Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
domingo, enero 31, 2016
Churchill, Inda y el franquismo
Hace unos cuantos el comisario en los debates de la Sexta, Eduardo Inda –todo sea por el mercado-, perpetró una de sus habituales oficias al atribuirle a Churchill la celebérrima frase de Voltaire, “Yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo”. Pero a mi juicio, la pifia no sería más que una prueba de ignorancia, siendo mucho más grave el atribuirla a alguien como Wiston Churchill que se peló por hacer callar a todos los que molestaban los intereses de su clase y del Imperio británico. No se trata aquí de discutir sus méritos cuando se trató de defender esto, sobre todo cuando tuvo que hacerlo contra los nazis a los que hasta poco tiempo antes había aplaudido. Lo tuvo sobre todo porque supo mandar a los infiernos la política de “apaciguamiento” que tan beneficiosa resultó para Hitler, y también para Franco. Pero esta cara no puede ocultar otra ya que, situado en este mismo ángulo de sus intereses, Churchill fue el mejor amigo de Franco, el más influyente de los políticos británicos, no solamente para llevar a cabo la llamada política de “no intervención” sino también para mitigar las reticencias de los Estados Unidos a la hora de pactar con el régimen franquista.
Un pequeño detalle que dudo que Inda ignore. Es más, dudo que le desagrade.
Según narra el historiador inglés Richard Wigg en su libro Churchill y Franco: la política británica de apaciguamiento y la supervivencia del régimen (Madrid, Ed. Debate, 2005), el estadista británico Winston Churchill fue un gran líder para Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial, pero “no fue amigo de España” en ese período por no haberse opuesto al general Franco, o dicho de otra manera: fue amigo de la España de Franco. Según Wigg “aunque el agotamiento del pueblo español, la represión del régimen, la ayuda de Alemania e Italia y la habilidad de Franco permitieron al dictador mantenerse en el poder, yo creo que hubo otro factor que facilitó la permanencia de Franco: la actitud de Churchill”.
Para el historiador británico, la tolerancia de Churchill hacia Franco en el período 1940-1942 era “justificable por la marcha de la Guerra Mundial’, pero entre 1943 y 1945 no es explicable, puesto que ‘el primer ministro británico desoyó los consejos de su Ministerio de Exteriores, de los jefes de las fuerzas armadas y frustró además una colaboración con Estados Unidos de Roosevelt para presionar al régimen de Franco”.
Sin embargo, cuando Churchill estaba en una condiciones inmejorables para presionar a Franco, “optó -recuerda Wigg- por una política de apaciguamiento, que además resultó en vano, porque entonces Franco ya había optado por acercarse a EE UU”. Una de las novedades que aporta el libro sobre Churchill y Franco, resulta ser una carta secreta del general Antonio Aranda, adversario político de Franco, enviada a Churchill en octubre de 1944 y recientemente desclasificada por los Archivos Nacionales británicos. En la carta, “(el general monárquico) Aranda no llega a pedir una intervención, pero sí que Gran Bretaña deje de apoyar a la dictadura y comenta significativamente que ‘sólo pedimos que no sostengan en España lo que rechazarían indignados en el Reino Unido”.
En su misiva secreta el general Aranda es especialmente duro con Franco, de quien dice “carece de argumentos para defender su continuación, y por eso recurre al dilema “o Franco o el comunismo”. En ella asegura Aranda que “la opinión nacional es absolutamente antifalangista en un 95% y el Partido es tan sólo una pobre creación artificiosa y servil de un dictador, hoy ya en plena descomposición”. El demócrata Churchill hizo caso omiso además de la opinión de su embajador en Madrid, Samuel Hoare, diplomático en España entre 1940 y 1944, con un historial en el que consta además como ex ministro de Exteriores y del Interior en los gobiernos de Chamberlain antes de 1939 y rival del primer ministro en el partido conservador, un partido que sigue –históricamente- fuera de toda sospecha.
Wigg cuenta también que en una entrevista que mantuvieron Hoare y Franco, el embajador echó en cara al español la represión del régimen franquista, que veía como “un obstáculo para la entrada de España en la Sociedad de Naciones”, sin embargo, en una carta posterior de Churchill a Franco, “en ningún momento el estadista británico apoyó la posición de Hoare”, precisa Wigg quien de esta manera, contradice la actual “leyenda dorada” sobre el estadista británico, parte inequívoca del peso que ha alcanzado el pensamiento neoliberal en nuestra sociedad. Uno de los máximos exponentes de esta “leyenda” es la monumental biografía que le dedicó el “new-labor” Roy Jenkins (Churchill, Barcelona, Península, 2002), en la que las referencias a su relación con Franco y el Franco quedan reducidas a tres pequeñas alusiones, lo cual no fue obstáculo para que las recensiones efectuadas desde El País, el diario independiente “de izquierdas” (Walter Oppenheimer, El mejor primer ministro, 24-XI- 02; Antonio Elorza, Un hombre para la guerra, 30-XI-02) se limitaran a glosar sus bondades a lo largo de una página entera, sin ver la necesidad de realizar la menor reflexión sobre este aspecto de su biografía. No hay que decir que los demás diarios hicieron lo propio.
La referencia a Churchill en la voluminosa recopilación de Edward Malefakis, La guerra civil española (Madrid, Taurus, 2006), edición ampliada del “coleccionable que le dedicó según sus propias medidas de la equidistancia “El País” a la guerra en 1986 (año cumbre de la política de olvido), queda limitada a una única página, aunque eso sí, sobradamente significativa. Se trata de la página 223, que corresponde al apartado firmado por Ángel Viñas, Intervención y no intervención extranjera. En ella se cuenta que Churchill se negó a darle la mano al embajador republicano Pablo Azcárate, y tras volverle la espalda se alejó murmurando imitando a su muy odiado Gandhi: “Sangre, sangre…”. De los cada vez más numerosos estudios que se han dedicado al tema que abarca por ejemplo, Jean-François Berdha, con el título de La democracia asesinada, y con el subtítulo de La República española y las grandes potencias, 1931-1939 (Barcelona, Crítica, 2002), todos coinciden en una diagnóstico que bien podría resumirse en aquella famosa frase de “Ni quito n pongo rey, pero sirvo a mi señor”, y que podía traducirse en lo términos siguientes: en relación al territorio español, Franco protegía mejor sus intereses, mientras que en relación a su dimensión internacional, dichas potencias siguieron prefiriendo Hitler al comunismo hasta que empezaron los bombardeos de Londres.
En la presentación de su libro, Wigg señaló que “la monárquica Gran Bretaña no se decidió por la opción de Don Juan de Borbón, porque en su actuación durante la Segunda Guerra Mundial no dejó claro si se presentaba como alternativa o si estaba dispuesto a llegar al trono de la mano de Franco”. Por lo demás, añade: “nunca Churchill mostró arrepentimiento por haber apoyado a Franco, e incluso después de abandonar el gobierno, criticó desde la oposición a los gobiernos laboristas cuando criticaban al régimen franquista’.
Y a la pregunta “¿Cómo pudo superar el régimen de Franco la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial? ¿Cuáles fueron las relaciones diplomáticas entre Franco y Churchill? ¿Ayudó la democrática Gran Bretaña a la consolidación de la dictadura militar en España?”, la respuesta es que sí. Es más, ni tan siquiera trabajaron para atenuar la represión fascista como sí hicieron en otros países donde la derecha ganó una guerra civil como Finlandia o Grecia. Richard Wigg también examina las relaciones diplomáticas y económicas entre España y Gran Bretaña y explica cómo la política de apaciguamiento seguida personalmente por Churchill hacia Franco ayudó significativamente a la supervivencia del Régimen al final de la Segunda Guerra Mundial. Después de analizar con detalle tanto la documentación existente como la desclasificada por el Foreign Office en 2005, Wigg reconstruye la relación entre el dictador y el primer ministro británico, la implicación de ambas embajadas en la normalización de las relaciones y, sobre todo, los intereses económicos y políticos que subyacían a esta extraña complicidad. Repleto de datos poco conocidos –como la carta secreta del general Aranda a Churchill pidiéndole que se distanciara del régimen– así como de la actuación de personajes como Samuel Hoare, embajador en España, o el Duque de Alba, representante ante Gran Bretaña, este libro ofrece la posibilidad de conocer con detalle una etapa crucial de la historia europea, y de la intrahistoria del franquismo.
Wigg ilustra de cuatro cosas a tener muy en cuenta:
1) el total irrealismo de la política “realista” de “aplazar” la revolución para no “asustar” a las potencias occidentales,
2) sobre cómo los mismos que propiciaron la farsa de la no-intervención dieron su apoyo a la continuidad del franquismo después de la victoria contra el eje;
3) de cómo en la división sobre los “buenos” y los “malos” de su tiempo, a Churchll le han otorgado erróneamente el papel del primero entre los primeros;
4) y finalmente, pero no por ello menos importante, sobre como nuestros historiadores de la izquierda oficialista no entran en este terreno porque, de hacerlo, se desvelaría el tremendo error de esperar cualquier cosa de dichas potencias que no fuese anteponer sus propios intereses a cualquier otra consideración democrática y humanista que para eso, ya tienen a los periodistas e historiadores como Edward Malefakis.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
El PSOE, clave de bóveda de la dominación. A 30 años del Referéndum de la OTAN*
Cuando el ruido de los bombardeos se escucha cada vez más cerca, cuando en medio de criminales políticas de “austeridad” aumentan los gastos en Defensa y Seguridad al tiempo que se avanza en la jibarización de las pocas libertades que quedaban, en definitiva cuando guerra y fascismo vuelven a conformar las políticas de un capitalismo en crisis sistémica, es imprescindible tener bien identificados los hechos y sus responsables.
Parte I. De la Dictadura de Primo de Rivera a las elecciones de 1982.
El próximo 12 de marzo hará 30 años de la votación en el Referéndum sobre la permanencia del Estado español en la OTAN. Un ajustado resultado a favor del SI permitió que la Península Ibérica y sus archipiélagos se hayan convertido en instrumentos privilegiados de la estrategia imperialista euro-estadounidense en una escalada bélica sin precedentes desde el final de la II Guerra Mundial.
Cuando el ruido de los bombardeos se escucha cada vez más cerca, cuando en medio de criminales políticas de “austeridad” aumentan los gastos en Defensa y Seguridad al tiempo que se avanza en la jibarización de las pocas libertades que quedaban, en definitiva cuando guerra y fascismo vuelven a conformar las políticas de un capitalismo en crisis sistémica, es imprescindible tener bien identificados los hechos y sus responsables.
El impasse político que ha sucedido a las elecciones del 20 de diciembre abre fundamentalmente dos posibilidades de gobierno en el Estado y en ambas aparece el PSOE. Una de ellas sería un “pacto de izquierdas” del PSOE con Podemos y otras fuerzas políticas. Esta opción es vista con esperanza por los sectores populares frente a la temida y más probable coalición PP-Ciudadanos-PSOE. En este artículo pretendo refrescar la memoria acerca de la abyecta trayectoria de la dirección del que fue el primer partido político de la clase obrera en temas cruciales para el escenario de guerra que se abre ante nosotros.
La deriva política de Podemos hacia la indefinición política, extirpando cualquier propuesta rupturista de su discurso y de su programa, así como la de IU, ha sido analizada en otros trabajos. Sin embargo estimo que es necesario insistir en la caracterización del PSOE como partido que – en mucha mayor medida que el PP – siempre ha sido la clave de bóveda para garantizar que para las clases dominantes todo siguiera atado y bien atado.
La confirmación de la integración en la OTAN y la entrada en la CEE, ambos hechos sucedidos en 1986, constituyen para muchos analistas el fin de la Transición. La consumación de la incorporación de España en las estructuras claves del “Bloque Occidental” culminaba la derrota infligida por las clases dominantes de la Dictadura – a las que se sumaba una nueva burguesía surgida de las privatizaciones del PSOE – a una clase obrera que pudo amenazar con convertir el final del franquismo en un proceso con tintes revolucionarios tanto o más serios que los que alumbró la “Revolución de los Claveles” en 1974.
Los elementos claves de este proceso denominado como Transición, y justamente ensalzado por todos los poderes establecidos, fueron la complicidad del PCE 1– que controlaba los resortes fundamentales del movimiento obrero y popular – y la recreación del PSOE.
En 1979 el PSOE conmemoraba el centenario de su fundación con el curioso lema “100 años de honradez”. A un observador desinformado de la época le hubiera extrañado que tras una durísima dictadura, un partido “socialista y obrero” exhiba como hecho identificatorio el que sus dirigentes no hubieran metido la mano en la bolsa pública2, cuando obviamente no habían participado en gobierno alguno desde la II República La sabiduría socarrona de una clase obrera que se había forjado en la dura lucha contra la Dictadura sobre la hegemonía comunista, iba a arrojar luz y completar tan escueto lema: “100 años de honradez…y 40 de vacaciones”
Y es que efectivamente el partido de Pablo Iglesias creado, como otras organizaciones socialistas, al calor de la Comuna de París – primer intento de “asaltar los cielos” – y de raíces genuinamente marxistas, estuvo desaparecido durante las cuatro décadas de la Dictadura. Sobre esa ausencia casi absoluta del PSOE y la UGT de las duras luchas obreras y populares, que fueron minando el Régimen y confiriendo a la oposición una fuerte identidad de clase, se fue edificando el relato mistificado de la Transición. La historia oficial escrita una vez más al servicio de las clases dominantes – y cuyo máximo exponente “de masas” fue la serie de TVE “La Transición española”3 – ha sido edificada sobre la infravaloración del movimiento obrero más potente y estructurado de Europa occidental que además incorporaba a sus luchas concretas objetivos políticos como “Libertad, Amnistía y Derecho de Autodeterminación de los Pueblos”
La contradictoria historia del PSOE tuvo otros episodios anteriores en los que sus principales dirigentes protagonizaron oscuros episodios de colaboración, no sólo de clase, sino con las dos dictaduras que ocuparon la historia de buena parte del siglo XX.
Entre 1923 y 1930, en un periodo marcado por la victoria de la revolución soviética y el auge del fascismo, dos de sus más destacados líderes – Julián Besteiro y Largo Caballero – colaboraron estrechamente con la Dictadura de Primo de Rivera apoyada por la Monarquía y por la Iglesia, contribuyendo decisivamente a legitimarla; el primero teorizó la conveniencia de participar de sus instituciones y el segundo llegó a formar parte del Consejo de Estado. Todo ello mientras se suspendía la Constitución, se disolvían los ayuntamientos y se intervenía la Mancomunidad de Cataluña, se extendían los somatenes al medio urbano y a todas las provincias, y se declaraba el estado de guerra. Al tiempo que el PSOE – mediante el control de UGT – aseguraba la “paz social” y se integraba en el “Consejo del Trabajo”, la represión más dura se cernía sobre la otra gran fuerza obrera, la CNT, y sobre el PCE, creado en 19204.
En marzo de 1939, un sector del PSOE encabezado por Julián Besteiro5, ejecutó junto al cenetista Cipriano Mera y al coronel Segismundo Casado el golpe de Estado contra el gobierno del también socialista Juan Negrín, entregando Madrid a los fascistas6. La ignominia de esta traición que abrió las puertas al exterminio de cientos de miles de hombres y mujeres, mientras se justificaba para “acabar con el sufrimiento de la guerra” y por el compromiso de Franco de “respetar la vida de los vencidos” es uno de los hechos que más celosamente oculta la historiografía oficial7.
Los 40 años de “vacaciones” no fueron óbice para que el PSOE desempeñara un papel clave en la Transición. Su escasísima presencia en los movimientos de lucha contra la Dictadura – o precisamente por ello – no le impidió protagonizar episodios como el que documenta Joan Garcés8, citando un informe del embajador de EE.UU. en Madrid al Departamento de Estado. El gobierno norteamericano planeaba minuciosamente el postfranquismo con un mensaje claro: “antes de que Franco deje de mandar deben hacerse preparativos para asegurar que España continúa bajo un gobierno fuertemente pro-occidental”. Joan Garcés relata así las relaciones de dirigentes socialistas con la embajada de Washington en Madrid, citando los informes oficiales correspondientes dirigidos al Departamento de Estado: “Algunos ofrecimientos a colaborar en éstos planes llegaron espontáneamente a los servicios de EE.UU., como el de Carlos Zayas Mariátegui de la Agrupación Socialista Universitaria -ASU- o los “socialistas del interior” (en disidencia con la fracción del PSOE asentada en Toulouse, Francia), quien aparece informando asiduamente a la Embajada sobre personas de sensibilidad socialista suceptibles de sumarse a combatir al Partido Comunista si recibieran los apoyos materiales que buscaban. Zayas señalaba, entre otros, a Joan Raventós Carner en Barcelona, a Jose Federico de Carvajal y a Mariano Rubio Jiménez en Madrid …”. El mismo autor da cuenta de que “durante el postfranquismo, Felipe González sentó a Zayas en el Parlamento, a J. Raventós le hizo embajador en Francia, a F. de Carvajal, presidente del Senado y a Mariano Rubio, gobernador del Banco de España, ..”.
En 1974 se vivía un auge del movimiento popular marcado por las luchas victoriosas de liberación nacional que iban a tener sus máximos exponentes en la derrota de EE.UU. por el pueblo vietnamita y en el fortalecimiento de la izquierda latinoamericana. En Europa se reflejaba en la revolución portuguesa del 25 de abril, en el resurgir de la izquierda griega tras la derrota en referéndum de la monarquía fascista que había apoyado la “dictadura de los coroneles” auspiciada por EE.UU. 9 y en las potentes luchas obreras y estudiantiles en Francia, Italia y Alemania. En el Estado español, mientras Franco comenzaba su agonía física, la descomposición del régimen se aceleraba en la misma medida que se fortalecía la lucha obrera y popular.
Existe abundante documentación que acredita cómo las cancillerías de Francia y la República Federal Alemana trabajaron coordinadamente con EE.UU. precisamente en la dirección que los dirigentes del PSOE habían propuesto algunos años antes al Embajador USA en Madrid: apoyar económica, mediática y organizativamente a un partido socialista capaz de neutralizar la hegemonía comunista tras la muerte de Franco.. En 1984, responsables de la fabrica de armas Flick declaraban ante una comisión del Bundestag haber financiando al PSOE; aún en 1992 se informaba al Parlamento alemán de que la fundación Ebert, ligada al SPD, continuaba haciéndolo10.
Cuando pregunté por todo esto a Pablo Castellano, ex dirigente del PSOE y diputado de Izquierda Unida en varias legislaturas, además de certificar el rigor y la veracidad del trabajo de Garcés, añadió esto: “Antes del Congreso de Suresnes, se hablaba de Nicolás Redondo – secretario general entonces de la UGT , de Felipe González y del propio Pablo Castellano como posibles candidatos a la secretaría general del PSOE. Un mes antes, todo el mundo supo que el Pentágono se había decidido por Felipe González”.
Otro de los documentos claves para establecer el código genético del PSOE como instrumento del imperialismo es el libro de Alfredo Grimaldos: “La CIA en España” (2006). En él se amplían los testimonios ofrecidos por Garcés al respecto y se recogen las declaraciones como las del ex agente de la CIA Philip Agee a la revista Zona Cero en marzo de 1987: ”Dentro del «Programa Democracia”elaborado por la Agencia, se cuida con especial atención a las fundaciones de los partidos políticos alemanes, principalmente a la Friedrich Ebert Stiftung del Partido Socialdemócrata y la Konrad Adenauer Stiftung de losdemocristianos. Estas fundaciones habían sido establecidas por los partidos alemanes en los años cincuenta y se utilizaron para canalizar el dinero de la CIA hacia esas organizaciones, como parte de las operaciones de«construcción de la democracia», tras la Segunda Guerra Mundial. Después, en los sesenta, las fundaciones alemanas empezaron a apoyar a los partidos hermanos y a otras organizaciones en el exterior y crearon nuevos canales para el dinero de la CIA. Hacia 1980, las fundaciones alemanas tienen programas en funcionamiento en unos sesenta países y están gastando cerca de 150 millones de dólares. Operan en un secreto casi total”. (…) “Las operaciones de la Friedrich Ebert Stiftung (Fundación del SPD), fascinan a los norteamericanos, especialmente sus programas de formación y las subvenciones que hicieron llegar a los socialdemócratas de Grecia, España y Portugal, poco antes de que cayeran las dictaduras en esos países e inmediatamente después»11
Tras el decisivo papel jugado por el Partido Socialista Portugués de Mario Soares – repetidamente acusado de estar en nómina de la CIA – para yugular la Revolución de los Claveles, tuvo lugar el tormentoso XXVIII Congreso del PSOE en mayo de 1979. En él, el Secretario General Felipe González quedó en minoría con su tesis que propugnaba el abandono del marxismo, resultado que no aceptó y dimitió de su cargo.
Una de las voces que se alzaron en apoyo de las tesis de González fue “el viejo profesor” Tierno Galván, de formación marxista, fundador del Partido Socialista Popular12 y recién elegido alcalde de Madrid. Sus argumentos fueron así de sutiles: si no se hace sí “mañana mismo los alemanes cortan la financiación del partido, [y] en unos días más los tanques ocupan las calles de Madrid”.
El partido quedó a cargo de una gestora presidida – curiosamente – por el ya citado candidato a colaborar con EE.UU. a cambio de sus tareas anticomunistas Jose Federico de Carvajal. Tres meses después y tras los arreglos correspondientes las aguas volvieron a su cauce. Se celebró un nuevo Congreso que aceptó la propuesta de González y este regresó a la Secretaría General.
El camino para ser considerado por el imperialismo euro-estadounidense como “uno de los nuestros” estaba abierto.
Ángeles Maestro
Artículo escrito para la revista Espineta y Caragolins
Enero de 2016
Continuará.
2ª parte. Del “OTAN de entrada NO” al Escudo Antimisiles de Zapatero
1El papel del PCE y de CC.OO. ha sido analizado por mi, entre otros, en estos trabajos http://www.lahaine.org/est_espanol.php/la_fuerza_de_la_memoria_y_el_poder_const
http://www.lahaine.org/est_espanol.php/el-hundimiento-del-engranaje-de
2 Treinta y seis años más tarde, precisamente eso mismo – ser o no corrupto – bastaría para definir el debate político en una campaña electoral.
3file:///home/nines/Descargas/243171-326147-1-PB%20(1).pdf –
4El golpe de Estado de Primo de Rivera, con el decidido apoyo de Alfonso XIII, fue respondido con la convocatoria de una huelga general por UGT y CNT, que no tuvo el suficiente respaldo. Ambos sindicatos fueron ilegalizados, así como el embrionario PCE, sus dirigentes encarcelados al tiempo que la durísima represión – incluidos los asesinatos – se abatía sobre la clase obrera.
5Según informa Joan Garcés, en su trascendental libro “Soberanos e intervenidos” (1996), pág 156, no sólo Jualián Besteiro, sino también Indalecio Prieto y Largo Caballero apoyaron el Golpe del coronel Casado.
6http://marquetalia.org/2013/12/10/traicion-la-republica-3-el-golpe-de-estado-de-casado/
7 Afortunadamente, historiadores de la talla de Ángel Viñas y Fernando Hernández , han reconstruido con un apoyo documental abrumador, la ignominia de los traidores y de potencias como Francia y Gran Bretaña, y la dignidad del gobierno Negrín apoyado por el PCE. Como demuestran exhaustivamente su objetivo prioritario era, no tanto esperar a la internacionalización del conflicto con el desencadenamiento de la II Guerra Mundial, sino sacar de España a decenas de miles de dirigentes sindicales y políticos que sin duda iban a caer asesinados por Franco. “El desplome de la República” (2009)
8Garcés, J. (2009). “Soberanos e Intervenidos”. Pág 161
9El rey Constantino, hermano de la ex reina Sofía, fue expulsado de Grecia. Aún así vendió en Londres el tesoro real, patrimonio público, en 14 millones de euros http://www.mundiario.com/articulo/politica/griegos-no-olvidan-expolio-familia-constantino-saco-pais-tesoro-real-y-vendio-londres-142-millones-euros/20140309142223015995.html
10Ibid. Pág. XX
11Grimaldos, A. (2006) “La CIA en España”. Pág 150
12El PSP, junto al PCE y otros partidos, formó parte de la Junta Democrática que abogaba por la ruptura con la Dictadura. Tras el éxito electoral del PSOE en 1977, sus exiguos resultados (6 diputados) y la marginación por parte del primero de sus dirigentes, el PSP se integra en el PSOE en 1978.
sábado, enero 30, 2016
La guerra franco-prusiana y el fin del sitio de París
En marzo se cumplen 145 años del surgimiento de la Comuna de París. En este artículo nos vamos a referir a los hechos que la antecedieron, especialmente al sitio de París, que finalizó el 28 de enero de 1871, en el marco de la guerra franco-prusiana. En la segunda parte, desarrollaremos la posición de Marx y Engels sobre la guerra.
A diferencia de las décadas anteriores, el anteúltimo cuarto del siglo XIX registró una mayor conflictividad interestatal en Europa, de la que surgieron nuevos perdedores y nuevos ganadores. En el caso de Francia, la peor derrota desde la batalla de Waterloo (1815) tuvo lugar en la guerra con Prusia: primero en Sedán, en 1870, con la capitulación de Luis Napoleón Bonaparte (Napoleón III), y finalmente en París, donde los prusianos cercaron la ciudad hasta conseguir su rendición, en enero de 1871 (1). Entre estos dos momentos, Francia fue escenario de acontecimientos políticos decisivos, relacionados con el fracaso militar de sus fuerzas imperiales. La rendición de Napoleón III, luego de la derrota de Sedán, desató un levantamiento popular en París que finalizó con la proclamación de la República, el 4 de septiembre de 1870. El segundo Imperio francés llegaba, de ese modo, a fin. De manera inmediata, los antiguos diputados antibonapartistas, tanto orleanistas (partidarios de la monarquía liberal) como republicanos, se pusieron al frente del Gobierno de Defensa Nacional con el compromiso de vencer a las tropas enemigas. Los prusianos, por su parte, iniciarían el sitio de París cortando las comunicaciones con el interior.
Sin embargo, como constató la correspondencia personal de sus funcionarios –dada a conocer posteriormente por la Comuna-, el nuevo gobierno pretendía generar las condiciones apropiadas para la rendición definitiva. Los motivos respondían a cuestiones internas, especialmente al temor de la burguesía urbana y los terratenientes al pueblo en armas, situación que había alentado la propia dinámica de la guerra y, en especial, la resistencia al bloqueo, con la incorporación de una gran cantidad de obreros a la Guardia Nacional. El recuerdo de los acontecimientos revolucionarios de 1848, pese a los vaivenes posteriores, se mantenía vivo en la memoria. En el tercer manifiesto de la Asociación Internacional de Trabajadores sobre los acontecimientos franceses, Karl Marx se refería a esta situación en los siguientes términos: “(…) París –señala- no podía ser defendido sin armar a su clase obrera, organizándola como una fuerza efectiva y adiestrando a sus hombres en la guerra misma. Pero París en armas era la revolución en armas. El triunfo de París sobre el agresor prusiano habría sido el triunfo del obrero francés sobre el capitalista francés y sus parásitos dentro del Estado. En este conflicto entre el deber nacional y el interés de clase, el Gobierno de Defensa Nacional no vaciló un instante en convertirse en un gobierno de traición nacional” (La Guerra Civil en Francia).
Finalmente, la capitulación tuvo lugar el 28 de enero de 1871. Luego de cuatro meses de continuos bombardeos, en circunstancias calamitosas (escasez de comida, enfermedades, ola de frío) se llevaba a cabo la firma del armisticio. A partir de ese momento, unos 200 mil soldados franceses permanecieron en la ciudad como prisioneros de guerra. La Guardia Nacional, por el contrario, conservó su organización y sus armas. Los alemanes se adueñaron del perímetro de defensa, pero tenían prohibido el ingreso a la ciudad (no entraron hasta marzo). Con estas medidas, los firmantes del armisticio buscaban evitar el estallido de un conflicto interno. Motivos no faltaban, el gobierno había perdido apoyo dentro de la ciudad. A esto se sumaba el descontento por la situación angustiosa que atravesaba París.
Luego de la tregua y de conseguir el voto de las provincias, el gobierno francés dio la orden de desarmar a la Guardia Nacional. El desarme de los obreros –como señala Engels- era “el primer mandamiento” de la burguesía (La Guerra Civil en Francia, Introducción). No obstante, los obreros se negaron a aceptar las órdenes de Thiers (2) e insurreccionaron París poniendo en pie el gobierno de la Comuna.
La posición de Marx y Engels frente a la guerra
En 1868, cuando la tensión entre Francia y Prusia comenzó a incrementarse, el Congreso de Bruselas de la Primera Internacional trató la cuestión de la guerra. El estallido de un conflicto bélico representaba una perspectiva poco alentadora; la guerra significaría un duro golpe para los trabajadores franceses y alemanes. La clase obrera tenía planteado impedir el estallido de una guerra dinástica en ambas orillas del Rin.
Al cabo de unos años, el peor de los pronósticos se cumplía; la guerra finalmente estalló y el bando alemán quedó en una posición defensiva frente a las aspiraciones expansionistas de Francia. ¿En qué consistían esas aspiraciones? Por aquellos años, Napoleón III tenía una agenda cargada de actividades diplomáticas y militares en el exterior. Siguiendo el ejemplo de las demás potencias europeas, había puesto en marcha su propia empresa colonialista, desembarcando en Siria, China, Indonchina y México. Pero al mismo tiempo, la recreación del esplendor del primer Imperio napoleónico (1804-1815) –que Luis Bonaparte pretendía utilizar para fortalecer su autoridad interna- no podía tener éxito sin la recuperación de las fronteras perdidas en 1815. De ese modo, bajo la parodia de la restauración imperial, Francia participó en la guerra de Crimea contra el ejército zarista; posteriormente, como aliada del Piamonte-Cerdeña contra Austria, y finalmente enfrentó a Prusia. El detonante de este último conflicto fue la sucesión de la corona española. El Imperio francés declaró la guerra a Prusia en julio de 1870, aunque más adelante se supo que Bismarck, el canciller prusiano, había aprovechado el asunto de la Corona para obligar a Napoleón III a declarar la guerra. El conflicto se desataba en momentos en que los Estados alemanes avanzaban hacia la unificación, fenómeno clave para el surgimiento de una poderosa clase obrera. El triunfo del Imperio francés, en caso de concretarse, lo haría retroceder.
El reconocimiento de la ubicación defensiva del bando alemán iba acompañado, al mismo tiempo, de una fuerte denuncia sobre el papel de Prusia, que por distintos medios buscaba fortalecer su rol hegemónico en la unificación alemana. Desde el inicio de la guerra, Karl Marx la señaló como responsable: “¿Quién colocó a Alemania en el trance de tener que defenderse? ¿Quién permitió a Luis Bonaparte guerrear contra ella? ¡Prusia! Fue Bismarck quien conspiró con el mismísimo Luis Bonaparte, con el propósito de aplastar la oposición popular dentro de su país y anexionar Alemania a la dinastía de los Hohenzollern. (…) Después de su triunfo, ¿pensó Prusia un solo momento en oponer una Alemania libre a una Francia esclavizada? Todo lo contrario. (…) Al régimen bonapartista, que hasta ahora sólo se había florecido en una orilla del Rin, le salió un émulo al otro lado. Así las cosas, ¿qué podía salir de aquí que no fuera la guerra?” (Primer manifiesto) (3).
Bajo estas circunstancias, la clase obrera alemana tenía planteado impedir la transformación del conflicto bélico en guerra de conquista. Finalmente, Alemania no tardó en poner de manifiesto sus intereses anexionistas y este hecho marcó un giro en la guerra y en la posición de los socialistas. Con la caída de Napoleón III y el avance prusiano sobre París como trasfondo, los obreros tenían por delante la lucha contra las anexiones territoriales, la exigencia de una paz honrosa y del reconocimiento de la nueva República. Esta posición tomó fuerza con la organización de asambleas obreras y el rechazo de los diputados socialistas del empréstito que Bismarck necesitaba para continuar la guerra (4).
En el caso francés, la instauración del Gobierno de Defensa Nacional alejaba la perspectiva de una insurrección en el corto plazo. En tales circunstancias –y con el objetivo de evitar una derrota prematura-, los obreros tenían planteado participar en la defensa de París, cumplir “con su deber de ciudadanos” y aprovechar las nuevas condiciones para desarrollar sus propias organizaciones de clase. “Cualquier intento de derribar el nuevo gobierno en el trance actual –señalaba Marx-, cuando el enemigo está llamando casi a las puertas de París, sería una locura desesperada” (Segundo manifiesto). En este aspecto político-estratégico, Marx y Engels diferían de la posición tomada por Louis-Auguste Blanqui (5). Durante la guerra, los blanquistas llevaron a cabo distintas acciones insurreccionales sin ningún éxito, dos de ellas durante el sitio de París.
¿Un ejemplo válido para el siglo XX?
Al inicio de la Primera Guerra Mundial, el ala chovinista de la socialdemocracia alemana retomó la idea de la guerra defensiva para justificar su apoyo a la burguesía de su país. A diferencia de 1870, el agresor era el despotismo ruso. No obstante, como demostraron Trotsky y Lenin, detrás de estas comparaciones había una serie de consideraciones falsas (6). En primer lugar, omitían que en el transcurso de la guerra, Marx y Engels habían condenado la ofensiva alemana. Reconocerlo hubiese invalidado la analogía desde un comienzo (el 4 de agosto de 1914 Alemania invadió el territorio belga). En segundo lugar, había un problema de época. Lenin señala sobre este punto: “Los socialistas entienden siempre por guerra ‘defensiva’ una guerra ‘justa’ (…) Pero imagínese que un propietario de cien esclavos hace la guerra con otro que posee doscientos para llegar a una distribución más equitativa de los esclavos. Es evidente que emplear en este caso el concepto de guerra ‘defensiva’ o de ‘defensa de la patria’ sería falsificar la historia (…)” (El socialismo y la guerra). La guerra iniciada en 1914 era un conflicto armado entre países imperialistas; la “guerra justa” era la guerra de los pueblos oprimidos contra esos mismos países. Con estas tergiversaciones como fundamento se llevaría a cabo la primera gran traición en la historia del movimiento socialista revolucionario.
Adela García
NOTAS
1. Breve cronología:
07/1870: estalla la guerra franco-prusiana.
09/1870: rendición de Napoleón III - levantamiento de París y declaración de la Tercera República - la guerra continúa - inicio del sitio de París (cercamiento de las tropas alemanas).
01/1871: Se firma el armisticio (cesa el fuego).
02/1871: Primer acuerdo de Paz.
El acuerdo definitivo se concretó a principios de mayo de 1871 en Frankfurt. Se trataba de una paz con anexiones; entre otros puntos, reafirmaba la cesión de los territorios de Alsacia y Lorena, sobre los cuales la burguesía alemana tenía un particular interés por la abundante cantidad de carbón y hierro que poseía la región. Los soldados franceses fueron liberados por Alemania para que participasen en la matanza de los comuneros.
2. Adolphe Thiers fue diputado orleanista durante el gobierno de Luis Bonaparte y en 1871, tras el armisticio, fue elegido jefe de Estado por la Asamblea Nacional. Estando al frente del gobierno burgués, dio la orden de masacrar a los comuneros.
3. Sobre la situación francesa, la AIT sacó tres manifiestos que fueron redactados por Marx: el primero fue publicado al comienzo de la guerra; el segundo, luego de los hechos de septiembre; el último se difundió en junio de 1871. Los tres manifiestos fueron publicados bajo el título La Guerra Civil en Francia, a fines de ese año. Engels, por su parte, analizó la guerra desde el punto de vista de la teoría militar.
4. Entre los diputados que votaron en contra del empréstito se encontraban Wilhelm Liebknecht –padre de Karl Liebknecht– y August Bebel, miembros fundadores de la socialdemocracia alemana. Al estallar la guerra franco-prusiana se abstuvieron de votar los créditos de guerra. En 1872, fueron acusados de “traición a la patria” y condenados a dos años de cárcel.
5. Figura política destacada de Francia entre 1830 y 1871. Encabezó distintas sociedades y clubes radicales; pasó la mitad de su vida en la cárcel. Sostenía la tesis de la insurrección como acción conspirativa de un grupo minoritario de revolucionarios, con independencia de la acción y las organizaciones de masas.
6. Estas discusiones se encuentran desarrolladas en La guerra y la Internacional de León Trotsky (1914) y El socialismo y la guerra de Vladimir I. Lenin (1915). Ambos textos se encuentran en Marxistas en la Primera Guerra Mundial, publicado en 2015 por ediciones IPS-CEIP León Trotsky.
¿Cómo te parás frente al miedo? Resurrección y el cine de terror nacional
Se estrenó Resurrección, el film de terror ambientado en la Buenos Aires del siglo XIX. En él un joven cura hijo de la oligarquía se cree predestinado a salvar la ciudad de la brutal epidemia de fiebre amarilla en 1872, en su camino pasa por la casona de su familia y la descubre asolada por la peste, la muerte y el misterio ¿realmente esta ocurriendo esos sucesos en la casa o está loco? ¿es la fiebre que lo hace alucinar? ¿o es una conspiración del criado? La película explota el terror gótico, Dios y el diablo. Es la última representante del cine de género fantástico argentino que viene en crecimiento sostenido. Entrevistamos a su director Gonzalo Calzada que nos cuenta sobre el guión, el rodaje y las odisea de filmar los miedos nacionales.
Gonzalo Calzada nos recibe en su casa, llena de libros y objetos de su obsesión: la películas de miedo.
LID: ¿De dónde surgen las ideas que volcaste en este guión: el joven cura hijo de una familia oligárquica?
C: En el caso de Resurrección, la idea fue la del cura que era una idea medio irónica sobre un personaje que creía saber todo y se ve atrapado en su propia red de ignorancia. Voy a darle la extremaunción a una persona pero tal vez soy yo el que más miedo le tiene a la muerte. Entonces ¿desde qué lugar me paro para hablar? Esta cosa trágica de qué es la muerte, quién puede hablar de la muerte, le cae como un balde de agua fría a este personaje. Tiene brotes místicos que no sabés si son místicos o psíquicos. La historia era contemporánea al principio y después dije: no es lógico un dilema de fe tan fuerte en esta época pero sí en 1871 porque el drama existencialista estaba en pleno proceso.
LID: ¿Por qué te interesó el Buenos Aires de la fiebre amarilla?
C: Porque es absolutamente contemporáneo. Vivimos la gripe porcina y te puedo asegurar que cuando lees los diarios de la época de la fiebre amarilla, las reacciones humanas eran iguales. Hace unos años la gente andaba con barbijos, se embadurnaba en alcohol en gel, salía a la calle y evitaba saludarte, había pánico ¡y apenas había aparecido lo que podía ser un brote de gripe porcina! En 1871 la gente se mataba por medicamentos inútiles, la que podía huía y, por supuesto, apareció la inquisición de nuevo: la culpa la tenían los inmigrantes, que vivían hacinados en esas pensiones hediondas, el negro quedó sitiado en la zona sur, se hicieron barricadas para que los negros no avanzaran y como consecuencia los que quedaban, desaparecieron. La zona cajetilla era la zona sur pero los oligarcas corrieron a refugiarse al norte. El cementerio de Chacarita nace como consecuencia de esto. Son todos elementos absolutamente cotidianos porque hablan de la cuestión básica, existencialista y brutal del hombre. Lo curioso es que es como en el Titanic: la soberbia del progreso o la religión del progreso. Porque la ciudad se erigía como la fortaleza, como el modelo de lo que tenía que ser. La religión se empezaba a ver mal porque había sido sustituida por el progreso como hoy es el consumismo. Entonces aparece esto que es el diablo ni más ni menos, el lado salvaje de la vida que entra y arrasa con todo: con las clases, con los niños, deja huérfanos por todos lados, un espanto. Todo ese salvajismo es interesante retratarlo por lo contemporáneo además de por lo mórbido.
LID: En cuanto al desafío de producción, ¿cómo lo encararon?
C: Ahí uno como realizador y a los productores, el director de fotografía, como a todo el equipo le hubiera fascinado reconstruir algo de esa ciudad. Pero hay una cuestión de costos y de inteligencia en el uso de los recursos. A veces decís mucho más con menos ¿cómo contás esa epidemia con tres palotes? lo transformás en un elemento simbólico y lo trasladás a la casa, el recurso fue ese. La casa es como una metáfora de esa ciudad. Se cuenta que en la ciudad está pasando tal cosa entonces vos no te podés ir. Ahí tenés una línea de acción que hace que lo puedas digerir y no sea tan descriptivo. El resto se completó con una muy buena producción, fotografía, la casa estaba abandonada pero disponible para vestirla y el resto se lo dosificó con sonido y con las ilustraciones de Breccia que abren las secuencia de títulos contando esas imágenes dantescas.
LID: Justamente la película explota ese "fuera de campo" de la fiebre amarilla como recuerdo imborrable en la memoria nacional, pero las imágenes iniciales dibujadas por Breccia dan un contexto visual que después no podés abandonar.
C: Tal cual. Te ponen en el contexto de la epidemia y del género fantástico. Al principio la secuencia de títulos eran fotografías de la guerra del Paraguay, de Mitre, de Sarmiento, de la época. Y nos pasó que eran demasiado realistas para el universo que estábamos planteando. No estábamos haciendo una película de realismo histórico, sino de género. Y nada mejor que traer a las grandes bestias del pasado del género fantástico para evocar eso. Yo amo a Enrique Breccia, me crié leyendo Alvar Mayor, amo la revista Scorpions, Fierro, D’artagnan, El Tony, yo soy de los 80 y en esa época lo único que había de género era internacional y acá no existía. Más allá de “Hombre mirando al sudeste” o “Lo que vendrá” que eran los primero atisbos de cine de género. Uno se enamoraba de estas bestias narradoras como Breccia, Quiroga, Cortázar, Borges, Bioy Casares y en todas las disciplinas narrativas, incluso en la música bandas como RIFF, Kamikaze hablaban de ciencia ficción, fantasía, terror. Oesterheld que además de El Eternauta hace Nostradamus, tenés un universo fantástico de criaturas con calidad narrativa y en el cine no pasaba nada. Hoy eso, poco a poco, va cambiando y uno si se puede dar un gustito se lo da y lo llamamos, estaba en Italia y me dijo que sí y lo hizo por el placer de hacerlo, porque le gustó la idea. Hay gente muy reconocida y al mismo tiempo muy olvidada y son grandes próceres del genero.
LID: En Resurrección hay acercamiento a los mitos nacionales, aborígenes y religiosos católicos, ¿cómo lo trabajaste?
C: Toco algunos mitos nacionales con carácter universal. El mito de San la muerte sólo que en esa época no se le decía así se le decía "Payé". Es un mito que viene de la época de los Guaraníes, de Corrientes específicamente. Se toca el mito regional así como hay millones de mitos que son re utilizables. De hecho yo hice Mandinga que fue mi primer corto que es la historia de un diablo que toma un pueblo en Jujuy y a ese corto le fue fantástico en todos lados porque estaba contando Pedro Páramo, sólo que le ponías "Mandinga" en vez de "Diablo".
Creo que está bueno que en vez de contar sobre mitos de otros lados se cuenten las cosas que tenemos acá. Hace unos años yo hice “La plegaria del vidente” sobre un supuesto asesino serial en Mar del Plata y el retrato que hicimos de la ciudad no se había hecho nunca: muy sórdida, muy oscura ¿por qué hablar de un castillo en Transilvania si acá tenemos caserones espantosos y tal vez más tétricos?.
LID: Hay una mirada sobre la pérdida de la fe, vender el alma al diablo, la muerte...
C: Yo pienso que todas las historias de alguna manera hablan de lo mismo: la pulsión por la vida y por la muerte. En este caso es la pregunta por la muerte, por el espanto del sufrimiento y la muerte en cada uno de los personajes. Cada uno toma una postura frente a ella. Nuestro mayor acto de fe es nuestra parada frente a la muerte, supongo. Y cómo decidís vivir, porque mucha gente frente a la muerte decide vivir muerto y mucha gente que no le tiene miedo a la muerte, vive viva. El dilema está entre Aparicio y Ernesto. Ernesto se para frente a la muerte como yo lo he visto en Jujuy, en los collas, esa cuestión estoica de "estar hasta que no estás" y eso es vida, eso es estar viendo tu cotidianeidad todo el tiempo.
LID: ¿Hay una cuestión política en Resurrección en el temor de la clase dominante, de la oligarquía hacia la servidumbre?
C: Alguien me preguntó si no tiene algo de Casa tomada (Cortazar), o de El sirviente (1963) este miedo permanente del dueño de la casa a que su criado tome posesión de la casa en algún momento. Y sí, está presente la cuestión de las clases sociales todo el tiempo y, de hecho, son los que quedan vivos, el dueño siempre depende del cuidado de su criado, que además parece ser un hombre muy resentido y que conoce la casa más que el. Está esa relación amo-esclavo establecida. También está establecida desde la muerte, la idea de “me aferro a las cosas, me encierro en la casa y la muerte no me va a llegar” como en “La máscara de la muerte roja” de Edgar Allan Poe y la muerte siempre por alguna hendija se mete. El amo y el esclavo, el hombre de las clases altas, en un punto para mí, siempre responden al mismo dilema que es el miedo y cómo te parás vos frente a tu miedo, incluso hoy, políticamente hablando.
LID: En el último tiempo hay varios estrenos de terror nacional y de distinto tipo de género. Quizás en los 70 ese lugar lo ocupaba la historieta, después decae y ahora el lugar lo ocupa el cine.
C: Eso que decís es cierto. En los 70 la historieta explotó y entró en decadencia en los 80. Yo no sé cuántos chicos de 15 años leen historietas hoy. Creo que ni siquiera van al cine. Ven cine desde su tablet en la cama. Los hábitos y los medios van cambiando pero alguien se para en la calle y te cuenta una buena historia y vos te detenés y escuchás. Hay ciertos resortes narrativos que están conectados a lo ancestral que funcionan y van a seguir funcionando y el poder de evocación que tiene un narrador de historias con el recurso que lo haga, sea la historieta, la narrativa oral o una película, van a estar siempre vigentes. Cuando éramos chiquitos lo que más nos gustaba era que nos contaran historias de miedo, me refiero al relato del cuento de hadas. Vos leías Hansel y Gretel y uno quería llegar a esa casa donde veías que esa vieja no era lo que parecía ser y eso te perturbaba porque te generaba un estado de alerta más allá de la pavada moral.
Muchas veces pienso que las peores películas de terror son los dramas realistas, donde no hay escapatoria. La decisión de Sophie (1982) que no tiene otra opción que decidir entre dos de sus hijos, esa es la peor película de terror que te puede pasar. Pero en una película de género aparece un elemento sobrenatural y podés relajar porque empieza a tomar un espacio más simbólico.
Hoy se le está dando más espacio al género. Empieza a aparecer una generación de directores que quieren hacer sus películas y lo hacen como pueden, si es con el INCAA bien y sino igual, porque hay un elemento nuevo que es la tecnología que lo permite. A los realizadores que estamos haciendo género no nos tembló la mano antes. Eso nos ubicó en un lugar privilegiado y ganado porque lo pudimos hacer y porque lo sufrimos mucho. Hay colegas como Daniel de la Vega, Nicanor Loreti, los hermanos Gogliano, Fabi Forte además la formación de La Liga como un espacio para pelear lo que hemos ganado. Lo que pasa es que este cine tiene que hacerse más presente en el público. Que la gente que consume cine de género de afuera se anime a ver el de acá.
Javier Gabino
@JavierGabino
Celina Demarchi
“Destruimos sus ciudades para salvarlos” y otros titulares futuros
Estados fallidos y el fracaso de Estados Unidos
Uno de los atractivos del futuro es su poderoso componente de imprevisibilidad, su capacidad de sorprendernos de maneras encantadoras o de golpearnos inesperadamente en el trasero. La mayor parte de los futuros que imaginaba de niño, por ejemplo, no han llegado a la altura de mis expectativas, por lo que ni me desplazo en mi vehículo volador privado sobre los rascacielos de Nueva York ni voy de vacaciones a la Luna. Por otro lado, ¿quién podría haber imaginado Internet, por no hablar de los medios sociales y el ciberespacio (a menos que hubiera leído hace 30 años la novela de William Gibson “Neuromante”)? ¿Quién podría haber soñado que el aparato de inteligencia de una sola nación pudiera escuchar o interceptar y revisar no solo las conversaciones y los mensajes de sus propios ciudadanos –imagínense los regímenes totalitarios del siglo XX- sino los de cualquier habitante del planeta, desde los campesinos de Pakistán hasta los de al menos 35 presidentes de grandes y pequeños países de todo el mundo? Ese es, por supuesto, nuestro presente distópico, basado en avances tecnológicos que ni siquiera los escritores de ciencia-ficción imaginaron.
¿Y quién iba a prever la irrupción de la Primavera Árabe, del movimiento Occupy Wall Street o, si vamos al caso, un califato del terror en el corazón de Oriente Medio o que un candidato presidencial como Donald Trump cosecharía éxito tras éxito, por no citar más ejemplos de otras noticias cubiertas por los medios libres de las que apenas nos enteramos? (Un pequeño consejo: no se haga adivino; es un infierno).
Podemos considerar que todo esto son las malas noticias sobre el futuro, pero también las buenas. En un mundo cada vez más desalentador que parece llevar marcado el fracaso en toda su extensión, las sorpresas que pueden acarrear los años venideros, los cambios de rumbo inesperados, los nuevos inventos, rebeliones e intervenciones permiten tener un resquicio de esperanza, al menos hasta que suceden. Por otra parte, hay un aspecto del futuro de ese mismo mundo desalentador que no puede ser más deprimente: la repetición de muchas cosas que podríamos pensar que nadie querría que se repitieran. Estoy hablando de toda la gama de titulares del mañana que podrían escribirse hoy y poseen una dolorosa razonable verisimilitud.
Estoy seguro de que usted podría escribir su propia versión de dichos titulares futuros en diversas áreas, pero estos son los que yo imagino en relación con las guerras, intervenciones y conflictos notoriamente imposibles de ganar en la zona de Oriente Medio y, cada vez más, en África.
De qué hablamos cuando hablamos de “victoria”
Empecemos con un acontecimiento ocurrido en Irak a finales de 2015 y que generó titulares que incluían la palabra “victoria”, un término que los estadounidenses pocas veces han visto utilizar en el siglo XXI, excepto, claro está, en boca de Donal Trump. (“Vamos a ganar tantas veces, victoria tras victoria, tras victoria, que vais a empezar a suplicarme: “por favor, presidente, perdamos alguna vez. No podemos soportarlo más”. Y yo voy a deciros: “De eso nada. Vamos a seguir ganando. No vamos a perder. Nunca, jamás, vamos a perder”). Me refiero a la “victoria” conseguida en Ramadi, una ciudad de la provincia de al-Anbar que los militantes del Estado Islámico (EI) arrebataron al ejército iraquí en mayo de 2015. Con el respaldo de la Fuerza Aérea Estadounidense (hubo más de 600 ataques aéreos de EE.UU. sobre Ramadi y sus alrededores en los meses anteriores a dicha victoria) y con unidades iraquíes especiales entrenadas y financiadas por EE.UU., el ejército iraquí recuperó la ciudad plagada de minas y bombas-trampa, expulsando a los militantes del EI fuertemente atrincherados el pasado mes de diciembre. La noticia supuso un evidente alivio para el gobierno de Obama y fue la que produjo dichos titulares.
Y estos fueron los resultados de esa victoria: según el ministro de defensa iraquí, al menos el 80% de la ciudad de 400.00 habitantes está destruido. Reducido a escombros. Arrasado. Puede que todavía la llamen “ciudad”, pero difícilmente se la podría catalogar como tal. Según el periodista del New York Times Ben Hubbard, que visitó Ramadi poco después de la “victoria”, pocos de sus habitantes permanecían en ella. Le acompañaba un general iraquí destinado a una unidad contraterrorista, de quien Hubbard escribe:
“Al llegar a uno de los barrios se encontró con un panorama tan desolador que ni siquiera estaba claro dónde se levantaban los edificios originales. Al preguntarle cuándo regresarían los residentes a sus casas, se detuvo y dijo: ¿casas?, no quedan casas”.
Hubbard citaba los datos proporcionados por el gobierno provincial de al-Anbar, según el cual “serían necesarios 12.000 millones de dólares para la reconstrucción de la ciudad”. (Otros funcionarios iraquíes sitúan la cifra en 10.000 millones). Nadie tiene ese dinero y menos el gobierno iraquí, cada vez más ahogado por el derrumbe de los precios del petróleo. Y tengamos en cuenta que estamos hablando de una única comunidad. Las victorias anteriores de los kurdos en Kobane y Sinjar, en Siria, también apoyados por la potencia devastadora de la fuerza aérea de EE.UU., produjeron una destrucción parecida, al igual que las bombas de barril arrojadas por las fuerzas de Bashar al-Assad en zonas de la ciudad de Alepo y en la ciudad actualmente destruida de Homs, en Siria Central, por ejemplo. Los rusos, por supuesto, también se han sumado a la pelea al estilo estadounidense, con bombardeos y asesores.
Añadamos algo más antes de escribir nuestros futuros titulares. El día posterior al último discurso sobre el estado de la nación del presidente Obama, el secretario de defensa Ashton Carter visitó la División Aerotransportada 101 en Fort Campbell, Kentucky. Próximamente, 1.800 miembros de esa división serán destinados a Irak para apoyar a unidades del ejército iraquí en su intento de recuperar partes del país ocupadas por el Estado Islámico. Carter se dirigió a esos futuros asesores explicando con cierto detalle los planes del presidente y sus previsiones sobre el avance del conflicto. Incidiendo en la imagen del EI como un cáncer que se reproduce, afirmó:
“El tumor primario del Estado Islámico tiene dos centros: Raqqa en Siria y Mosul en Irak. El EI ha aprovechado su control sobre dichas ciudades y el territorio circundante como base de poder para conseguir considerables recursos financieros, mano de obra e influencia ideológica. Constituyen su centro de gravedad militar, político, económico e ideológico”.
“Ese es el motivo por el que el mapa de nuestros planes de campaña muestra grandes flechas apuntando tanto a Mosul como a Raqqa. Comenzaremos destruyendo el control del EI sobre ambas ciudades para continuar luego con operaciones de eliminación en otros territorios ocupados por el EI en Irak y en Siria”.
La realidad es que dicha campaña otorgaría al término “operaciones de eliminación” un significado nuevo, que supondría prácticamente la eliminación literal de la infraestructura urbana de una parte significativa de la región. Tres son las ciudades actualmente consideradas como blanco: Faluya (con una población de unos 300.000 habitantes), la otra ciudad importante controlada por el EI en la provincia de al-Anbar, Mosul (segunda ciudad de Irak, con una población actual estimada entre 1 y 1’5 millones), y Raqqa, la “capital” siria del Estado Islámico, que ahora se supone repleta de refugiados (más de 200.000 habitantes). Si unimos todas ellas tenemos para 2016 una serie de campañas en Irak y Siria (apoyadas por EE.UU.) basadas en la misma fórmula que la toma de Ramadi: bombardeos estadounidenses masivos en apoyo de fuerzas operativas especiales iraquíes bien entrenadas y asesoradas o, en el caso de Siria, de milicias kurdas de peshmerga y de una mezcla de rebeldes sirios y kurdos. Si añadimos a ello las ganas del Estado Islámico de convertir las áreas urbanas bajo su control en bombas gigantes, lo que obtenemos es un plan integral para continuar reduciendo a escombros otras ciudades de la región.
Por supuesto, se ha hablado mucho de una ofensiva para retomar Mosul desde que un grupo relativamente reducido de combatientes del EI arrebataran la ciudad a decenas de miles de tropas iraquíes que se dieron a la huída en junio de 2014. Hubo, por ejemplo, una ofensiva primaveral de la que se habló mucho a inicios de 2015, pero que nunca llegó a producirse, así que es imposible estar seguro de que el ejército iraquí, estresado y poco efectivo por lo general, llegue a recuperar Mosul en 2016, o de que “botas” no estadounidenses estén dispuestas a tomar Raqqa, especialmente porque dicha ciudad se asienta muy lejos de cualquier imaginable futuro Kurdistán. Aún así, si asumimos que todo salió “bien”, podemos suponer lo que nos depara el futuro: “victorias” al estilo de Ramadi.
Como resultado, los titulares de finales de año sobre las operaciones conjuntas estadounidenses y de rebeldes iraquíes/kurdos/sirios (adaptada de la tristemente célebre frase de un oficial del ejército estadounidense en Vietnam, después de que EE.UU. machacara la capital provincial de Ben Tre) serían: “Destruimos sus ciudades para salvarlos”.
Si nos basamos en Ramadi, podríamos calcular una futura estimación global sobre el coste de la reconstrucción de dichas ciudades: Faluya, 10.000 millones de dólares; Raqqa, 7.000 millones; Mosul, de 20.000 a 25.000 millones. Evidentemente, se trata de cifras imaginarias, pero lo importante es que el “triunfo” y la “victoria” sobre el Estado Islámico convertirán sin duda alguna a gran parte de la región en un moderno Cartago. ¿Y quién pagará los nuevos Ramadi, Mosul, Faluya o Raqqa, por no hablar de todos juntos y de otros más?
Dicho de otra manera, la “victoria” supondría que Irak tendría menos ciudades habitables y un número todavía mucho mayor de desplazados y refugiados cuyo asentamiento indudablemente estaría sujeto a las tensiones étnicas que alimentaron el nacimiento del Estado Islámico. Esta situación representa un futuro razonablemente predecible, que debería resultar suficientemente obvio a ojos de cualquiera que estudie los hechos de manera mínimamente seria. Con toda seguridad, debería resultar obvio para Ashton Carter, así como para los estrategas del Pentágono y del gobierno Obama. Y, sin embargo, los planes continúan adelante como si “victoria” fuera un término cargado de significado en las actuales circunstancias.
Así son las cosas: podemos colaborar con el Estado Islámico en la destrucción completa de Siria y partes de Irak y luego expulsar de los escombros a sus combatientes, pero estaremos destrozando los medios de subsistencia de una inmensa cantidad de población, que vive una situación cada vez más inestable. Pero lo que no conseguiremos hacer en este proceso es destruir a un movimiento iniciado en una prisión estadounidense de Irak y que siempre ha sido un conjunto de ideas. Sencillamente estaremos creando una leyenda.
Rienda suelta a las Operaciones Especiales y a los drones
Ahora, vamos a considerar otra serie potencial de futuros titulares relacionados con los planes actuales y la experiencia del pasado. El secretario de Defensa Carter afirma que la estrategia estadounidense contra el Estado Islámico se basa en la creación de una “inestabilidad política en la región”, lo que significa no solo en los campos de batalla de Irak y Siria, sino en todo Oriente Medio en su acepción más amplia. Tal y como declaró ante los miembros de la División Aerotransportada 101:
“Ahora, déjenme que les explique la lucha fuera de Irak y de Siria. Mientras trabajamos para destruir el tumor primario en Irak y en Siria, debemos reconocer que el EI está desarrollando metástasis en áreas como el norte de África, Afganistán y Yemen. La amenaza constituida por el EI y grupos similares evoluciona continuamente, cambiando su foco y su ubicación. Por tanto, exige que nuestra respuesta sea flexible, ágil y de amplio alcance”.
Para ello, cuenta con dar rienda suelta a las fuerzas operativas especiales estadounidenses no solo en Siria, sino en cualquier otro lugar, para realizar misiones con el fin de asesinar a las figuras fundamentales del Ejército Islámico o a quienes dirigen sus franquicias lejanas. También tiene la intención de enviar drones por toda la región en “operaciones antiterroristas contra objetivos especialmente valiosos”, para “actuar con decisión y prevenir que los socios del EI supongan una amenaza tan grande como el propio tumor primario”.
Existe un punto de referencia en la región para la futura toma de ciudades en Siria e Irak. En su libro “Kill Chain”, Andrew Cockburn denomina “la estrategia del cerebro” a este acercamiento al enemigo. Se utilizó por primera vez en la guerra contra las drogas en Sudamérica y América Central en la década de los noventa y, posteriormente, tras el 11-S, adaptado a los drones armados y las fuerzas de operaciones especiales. La idea consistía en desmantelar los cárteles de la droga o los grupos terroristas posteriores desde arriba hacia abajo, eliminando a sus cabecillas.
La realidad, según demuestra Cockburn, es que tanto en la guerra contra las drogas como contra el terrorismo, los resultados de esta estrategia han sido desastrosos una y otra vez. Los drones, por ejemplo, han demostrado tener la capacidad de “eliminar” tanto a la dirección de los grupos terroristas y sus “principales “tenientes” como a otras figuras influyentes de dichas organizaciones, pero las consecuencias han sido de lo más desalentadoras, ya que dichas organizaciones (al igual que los cárteles del narcotráfico anteriormente), ante la presión de los drones y de los ataques de fuerzas especiales, se han limitado a reemplazar a sus líderes muertos con otros a menudo más jóvenes y agresivos, mientras aumentaban sus ataques y los propios grupos, en lugar de replegarse, se extendían por toda la región de Oriente Medio y aledaños, llegando hasta África. El uso de drones implica “daños colaterales” relativamente generalizados, que incluyen la muerte de un gran número de niños, aterrorizando a las sociedades sobre las que actúan, por lo que han demostrado ser un cartel de reclutamiento ideal para los mismos grupos terroristas que pretenden combatir.
Así pues, primero de forma improvisada en la era Bush y posteriormente de un modo sistemático en los años de Obama, las campañas de asesinatos con drones en Pakistán, Afganistán, Yemen, Irak, Siria, Libia y Somalia han acabado con la vida de importantes líderes a la vez que contribuían a extender las organizaciones terroristas contra las que actuaban. Es decir, han formado parte no de la guerra contra el terror sino de la guerra del terror. Si observamos la expansión de esos grupos terroristas, incluyendo el creciente número de “franquicias” del Estado Islámico, es evidente que de las misiones con operaciones especiales a los asesinatos con drones, de las invasiones a gran escala a la destrucción de ciudades, los más de 14 años de diversas estrategias y tácticas militares estadounidenses han contribuido repetidamente a crear el terror arrastrando a gran parte de la región al torbellino.
Lo más sorprendente al escuchar al secretario de defensa Carter es que, por raro que resulte, nada de esto parece llegar hasta Washington. De otro modo, ¿cómo se explica la ausencia de cualquier seria reconsideración de las acciones de EE.UU., siendo el único debate que existe el de los partidarios de continuar con las acciones de un modo más discreto (entre los que está el propio Obama) y sus críticos republicanos partidarios de aumentar la escala de las operaciones? En otras palabras, en 2016 vamos a contemplar un nuevo pulso entre lo que conocemos y la esperanza de que suceda algo diferente. Como esto último es poco probable, para la siguiente serie de titulares futuros recurra al pasado conocido y substituya, cuando sea necesario, el nombre del futuro dirigente terrorista: “al-Qaeda en la Península Arábiga anuncia la muerte de [rellene el nombre] en un ataque con drones de Estados Unidos”; “EE.UU.: el número 2 del Estado Islámico eliminado mediante un ataque con dron en Irak”, “El cuerpo de élite del ejército Delta Force acaba con la vida del dirigente del EI [rellene nombre] mediante un osado ataque con dron en Siria”; “El Pentágono confirma la muerte de un dirigente de al-Qaeda en una operación con dron”, y así más o menos ad infinitum.
El área de inestabilidad
Recientemente, cuando aún rondaba por mi cabeza la estrategia para la “estabilidad” de Ashton Carter, capté una frase en un reportaje informativo que no oía desde hace mucho. Un periodista analizaba el reciente ataque terrorista de al-Qaeda en el Magreb Islámico contra un hotel en Burkina Faso, un país de África Occidental que hasta ahora había sido relativamente estable, en el que murieron al menos 30 personas, principalmente extranjeros. El periodista hablaba de extender el “área de inestabilidad” en la región.
En los primeros años de este nuevo siglo, las autoridades del gobierno Bush y los neocons que le apoyaban solían usar esa frase para describir el “Gran Oriente Medio”, desde Pakistán hasta el norte de África. Por extraño que parezca, la frase desapareció en los años posteriores a la invasión de Irak y se mantuvo ausente los años de Obama, mientras la desastrosa intervención en Libia, la campaña de asesinatos con drones orquestada por la presidencia y otras acciones contribuyeron a transformar aun más el “Gran Oriente Medio” en una auténtica “área de inestabilidad”.
En la actualidad, la región está repleta de Estados fallidos o en camino de serlo (algo que hubiera resultado inimaginable en 2002-2003), de Afganistán y Siria a Yemen, Libia y Mali. Aunque tal vez Irak no llegue a ser un Estado fallido, ya tampoco es exactamente un país como tal, sino una especie de entidad tripartita. Así son las cosas y así seguirán siendo, por supuesto, si Estados Unidos arroja (como hizo en 2015) otras 23.000 bombas y miles de otras municiones en la región, o muchas más, como parece indicar la presión para aumentar la guerra contra el Estado Islámico.
Como es lógico, no podemos saber qué países serán los próximos en fracasar. No obstante, bien podemos suponer que mientras la estrategia de Obama (o la de Hillary Clinton, Ted Cruz, Donald Trump, Marco Rubio o quienquiera que le suceda) suponga más –o mucho más- de lo mismo, seguirá ocurriendo lo mismo o mucho peor. Como resultado, similares titulares ocuparán las cabeceras de los diarios, mientras los países se disuelven de distintas maneras y el Estado Islámico, grupos como al-Qaeda en el Magreb Islámico o nuevos grupos terroristas cobran fuerza en medio del caos. En ese caso, solo hace falta indagar en el pasado reciente para encontrar los titulares futuros y adaptarlos ligeramente: “El Ejército Islámico construye guaridas en [nombre del país], advierte el secretario de defensa Warns”; “El EI gana terreno en [nombre del país] en competencia con al-Qaeda”; “El EI cobra fuerza [nombre del país] incorporando a los yihadistas locales”, y así sucesivamente.
Junto a lo tristemente predecible coexisten, claro está, muchas incógnitas. La principal es que, en este momento de la historia, no tenemos ni la menor idea de las consecuencias que tendrá convertir una región, ciudad por ciudad, país por país, en algo así como un inmenso Estado fallido y continuar bombardeando los escombros. ¿Cómo empezar a imaginar lo que puede surgir en un mundo así de las ruinas de esa región fallida, de un área de inestabilidad mucho mayor que cualquier cosa que hayamos contemplado desde la Segunda Guerra Mundial? No me gustaría tener que pronosticar los titulares que podrían darse algún día a partir de esa situación, pero sean cuales sean las sorpresas que nos aguardan, la mera posibilidad de un futuro tal debería ser suficiente para helarnos la sangre en las venas.ç
Tom Engelhardt
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
Uno de los atractivos del futuro es su poderoso componente de imprevisibilidad, su capacidad de sorprendernos de maneras encantadoras o de golpearnos inesperadamente en el trasero. La mayor parte de los futuros que imaginaba de niño, por ejemplo, no han llegado a la altura de mis expectativas, por lo que ni me desplazo en mi vehículo volador privado sobre los rascacielos de Nueva York ni voy de vacaciones a la Luna. Por otro lado, ¿quién podría haber imaginado Internet, por no hablar de los medios sociales y el ciberespacio (a menos que hubiera leído hace 30 años la novela de William Gibson “Neuromante”)? ¿Quién podría haber soñado que el aparato de inteligencia de una sola nación pudiera escuchar o interceptar y revisar no solo las conversaciones y los mensajes de sus propios ciudadanos –imagínense los regímenes totalitarios del siglo XX- sino los de cualquier habitante del planeta, desde los campesinos de Pakistán hasta los de al menos 35 presidentes de grandes y pequeños países de todo el mundo? Ese es, por supuesto, nuestro presente distópico, basado en avances tecnológicos que ni siquiera los escritores de ciencia-ficción imaginaron.
¿Y quién iba a prever la irrupción de la Primavera Árabe, del movimiento Occupy Wall Street o, si vamos al caso, un califato del terror en el corazón de Oriente Medio o que un candidato presidencial como Donald Trump cosecharía éxito tras éxito, por no citar más ejemplos de otras noticias cubiertas por los medios libres de las que apenas nos enteramos? (Un pequeño consejo: no se haga adivino; es un infierno).
Podemos considerar que todo esto son las malas noticias sobre el futuro, pero también las buenas. En un mundo cada vez más desalentador que parece llevar marcado el fracaso en toda su extensión, las sorpresas que pueden acarrear los años venideros, los cambios de rumbo inesperados, los nuevos inventos, rebeliones e intervenciones permiten tener un resquicio de esperanza, al menos hasta que suceden. Por otra parte, hay un aspecto del futuro de ese mismo mundo desalentador que no puede ser más deprimente: la repetición de muchas cosas que podríamos pensar que nadie querría que se repitieran. Estoy hablando de toda la gama de titulares del mañana que podrían escribirse hoy y poseen una dolorosa razonable verisimilitud.
Estoy seguro de que usted podría escribir su propia versión de dichos titulares futuros en diversas áreas, pero estos son los que yo imagino en relación con las guerras, intervenciones y conflictos notoriamente imposibles de ganar en la zona de Oriente Medio y, cada vez más, en África.
De qué hablamos cuando hablamos de “victoria”
Empecemos con un acontecimiento ocurrido en Irak a finales de 2015 y que generó titulares que incluían la palabra “victoria”, un término que los estadounidenses pocas veces han visto utilizar en el siglo XXI, excepto, claro está, en boca de Donal Trump. (“Vamos a ganar tantas veces, victoria tras victoria, tras victoria, que vais a empezar a suplicarme: “por favor, presidente, perdamos alguna vez. No podemos soportarlo más”. Y yo voy a deciros: “De eso nada. Vamos a seguir ganando. No vamos a perder. Nunca, jamás, vamos a perder”). Me refiero a la “victoria” conseguida en Ramadi, una ciudad de la provincia de al-Anbar que los militantes del Estado Islámico (EI) arrebataron al ejército iraquí en mayo de 2015. Con el respaldo de la Fuerza Aérea Estadounidense (hubo más de 600 ataques aéreos de EE.UU. sobre Ramadi y sus alrededores en los meses anteriores a dicha victoria) y con unidades iraquíes especiales entrenadas y financiadas por EE.UU., el ejército iraquí recuperó la ciudad plagada de minas y bombas-trampa, expulsando a los militantes del EI fuertemente atrincherados el pasado mes de diciembre. La noticia supuso un evidente alivio para el gobierno de Obama y fue la que produjo dichos titulares.
Y estos fueron los resultados de esa victoria: según el ministro de defensa iraquí, al menos el 80% de la ciudad de 400.00 habitantes está destruido. Reducido a escombros. Arrasado. Puede que todavía la llamen “ciudad”, pero difícilmente se la podría catalogar como tal. Según el periodista del New York Times Ben Hubbard, que visitó Ramadi poco después de la “victoria”, pocos de sus habitantes permanecían en ella. Le acompañaba un general iraquí destinado a una unidad contraterrorista, de quien Hubbard escribe:
“Al llegar a uno de los barrios se encontró con un panorama tan desolador que ni siquiera estaba claro dónde se levantaban los edificios originales. Al preguntarle cuándo regresarían los residentes a sus casas, se detuvo y dijo: ¿casas?, no quedan casas”.
Hubbard citaba los datos proporcionados por el gobierno provincial de al-Anbar, según el cual “serían necesarios 12.000 millones de dólares para la reconstrucción de la ciudad”. (Otros funcionarios iraquíes sitúan la cifra en 10.000 millones). Nadie tiene ese dinero y menos el gobierno iraquí, cada vez más ahogado por el derrumbe de los precios del petróleo. Y tengamos en cuenta que estamos hablando de una única comunidad. Las victorias anteriores de los kurdos en Kobane y Sinjar, en Siria, también apoyados por la potencia devastadora de la fuerza aérea de EE.UU., produjeron una destrucción parecida, al igual que las bombas de barril arrojadas por las fuerzas de Bashar al-Assad en zonas de la ciudad de Alepo y en la ciudad actualmente destruida de Homs, en Siria Central, por ejemplo. Los rusos, por supuesto, también se han sumado a la pelea al estilo estadounidense, con bombardeos y asesores.
Añadamos algo más antes de escribir nuestros futuros titulares. El día posterior al último discurso sobre el estado de la nación del presidente Obama, el secretario de defensa Ashton Carter visitó la División Aerotransportada 101 en Fort Campbell, Kentucky. Próximamente, 1.800 miembros de esa división serán destinados a Irak para apoyar a unidades del ejército iraquí en su intento de recuperar partes del país ocupadas por el Estado Islámico. Carter se dirigió a esos futuros asesores explicando con cierto detalle los planes del presidente y sus previsiones sobre el avance del conflicto. Incidiendo en la imagen del EI como un cáncer que se reproduce, afirmó:
“El tumor primario del Estado Islámico tiene dos centros: Raqqa en Siria y Mosul en Irak. El EI ha aprovechado su control sobre dichas ciudades y el territorio circundante como base de poder para conseguir considerables recursos financieros, mano de obra e influencia ideológica. Constituyen su centro de gravedad militar, político, económico e ideológico”.
“Ese es el motivo por el que el mapa de nuestros planes de campaña muestra grandes flechas apuntando tanto a Mosul como a Raqqa. Comenzaremos destruyendo el control del EI sobre ambas ciudades para continuar luego con operaciones de eliminación en otros territorios ocupados por el EI en Irak y en Siria”.
La realidad es que dicha campaña otorgaría al término “operaciones de eliminación” un significado nuevo, que supondría prácticamente la eliminación literal de la infraestructura urbana de una parte significativa de la región. Tres son las ciudades actualmente consideradas como blanco: Faluya (con una población de unos 300.000 habitantes), la otra ciudad importante controlada por el EI en la provincia de al-Anbar, Mosul (segunda ciudad de Irak, con una población actual estimada entre 1 y 1’5 millones), y Raqqa, la “capital” siria del Estado Islámico, que ahora se supone repleta de refugiados (más de 200.000 habitantes). Si unimos todas ellas tenemos para 2016 una serie de campañas en Irak y Siria (apoyadas por EE.UU.) basadas en la misma fórmula que la toma de Ramadi: bombardeos estadounidenses masivos en apoyo de fuerzas operativas especiales iraquíes bien entrenadas y asesoradas o, en el caso de Siria, de milicias kurdas de peshmerga y de una mezcla de rebeldes sirios y kurdos. Si añadimos a ello las ganas del Estado Islámico de convertir las áreas urbanas bajo su control en bombas gigantes, lo que obtenemos es un plan integral para continuar reduciendo a escombros otras ciudades de la región.
Por supuesto, se ha hablado mucho de una ofensiva para retomar Mosul desde que un grupo relativamente reducido de combatientes del EI arrebataran la ciudad a decenas de miles de tropas iraquíes que se dieron a la huída en junio de 2014. Hubo, por ejemplo, una ofensiva primaveral de la que se habló mucho a inicios de 2015, pero que nunca llegó a producirse, así que es imposible estar seguro de que el ejército iraquí, estresado y poco efectivo por lo general, llegue a recuperar Mosul en 2016, o de que “botas” no estadounidenses estén dispuestas a tomar Raqqa, especialmente porque dicha ciudad se asienta muy lejos de cualquier imaginable futuro Kurdistán. Aún así, si asumimos que todo salió “bien”, podemos suponer lo que nos depara el futuro: “victorias” al estilo de Ramadi.
Como resultado, los titulares de finales de año sobre las operaciones conjuntas estadounidenses y de rebeldes iraquíes/kurdos/sirios (adaptada de la tristemente célebre frase de un oficial del ejército estadounidense en Vietnam, después de que EE.UU. machacara la capital provincial de Ben Tre) serían: “Destruimos sus ciudades para salvarlos”.
Si nos basamos en Ramadi, podríamos calcular una futura estimación global sobre el coste de la reconstrucción de dichas ciudades: Faluya, 10.000 millones de dólares; Raqqa, 7.000 millones; Mosul, de 20.000 a 25.000 millones. Evidentemente, se trata de cifras imaginarias, pero lo importante es que el “triunfo” y la “victoria” sobre el Estado Islámico convertirán sin duda alguna a gran parte de la región en un moderno Cartago. ¿Y quién pagará los nuevos Ramadi, Mosul, Faluya o Raqqa, por no hablar de todos juntos y de otros más?
Dicho de otra manera, la “victoria” supondría que Irak tendría menos ciudades habitables y un número todavía mucho mayor de desplazados y refugiados cuyo asentamiento indudablemente estaría sujeto a las tensiones étnicas que alimentaron el nacimiento del Estado Islámico. Esta situación representa un futuro razonablemente predecible, que debería resultar suficientemente obvio a ojos de cualquiera que estudie los hechos de manera mínimamente seria. Con toda seguridad, debería resultar obvio para Ashton Carter, así como para los estrategas del Pentágono y del gobierno Obama. Y, sin embargo, los planes continúan adelante como si “victoria” fuera un término cargado de significado en las actuales circunstancias.
Así son las cosas: podemos colaborar con el Estado Islámico en la destrucción completa de Siria y partes de Irak y luego expulsar de los escombros a sus combatientes, pero estaremos destrozando los medios de subsistencia de una inmensa cantidad de población, que vive una situación cada vez más inestable. Pero lo que no conseguiremos hacer en este proceso es destruir a un movimiento iniciado en una prisión estadounidense de Irak y que siempre ha sido un conjunto de ideas. Sencillamente estaremos creando una leyenda.
Rienda suelta a las Operaciones Especiales y a los drones
Ahora, vamos a considerar otra serie potencial de futuros titulares relacionados con los planes actuales y la experiencia del pasado. El secretario de Defensa Carter afirma que la estrategia estadounidense contra el Estado Islámico se basa en la creación de una “inestabilidad política en la región”, lo que significa no solo en los campos de batalla de Irak y Siria, sino en todo Oriente Medio en su acepción más amplia. Tal y como declaró ante los miembros de la División Aerotransportada 101:
“Ahora, déjenme que les explique la lucha fuera de Irak y de Siria. Mientras trabajamos para destruir el tumor primario en Irak y en Siria, debemos reconocer que el EI está desarrollando metástasis en áreas como el norte de África, Afganistán y Yemen. La amenaza constituida por el EI y grupos similares evoluciona continuamente, cambiando su foco y su ubicación. Por tanto, exige que nuestra respuesta sea flexible, ágil y de amplio alcance”.
Para ello, cuenta con dar rienda suelta a las fuerzas operativas especiales estadounidenses no solo en Siria, sino en cualquier otro lugar, para realizar misiones con el fin de asesinar a las figuras fundamentales del Ejército Islámico o a quienes dirigen sus franquicias lejanas. También tiene la intención de enviar drones por toda la región en “operaciones antiterroristas contra objetivos especialmente valiosos”, para “actuar con decisión y prevenir que los socios del EI supongan una amenaza tan grande como el propio tumor primario”.
Existe un punto de referencia en la región para la futura toma de ciudades en Siria e Irak. En su libro “Kill Chain”, Andrew Cockburn denomina “la estrategia del cerebro” a este acercamiento al enemigo. Se utilizó por primera vez en la guerra contra las drogas en Sudamérica y América Central en la década de los noventa y, posteriormente, tras el 11-S, adaptado a los drones armados y las fuerzas de operaciones especiales. La idea consistía en desmantelar los cárteles de la droga o los grupos terroristas posteriores desde arriba hacia abajo, eliminando a sus cabecillas.
La realidad, según demuestra Cockburn, es que tanto en la guerra contra las drogas como contra el terrorismo, los resultados de esta estrategia han sido desastrosos una y otra vez. Los drones, por ejemplo, han demostrado tener la capacidad de “eliminar” tanto a la dirección de los grupos terroristas y sus “principales “tenientes” como a otras figuras influyentes de dichas organizaciones, pero las consecuencias han sido de lo más desalentadoras, ya que dichas organizaciones (al igual que los cárteles del narcotráfico anteriormente), ante la presión de los drones y de los ataques de fuerzas especiales, se han limitado a reemplazar a sus líderes muertos con otros a menudo más jóvenes y agresivos, mientras aumentaban sus ataques y los propios grupos, en lugar de replegarse, se extendían por toda la región de Oriente Medio y aledaños, llegando hasta África. El uso de drones implica “daños colaterales” relativamente generalizados, que incluyen la muerte de un gran número de niños, aterrorizando a las sociedades sobre las que actúan, por lo que han demostrado ser un cartel de reclutamiento ideal para los mismos grupos terroristas que pretenden combatir.
Así pues, primero de forma improvisada en la era Bush y posteriormente de un modo sistemático en los años de Obama, las campañas de asesinatos con drones en Pakistán, Afganistán, Yemen, Irak, Siria, Libia y Somalia han acabado con la vida de importantes líderes a la vez que contribuían a extender las organizaciones terroristas contra las que actuaban. Es decir, han formado parte no de la guerra contra el terror sino de la guerra del terror. Si observamos la expansión de esos grupos terroristas, incluyendo el creciente número de “franquicias” del Estado Islámico, es evidente que de las misiones con operaciones especiales a los asesinatos con drones, de las invasiones a gran escala a la destrucción de ciudades, los más de 14 años de diversas estrategias y tácticas militares estadounidenses han contribuido repetidamente a crear el terror arrastrando a gran parte de la región al torbellino.
Lo más sorprendente al escuchar al secretario de defensa Carter es que, por raro que resulte, nada de esto parece llegar hasta Washington. De otro modo, ¿cómo se explica la ausencia de cualquier seria reconsideración de las acciones de EE.UU., siendo el único debate que existe el de los partidarios de continuar con las acciones de un modo más discreto (entre los que está el propio Obama) y sus críticos republicanos partidarios de aumentar la escala de las operaciones? En otras palabras, en 2016 vamos a contemplar un nuevo pulso entre lo que conocemos y la esperanza de que suceda algo diferente. Como esto último es poco probable, para la siguiente serie de titulares futuros recurra al pasado conocido y substituya, cuando sea necesario, el nombre del futuro dirigente terrorista: “al-Qaeda en la Península Arábiga anuncia la muerte de [rellene el nombre] en un ataque con drones de Estados Unidos”; “EE.UU.: el número 2 del Estado Islámico eliminado mediante un ataque con dron en Irak”, “El cuerpo de élite del ejército Delta Force acaba con la vida del dirigente del EI [rellene nombre] mediante un osado ataque con dron en Siria”; “El Pentágono confirma la muerte de un dirigente de al-Qaeda en una operación con dron”, y así más o menos ad infinitum.
El área de inestabilidad
Recientemente, cuando aún rondaba por mi cabeza la estrategia para la “estabilidad” de Ashton Carter, capté una frase en un reportaje informativo que no oía desde hace mucho. Un periodista analizaba el reciente ataque terrorista de al-Qaeda en el Magreb Islámico contra un hotel en Burkina Faso, un país de África Occidental que hasta ahora había sido relativamente estable, en el que murieron al menos 30 personas, principalmente extranjeros. El periodista hablaba de extender el “área de inestabilidad” en la región.
En los primeros años de este nuevo siglo, las autoridades del gobierno Bush y los neocons que le apoyaban solían usar esa frase para describir el “Gran Oriente Medio”, desde Pakistán hasta el norte de África. Por extraño que parezca, la frase desapareció en los años posteriores a la invasión de Irak y se mantuvo ausente los años de Obama, mientras la desastrosa intervención en Libia, la campaña de asesinatos con drones orquestada por la presidencia y otras acciones contribuyeron a transformar aun más el “Gran Oriente Medio” en una auténtica “área de inestabilidad”.
En la actualidad, la región está repleta de Estados fallidos o en camino de serlo (algo que hubiera resultado inimaginable en 2002-2003), de Afganistán y Siria a Yemen, Libia y Mali. Aunque tal vez Irak no llegue a ser un Estado fallido, ya tampoco es exactamente un país como tal, sino una especie de entidad tripartita. Así son las cosas y así seguirán siendo, por supuesto, si Estados Unidos arroja (como hizo en 2015) otras 23.000 bombas y miles de otras municiones en la región, o muchas más, como parece indicar la presión para aumentar la guerra contra el Estado Islámico.
Como es lógico, no podemos saber qué países serán los próximos en fracasar. No obstante, bien podemos suponer que mientras la estrategia de Obama (o la de Hillary Clinton, Ted Cruz, Donald Trump, Marco Rubio o quienquiera que le suceda) suponga más –o mucho más- de lo mismo, seguirá ocurriendo lo mismo o mucho peor. Como resultado, similares titulares ocuparán las cabeceras de los diarios, mientras los países se disuelven de distintas maneras y el Estado Islámico, grupos como al-Qaeda en el Magreb Islámico o nuevos grupos terroristas cobran fuerza en medio del caos. En ese caso, solo hace falta indagar en el pasado reciente para encontrar los titulares futuros y adaptarlos ligeramente: “El Ejército Islámico construye guaridas en [nombre del país], advierte el secretario de defensa Warns”; “El EI gana terreno en [nombre del país] en competencia con al-Qaeda”; “El EI cobra fuerza [nombre del país] incorporando a los yihadistas locales”, y así sucesivamente.
Junto a lo tristemente predecible coexisten, claro está, muchas incógnitas. La principal es que, en este momento de la historia, no tenemos ni la menor idea de las consecuencias que tendrá convertir una región, ciudad por ciudad, país por país, en algo así como un inmenso Estado fallido y continuar bombardeando los escombros. ¿Cómo empezar a imaginar lo que puede surgir en un mundo así de las ruinas de esa región fallida, de un área de inestabilidad mucho mayor que cualquier cosa que hayamos contemplado desde la Segunda Guerra Mundial? No me gustaría tener que pronosticar los titulares que podrían darse algún día a partir de esa situación, pero sean cuales sean las sorpresas que nos aguardan, la mera posibilidad de un futuro tal debería ser suficiente para helarnos la sangre en las venas.ç
Tom Engelhardt
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
“Macri está trabajando de comodín del Departamento de Estado norteamericano”
Adolfo Pérez Esquivel repudió los dichos de Darío Lopérfido
El Premio Nobel de la Paz cree que el objetivo a corto plazo del Presidente "es darle la prisión domiciliaria a los genocidas"
El ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Darío Lopérfido, brindó sostuvo que "no hubo 30 mil desaparecidos”. En consecuencia, el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, repudió sus declaraciones y cuestionó a Mauricio Macri.
El director del Teatro Colón dijo en una entrevista que "no hubo 30 mil desaparecidos, se arregló ese número en una mesa cerrada". Es por eso que en diálogo con Radio del Plata, Pérez Esquivel calificó como "lamentables" sus declaraciones y sentenció: “Le pediría a Lopérfido que se informe. Soy un sobreviviente de la época de la dictadura y de los vuelos de la muerte. Que no malgaste malas ideas como lo está haciendo".
Ante la detención de Milagro Sala, consideró que "no tiene que ver con lo que le están atribuyendo", sino que se dio en el marco de una protesta social. Aemás, cuestionó la postura de Mauricio Macri frente a los Derechos Humanos y lo acusó de jamás haberse preocupado por ese área, pero en cambio sí está preocupando por lo que sucede en Venezuela.
Sin embargo, lo acusó de actuar en sintonía con los intereses de Estados Unidos y añadió: "Este gobierno ataca a Venezuela sin tener en cuenta lo que pasa en Honduras, Haití, Guatemala” y denunció que en Honduras hay 100 periodistas desaparecidos. Asimismo, sostuvo que “Macri está trabajando de comodín del Departamento de Estado norteamericano” y consideró que es funcional al Gobierno de los Estados Unidos.
También, dijo que el mandatario está cometiendo “todos los errores posibles en un sólo mes”.
Por último, el referente advirtió que “el objetivo a corto plazo de Macri es darle la prisión domiciliaria a los genocidas".
El Premio Nobel de la Paz cree que el objetivo a corto plazo del Presidente "es darle la prisión domiciliaria a los genocidas"
El ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Darío Lopérfido, brindó sostuvo que "no hubo 30 mil desaparecidos”. En consecuencia, el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, repudió sus declaraciones y cuestionó a Mauricio Macri.
El director del Teatro Colón dijo en una entrevista que "no hubo 30 mil desaparecidos, se arregló ese número en una mesa cerrada". Es por eso que en diálogo con Radio del Plata, Pérez Esquivel calificó como "lamentables" sus declaraciones y sentenció: “Le pediría a Lopérfido que se informe. Soy un sobreviviente de la época de la dictadura y de los vuelos de la muerte. Que no malgaste malas ideas como lo está haciendo".
Ante la detención de Milagro Sala, consideró que "no tiene que ver con lo que le están atribuyendo", sino que se dio en el marco de una protesta social. Aemás, cuestionó la postura de Mauricio Macri frente a los Derechos Humanos y lo acusó de jamás haberse preocupado por ese área, pero en cambio sí está preocupando por lo que sucede en Venezuela.
Sin embargo, lo acusó de actuar en sintonía con los intereses de Estados Unidos y añadió: "Este gobierno ataca a Venezuela sin tener en cuenta lo que pasa en Honduras, Haití, Guatemala” y denunció que en Honduras hay 100 periodistas desaparecidos. Asimismo, sostuvo que “Macri está trabajando de comodín del Departamento de Estado norteamericano” y consideró que es funcional al Gobierno de los Estados Unidos.
También, dijo que el mandatario está cometiendo “todos los errores posibles en un sólo mes”.
Por último, el referente advirtió que “el objetivo a corto plazo de Macri es darle la prisión domiciliaria a los genocidas".
Un año después, Syriza ha vendido su alma por poder
Hoy se cumple [25 de enero] un año desde que un gobierno de izquierda radical fue elegido en Grecia; su joven y dinámico primer ministro, Alexis Tsipras, prometió un golpe decisivo contra la austeridad. Yanis Varoufakis, el poco convencional Ministro de Finanzas, llegó a Londres poco después de la victoria y causó un gran impacto en los medios. Aquí había un gobierno que ignoraba las convenciones burguesas y estaba buscando pelea. Las expectativas eran altas.
Un año después, el partido Syriza está aplicando fielmente las políticas de austeridad. Se ha purgado la ala izquierda del partido y Tsipras ha desechado su radicalismo para mantenerse en el poder a toda costa. Grecia ha sido abatida.
¿Por qué terminó así? Un mito propagado por algunos círculos mediáticos sugieren que los radicales sufrieron un golpe de Estado compuesto por políticos conservadores y funcionarios de la UE, decididos a eliminar cualquier riesgo de contagio. Syriza fue superada por los monstruos del neoliberalismo y el privilegio. Aún así, peleó una buena batalla, y tal vez incluso sembró las semillas de la rebelión.
La realidad es muy diferente. Hace un año la dirección de Syriza estaba convencida que si se rechazaba un nuevo plan de rescate, los prestamistas europeos serían afeados por un descontento político y financiero generalizado. Los riesgos para la zona euro eran, se presume, mayores que los riesgos de Grecia. Si Syriza negociaba duro, se ofrecería un "compromiso de honor" que relajara la austeridad y aligerara la deuda nacional. El autor intelectual de esta estrategia fue Varoufakis, y fue ávidamente adoptada por Tsipras y la mayor parte de la dirección de Syriza.
Los críticos bien intencionados señalaron reiteradamente que el euro tenía un conjunto rígido de instituciones con su propia lógica interna y que simplemente rechazarían las demandas que apostaran por abandonar la austeridad y amortizar la deuda. Por otra parte, el Banco Central Europeo estaba preparado para restringir la provisión de liquidez a los bancos griegos, estrangulando su economía y al gobierno de Syriza. Grecia no podría negociar con eficacia sin un plan alternativo, incluyendo la posibilidad de salir de la unión monetaria, ya que la creación de su propia liquidez era la única manera de evitar el bloqueo del BCE. Esto no sería nada fácil, por supuesto, pero al menos habría ofrecido la opción de hacer frente a las condiciones catastróficas de rescate de los prestamistas. Desafortunadamente, Tsipras y buena parte de la dirección de Syriza no quiso saber nada de esta opción.
La respuesta de los políticos de la UE a Syriza fue el desconcierto, la frustración y una escalada de hostilidad.
La naturaleza desastrosa de la estrategia de Syriza quedó clara ya el 20 de febrero de 2015. Los políticos europeos obligaron al nuevo gobierno griego a estar de acuerdo con la meta de los superávits presupuestarios, a implementar "reformas", a cumplir todas las obligaciones de deuda total y desistir de utilizar los fondos de rescate existentes para cualquier otro propósito que no fuera el apoyo a los bancos. La UE cerró poco a poco el grifo de liquidez del Banco Central Europeo, y se negó a darle un centavo de apoyo financiero adicional hasta que Grecia obedeciera.
Las condiciones en el país se hicieron cada vez más complicadas ya que el gobierno liquidó las reservas de liquidez, los bancos se quedaron secos, y la economía apenas avanzaba. En junio Grecia se vio obligada a imponer controles de capital y dar vacaciones a sus bancos. Syriza hizo un último intento en julio, Tsipras convocó un referéndum sobre un nuevo y duro programa de rescate. Sorprendentemente, y con gran valentía, el 62% de los griegos votaron negativamente a la propuesta de rescate. Tsipras había hecho campaña para su rechazo, pero cuando el resultado llegó se dio cuenta que en la práctica, eso significaba salir del euro, para este escenario su gobierno no había hecho preparativos serios. A grandes rasgos habían "planes" para una moneda paralela, o un sistema bancario paralelo, pero esas ideas de aficionados no eran de ninguna utilidad estando ya a un minuto para la medianoche. Por otra parte, el pueblo griego no había sido preparado para esta situación y Syriza como partido político apenas funcionaba por su base. Por encima de todos, Tsipras y su círculo se comprometieron personalmente por la permanencia en el euro. Frente a los resultados catastróficos de su estrategia, se rindieron abyectamente a los prestamistas.
Desde entonces, ha adoptado una dura política de superávits presupuestarios, aumentado los impuestos y vendiendo los bancos griegos a fondos especulativos, privatizando aeropuertos y puertos marítimos, y ahora está a punto de recortar las pensiones. El nuevo plan de rescate ha condenado a Grecia a estar atrapada en una profunda recesión y a un declive a largo plazo, ya que las perspectivas de crecimiento son pobres, los jóvenes más preparados están emigrando y la deuda nacional pesa demasiado.
Syriza es el primer ejemplo de un gobierno de izquierdas que no ha dejado simplemente de cumplir con sus promesas, sino que también ha adoptado por lo general el programa de la oposición. Su fracaso ha reforzado la percepción de toda Europa que la austeridad es la única vía posible y que nada puede cambiar. Las consecuencias son graves para varios países, entre ellos España, donde Podemos está llamando a la puerta del poder.
Syriza no fracasó porque la austeridad es invencible, ni porque el cambio radical es imposible, sino porque, desastrosamente, no estaba dispuesta y ni preparada para soportar un desafío directo con el euro. El cambio radical y el abandono de la austeridad en Europa requieren de una confrontación directa con la propia unión monetaria. Para los países más pequeños, esto significa prepararse para salir, para los países centrales significa aceptar cambios decisivos en unos acuerdos monetarios disfuncionales.
Esta es la tarea que nos espera y la única lección positiva de la debacle Syriza para la izquierda europea.
Costas Lapavitsas
The Guardian
Un año después, el partido Syriza está aplicando fielmente las políticas de austeridad. Se ha purgado la ala izquierda del partido y Tsipras ha desechado su radicalismo para mantenerse en el poder a toda costa. Grecia ha sido abatida.
¿Por qué terminó así? Un mito propagado por algunos círculos mediáticos sugieren que los radicales sufrieron un golpe de Estado compuesto por políticos conservadores y funcionarios de la UE, decididos a eliminar cualquier riesgo de contagio. Syriza fue superada por los monstruos del neoliberalismo y el privilegio. Aún así, peleó una buena batalla, y tal vez incluso sembró las semillas de la rebelión.
La realidad es muy diferente. Hace un año la dirección de Syriza estaba convencida que si se rechazaba un nuevo plan de rescate, los prestamistas europeos serían afeados por un descontento político y financiero generalizado. Los riesgos para la zona euro eran, se presume, mayores que los riesgos de Grecia. Si Syriza negociaba duro, se ofrecería un "compromiso de honor" que relajara la austeridad y aligerara la deuda nacional. El autor intelectual de esta estrategia fue Varoufakis, y fue ávidamente adoptada por Tsipras y la mayor parte de la dirección de Syriza.
Los críticos bien intencionados señalaron reiteradamente que el euro tenía un conjunto rígido de instituciones con su propia lógica interna y que simplemente rechazarían las demandas que apostaran por abandonar la austeridad y amortizar la deuda. Por otra parte, el Banco Central Europeo estaba preparado para restringir la provisión de liquidez a los bancos griegos, estrangulando su economía y al gobierno de Syriza. Grecia no podría negociar con eficacia sin un plan alternativo, incluyendo la posibilidad de salir de la unión monetaria, ya que la creación de su propia liquidez era la única manera de evitar el bloqueo del BCE. Esto no sería nada fácil, por supuesto, pero al menos habría ofrecido la opción de hacer frente a las condiciones catastróficas de rescate de los prestamistas. Desafortunadamente, Tsipras y buena parte de la dirección de Syriza no quiso saber nada de esta opción.
La respuesta de los políticos de la UE a Syriza fue el desconcierto, la frustración y una escalada de hostilidad.
La naturaleza desastrosa de la estrategia de Syriza quedó clara ya el 20 de febrero de 2015. Los políticos europeos obligaron al nuevo gobierno griego a estar de acuerdo con la meta de los superávits presupuestarios, a implementar "reformas", a cumplir todas las obligaciones de deuda total y desistir de utilizar los fondos de rescate existentes para cualquier otro propósito que no fuera el apoyo a los bancos. La UE cerró poco a poco el grifo de liquidez del Banco Central Europeo, y se negó a darle un centavo de apoyo financiero adicional hasta que Grecia obedeciera.
Las condiciones en el país se hicieron cada vez más complicadas ya que el gobierno liquidó las reservas de liquidez, los bancos se quedaron secos, y la economía apenas avanzaba. En junio Grecia se vio obligada a imponer controles de capital y dar vacaciones a sus bancos. Syriza hizo un último intento en julio, Tsipras convocó un referéndum sobre un nuevo y duro programa de rescate. Sorprendentemente, y con gran valentía, el 62% de los griegos votaron negativamente a la propuesta de rescate. Tsipras había hecho campaña para su rechazo, pero cuando el resultado llegó se dio cuenta que en la práctica, eso significaba salir del euro, para este escenario su gobierno no había hecho preparativos serios. A grandes rasgos habían "planes" para una moneda paralela, o un sistema bancario paralelo, pero esas ideas de aficionados no eran de ninguna utilidad estando ya a un minuto para la medianoche. Por otra parte, el pueblo griego no había sido preparado para esta situación y Syriza como partido político apenas funcionaba por su base. Por encima de todos, Tsipras y su círculo se comprometieron personalmente por la permanencia en el euro. Frente a los resultados catastróficos de su estrategia, se rindieron abyectamente a los prestamistas.
Desde entonces, ha adoptado una dura política de superávits presupuestarios, aumentado los impuestos y vendiendo los bancos griegos a fondos especulativos, privatizando aeropuertos y puertos marítimos, y ahora está a punto de recortar las pensiones. El nuevo plan de rescate ha condenado a Grecia a estar atrapada en una profunda recesión y a un declive a largo plazo, ya que las perspectivas de crecimiento son pobres, los jóvenes más preparados están emigrando y la deuda nacional pesa demasiado.
Syriza es el primer ejemplo de un gobierno de izquierdas que no ha dejado simplemente de cumplir con sus promesas, sino que también ha adoptado por lo general el programa de la oposición. Su fracaso ha reforzado la percepción de toda Europa que la austeridad es la única vía posible y que nada puede cambiar. Las consecuencias son graves para varios países, entre ellos España, donde Podemos está llamando a la puerta del poder.
Syriza no fracasó porque la austeridad es invencible, ni porque el cambio radical es imposible, sino porque, desastrosamente, no estaba dispuesta y ni preparada para soportar un desafío directo con el euro. El cambio radical y el abandono de la austeridad en Europa requieren de una confrontación directa con la propia unión monetaria. Para los países más pequeños, esto significa prepararse para salir, para los países centrales significa aceptar cambios decisivos en unos acuerdos monetarios disfuncionales.
Esta es la tarea que nos espera y la única lección positiva de la debacle Syriza para la izquierda europea.
Costas Lapavitsas
The Guardian
No juzgue el libro por su portada
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert McNamara, explica a la prensa los detalles del supuesto ataque norvietnamita contra buques estadounidenses en el Golfo de Tonkin.Años más tarde reconocería que aquellla agresión nunca existió.
Las operaciones de falsa bandera han integrado la política de muchos países en diferentes periodos de la historia
¿Resulta difícil entender la dinámica de las relaciones internacionales? Un examen somero a los acontecimientos de cada día confirma esta interrogante, más aun cuando están en juego los intereses de los centros de poder en un contexto caracterizado por el lento, pero evidente, tránsito hacia la multipolaridad.
En estas circunstancias afloran las operaciones de falsa bandera que han sido ridiculizadas y tachadas de conspirativas por muchos medios, a pesar de la gran cantidad de casos documentados desde los tiempos antiguos hasta la actualidad.
Estos procedimientos constituyen acciones encubiertas por parte de países, corporaciones u otras organizaciones con el propósito manifiesto de inculpar a otros. La expresión está asociada a la terminología militar, donde en movimientos navales o terrestres, se iza una bandera diferente a la del país representado.
A diferencia de eventos asociados a la modernidad, las falsas banderas tienen antecedentes bien distantes en el tiempo, pues ya desde la antigüedad numerosos historiadores le adjudicaron a Nerón el incendio de Roma (19 de julio del 64 de nuestra era), basados en la negativa que este recibiera por parte del Senado romano para la construcción de un palacio.
Tras ello, el emperador logró construir el local en un área consumida por el siniestro, no sin antes inculpar y castigar a los cristianos.
ESCALADAS EN LA PASADA CENTURIA
En el transcurso de los años muchos fueron los chivos expiatorios en eventos de características similares, pero en el siglo XX, dada la naturaleza de los conflictos entre los bloques capitalista y socialista, estas acciones se incrementarían considerablemente, aunque muchas no se han reconocido oficialmente.
El 31 de agosto de 1939 y como preludio de la Segunda Guerra Mundial, cuadrillas de las SS (Escuadras de Defensa de la Alemania nazi) vestidas con uniformes polacos, atacaron una estación de radio alemana y atribuyeron el ataque a las tropas polacas para justificar la invasión de Polonia.
Justo al concluir la contienda, los altos mandos de Gran Bretaña y Estados Unidos diseñaron la Operación Impensable (Operation Unthinkable), promovida por Winston Churchill. Como parte de ella se planeó atacar diversas posiciones estratégicas de la Unión Soviética con armas atómicas. Posteriormente, Estados Unidos escalaría sus planes para aniquilar al primer Estado socialista del mundo en base a su potencial nuclear.
La CIA también fue responsable de numerosas operaciones. La agencia admitió su participación en la contratación de iraníes en la década de 1950 para hacerse pasar por comunistas y realizar atentados con bombas en Irán contra líderes religiosos iraníes, con el objetivo de conseguir la revuelta de la comunidad religiosa y poner a todo el pueblo en contra de su primer ministro, Mohammad Mosaddeq, que pretendía nacionalizar el petróleo.
En paralelo al Pentágono y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), la agencia de inteligencia norteamericana estuvo involucrada en los atentados terroristas en Italia y otros países europeos durante la década de 1950. Posteriormente serían inculpados numerosos militantes de izquierda, para lograr el apoyo de la población europea hacia sus respectivos estados en la lucha de estos contra el comunismo.
Otras de las agencias del gobierno norteamericano, la NSA (National Security Agency o Agencia de Seguridad Nacional) admitió sus mentiras sobre lo sucedido en el golfo de Tonkin en el incidente de 1964, al manipular los datos con el fin de simular que barcos de Vietnam del Norte dispararon contra un barco estadounidense, pretexto empleado para iniciar la guerra contra Vietnam.
Un comité del Congreso estadounidense admitió que, como parte de su campaña “COINTELPRO” (Counter Intelligence Program o Programa de Contrainteligencia), el Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés) había utilizado a muchos provocadores entre 1950 y 1970 para llevar a cabo actos violentos y culpar falsamente a numerosos activistas políticos, con tal de justificar la represión hacia estos.
CUBA EN LA MIRA
Cuba no ha estado exenta de ser víctima de estas tácticas. Desde el muy discutido hundimiento del Maine hasta el triunfo de la Revolución, las excusas promovidas por las sucesivas administraciones norteamericanas para adueñarse de la Isla son abrumadoras. Aunque no todas se efectuaron, sí ha quedado constancia de las mismas.
En 1962, la Junta de Jefes del Estado Mayor estadounidenses firmó un plan para hacer estallar aviones norteamericanos (utilizando un elaborado plan que implicaba el cambio de los aviones y la realización de actos terroristas en Estados Unidos), para culpar al gobierno de la Isla y justificar una invasión. La conspiración, que nunca llegó a realizarse, recibió el nombre en clave de Operación Northwoods.
Además, como parte de la conocida Operación Mangosta en 1963, el Departamento de Defensa escribió un documento promoviendo ataques a las naciones que formaban parte de la Organización de Estados Americanos para adjudicarlos a Cuba.
EN EL ACTUAL MILENIO
Llegado el siglo XXI y ante la supuesta distención de los conflictos mundiales con la desaparición de la URSS, muchos teóricos profetizaron un clima de paz; sin embargo, como lo demostraron las incursiones norteamericanas en Europa del Este y Kuwait, la hegemonía del imperialismo estadounidense no cesaría de buscar dividendos ante la nueva situación.
En este punto los falsos e invencibles enemigos desempeñaron un papel primordial. Aunque el FBI admitió que los ataques con ántrax del año 2001 fueron llevados a cabo por uno o más científicos gubernamentales, un directivo del organismo constató que fueron instruidos por la Casa Blanca, para culpar a Al Qaeda de los ataques biológicos. Los funcionarios confirmaron que el gobierno estadounidense trató de vincular el ántrax a Irak como una justificación para el derrocamiento del régimen en ese país.
Igualmente, Estados Unidos culpó a la nación árabe por el supuesto papel en los ataques del 11 de septiembre y, de hecho, altos funcionarios ahora corroboran que la guerra en Irak fue realmente iniciada por el petróleo y no por las armas de destrucción masiva ni los atentados a las Torres Gemelas. No obstante a ello, este hecho sirvió como excusa para la invasión de Afganistán.
En relación con estos ataques existen muchas divergencias e incongruencias respecto a la versión oficial de las autoridades. Las dudas están particularmente referidas al posible choque de un avión en el Pentágono y a la misteriosa caída de las torres luego del impacto de los aviones, hecho que hizo dudar a ingenieros debido a la integridad estructural de las mismas.
Este tema ha sido silenciado por el gobierno norteamericano; sin embargo, la versión oficial —tengan o no razón los que afirman la falsa bandera— está muy demeritada.
En los años recientes otros acontecimientos confirmaron el uso sistemático de estas operaciones en la política gubernamental de varios países.
Más cercano en el tiempo se hallan los atentados al semanario satírico francés Charlie Hebdó, causantes de la repulsa mundial, pero tras los cuales se impulsó una agenda antiterrorista (antislamista) para; supuestamente frenar al autodenominado Estado Islámico mediante la intervención de los países de la OTAN en Siria e Irak.
Por tanto, al tratar de entender las causas de muchos acontecimientos a nivel mundial, piense dos veces y no juzgue el libro por su portada.
Lázaro Hernández Rey, estudiante de Periodismo | internet@granma.cu
Fuentes
Documentos: Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
Red Voltaire.
Proyecto Censurado, 2012.
Para ganar una de las más grandes batallas por la cultura
Ciudad Escolar Abel Santamaria
Más de 300 000 personas reunidas en la plaza del antiguo regimiento acompañaron las palabras emocionadas del Comandante en Jefe
La Revolución se propuso erradicar el analfabetismo en un año y para ello contó con el esfuerzo de miles de personas en todo el país e incluso de la solidaridad de otras naciones. Foto: Mario Ferrer
Desde las primeras horas de la mañana del sábado 28 de enero de 1961, arribaron decenas de miles de villaclareños a Santa Clara para asistir al acto de inauguración de la Ciudad Escolar Abel Santamaría, en el lugar que ocupara el Regimiento Leoncio Vidal. Transformar cuarteles en escuelas fue una de las maneras más hermosas de materializar la prédica martiana y de mostrar la humanidad y fuerza latentes en la Revolución Cubana.
Más de 300 000 personas reunidas en la plaza del antiguo regimiento acompañaron las palabras emocionadas del Comandante en Jefe.
UNO DE LOS GRANDES ORGULLOS DEL PUEBLO CUBANO
Al iniciar su discurso, Fidel rememoró que el 28 de enero del año anterior se había inaugurado, en Santiago de Cuba, la Ciudad Escolar 26 de Julio en lo que fuera el antiguo Cuartel Moncada; y reflexionó sobre el simbolismo de este día en el que —por segunda vez consecutiva—, se conmemoraba el natalicio de Martí inaugurando una ciudad escolar donde antes se albergaban los soldados de la tiranía.
“Es posible —reflexionó Fidel— que ni ustedes ni nosotros volvamos a tener esta oportunidad. Es posible que ya el año que viene no podamos inaugurar el 28 de enero otro cuartel convertido en escuela. ¿Saben por qué? Porque ya están acabándosenos los cuarteles. Podremos abrir nuevos centros, construir otras ciudades escolares, pero no tendrá ese sabor, ese sabor tan grato para ustedes y para nosotros, de ver convertido en magnífico centro, de ver llenos de maquinarias esos pabellones que ayer estaban llenos de fusiles, de máquinas de muerte […]”.1
El sueño de convertir cuarteles en escuelas comenzó a materializarse el 14 de septiembre de 1959, cuando el Gobierno Revolucionario entregó la mayor fortaleza militar de Cuba —el Campamento de Columbia—, al Ministerio de Educación, para que construyera la Ciudad Escolar Libertad. Luego, en un tiempo relativamente corto, “hasta el último cuartelito” fue transformado en escuela. El simbolismo de transformar 69 centros de represión y tortura en escuelas, marca la diferencia con todos los regímenes anteriores y es uno de los grandes orgullos del pueblo cubano.
Se estaban haciendo realidad las proféticas palabras de Raúl Castro cuando, el 17 de enero de 1957, después del ataque victorioso al cuartel de La Plata en la Sierra Maestra, escribió en su diario de campaña: “Desde lo lejos se veían arder sobre los cuarteles de la opresión las llamas de la libertad. Algún día no lejano, sobre esas cenizas levantaremos escuelas”.2
EL FUSIL Y LA CARTILLA DE ALFABETIZACIÓN
Fidel en su intervención en Santa Clara no solo abordó el tema de la educación y la conversión de cuarteles en escuelas.
Él también se refirió a la situación que enfrentaba el territorio de Las Villas con numerosas bandas armadas en las montañas de Trinidad y Sancti Spíritus [Escambray]. Sobre este tema, argumentó cómo el imperialismo había hecho grandes esfuerzos para establecer una cabeza de playa contrarrevolucionaria en Las Villas; cómo se había realizado la persecución a incontables bandidos por más de mil campesinos del Escambray y otros cientos venidos de las zonas montañosas de la región oriental; y cómo se llevaron a cabo las operaciones para capturar a los principales cabecillas de aquellos grupos y ocuparles la mayor parte de las armas.
Cuando a finales de diciembre de 1960 se movilizaron las Milicias y el Ejército en pleno ante el peligro de una agresión directa del imperialismo, decenas de bandidos aventureros y esbirros batistianos pensaron que el imperialismo iba a invadir a Cuba y comenzaron a subir las montañas del Escambray “en fila india”.
Así fue como, mientras el pueblo estaba en las trincheras, el número de elementos contrarrevolucionarios ascendió a cerca de 500 en la zona de Trinidad y Sancti Spíritus. Ellos esperaban la invasión norteamericana, pero quienes llegaron fueron los milicianos. “las bandas contrarrevolucionarias han quedado abandonadas a su suerte —dijo Fidel—, como quedan abandonados todos los aventureros. […] Las patrullas de milicianos obreros, que están tomando posiciones y moviéndose dentro de los cerros, llevan, cada uno de ellos, una pequeña biblioteca y una cartilla de alfabetización. Es decir, que no solo van a combatir y liquidar a los elementos contrarrevolucionarios sino que van a desarrollar, al mismo tiempo, la campaña de alfabetización en el Escambray. Es posible que ninguna fuerza militar en la historia del mundo hubiese llevado juntos estos dos instrumentos: el fusil y la cartilla de alfabetización”.3
UNA BATALLA VERDADERAMENTE ÉPICA
Antes de concluir sus palabras, Fidel expresó que “la Revolución se ha propuesto ganar una de las más grandes batallas por la cultura que haya librado ningún pueblo. Se propone erradicar el analfabetismo en un año. […] Así que esa sí va a ser una batalla verdaderamente épica, en que debe participar todo el pueblo. La Revolución no se ha propuesto hasta hoy nada que no haya sido capaz de lograr, y ahora tenemos por delante esa meta”.
Lo más difícil para alcanzar esa meta, estaba en el aislamiento de los campesinos. Y Fidel planteó la necesidad de que hubiese un alfabetizador en cada casa de las montañas y convocó a todos los estudiantes —de 13 años en adelante— para formar un ejército de 100 000 alfabetizadores.
En honor a la verdad, la campaña de alfabetización tuvo sus antecedentes durante la lucha guerrillera en las adversas condiciones de la Sierra Maestra. Ernesto Che Guevara estaba entre quienes alfabetizaban a los soldados rebeldes. En un pasaje de su diario de campaña —redactado el 9 de febrero de 1957—, al referirse con dolor a la muerte de Julio Zenón Acosta, escribe:
“Fue mi primer alumno en la Sierra; estaba haciendo esfuerzos por alfabetizarlo y en los lugares donde nos deteníamos le iba enseñando las primeras letras; estábamos en la etapa de identificar la A y la O, la E y la I. Con mucho empeño, sin considerar los años pasados sino lo que quedaba por hacer, Julio Zenón se había dado a la tarea de alfabetizarse […] El guajiro inculto, el guajiro analfabeto que había sabido comprender las tareas enormes que tendría la Revolución después del triunfo y que se estaba preparando desde las primeras letras para ello, no podría acabar su labor”.4
La campaña de alfabetización, catalogada por Fidel como una gran batalla, obtuvo su victoria el 22 de diciembre de 1961, cuando Cuba fue declarada Territorio Libre de Analfabetismo.
Eugenio Suárez Pérez | internet@granma.cu
Acela Caner Román | internet@granma.cu
[1] Fidel Castro Ruz: Obra Revolucionaria, 5 de febrero de 1961, p. 5.
[2] Diarios de Campaña Ernesto Che Guevara y Raúl Castro Ruz. La conquista de la esperanza. Ediciones Verde Olivo, La Habana, 2004, p. 194.
[3] Fidel Castro Ruz: Obra Revolucionaria, 5 de febrero de 1961, pp. 13, 14 y 15.
[4] Diarios de Campaña Ernesto Che Guevara y Raúl Castro Ruz. La conquista de la esperanza. Ediciones Verde Olivo, La Habana, 2004, p. 275.
Los ideales y la muerte
Este 10 de febrero se cumplen 85 años del fusilamiento de Severino Di Giovanni, anarquista expropiador. Fue fusilado por la dictadura de Uriburu.
La condena llegó a través de un juicio militar. Di Giovanni se encargaba de hacer asaltos para conseguir dinero e imprimir sus publicaciones, para la edición de libros anarquistas y para mantener a familias pobres de presos políticos de ideología libertaria. En una de sus salidas “expropiadoras” fue descubierto en el centro. Perseguido, herido y apresado, se le hizo un juicio militar y fue condenado a muerte. Murió gritando “¡Viva la anarquía!” en la Penitenciaría Nacional. Reuní todos los datos de los archivos y expedientes y hablé con testigos de la época. El diario Crítica describió su muerte:
“Dos hombres uniformados pasan por el pasillo llevando un pesado juego de grillos y los elementos necesarios para remacharlo. En la celda, la escena es terriblemente dramática. Los hombres colocan los hierros en los pies de Di Giovanni y durante un rato se sienten los golpes de martillo hasta que el condenado queda casi imposibilitado por completo para moverse. La tropa comienza a preparar sus armas. Con aparente tranquilidad los guardianes colocan en el patio el banquillo y miden cinco pasos hasta el sitio donde se hará la descarga. Cuando Di Giovanni emprende la marcha en dirección al lugar del fusilamiento, se oye desde lejos el ruido de los grillos al golpear en el suelo. Todos guardan el más completo silencio alterado solamente por las voces de mando del oficial que ha de dirigir la ejecución.
Mientras tanto, el patio de la prisión ofrece un aspecto desusado, verdaderos racimos humanos se apretujan en el estrecho espacio para no perder detalle. El techo de la carpintería –de dónde se domina el patio– también está colmado. Afuera, hay miles de personas que aguardan el privilegio de oír las detonaciones.
Al fondo del patio, una pared alta en cuya parte superior se encuentran las garitas de los centinelas. Hasta una distancia de cinco metros por delante de la pared, un cantero de un metro de altura cubierto de césped y cayendo en suave declive hacia uno de los caminos frente al taller de carpintería. Sobre ese cantero y a una distancia aproximada de tres metros de la pared, se había colocado la silla trágica.
A esa hora –las cinco– la madrugada recién comienza a insinuarse. El banquillo para la ejecución estaba colocado en la parte más elevada de la pendiente verde. Podía advertirse el respaldo exageradamente alto y sus patas, que de tan tiesas parecían incrustarse con fuerza, en el terreno.
Una marcha de soldados hizo volver las cabezas. Era el pelotón de guardiacárceles encargado de ejecutar las sentencias. Los soldados evolucionaron hasta formar cuadro dónde se encontraba el banquillo. Las voces de mando parecían ecos extraños.
Rodeado por guardianes, Di Giovanni se encontraba dentro del taller que es un galpón abierto hacia la pared de enfrente. Para evitar al reo la visión prematura del lugar de la ejecución se había cerrado el galpón con cobijas a manera de telones de un teatro grotesco. Por debajo de esas colchas se alcanzaban a ver los pies de Severino separados entre sí por la barra de hierro de los grillos. Una orden dicha en tono seco por el secretario del tribunal militar hizo que se condujera al reo a su presencia.
Durante las horas que permaneció en capilla parece que Di Giovanni había recuperado esa famosa serenidad que fue la norma de su vida. Apareció debajo de los telones marchando lentamente. Vestía un traje azul de mecánico, nuevo. Los grillos le separaban los pies hasta permitirle apenas un paso cortísimo. Una soga atada entre los grillos y las esposas le facilitaba los movimientos al andar. Llevaba las manos cruzadas hacia adelante.
Lo llevaron ante el secretario del tribunal. Parado frente al funcionario repitió el gesto de indiferencia con que la madrugada anterior recibiera la lectura de la sentencia. Solo que esta vez apenas si podía dominar la intensa agitación de que era objeto.
Levantaba bien alta la cabeza como si deseara aspirar de un golpe todo el aire que lo rodeaba. La mandíbula estaba extendida hacia adelante. El rostro congestionado sudaba copiosamente. La mirada estaba fija no ya en el secretario, sino en el cielo estrellado que podía verse sobre los almenares de la prisión.
La lectura de la sentencia fue mucho más larga no obstante ser el mismo documento. Mientras escuchaba la lengua humedecía constantemente sus labios resecos. Parecía que estaba a punto de hablar pero que dominaba el deseo. Silenciosamente escuchó la lectura de la sentencia.
Continuó andando. Al llegar al pie del cantero en dónde se hallaba el banquillo, necesitó la ayuda de dos oficiales para subirlo. Resbalaba en los pastos humedecidos del cantero. Subió luego efectuando unos pequeños saltos cuya contemplación acentuaba lo trágico del espectáculo.
Los dos oficiales lo sujetaban de los brazos levantándolo en peso para evitar una caída. Con un ademán algo brusco se soltó de los oficiales que lo conducían efectuando los últimos pasos hacia al banquillo. Luego con cierta displicencia tomó asiento en el mismo. Apoyó la espalda contra el alto respaldo del sillón. Y luego se quedó contemplando los preparativos con el cuerpo en descanso un poco inclinado hacia adelante.
Una vez sentado y el pelotón a su frente se acercó a él un soldado con la venda en las manos. Llegó hasta él por la espalda. Le puso la venda sobre sus ojos pero Di Giovanni le dijo:
–No quiero que me pongan la venda.
Cómo el soldado insistiera, hizo un gesto brusco con la cabeza. Entonces el soldado se retiró después de haberlo atado al banquillo con una soga que le cruzaba el pecho.
Cuando el pelotón estaba listo para apuntar y el sargento dio por señas la orden de apuntar, Di Giovanni se afirmó fuertemente contra el respaldo del banquillo. Levantó la cabeza. Puso todos los músculos en tensión y luego, irguiéndose todo lo que fue posible concretó en un grito su último pensamiento
–¡Evviva l’anarchia!
Segundos después, el jefe del pelotón bajaba la espada y el cuerpo de Di Giovanni era atravesado por 8 balazos. Al recibir la descarga un poco de humo que salió de su pecho marcó el sitio de los impactos. Su cara se contrajo en una mueca violenta de dolor. Una reacción muscular lo hizo levantarse del banquillo para caer pesadamente hacia al costado izquierdo. El respaldo del banquillo hecho astillas. Un gran charco de sangre inundó el asiento cayendo al suelo.
Un aullido atroz desgarra el silencio: son los presos de la cárcel que se despiden de su compañero.
Sobre el césped, él se mueve todavía. Aunque tenía el pecho atravesado de proyectiles no murió instantáneamente. Se acerca el sargento y le da el tiro de gracia. Preciso y eficaz. Un estremecimiento del cuerpo que queda inmóvil. Son las 5.10.
El doctor Cirio, médico de la prisión, el director de la penitenciaría y otras personas se aproximan. El médico constata la muerte y extiende el certificado. El cadáver es llevado hasta una ambulancia dónde hay un féretro de pino blanco.
Ha terminado todo. Rostros pálidos abandonan la prisión y cuando salen a la calle Las Heras respiran a pulmón pleno. Severino Di Giovanni ha pagado su deuda.
La valentía del reo hasta el último momento llamó la atención de todos y hay rostros pálidos y semblantes descompuestos por la ruda impresión.”
“La descarga terminó con el más hermoso de los que estaban presentes”, escribirá el cronista del Buenos Aires Herald.
Osvaldo Bayer
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