lunes, agosto 31, 2020

A 40 años del levantamiento obrero en Polonia: los antecedentes de la lucha



El 31 de agosto de 1980, se firman los acuerdos de Gdansk en una Polonia con la clase obrera sublevada. Luego de una prolongada huelga con ocupación de fábricas, el comité de huelga de los obreros del Báltico firmó un acuerdo con la burocracia stalinista, mediante el cual obtuvo la satisfacción de la mayoría de las reivindicaciones contenidas en el pliego de veintiún reclamos. Este acuerdo, que aparentaba un triunfo obrero fue transformado, bajo la influencia de la Iglesia Católica y los intelectuales pequeñoburgueses cooptados a la dirección del sindicato Solidaridad, no en un paso hacia el desplazamiento de la burocracia stalinista, sino uno hacia la derrota que llegaría luego de más de un año, en diciembre de 1981. En su transcurso hubo una intensa lucha política entre las tendencias revolucionarias que anidaban en el proletariado polaco y la contrarrevolución cuya expresión se encontraba en un frente unido entre el Vaticano encarnado en Lech Walesa, líder del sindicato Solidaridad, y la iglesia polaca con la burocracia stalinista.

La tradición revolucionaria del proletariado polaco

El movimiento obrero polaco tuvo desde su origen el método de la huelga con ocupación de fábricas. Durante el período que abarca desde 1918 a 1919, bajo el influjo de la revolución bolchevique, se formaron consejos obreros en Varsovia y Lublin, junto a milicias obreras que impusieron aumentos salariales a los patrones sin consultarlos.
El pacto Hitler-Stalin de 1939 que repartió Polonia tuvo como resultado el aplastamiento del movimiento obrero polaco a ambos lados de la línea divisoria del acuerdo .
En 1944 el Ejército Rojo ingresó a Polonia, barriendo a los nazis. La clase obrera reavivó la organización sindical y formó un comité central de los sindicatos. Se abría en Polonia una tendencia revolucionaria, cuyo contenido era anticapitalista y también se enfrentaba a la regimentación que pretendía imponer la burocracia del Kremlin. Esto se tradujo en la derrota sufrida por los candidatos stalinistas en las elecciones sindicales de 1945, a manos de los candidatos del Partido Popular Socialista.
Esta tradición se mantendrá viva. En 1978 arrecian nuevas huelgas a cuyo influjo se formaron comités de autodefensa social( KOR) y se organizaron los comités de fundación de sindicatos libres en el Báltico y Katowice.

Los préstamos de los países imperialistas, los acuerdos de Helsinki y el empobrecimiento de las masas polacas

A partir de 1970 tuvo lugar un boom de empréstitos a la URSS y a los países de Europa Oriental, como así también de compra de granos a Estados Unidos. En ese mismo contexto Alemania occidental otorgó un préstamo al estado polaco cuya moneda de cambio fue la entrega de carbón polaco con la finalidad de controlar la energía de ese país. En rigor, lo mencionado tenía la finalidad de dislocar la economía estatal polaca. Entre 1973 y 1975 se firmaron los acuerdos de Helsinki que determinaban la libre circulación de capitales este-oeste y el libre comercio, con la pretensión de liquidar el monopolio del comercio exterior y el régimen de propiedad estatal de los estados obreros del este de Europa. Durante la década del 70 la balanza comercial polaca era desfavorable ya que las exportaciones no crecían al ritmo de las importaciones. La crisis del petróleo de 1973 agravó la situación en términos de carestía y la burocracia del estado polaco se endeudó en 20.000 millones de dólares con el FMI. La situación adquirió una gravedad inusitada en 1980, año en que se constató una drástica disminución de la inversión y la producción industrial. En contraste evidente con esta circunstancia creció el consumo de artículos considerados suntuarios para la mayoría de la población(autos, televisores y grabadoras) cuyo consumo era patrimonio de la burocracia gobernante y que empujaba los precios hacia arriba. La ausencia de renovación tecnológica produjo el atraso agrario como resultado de la existencia del 90% de las tierras a manos privadas en forma de minifundio, debido al fracaso de la colectivización forzosa, lo cual fue causa de una baja producción de alimentos. El desabastecimiento en los comercios tuvo su correlato en el aumento de los precios en un 12% en 1978 y en un 25% en 1979, mientras los salarios sufrían una merma en términos de poder adquisitivo( había bajado drásticamente el salario real)

Gomulka y la Iglesia Católica

Las traiciones a la clase obrera por parte de la burocracia stalinista provocaron el acercamiento a la Iglesia Católica por parte de sectores de las masas. El catolicismo de esa franja de la población no fue el fruto de la “esencia cristiana” del pueblo polaco, sino del retroceso ideológico provocado por años de opresión stalinista y de sus capitulaciones y traiciones ante el régimen hitleriano. Durante la década del 60 Wladislaw Gomulka, secretario general del PC polaco produjo una apertura deliberada y consciente a la Iglesia Católica y acordó el retorno a Polonia del cardenal Wiszcinski, dándole a la iglesia amplísimas libertades para difundir sus posiciones políticas e ideológicas reaccionarias, en contraposición con la persecución sufrida por los activistas y militantes obreros. A su turno esto tendría sus frutos en el proceso de restauración capitalista.

La continuidad histórica de la lucha del proletariado polaco contra la burocracia stalinista

Durante el año 1956,hubo un enorme levantamiento obrero en Polonia, con epicentro en la ciudad de Poznan. Su raíz la encontramos en el sistema de primas y normas de producción (trabajo a destajo) que hundía el salario obrero. Lejos de negociar, la burocracia endureció su posición. Esto va a provocar un levantamiento del proletariado polaco. No era para menos: en cinco años la productividad había crecido un 24,5% , mientras los salarios lo habían hecho en apenas un 3,5%. Los sindicatos, apenas un apéndice del estado obrero burocratizado, jugaron un rol de freno de las demandas obreras crecientes. En consecuencia la clase obrera polaca rompía con sus direcciones y se organizaba en consejos obreros. Hasta la misma estructura del POUP( Partido Comunista Polaco) se conmovía, lo cual obliga al mismo Nikita Kruschev (secretario general del PCUS) a viajar a Varsovia y a colocar al ejército ruso a las puertas de la capital polaca. A diferencia de la supresión del levantamiento en Budapest ese mismo año, la fuerza armada soviética no intervino, pero antes la represión había dejado la secuela de cien muertos en las filas obreras. El aparato del POUP legalizó los consejos obreros para estrangularlos en su verdadera naturaleza, reduciéndolos a un papel de asesoramiento productivo. En dos años, los consejos obreros se ven reducidos al recuerdo.

La década del 70

A fines de 1970 y principios de 1971 estallaron nuevas revueltas obreras. Su epicentro estuvo constituido por las ciudades bálticas,Gdansk, Elblag y Szczein, donde manifestaciones masivas de obreros destruyeron locales del POUP. La burocracia dirigente del Estado obrero polaco había encendido la mecha aplicando un nuevo programa de austeridad vaciando los almacenes de productos de primera necesidad, que sufrían un aumento drástico de precios, mientras privilegiaban la promoción del consumo de bienes duraderos suntuarios, cuya compra estaba al alcance de capas de la burocracia del partido. La situación había adquirido una enorme virulencia en Gdansk, Sczcezin y Elblag donde hubo enfrentamientos con la milicia. El resultado fue la muerte de doscientos trabajadores, mientras se incomunicaban las ciudades . La huelga terminó dando lugar a la renuncia de Gomulka quien era reemplazado por Edward Gierek a la cabeza del Poup. Durante el movimiento huelguístico que, como en 1956 expresaba una tendencia a la revolución política, la clase obrera se organizó en comisiones obreras cuyo papel excedía al de la misma huelga ya que cumplía la función de organizar la ciudad en materia de transporte y alimentos. La huelga terminó levantándose debido a las promesas de elecciones libres, la libertad a los presos políticos y el congelamiento de precios. No obstante, no desaparecieron las tendencias revolucionarias del proletariado polaco, apenas se disiparon, retrasando una nueva irrupción que no tardará en hacerse efectiva.
Entre 1970 y 1976 la burocracia stalinista polaca aprovechó para desatar represalias contra los dirigentes de las comisiones obreras. Cabe señalar que los consejos sindicales que dependían de los sindicatos oficiales estaban en su mayoría integrados por funcionarios completamente alejados de la clase obrera. En 1971, sobre 32.200 presidentes de esos consejos solo el 28% eran obreros Esta realidad llevó al aparato del POUP a pensar que tenía el camino allanado hacia una nueva ofensiva económica contra la clase obrera. Esto lo tradujo en un aumento de precios. Había equivocado su caracterización, empujada por la necesidad de hacer frente al cumplimiento de los compromisos de pago a los acreedores externos y por la distancia abismal entre sus representantes sindicales y el proletariado fabril polaco . La respuesta obrera no se hizo esperar, influida por el nivel del ataque de la burocracia atada a los intereses del capital mundial y por la tradición y experiencia acumulada durante los años anteriores. Estallaron huelgas de una combatividad sinigual, en especial en Ursus y Radon. Como en los anteriores levantamientos hubo detenciones, juicios a los activistas obreros, y muertos, debido a la represión de la milicia polaca. Pero los trabajadores hicieron retroceder el aumento de precios, obteniendo una victoria parcial. En 1978 se repitió un aumento enorme del costo de vida que abrió curso a una nueva huelga. En el transcurso de la lucha surgió el KOR (Comité de Defensa Obrera) cuya posición se iba a oponer por el vértice al derrocamiento de la burocracia mediante la revolución política. Su posición era la resistencia no violenta y la transformación gradual del Estado dirigido por la burocracia. El KOR, junto a la Iglesia Católica, van a jugar un rol desmovilizador y desmoralizador en el levantamiento de 1980.
El seguimiento de Política Obrera y la Tendencia Cuarta Internacionalista a la revolución en Polonia fue intenso. El inicio del proceso está cubierto ampliamente en el segundo número de la revista Internacionalismo.
El Vaticano observaba con inquietud la beligerancia del proletariado polaco y decidió intervenir. Juan Pablo II, papa polaco (Karol Wojtyla, elegido en 1978, cumplió un rol de magnitud en la restauración capitalista de los estados obreros del este de Europa y de freno a la insurgencia obrera), visitó Polonia en 1979 con la finalidad de actuar como un factor de bloqueo a la insurgencia obrera y sus tendencias a la revolución política. Se profundizó el papel político que la burocracia le habilitaba a la Iglesia Católica con esa finalidad. Un dato relevante fue la creación de una Universidad Católica. La Iglesia iba a ser un aliado inestimable de la burocracia stalinista, una santa alianza contrarrevolucionaria.

Roberto Gellert

Las voces ignoradas en más de 100 días de cuarentena Argentina



Un documento audiovisual ineludible: imágenes y testimonios exclusivos de La Izquierda Diario Multimedio, que se fueron multiplicando durante los más de 100 días de cuarentena, en vivo por Alerta Spoiler, Se Tenía que decir y Antes que sea tarde.
Cámara, móviles y coberturas: Lucho Lucero, Javier Brat
Cámara y fotos: Kresta Pepe
Realización audiovisual: Violeta Bruck, Javier Gabino, Julián Emerott
Las imágenes corresponden a solo una parte de la cobertura que se realizó para los noticieros centrales, pero hay muchas más realizadas por los cientos de corresponsales en todo el país y que están expresadas en muchos programas de la grilla de La Izquierda Diario Multimedia.

TROTSKY, La Serie ¿Por qué Putin y NETFLIX odian a Trotsky?



Iña vuelve con todo, para hablarnos de la cantidad de basura que contiene la serie impulsada por el gobierno de Putin en el canal 1 de Rusia, y luego publicada en la famosa plataforma Netlix. Mentiras y verdades reveladas en este video.

“El capitalismo utiliza tanto la «zanahoria» de la democracia como el «palo» del fascismo”



Entrevista a Jacques Pauwels

Mohsen Abdelmoumen: En su libro Big Business avec Hitler menciona la colaboración de la élite económica industrial y financiara con Hitler. ¿Fue Hitler un producto puro del sistema capitalista, un instrumento?
Dr. Jacques Pauwels: El llamado “nacional-socialismo” de Hitler (que en realidad no era en absoluto una forma de socialismo) era la variante alemana del fascismo y el fascismo era una manifestación del capitalismo, la manera brutal y cruel en la que se manifestó el capitalismo durante el periodo de entreguerras en respuesta a la amenaza del cambio revolucionario encarnado por el comunismo y a la crisis económica de la Gran Depresión. En efecto, se puede calificar a Hitler de “instrumento” del capitalismo en la medida en personificó la variante alemana del fascismo. Sin embargo, como menciono en mi libro, el término “instrumento” es demasiado simplista en realidad. Sería más exacto definir a Hitler como una especie de “agente”, un ser humano complejo con un espíritu propio, que actúa en nombre del capitalismo alemán, aunque no siempre de acuerdo con los deseos de los capitalistas, en vez de calificarlo de simple “instrumento” o “herramienta” del capitalismo alemán. Eso explica por qué los capitalistas alemanes no siempre estuvieron completamente satisfechos de los servicios de Hitler. Pero la ventaja de este acuerdo era que tras el desmoronamiento de la Alemania nazi pudieron culpar al “agente” de todos los crímenes que él había cometido en su nombre.
MA: ¿El capitalismo tiene una necesidad vital del nazismo y del fascismo?
JP: El capitalismo es un sistema socio-económico muy flexible que es capaz de funcionar en diferentes contextos políticos. Sin duda es un mito que el capitalismo, llamado por eufemismo “mercados libres”, es una especie de hermano siamés de la democracia, es decir, que el entorno político preferido del capitalismo es la democracia. La historia nos demuestra que el capitalismo prosperó en unos sistemas muy autoritarios y apoyó a estos sistemas con entusiasmo. En Alemania el capitalismo se comportó extremadamente bien cuando Bismarck dirigió el Reich con mano de hierro. Alemania bajo Hitler siguió siendo capitalista al 100 % y el capitalismo prosperó con Hitler, antes y durante la guerra, como he demostrado en mi libro.
El capitalismo también es capaz de asociarse a la democracia, y está deseoso de hacerlo, en particular si parecen necesarias unas reformas democráticas para disipar la amenaza de un cambio revolucionario, por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se introdujeron en Europa reformas políticas y sociales democráticas (el Estado de Bienestar) para hacer fracasar las reivindicaciones mucho más radicales, incluso revolucionarias, formuladas por los movimientos de resistencia en países como Italia o Francia. Se podría decir que para conseguir su objetivo de lograr el máximo beneficio el capitalismo está dispuesto a utilizar tanto la «zanahoria» de la democracia como el «palo» del fascismo y otras formas de autoritarismo, como las dictaduras militares.
MA: ¿El ascenso de grupos neonazis y fascistas por todo el mundo sirve al gran capital y a la oligarquía que gobierna el mundo?
JP: Como he mencionado antes, el fascismo es una manifestación del capitalismo. En otras palabras, es la manera en la que el capitalismo, como un camaleón, adapta su color a un entorno social y político cambiante. El fascismo histórico de la década de 1930, personificado por personajes como Mussolini y Hitler, reflejaba la respuesta del capitalismo, en Italia y Alemania, a la doble amenaza del cambio revolucionario a la rusa y de la Gran Depresión.
Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el fascismo estaba probablemente muerto y enterrado, el capitalismo (en particular el capitalismo estadounidense) se apoyó en los sistemas neo, cuasi o criptofascistas para neutralizar amenazas similares. Por ejemplo, en Chile, donde Pinochet fue llevado al poder para impedir unas reformas radicales y permitir al capital de inversión estadounidense instalarse con toda seguridad en el país. Hoy en día problemas económicos y sociales cada vez más importantes asociados a unas amenazas revolucionarias reales o percibidas han hecho que el capitalismo haya generado en varios países partidos y movimientos políticos fascistas o, si lo prefiere, casi o neofascistas. Por el momento el capitalismo no necesita llevar a estos fascistas la poder, pero resultan ser muy útiles porque, como Hitler con su antisemitismo, desvían la atención del público de los fallos del sistema capitalista echando la culpa a chivos expiatorios (preferentemente de color) como las personas musulmanas, refugiadas, chinas o rusas. El escritor alemán Bertolt Brecht nos advirtió poéticamente de ello haciendo alusión al fascismo hitleriano y a la capacidad intacta del capitalismo de generar nuevas formas de fascismo:

“[…] So was hätt einmal fast die Welt regiert!

Die Völker wurden seiner Herr, jedoch

dass keiner von uns zu früh da triumphiert

Der Schoss ist fruchtbar noch, aus dem das kroch”

(¡Una vez algo así casi gobierna el mundo!/Los pueblos lograron hacerse con él, sin embargo,/que nadie nos cante triunfo demasiado pronto, continúa fértil el vientre del que surgió aquello. La resistible ascensión de Arturo Ui)
MA: La Unión Europea acusa a la URSS de haber desencadenado la Segunda Guerra Mundial, ¿qué opina usted?
JP: Acusar de la Segunda Guerra Mundial a la URSS (y, por consiguiente al Estado ruso que le sucedió) es una declaración puramente política. Constituye una distorsión monstruosa y vergonzosa de la historia. A lo largo de la década de 1930 la Unión Soviética estuvo años tratando de establecer con Francia y Gran Bretaña una alianza contra Hitler, pero fue rechazada varias veces. La razón de ello reside en el hecho de que los hombres que estaban en el poder en Londres y París no querían entrar en guerra al lado de la Unión Soviética contra Hitler, sino que querían que Hitler utilizara la potencia militar de Alemania para encaminarse hacia el este y destruir la Unión Soviética mientras ellos observaban tranquilamente entre bastidores. Sin duda Hitler quería la guerra y por ello se le reprocha con razón haber desencadenado la Segunda Guerra Mundial. Pero los dirigentes franceses y británicos son responsables en parte porque ellos animaron a Hitler y le apoyaron con su política de “apaciguamiento”, por ejemplo, ofreciéndole Checoslovaquia en bandeja de plata en el marco del tristemente célebre pacto que firmaron con él en Munich en 1938.
MA: Al culpar a la URSS, ¿acaso no tratan los políticos y los medios occidentales de ocultar su propia historia atroz de colaboración con Hitler y el nazismo?
JP: En efecto, culpando a la Unión Soviética los países “occidentales”, o al menos sus dirigentes, tratan de desviar la atención del papel que ellos mismos desempeñaron en el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Por medio de su infame política de apaciguamiento los dirigentes británicos y franceses fomentaron y facilitaron los planes de Hitler de una “cruzada” contra la Unión Soviética. Y la élite de las empresas y las finanzas de los países occidentales, incluido Estados Unidos, colaboró muy estrechamente (y de manera muy beneficiosa) con Hitler, como he demostrado en mis libros Big Business avec Hitler y El mito de la guerra buena (1).
JA: En sus obras Big Business avec Hitler y El mito de la guerra buena: Estados Unidos y la Segunda Guerra Mundial usted desmonta el mito de que Estados Unidos “liberó” a Europa, aunque es sabido que el momento crucial de la guerra es la victoria de Stalingrado de los soviéticos. ¿No es otra mentira histórica afirmar que Estados Unidos liberó a Europa? ¿Acaso Estados Unidos no colonizó simplemente Europa? ¿Cómo explica usted la dependencia de Europa respecto a Estados Unidos y el hecho de que los europeos siempre sigan la política imperialista de Estados Unidos? ¿No se ha quedado obsoleta la OTAN?
JP: Es cierto que la Unión Soviética hizo, con mucho, la mayor aportación a la victoria de los Aliados. Si el Ejército Rojo no hubiera logrado detener la apisonadora nazi ante Moscú en 1941 y obtener victorias importantes en Staligrado y otros lugares, Hitler habría ganado la guerra. Pero los nazis tenían la maquinaria de guerra más poderosa que se haya visto nunca y para vencerla se necesitaba la contribución de todos los ejércitos aliados y también de los movimientos de resistencia. No se puede negar que el ejército estadounidense también hizo una contribución importante; sin embargo, los dirigentes estadounidenses se aprovecharon de la presencia de su ejército en Europa occidental para establecer su hegemonía en esta parte del mundo. En muchos sentidos, Estados Unidos no “liberó” verdaderamente a los países de Europa occidental. Todavía hoy Alemania no es “libre” de pedir a las tropas estadounidenses que abandonen su territorio, y Bélgica y los Países Bajos deben tolerar la presencia de bombas atómicas estadounidenses dentro de sus fronteras. El presidente francés Charles de Gaulle no estaba lejos de la verdad cuando describió la liberación estadounidense de Francia como una segunda “ocupación” tras la ocupación alemana. Al contrario de los alemanes y belgas, de Gaulle tuvo el valor de exigir que las tropas estadounidenses abandonaran Francia y esa es una de las razones por las que parece que la CIA estuvo implicada en diferentes atentados contra su vida.
Pero ni siquiera de Gaulle pudo evitar adherirse a la OTAN, que no es en absoluto una alianza entre iguales sino un club de “satélites” europeos de Estados Unidos, estrictamente controlado por el Pentágono y que funciona como un departamento de ventas y de relaciones públicas del “complejo militar-industrial” estadounidense. En su origen la OTAN se creó para defender Europa occidental de una amenaza totalmente ficticia proveniente de la Unión Soviética, de modo que se debería haber disuelto tras el desmoronamiento del “Imperio del mal”. Sin embargo, para Estados Unidos la OTAN es un instrumento muy útil y poderoso para controlar Europa. Y, en efecto, este control, esta hegemonía, fue establecido por Estados Unidos en los meses que siguieron al desembarco de sus tropas en Normandía en 1944. Irónicamente, esta hazaña no habría sido posible si mucho antes el Ejército Rojo no hubiera atestado varios golpes mortales a la Alemania nazi.
MA: ¿La intervención estadounidense en Europa durante la Segunda Guerra Mundial no es simplemente una guerra capitalista? ¿No sirve fundamentalmente a los intereses del imperialismo estadounidense y a su completo militar-industrial?
JP: La Segunda Guerra Mundial fueron dos guerras en una. Por una parte, se trataba, efectivamente, de una guerra “capitalista” o, más bien, de una guerra “imperialista”. El imperialismo era, es, la manifestación internacional, mundial, del capitalismo que implica la competencia y el conflicto entre las principales potencias capitalistas/imperialistas por unos territorios que que rebosan de elementos codiciados, como materias primas (petróleo, por ejemplo) y mano de obra barata. La Primera Guerra Mundial fue un conflicto imperialista, pero no solucionó las cosas, de modo que las potencias imperialistas entraron en guerra una segunda vez. Estados Unidos salió de este conflicto como el gran ganador gracias, irónicamente, a la aplastante derrota gracias a la Unión Soviética del otro candidato a la supremacía imperialista, la Alemania nazi.
Al mismo tiempo, la Segunda Guerra Mundial también fue un conflicto entre el capitalismo-imperialismo y el socialismo, encarnado por la Unión Soviética. Es una ironía de la historia que ambos tipos de conflictos se hayan fusionado y generado unas contradicciones como la alianza de facto de la Unión Soviética socialista, intrínsecamente anticapitalista y antiimperialista, con dos potencias imperialistas antisocialistas, Estados Unidos y Gran Bretaña. La guerra sirvió a los intereses del imperialismo estadounidense en el sentido de que permitió a Estados Unidos emerger como el número uno indiscutible del imperialismo. Pero el resultado de la guerra fue imperfecto porque significaba también un triunfo para la Unión Soviética antiimperialista y por esa razón inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial Washington empezó una nueva guerra, la Guerra Fría, cuyo objetivo era nada menos que la eliminación de la Unión Soviética.
MA: El imperialismo estadounidense nunca ha cesado una política de guerra y de golpes de Estado por todo el mundo. ¿Las guerras imperialistas que han devastado Irak, Afganistán, Libia, Siria y Yemen no son sintomáticas de la barbarie del imperialismo estadounidense?
JP: Históricamente el imperialismo estadounidense ha perseguido sus objetivos de manera sistemática, despiadada y se podría añadir que no solo abiertamente sino también furtivamente por medio de la guerra abierta, la guerra económica, la desestabilización, el sabotaje y los intentos de asesinato. Citemos entre los ejemplos de esta crueldad el bombardeo inútil de Hiroshima, la guerra química contra el pueblo vietnamita, los intentos de asesinato logrados o no de dirigentes recalcitrantes como Fidel Castro y Lumumba, y unas sanciones económicas que cuestan la vida a decenas, incluso centenares de miles de mujeres y niños, como reconoció tristemente Madeline Albright en referencia a Irak. De modo que sí, las guerras desencadenadas por Estados Unidos en Irak, Afganistán, Libia, etc., son sintomáticas de esta crueldad o barbarie, como usted lo denomina.

¿Quién es el dr. Jacques Pauwels?

Jacques R. Pauwels es un historiador, investigador y escritor nacido en Gante, Bélgica. Emigró a Canadá en 1969 después de estudiar Historia en la Universidad de Gante y se instaló cerca de Toronto. Hizo estudios de doctorado en la York University de Toronto y se especializó en la historia social de la Alemania nazi. En 1976 obtuvo el doctorado. Es profesor de Historia en varias universidades canadienses, incluidas la universidad de Toronto y la de Guelph. En 1995 obtuvo un doctorado en Ciencias Políticas en la especialidad de la reglamentación de las inversiones extranjeras en Canadá. Ofrece conferencias en varias universidades de Ontario, incluidas las universidades de Toronto, Waterloo y Guelph. Y ha publicado muchos artículos.
Ha escrito varios libros que se han traducido a diferentes lenguas. Entre sus obras destacan Women, Nazis, and Universities : Women University Students in Nazi Germany, 1933-1945, El mito de la guerra buena, Big business avec Hitler, Les mythes de l’Histoire moderne y Le Paris des sans-culottes.
En su página web, http://www.jacquespauwels.net, se publican las conferencias y entrevistas en las que ha participado, así como sus muchas publicaciones.

Mohsen Abdelmoumen, un periodista argelino independiente. Colabora con varios periódicos argelinos como Alger Républicain y con diferentes páginas web de prensa alternativa. Su blog es Algérie Résistance.

Nota:

(1) En francés Le Mythe de la Bonne Guerre : Les USA et la Seconde Guerre mondiale. Es el único libro de Pauwels traducido al castellano, en este caso por José Sastre: El mito de la guerra buena, Hiru, Hondarribia, 2002. (N. de la t.)

Fuente: https://mohsenabdelmoumen.wordpress.com/2020/08/14/dr-jacques-pauwels-pour-poursuivre-ses-objectifs-de-maximisation-des-profits-le-capitalisme-est-pret-a-utiliser-la-carotte-de-la-democratie-ainsi-que-le-baton-du-fas/

Lo que está en juego en Bielorrusia



Desde hace 3 semanas, los trabajadores y el pueblo bielorruso se encuentran protagonizando una gesta de características únicas para la historia del país europeo. Las elecciones del 9 de agosto y el escandaloso resultado oficial que dio como ganador por un 80% a Alexander Lukashenko generaron un enorme repudio sacando a cientos de miles a las calles y llevando a la clase obrera, en particular, a desarrollar un inédito proceso de huelgas, que se encuentran prácticamente ilegalizadas desde 1991. La represión generalizada del régimen, con 7 mil detenidos, aproximadamente 10 muertos y decenas de desaparecidos, no logró contener la lucha. En estos momentos, el gobierno de Lukashenko se encuentra llevando adelante la judicialización y detención tanto de representantes de la oposición política como de dirigentes de los lugares de trabajo en huelga. La rebelión del pueblo bielorruso ha puesto de relieve las tensiones presentes en la región y los intereses que están en juego.

Lukashenko y un frágil equilibrio

El contraste entre las masivas movilizaciones anti gubernamentales y las raquíticas manifestaciones de apoyo a Lukashenko (organizadas bajo la presión del aparato estatal), son solo un indicio más de una realidad comprobada para todos los jugadores del escenario político internacional: el (ex)líder bielorruso ya no cuenta con apoyos significativos a nivel local. Su permanencia en el cargo se debe, por sobre todas las cosas a que aún controla los resortes de las fuerzas represivas y de los servicios secretos. Dentro del régimen construido por Lukashenko desde 1994, el personal policial y militar cuenta con varias prerrogativas económicas y sociales, altos salarios, acceso a créditos hipotecarios subsidiados, entre otros, lo que favorece la lealtad al gobierno entre los subordinados, amén del lugar de privilegio que detentan los altos mandos.
El otro factor de apoyo relativo que conserva Lukashenko es Putin, quien en las últimas horas anunció la conformación de una reserva antidisturbios rusa a disposición del gobierno bielorruso en el caso de que la situación se desmadre por completo. Sin embargo, numerosos especialistas señalan que Putin estaría dispuesto a tolerar una salida “a la armenia”, en referencia al proceso de movilizaciones ocurrido en ese país en 2018, que concluyó en el desplazamiento del primer ministro prorruso Serzh Sargsyan pero sin cuestionar el mantenimiento de ese país dentro de la órbita rusa. En cambio, las posibilidades de una intervención de Moscú se incrementan en caso de que se imponga una salida que busque alinear al país con la Unión Europea y la Otan, es decir, un escenario más parecido al de Ucrania en 2014.

Los límites de la oposición y de la intervención imperialista

Existen una serie de distinciones entre la situación bielorrusa y el Euromaidán ucraniano de 2014 que derribó al gobierno de Victor Yanukovich (asilado en Rusia), quien fue reemplazado por un gobierno derechista y abiertamente proimperialista. En primer lugar, no existe entre las masas bielorrusas en lucha un sentimiento antirruso extendido, en segundo lugar, no hay agrupaciones de extrema derecha jugando un rol destacado en las movilizaciones y, por último, la clase obrera bielorrusa está interviniendo, con sus métodos, en la situación política, lo que no ocurrió en el caso ucraniano. En este cuadro, la oposición pro occidental -que aboga por una restauración capitalista sin contemplaciones- se encarga de señalar repetidamente que no está entre sus objetivos encarar un rumbo de oposición a los intereses rusos. Esta oposición, copada por banqueros y ex miembros del régimen, está nucleada en el consejo de coordinación convocado por Svetlana Tikhanovskaya, con el objetivo de organizar la transición post Lukashenko,
Es importante tener presente que este sector tiene que operar sobre la contradicción entre los intereses materiales y el programa que representa (privatizaciones masivas, entre otros) y los de las masas sublevadas, que han salido a las calles contra el régimen dictatorial de Lukashenko, golpeadas por el deterioro económico y el mal manejo de la pandemia.
La Unión Europea, principal soporte de la oposición, no tiene una posición común, por fuera del desconocimiento de la elección del 9 de agosto y del objetivo general de colonizar económicamente a los ex estados obreros. Polonia, los países bálticos y Ucrania (este último no integra la unión) impulsan el reconocimiento internacional como gobierno oficial de Bielorrusia del consejo dirigido por Tikhanovskaya, en una réplica de la política del imperialismo en Venezuela y el intento de colocar a Juan Guaidó como el presidente real del país (El País, 22/8).
Por su parte, Alemania y Francia, los líderes del bloque, buscan evitar una confrontación abierta con Putin, por lo que se encuentran entre aquellos que impulsan una transición ordenada, incluso con miembros del régimen bielorruso, sobre la que buscarán influir para asegurar posiciones para sus propios capitales.
Trump dio un cauteloso apoyo a las manifestaciones y dijo que hablará sobre el tema con Rusia. Dijo seguir el tema “muy de cerca”. Uno de los aspectos de esta preocupación es contener la penetración china en la región que viene acrecentándose. China ha invertido capitales en el país del este europeo e instalado parques para la radicación de empresas tecnológicas. Para el gigante asiático, Bielorrusia es un escalón más en el objetivo de poner en pie la “ruta de la seda”, un eje económico euroasiático que facilite en el intercambio entre China y Europa.

La intervención de las masas

El último domingo volvió a desarrollarse una masiva movilización de alrededor de 200 mil personas en Minsk.
En la izquierda bielorrusa -según un reportaje a activistas publicado por la revista Nueva Sociedad este mes- existe una parte que cierras filas con Lukashenko, como el Partido Comunista de Bielorrusia. Al mismo tiempo, existen youtubers de izquierda y kruzkhi marxistas (grupos de “autoeducación”) que centran su agitación contra la oposición proimperialista y reivindican la herencia soviética. En cambio, se sitúan en la oposición un desprendimiento del PC (llamado Un Mundo Justo), el Partido Verde y grupos anarquistas, que serían víctimas predilectas de la represión estatal.
A nivel del movimiento obrero, las huelgas en curso implican un importantísimo reanimamiento. A principios de los ’90 hubo un proceso de formación de sindicatos independientes que fueron aplastados. La represión brutal de la huelga del subte en 1995 habría sido la gran última lucha sindical. Los sindicatos se encuentran integrados al Estado (Federación de Sindicatos), existiendo pequeñas, aunque combativas, agrupaciones. Con más de 150 lugares de trabajo en huelga esta semana, la vitalidad de los trabajadores permanece intacta.
Está en manos de la clase obrera y del pueblo bielorruso la posibilidad no solo de echar a Lukashenko y de terminar con un régimen represor, sino la de abrir paso a un rumbo político ajustado a los intereses de los trabajadores. Para que este desenlace se imponga es necesario enfrentarse no solo al gobierno sino delimitarse de la oposición ya que la imposición de su programa implicaría un retroceso aun mayor para las condiciones de vida de la población. Ya en el último periodo, Lukashenko avanzó contra la clase obrera imponiendo contratos de trabajo individuales, salarios congelados pese al aumento de los precios, así como el aumento en la edad jubilatoria. Lukashenko pilotea, en sus propios términos, un proceso de restauración capitalista sumamente aletargado por comparación con otros países.
Es necesario reforzar la organización de los lugares de trabajo y la continuidad de las movilizaciones para echar a Lukashenko y la puesta en pie de un partido revolucionario para abrir paso a un gobierno de trabajadores.

Leandro Morgan

Aporte de grandes fortunas y canje de deuda pública

El mes de agosto cierra en la Argentina con dos grandes temas de la economía que ocuparán el debate ideológico político en el próximo tiempo, más allá de lo que realmente puedan expresar en su capacidad de modificar la recesión.
Uno de los temas remite al cierre del canje de la deuda pública en divisas de legislación extranjera. El otro a la presentación para el debate en el Congreso del proyecto de Ley: “Aporte solidario y extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia”, más difundido como impuesto a las grandes fortunas personales.
La próxima semana sabremos el porcentaje de adhesión al canje, estimado en torno al 90% o más. Un “éxito” dirá el colectivo de inversores y especuladores, ya que se aleja la cesación de pagos, algo reiterado en el corto plazo desde el re-perfilamiento de la deuda oportunamente dispuesto por el gobierno Macri y sostenido hasta el presente. Ahora habrá nuevos títulos y con ellos, a seguir contabilizando ganancias que pueden apalancar nuevas y jugosas operaciones especulativas en el mercado financiero local y global.
Por ello, los acreedores felices, cuya acreencia, por ahora, no resulta investigada, y aún con rentabilidad a la baja respecto de la que tenían hasta antes del canje, el horizonte del impago se esfuma. Es una buena noticia para ellos en el escenario mundial de recesión, caída de las ganancias y escasa previsión de reversión, según todos los organismos especializados en el ámbito mundial.
Localmente se analiza la noticia como la habilitación a un proceso de inversiones. Una conclusión a contramano del informe de la UNCTAD que señala una merma de las inversiones en la región latinoamericana y caribeña por encima del promedio mundial. Si en el mundo, la caída oscilará para el 2020 del 30 al 40%, para nuestra región el desempeño es a la baja entre el 40 y el 55%.[1]
No es este un tiempo de impulso a la inversión, menos a la productiva. Incluso el titular de la Reserva Federal de EEUU explicó este jueves 27/8 el balance de la política monetaria de su país por 40 años y los cambios desde ahora, consensuado desde el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC por sus siglas en inglés).[2] Dice Powell que “…las evaluaciones de la tasa de crecimiento potencial o de más largo plazo de la economía han disminuido. Por ejemplo, desde enero de 2012, la estimación mediana del crecimiento potencial de los participantes del FOMC ha caído del 2,5 por ciento al 1,8 por ciento”, tal como se presenta en el cuadro que sigue, donde compara las previsiones propias del FOMC, con la consultora privada Blue Chip y la data del Congreso (CBO).

Julio C. Gambina

Notas:

[1] UNCTAD. La producción internación más allá de la pandemia en 2020, en: https://unctad.org/en/PublicationsLibrary/wir2020_en.pdf (consultado el 29/08/2020)
[2] Jerome H. Powell, presidente de la FED, “Nuevos desafíos económicos y revisión de la política monetaria de la Fed”, 27 de agosto de 2020, en: https://www.federalreserve.gov/newsevents/speech/powell20200827a.htm (consultado el 29/08/2020).

Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISY

Balza versus Duhalde: una acusación a todo el régimen político



El excomandante en jefe del ejército de Menem denunció que las dictaduras fueron gestadas por los empresarios

Las declaraciones de Duhalde (sobre quien Alberto Fernández señaló el año pasado «que si hiciéramos un monumento al bombero, debería tener la cara de Eduardo Duhalde, porque sacó al país del incendio y allanó el camino para volver a crecer») no solo deschavaron la preocupación de la burguesía de que la brutal descarga de la crisis que está haciendo sobre los trabajadores genere una rebelión popular.
Los dichos del responsable de la Masacre de Avellaneda volvieron a colocar en evidencia pública la acción genocida de las fuerzas armadas, obligadamente reconocida por el actual jefe del estado mayor conjunto que a modo de descargo apenas atinó a decir que «constituyen comentarios fuera de época».
Llevaron también a un desencajado Martín Balza, jefe del Estado Mayor General del Ejército entre el 4 de noviembre de 1991 y el 10 de diciembre de 1999, y exembajador en Colombia y en Costa Rica de los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández, a denunciar la responsabilidad principal de todo el régimen político capitalista en lo que denominó «esa obra maestra del terror que fue la última dictadura militar».

La clase capitalista gestora del golpe​ genocida

En su respuesta a Duhalde, a quien le profesó el máximo de los respetos, Balza, el general que posó de democrático reconociendo los crímenes de la dictadura videlista en 1995 para luego llamar a la reconciliación nacional con los genocidas, reconoció que fue un golpista «de aquellos» durante toda su vida: «en el siglo pasado hubo seis golpes cívico-militares, que los viví como cadete, teniente, teniente primero y teniente coronel «. Pero luego, le retrucó «que no se puede olvidar que en esos golpes militares hubo un compromiso de sectores políticos, empresariales, sindicales, mediáticos y hasta religiosos, que gestaron, apoyaron y fomentaron la inconducta militar» (Radio La Red, 27/8). El demócrata Balza volvió así a reivindicar la «obediencia debida», que inició el curso de impunidad para rescatar al aparato represivo, iniciado por el gobierno de Raúl Alfonsín, y luego completado por el indulto a Videla y cía de Menem y Duhalde.

«Ningún político de ningún signo puede tirar la primera piedra»

Balza se quejó amargamente de que los que instrumentaron, dirigieron y financiaron la dictadura genocida, jamás hicieron la más mínima autocrítica de ello, cuando «cientos de políticos ocuparon importantes cargos durante la dictadura militar en el país y en el extranjero. La Unión Cívica Radical tuvo más de 300; el Partido Justicialista, más de 200; el Movimiento de Integración y Desarrollo, 100, etc., y «todos juraron por el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional, no por la Constitución».
Una primera conclusión de las confesiones de este jerarca militar plantea la necesidad de llevar a todos los empresarios, burócratas, curas y políticos patronales involucrados al banquillo de los acusados.

Por una segunda derrota de los Duhalde

El responsable político del asesinato de Maximiliano Kosteki y de Darío Santillán dio un grito de alerta para avanzar hacia un régimen de unidad nacional contra la clase obrera, reforzar todos los canales represivos que resulten necesarios. Él más que ninguno sabe de qué habla, porque fue la lucha del movimiento piquetero, con el apoyo de la mayoría de la población, la que terminó con sus ambiciones presidenciales, que reposaban en su capacidad de ahogar en sangre el Argentinazo del 2001.
Vamos por una segunda derrota de los Duhalde a manos del pueblo, para quebrar el actual plan de guerra, que tiene como impulsora a la misma clase capitalista que puso a los milicos en el poder, ofensiva sostenida en la misma complicidad con los mismos partidos patronales, con la misma burocracia sindical, con la misma iglesia. Son los sectores con los que los Fernández buscan poner en pie el pacto social post-pandemia para avanzar con las reforma laboral y jubilatoria.
Ello exige la ruptura de las organizaciones obreras con el gobierno peronista de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner, que quiere erigirle a Duhalde un monumento y apela a sus consejos para salir de la crisis, sostiene a los Berni como funcionarios destacados y plantea la restauración política del papel de las fuerzas armadas.

Daniel Sierra

domingo, agosto 30, 2020

Elementos para un Julio Verne libertario



Repaso la biblioteca local, los anaqueles de algunas librerías, e invariablemente me encuentro a Verne, al menos muchas de sus obras más celebradas. A veces como “clásico de la “literatura infantil”. De lo que no hay duda es que Verne sigue siendo uno de los escritores más populares, un primera línea de lo que se llamaba cultura popular bajo un régimen como el franquista, que temía que conocimiento llegara al pueblo. Era uno de los pocos nombres que sonaban en las calles, contaba con un prestigio ya asentado, porque se le relacionaba con algunos de los grandes inventos tecnológicos de la segunda revolución industrial y, también por el cine. Concretamente, en los años cincuenta realizaron algunas adaptaciones fílmicas que fueron éxitos de público y contribuyeron a la extensión de su celebridad, y todavía en los años ochenta sus obras ocupaban un lugar amplio en las estanterías que las librerías dedicaban a las “aventuras”. Pero detrás de esta imagen de gozoso escritor de novelas de aventuras y de anticipación, algunos habían visto una fascinación por la bandera negra de la anarquía, por la bandera del capitán Nemo, posiblemente el más logrado y más conocidos de sus héroes turbios.
Sobre este último Jules Verne (Nantes, 1828-Amiens, 1905), escribió Raymond Roussel en 1921: «Es, y con mucho, el mayor genio literario de todos los tiempos, perdurará cuando todos los demás autores de nuestra época hayan sido olvidados. Es, por otra parte, tan monstruoso el dárselo a leer a los niños como el hacerles aprender las fábulas de La Fontaine, tan profundas, ya que muy pocos adultos tienen capacidad para apreciarlas». Sus relatos aparecieron originalmente en el Musée des Familles.
Llevar a cabo otras lecturas de Verne significa abrir la puerta mágica de sus artilugios, sus estrambóticos inventos, sus peripecias increíbles, aparece un Jules Verne preocupado por la aventura social de la liberación humana. Su fachada burguesa o aburguesada esconde un verdadero anarquista subterráneo, un capitán Nemo que se siente feliz bajo el océano porque allí no llega el poder de los déspotas.
Ya en su tiempo, las novelas de Verne y las adaptaciones que se hacían para el teatro tenían un éxito multitudinario: por ejemplo, de Miguel Strogoff, que apareció en 1876, y consiguió una extraordinaria venta, se hizo una adaptación teatral en 1878 y, durante casi cincuenta años, rara era la temporada que no se reponía y superaba las cien representaciones. Pero existía un hecho capital que predisponía a los críticos en contra de la literatura verniana: el que sus obras aparecieran primero, por capítulos, en una revista dedicada a la juventud, «Le Magazín de l’Education et la Recreation, un nota perturbadora para su adopción burguesa y según la cual Verne fue un hombre que ganaba dinero con facilidad, que estaba casado con una mujer de origen noble a la que la encantaba dar fiestas fastuosas a sus amigo y conocidos de Amiens y entre los que Verne esparcía opiniones más bien conservadoras. Todo ello, ampliamente respaldado por una biografía que hizo una sobrina suya, Allotte de La Fuye, en 1928, donde se abundaba en la figura “bienpensante” de Verne. De todas formas, se perfilaba en el libro un hecho un tanto desconcertante con esa imagen tranquilizadora: la candidatura del escritor, en 1886, al Consejo Municipal de Amiens en una lista de tendencia socialista y radical. Pero el hecho era que Verne escondía una personalidad mucho más compleja que la del «buen pequeño burgués, aficionado a la morcilla blanca y al tocino nantés» que se imaginaba Arístides Briand cuando, a los dieciocho años, condiscípulo de su hijo Michel, pasó unos días en su casa.
Bajo esta imagen se nos escamoteaba al joven antimilitarista que estudiaba Derecho en París cuando sobrevino la revolución de 1848. Revolución que implantó una República que quiso ser radical, en la que se proclamó el sufragio universal, fue abolida la esclavitud en las colonias y fue puesta en marcha la creación de talleres nacionales. El espíritu de Verne quedaría completamente ligado al de los «hombres del 48», los que en el año 52 fueron aplastados por la instauración del Segundo Imperio. Cuando en 1863 acabó su manuscrito de Cinco semanas en globo, no dudó en ofrecérselo al editor Hetzel, que había sido un miembro activo de la República del 48, que tuvo que exiliarse un tiempo, que mantenía estrecha relación con Víctor Hugo en su etapa más social –la de Los miserables– y que estaría conectado con personajes de la izquierda radical como Proudhon, Louis Blanc, Rochefort, Reclús…
Por más que los papeles más personales de Verne no fueron accesibles —la familia no los quería mostrar, si bien parte de ellos fueron destruidos por el propio escritor poco antes de su muerte—, con el tiempo se han ido realizando unas lecturas más críticas de la obra verniana que, juntamente con la correspondencia de personajes ligados a su vida —Nadar, Hetzel, etc. — dieron en su momento dado un resultado bastante curioso. Un primer aviso saltó con un artículo publicado por Michel Butor en 1949, en el que se aproximaba Verne a Lautréamont, Eluard, Michaux. Que lo introducía en la literatura o llamada «normal» y, sorprendentemente, por el camino de los vanguardistas. A partir de entonces se han realizado muchos estudios sobre la obra verniana —Carrouges, Serres, Moré, Chesneaux…—, que exploran a Verne desde ópticas muy diversas: mítica, psicológica, política, ideológica. Unos años antes nadie hubiera imaginado tales revelaciones. Entre ellos, son particularmente interesantes los del historiador marxista Jean Chesneaux (1), que nos descifran un Verne saintsimoniano y anarquizante, que se servía de sus novelas para exponer su ideología.
Estaba claro que la obra de Jules Verne es menos ingenua de lo que parece, va más allá de las simples novelas de aventuras o de ciencia ficción. En Verne, las aventuras y las plasmaciones cientificistas no son gratuitas, son un marco en el que se desarrollan unas ideas filosóficas sobre el progreso y una visión poco común de la vida. En ella se podían encontrar vestigios de la solidaridad internacionalista de tipo libertario con las nacionalidades oprimidas es un tema que se repite en muchas de sus obras, entre las que podríamos citar: Matías Sandorff (1885) cuyo protagonista es un patriota húngaro que lucha contra la dominación austriaca; o Familia sin nombre (1889) basada en la revuelta de los canadienses franceses en 1837 contra la opresión inglesa; o Pétit Bonhomme —Aventuras de un niño irlandés— (1893), novela con influencias de Charles Dickens: la miseria, la lluvia y el fango son los elementos que se conjugan en una Irlanda ensangrentada. El protagonista es un niño sin nombre y sin familia, con el problema acuciante de la supervivencia. El lema es este: Irlanda para los irlandeses y la tierra para los campesinos. Por no hablar de Un drama en Livonia (1904), un alegato contra la opresión imperial gran rusa…
El protagonista de Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), el capitán Nemo (que ya ha quedado con el rostro de un James Mason enfebrecido), es uno de los personajes más queridos de Verne. Jean Jules Verne aporta algunos datos interesantes sobre la gestación de esta obra, contenidos en las cartas que se cruzaron entre Hetzel y el autor. La filosofía de Nemo es, en gran parte, la de Verne. El tuvo que defender en varias ocasiones a su personaje contra el criterio del editor. Puede afirmarse que el capitán del «Nautilus” es un libertario que ha creado un «medio libre’ en el submarino. Es una especie de superhombre en la línea saintsimoniana: tiene sensibilidad y gusto artístico, conoce todo lo relacionado con la ciencia, sabe resolver las situaciones peligrosas no solamente por medio de la ciencia, sino también con valor, tiene un gran sentido de la justicia, pero es capaz de un gran odio. Es la revuelta del individuo frente a la sociedad injusta y mezquina: «Yo no soy lo que Ilamáis un hombre. No obedezco a sus reglas, y os recomiendo que jamás volváis a invocarlas delante de mi».
Verne era un gran enamorado del mar. Sintió por este una gran atracción desde la infancia: no en vano cuando tenía doce años intentó embarcarse como grumete en un barco que iba hacia Oriente, huyendo, seguramente, del cerrado ambiente familiar. Del mar hace exclamar a Nemo: « (…) ¡El mar es todo! Cubre siete décimas partes del globo terráqueo. Sus auras son puras y sanas. Es el inmenso desierto en que jamás el hombre está solo, porque siente estremecerse la vida a su alrededor (…) El mar no pertenece a los déspotas. En la superficie todavía pueden ejercer sus inicuos derechos, batirse, devorarse y desatar todoslos horrores terrestres… Pero a treinta pies bajo su nivel, su poderío cesa, su influencia se extingue y su potencia desaparece (…) ¡Aquí sólo está la independencia! ¡Aquí no reconozco amos! ¡Aquí soy libre!».
Siguiendo esta pasión, Verne se compró en 1865, un barco pequeño pero robusto como los que usaban los pescadores del Atlántico. Lo bajaba a bordo. Más adelante se compró un barco pequeño pero robusto como los que usaban los pescadores del Atlántico; le bautizó con el nombre de Saint Michel I, tenía un marinero muy experimentado y, durante las travesías, el escritor trabajaba a bordo. Más adelante se compró el Saint Michel II, de trece metros de eslora; este barco lo conservó poco tiempo y, finalmente compró el San Michel III, de veintiocho de longitud por cuatro metros y medio de anchura. Con e yate realizó viajes de envergadura, pero tuvo venderlo porque le resultaba muy gravoso a su economía. La vista del mar alegraba a Julio Verne mucho más que las fiestas que organizaba su esposa, de las que desaparecía el escritor al poco rato de comenzar. En los Viajes extraordinarios, existe una crítica discreta, pero incisiva, sobre las formas represivas del Estado. Hetzel no entendía, y le preocupaba por su público, el odio exterminador de Nemo hundiendo un barco de guerra sin una justificación clara. Verne le razonaba: «No olvide que yo le decía en mi última carta. Si Nemo hubiese sido un polaco cuya mujer hubiese muerto bajo el knout y los hijos muertos en Siberia, y que este polaco se hubiese encontrado ante a un navío ruso con la posibilidad destruirlo, todo el mundo admitiría su venganza. Usted sería ese polaco y actuaría así y yo igual e usted.»
Pero Verne no le puso pabellón al barco, porque, un principio, quería hacer de Nemo un símbolo contra todas las tiranías, no quería convertirlo en un polaco que hubiera sido un recurso fácil. El misterio de Nemo iba mucho más lejos… Pero cuando, cuatro años más tarde, en La isla misteriosa (1874), el escritor, seguramente como una concesión a Hetzel o al público, reveló parte del misterio que envolvía al capitán Nemo, convirtiéndolo en un príncipe hindú cuya familia había o asesinada por las tropas inglesas durante la sublevación de los cipayos. De hecho en Veinte mil leguas de viaje submarino, cuando el capitán Nemo salva del tiburón a pobre pescador de perlas de la costa de Ceilán, le declara al profesor Aronnax que está conmovido por aquel gesto tan humanitario: “Este hindú, señor profesor, es un habitante del país de los oprimidos, y hasta mi último aliento, seré de ese país”.
Sin embargo, esta declaración queda un tanto ambigua antes de conocer su nacionalidad, dado que no existe ningún rasgo físico, cultural o lingüístico n el «Nautilus» se habla el esperanto (2), dato confundible de una ideología que va más allá fronteras— que revele a Nemo como de ese país determinado. Y a juzgar por lo que se desprende del libro, más bien parece que el capitán asuma la nacionalidad de todos los países oprimidos.
Como es sabido, Verne, por deseo de su padre que era notario, estudió Derecho, pero nunca ejerció. Antes de dedicarse plenamente a las novelas fue autor dramático: comedias, tragedias, «vaudevilies, La primera ciencia que realmente estudió fue la Geografía, a la que dedicó mucho tiempo, incluso después de escribir novelas de éxito. En 1869 apareció por entregas su Geografía de Francia durante toda su vida estuvo en relación con geógrafos y exploradores. Otra de las ciencias que absorbía al escritor era la Aeronáutica. La Aeronáutica la Geografía y las ideas le hará converger con otros dos personajes singulares de la Francia de las últimas décadas del XIX, el gran fotógrafo anarquista Félix Tournachon, más bien conocido por Nadar, es un nexo importante entre la vida del escritor Jules Verne; también la del geógrafo y reconocido menor anarquista Elisée Reclús. Por medio de la Aeronáutica se conocieron Nadar y Verne, unos años antes de que éste enviara a Hetzel —amigo de Nadar desde 1848— sus Cinco semanas en globo. Nadar había creado la «Sociedad francesa de navegación aérea» juntamente con dos investigadores Landelle y Ponton —inventor de un helicóptero de hélice doble movido a vapor—; Jules Verne tuvo un importante papel en la Sociedad. Anotemos que el profesor Ardan de De la tierra a la luna (1865) no era otro que Nadar con el nombre invertido.
En 1870, la guerra franco-prusiana y la caída del Segundo Imperio, llegaron parejos. Verne no tiene ningún interés especial en tomar parte activa en la contienda y sirve como guardia nacional en Crotoy —contaba cuarenta años—. Pero en París la situación era más difícil: los prusianos habían llegado a sus puertas y el geógrafo Reclús prefirió pasar a una formación más combativa que la de simple guardia nacional que le habían otorgado. Pidió entrar en la guardia móvil y escribió a Nadar ofreciéndole sus servicios de geógrafo y meteorólogo, Bajo las órdenes de Nadar, una vez formado el batallón de los aerosteros, trabajó la mayor parte del tiempo que duró el cerco, llevando mensajes en globo a la provincia.
En las biografías de Elisée y Elie Reclús, Paul Reclús escribe: «Elisée era anarquista desde el fondo del alma —y también públicamente y si se convirtió en soldado en esta época crítica, no es que hubiese cambiado de ideas. Había pensado que, en la coyuntura tenía que defender la República contra todos sus enemigos tanto exteriores como interiores. Aporta Otro dato, desconcertante, por tratarse de un anarquista: su candidatura a la Asamblea Nacional después del armisticio de 1871. En una carta a su hermana lo justifica así: « (…) Sabiendo que el puesto de representante es moralmente de los más peligrosos, he creído mi deber ofrecerme como candidato.»
La Comuna de París se acabó con la entrada de los batallones versallescos, al grito de ¡Viva la República! —explica Reclús en sus Memorias sobre la Comuna—, los soldados de Thiers se acercaban a la gente confiada y, una vez encima, cargaban contra la muchedumbre y los hacían prisioneros. Como Reclús pertenecía a la guardia móvil parisina, acusada de pasarse a los insurrectos, le hicieron un consejo de guerra.
De este acontecimiento sólo se conoce el juicio y testimonio de Nadar que fue el único amigo que le defendió.
Sus compañeros fueron absueltos o condenados a ligeras penas. Reclús fue tratado con severidad a causa de su notoriedad —era un miembro destacado de la Sociedad Geográfica— y de su actitud desdeñosa frente a sus jueces. Iba a ser deportado a Nueva Caledonia, pero el embajador norteamericano intercedió por él, así como la «Sociedad de Geología y Zoología” de Londres, que envió una carta con más de sesenta firmas de sabios e investigadores. En la petición manifestaban: «Creemos que a vida de este hombre no pertenece únicamente al país que le ha visto venir al mundo, sino al mundo entero, y creemos que si se le condenase al silencio, o a languidecer lejos de todo centro de civilización, Francia sólo conseguiría mutilar y disminuir su legítima influencia en el mundo.” El contenido de esta carta recuerda la declaración de un personaje de Verne: el investigador Thomas Roch en Ante la bandera (1896), cuando injuriado por su país de origen y por otros Gobiernos exclama: !Yo no tengo patria! ¡El inventor rechazado no tiene patria! ¡Allí donde se encuentra asilo está su país!.
El castigo penal de Elisée Reclús fue conmutada por diez años de exilio; marchó a Suiza y continuó sus trabajos geográficos. Allí conocería a otro importante geógrafo: el príncipe Kropotkin. Pero el tipo de colaboración que establecieron no fue geográfica, sino propagandística: editaron el periódico anarco-comunista «La Revolte». Esta fraternal relación con Elisée Reclús —cabeza de fila del anarquismo en los últimos veinte años del siglo XIX— sirve para ilustrar la actitud a veces contradictoria que tenían los libertarios y que Verne —quizá él mismo, uno— supo captar muy bien. Seguramente llegó a conocer por aquel entonces a Bakunin, que se movía en París entre el círculo de escritores y amigos de Hetzel, particularmente de George Sand, y que pudo extraer del anarquista ruso algún rasgo moral al capitán Nemo. Como parece que le presta Kropotkin, el aspecto físico y la ascendencia nobiliaria a otro de los personajes anarquistas de Verne, el Kaw-djer.
Verne falleció en 1905, dejando inéditas una serie de obras que fueron aparecieron en los años siguientes. Entre estas obras se encuentra Los náufragos del Jonathan (1909) que es un resumen de los temas anarquistas que, como dice Chesneaux: «Están secretamente dispersados en los volúmenes de los viajes extraordinarios.” Narra como en una isla de la Mallaganía, la de Floste, vive un proscrito que aunque no ha estado mezclado en violencias,por su propia voluntad prefiere vivir lejos del mundo civilizado: no conoce otro principio social que la libertad de cada individuo. Este hombre es el Kaw-djer, nombre que le dan los indios fueguinos y que significa el Bienhechor. Un día, la tranquilidad de este anarquista que quiere vivir según sus principios se ve truncada por el naufragio de un navío americano, el Jonathan. Los pasajeros son emigrantes de toda Europa que una compañía de colonización ha reclutado en California y envía a Africa. Toda esa gente desembarca con ayuda del Kaw-djer que, contra su voluntad, se ve obligado a organizarles y dirigirles la vida social.
Una vez que ha organizado el campamento, se retira a vivir el tipo de vida que llevaba antes, pero pronto será reclamado de nuevo: una guerra civil se ha entablado entre los partidarios del jefe socialista y los del comunista. Estos políticos han sido buenos para crearse una pequeña clientela, pero han sido incapaces de organizar la sociedad. Verne ridiculiza duramente los discursos del socialista Beauval y del comunista Dorick y destila amargas reflexiones en la persona del Kaw-djer: “(…) Esclavos dóciles, dispuestos a ejecutar lo que les mandaban, no hacían nada por iniciativa propia, y confiaban a otro el cuidado de decidir por ellos (…) No podía dejar de reconocer al fin esa cobardía general, que permitía a un pequeño número dominar una mayoría inmensa, que creaba unos pocos explotadores a expensas de un rebaño de explotados. Entonces ¿el hombre es así? (…) La experiencia había venido a mostrarle su error, probándole que los hombres, lejos de sentir la insaciable sed de libertad que él suponía, pueden por el contrario, amar el yugo que les permita vivir…”
Sobre el pensamiento del escritor, su nieto, Jean Jules Verne, comentó: «Anarquista de espíritu, comprendía la fragilidad de un sistema basado sólo en la buena voluntad de los hombres. Republicano, se daba cuenta de que la democracia se deslizaba hacia la demagogia, medio de abusar de las masas haciéndolas esperar mejoras que sólo los esfuerzos pacientes y metódicos podían hacer adquirir.» El tipo de sociedad que organiza el Kaw-djer, cuando le llaman por segunda vez ante el fracaso de los otros, es colectivista, mezclando un cierto liberalismo, pone una cárcel y da leyes que se deben cumplir. Con todo ello consigue que la ciudad prospere, hasta que el descubrimiento de unos yacimientos auríferos trae nuevas desgracias a los hostelianos.
El Kaw-djer no puede impedir que una avalancha de aventureros, llegados de las cinco partes del mundo, se precipiten en busca del codiciado oro —el metal maldito en las obras vernianas— arrasando la ciudad. De nuevo, contra su voluntad pacifista, tiene que ordenar a la milicia que dispare, produciéndose más de mil muertos. El Gobierno chileno, también atraído por el oro, envía un crucero para anexionarse la isla, que también es rechazado por las fuerzas hostelianas. Pero, finalmente, el Kaw-djer firma un tratado en el que cede a la potencia vecina el beneficio de los yacimientos auríferos a cambio de la autonomía de la isla. Y esta vez, para siempre, el protagonista se retira a un faro solitario para no volver a intervenir nunca más.
En toda esta áspera novela se percibe que Verne siente una gran simpatía por su personaje, al igual que treinta años antes la sintiera por Nemo. Pero así como en otras novelas de los Viajes extraordinarios, había creado unos «medios libres» que funcionaban armónicamente como en La isla misteriosa o Dos años de vacaciones, al dejar el grupo reducido y hacer un intento de cambiar la sociedad a gran escala, no resulta. Las aplicaciones de una sociedad idealizada en Los náufragos del Jonathan, fracasan estrepitosamente, pero aún y así, la figura del Kaw-djer como individuo se salva incluso con una cierta áurea majestuosa.
Su larga lista de títulos, han sido prácticamente traducidos a todos los idiomas importantes, y su popularidad no ha decrecido con el tiempo. Verne es un autor ameno y apasionante, y varias de sus obras pueden considerarse obras maestras en la que el sentido de la la tensión dramática y la poesía nostálgica (emparentada con ciertos aires surrealistas), le han convertido en un clásico que, además, tienen la virtud de apasionar a los lectores que se inician. La obra de Verne es un trayecto por la aventura, y por el reconocimiento de un legado que, como sucedió con muchos otros grandes escritores sumariamente catalogados para el consumo conformista, permite otras lecturas que nos llevan al desafío del desorden establecido, y a soñar nuevos caminos para una humanidad sufriente.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Notas

1/ Sobre se pueden consultar –entre otras- las siguientes obras: Miguel Salabert, El desconocido Jules Verne (Alianza, Madrid, 1985); Jean Chesnaux, Una lectura política de Verne (Siglo XXI, Madrid, 1978); Jules Verne. Bandera negra, en Historia Libertaria Nº 1 y 2. Existe una edición de las obras completas de Verne se encuentra en Plaza&Janés y otra en Aguilar. Una edición de marcada heterodoxia fue la preparada por Francis Lacassin para Ed. 10/18 de París en una serie llamada «Jules Verne inattendut». Editorial Hacer editó sus proyectos urbanísticos utópicos, La ciudad ideal, precedidos por un prólogo de Juan J. Lahuerta.
2/ Julio Verne imaginó que en esta nave se utilizaba una lengua planificada neutral, pero era imposible que se tratara del esperanto, toda vez que “20.000 leguas de viaje submarino” se publicó en 1870, mientras que la primera gramática del esperanto apareció en Varsovia el año 1887. Sin embargo, Julio Verne se interesó profundamente por el esperanto en los últimos años de su vida, hasta el punto de que en su obra póstuma “Voyage d’études”, de la que escribió solamente cinco capítulos antes de su muerte, en 1905, dedicó uno de ellos a describir en términos muy laudatorios este idioma.

Percy B. Shelley, entre la poesía y la revolución



Pocos de los grandes poetas del romanticismo llegaron tan lejos en su rechazo al capitalismo y a las clases dominantes como Percy B. Shelley (Field Place, Horsham, Inglaterra, 4 de agosto de 1792-Viareggio, Gran Ducado de Toscana, 8 de julio de 1822) fue un escritor, ensayista, y otras cosas más. Pero lo que fue sin duda el más avanzado de la impresionante hornada de poetas revolucionarios y visionarios británicos surgidos al calor de la obra de William Godwin y de la revolución francesa (cuya decadencia lamentó aunque se negó a renunciar de sus principios como sí hizo por ejemplo Coleridge), fue altamente apreciado por Marx y otros socialistas de su tiempo, sin embargo, su nombre no ocupa el lugar que merecería en la historia de los orígenes del socialismo junto con Lord Byron.
A Shelley pertenecen frases tan rabiosamente actuales como estas:
La riqueza es un poder usurpado por la minoría para obligar a la mayoría a trabajar en su provecho.
Un cristiano, un turco, y un judío, tienen derechas iguales: son hombres y hermanos.
La denuncia romántica más elaborada y vehemente al capitalismo es sin duda la de Shelley, que sin embargo no obtuvo la repercusión que merecía, de ahí su escasa presencia en las obras de historia social. El poeta se yergue con coraje frente a una sociedad cuyas innovaciones no liberan a la imaginación. Sin ésta, el error prevalece. La crítica es una cualidad de la imaginación libre, no es un mero juicio de lo que ya se conoce. La civilización contra la cual arremete sólo produce una imaginación oprimida y errabunda. Como poeta y como hombre libre no acepta la estrechez de esta condición. Shelley basa su idea de la libertad en la libertad de la imaginación, como la libertad frente a la injusticia y la mezquindad. El amor y la imaginación van forzosamente juntos en este recorrido de ruines acechanzas. Shelley se despega de un romanticismo pútrido, que se iba modelando de acuerdo con los contratos y las negociaciones de una sociedad que no soportaba verse en el espejo. Shelley no elude la contemplación lúcida de la miseria, sin abandonar los imperativos de la libertad y su imaginación.
En el extenso drama lírico Prometeo liberado (1820), una suerte de continuación del «Prometeo Encadenado» de Esquilo , pero apartándose conscientemente de la figura de un Prometeo reconciliado con Júpiter , como intentaría representar el dramaturgo griego en la segunda y tercera parte de su trilogía prometeíca, de la que sólo sobreviven fragmentos. Sin duda una de sus obras más significativas, con una estilizada conjugación de mito e historia, refiere el fin del reinado de la tiranía, el Mal y el odio (representados por la figura de Júpiter) para dar paso a una era de primacía del Bien, el Amor y el florecimiento de las Artes. La liberación del titán Prometeo se equipara a la liberación de la humanidad de las cadenas del patriarcalismo, la violencia y el dominio del hombre por el hombre, y la posibilidad de una nueva comunión con la Naturaleza.

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Percy Bysshe Shelley (Field Place, cerca de Horsham, Sussex, 1792-golfo de La Espezia, 1822), hijo de un rico baronet, de 1804 a 1810 cursó estudios en Eton, luego estudió en Oxford, donde leyó apasionadamente a Platón, Locke, Hume, pero sobre todo a Godwin. Ya mientras estudiaba en el colegio de Eton, famoso por su rigidez, Percy era conocido como «el ateo» y «el loco». Pocos años después fue expulsado de la Universidad de Oxford (1811) por haber escrito un panfleto llamado La necesidad del ateísmo, y un año después tuvo que esconderse por difundir en Dublín un subversivo Discurso al pueblo irlandés, igualmente defendió los derechos nacionales de los galeses en su primer poema importante: Queen Mab (1813) demostración de la corrupción de la humanidad a causa de las instituciones y la moral convencional; en este tono continuará la mayor parte de su obra siguiente, caracterizada por una ausencia de desarrollo concreto y de razonamiento lógico. Shelley estaba interesado por los problemas sociales y políticos, pero nunca desarrolló una filosofía específica de acción.
Hijo de aristócratas de Sussex, Percy asistió a Oxford, en 1811 contrajo matrimonio con Harriet Westbrook, a quien abandonó tres años más tarde para fugarse con Mary, hija de William Godwin, cuya ideología de racionalismo anarquista ejerció influencia en el pensamiento de Shelley. La proposición que hizo por entonces de que Harriet debía convivir con Mary y con él ejemplifica su excentricidad moral y social. Al casar con Mary Godwin (después del suicidio de Harriet) mantuvo varias relaciones idealizadas con algunas mujeres, que celebró en su poesía. Residió en Italia, donde constituía el centro de un grupo de escritores ingleses, de 1818 a 1822, en que pereció ahogado en el mar en circunstancias curiosas que hacen suponer que no hizo ningún intento para salvarse.
Durante muchos años, la poesía de Shelley estuvo considerada en Inglaterra como algo casi inmencionable. Su primer poema importante se publicó en 1813: Queen Mab, Su tendencia a transferir sus creencias a altas y sublimadas visiones utópicas y a insuflarlas con autocompasión y un sentido moral, egoísta e. el efecto, si no en el motivo, lleva al lector, del contenido particular, al tono general de su poesía. A veces hace gala de un refinamiento completamente moderno, otras de una petulancia infantil, pero invariablemente utiliza el idioma con una sorprendente facilidad, aunque a veces no exenta de laxitud.
Algunos de sus poemas, como La mascara de la Anarquía (1819), poseen un vigor inequívoco y horrendo y utiliza la alegoría con una directa eficacia. Pero generalmente es incapaz de resistir la inclinación a descansar en última instancia en la retórica simbólica. Más tarde tendió con mayor insistencia hacia el simbolismo y una poesía de sentimiento más que de declarado didactismo. En Alastor, of the Spirit of Solitude desarrolla con cierta amplitud un tema característico. El héroe del poema, puro e incorrupto, es conducido por su imaginación idealista a la búsqueda de un símbolo viviente de su visión, pero es destruido por su decepción y fracaso personales. Shelley combina aquí una actitud visionaria con otra de íntima absorción y la expresión de idealismo fracasado se convierte en un vehículo para la autoindulgencia. El poema está en verso blanco, lo que contribuye a velar toda realidad concreta, y el lenguaje es una mezcla de exaltada pasión e imprecisa palidez. Y, sin embargo, la intensidad del poema, su falta de contención, la misma ausencia de vínculo en sus saltos de imagen en imagen, causan una honda impresión.
Sus poemas de la madurez revelan el influjo de los neoplatónicos. La falta de solidez, los vislumbres de formas luminosas y cambiantes, muestran los esfuerzos de Shelley por expresar la posibilidad de un mundo de perfección eterna. Prometheus Unbound (1820), drama en verso, reitera la victoria redentora del amor, fue Shelley veía como el medio de la salvación moral del hombre. Epipsychidion (1821) constituye la declaración más completa su teoría de amor platónico, pero se entrecruza la autocompasión, y el poema tiene una especie de furia al sentirse el poeta incapaz de conseguir las cumbres excelsas ofrecidas por su imaginación. Adonais (1821), elegía a la muerte de Keats, en la que extrañamente ofrece una visión, extrañamente profética, de su propia muerte en el mar. Pero Shelley es famoso sobre todo por sus poemas más breves, en los que imaginación poética se combina con un uso más dominado del idioma, aunque aún así llega a alcanzar un trémulo éxtasis. En Oda aI viento del oeste, A una alondra y La nube (1820), no faltan su usual preocupación por sí mismo y el vigoroso empleo de la convención patética, pero se encuentran domeñados por un ritmo seguro y un lenguaje pictóricamente vivido.
Escribió La marsellesa de los obreros que empieza diciendo: «Hombres de Inglaterra, ¿por qué laborar para los lores, que os tienen bajo sus plantas? ¿Por qué tejer con pena y preocupación los ricos trajes que llevan vuestros tiranos?» Y que finaliza así: «Sembrad grano; pero que ningún tirano lo coseche. Hallad tesoros; pero que no los amontone ningún impostor. Tejed túnicas; pero que ningún perezoso las use. ¡Forjad armas, a fin de llevarlas para defensa vuestra!». También escribió una Declaración de Derechos del hombre con 31 puntos que revelan su ideario social-Iibertario, donde defiende el derecho a levantarse contra los gobiernos, la garantía de que nadie sea perseguido por sus ideas, a la libertad ilimitada en la expresión, y donde critica a la monarquía, el militarismo, la religión, etc.
Shelley escribió también poemas comunistas como éste: «La máscara repugnante ha caído, queda el hombre / sin rey, liberado, generoso, nada más que el hombre / compañero sin clase ni tribu ni patria / desembarazado del temor, del culto, de la jerarquía. / ¿Sin pasiones? No, pero libre del remordimiento o del castigo.» Se opuso al bonapartismo, pero subrayó que los enemigos de la humanidad eran sus adversarios. Símbolo por excelencia del romanticismo, en la obra de Shelley se da un gran idealismo y una fe entusiasta en la futura liberación de la humanidad, pero igualmente subsiste una profunda melancolía ante la mediocridad y las desdichas de la vida humana; en ella desempeña un importante papel el concepto de naturaleza, considerada, románticamente, como vínculo de los seres humanos con los valores absolutos.
A Defence of Poetry (escrito en 1821, pero no publicado hasta 1840; hay una traducción de Carlos Sahagún, en Camp de l’ Arpa, Barcelona, 1974) es un breve tratado en prosa que contiene el pensamiento más maduro y elaborado de Shelley, donde defiende la validez esencial de la imaginación creadora. Ataca el mezquino utilitarismo y exalta la poesía como instrumento sin par de enseñanza y legislación moral. En su poesía. Shelley solía ser, desde el punto de vista técnico, descuidado, ingenuo y perverso. Su excelencia consiste en el hecho de que, a pesar de estos defectos, muchos de sus poemas son la expresión profunda y brillante de un idealismo apasionadamente cordial y amplio.

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La cuestión de la miseria social es recurrente en sus poemas (incluyendo una «Invocación a la miseria»), y aparece entre titanes, elementos del universo, hazañas y grandes cuadros de la vida. Une los estigmas sociales de una época —miseria, hambre, opresión y violencia— a las imágenes más brillantes y magníficas del universo romántico. Su poesía no es escapista ni sublimadora, siempre afronta. El poeta posee una dialéctica combativa que consigue el efecto poético más allá de la estética romántica. La unión de su conciencia radical con su lirismo exaltado perpetúa su poesía más allá de la mistificación de la primera y la fosilización del último. Al tratar la condición miserable y oprimida del hombre en un contexto de aspiraciones estéticas, impulsos cósmicos y sentimientos sublimes, Shelley —poeta muy popular entre los obreros ingleses— restituye la dignidad de los impulsos más utópicos entre los que viven una degradación social. Shelley es quien mejor hace aparecer el cielo de la imaginación en el corazón oprimido por el deterioro de las relaciones humanas. Denuncia un mundo de teatro ruin y alelado: «Tumultos-loterías-rabia-decepción / Ginebra-suicidio-y-metodismo». Como Goethe, experimenta la inhumanidad en los propios estímulos del amor.
Shelley los encaja sin aislarlos en reflejos nostálgicos como los «cari inganni» de Leopardi. La imaginación sirve antes que a nada, o a nadie, a la conciencia. Por esto, la libertad de imaginación deviene un bien moral. Puede considerarse como la primera síntesis de la cultura anarquista: una sociología entre Rousseau y Godwin, una moral conceptualista de la libertad, una ciencia materialista y humanista, un ateísmo lógico y espiritual, y un naturismo pacifista. En Queen Mab Shelley desenmascara la apología reaccionaria: la falsa conciencia que conlleva la idea de una naturaleza malvada, por parte de quienes no luchan contra el mal social; los «reyes que mandan y los cobardes que se arrastran».
No puede decirse que el hombre herede naturalmente el vicio y la miseria, cuando la fuerza y el fraude ya se abalanzan sobre la misma infancia. La guerra glorificada, el trabajo envilecido, el espíritu ruin, el hambre pacífica y el egoísmo hasta la abyección quieren pasar por las virtudes de una sociedad: patriotismo, laboriosidad, responsabilidad, paciencia, iniciativa. A esta falsa conciencia opone Shelley otra, no mediada por el espíritu de la propia suficiencia, el celo de la ganancia y el negocio de la prudencia.
El objetivo de Shelley no es únicamente la crítica de lo evidente, sino la crítica contra lo que puede parecer evidente, y contra el desorden que parece orden. Shelley no es un nihilista, al contrario, muestra y ataca el espíritu nihilista del capitalismo. El nihilismo es un producto de la provisionalidad, la contradicción y el avasallamiento del sistema emergente. El orden que reclama ese capitalismo no le es propio, debe mantenerse amenazado por lo que dice defenderlo. El capitalismo, con su individualismo, su desgaste de las cosas y las personas, su intimidación económica y sus caprichos mercantiles, es una amenaza para cualquier ordenamiento razonable de la sociedad. El orden histórico del capitalismo es otro: el asesinato, el fraude, la hipocresía, la destrucción y finalmente la anarquía. En su frente: Soy Dios, Rey y Ley. Así comienza la reacción de Shelley a la masacre de Peterloo, en la que una concentración de radicales y obreros fue salvajemente atacada por las fuerzas locales de orden público. Shelley reacciona con escándalo: las leyes de Inglaterra se han construido en nombre de la libertad. El uso oprobioso de la ley contra la libertad no procede de la autoridad, sino de la anarquía.
Shelley no teme, como otros románticos, el contagio de la miseria humana, el embrutecimiento de las vilezas. Su solidaridad y su imaginación no están reñidas, todo lo contrario. Su lirismo no olvida ni rehúye. Tal como Platón glosaba a la Calamidad con un suave andar, ya que caminaba sobre las cabezas de los hombres, Shelley trata así a la desolación: «delicada: / no anda sobre la tierra, tampoco flota en el aire, / antes pisa como en un arrullo y disipa con el silencio de una ala / las más tiernas esperanzas que los mejores y más dulces llevan en su corazón». Con esta melodía platónica, Shelley enfatiza en varias ocasiones las heridas tiernas y los sufrimientos ruborizados que en los espíritus generosos causan siempre la miseria y el terror del mundo.
En su Rebelión del Islam, así como en Prometeo desencadenado, Shelley hace muy explícita, como él mismo nos dice, su pasión por reformar el mundo. La intención es procurar una descripción del impulso y del esfuerzo para mejorar la condición humana en una época de «depresión y misantropía». No hay que olvidar que el romanticismo de Shelley, como el de Leopardi, no se integra al mundo de las revoluciones burguesas y los progresos materiales, sino al de las revoluciones traicionadas y la destrucción social de lo que se entendía por humanidad. En el Triunfo de la Vida (1822), poema que Shelley componía cuando murió, el acercamiento a la amargura leopardiana es mayor.
La vida se presenta en un amanecer trémulo y radiante, y se va con la desaparición de la belleza, dejando un mundo fantasmagórico y vano. Entonces, ¿qué es la vida? —exclamé. Este interrogante no apagado, aunque ya respondido, parece siempre presente en el lirismo amargo de Leopardi, la imaginación llena de coraje de Shelley y la estridencia humanista de Goya. El remate final del romanticismo crítico no es simple amargura o decadencia. La fuerza procede de una elección anterior: la vida, la libertad, el amor, sin acceder a la falsa conciencia. La crítica romántica a la vanagloria debe interpretarse en este contexto. No cede a la fatalidad y a la misantropía, sino a un deseo de conocimiento y amor, que no se satisface con la huida o la falsa conciencia. Shelley peregrina sin cesar desde su Alastor o espíritu de soledad, cuando parece buscar todavía «extrañas verdades en tierras desconocidas », hasta su Epipsychidion, en el que se reivindican a Percy y Mary Shelley: la fidelidad a la libertad sentimientos y vivencias más naturales, como los grandes sueños del universo, y la paz, como un hecho de la imaginación, y no de la conquista o de la resignación.
Que yo sepa, el mejor trabajo publicado entre nosotros sobre Shelley, sigue siendo el André Mourois Ariel o la vida de Shelley (Plaza y Janés, Barcelona, 1963).

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Un maledetto imbroglio: El asesinato de Trotsky y el caso Gorkin



Con ocasión del 80 aniversario del asesinato de León Trotsky no han faltado comentaristas que han citado El asesinato de Trotsky como “la obra” sobre este emblemático acontecimiento, e incluso citar a su autor como un autorizado representante del “trotskismo”, detalles que, junto con la singular biografía del valenciano Julián Gómez García alias Gorkin (combinación de Gorki y Lenin) que en la segunda posguerra mundial llegó a ser seguramente el personaje más popular del exilio republicano gracias al “amigo norteamericano” o sea del Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC). 1/
El que podíamos llamar “el extraño caso de Gorkin”, tiene numerosos pliegues. Tachado burdamente de “trotskista”. Aunque todo queda ahora bastante lejos, es más que probable que en los años de mayor apogeo de la “guerra fría cultural”, Julián Gorkin fuese el “trotskista” más mediático del planeta; Trotsky ya quedaba atrás en tanto que Ernest Mandel o Hugo Blanco, apenas empezaban a ser conocidos en los círculos de la izquierda clandestina e insumisa. Previamente, Julián Gorkin, se había declarado “ni trotskista ni estalinista” ante del proceso del POUM del que acabó siendo había sido expulsado en 1949, pero estos detalles carecían de valor para los “especialistas” así como para cierta militancia comunista que seguía creyendo en el “modelo soviético”.

El comunista disidente

Se podría decir que Gorkin tuvo mucho de personaje barojiano. Precoz socialista fue uno de los cofundadores del primer PCE, un “revolucionario profesional” que admiraba por igual a Gorki y a Lenin, de ahí el seudónimo. Ensayista literario no justamente reconocido, dramaturgo, trató con Romain Rolland (del que tradujo su famoso Danton) Fue contertulio de Blasco Ibáñez, entusiasta editor de Panait Istrati, y del penúltimo Unamuno en el París del exilio bajo Primo de Rivera. Según cuenta el mismo: «La deportación de Trotsky a Alma Ata en 1927 Y su expulsión de la URSS dos años más tarde, precipitaron mi ruptura. Había traducido un libro suyo al castellano y una especie de tribunal comunista exigió una autocrítica completa. No me presté a esa farsa: entre mi conciencia de hombre y el escalafón burocrático preferí mi conciencia». También tradujo y prologó El nuevo curso aquí titulado De Octubre rojo a mi destierro…La dirección del PCE le exilió autocrítica, pero según su testimonio: “No me presté a esa farsa: entre mi conciencia de hombre y el escalafón burocrático preferí mi conciencia. Poco después recibí una larga carta de Trotski, fechada en Prinkipo, invitándome a ponerme a la cabeza de la Oposición, en el exilio español y de cara al interior. Intervine en la edición en castellano de su magnífico documento político y humano que es Mi vida; y más tarde hice editar otro de sus libros, pero me negué a adherirme a su causa.» 2/
Orador engolado pero capaz de exaltar a las 40.000 personas reunidas en agosto de 1935 por la Alianza Obrera en un tiempo que fue una de las voces más intensas de la revolución asturiana de 1934. Durante la Guerra Civil actuó como encargado de asuntos exteriores del POUM, pero especialmente intervino en la redacción de un Estatuto de autonomía para el Marruecos antifranquista que puso nervioso a Franco, un episodio cuya importancia resulta difícil exagerar. En México fue amigo de Víctor Serge, tachado de “trotskista” amén de “agentes de la Gestapo” por lo estalinistas que atentaron con hasta que evolucionó hacia la socialdemocracia más atlantista. Considerado como un descarado charlatán por sus amigos (en los mítines presumía de haber conocido personalmente a Lenin, a Trotsky y a Bujarin, a los que advirtió sobre la figura oculta de Stalin, al que acabó comparando con Hitler), Gorkin tiene todos los elementos para que un buen novelista amante de la historia nos ofrezca uno de los retratos más poliédricos del siglo XX hispano.
Simpatizante al inicio de los años treinta de la Izquierda Comunista, su nombre apareció junto con el de Juan Andrade en algún manifiesto trotskista internacional, y escribió en La Venté, el órgano del trotskismo francés, tradujo La revolución desfigurada y de El gran organizador de derrotas, dos de las primeras obras del Trotsky desarmado. Julián añade «su intervención en la edición en castellano de su magnífico documento político y humano que es Mi vida-», por cierto traducida del alemán por el oscuro Wenceslao Roces (¿luego Max Rieger?) para Cénit. En sus ínfulas, Gorkin llega hasta a presumir de que León trató de nombrarlo su “caballero” en España, citando como dato una carta de la que no ha aparecido copia. Que contradice el modo habitual de Trotsky en estos temas, de hecho el liderazgo recayó sobre Henri Lacroix y tras su regreso de la URSS, en Andreu Nin.
Sobre esta época llega a decir que se apartó del leninismo “ortodoxo”, que “rompió con el movimiento comunista cuando a principios de los años treinta se le encuentran entre los líderes de la Agrupación Comunista madrileña con Luis Portela e ingresa en el BOC del que será una de las plumas, sobre todo con ocasión de la contraofensiva antifascista de Octubre de 1934 cuando pone la pluma al valioso testimonio de Manuel Grossi titulado La insurrección de Asturias. Quince días de revolución socialista 3/ con un grado de escritura que obviamente sobrepasa a un minero que dominaba otras cosas. Esta es otra muestra de su capacidad de adaptación, de manera que, además de vibrantes artículos ofrece un encendida elocución en vindicación de la Alianza Obrera que, paradójicamente, resultó ser el punto de partida tanto de la creación del POUM como del PSUC un año más tarde, lo que deja patente que el abismo que se abre a finales de 1936, cuando Stalin trata de trasladar loa procesos de Moscú a Barcelona, en no poca medida porque el POUM había intentado de gestionar un visado a Trotsky en la Cataluña autonómica y había denunciado sin medias tintas los procesos presididos por Vishinsky. El partido será tildado con el estigma de “trotskistas” justo en el momento en el que Trotsky se mostraba más duro con estos antiguos amigos de ayer por aceptar el Frente Popular. Hasta Gorkin lo era porque el aparato estaliniano no estaba para matices. De hecho ya aplicaba el epíteto incluso contra disidentes propios que se habían distinguido en la ferocidad de su adhesión a Stalin como el mariscal Tito (el “titotrotskismo”) amén de José del Barrio, Jesús Hernández, Valentín González “El Campesino” y un largo etcétera con los que Gorkin acabará siendo extraños compañeros de cama.
Entre las actividades que llevó como responsable del POUM en la dimensión internacional de la guerra, Julián junto con su compañera Luisa Gómez (la alemana o suiza Louise Hensinger) y como tal es el camarada que recibe a Simone Weil, George Orwell, y a todos los que se prestan a contribuir al esfuerzo revolucionario y militar. Igualmente viaja por Europa para recabar más ayuda y auspicia la edición de revistas como La Révolution Espagnole junto con Colette Aubry (Alba) que tenia la virtud de entusiasmar con su belleza y desparpajo a los jóvenes poumistas, más tarde colaboradora de Sartre en Temps Modernes. Igualmente representó al POUM en el comité de Milicias Antifascistas de Cataluña, en nombre del cual formó parte en septiembre de 1936 de delegación que viajó a Madrid para defender ante Largo Caballero | principio de acuerdo para conceder una autonomía similar a la catalana, ya pactado entre los representantes de dicho comité con Destacados nacionalistas magrebíes. Anotemos que esto fue posible gracias a una iniciativa de Robert Louzon y de los militantes cuartointernacionalistas galos Jean Rous y David Rousset.
Dichos principios estaban establecidos en los siguientes compromisos: «a) A organizar la sublevación del Marruecos español en contra del franquismo y a favor a la vez de su autonomía y del triunfo de la República española que debía garantizarla; b) a oponerse con, todos los medios posibles, a la organización y el transporte de nuevos contingentes moros al servicio del franquismo y en contra de los defensores de la causa republicana; c) a realizar una intensa campaña de propaganda y de desmoralización entre las propias tropas marroquíes que se batían ya en zona franquista contra la zona republicana…»
Largo Caballero, demasiado a la izquierda para los planes de Stalin, no quiere molestar a León Blum del que esperaba todavía armas (compradas legalmente por la República), armas que, como es sabido, nunca llegaron a pesar de las buenas palabras del presidente del gobierno del Frente Popular francés.
Arrestado, juzgado y condenado, Gorkin, como los demás poumistas en la misma situación fue mantenido en prisión. Las tropas de Franco estaban entrando en Barcelona, pero pudo escapar e iniciar su tercer exilio. Como plumista, Julián prosiguió sus actividades en la capital mexicana donde se encuentra con el ambiente de todo vale contra los “trotskistas” lo que hace que tanto él como el grupo de amigos relacionados con la coalición internacional que apoya el POUM sean tratados como “agentes de la Gestapo”, acusación que serás obviamente matizada cuando se da el Tratado de no Agresión entre Alemania y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, conocido coloquialmente como Pacto Ribbentrop-Molotov….

El “amigo americano”

Este infame campaña añade leña al fuego de las disidencias que se amplificaran en un ambiente en el que la “guerra fría” ya funciona desde tiempo atrás. En realidad Gorkin ni tan siquiera había ido a ver a Trotsky, detalle que no le impide escribir sobre el asesinato un libro que llegará ser un best sellers internacional; llegó a obtener premios como el Voltaire en Francia, llegando a ser objeto (en 1966) de una inicial versión para el cine auspiciada por Raoul Lévy, productor (de las películas de Roger Vadim-Brigitte Bardot. La reacción del PCE de entonces no deja lugar a dudas: «Y el trotskista y agente de Falange, Julián Gorkin, declara de plano igualmente a quién sirven sus infamias anticomunistas y quién las paga. No hace mucho publicó un artículo en […] con objeto de hacerse él mismo la apología de un sucio libelo que acaba de editar. Y explicando por qué el libelo en cuestión no ha aparecido antes, confiesa: «Se me sugirió entonces por conductos oficiosos norteamericanos –y hasta oficiales– la inconveniencia de publicar el libro en tales circunstancias”…
La primera edición del “asesinato” data de 1948, en la España de Franco en1961 en Plaza&Janés, una editorial que había llevado los libros a los kioscos. Fueron unos tiempos en los que desde el régimen permitía editar clásicos antiestalinistas como el propio Trotsky (su Stalin maniobrado por Charles Malamuth ante la reacción airada de Natalia Sedova), amén de obras del interés de El caso Tulayev, una de las obras más logradas de de Víctor Serge (reeditada por Alfaguara, 2007 con prólogo de Susan Sontag 4/ o La noche quedó atrás, de Jan Valtin (reeditada por Seix Barral, 2008), publicados por el “camisa vieja” Luis de Caralt Editor , en cuyo repertorio se podían encontrar plumas que iban desde reconocidos jerarcas nazis hasta Wiston Churchill, siempre en una orientación anticomunista y “leal” al régimen. A finales de los sesenta se edita el Homenaje a Cataluña, de George Orwell con los mismos problemas: la censura “peina” las referencias duras contra el régimen…Hay un debate: mientras que para los comunistas oficiales se trataba de una evidencia de que la CIA está de por medio, para la nueva generación crítica lo era de testimonio que el régimen aleccionado por la el Pentágono se adaptaba a todo lo que oliera a denuncia de la URSS, un territorio que en España nadie exploró como Gorkin. Desde el CCL y en connivencia con el régimen, se prestó a recoger los “descargos de conciencia” de los disidentes y arrepentidos a condición de que todas las heces fuesen unilateralmente para URSS y el PCE mientras que los renegados aparecían impolutos.
En el caso de El asesinato…la simple lectura del texto permitía saber que su autor no era aquel “revolucionario profesional” de antaño. Su “asesinato de Trotsky” era ante todo una prueba de los crímenes de Stalin, mezclaba el testimonio sobre el personaje con una constante diatriba descalificatoria contra el “comunismo”, al que Julián calificaba como “totalitario” y por lo tanto, no le concedía esa “doble naturaleza” con la que algunos tratábamos de caracterizar tanto a la URSS como el mismo PCE-PSUC cuyos militantes más próximos estaban marcados especialmente por aquel régimen sostenido por Estados Unidos. Al prestarse al juego del “amigo americano”, Gorkin contribuía a la turbia causa anticomunista. Se caía por su propio peso: Gorkin del POUM “trotskista” era el mismo sobre el que las revistas más serias –Triunfo– informaban de connivencias con la CIA. Las protestas de Gorkin negando dichas connivencias no se las creía nadie, y mucho menos, algunos de los que habían sido sus amigos, tal como resultaba evidente tratando la historia con los poumistas de París.
Con todo, la tentación de la lectura por parte de la izquierda de El asesinato… fue tan fuerte en la disidencia de izquierdas que sobrepasó las acusaciones vertidas por celebridades con la autoridad moral de la categoría del poeta cubano Nicolás Guillen o del escritor brasileño Jorge Amado, quienes se habían hecho eco de una denuncia generalizada como “agente de la CIA” en tiempos señalados como los de Bahía Cochino, del cultivo de un hilo que reavivaba las tramas de la “quinta columna”…Conviene anotar que su Trotsky fue bastante deudor del informe del Coronel Leandro Sánchez Salazar así como de su admirado Alfred Rosmer (Gorkin dedica a éste casi un capítulo de elogios en su “revolucionario profesional”), que lo denunció. Con todo significó un salto cualitativo en la carrera de Gorkin lo que se desprende que fue la oportunidad el trabajo lo que le permitió sobrepasar una escritura plena de contradicciones. Por ejemplo, el autor afirmar haber abandonado el comunismo a finales de los años veinte cuando no fue expulsado del POUM hasta 1949. Por otro lado, ni siquiera había visitado a Trotsky, con el que tuvo unas relaciones mínimas al principio de los años treinta, pero aprovechó sus numerosos contactos para redactar un texto que, ni que decir tiene, cimentó su fama de trotskista, sobre todo entre los que no lo leyeron y daban por supuesta la filiación.
De lo que no hay duda es que el libro apareció en un momento oportuno. Gorkin lo percibe: “…se reedita la obra de Trotsky –sus libros figuran en el antaño prestigioso Círculo de Lectores- y numerosos comunistas descubren en ella un pensamiento vivo, ahogado durante largo tiempo”, mientras que “Stalin ha desaparecido ya, y Beria “fue ejecutado”´”. Se trata desde su punto de vista de restituir una justicia que se expresa las sucesivas ediciones de volumen. En un texto que abunda en la trama del asesinato será paulatinamente ampliada con los comentarios y análisis políticos que apuntaban contra el estalinismo como el “imperio del mal” en un tiempo en el que los USA pasan a ser los gendarmes de la estabilidad social, y favorecen dictadores “autoritarios” como Franco o Suharto, en el caso de éste después del exterminio de aproximadamente medio millón de “comunista” en 1965.
Gorkin también añade investigaciones sobre el medio español y catalán en México D. F. que llevaron a la identificación final de Ramón Mercader, el hijo de Caridad Mercader, que se escondía detrás del nombre de Jacques Monard, mérito que también se arroga Víctor Alba en Asaltar los cielos. El caso es que, fuera como fuera, el prestigio del libro fue tal que contó con ediciones en francés -la primera, en 1948-, inglés, italiano, sueco, alemán y holandés, En España conoció varias ediciones, una de ellas en el Círculo de Lectores, toda una garantía de amplia difusión en la época. Motivos no faltaban, así por citar un ejemplo, en la entrevista con Víctor Claudín, la imagen de Trotsky era cuestionada desde una izquierda que le era ajena. Citando la Asamblea Constituyente afirma que esta fue “la única elección libre y democrática conocida por Rusia en toda su historia, ¿no fue él quien la disolvió y quien, a la cabeza del Soviet de Petrogrado pronunció esta tremenda frase: Los bolcheviques en el poder y todos los otros a los cubos de la basura de la Historia ¿y no fue él –con el acuerdo unánime del Politburó, por cierto- quien hizo aplastar la revuelta de los marinos de Kronstadt, que tanto habían hecho por la Revolución y que exigían una auténtica democracia soviética? ¿En nombre de qué monopolio de la condición obrera y campesina se condenaba a desaparecer al guerrillero Maknó? Mis simpatías, mi adhesión cada día mayor, iban a esa gran figura que fue Rosa Luxemburg…”
En su línea de oscilaciones también puede afirmar que Stalin atacó a los viejos bolcheviques porque éstos «son los testigos del abandono (…) de la doctrina de Lenin y de la propia esencia de la Revolución de Octubre, porque Stalin y los suyos deben mantener a la clase obrera rusa bajo su dictadura totalitaria, que no es más que la negación de la dictadura del proletariado y de la democracia obrera». Confundiendo el comunismo –del que provenía- con el estalinismo, el funcionario soviético con el militante bajo la hostilidad de la derecha, Gorkin cultiva una “estalinofobia” que le permite acusar a cualquier sospechoso, por ejemplo a Pablo Neruda aprovechando que éste tuvo el turbio gesto de animar una campaña por la libertad de David Alfaro Siqueiros detenido por atentar contra Trotsky. Esta conexión se convertiría en la prueba primordial de una campaña internacional contra el poeta chileno, y específicamente en el territorio minado del Premio Nobel ya que la CÍA no podía consentir que se le diera a un poeta comunista (y antiimperialista), reduciendo por lo tanto al autor del Canto General a la categoría de mero cómplice con los crímenes del estalinismo, cargo dentro del cual desaparecían todas las razones de una militancia comunista concreta en su propio país, una lógica que llevará a Gorkin al extremo de justificar el golpe neoliberal de Pinochet e incluso, los acuerdos USA con Franco.
Toda esta dinámica se deriva de su compromiso (1953) en la plataforma titulada l Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) formado por intelectuales con un perfil político ex comunista, entre los cuales Gorkin tuvo un papel significado de cara a América Latina donde un año más tarde el Pentágono promocionaba un golpe de Estado. La revista que también trata de jugar un papel de cara a España, publicara la revista Cuadernos, hasta febrero de 1963​ En ella colaboran numerosos intelectuales ajenos a la trama política, y cuya intencionalidad básica podría definirse como una “tercera vía” en oposición tanto del estalinismo como del imperialismo.

Herejes y rengados

Ya lejano hereje, Gorkin asumió un papel decisivo en la manipulación de los renegados que traicionaron al comunismo, al más puro estilo del espionaje norteamericano. De su propia mano redactó los dos libros de memorias de Valentín González, El Campesino, también publicados legalmente por la España franquista: “Vida y muerte en la URSS” y “Comunista en España y anticomunista en la URSS” (reeditado por España en Armas-Renacimiento, 2018) firmado como autor por El Campesino. Gorkin igualmente promovió la publicación de las memorias de Jesús Hernández, antiguo ministro de Educación de la República, que oculta su propia responsabilidad en los acontecimientos que denuncia. El título Yo fui ministro de Stalin (G. Del Toro Editor, 1974) que no figuraba en el original de Jesús Hernández, pero que tuvo que consentir. La CIA otorgaba una gran importancia a que el nombre de Stalin reluciera por todas partes, de manera a sabiendas de la crisis provocada por el XX Congreso del PCUS, con el “Informe” de Kruschev, y con la consiguiente cascada de “arrepentidos”.
Obviamente, entre las familias del exilio Gorkin se situará en el ala derecha del PSOE, y en la época de la Transición pudo emplear su papel histórico para acentuar el carácter anticomunista de su partido. Eso sí, mostrando al mismo tiempo una cierta fidelidad a lo fue en tiempos en los que luchó junto con Maurín y con Nin, de su admiración por Trotsky, de una historia perdida al menos en los respetaba a lo que tocaba en el momento en el que la CIA pasó la página de la “guerra fría cultural” para ceñirse en la tarea de crear un régimen con unas líneas rejas que no tuvo la Republica, un democracia en la monárquicos y antiguos franquistas pudieran seguir como parte de una “nomenclatura liberal” desde la que todo lo fundamental quedaba atado y bien atado. Su actuación fue apreciada por plumas como la de Federico Jiménez Losantos, para el que Gorkin fue «demasiado importante, demasiado honrado, demasiado libre para un país en el que toda libertad parece demasiada».
Las izquierdas y la lucha por le poder…El objetivo de su mentor y prologuista, Fraga Iribarne, era utilizar la denuncia del estalinismo en un sentido no muy diferente al que había expresado el propio Gorkin en sus últimas obras, y de paso arremeter contra José Bergamín, el poeta católico republicano que acababa de encabezar una lista de firmas solidaria con las huelgas de los mineros de Asturias –el sector proletaria más emblemático del antifranquismo-, llamando la atención por su prólogo al libelo Espionaje en España, firmado por un inexistente Max Rieger, y sobre el que el mejor Bollotten dedicaba una atención tan minuciosa como inobjetable. 4/
Al cabo de los años, otro periodista e historiador prorepublicano, H. R. Southworth, reputado investigador de temas claves para la historia oficial franquista, el de la Cruzada en prevención de una revolución “comunista”, y el que Guernica fue obra de los mismos republicanos, ha escrito un detallado trabajo El gran camuflaje: Julián Gorkín, Burnett y la Guerra Civil española (texto incluido en la edición de Paul Preston, La República asediada, Península, 1999), en el que trata de establecer una conexión ante Gorkin y Bollotten para “demostrar” entre otras cosas que “el libro de Bollotten (…) fue la obra maestra de la labor encubierta de Gorkin para la CIA” (p. 483). De esta manera, los “asuntos” de Gorkin con la CIA han acabado sirviendo a la descalificación de una obra cuyo principal mérito se cifra en la labor de investigación sobre la existencia de una revolución española en la que –conviene no olvidarlo- la aportación de Bollotten es una de las más importante dentro de una enorme bibliografía en la que hay aportaciones de todo tipo, siendo el Homenaje a Cataluña, de George Orwell la más conocida e influyente, y por lo mismo, igualmente denostada como un producto que hay que explicar más por el contexto de la “guerra fría cultural” que por la realidad de la que da testimonio; algo no muy diferente ocurre con la película de Ken Loach, Tierra y Libertad .
Envuelto en un aparatoso andamiaje de notas, H. R. Southworth, describe a Bolloten desde la óptica de Gorkin, algo así como su tutor intelectual, y a Gorkin por su relación con la principal trama cultural de la CIA. 5/ Desaparece el Bolloten estudioso de la revolución española. Es más bien una obra que ignora la existencia del bando franquista. La represión del POUM queda limitada al asesinato de Nin, un hecho lamentable sobredimensionado por las actividades de Gorkin y Bollotten. A diferencia de Broué y otros, Bollotten va acentuando sus trazos gruesos en la crítica al PCE, a la URSS y a Negrín para acabar conformando sus tesis a posiciones que luego serán representadas por un Stanley Payne, cada vez más situada en el área de la equidistancia tan en consonancia con la «historia oficial” de la monarquía juancarlista. H. R Southworth ni siquiera considera la existencia de dicha historiografía revolucionaria a la que, sin ir más lejos, se refiere Chris Ealham en un trabajo aparecido en la misma edición: De la cima al abismo: Las contradicciones entre el individualismo y el colectivismo en el anarquismo español (1999; 227).
A pesar de lo concluyente de su diagnóstico, en realidad H. R. Southworth, solamente demuestra algunas cosas que ya se sabían. Su descripción de Julián Gorkin como un converso bastante singular que doblega sus referentes teóricos a las exigencias de un opción a favor del “mundo libre” contra la URSS y el comunismo con cuatro generalizaciones sobre el “totalitarismo” que no se sostienen más que como expresión de lo que algunos llamarían el “fascismo exterior” de los gobiernos norteamericanos, resulta bastante ajustada, y en honor a la verdad no oculta lo paradójico del personaje que a la hora de presentarse en busca de un visado para entrar en la nueva “tierra prometida” se presenta a sí mismo como un “socialista democrático y libertario”, cuando por menos que eso algunos norteamericanos habían tenido que exiliarse. Tampoco exagera al poner en evidencia que buena parte de las “revelaciones” que se atribuye Valentín González “El Campesino”, en su descargo contra el estalinismo, fueron cosecha del propio Gorkin, de hecho, el autor de unas páginas que solo no habría podido escribir en 50 años.
El caso es que a la hora de la verdad, toda la literatura y acusaciones contra “los agentes de la CIA” acabaron imponiendo sus criterios a través de la monarquía y del PSOE light pero después de que el “eurocomunismo” llevara a cabo una faena determinante: vaciar las calles, desactivar las movilizaciones. Una patética historia que ha contado Alfredo Grimaldos en La CIA en España (Debate, 2006), sin que nadie haya cuestionado sus datos.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Notas

1/. Según Arthur J. Schlesinger, el CLC(1950-1967) representó la inversión más rentable, inteligente y exitosa de todos los gastos de la CIA. Este episodio está tratado por la especialista Olga Glondys en La guerra fría cultural y el exilio republicano español (Consejo superior de investigaciones científicas, Madrid, 2012). No hay que olvidar que esta “guerra” la ganó el imperio con la colaboración de la socialdemocracia, de personajes como Willy Brandt en una época en la que el “Welfare State” resulta una manera de contención contra el “peligro comunista”.
2/ Ver, entrevista con Víctor Claudín en Tiempo de Historia, Madrid, enero 1980, 62:35-38.
3/ Principal especialista sobre la historia del BOC, Andrew Durgan estima que la obra de Manuel Grossi, fue fruto de la narración de éste, pero la pluma tuvo que ser la de alguien tan ducho al respecto como Gorkin, sin duda el cuadro del BOC más implicado y prolífico en este acontecimiento. .
4/ Alfaguara se ha especializado en la edición de autores comunistas disidentes, y Susan Sontag orienta su bello trabajo con un doble juego, primero exaltando los méritos literarios y militantes de Serge, luego arremete contra el comunismo, un lugar en el que Trotsky no es mejor que Stalin. Dediqué un amplio trabajo (Contra la interpretación de Susan Sontag) a este prólogo en Víctor Serge, la conciencia de la revolución, obra colectiva bajo la dirección de Pelai Pagès y mío (Laertes, 2017). Nuestro malogrado amigo ángel García Pintado, admirador ferviente de Serge escribió por su parte Víctor Serge. Lucidez en la pesadilla (militante y creador)
5/ En el cuadro de la hornada de historiadores que regresan a la guerra española para subrayar la enorme importancia del factor revolucionario social, el caso de Burnett Bolloten (1909​-1987) resulto el más complejo. Socialista de derechas, literalmente «pirateado» y trastocado por el flamante y prepotente Ministro de la Propaganda, Manuel Fraga Iribarne, quien instrumentalizó el libro desoyendo la voz del autor, cambió el título de El gran camuflaje por La gran traición, etc. Se trataba de disparar contra José Bergamín que había firmado un manifiesto a favor de los mineros en huelga en Asturias, hacía una contribución a la ceremonia de la confusión tratando de reforzar el enfoque oficialista del régimen según el cual el llamado «Alzamiento» del sector fascista del ejército estuvo motivado ante todo para evitar una revolución comunista, un argumento minuciosamente rebatido en el libro El mito de la «Cruzada» de Franco (Ruedo Ibérico), de Herbert R. Southwoorth con un enfoque limitado esquema República=Aliados en el que –obviamente- el proceso revolucionario específico español, desaparece.