteriores al sismo tuve largas conversaciones con dos organizaciones de la ciudad: la Brigada Callejera y la Organización Popular Francisco Villa de la Izquierda Independiente. En ambos casos encontré una actitud similar, consistente en rehuir los centros de acopio para trabajar directamente con los afectados. Nos reservamos, dijo una dirigente de Los Panchos en la comunidad Acapatzingo, en Iztapalapa.
La solidaridad se dirige a quien la necesita, pero funciona por capas o círculos concéntricos. Primero atiende a los miembros de la organización. Luego a los miembros de otras organizaciones amigas o aliadas, y también a las personas que no están organizadas, pero en este caso es también directa, cara a cara, para evitar desviaciones.
El mundo nuevo ya existe. Es pequeño si lo comparamos con el mundo del capital y del Estado. Es relativametne frágil, pero está mostrando resistencia y resiliencia. Nuestra solidaridad debe recorrer los cauces de ese mundo otro, fluir mediante sus venas, porque si no lo hace se debilita. La tormenta es un momento especialmente delicado, como comprobamos desde el 19 de septiembre. El sistema está empeñado en destruirnos y para eso está dispuesto, incluso, a fabricarse un camuflaje humanitario.
La increíble solidaridad del pueblo mexicano se merece un destino mejor que engrosar los bolsillos y el poder de los poderosos. Pero eso depende de nosotros, porque de ellos ya no podemos esperar nada. Si es cierto que la solidaridad es la ternura de los pueblos, como escribió Gioconda Belli, debemos cuidarla para que no la ensucien los opresores.
Raúl Zibechi
La Jornada
Lo vivido y convivido esos días en la capital mexicana, y luego en el estado de Chiapas, me inspiran cuatro reflexiones, breves e incompletas.
La primera es comprobar la solidaridad del pueblo mexicano. Maciza, extensa, consecuente, absolutamente desinteresada, sin el menor afán de protagonismo. No se trata de caridad sino de responsabilidad, como señaló Gloria Muñoz en una breve conversación. Una actitud profundamente política, que dijo a las autoridades algo así como váyanse, nosotros nos hacemos cargo porque no les creemos.
En los puntos de derrumbe que pude visitar había hasta tres mil voluntarios que compraron sus palas, cascos y guantes, que recorrieron decenas de kilómetros con sus motos, a pie o en bicicletas llevando mantas, agua, comida y todo lo que podían. Es probable que más de 100 mil personas se hayan movilizado, sólo en la capital. Cantidad y calidad, energía y entrega que ningún partido político puede igualar.
Interpreto esa maravillosa solidaridad como hambre de participación para cambiar el país, como un deseo profundo de involucrarse en la construcción de un mundo mejor; como una actitud política de no delegar en las instituciones ni en los representantes, sino de ayudar poniendo el cuerpo. En la cultura política en que se formó mi generación, esa actitud se denomina militante, y es lo que permite intuir que un país tan golpeado como México tiene aún un futuro luminoso.
La segunda es el papel del Estado, desde las instituciones hasta las fuerzas armadas y la policía. Llegaron a los puntos críticos al día siguiente del sismo y lo hicieron como máquina de impedir, de bloquear la participación de los voluntarios, de rechazarlos y enviarlos a otros sitios. Esta labor de dispersar la solidaridad la hicieron con esmero y con esa disciplina que caracteriza a los cuerpos armados, que no sirven para salvar vidas sino para proteger a los poderosos y sus bienes materiales.
Me llamó profundamente la atención que en los barrios pobres, como Ciudad Jardín, el despliegue de uniformados era mucho mayor que en los barrios de clase media, aunque el drama humano ante los edificios colapsados era similar. Diría que las clases peligrosas fueron rigurosamente vigiladas por los militares, porque sus patrones saben que allí anida la revuelta.
La tercera es el papel del capital. Mientras los armados se dedicaban a dispersar al pueblo solidario, las empresas empezaban a lucrar. Dos mil edificios dañados en la capital es un bocado apetecible para las constructoras y el capital financiero. Las grandes empresas hicieron gárgaras de solidaridad. Fue tan grande la marea solidaria que el capital tuvo que hacer como que dejaba de lado su cultura individualista, para disfrazarse de una cultura que le es ajena y le repugna.
Vale registrar la división del trabajo entre el Estado y el capital. El primero dispersa al pueblo para que el segundo pueda hacer sus negocios. Jugando con las palabras, podemos decir que la solidaridad es el opio del capitalismo, ya que neutraliza la cultura del consumo y frena la acumulación. Aquellos días de desesperación y hermanamiento, muy pocos pensaban en comprarse el último modelo y todo se focalizaba en sostener la vida.
La cuarta cuestión somos nosotros y nosotras. La actitud del pueblo mexicano, esa generosidad que aún me hace temblar de emoción, se estrelló contra los diques del sistema. Los de arriba expropiaron buena parte de las donaciones concentradas en los centros de acopio y desviaron la solidaridad: cuando se trataba de una relación abajo-abajo, la invirtieron para convertirla en caridad de arriba-abajo.
Sabemos que el sistema se sostiene destruyendo las relaciones entre los abajos, porque dinamitan el esqueleto de la dominación construido sobre los pilares del individualismo. Pero aún nos falta mucho para que las relaciones entre los abajos se desplieguen con toda su potencia. Es cuestión de autonomía.
En los días posteriores al sismo tuve largas conversaciones con dos organizaciones de la ciudad: la Brigada Callejera y la Organización Popular Francisco Villa de la Izquierda Independiente. En ambos casos encontré una actitud similar, consistente en rehuir los centros de acopio para trabajar directamente con los afectados. Nos reservamos, dijo una dirigente de Los Panchos en la comunidad Acapatzingo, en Iztapalapa.
La solidaridad se dirige a quien la necesita, pero funciona por capas o círculos concéntricos. Primero atiende a los miembros de la organización. Luego a los miembros de otras organizaciones amigas o aliadas, y también a las personas que no están organizadas, pero en este caso es también directa, cara a cara, para evitar desviaciones.
El mundo nuevo ya existe. Es pequeño si lo comparamos con el mundo del capital y del Estado. Es relativametne frágil, pero está mostrando resistencia y resiliencia. Nuestra solidaridad debe recorrer los cauces de ese mundo otro, fluir mediante sus venas, porque si no lo hace se debilita. La tormenta es un momento especialmente delicado, como comprobamos desde el 19 de septiembre. El sistema está empeñado en destruirnos y para eso está dispuesto, incluso, a fabricarse un camuflaje humanitario.
La increíble solidaridad del pueblo mexicano se merece un destino mejor que engrosar los bolsillos y el poder de los poderosos. Pero eso depende de nosotros, porque de ellos ya no podemos esperar nada. Si es cierto que la solidaridad es la ternura de los pueblos, como escribió Gioconda Belli, debemos cuidarla para que no la ensucien los opresores.
Raúl Zibechi
La Jornada
Desigualdad social en Colombia
Colombia se clasifica como una de las naciones más desiguales del mundo y la segunda de América Latina, según datos del Banco Mundial, donde la mayoritaria población desfavorecida debe hacer diariamente lo indecible para poder alcanzar un magro sustento.
El profesor e investigador de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de Francia, Thomas Piketty, durante una conferencia en la Universidad Externado de Colombia, señaló que el 20 % del ingreso de Colombia está en manos del 1 % de la población, mientras que la mitad de esos ingresos pertenece solo al 10 %.
Piketty sugirió que la mejor estrategia para reducir la inequidad en una sociedad es invertir en educación, salud y otros servicios públicos de calidad, pero para pagarlos es necesario establecer sistemas de tributación progresivos, donde los ricos no terminen pagando menos impuestos que los pobres como ocurre en esa nación latinoamericana al igual que en otros países capitalistas del mundo.
Una organización como la del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó un informe en el que subraya que Colombia ocupa el puesto 12 de 168 países en desigualdad en el ingreso, acceso a la educación y la salud entre hombres y mujeres. Paradójicamente, ese mismo informe, sitúa a su vecino país, Venezuela, en el puesto 79, es decir, casi siete veces mejor que Bogotá.
La comparación viene al caso porque el presidente Juan Manuel Santos, en ninguno de sus últimos discursos, ha dejado de criticar al gobierno de Nicolás Maduro y ha insistido en que el modelo social y político de la Revolución Bolivariana ha fracasado.
Así también lo hizo Santos durante la recién concluida Asamblea General de ONU sobre la paz y el cambio climático, minutos después del discurso pronunciado por el mandatario estadounidense Donald Trump quien realizó una amplia diatriba contra el gobierno de Caracas.
El desempleo en Colombia se sitúa en el 9,1 %, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).
Durante los largos años de guerra contra las guerrillas de las FARC y el ELN, resultaron desplazados cientos de miles de campesinos que debieron irse para lugares lejanos o hacia ciudades y poblados donde les era difícil encontrar trabajo y algún local para sus familias.
Como consecuencia de ese conflicto, unido a la entrega indiscriminada de territorios cultivable por parte de las diferentes administraciones colombianas, en la actualidad el 1 % de la población más rica del país, junto con las compañías transnacionales, son dueñas del 81 % de las tierras.
El 62 % de los jóvenes colombianos que viven en el ámbito rural no se inscriben en la educación secundaria y solo un 2 % accede a la universidad.
Aunque Colombia tiene un Producto Interno Bruto de 456 000 millones de dólares y enormes riquezas minerales, más de 22 millones de los 42 millones de sus habitantes viven en la pobreza lo cual se ha agudizado con las políticas neoliberales establecidas en los últimos años.
Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) , en Colombia 5 000 niños mueren cada año por causas relacionadas con desnutrición. Un documento suscrito por la Iglesia Católica denunció que “no solo el 52 % de los colombianos vive en la pobreza, sino que el 20 % se encuentra en la indigencia mientras 5 000 000 se van a dormir, diariamente, sin comer”.
Con la entrada en vigor el 15 de mayo de 2012 del Tratado de Libre Comercio TLC), se aceleró la fuga de capitales, la destrucción ambiental; aumentó la privatización de servicios esenciales como educación, agua, electricidad y salud; se incrementó la desigualdad y el trabajo precario; se redujo la producción alimentaria con la entrada de mercancías subsidiadas procedentes de Estados Unidos, y sobre todo, se perdió la soberanía económica y política de la nación. En territorio colombiano están enclavadas siete bases militares norteamericanas.
Para que congresistas norteamericanos aceptaran aprobar el TLC, se incrementaron las concesiones: se impulsaron las ventas de empresas de producción y servicios como las compañías eléctricas de Boyacán, Pereira, Cundinamarca, Santander, Norte de Santander, Meta y Termocandelaria; grandes extensiones de terreno para la extracción de minerales y la agricultura extensiva; construcción de hidroeléctricas con las consecuentes afectaciones a los pobladores originales y al medio ambiente.
Las privatizaciones alcanzaron a los Banco Popular y Colpatria; a las empresas inmobiliarias, servicios de agua potable, alcantarillado, la educación, salud y seguros.
Economistas y organizaciones políticas aseguran que los documentos del TLC, compuestos por 1 531 páginas, desarticulan la soberanía del país al convertirlo en Ley tutelada por lineamientos internacionales mediante el cual ningún organismo del Estado puede aprobar algo que contradiga ese texto. Solo Washington ostenta el derecho a realizar modificaciones a esas leyes con las consabidas ventajas a su favor.
Para reforzar el cerco neoliberal del TLC, Colombia se comprometió dentro del acápite de la Propiedad Intelectual, a ceñirse por otros cuatro acuerdos internacionales que favorecen la penetración y libre accionar de las transnacionales estadounidenses en el país, sin tener que responder por reclamaciones ambientales, despidos laborales y violaciones de derechos humanos.
Indiscutiblemente que Santos se anotó un importante punto con la firma de los acuerdos de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) pero deberá realizar (en el poco tiempo que le queda en la presidencia) muchas mejoras sociales, económicas y políticas a favor de la mayoritaria población pobre del país, las que no se alcanzarán mediante políticas neoliberales.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano, especialista en política internacional.
El profesor e investigador de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de Francia, Thomas Piketty, durante una conferencia en la Universidad Externado de Colombia, señaló que el 20 % del ingreso de Colombia está en manos del 1 % de la población, mientras que la mitad de esos ingresos pertenece solo al 10 %.
Piketty sugirió que la mejor estrategia para reducir la inequidad en una sociedad es invertir en educación, salud y otros servicios públicos de calidad, pero para pagarlos es necesario establecer sistemas de tributación progresivos, donde los ricos no terminen pagando menos impuestos que los pobres como ocurre en esa nación latinoamericana al igual que en otros países capitalistas del mundo.
Una organización como la del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó un informe en el que subraya que Colombia ocupa el puesto 12 de 168 países en desigualdad en el ingreso, acceso a la educación y la salud entre hombres y mujeres. Paradójicamente, ese mismo informe, sitúa a su vecino país, Venezuela, en el puesto 79, es decir, casi siete veces mejor que Bogotá.
La comparación viene al caso porque el presidente Juan Manuel Santos, en ninguno de sus últimos discursos, ha dejado de criticar al gobierno de Nicolás Maduro y ha insistido en que el modelo social y político de la Revolución Bolivariana ha fracasado.
Así también lo hizo Santos durante la recién concluida Asamblea General de ONU sobre la paz y el cambio climático, minutos después del discurso pronunciado por el mandatario estadounidense Donald Trump quien realizó una amplia diatriba contra el gobierno de Caracas.
El desempleo en Colombia se sitúa en el 9,1 %, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).
Durante los largos años de guerra contra las guerrillas de las FARC y el ELN, resultaron desplazados cientos de miles de campesinos que debieron irse para lugares lejanos o hacia ciudades y poblados donde les era difícil encontrar trabajo y algún local para sus familias.
Como consecuencia de ese conflicto, unido a la entrega indiscriminada de territorios cultivable por parte de las diferentes administraciones colombianas, en la actualidad el 1 % de la población más rica del país, junto con las compañías transnacionales, son dueñas del 81 % de las tierras.
El 62 % de los jóvenes colombianos que viven en el ámbito rural no se inscriben en la educación secundaria y solo un 2 % accede a la universidad.
Aunque Colombia tiene un Producto Interno Bruto de 456 000 millones de dólares y enormes riquezas minerales, más de 22 millones de los 42 millones de sus habitantes viven en la pobreza lo cual se ha agudizado con las políticas neoliberales establecidas en los últimos años.
Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) , en Colombia 5 000 niños mueren cada año por causas relacionadas con desnutrición. Un documento suscrito por la Iglesia Católica denunció que “no solo el 52 % de los colombianos vive en la pobreza, sino que el 20 % se encuentra en la indigencia mientras 5 000 000 se van a dormir, diariamente, sin comer”.
Con la entrada en vigor el 15 de mayo de 2012 del Tratado de Libre Comercio TLC), se aceleró la fuga de capitales, la destrucción ambiental; aumentó la privatización de servicios esenciales como educación, agua, electricidad y salud; se incrementó la desigualdad y el trabajo precario; se redujo la producción alimentaria con la entrada de mercancías subsidiadas procedentes de Estados Unidos, y sobre todo, se perdió la soberanía económica y política de la nación. En territorio colombiano están enclavadas siete bases militares norteamericanas.
Para que congresistas norteamericanos aceptaran aprobar el TLC, se incrementaron las concesiones: se impulsaron las ventas de empresas de producción y servicios como las compañías eléctricas de Boyacán, Pereira, Cundinamarca, Santander, Norte de Santander, Meta y Termocandelaria; grandes extensiones de terreno para la extracción de minerales y la agricultura extensiva; construcción de hidroeléctricas con las consecuentes afectaciones a los pobladores originales y al medio ambiente.
Las privatizaciones alcanzaron a los Banco Popular y Colpatria; a las empresas inmobiliarias, servicios de agua potable, alcantarillado, la educación, salud y seguros.
Economistas y organizaciones políticas aseguran que los documentos del TLC, compuestos por 1 531 páginas, desarticulan la soberanía del país al convertirlo en Ley tutelada por lineamientos internacionales mediante el cual ningún organismo del Estado puede aprobar algo que contradiga ese texto. Solo Washington ostenta el derecho a realizar modificaciones a esas leyes con las consabidas ventajas a su favor.
Para reforzar el cerco neoliberal del TLC, Colombia se comprometió dentro del acápite de la Propiedad Intelectual, a ceñirse por otros cuatro acuerdos internacionales que favorecen la penetración y libre accionar de las transnacionales estadounidenses en el país, sin tener que responder por reclamaciones ambientales, despidos laborales y violaciones de derechos humanos.
Indiscutiblemente que Santos se anotó un importante punto con la firma de los acuerdos de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) pero deberá realizar (en el poco tiempo que le queda en la presidencia) muchas mejoras sociales, económicas y políticas a favor de la mayoritaria población pobre del país, las que no se alcanzarán mediante políticas neoliberales.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano, especialista en política internacional.
viernes, septiembre 29, 2017
Trump y una política de miedo contra los inmigrantes
Esta semana, el gobierno de Donald Trump deportó a 498 inmigrantes en una ofensiva de ICE contra las Ciudades Santuario.
El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) realizó esta semana la operación “Ciudad Segura” con el objetivo de detener y deportar a inmigrantes de 42 países. Con el mismo discurso de criminalización de los inmigrantes que ha caracterizado a la actual administración, el organismo argumentó que se trataba de “ex convictos, pandilleros e indocumentados reincidentes”.
La operación se realizó en varias de las Ciudades Santuario, donde las organizaciones de inmigrantes se han organizado los últimos meses contra la política migratoria del actual presidente como Baltimore, Denver, Los Ángeles, Nueva York, Portland y Filadelfia.
La policía migratoria ha acusado a las Ciudades Santuario de ser “imanes” de inmigración ilegal.
Activistas y miembros de organizaciones de inmigrantes han denunciado que esta ofensiva pretende sembrar miedo entre la comunidad migrante y evitar que la rabia que se ha expresado contra la política migratoria de la Casa Blanca se desarrolle activamente en las calles. Apenas hace unas semanas y ante el anuncio de cancelación del programa DACA, miles de migrantes y activistas tomaron las calles de las principales capitales de Estados Unidos al grito de “Ningún ser humano es ilegal”. También se trata de una fuerte presión contra las Ciudades Santuario para que asuman la política migratoria del actual presidente.
Esta medida es parte de una serie de acciones que el gobierno actual está intentando llevar adelante contra el movimiento migrante en Estados Unidos. Las deportaciones y la presión sobre las Ciudades Santuario se suman a la amenaza de cancelación del programa DACA, el incremento de arrestos en los llamados Centros de Detención para migrantes y nuevas políticas migratorias que afectarán a jóvenes Centroamericanos.
Los Centros de Detención llenos de trabajadores migrantes
Una vez en el poder, Trump aseguró que deportaría a por lo menos 3 millones de “traficantes” y “pandilleros” indocumentados en Estados Unidos. Según algunos analistas, el presidente y la policía migratoria han tenido serios problemas para demostrar que hay 3 millones de mexicanos y centroamericanos “delinquiendo” en Estados Unidos.
La población latina en Estados Unidos, constituye una porción muy importante de la fuerza de trabajo y se concentra en industrias como la construcción, servicios, turismo y trabajo doméstico. Los “bad hombres” a los que se refirió Trump en meses pasados (supuestos delincuentes de origen latino) son en realidad trabajadores precarios que laboran sin derechos en todo el país, pagan impuestos y generan grandes ganancias para la economía nacional.
Esto sumado al repudio que existe a nivel nacional, ha impedido que el plan de deportaciones de Trump se haga efectivo. Pero la amenaza de cancelación de DACA, las recientes deportaciones y el incremento sustantivo de presos en los Centros de Detenciones están generando alarma entre la población migrante.
En los últimos nueve meses el ICE deportó a 211.068 migrantes. Y aunque el número de deportaciones todavía no se dispara como en la era Obama, la propia policía migratoria ha informado que los arrestos han subido un 43 por ciento en el último año.
Aunque el gobierno pretende justificarse diciendo que los arrestos son contra personas con antecedentes penales, la realidad es que una gran mayoría de personas detenidas no tienen antecedentes criminales. ICE ha informado que se detuvieron 28.000 personas sin antecedentes penales entre el 22 de enero y el 2 de septiembre. Muchos de aquellos presos que tienen antecedentes penales, los tienen por delitos menores ligados a su situación de precariedad y pobreza.
Según datos oficiales, hay casi 700 Centros de Detención en todo el país. Bajo la administración Trump, la densidad poblacional de los mismos ha aumentado sustancialmente. La mayor parte de estos Centros, son administrados por empresas privadas que hacen jugosas ganancias por otorgar estos “servicios”. Hay decenas de denuncias por maltrato, mala alimentación, tortura, abuso sexual y trabajos forzados en estas verdaderas cárceles. Los presos pueden pasar meses o hasta años esperando que su situación sea dirimida por un juez.
Trump contra lo más jóvenes
Al parecer, el nuevo habitante de la Casa Blanca no cejará en su persecución a los inmigrantes, en particular los más jóvenes. La amenaza de cancelación de DACA fue una verdadera declaración de guerra contra los dreamers pero hay más. Según un nuevo reporte de McClatchy DC, la Casa Blanca está preparando una nueva política para acelerar deportaciones de menores de edad centroamericanos.
Según informaron diversos medios de prensa la política está orientada contra “adolescentes centroamericanos que llegaron a la frontera sur de Estados Unidos sin la compañía de adultos”.
Esta medida implica deportar a estos jóvenes una vez que cumplan los 18 años. Se trata de habilitar juicios express que le permita a las autoridades migratorias deportar a estos jóvenes sin papeles sin necesidad de un juicio.
Según datos oficiales, en los últimos años han ingresado a los Estados Unidos 100.000 menores de Centroamérica. De aprobarse, esta medida solo profundizaría la catástrofe humanitaria que aqueja a los niños y jóvenes de Centroamérica que cruzan por México huyendo de la miseria, la violencia del crimen organizado y el Ejército en sus respectivos países.
La propuesta está siendo elaborada bajo la responsabilidad del Departamento de Seguridad Nacional y el Departamento de Justicia.
Resistir a Trump
Las deportaciones de la última semana parecen un mensaje contra los migrantes. Una advertencia para sembrar miedo. Mercedes, una trabajadora migrante dijo a Left Voice en una entrevista “Estamos seguros que Trump quiere evitar que el descontento contra su política racista se exprese en la calle. Por eso está castigándonos, porque en los últimos meses nos hemos movilizado en todo el país por derechos laborales, por los dreamers y contra las leyes antiinmigrantes”.
Después de que el anuncio del presidente de cancelar DACA fue repudiado de manera generalizada, la cúpula del Partido Demócrata se reunió con Trump para supuestamente negociar la permanencia de DACA a cambio de un plan de seguridad en la Frontera. Al día siguiente Trump desmintió el acuerdo. Así que por el momento la amenaza de más deportaciones, la cancelación de DACA y nuevas leyes anti inmigrantes persiste. Al respecto nos dice Mercedes “No podemos bajar la guardia, Y no podemos confiar en las negociaciones de los de arriba. Sabemos, nosotros que llevamos años acá que los demócratas y los republicanos no son amigos. Hay que retomar el camino de la movilización y parar realmente a Trump”.
Mercedes es optimista y dice “No estamos solos. Un montón de organizaciones migrantes, algunos sindicatos, estudiantes como los de la Universidad de Berkeley e incluso la izquierda como el Democratic Socialists of America ó Socialist Alternative nos apoyan, pero no es suficiente, tenemos que ser miles de almas. Tampoco es suficiente defender lo que ya tenemos, como DACA. Queremos plenos derechos para los migrantes y nuestros pequeños. Creo que estamos en buenas condiciones de organizarnos todos para resistir a Trump”.
Jimena Vergara
@JimenaVergaraO
La Internacional de Karl Marx
El 28 de septiembre de 1864 se fundó la Asociación Internacional de Trabajadores, conocida como la Primera Internacional. El movimiento obrero daba sus primeros pasos de organización mundial para derrotar los planes de la burguesía que sólo significaban miseria para las mayorías. Los mismos objetivos de aquellos obreros, hoy continúan vigentes.
La Revolución Industrial marchaba a todo vapor. El Capitalismo se extendía por el mundo y con él la clase obrera.
Inglaterra, cuna de la industria, el país más avanzado del siglo XIX, fue el lugar donde primero comenzaron a manifestarse y desarrollarse los antagonismos de clase modernos, la lucha de clases entre burgueses y proletarios. Cerca de 1840, el Movimiento Cartista[1] se consagraba como la primer movilización política de los trabajadores como clase.
Al calor de esas primeras demostraciones de la clase obrera europea, Carlos Marx y Federico Engels escribían el Manifiesto Comunista por encargo de la Liga de los Comunistas, que saldría en 1848, donde pronosticaban que el espectro del comunismo recorría el viejo continente ya que los objetivos de los obreros eran comunes y, por eso mismo, que la lucha de clases era nacional en su forma pero que tenía un contenido internacional.
También en Inglaterra, al calor de las primeras huelgas de finales de la siguiente década, la clase obrera se organizó por primera vez en trade-unions (sindicatos), tomando en sus manos tanto demandas sindicales como políticas de los trabajadores. Y fue en este país donde el proletariado antes tuvo un sentido de solidaridad internacional y tuvo la necesidad de luchar contra el capitalismo basándose en esa solidaridad.
De la solidaridad entre obreros de distintos países a una organización internacional
En el marco de la crisis económica europea que había estallado en 1846, el Manifiesto adelantaba lo que se conoció como “la primavera de los pueblos”[2]. En 1848 la revolución se extendió por gran parte de los países del continente europeo, pero fueron derrotadas. Luego de estas oleadas, el capitalismo tuvo un importante desarrollo durante la década de 1850, provocando inmovilismo y depresión en el movimiento obrero. Fenómenos políticos enormes conmovían a la clase trabajadora.
Además de la gran crisis económica de 1857, Estados Unidos se encontraba inmerso en una guerra civil (1861-1865) donde los capitalistas del Sur del país luchaban contra el Norte para que se mantuviese la esclavitud. La causa de la liberación de los esclavos despertaba la solidaridad internacional de los trabajadores de Europa. En Francia se obtuvieron conquistas económicas y políticas, como poder votar en las elecciones y el rechazo de las leyes que prohibían las organizaciones sindicales. En Inglaterra, el derecho a sindicalizarse se había obtenido en 1825, pero las masas no tenían derecho a votar. A su vez, el desarrollo del capitalismo en el continente europeo había creado una competencia peligrosa para los obreros ingleses en forma de trabajo sobreexplotado y la burguesía británica amenazaba con importar fuerza de trabajo de otros países. Estas circunstancias hicieron manifiesta la necesidad de la lucha y organización a nivel internacional. En 1863 las trade-unions de Inglaterra harían un llamamiento a sus hermanos de clase de otras naciones para organizarse contra esta competencia entre obreros que quería imponerle la burguesía.
Pero además de la lucha de clases a escala internacional, fueron también las propias condiciones económicas y políticas del capitalismo, el carácter mundial de la economía y el desarrollo de las fuerzas productivas las que abonaron el terreno para el internacionalismo de la clase obrera. El proletariado luchó contra el capitalismo desde que nació como clase social hace más de doscientos años. La Primera Internacional será la culminación organizativa de ese período inicial de lucha y resistencia contra las condiciones de explotación capitalista.
Ese despertar de la clase obrera inglesa y francesa revivió la idea del internacionalismo. Un 28 de septiembre de 1864, en Londres, se reunían en el St. Martin’s Hall los representantes de obreros franceses e ingleses. Pero a dicha convocatoria, también concurrieron obreros alemanes, belgas, polacos, italianos y suizos. Así se fundaba la Asociación Internacional de Trabajadores, más conocida como la Primera Internacional. Marx fue el encargado de escribir el Manifiesto Inaugural, que al igual que en el Manifiesto Comunista hace una aguda denuncia al capitalismo y deja delineadas los objetivos de la clase obrera. Si bien no fue el fundador de la Primera Internacional, rápidamente se transformó en su principal dirigente y organizador. No era producto de la casualidad. Junto con Engels, ya eran veteranos revolucionarios y en el exilio habían cultivado una estrecha relación con los círculos obreros de Londres. Además, sus tesis expresaban las conclusiones más avanzadas del movimiento obrero de la época y se imponía a otras corrientes luego superadas por la misma experiencia histórica, como los socialistas utópicos, los sindicalistas ingleses, los anarquistas, entre otras.
En el discurso inaugural, Marx parte del hecho fundamental del desarrollo político de la lucha de clases, que no empieza con frases generales, con objetivos elevados, sino con los hechos que caracterizan la situación de la clase obrera. Plantea que entre los años 1848 y 1864, a pesar del desarrollo industrial y comercial, la miseria de las masas obreras no había disminuido. Basándose en los documentos de las comisiones parlamentarias, demuestra que la mayoría de los trabajadores se alimenta de forma insuficiente y sufre enfermedades producto de la miseria, mientras la burguesía incrementa sus riquezas insaciablemente. Remarca también que en esos años los trabajadores han obtenido importantes conquistas. La ley de la jornada de diez horas producto de la lucha del proletariado inglés. Además de las fábricas cooperativas, que demostraron en la práctica que los trabajadores pueden organizar la producción y sus intercambios sin necesidad de empresarios. Sin embargo, mientras la sociedad se mantenga sobre las mismas bases, los antagonismos de clases continuarán agudizándose. Por ello Marx deja claro en este texto que la gran tarea de los trabajadores es tomar el poder político. Los obreros “poseen un elemento para el éxito, su número. Pero el número pesa en la balanza sólo cuando está unido en una organización y dirigido hacia un fin consiente”. [3]
“¡Proletarios de todos los países, uníos!”
Con este grito profundamente internacionalista culmina el Manifiesto Inaugural, al igual que 16 años antes había sonado en el Manifiesto Comunista.
Si bien el movimiento obrero surge y se desarrolla dentro de cada nación, si quiere triunfar, no puede quedar restringido dentro sus fronteras. Una vez que se organiza tiende, por necesidad, a forjar lazos internacionales. Así como los gobiernos burgueses establecen relaciones internacionales contra los trabajadores, estos en contraposición para defenderse estrechan vínculos con sus hermanos de clase de otras tierras.
El internacionalismo es una necesidad estratégica, ignorar la solidaridad y organización que debe existir entre los trabajadores de todos los países, termina llevando a un fracaso general de todos los esfuerzos. El movimiento obrero tiene que seguir con atención la política exterior. La liberación de la clase obrera no puede realizarse si las clases que dirigen la política exterior aprovechan los prejuicios nacionales para enfrentar a los obreros de los distintos países, derramar la sangre de los pueblos en las guerras y despilfarrar sus riquezas. Marx aseguraba en el Manifiesto Inaugural que: “No ha sido la prudencia de las clases dominantes, sino la heroica resistencia de la clase obrera de Inglaterra a la criminal locura de aquéllas, la que ha evitado a la Europa Occidental el verse precipitada a una infame cruzada para perpetuar y propagar la esclavitud más allá del océano Atlántico. La aprobación impúdica, la falsa simpatía o la indiferencia idiota con que las clases superiores de Europa han visto a Rusia apoderarse del baluarte montañoso del Cáucaso y asesinar a la heroica Polonia (…) han enseñado a los trabajadores el deber de iniciarse en los misterios de la política internacional, de vigilar la actividad diplomática de sus gobiernos respectivos, de combatirla, en caso necesario, por todos los medios de que dispongan; y cuando no se pueda impedir, unirse para lanzar una protesta común y reivindicar que las sencillas leyes de la moral y de la justicia, que deben presidir las relaciones entre los individuos, sean las leyes supremas de las relaciones entre las naciones. La lucha por una política exterior de este género forma parte de la lucha general por la emancipación de la clase obrera. ¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
El capitalismo, en su voraz competencia, ha dado muestras notorias de su barbarie desde su propia existencia. No ha dudado en invadir territorios, llevar a cabo genocidios, dos guerras mundiales con sus campos de concentración y sus bombas atómicas. La llamada crisis de los inmigrantes africanos en Europa a la que se asiste en estos días, que genera odio por ver morir a miles y a millones de hombres, mujeres y niños huyendo de terribles sufrimientos, es el subproducto de los planes imperialistas y sus políticas de hambre, guerras y destrucción para las poblaciones de los países que supieron ser antiguas colonias.
Como en 1864, cuando en la primera etapa del proletariado industrial, los obreros más conscientes sacaban la conclusión de que el peor enemigo era el patriotismo; que había que unirse internacionalmente, dado que tenían los mismos objetivos que sus hermanos de clases de todo el mundo: la abolición de las condiciones existentes El marxismo ha demostrado que esto sólo es posible con la abolición del capitalismo. La clase obrera tiene una rica historia, que nos ha dejado importantes enseñanzas. La AIT fue la primera de cuatro internacionales que pusieron en pie grandes revolucionarios, que enfrentaron no sólo a los capitalistas sino también la traición en sus propias filas. Hoy, 152 años después, ese gran objetivo de refundar una internacional continúa vigente.
Emilio Salgado
@EmilioSalgadoQ
Jazmín Jimenez
Lic. en Sociología / @JazminesRoja
[1] Cartismo: Se inicia en Gran Bretaña en 1837. El Cartismo fue el primer gran movimiento político de los trabajadores, en su primera etapa del movimiento obrero. Su nombre viene de “la Carta del Pueblo”, que era el documento que sintetizaba su programa que exigía una serie de derechos políticos como el sufragio universal masculino (el sufragio universal femenino recién se conquistó por primera vez en con la Revolución Rusa de 1917), el voto secreto, la posibilidad que los obreros puedan ser candidatos, que los diputados cobren un salario para que todo trabajador pueda ejercer esta función, etc.
[2] Primavera de los pueblos: última oleada revolucionaria de “las revoluciones burguesas” contra la dominación aristocrática, que comenzó en Francia en febrero de 1848 y rápidamente se extendió a numerosas regiones de Alemania, a Hungría, Polonia, Italia y otros pueblos de Europa central. El proletariado, aunque al lado de la burguesía que peleaba por la República y después lo traicionaría, aparece con grados avanzados de organización en estos procesos.
[3] Marx, Karl, Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores
Trump, payasos asesinos y cultos en la nueva entrega de American Horror Story
Payasos que aterrorizan las calles, brotes paranoicos para unos, asesinatos psicópatas para otros. De esto parece tratarse la nueva temporada de American Horror Story (AHS), la serie de terror de FX, que en cada una de sus entregas aborda una temática diferente dentro del género.
Esta séptima saga se titula Cult, y trabaja en torno al “culto de personas con fuertes personalidades, que lideran y aprovechan los miedos de una sociedad dividida”, en palabras de uno de sus creadores. Tomando esta temática, dramatiza algunos casos icónicos como los de Charles Manson o Jim Jones (quienes harán apariciones en la temporada). Aparecen también como elemento destacado los casos de los “phantom clowns”: las apariciones de payasos en casas o en la vía pública –un difundido fenómeno en los Estados Unidos de los ’80 que luego se mundializó– generó una situación de pánico social debido a lo perturbador de las apariciones y la resistencia, en algunos casos armada, por parte de los transeúntes; y volvió a tomar relevancia en 2016.
FOX: “Lo que empezó como algo imposible e insólito ahora es realidad”
El protagonista (y antagonista) de la serie es Kai Anderson, un republicano maniático que ve en el ascenso de Trump el inicio de una revolución supremacista. Sometiendo psicológica y físicamente a sus víctimas, encuentra en las calles del “renovado” EE.UU. una veta donde generar el terror y así sumar adeptos a su “revolución”.
Del otro lado encontramos a Ally, una ferviente demócrata que ve en el ascenso de Trump a la Casa Blanca el fin de todos sus derechos y de su “sueño americano”. Ally, casada con una mujer, madre de un niño adoptivo y emprendedora de un negocio propio, aparece como una representación extremadamente edulcorada y progresista del Partido Demócrata –cuya última gestión, la de Barack Obama, bombardeó Siria, deportó cerca de tres millones de inmigrantes y mandó a la policía a reprimir las protestas contra la violencia estatal a la población negra. Para Ally, la victoria republicana comienza a reavivar fobias de todo tipo, llegando a padecer de alucinaciones paranoicas.
De forma general, los republicanos aparecen como salvajes, megalomaníacos y psicópatas que disfrutan de la manipulación y de inflingirle dolor a quienes consideran inferiores, mientras que los demócratas son las víctimas de sus ataques.
La sátira juega así con extremar los dos bandos principales del espectro político –una elección por lo menos curiosa, cuando el régimen bipartidista norteamericano se encuentra en la que quizá sea la peor crisis de su historia–, representando a cada uno bajo el prisma estereotípico que el otro bando tiene sobre él.
De esta manera, aun intentando mostrar “falencias” de ambos sectores, la serie intenta generar un sentimiento de empatía hacia la “utopía demócrata”, que sería amenazada por la tiranía y manipulaciones republicanas.
Síntoma de un clima de época, esta nueva entrega de AHS busca mostrarnos los sentimientos exacerbados en la sociedad norteamericana bajo la idea de una suerte de “grieta” yanqui.
Pero en verdad, la situación política, aunque relevante, sólo opera como telón de fondo o como catalizador de los hechos de la serie en sí misma, y la victoria de Trump aparece como algo impensado –y por lo tanto, terrorífico– y no como fruto de una enorme crisis social. Lo sintetizan los autores de la serie, al afirmar en referencia al ascenso de Trump que “la política del miedo siempre funciona”.
No solo no se reconocen las continuidades de la política del gobierno actual con su predecesor, sino que las clases sociales también sufren este proceso de clichés. Tanto demócratas como republicanos pertenecen a una amplísima clase media; mientras que los primeros han logrado una posición acomodada –en este sentido, se juega como idea crítica una cierta “hipocresía” entre su progresismo y su situación social–, los republicanos han quedado más bien “fuera del sistema” y ahora sienten el tiempo de la venganza. La clase obrera, en este escenario, solo aparece representada como víctima de los crímenes o manipulaciones de los antagonistas, con un miedo pasivo a las deportaciones y la desocupación, desconociendo que estos fenómenos han dado lugar a movilizaciones de masas y fuertes sacudones políticos, y sin siquiera esbozar la posibilidad de una salida política de los trabajadores.
Del bando que sea, la política es en American Horror Story el terror de los personajes –ya sean los fantasmas del pasado que los hizo sentirse humillados, o los payasos del presente que vienen a destruir todas “las libertades conseguidas”. Y no mucho más.
Santi González y Beita
¿Y si no era Santiago? Desaparición forzada y conflicto Mapuche
Recibimos y difundimos. Artículo sobre la desaparición de Santiago Maldonado y el ocultamiento de la causa de los pueblos indígenas.
La historia de Santiago Maldonado la hemos escuchado una y otra vez pero vale repetirla; Santiago es un artesano que se unió a un corte de ruta en Chubut realizado por el grupo mapuche Pu Lof en contra de la posesión de territorios por parte de los dueños de la multinacional Benetton. Estos territorios fueron quitados a los mapuches durante la Campaña del Desierto y otorgados a compañías inglesas que durante el conflicto de Malvinas, y bajo el temor de tener represalias, se lo cedieron a los hermanos Benetton. Del lado chileno sucedió algo parecido pero la ley de reparación reconoció la posesión mapuche de los territorios, no así por el estado argentino.
En esta protesta la gendarmería argentina reprimió a los manifestantes y se produjo la desaparición de Santiago.
Acá se abren dos caminos, el gobierno argentino planteó varias hipótesis de dónde está Santiago, todas ellas sin ningún fundamento válido y tiradas abajo por la propia familia de Maldonado, las pruebas o los grupos mapuches; el segundo camino es el más verosímil hasta ahora, a Santiago lo hizo desaparecer gendarmería y por lo tanto el gobierno argentino.
Aquí hay que hacer un alto... no hay que caer en la inocencia epistemológica de decir que el gobierno de Macri es una dictadura porque no lo es. El gobierno argentino, es un gobierno neoliberal en toda regla, así como en Uruguay lo fue el de Lacalle Herrera y su represión al Filtro o Batlle Ibáñez y sus razias, pero no por reprimir se lo debe tildar de dictadura porque se cae en un pensamiento sencillo de la represión y se la descarga de contenido político y complejidad al acto de coartar las libertades.
Las idas y vueltas de declaraciones entre activistas, integrantes del gobierno, periodistas, vecinos en las plazas y estrellas de la tele, llegando hasta Rial, han sido el eje del caso. Ministras como Patricia Bullrich, teniendo actos fallidos han sido compartidos por millones, la cara de Maldonado y el slogan "donde esta Santiago?" Se ha vuelto casi parte de una marca, un símbolo como la cara del Che Guevara que tengo en mi remera...
Pero como todo símbolo posmoderno se lo libera de su contenido, ya no importa qué motivó a Santiago a viajar a Chubut ese día, incluso desde el discurso oficial se dice "algo habrá hecho" recordando esa máxima de los 70 en el Río de Plata.
No importa si apoyaba la causa mapuche pero sobre todo no importa la causa mapuche. Los mapuches son invisibilizados de la discusión, apartados de los foros e incluso llegando a ser burlados como en el caso de la "entrevista" realizada por Nicolás Reppeto con un pasamontañas.
En este terreno es donde el gobierno argentino saca su tajada del caso Maldonado, despolitizándolo y transformándolo en una discusión mediática más, pasándola al ruedo de la estupidez, donde la palabra de Fantino vale más que la de un integrante mapuche, sin importar por qué los mapuches cortaban la ruta ese día, no es superlativa la protesta, al igual que los desaparecidos y asesinados indígenas que viene costando la lucha por el reconocimiento de este pueblo y sus territorios que fueron reclamados por 23 países y son pretendidos por otros.
También en las discusiones se le da palabra a un sector de la lucha y no a todos, no se demuestra su pluralidad incluso se estigmatiza más aun, hablando de contactos con grupos terroristas en discursos para asustar a quien mira TN.
No deja de chocar el foco y el momento en que se hace el mismo, el gobierno argentino ha jugado con la represión y su marca y desmarca desde hace varios años. Las desapariciones forzadas en Argentina se presentan como un elemento de antaño en el altercado, cosa que no es real, vale recordar el caso del estudiante de periodismo Miguel Bru, quien fuese torturado y desaparecido en 1993 por denunciar un allamiento sin orden por la policía bonaerense o los casos de Luciano Arruga o “Kiki” Villegas.
Sonia Ivanoff abogada de Facundo Jones Huala, uno de los activistas detenidos en Chubut, en una entrevista a Radio Cut, marca y trae algo interesante, Santiago no es el primer desaparecido del conflicto, las desapariciones mapuches parecen no contar, no son reconocidas ni puestas sobre la mesa. Las denuncias de torturas, amenazas desde los grupos de poder o el avance sobre las tierras comunales, se vienen repitiendo desde el comienzo del conflicto con Benetton o incluso en conflicto de Trafipan con Macelo Tinelli, pero estas son tapadas y se forma un discurso contra su postura, tildando a la protesta como una actividad terrorista y violenta.
Santiago Maldonado es un eslabón en la cadena de represión y muestra la cara de un problema de fondo que estaba invisible, de un conflicto que está presente desde hace décadas en Argentina y en toda Latinoamérica, el trato a los pueblos indígenas y la desaparición forzada por los órganos del estado.
Y queda abierta la pregunta sobre el conflicto y su desencadenante, ¿cuánto tienen que ver que hablemos de esto porque la desaparición fue de Maldonado y no de un indígena más? Los indígenas no usan capucha porque, si como plantea Repetto, la usan porque así son vistos y reconocidos, al no tenerla son desaparecidos de la visual de la sociedad.
Que Maldonado debe aparecer no cabe dudas, pero no solo él sino debe aparecer el renacimiento de los pueblos originarios que están detrás y son olvidados en mares de tintas, caras, palabras y tandas publicitarias.
Pablo Camacho
Suscribirse a:
Entradas (Atom)