martes, agosto 31, 2010

La lucha de clases, naturalmente


En los últimos tiempos, son muchos los hechos que tienen la virtud de la singularidad: la peor crisis económica, el final del final de la socialdemocracia, desastres varios. También la HG que viene marcará su tiempo, y lo señalará un antes y n después en nuestra vida social.
En uno de los momentos más intensos de nuestra Universitat d'Estiu, Miguel Romero nos contaba una de aquellas anécdotas reveladoras que tanto apreciaba Daniel Bensaïd, el “mejor de todos nosotros”. Contaba Bensai que con ocasión de una entrevista televisiva con Marguerite Duras, donde, en un momento dado el busto palante le pregunta sobre una cosa que echaba de menos en los medios. Ella respondió: “La lucha de clases”. El tipo perplejo, dijo, ¿Perdón?. A lo que ella añadió: “Sí. La lucha de clases, naturalmente”.
Algunos entendían que la lucha de clase era solamente lo que hacían los proletarios: huelgas, manifestaciones, enfrentamientos con las fuerzas de orden público, asambleas, piquetes, etc. Pero esa es de hecho, la otra parte, la de la respuesta. Está también la otra, la que no se visualiza porque es “lo normal”, y es la lucha de clases de los de arriba. Hay otra anécdota que nos ilumina sobre este detalle, y sucedió en un momento de luchas en Brasil, y en una discusión entre huelguistas y patronal. Bendito, uno de los huelguistas refunfuñó: “¿Es que ustedes no saben que existe la lucha de clases?”. A lo que un patrón contestó con todo el cinismo del mundo: ¡Y tanto que lo sabemos¡. Por cierto, la hemos ganado nosotros…!”
Este enfoque binario que solamente distingue la lucha de clases desde abajo, forma parte del orden de las cosas. Es parecido al hecho que se da, por citar solamente un par de ejemplos, en el hecho nacional y en el cine. En el primero caso, podemos ver que los nacionalismos dominantes pueden camuflarse sin dificultad, y hasta un tipo como Aznar puede proclamar que él no es “nacionalista”. Nacionalista son los que no quieren vivir bajo el nacionalismo dominante…En el cine, se habla peyorativamente de “cine político” cuando una película denuncia a los poderosos, y sin embargo, el que complace a los poderosos –o sea la gran mayoría-, se presente como meras melodramas, “thrillers” o de “aventuras”, así, por citar un ejemplo, nadie diría que la serie de Indiana Jones es “cine político”.
No menos tramposos son los conceptos políticos dominantes. Así, nos presentan a los partidos del sistema como “centristas”, o sea moderados de derecha o menos de derechas. Esto es así aunque, como ha ocurrido con las medidas de Zapatero, lleven a cabo acciones “extremistas” contra el pueblo. Ellos siguen siendo “moderados”, y de buen seguro, si no tienen más narices de hablar de la izquierda radical, como lo hacen aunque sea mal del NPA o del Blocas, emplearán términos como “extremistas de izquierda”, y habrá mucha gente que lo verá normal porque es lo que siempre pasa.
Rebobinemos: la lucha de clases la habían ganado ellos, pero lo han hecho de manera que eso ha parecido “lo normal”, y ahora quieren darle una doble vuelta a la turca, regresar al tiempo en el que los derechos sociales y laborales queden inscrito en un pal y por una sola cara. Eso hay que explicarlo muy bien –e insistentemente- pues el discurso que se cuenta desde la prensa domesticada es que se han impuesto medidas “necesarias” que luego revertirán en una recuperación del “modelo social”. Mienten como bellacos, y es más que probable que muy poca gente lo crea.
Pero eso no es suficiente, porque el descreimiento puede llevar a esta gente a la desolación, a la impotencia, al “no hay nada que hacer” que tantas veces hemos escuchados. Es lo que me decía papá cuando quería desanimarme para que dejara de luchar contra el franquismo, no había nada que hacer, lo tenían todo a favor: el ejército, la policía, los capitalistas, la Iglesia, los norteamericanos…Pero al final, a pesar de todos sus miedos, también él acabó haciendo huelgas. Si la historia cambia favor de los poderosos, también puede cambiar a favor de los oprimidos.
Ganaron con la Transición, y volvieron a ganar aún con más goles, con la implosión del llamado “socialismo real”, y consiguieron algo inaudito en la historia de la lucha de clases: hacer creer a la inmensa mayoría que la “alternativa” (el “socialismo policíaco”), era cien veces que el capitalismo “civilizado” que vendían con las fotos del los ejemplos más avanzados del llamado “Estado del Bienestar”. La gran mayoría de antiguos militantes antifranquistas y socialistas diversos (sobre todo x-comunistas), se “instalaron” o buscaron un lugar al sol. “Vivimos muy bien”, me respondió una vez uno de ellos, otros se justificaron en la misma desolación: “No creían en quimeras”, y enfatizaban que los obreros ya no querían hacer huelgas. Que ya no eran los mismos obreros, que ahora eran en buena medida los emigrantes preocupados por lo más elemental. En los años decisivos, todos ellos parecían estar convencido de que los pilares del Estado del Bienestar (Pensiones, Sanidad y Escuela Pública), estaban fuera de cuestión.
Sin embargo, no ha sido así, ni mucho menos. Cierto que la clase dominante ha contado con el mejor aparato de publicidad jamás conocido. Fue lo suficientemente inteligente para “atar” en corto a los medios de “comunicación”, y de ampliar el pesebre para los políticos profesionales de “izquierdas”, los intelectuales bonitos, y para los sindicalistas de oficio, y todos ellos hicieron carrera, algunos hasta jugaron en las bolsas. Todos ellos tenían como misión vender el producto de “el único mundo posible” frente a los desvaríos de las utopías ilustrados con los desastres del estalinismo, o las penurias del Tercer Mundo. El panorama se hizo vomitivo, pero se trataba de una construcción eficiente, sin duda. Y no fueron poco los luchadores y luchadoras que se apartaron hacia la vida privada, por lo general, ya bastante complicada. Fuera quedaron los sectores más pobres, y también los jóvenes que se iban incorporando al mercado laboral a los que se les vendió guante décadas el desencanto, el individualismo, y la idea de que los viejos éramos unos privilegiados al gozar de nos derechos que a ellos se les había sustraído para que así fueran más competitivos…
Pero este ciclo histórico ha entrado en crisis. La nueva etapa de la lucha de clases desde arriba está orientada a dejar el “Estado socia” en sus mínimos, y a esto me viene otra anécdota. El de las familias con personas minusválidas a su cargo, y un consejo impartido por el muy honorable Jordi Pujol delante de una caso de los suyos. Pulo predicaba que cada familia se tenía que ocupar de los suyos, y lo decía desde el ángulo “cristiano” del amor, pero claro…Con una familia como la suya cuya fortuna es de la mil, ¿diez mil?, familias trabajadoras, el cuidado de estas personas queda en familias con servicio hasta para abrirle la puerta del baño. Por el contrario, la reducción drástica del “Estado social” va a dejar a los pensionistas, parados y minusválidos al “cuidado de sus familias”, o sea de sus mujeres principalmente, y serán ellos los que tendrán que pagar servicios, manutención, medicinas, escuelas. El partido de Pujol, así como su aliado Convergencia Democrática (papista), tienen otro argumento en ciernes: hay demasiados emigrantes, los emigrantes colapsan servicios y ayudas sociales. El discurso paternal comienza mostrar su cara más oscura.
Esta huelga se presenta en un estadio en el que la patronal ana por 10 a 1, y con el árbitro a su favor. El gobierno, la patronal y los medias, ya están movilizados, de hecho no han dejado de hacerlo. En el otro lado, aparecen los jerarcas sindicales casi pidiendo perdón por lo que van a hacer, y la verdad es que les ha costado y les está costando. Considerando que las medidas del gobierno estaban acompañada con un mensaje en el que aseguraba la creación de algún patronato de recompensas por el trabajo, podemos deducir que la convocatoria es ya, de por sí, una demostración de que la brecha abierta afecta hasta a su propia tropa. De seguir por el camino de la concertación (o sea de la negociación de derrotas atenuadas para la vieja clase obrera con memoria de luchas, pero acentuadas para los más jóvenes y para los emigrantes), los sindicatos de servicios habrán asistido a su suicidio, y el provenir de muchos funcionarios se habría hecho incierto porque no habrá patronatos para todos…
Cabe suponer que esos funcionarios quieren una huelga con un porcentaje de éxito controlado, el suficientemente para regresar a los despachos en los que los jerarcas puedan negociar algunas mejoras, o al menos la atenuación de las medidas más drásticas para los sectores de la antigua clase obrera que representan. Pero una huelga general es algo muy imprevisto, y puede ocurrir lo del equipo del regional, el Alcorcón, que goleó al Real Madrid, y más. Es vedad que existen motivos para el pesimismo, pero también lo es que en los últimos tiempos el panorama está cambiando. Servidor lo nota con los familiares y amigos “más del pueblo”, y a muchos de los cuales no se les podía tocar el bueno de Zapatero enfrentando al malo de Rajoy. Ahora me permito tratar a Zapatero como una alpargata sin miedo a que nadie lo defienda. Hasta los muchachos más colgados en el sueño estúpido de “pasarlo bien”, están ahora airados.
Con una clase trabajadora que ha ido perdiendo derechos y conquistas drásticamente, todo es diferente. Es posible que todavía el cretinismo y el desánimo sean los suficientemente fuerte como para no llegar muy lejos, pero eso no contradice el hecho de que la chispa va encenderse en un suelo muy inflamable. Esta huelga será distinta toas las que hemos conocidos, y la clase obrera antigua no será la protagonista fundamental. Habrá protagonistas múltiples, en primer lugar los jóvenes que nunca han visto tan siquiera una huelga. Sin duda el peso de todas las derrotas vividas se notará, pero hay una página en la historia social que hay que tener muy en cuenta: la de la espontaneidad. La memoria social es algo muy rico y complicado, y son muchas las veces que la historia reaparece cuando la mayoría la había dado ya por muerta. Y, o mucho me equivoco, en esta huelga que viene tendremos muchas sorpresas.
En el momento de prepararla, tenemos que hacer algo muy importante, y es dejar el pesimismo para tiempos mejores.
Estoy seguro que Marguerite Duras (que por cierto, había tenido a Bensaïd refugiado en su casa cuando estaba en las listas negras policiales después del mayo del 68), hizo aquella hermosa declaración porque le quedaba la memoria de la clase obrera erguida. En especial, la de aquella del 68 que llevó a cabo la mayor huelga general de la historia (con fábricas ocupadas con banderas rojas y negras), y lo hizo días después de que un famoso locutor dijera aquello de ”Francia se aburre”.
Estoy seguro que los tiempos que vienen serán cualquier cosa, menos aburridos.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

La Hora de los Asesinos

El Exilio de Miami se revuelve ante la pérdida de apoyo por la sociedad norteamericana

Llueven los insultos, las amenazas y los elogios torcidos. Es el triste resquemor del olvidado, el fulgor rapaz de la angustia sin freno de estos pobres fantasmas del exilio. Desprendidos de la patria por la centrífuga del proceso, son ahora almas sin ruta, aferrados a sus odios, a sus lamentos, a sus actos de fe en el desenfreno por pertenecer y ser aceptados.
Sin quererlo repiten las mismas ideas que dicen odiar, son producto de los sueños astillados, de la frustración de lo que no pudieron ser, por su propia inconstancia, mezquindad, o sencillamente torpeza.
Ahora se convierten en un freno a sus propios. No son parte nunca, sino orilla, por tanto deben desaparecer en la vorágine del futuro, en una sociedad demasiado atareada en destruirse para tomar en cuenta a los suyos, mucho menos a quienes se debaten en el borde, siendo sietemesinos de pueblo pequeño, impotentes ante la vida que se les apaga, atareados en la nada del desprecio.
Es triste, es patético, pero es real. Hoy en día la realidad se impone. La sociedad norteamericana avanza y el Mesías llegó y para él, en su inocencia, se abrieron las aguas para el regreso al amor, a los suyos, al terruño humilde, sí, frugal, también, pero pródigo en cariño y futuro.
Quienes en esta ciénaga de espanto se rasgaron las vestiduras y aullaron por la pérdida no lo hicieron por odio, ni siquiera por amor, fue el quebranto de la fiera ante la presa perdida, el resplandor de entendimiento en los cerebros astillados de que no hay una segunda oportunidad, como dijera el poeta, no hay regreso.
Mientras la nación vive y se transforma, cuando tras ella otros pueblos se afanan, los contactos se aprestan hasta de los enemigos, estas pobres almas del olvido, se empercuden en sus rincones de odio, sus alaridos se apagan y hasta la jauría férrea del imperio los aparta por inútiles.
En las almas sin ruta del exilio está su epitafio, en sus seniles garras la condena, en su odio visceral su sentencia: son los asesinos de su propia vida.

Pedro González Munné

Hace 50 años, la Primera Declaración de La Habana: Una asamblea general del pueblo


La VII Conferencia de Cancilleres de la OEA celebrada en Costa Rica, entre el 22 y el 29 de agosto, aprobó una declaración que atentaba contra la soberanía e independencia de Cuba: la Declaración de San José de Costa Rica.
El regreso a Cuba de la delegación, encabezada por el canciller Raúl Roa, que nos representó en ese evento tenía fijada la salida para la tarde del 30 de agosto; sin embargo se vio obligada a cambiar la hora prevista, tras haber tenido noticias de que elementos contrarrevolucionarios, proyectaban interceptar su avión para derribarlo. Como medida de protección, el Ministro de Seguridad y el Jefe de la Casa Militar costarricenses acompañaron a los diplomáticos cubanos y el vuelo salió con cinco horas de adelanto.
La llegada anticipada desarticuló el programa de su recibimiento. No obstante, miles de cubanos se concentraron frente al Palacio Presidencial para recibir y escuchar a Roa. En medio de la intervención del canciller llegó el Comandante en Jefe. Ambos se abrazaron y el pueblo comenzó a corear. ¡Fidel, Fidel ¿qué tiene Fidel? que los americanos no pueden con él!, al tiempo que le pedían que hablara. Fidel, con gestos, respondía que se encontraba afónico. Inmediatamente el pueblo, comenzó a corear: ¡qué se cuide, que se cuide! y que se reservara para la Asamblea General, que se había convocado para el viernes, 2 de septiembre. Aunque de todas maneras se vio precisado a decir unas palabras.
La noche del último día de agosto, al clausurar una Plenaria Nacional Azucarera, el comandante Raúl Castro, luego de emplear fuertes calificativos sobre la OEA y sus últimos acuerdos contra Cuba, consideró que la asistencia a la Asamblea convocada para el 2 de septiembre, era el llamamiento supremo de la Patria a sus hijos para defenderla. Raúl llamó a cuánto cubano pudiera asistir, desde cualquier parte de la Isla. Y reiteró: “A cada agresión con más unidad, sirviéndonos como eje y guía máximo nuestro querido líder Fidel.*

La Declaración de La Habana

Desde las primeras horas de la madrugada del viernes 2 de septiembre comenzaron a llegar a la capital ciudadanos de los más apartados rincones de la República. Trenes, camiones, ómnibus, automóviles, colmaban las vías de acceso a La Habana. A pesar de que la Asamblea fue convocada con menos de 72 horas de antelación, esto no impidió que se congregaran en la Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, más de un millón de personas. El presidente de la República, Osvaldo Dorticós Torrado, inauguró la Asamblea, e inmediatamente cedió la palabra al compañero Fidel.
El líder revolucionario destacó en su histórica intervención -publicada en el periódico Revolución del 3 de septiembre de 1960- que el pueblo se había reunido allí, porque sabía lo que estaba defendiendo y conocía que esa batalla la estaba librando por su supervivencia y por su triunfo.
Recordó que Cuba era condenada porque luchaba por un destino mejor, y que, cuando rompió las cadenas y se rebeló contra todos los males, el gobierno de Estados Unidos se interpuso.
Fidel continuó su intervención reafirmando que en aquellos momento en la Plaza Cívica había una asamblea general de un pueblo soberano del cual dimanan todos los poderes. Y enfatizó:
En los anales de la historia de nuestra patria jamás se reunió semejante multitud; en los anales de la historia de nuestra patria jamás se vio un acto semejante; en los anales de la historia de América jamás se reunió semejante multitud; en los anales de la historia de América jamás se vio un acto semejante.
Luego exhortó a esos que en América se llaman demócratas, a que también reunieran a sus pueblos, analizaran los problemas de América y sometieran a su criterio la Declaración de Costa Rica.
Fidel declaró que solo los pueblos debían decidir, y si los gobiernos tuvieron en Costa Rica su declaración, Cuba tendría la Declaración de La Habana.
Varias fueron las propuestas presentadas por el líder revolucionario al pueblo congregado. Una a una fue aprobada hasta llegar a siete. Los acuerdos adoptados por más de un millón de cubanos fueron::
•Aceptar la ayuda de la Unión Soviética en el caso de que Cuba fuese invadida militarmente por fuerzas imperialistas.
•Negar que la Unión Soviética o la República Popular China tengan la culpa de la existencia de la Revolución, que han hecho los cubanos.
•Anular un tratado que fue firmado, el 7 de marzo de 1952, por el entonces ministro de Estado cubano, con el Embajador norteamericano, que se le conoce como Convenio Bilateral de Ayuda Militar entre Cuba y Estados Unidos de América. Al que Fidel lo apodó “el trato entre el tiburón y la sardina”.
•No aceptar el sometimiento a la disciplina del sistema interamericano hasta que todos los Estados miembros reúnan a sus pueblos y les consulten sobre todas estas cuestiones de la OEA.
•Aceptar la política de amistad y de comercio con todos los pueblos del mundo.
•Aceptar el establecimiento de relaciones diplomáticas con los demás países socialistas.
•Aceptar el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China, y la ayuda en caso de que Cuba sea agredida por fuerzas militares del imperialismo.
Por último, Fidel expresó que sometería a la consideración del pueblo una declaración, contentiva de los puntos de vista que se habían discutido, y precisó:.
Es como una respuesta a la Declaración de Costa Rica, para contraponer a la declaración de los cancilleres la declaración de los pueblos, ¡la declaración que se llamará en la historia de América la Declaración de La Habana!
Luego dio lectura a la histórica declaración, cuyas palabras iníciales guardan muchos en su memoria:
Junto a la imagen y el recuerdo de José Martí, en Cuba, Territorio Libre de América, el pueblo, en uso de las potestades inalienables que dimanan del efectivo ejercicio de la soberanía, expresada en el sufragio directo, universal y público, se ha constituido en Asamblea General Nacional.
En nueve puntos, el documento recoge los problemas más acuciantes de América Latina; destaca la condena a la denominada Declaración de San José de Costa Rica y la intervención abierta y criminal que durante más de un siglo ha ejercido el Imperialismo Norteamericano sobre todos los pueblos de América Latina; rechaza el intento de extender el dominio en América de los imperialistas; declara, que la ayuda espontáneamente ofrecida por la Unión Soviética a Cuba no podrá ser considerada jamás como un acto de intromisión, sino un evidente acto de solidaridad; niega que haya existido pretensión alguna por parte de la Unión Soviética y la República Popular China de utilizar a Cuba, para poner en peligro la unidad del hemisferio; ratifica su política de amistad con todos los pueblos del mundo; reafirma su propósito de establecer relaciones diplomáticas con todos los países socialistas y que la democracia no es compatible con la oligarquía financiera.
También, condena a todos los males que afectan a los pueblos: latifundio, salarios de hambre, explotación inicua del trabajo humano, analfabetismo, ausencia de maestros, de escuelas, de médicos y de hospitales; falta de protección a la vejez, discriminación del negro y del indio; desigualdad y explotación de la mujer, y a todo lo que ahoga a los pueblos.
Condena en fin, la explotación del hombre por el hombre, y la explotación de los países subdesarrollados por el capital financiero imperialista.
Además, postula el deber de todos los hombres y mujeres a luchar por sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales; de todas las naciones oprimidas y explotadas a luchar por su liberación; y de cada pueblo a la solidaridad con todos los pueblos oprimidos. ¡Todos los pueblos del mundo son hermanos!, proclama la Declaración.
Reafirma su fe en que la América Latina marchará, unida y vencedora, libre de las ataduras, y proclama, además, que Cuba ratifica, ante América Latina y ante el mundo, como un compromiso histórico, su dilema irrenunciable: Patria o Muerte. Por último, el noveno punto resuelve:
Que esta declaración sea conocida con el nombre de ‘Declaración de La Habana’, Cuba, La Habana, Territorio Libre de América. Septiembre 2 de 1960.
Sometemos esta Declaración de La Habana a la consideración del pueblo, es decir, que los que apoyan la Declaración, levanten la mano.
La multitud levanta la mano y durante varios minutos exclaman consignas y vítores a la Revolución, a Cuba y a su Comandante en Jefe. Luego continúa Fidel:
Y ahora, falta algo. Y con la Declaración de San José, ¿qué hacemos? (EXCLAMACIONES DE: “¡La rompemos!”) ¡La rompemos! (Fidel la rompe ante la multitud.)
La Declaración fue considerada como la Constitución de los pueblos latinoamericanos. Para Cuba se convirtió en un Programa de lucha. Pocas semanas después, el 15 de octubre de 1960, Fidel así lo reconoció cuando expresó:
El Programa de Moncada se ha cumplido. Entramos en una etapa; los métodos son distintos; nuestros principios están hoy sintetizados en la Declaración de La Habana.
La Declaración de La Habana, hecho sin precedentes en la historia de nuestro país y de América, quebró los límites de la primera etapa de la revolución democrático-popular, agraria y antimperialista. La afirmación contenida al condenar la explotación del hombre por el hombre, fue, se expuso en el Programa del PCC, “un heraldo de la perspectiva socialista”.
Ella fue el antecedente de la proclamación del carácter socialista de la Revolución el 16 de abril de 1961. Así lo reconoció Fidel en el artículo que escribió para el primer número de la revista Cuba Socialista, en septiembre de 1961, cuando reconoció:
La Revolución no se hizo socialista ese día. Era socialista en su voluntad y en sus aspiraciones definidas, cuando el pueblo formuló la Declaración de La Habana.
Pocos meses después, este documento pasó a conocerse con el nombre de Primera Declaración de La Habana, cuando el 4 de febrero de 1962, se aprobó la Segunda Declaración de La Habana,.

*Hoy, 2 de septiembre de 1960, p. 8.

Eugenio Suárez Pérez

lunes, agosto 30, 2010

Fábula del perro solitario y el socialista indignado


La apasionante historia del escritor Jack London

Su madre lo dejó en manos de una nurse negra que lo crió, pero eso no le impidió cultivar un racismo estremecedor. London se hizo célebre por El llamado de la selva, pero los estadounidenses parecen olvidar que imaginaba un triunfo rojo en su país.

Estados Unidos tiene una habilidad asombrosa para tomar a sus más furiosos y radicales pensadores y convertirlos en eunucos. El proceso comienza en el momento en que mueren: Mark Twain es recordado como un bromista que flota eternamente sobre el río Mississippi a la puesta del sol, mientras que sus polémicas contra el violento nacimiento del imperio americano quedan sin recordar. Martin Luther King es recordado por su prosa poética sobre los niños tomándose de las manos en una colina de Alabama, pero pocos recuerdan que fue él quien dijo que el gobierno estadounidense era “el mayor proveedor de violencia en el mundo de hoy”. Pero quizá el mayor acto de castración histórica es el de Jack London. Este hombre fue el socialista revolucionario más leído de la historia norteamericana, alguien que agitó en busca de la destitución del gobierno y el asesinato de los líderes políticos... y es recordado por haber escrito una linda historia sobre un perro. Es como si, dentro de un siglo, los Panteras Negras fueran recordados por haber agregado un tinte rosa a sus peinados afro.
Si Jack London es perseguido eternamente en nuestra memoria histórica por el perro que inventó, entonces se perderá una de las más bizarras e intrigantes figuras de la historia americana, inspiradora y repulsiva a la vez. En sus 40 años de vida, fue la combinación bastarda de un espiritualista suicida de los barrios bajos, un trabajador infantil, un pirata, un vagabundo, un socialista revolucionario, un racista que pedía el genocidio, un buscador de oro, un corresponsal de guerra, un millonario, un depresivo suicida y, por un tiempo, el más popular escritor de Norteamérica. En Wolf: The Lives of Jack London (“Lobo: las vidas de Jack London”), su último biógrafo, James L. Haley, llama a London “la figura más malentendida en el canon literario estadounidense”, pero quizá eso sea porque en última instancia es imposible de entender.
London casi murió en un intento de suicidio incluso antes de que naciera. Su madre, Flora Chaney, era una desastrada histérica llena de odio que reaccionaba contra todo el que no estuviera de acuerdo con ella gritando que estaba teniendo un ataque cardíaco y tirándose al piso. Ella había crecido en una mansión de 17 habitaciones, pero huyó en la adolescencia y terminó uniéndose a un culto religioso que creía que podía comunicarse con los muertos. Tuvo un romance con su líder, William Henry Chaney, que al enterarse de que estaba embarazada le pegó y le exigió que abortara. Flora tomó una sobredosis de láudano y se disparó en la cabeza, pero afortunadamente la pistola se trabó. Cuando la historia se publicó en la prensa, una turba intentó colgar a Chaney, que desapareció para siempre de California.
Cuando Flora dio a luz a Jack, en 1876 en los barrios bajos de San Francisco, Flora lo llamó “mi distintivo de vergüenza”, y no quiso saber nada con él. Se lo entregó a una nurse negra, una esclava liberada llamada Virginia Prentiss, que lo dejó pasar la mayor parte de su infancia entrando y saliendo de la casa. Lo llamaba “mi negrito blanco” y “bola de algodón”, y él la llamaba “mami”, no importaba cuántas veces ella le dijera que no lo hiciera. “Estaba en lo más bajo de la sociedad, en los subterráneos de la miseria, sobre los que no es bueno ni conveniente hablar”, escribió él años después. En cuanto dejó la escuela primaria, fue enviado a trabajar en una enlatadora, metiendo pickles en jarros todo el día, todos los días, por casi nada. Por el resto de su vida fue aterrorizado por la visión de un mundo completamente mecanizado, en los que los humanos servían a La Máquina. El chirrido de las máquinas atraviesa su ficción, un ruido que demanda que los humanos sirvan a sus caprichos.
No se cepilló los dientes hasta que tuvo 19 años, para cuando sus dientes ya se habían podrido. London creció en el Estados Unidos de la primera Gran Depresión, saltando de un trabajo insoportable a otro. Estuvo paleando carbón hasta que el cuerpo no le aguantó más. Trató de matarse por primera vez ahogándose, pero un pescador lo salvó. Empezó a darse cuenta de la legión de hombres sin techo y sin dientes que se cruzaba en las calles, quebrados por el trabajo brutal y abandonados a la muerte en sus cuarenta y cincuenta años. Al principio respondió con un frío individualismo nietzscheano, insistiendo en que podría escapar a través de su propio coraje y fuerza personal.
Pero en la era desesperada de la depresión emergían nuevas ideas. London decía que lo habían “martilleado”, aun contra su voluntad: “Ninguna demostración lúcida de la lógica y la inevitabilidad del socialismo me han afectado tan profunda y convincentemente como el día en que vi cómo las murallas del Pozo Social se levantaban a mi alrededor, hundiéndome hasta el fondo”. Cuando los vagabundos organizaron una marcha por el país exigiendo trabajo en 1894, London se lanzó a la ruta con ellos, sólo para ser arrestado en Niagara Falls por “vagancia”. Cuando pidió un abogado, los policías se le rieron en la cara. Cuando intentó declararse “no culpable”, el juez le dijo que se callara. Fue encarcelado durante un mes. London ya sabía que el sistema estaba diseñado en su contra, pero ahora aprendía que la ley también lo estaba.
Cuando fue liberado, en 1894 a los 18 años, empezó a dar apasionados discursos en esquinas callejeras, y pronto empezó a aparecer en la portade de los diarios de San Francisco como “el Pibe Socialista” que alentaba a los trabajadores a levantarse y tomar el país de las manos de sus ladrones dueños. Se le ofreció un lugar en una elegante escuela preparatoria, y por un breve momento el escape pareció posible. Pero pronto la dejó, luego de que los padres protestaran contra su supuesta mala influencia en los demás alumnos. Se alistó en otra academia, sólo para ser expulsado por completar la currícula de dos años en cuatro meses, avergonzando a los demás chicos ricos. London se sintió humillado, furioso. Pronto marchó al Ártico canadiense, donde se rumoreaba que había oro. Vio morir compañeros a su alrededor por ahogamiento, congelación y escorbuto. Un doctor lo vio y le dijo que si no conseguía ayuda urgente él también moriría. Tenía 22 años y prometió que, si sobrevivía, se convertiría en escritor, sea como fuere.
Su primer trabajo, El lobo de mar (1904), una novela sobre el sobreviviente de un naufragio que es rescatado por un capitán de barco, sólo para ser esclavizado y torturado de un modo progresivamente enloquecedor, inyectó en la literatura estadounidense un estilo duro que parecía descuartizar a Edith Wharton y tirarla a los lobos. Era tan discordante y brutal como las máquinas que London había operado, y tan árido como los paisajes en los que había batallado. Los lectores fueron sorprendidos por la cruda energía de su escritura. Destrozaba los modales y los reemplazaba con manías: sus personajes eran violentos, brutales, reales.
Leído hoy, su trabajo es como una lluvia de semen que atraviesa el siglo en su país, y hace posibles a los más importantes escritores de Estados Unidos y más allá. Ernest Hemingway y John Steinbeck se abalanzaron sobre esa crudeza y la imitaron. Los autores beat siguieron su camino con un estilo más de improvisación. George Orwell lo siguió al vivir entre vagabundo y para 1984 se inspiró en la propia distopia de London El talón de hierro. Todos, de Upton Sinclair a Philip Roth, lo citan como influencia, y parece haber dejado una marca más allá de ellos. Basta ver sus fotos con una imagen insolente y desafiante para ver a Marlon Brando y James Dean.
Cuanto más rico se volvía, más radicales eran sus políticas. Pronto estaba celebrando el asesinato de líderes políticos en Rusia, y diciendo que el socialismo llegaría a América de manera inevitable. Aunque empleaba a pequeños batallones de sirvientes, insistía en que era una figura del estilo Robin Hood: debían atender a los vagabundos y sindicalistas que invitaba a su mansión.
Aun así, hay una herida infectada que cruza sus políticas y que es difícil de ignorar. “Primero de todo soy un hombre blanco, y luego un socialista”, dijo, y lo pensaba de verdad. Su socialismo perseguía un rígido apartheid: era sólo para su grupo de pigmentación. Todo otro grupo étnico, decía, debía ser subyugado o exterminado. “La historia de la civilización es una historia de un vagabundeo con la espada en la mano de razas fuertes, abriendo el camino y limpiando a los débiles, los que menos encajan”, decía muy tranquilamente. “Las razas dominantes están robando y asesinando en cada esquina del globo”. Y esto era algo bueno, porque “no son capaces de soportar la concentración y el esfuerzo sostenido que caracterizan a las razas mejor preparadas para vivir en este mundo”.
¿Y qué, entonces, con aquellos que no estaban “mejor preparados para vivir en este mundo”. En su cuento “The Unparalleled Invasion”, de 1910, los Estados Unidos (con la plena aprobación del autor) llevan adelante una guerra biológica contra China, para diezmar su población. Luego la invaden y toman el control. Es, según sostiene la historia, “la única solución posible al problema chino”. En su biografía, en general sólida y competente, Haley es sin embargo horriblemente blando con el racismo de London, diciendo que él pensaba que las razas debían estar separadas. No pensaba eso, sino que los blancos debían matar al resto.
¿Cómo se convirtió en eso? Su madre era racista. Aterrorizada por la pérdida de status, encontró que vivir cerca de los negros era una humillación permanente. London también debería haber sentido un fuerte impulso a identificarse con gente “atrapada en el abismo”. Sin embargo, él también lo encontró humillante, y necesitó que existiera una clase aún inferior. Aun así, en sus orígenes estaba Virginia Prentiss, que virtualmente lo crió. ¿No pensó en ella cuando comparó a los negros con monos? Por momentos, por exasperantes momentos, el hombre podía ser tan elocuente en su compasión por un grupo de víctimas que parecía estar diciendo algo vil de otra persona. En un punto, London dice que la fuerza del socialismo es que “transciende el prejuicio racial”, pero entonces el prejuicio vuelve, tan vicioso como antes. Cuando visitó Hawai se asombró por su cultura nativa, pero inmediatamente pidió que los Estados Unidos lo conquistaran.
Su casi constante ingestión de whisky hizo que sus pensamientos fueran aún menos consistentes o coherentes. Cada día parecía tratar de terminar aquel intento prenatal de suicidio. Escribió: “Estaba tan obsesionado con el deseo de morir que temía cometer el acto en pleno sueño, y tuve que darle mi revólver a alguien que lo ocultara, para evitar que el subconsciente guiara mi mano”. Luchó contra esta profunda y oscura depresión con el alcohol, el trabajo (escribió mil palabras al día, cada día) y el socialismo. Fue su causa trascendental. Dijo que podía ir a los mitines políticos en estado de desesperación y ser “elevado de mí mismo, hasta volver a casa feliz, satisfecho”.
Era también feliz por escribir entretenimientos, pero no los veía como su fuerza impulsora. London hoy se sorprendería de descubrir que es recordado casi exclusivamente por El llamado de la selva (1903), la novela sobre un perro consentido que es secuestrado y forzado a ser un perro de trabajo en Alaska, y que eventualmente huye para vivir entre los lobos. Como casi todos los héroes de London, es forzado a un paisaje áspero, oculto, donde debe luchar o morir. Hay un protoambientalismo en la historia, con su mensaje de que no se puede escapar de la naturaleza, que nos reclamará a todos, por más civilizados que seamos. Pero su escritura se fue degradando tanto como sus riñones. Cuanto menos experimentó la brutal realidad exterior, más afectado se volvió su trabajo.
Aun cuando El llamado de la selva ya era uno de los libros más vendidos en la historia de los Estados Unidos, los editoriales de los diarios pedían que London fuera encarcelado o deportado por sus discursos socialistas. A los 40 estaba quebrado. Tomaba morfina para detener el dolor de sus riñones e hígado destrozados por el alcohol. Mientras seguía matándose con el whisky, London empezó a sentirse progresivamente desanimado por el hecho de que Estados Unidos no se estaba convirtiendo en la república socialista que había profetizado. “A veces llego a odiar a la masa, a burlarme de los sueños de reforma”, le escribió a un amigo. Renunció al Partido Socialista, argumentando que se había vuelto demasiado moderado y reformista y que debía ser empujado por la acción directa, pero no hizo nada. Alejado de su gran causa, en menos de un año había muerto. Su mayordomo lo encontró agonizando, junto a una nota que calculaba cuánta morfina era necesaria para matarse. 40 años después de lo planeado, la bala de Flora Chaney había llegado a destino.
¿No vale la pena darle a esta historia tanto valor como a la de un perro solitario?

Johann Hari

Iraq sigue ocupado


A bombo y platillo, por televisiones, vídeos y radios, cogiendo incluso de sorpresa a los medios escritos, se adelanta la retirada de las tropas americanas de Irak. Con el rápido despliegue informativo se quiere transmitir a la opinión pública que ha cesado la ocupación de Irak, y se pueda deducir que ya es un país libre. Los soldados americanos saltan de alegría y Obama, en épocas electorales duras, puede presentarse como cumplidor de promesas fundamentales.
Y colorín colorado, esto es un cuento, pero no ha acabado. Los americanos no dejan Irak: continúan entre 50.000 (cifra oficial), y varias decenas de miles más (cifras de observadores iraquíes e internacionales), formalmente para apoyo a los militares iraquíes, realmente como tropas especiales de intervención rápida que garanticen el control de la situación para los intereses americanos, dígase petróleo y presencia estratégica en una de las zonas claves del mundo. Además, los americanos han instalado bases militares en el Norte, Centro y Sur, que garantizan el dominio militar. ¿Y qué pasa con las tropas mercenarias de los norteamericanos, cifradas en 160.000 individuos, adiestrados y con mayor impunidad que los propios soldados ?
Sigamos: la embajada norteamericana en Bagdad es un bunker con una dimensión e instalaciones superiores a las de ninguna embajada norteamericana en el mundo.
Si de lo militar pasamos a lo político, continúa el dominio imperial: la constitución iraquí, las leyes principales (la del petróleo, por ejemplo), ha sido dictada, estrictamente, por los congresistas y políticos norteamericanos. Y el actual gobierno de Al Maliki, puesto y sostenido por Estados Unidos.
¿Y cómo queda Irak, el país y la sociedad iraquí? Irak como estado y como sociedad ha sido destruido: dos millones de muertos (embargo más guerra), cinco millones de desplazados, millones de niños y de viudas absolutamente desprotegidos, una situación sanitaria con enfermedades viejas (cólera, etcétera) que vuelven a aparecer, y enfermedades nuevas terribles (contaminación por uranio empobrecido, fosforo blanco.) casi imposibles de erradicar.
Y todo ello bajo un Gobierno con el grado de corrupción mayor del planeta, sostenido por Estados Unidos y la Unión Europea, que no han permitido que pueda haber salidas políticas iraquíes reales y estables. La imposibilidad de que se presenten a elecciones las fuerzas, de todo tipo, contrarias a la ocupación, es un dato esclarecedor. Que estas fuerzas de la resistencia política no hayan podido celebrar una conferencia en Gijón, en Asturias, comunidad conocida y valorada por los iraquíes por su cooperación desde hace décadas, contra el embargo (muchos niños iraquíes salvaron su vida por la atención sanitaria que se les prestó en Asturias y con la cooperación asturiana), resulta duro de admitir e incluso de entender.
Esta oposición iraquí agrupa, tras un largo periodo de diálogo interno, a fuerzas nacionalistas, a islamistas moderados, y a la izquierda moderada iraquí, que buscan una salida pacífica y patriótica, que condenan el terrorismo y la ocupación militar, y que propone que se abra un proceso de reconstrucción política, social y económica del país, con enormes riquezas potenciales. No se les ha permitido reunirse y manifestar públicamente su programa básico común. El Gobierno de Irak ha amenazado al español con sanciones económicas, ¿cuáles?, y desde los aledaños de ese Gobierno amenazaron a nuestra embajada y al ministerio de exteriores con atentados contra los organizadores y/o participantes. Duro de creer, pero les hablo con información directa por parte del ministerio.
El Gobierno español no actúa por su cuenta al oponerse a última hora a dar los visados o retirar los ya concedidos. Y no es el peso que pueda tener el Gobierno títere de Irak el que es capaz de imponer esta medida. Quiere decirse que quienes dominan la política internacional no están por el cambio en la situación de Irak. Nada que pueda poner en cuestión su control absoluto de los recursos iraquíes.
La retirada de las tropas, no de todas, no significa el fin de la ocupación. Valga la expresión francesa 'reculé pour mieux sauté'.

Manuel García Fonseca
CSCA

El Gobierno Mundial contra Bolivia


La tercera reflexión del Compañero Fidel respecto a las revelaciones de Daniel Estulin sobre un gobierno mundial oculto, ha profundizado nuestra preocupación. Es cierto que, la existencia de ese gobierno en las sombras, debe preocupar a todos los hombres y todas las mujeres. Quienes leímos “El Talón de Hierro” de Jack London, tenemos que estremecernos ante la evidencia de que, esa premonición, esté cumpliéndose casi como si los conspiradores de hoy hubiesen decidido hacer realidad aquella pesadilla.
Pero los temores se agrandan cuando leemos, en el texto que nos regala Fidel, este párrafo: “pequeños grupos de conspiración han actuado contra Cuba, Laos, Afganistán y Nicaragua. Durante décadas han estado involucrados en todo, desde las drogas y el tráfico de armas, hasta los asesinatos, la guerra encubierta y el terrorismo abierto”. ¿Algo tiene que ver con Bolivia?, esperen la siguiente anotación: “Personas como George H. W. Bush, William Casey, ex director de la CIA… Oliver North, el ex hombre punta del Irán–Contras y Mike Harani, segundo al mando del Mossad son algunas de las más notorias en este glosario de agentes de operaciones encubiertas…”. Así tenemos el cuadro completo.
Si recordamos el caso Irán-Contras y el nombre de Oliver North, no podemos menos que estremecernos, porque ambas menciones están relacionadas con la más grande fábrica de cocaína que se encontró en Bolivia: la fábrica de Huanchaca, descubierta por el asesinato del científico Noel Kempf Mercado.
¿Cómo se establece tal relación? Por confesión pública del propio Oliver North, entonces jefe de seguridad de la Casa Blanca. Oficialmente, el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica estaba impedido de suministrar armas a cualquiera de los contendientes en la larga guerra entre Irak e Irán, que propició Washington para derrotar al Ayatollah Jomeini. De la misma forma, el gobierno estadounidense, afirmaba que nada tenía que ver con el abastecimiento de “la contra” que atacaba a la Revolución Sandinista. En ambos casos, las armas eran compradas por la Casa Blanca, con fondos que provenían del narcotráfico.
¿Cómo se hacía esto? Oliver North tenía operadores sucios que se encargaron de instalar una fábrica muy grande en un lugar casi inaccesible: estaba ubicada en el Parque Nacional de Huanchaca. Esos operadores sucios eran parte del aparato de la DEA que actuaba en Bolivia, dizque para asesorar acciones contra el narcotráfico. Los peones que trabajaban en la fábrica, todos ellos brasileños, tenían orden de repeler cualquier intromisión disparando contra los intrusos. Si la orden provenía de la DEA, los peones confiaban que no rendirían cuentas del asesinato, como así ocurrió.
Noel Kempf, acompañado de otras personas viajaba en una avioneta, para proseguir investigaciones en la flora y fauna de aquel parque confiado a su investigación. La avioneta realizó un recorrido más largo del esperado y, ante la falta de combustible, buscó un lugar donde pedir auxilio. La instalación que vieron les dio confianza de encontrar gente que les ayudase. Ocurrió exactamente lo contrario. En cuanto el científico y sus compañeros saltaron a tierra, recibieron una larga descarga de proyectiles. Fueron asesinados el científico cruceño y dos de sus acompañantes; sólo el piloto logró salvarse y ser rescatado varios días después, cuando llegó al fin un tardío auxilio.
Ocurrió que, antes de aterrizar, el piloto radió su posición y pidió auxilio. Sin tener ninguna idea de la tragedia, los responsables de aeronáutica en la ciudad de Santa Cruz pidieron, a la Fuerza Aérea, que fuese en auxilio de Kempf en uno de los helicópteros que usaban en la lucha contra el narcotráfico. Como tales aparatos eran de la DEA, pidieron permiso a ésta para hacer el vuelo. La respuesta fue sorprendente: cualquier vuelo de los helicópteros debía ser autorizado por el Comandante del Ejército norteamericano asentado en Panamá y éste, como era sábado, había salido a su semanal partida de golf; no era ubicable hasta que terminase el día. El domingo ocurrió que el comandante se fue a navegar y seguía siendo inalcanzable. Recién el lunes se hizo el pedido y la autorización llegó al otro día. Era evidente que la DEA sabía qué había ocurrido y tomaba su tiempo para desmantelar la fábrica. Cuando llegó el helicóptero, se sorprendieron con la aparición del piloto, cuyo relato de la odisea se publicó. No obstante, jamás se hizo una investigación y en el lugar sólo quedó una gran cantidad de barriles vacíos.
Dos años después, North cayó en desgracia, fue acusado de haber financiado por su cuenta al bando beligerante contra Irán y a los contras que atacaban al gobierno sandinista de Nicaragua. Este señor, no tuvo ningún reparo en dar detalles de la operación y, la tan ponderada justicia norteamericana, le dio su bendición dejándolo libre.
Oliver North vuelve a aparecer, ahora en un nivel superior: nada menos que como operador del Club de Bilderberg. Es lógico que, con su experiencia en el manejo del narcotráfico, tenga esa tarea. Y esta vez con el propósito de atacar al gobierno de Bolivia. Porque no puede ser coincidencia que, pese a una labor más operativa de la FELCN, que decomisa grandes cantidades de droga, el tráfico de estupefacientes se hace más intenso y es una preocupación cada vez mayor en todo el país. En poco tiempo, el gobierno puede ser acusado internacionalmente, como narcotraficante y, por tanto, como una grave amenaza para la seguridad de los Estados Unidos de Norteamérica. Los recalcitrantes enemigos del proceso de cambio festejarían bulliciosamente el hecho, aunque significase la ocupación de Bolivia.
Terminemos las peleas intestinas, porque el enemigo está acechando para darnos un golpe muy duro. Ellos son poderosos. Nosotros sólo podemos contar con la unidad del pueblo, que debemos afianzar.

Antonio Peredo Leigue

Fidel Castro: huracán revolucionario de América


LIBRO: FIDEL CASTRO, HURACÁN REVOLUCIONARIO DE AMÉRICA, GANÓ MENCIÓN HONORÍFICA EN PREMIO DE LITERATURA GUSTAVO MACHADO

Sin dudas que para un escritor e investigador recibir un premio como lo es una Distinción Honorífica del prestigioso Premio al Pensamiento Político ‘Gustavo Machado’, promovido por la Secretaría de Cultura del honorable Concejo Municipal de Caracas, constituye un gran honor.
La biografía: Fidel Castro, huracán revolucionario de América, fue publicada el año 2007 en Caracas, Venezuela. La escribí en un período de cerca de diez años, después de una exhaustiva investigación y lecturas de libros, revistas, periódicos cubanos; de hurgar en archivos, bibliotecas, de conversar con dirigentes revolucionarios cubanos y venezolanos, con historiadores sobre diferentes momentos y circunstancias de la vida del camarada Fidel Alejandro Castro Ruz.
El tiempo de una década empleado en escribir el voluminoso libro (678 páginas) se debió a diversas vicisitudes que se fueron presentando y que, por una u otra causa, retardaron la conclusión de la obra. Quizás el mayor problema se presentó el 16 de diciembre de 1999 con el deslave que se produjo en Vargas, lugar donde yo residía y donde mi hogar fue destruido por la furia de las crecidas aguas; a duras penas logré salvar la computadora donde estaban los originales de mi libro biográfico sobre Fidel. Aquellos fueron momentos angustiosos, terribles, en minutos se perdía el esfuerzo de 40 años o más de mi vida pero, para mi satisfacción, logré salvar la obra y otros libros sobre los que también venía trabajando y que estaban en la computadora.
Mi biblioteca, mi hermosa biblioteca de casi 8 mil libros, colecciones de revistas y periódicos, libros, películas, desapareció en minutos incluyendo, por supuesto, toda la bibliografía cubana, casi mil libros, periódicos y revistas que fui trayendo en mis diferentes viajes a Cuba o que me regalaban amigos y amigas que apoyaban mi proyecto.
Debo decir que este libro, el primer tomo de dos o tres que están en preparación sobre la revolución y la vida política de Fidel, abarcan desde el nacimiento del líder de la Revolución Cubana en 1926 al juicio que la dictadura le hiciera a los combatientes del cuartel Moncada y al propio Fidel por separado después de los sucesos del fracasado asalto el 26 de julio de 1953 al Cuartel Moncada.
Esta bibliografía, primera y única escrita por un revolucionario venezolano, marcó un hito, para el momento de su publicación, 2007, por tratarse de la vida de más legendario y telúrico revolucionario latinoamericano de todo el siglo XX y, a su vez, ser un retrato de la época política de Cuba en el período de la vida en la cual ingresa a la Universidad de La Habana, 1945. El proceso político/social de Cuba, sobre todopartir del inicio por parte del Apóstol José Martí y de los grandes estrategas militares Máximo Gómez y Antonio Maceo, entre otros, de la guerra nacional de independencia en 1895 hasta la luchas revolucionarias de los años 50 liderizadas por el propio Fidel Castro, son de un extraordinaria riqueza para el análisis y la comprensión de la Revolución Cubana.
Precisamente, con esa visión nuestra sobre la historia de Cuba, es que elaboramos el año 2004, ante de salir la biografía homenajeada, pudiera decirse que hija de ella pues motivó y estimuló el estudio a fondo de todo ese período histórico que va de 1895 a 1944 y la cual titulé: Cuba, génesis del socialismo, Historia contemporánea de Cuba 1895/1944. Del colonialismo español al imperialismo norteamericano.
En esa obra rastreo todos los antecedentes del surgimiento del pensamiento y la acción del socialismo en la turbulenta historia cubana en el período estudiado que culmina en 1944, precisamente cuando concluye el primer y único gobierno constitucional de Fulgencio Batista, ¿por qué hasta allí? Porque los tres gobiernos que siguen, el de Carlos Prío Socarrás, Ramón Grau San Martín y el del tirano Batista; es decir, de 1945 hasta 1953, los abordo detalladamente en la biografía.
El libro, de 678 páginas, fue, además del riquísimo bagaje histórico que compendian aquellos 8 dramáticos años para el sufrido pueblo cubano, un modesto aporte para los revolucionarios de las nuevas generaciones de América Latina, el Caribe y cualquier latitud mundial, quienes están obligados a conocer la vida y obra del camarada Fidel, gestor fundamental en la contemporaneidad, del pensamiento socialista y la obra revolucionaria en la construcción de la primera revolución socialista del hemisferio occidental, la victoriosa y nunca derrotada evolución Cubana. Por supuesto le dedico amplio espacio a la infancia, la vida familiar, las escuelas donde cursó estudios, su proceso de formación, etc.
En mis muchas lecturas sobre Fidel no encontré nunca una obra en Cuba que sistematizara su trayectoria, muchos hechos dispersos, relatos y un sin fin de trabajos en decenas o centenas de libros y revistas. Ese hecho me llamo mucho la atención, aunque debo señalar los extraordinarios trabajos del historiador Mario Mencía cuya obra se concentra fundamentalmente en todo lo referente al proceso previo al ataque y su preparación hasta el asalto al Moncada, el asalto propiamente dicho y el encarcelamiento de los jóvenes revolucionarios y sobre el gobierno de Batista. Debo hacer aquí un público reconocimiento a este gran escritor y amigo, quien me proporcionó valiosa información y documentos de un inestimable valor histórico De igual manera al gran historiador, lamentablemente fallecido, José Cantón Navarro, quien igualmente me proporcionó valiosas informaciones y documentos, y a mi dilecto amigo el camarada Raúl Valdés Vivó con quien por horas conversamos sobre todo ese riquísimo periodo histórico en la Universidad Ñíco López de la cual era Rector e hizo una trabajo investigativo sobre el mismo para la presentación del libro en la Feria del Libro de La Habana de 2008.
De aquel cúmulo de informaciones, la lectura de cientos de periódicos y revistas, de conversaciones con muchos revolucionarios en Cuba y Venezuela comencé a sistematizar y fue saliendo el libro tal y como fue editado. Su salida editorial, bajo el sello del Fondo Editorial y Comercial Caracola, constituyó en lo personal una enorme satisfacción y el fin de una primera meta, pues trabajo sobre un segundo tomo. Esta Mención Honorífica me honra profundamente.
¿Quiénes han sido los lectores de esta obra?
En buena medida a quienes fue dirigida, a los cuadros revolucionarios de distintas partes de Venezuela. Una inmensa satisfacción he sentido cuando el libro circuló en la región minera de Guayana, en el estado Bolívar. Los rudos mineros de las minas de oro, de Sidor, de la zona del hierro han abrevado en esta obra, igual en otra zonas obreras de Caracas, Aragua y Carabobo. Pero no sólo en Venezuela, en Cuba fue presentado en la Feria del Libro de La Habana en febrero de 2008 y en la sede del antiguo Cuartel Moncada, hoy Ciudad Escolar Libertad, en el marco de la Feria del Caribe, en la provincia de Santiago de Cuba, en julio de 2008. ¿Cuál ha sido su impacto? Aún no lo sé. Me han llegado muchas opiniones de personas que han leído el texto haciendo precisiones, pero no una crítica o escrito formal, salvo el del Dr. Raúl Valdés Vivó, esperemos que eso ocurra en los próximos tiempos. Debo agregar que por diversas vías se la hice llegar a diversos dirigentes cubanos, incluido el propio comandante Fidel Castro, a quien espero le haya llegado y leído, de lo que me sentiría indiscutiblemente honrado y con quién me gustaría conversar sobre aspectos de su vida que quisiera conocer.
Hice una lectura de por los menos 108 libros sobre Cuba y Fidel, biografías tarifadas de sectores de la derecha o de traidores a la revolución, luego agentes del enemigo y la obra de otros autores adversos al proceso revolucionario cubano. Igualmente consulté 11 periódicos cubanos de distintas épocas y fechas, periódicos de los Estados Unidos del Norte, periódicos de Venezuela y Colombia; igualmente revistas y la conversación con 7 escritores, historiadores, revolucionarios todos.
La obra consta de 25 capítulos y tiene un apéndice fotográfico de 47 fotografías, todas exclusivamente del período estudiado. La portada, concepción mía, es una secuencia de fotografías del comandante Fidel Castro en diferentes momentos de su vida y al fondo el mapa de América, más abajo las banderas de Cuba y del Movimiento 26 de Julio, imaginando todo el girar y movimiento de un huracán. Precisamente el nombre tiene toda una connotación. En primer lugar cuando Fidel nació, el 13 de agosto de 1926, en el Oriente de Cuba pasaba un terrible huracán que azotaba con furia aquella región. En segundo lugar, leyendo a Bolívar me fascinó una frase suya: No soy más que una débil paja arrastrada por el huracán revolucionario. Entre ambos líderes hay elementos similares en cuanto a su personalidad y destino social. En tercer lugar, la Revolución Cubana fue el mayor cataclismo social y político habido en América durante todo el siglo XX para enfrentar al imperialismo yanqui y a las oligarquía regionales, proceso que llevó a la lucha de clases a convertirse en un verdadero huracán social. Y hablar de la Revolución Cubana es hablar de Fidel Castro, su carismático líder indiscutible.
El método o la metodología empleada fue el materialismo histórico y dialéctico para el análisis de los procesos estudiados y los criterios y juicios que se van vertiendo a lo largo de la obra.
Hice este recuento de mi libro Fidel Castro, huracán revolucionario de América por sentirme moralmente obligado para agradecer el privilegio otorgado, para todas aquellas personas que han leído el libro y para las muchas que me han escritos pidiéndome hable del mismo. Mi mayor anhelo es que el libro se siga difundiendo y alcance una merecida edición cubana. (26-08-2010) (humbertocaracola@gmail.com)

Humberto Gómez García

Septiembre rojo


Abre la puerta!!!

Septiembre llega con el Guri triunfante y colosalmente repleto de agua. Con un pueblo que sabiamente aprendió a tomar el pulso a su propia historia, con mujeres y hombres que se visten de rojo para hilar en cada uno de los días de este mes, la victoria que abrirá de par en par el camino a una nueva patria y a un nuevo mundo. Bajo la espectral sombra atómica la humanidad, que no es otra cosa que la suma de los pueblos, se va levantando en todos los continentes para espantar con el canto de la paz este cielo tan gris y tan temible.
Venezuela será ejemplo este Septiembre, y lo será el Estado Español y su huelga del 29, lo serán los mapuches en Chile, el glorioso y resistente pueblo catracho, sumados a los pueblos de Grecia, de Francia, del mundo entero. Irán se enfrentará en los mares al acecho imperial, los combatientes de Gaza avanzarán en sus luchas, todo Septiembre huele a victoria de los pueblos unidos en un canto de amor que los llevará por siempre a la forja del nuevo tiempo.
Fidel, Chávez, Correa, Evo y todos los comandantes de pueblos insurgentes tendrán que llenar los campos de batalla y blandir las banderas de las ideas sobre los nuevos cielos del futuro que llega. Espantando sombras, intimidando gigantes que ya deben morir para que nazcan bandadas de pájaros que dibujen el vuelo de todos sobre el viento de los cambios que sopla incesante en el paso de la historia.
Septiembre rojo de la sangre derramada de los indígenas, de los obreros, de los campesinos desplazados por las feroces garras del narcotráfico, por los combatientes afganos, por los maestros de Honduras, por los combatientes de Panamá, por los pobres y desplazados norteamericanos, por los guerrilleros caídos, por todos los pobres de la tierra que ya no aguantan más el azote del imperio capitalista.
Las gargantas mediáticas imperiales seguirán entonando sus rezos de mentiras y falsedades, y una gigante ola de silencio les responderá que ya no se les cree, que no podrán seguir manipulando el destino con tan burdos inventos. Las campanas repican por los pueblos de este mundo. Llegó Septiembre y ya pronto se acabará la década que despierta a la especie ante el llamado de los tiempos futuros. Llegó la hora de comenzar el avance final para que de nuevo nuestra especie supere las dificultades, como siempre lo ha hecho.
Las barricadas ya están en las calles del mundo, el hambre y la pobreza se agolpan con histeria en las grandes marchas de protestas, los afiches decoran con rabia y con reclamos las murallas de todas las ciudades. Las jóvenes generaciones dejarán las aulas de clase y saldrán a reclamar el mundo que se les arrebata en la arremetida final del monstruo de mil cabezas. Por cada calle, por cada pueblo, por cada uno.
Este Septiembre no debemos temblar ante ninguna ignominia, con toda la fuerza vaya Venezuela a su victoria, los españoles, los colombianos, los panameños. El planeta será un solo territorio que nos pertenecerá a todos y que todos defenderemos. A llegado la hora de los hornos y no se he de ver más que la luz, como nos grita el Che, enorme, desde las montañas heridas. Septiembre de gloria para la esperanza de nuestros hijos por nacer, de nuestros pueblos por rescatar y de nuestro mundo por construir. Vayamos todos cada día a nuestro puesto de lucha, sin descanso, sin demora, con entrega total a pelear por lo nuestro.
Levantémonos como nunca se levantaron los pueblos, unamos nuestra furia en el embate final, sin descanso camaradas de mi mundo amado, salvemos esta tierra y comencemos el futuro.

Venceremos.

Raúl Bracho |

domingo, agosto 29, 2010

Marx, Karl


Texto de Manuel Sacristán publicado en 1967

Nota edición: “Karl Marx”, “Materialismo” y “Lógica formal” fueron las tres voces que Manuel Sacristán escribió en 1967 para la edición castellana de la Enciclopedia Larousse. Probablemente, “Karl Marx”, la entrada que aquí se reproduce, no fue incluida en el primer volumen de sus “Panfletos y materiales” porque Sobre Marx y marxismo ya contenía el articulo que sobre el autor de El Capital –“Karl Marx”, pp. 277-307- Sacristán escribiera, pocos años más después, para la Enciclopedia Universitas de Salvat. Las otras dos veces de la Enciclopedia Larousse –“Lógica formal” y “Materialismo”- fueron incorporadas a Papeles de filosofía, el segundo volumen de “Panfletos y materiales”, pp. 284-293 y 294-301 respectivamente. Albert Domingo Curto incorporó esta aproximación a Marx de 1967 en su excelente edición de Manuel Sacristán, Lecturas de filosofía moderna y contemporánea, Trotta, Madrid, 2007, pp. 181-186.

Político, filósofo y economista alemán (Tréveris 1818 - Londres 1883). Hijo de un abogado hebreo de formación y tendencias moderadamente ilustradas y liberales, su infancia transcurrió en Renania. Estudió en su ciudad natal y a los diecisiete años empezó la carrera de derecho en la universidad de Bonn. Pero desde su traslado a la universidad de Berlín (1836), Marx se orientó cada vez más claramente hacia la filosofía y la historia. De esta época data su noviazgo con Jenny von Westphalen, hija de un funcionario de la nobleza reciente. A su llegada a Berlín el joven Marx vivió intelectualmente en el mundo de ideas de la Ilustración. La filosofía hegeliana, recién muerto Hegel, dominaba el ambiente espiritual berlinés y estaba dando origen a una tendencia progresista y democrática dentro de la cual se situaría pronto el joven Marx. Pero el cambio de orientación intelectual de éste no se produjo sin crisis. En una carta dirigida a su padre el 10 de noviembre de 1837, llega a poner entre las causas de la enfermedad y la depresión que sufrió entonces la necesidad intelectual en que se vio de adoptar los motivos básicos del pensamiento hegeliano: “Enfermé, como ya te he escrito, (...) de la irritación que me consumía por tener que convertir en ídolo mío una concepción que odiaba”. A pesar de esas tensiones intelectuales Marx era ya en 1837 un “joven hegeliano” de izquierda bastante típico. De ello da testimonio la citada carta, en la cual abundan reflexiones directamente inspiradas por el pensamiento de Hegel e incluso temas de detalle muy característicos de la filosofía de éste, como la crítica despectiva del “pensamiento matemático” o formal en general.
La orientación dominante de los hegelianos de izquierda consistía en entender y aplicar la filosofía hegeliana como un instrumento crítico de la sociedad existente. Pero, de acuerdo con sus concepciones básicas idealistas, sociedad era para ellos tanto como cultura explícita o incluso teórica, o lo mismo que grado de realización de las ideas en las instituciones: la crítica es también teoría, como afirmara Marx aún en su tesis doctoral (un estudio sobre la filosofía de Demócrito y la de Epicuro) en 1841. Pese a ello, el ejercicio de la crítica puso progresiva y naturalmente al joven Marx en presencia de realidades sociales, sobre todo a partir del momento en que empezó a redactar trabajos periodísticos para la Rheinische Zeitung [Gaceta renana], de la que llegó a ser director (1842). Los debates de la Dieta renana acerca de materias como los robos de leña en los bosques, por ejemplo, despertaron en Marx una sensible conciencia de los problemas sociales. Muy tempranamente percibió la naturaleza clasista de la legislación y de los debates mismos de la Dieta. Sus artículos al respecto en la Rheinische Zeitung pintan plásticamente no sólo las actitudes de clase de los oradores de los estamentos noble y burgués, sino también la naturaleza de clase del estado, cuya legislación y cuya acción administrativa tienden a convertir el poder social en guardia jurado de los intereses de los propietarios. La crítica del joven Marx (que tenía veinticuatro años en esa época) a dicha situación procede según una línea liberal apoyada filosóficamente en una interpretación izquierdista del pensamiento de Hegel: esa situación es reprobable porque un estado clasista no cumple la idea del estado como realización de la eticidad, de la especificidad humana.
Puede documentarse que Marx tuvo durante esos años un primer conocimiento del movimiento obrero francés e inglés y del socialismo y el comunismo utópicos de Fourier, Owen, Saint-Simon y Weitling. Por lo que hace a los movimientos revolucionarios franceses de la época su fuente fue probablemente la Augsburger Allgemeine Zeitung [Gaceta General Aubsburguesa], en al cual H. Heine publicaba crónicas desde París en las que varias veces aludió al comunismo francés y al de los emigrados alemanes. La reacción de Marx a esos datos tiene dos aspectos distinguibles: por un lado, considera justificado que “la clase que hasta ahora no ha poseído nada” aspire a poseer, y reprocha a la clase dominante alemana su actitud puramente negativa; la aspiración económica del proletariado y su lucha por objetivos materiales inmediatos (Marx comenta la gran agitación de Lyon, por ejemplo) le parecen naturales y justificados fenómenos sin importancia y nada temibles. Pero en las ideas comunistas ve ideas parciales -ideas de clase-, tan incapaces como las de la clase dominante de realizar el estado ético. Las ideas comunistas son un “temor de la conciencia que provoca una rebelión de los deseos subjetivos de los hombres contra las comprensiones objetivas de su propio entendimiento”. Esas “comprensiones objetivas” son el concepto hegeliano del estado, frente al cual el comunismo es para el Marx de entonces la parcial noción de un “estado de artesanos”. En 1843 la censura procedió contra la Rheinische Zeitung y Marx tuvo que dimitir. Ya previamente este endurecimiento de la censura, el de la política universitaria prusiana, le había movido a desistir de su proyecto de carrera universitaria. Este año de 1843, en el cual Marx se sumaría a la emigración política alemana en París, fue abundante en acontecimientos decisivos para su vida: además de casarse, conoció a Heine, Börne, Proudhon y Engels. Con esos acontecimientos, nació el Karl Marx que ha pasado como figura de gran influencia a la historia de las ideas y a la de los hechos.
La amistad con Engels acarreó ante todo para Marx la convicción de que tenía que estudiar profundamente los problemas económicos. La conciencia de ello coincidió con esta fase de su evolución intelectual y moral con la utilización del pensamiento de Feuerbach (un humanismo abstracto que culmina en una crítica recusatoria de la religión y de la filosofía especulativa) como correctivo del idealismo de Hegel. Esa situación se refleja sobre todo en tres trabajos muy importantes para la comprensión de su evolución intelectual: dos escritos (1843) para los Deutsch-französische Jahrbücher [Anales franco-alemanes], la Crítica de la filosofía hegeliana del derecho y Sobre la cuestión judía; y otro no publicado durante su vida que se conserva en estado de borrador: los Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Todos estos escritos -el último sobre todo- presentan característicamente lo que después Marx consideraría una “mezcla” del punto de vista ideológico, o de historia y crítica de las ideas, con el factual, o de análisis e interpretación de los datos. Ese rasgo indica suficientemente el lugar de transición que ocupan esos escritos en la biografía intelectual de Marx. El aspecto más meramente filosófico de esa transición se aprecia, en los manuscritos sobre todo, en su intento de precisar la síntesis del pensamiento recibido a partir de la cual está organizándose el suyo.
En 1845 Marx tuvo que abandonar París. Pasó a Bruselas y en 1847 a Londres. De este período son las obras en las cuales se suele ver la primera formulación del materialismo histórico: La sagrada familia, La ideología alemana, Miseria de la filosofía y el Manifiesto del Partido comunista (escrito en 1847, publicado en 1848). Engels ha fechado en esos años el punto de inflexión, caracterizándolo como un rebasamiento de las ideas de Feuerbach: “Pero había que dar el paso que no dio Feuerbach; el culto del hombre abstracto, que constituía el núcleo de la nueva religión, se tenía que sustituir por la ciencia del hombre real y de su evolución histórica. Este ulterior desarrollo del punto de vista feuerbachiano más allá de Feuerbach empezó en 1845, por obra de Marx, en La sagrada familia”. En esa obra y en La ideología alemana, Marx (con la colaboración de Engels) va explorando, con ocasión de motivaciones polémicas, su nueva concepción de las relaciones entre lo que a partir de entonces se llamaría en el marxismo la sobreestructura (las instituciones y las formaciones ideológicas) y lo que recibiría el nombre de base de la vida humana, paulatinamente entendida como el sistema de relaciones (o condiciones, pues la palabra alemana Verhältnisse, siempre usada en plural en este contexto, significa ambas cosas, y también circunstancias) de producción y apropiación del producto social. En el Manifiesto (por tanto en 1847 a más tardar) está ya presente, además de la clásica tesis marxista que aparece en la primera frase del célebre texto (“La historia de toda sociedad hasta hoy es la historia de luchas de clase”) también el esquema dinámico de la evolución histórica tal como lo entiende el marxismo, a saber: la tensión dialéctica entre las condiciones o relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas. En el Manifiesto afirma Marx, por ejemplo, que las “modernas fuerzas productivas” están en tensión “desde hace decenios” con “las modernas relaciones de producción, con las relaciones de propiedad que son las condiciones de vida de la burguesía y de su dominio.”
En 1847 era Marx miembro de la Liga de los comunistas y trabajaba intensamente en la organización del movimiento obrero. La evolución de 1848 le movió a pasar a Alemania (abril) igual que Engels, con objeto de colaborar personalmente en la revolución democrática alemana. Marx publicó en Colonia la Neue Rheinische Zeitung [Nueva Gaceta Renana] de vida efímera (1848-1849). Tras el fracaso de la revolución, se encontraba en Londres (expulsado de París) en 1849. Y en 1850 se disolvió la Liga de los comunistas. Ya no se movería Marx de Londres más que muy transitoria y excepcionalmente, o por motivos de salud en los últimos años de su vida. La fase de ésta que empezó el año 50 es de mucho sufrimiento causado por la pobreza, el esfuerzo y la resultante mala salud. En esta época había empezado la preparación de los materiales y análisis para El Capital, que sufriría numerosos cambios respecto de los proyectos iniciales de Marx. Los textos conocidos con los títulos de Contribución a la crítica de la economía política, Esbozo a una critica de la economía política y Teorías sobre la plusvalía son todos de esa época y preparatorios de El Capital (esto puede decirse objetivamente, no en el sentido de que tales fueran los planes literarios de Marx). Tres años antes de aparecer El Capital (vol. I) se fundó la Asociación Internacional de Trabajadores, la Internacional por antonomasia. Al poco tiempo de su fundación se le llamó a participar en ella y se convirtió en su auténtico guía, al redactar la memoria inaugural y los estatutos. La distinta concepción del camino que había que seguir en la lucha revolucionaria le llevó a enfrentarse con Bakunin y sus partidarios, que en 1872 fueron expulsados de la Internacional. El primer volumen de El Capital, único publicado en vida de Marx, ha sido durante el siglo siguiente a su publicación la obra más influyente y famosa de su autor: sólo más recientemente empezó a solicitar una análoga atención su obra anterior y juvenil. Contemplado desde ésta, El Capital aparece como el remate de un movimiento intelectual de alejamiento progresivo y negación de la especulación filosófica y de su pretensión de ser fundamento de la acción política revolucionaria; en el mismo movimiento ese papel se atribuye a un conocimiento positivo de la realidad histórica, social y económica. “Una vez hubo reconocido que la estructura económica es la base sobre la cual se yergue la sobreestructura política, Marx atendió ante todo al estudio de esta estructura económica” (Lenin).
Concepto básico y nuevo, al menos en su sistemático aprovechamiento, de las obras de la época de El Capital y de éste mismo es el de plusvalía. Con ese concepto propone Marx una explicación de la obtención de valor por parte del propietario del dinero como resultado de la circulación de éste. La ganancia de valor se explica porque el capitalista puede comprar y compra de hecho la única mercancía que produce valor con su consumo, la fuerza de trabajo. En las obras que, como señaladamente El Capital, son características de la madurez de Marx, se aprecia una recuperación de conceptos hegelianos. El propio Marx ha comentado el hecho, explicándolo simultáneamente en dos sentidos, como mero “coqueteo” intelectual con el lenguaje filosófico de Hegel, por reacción contra la vulgaridad antihegeliana de la cultura izquierdista alemana de los años 50 y 60; y como reconocimiento de que “la mixtificación [idealista] que sufre la dialéctica en manos de Hegel no anula en modo alguno el hecho de que él ha sido el primero en exponer de un modo amplio y consciente las formas generales de movimiento de aquélla. La dialéctica se encuentra invertida en el pensamiento de Hegel. Hay que enderezarla para descubrir el núcleo racional dentro de la cáscara mística” (Prólogo a la 2ª edición del vol. I de El Capital).
Las vicisitudes y los puntos de inflexión de la evolución intelectual de Marx, tan rica y revuelta como la de cualquier otro pensador importante, suscitan dos problemas que son actualmente tema de la mayor parte de la literatura marxiana: el de los “cortes”, “rupturas” o “censuras” que haya podido haber en esa evolución, especialmente entre los años 1842-1847, y el de la naturaleza del trabajo teórico de Marx, tan directamente ligado (a diferencia del trabajo intelectual típico moderno, por ejemplo, el de un físico) con objetivos prácticos (políticos revolucionarios). Respecto del primer problema, cabe decir al menos que un examen de la evolución intelectual de Marx, por curioso que sea, permite identificar no uno, sino varios puntos de inflexión (alguno incluso posterior a El Capital), ninguno de los cuales, sin embargo, se revela como ruptura total: en 1851, por ejemplo, seleccionaba para encabezar una publicación de sus escritos un artículo del año 1842, las “Observaciones acerca de la reciente instrucción prusiana sobre la censura”). En cuanto al segundo problema, parece también claro que Marx ha practicado con los temas económicos un tipo de trabajo intelectual no idéntico con el que es característico de la ciencia positiva, aunque sí compuesto, entre otros, por éste. Es incluso claro que Marx atribuye un peculiar estatuto intelectual a toda ocupación científica general con los problemas económicos. Así escribe, por ejemplo, en el citado prólogo a la 2ª edición del vol. I de El Capital: “En la medida en que es burguesa -o sea, mientras conciba el orden capitalista como forma absoluta y única de la producción social, en vez de cómo estadio evolutivo transitorio-, la economía política no puede mantenerse como ciencia, sino mientras la lucha de clases sea latente y se manifieste sólo en fenómenos aislados”. Marx no ha hecho nunca afirmación parecida acerca de ninguna otra ciencia.
En 1870 Engels pudo trasladarse a Londres y entró a formar parte del consejo general de la Internacional, aliviando a Marx de parte de su trabajo y haciendo posible que éste se retirase en 1873 de la actividad pública y dedicase los esfuerzos que le permitía su quebrantada salud a proseguir la redacción de El Capital. La muerte de su mujer y de su hija le afectaron profundamente y precipitaron su propio fin.

Manuel Sacristán Luzón

Frida Kahlo

Tina Modotti

Bloqueo

Estuve en la ciudad desde el sábado, me trajo la urgencia. Se nos fundió la tarjeta de video de la computadora, y Ojalá se detuvo.
Aquí no se venden esas tarjetas. Ay de la compañía que lo haga. Multas millonarias contra ellos. Tampoco podemos encargarlas, por supuesto desde Cuba. Ese es nuestro defecto: vivimos donde no debemos. Por vivir donde nacimos somos malos, somos cómplices y, para colmo, somos bobos. La estupidez de vivir en nuestro propio país nos dificulta crear escuelas de música y estudios de grabación. Mucho más sostenerlos. ¿A qué condenado se le ocurre mejorar siquiera la parte del panorama profesional que le corresponde? Lo que hay que hacer es irse. Si es ilegalmente, mejor. Para algunos, la única forma de legitimar un proyecto es descalificando lo que sea que haya ocurrido en el último medio siglo en Cuba.
Nos castigan porque nos quieren mucho. Sufren de vernos padecer en esta isla maldita. Por eso nos aprietan tuercas. Para que aprendamos a ser mejores cubanos desde afuera. Y toman medidas para aislarnos a los que ya éramos isleños. ¿Por qué las toman? Porque son los más ricos, los más bellos, los más felices. ¿Por qué contra nosotros? Porque nos consideran lo contrario. ¿Quiénes aplauden? Los que suspiran por parecerse a ellos.
Por suerte siempre hay manos que logran escapar de ese “mundo libre”. Benditas.
Somos un país que se dedicó a alfabetizar, a construir universidades de médicos y artistas. Y ahora pretenden hacer ver que nos gusta tener pianos sin cuerdas y vientos sin zapatillas.
Vaya imaginación.

Silvio Rodríguez
Segunda cita

¿Qué es el comunismo?

sábado, agosto 28, 2010

La ejecución de Sacco y Vanzetti en 1927


Aquel 23 de agosto

Había que hacerlo, todos sabían que esos obreros no eran culpables, todos sabían que no era a ellos a quienes se estaba juzgando, era a su ideología, y esa farsa era una señal, era una advertencia de que no tolerarían que gente como ellos intentaran cambiar su sistema, ese sistema gracias al cual, los bolsillos de quienes sustentaban el poder se encontraban llenos de dinero, y n les importó que debieran asesinar a algunos para que otros lo entendieran, al fin y al cabo, ya lo habían hecho demasiadas veces como para empezar a tener problemas de conciencia, y ese día el 23 de Agosto de 1927, el verdugo, un oscuro funcionario del Estado de Massachusetts bajó la fría palanca que terminaría de cerrar toda la mentira.
Todo había comenzado cuando cae asesinado un pagador y sereno de una fábrica de zapatos en la Ciudad de South Brantree, no se encuentra a los culpables y entre policías y jueces, ven la oportunidad, arman una parodia de juicio en el que jamás pudieron demostrar la culpabilidad de ninguno de estos dos italianos, pero n les importó, la clase política los aprueba para que dieran el veredicto que ellos necesitan, porque la ‘salud’ del sistema así lo requería.
Las sentencia llegó formalmente, fueron declarados culpables porque era necesario que fueran declarados culpables y el 14 de Julio de 1921 el juez estampó su firma ¡¡¡ Mátenlos !!!.
A partir de ese momento se levantaron millones de voces en todo el mundo exigiendo que no se lleve a cabo esa carnicería humana, las marchas en toda América y Europa eran tumultuosas, centenares de miles de personas en cada una de ellas, denunciaban al mundo la trampa y repudiaban el crimen que se estaba por cometer en nombre del sistema capitalista.
De nada sirvieron las demostraciones de que esos dos hombres libertarios no eran culpables, finalmente, un fatídico 23 de Agosto de 1927, 6 años después de la sentencia, son ejecutados cobardemente.
Pasaron muchos años, 50 exactamente, para que un gobernador de Massachusetts reconociera formalmente la inocencia de esos hombres y declaró que fueron condenados por sus convicciones políticas y por su condición de inmigrantes. Esa declaración no conformó a nadie, el crimen ya se había consumado, los pueblos del mundo siempre supieron que Sacco y Venzetti eran dos victimas mas de un sistema criminal y asesino
.
“Nunca pensamos en toda nuestra vida haber podido hacer tanto por la tolerancia, por
la justicia, por el entendimiento entre los hombres, como hecho ahora por casualidad
¡¡¡ Nuestras palabras, nuestras vidas, nuestros dolores, no son nada !!!. Las vidas que
Nos quitan, vidas de un buen zapatero y de un pobre vendedor de pescado, eso es
Todo!. El último momento nos pertenece, la agonía es nuestro triunfo “

Declaración de Vanzetti luego de recibir la sentencia.

Ramiro Ross *

Chile: la criminalización del conflicto mapuche


La huelga de hambre iniciada por un grupo de 31 presos políticos mapuches en diversas cárceles de Chile ya completó los 40 días y las autoridades chilenas todavía no han dado ninguna respuesta a un conjunto de reivindicaciones que han levantado los huelguistas y las organizaciones del pueblo Mapuche. Las demandas que ellos plantean a la autoridad son justas y legitimas:
1. Por el derecho a un debido proceso o juicio justo sin los montajes político- judiciales actuales y el uso de violencia institucionalizada que incluye la tortura;
2. Por el fin de la ley Antiterrorista, hecha durante la dictadura, y cuya aplicación a la causa Mapuche permite todo tipo de acciones ilegítimas condenadas por las Naciones Unidas. Su uso es facilitado por la criminalización de las luchas legítimas del pueblo Mapuche;
3. Por el fin de la Justicia Militar que promueve la impunidad a los crímenes del Estado desde los tiempos de la dictadura y que ahora acentúa su guerra contra el pueblo Mapuche. Fin del uso de procesos civiles y militares a un mismo preso;
4. Por la libertad de todos los presos políticos Mapuche encarcelados; y
5. Por la desmilitarización de las zonas Mapuche donde las comunidades reivindican sus derechos políticos y territoriales.
Esta Ley Antiterrorista prevé la aplicación preventiva por hasta dos años de un sospechoso, así como impide a los abogados de defensa acceder a la investigación o interrogar a testigos cuya identidad es mantenida en secreto. Es decir, con la criminalización de la causa Mapuche, el Estado chileno ha transformado la solución institucional y democrática del conflicto, en una cuestión estrictamente judicial, cuya consecuencia más directa ha sido la estigmatización de los mapuches como un pueblo violento.
Por su parte, la prensa escrita y audiovisual ha ignorado esta huelga de hambre, centrando las informaciones en el drama que afecta a 33 mineros sepultados hace más de dos semanas en la mina San José, al Norte del país. Excepto por unos pocos medios de comunicación, se ha impuesto un vergonzoso manto de silencio e indiferencia sobre esta otra tragedia que asola a Chile. Según las últimas informaciones difundidas por los familiares de los huelguistas, la salud de la mayoría de ellos se encuentra resentida después de casi mes y medio sin ingerir alimentos. Frente a la perseverante lucha de los mapuches por conquistar sus derechos, el mutismo del gobierno torna aún mas ilegitima la aplicación de una Ley Antiterrorista que ha sido condenada por Naciones Unidas y por organismos internacionales de Derechos Humanos.

El estallido contemporáneo del “conflicto Mapuche”

La expresión contemporánea del conflicto entre los Mapuche y el gobierno, las empresas forestales y de energía (embalses), se instaló a fines de 1997 (1 de diciembre), fecha en la cual fueron incendiados tres camiones cargados con madera que salían de un terreno en litigio entre una empresa forestal (Forestal Arauco) y las comunidades de la zona de Lumaco, Novena Región. La población Mapuche de ese sector argumentaba su pretensión de recuperar los terrenos en manos de la forestal apelando a sus derechos ancestrales. Desde esa ocasión y hasta la fecha, la Intendencia de la Región de la Araucanía ha interpuesto diversos recursos en la Corte de Apelaciones de Temuco para que se aplicara la Ley de Seguridad Interior del Estado y actualmente la Ley Antiterrorista, una de las más nefastas herencias del régimen dictatorial. Desde ese periodo, el gobierno viene advirtiendo que sancionará “con el mayor rigor de la ley” a aquellos grupos que insistan en desacatar el Estado de derecho y algunos de sus representantes vienen realizando, desde hace ya un tiempo, fuertes denuncias contra las acciones “perpetradas” por los comuneros.
A partir de esa fecha son innumerables las ocupaciones, los actos de protesta y acciones de descontento que se han producido en diversas localidades del Sur del país, algunas de las cuales adquirieron inusitada violencia por parte de los grupos en conflicto: por un lado, las comunidades Mapuches, organizaciones ecologistas e indigenistas, y por el otro, las fuerzas policiales “del orden” y guardias de seguridad contratados por las empresas.[1] En la Región de la Araucanía se desarrolla, por lo tanto, desde hace varios años este conflicto entre las comunidades Mapuche que reclaman tierras “ancestrales” y las empresas agrícolas y forestales que actualmente poseen los derechos de propiedad sobre dichas tierras.
Algunos de estos enfrentamientos han cobrado la vida de jóvenes integrantes del movimiento Mapuche. Los hechos han demostrado que quienes han perdido la vida o los que han sido agredidos en su gran mayoría son integrantes de esta etnia.[2] La tensión generada por estos asesinatos y por otros gestos de violencia policial, llevó al gobierno a declarar la Ley Antiterrorista para juzgar las acciones emprendidas por las organizaciones Mapuches responsabilizadas por los ataques a empresas y explotaciones aledaños a sus comunidades. La aplicación de dicha Ley ha sido criticada por diversos abogados y especialistas, que la consideran una aberración jurídica en la medida que atribuye como causal de un acto terrorista a cualquier persona que proceda a “colocar, lanzar o disparar bombas o artefactos explosivos o incendiarios de cualquier tipo, que afecten o puedan afectar la integridad física de personas o causar daño.” Con esta definición ambigua y sumamente vaga puede ser encausado como acto terrorista cualquier actividad promovida por grupos anti-sistémicos o movimientos sociales que, por ejemplo, puedan hacer uso de barricadas o lanzar bombas molotov en una manifestación.
Indiscutiblemente la violencia represiva desplegada por el Estado chileno va de la mano con la mencionada estigmatización del pueblo Mapuche, que en muchas ocasiones es definido como violento y sin ninguna capacidad de dialogo, demasiado obcecado por recuperar su patrimonio. Efectivamente, en muchas oportunidades los Mapuches han reaccionado de manera violenta a la instalación de empresas forestales o proyectos hidroeléctricos en su territorio, pero ello ha sido provocado también porque no han sido consultados previamente respecto a estos emprendimientos, excluyéndolos de cualquier debate bajo el pretexto (y el prejuicio) de que estas comunidades son por esencia contrarias al progreso económico. La pregunta en este caso es precisamente de que tipo de progreso estamos hablando o hasta donde dicho progreso afecta los ecosistemas naturales dejando una “huella ecológica” de gran impacto, difícil de ser contornada por simples medidas paliativas. Las comunidades Mapuches también están concientes que muchos proyectos realizados en ecosistemas naturales poseen externalidades ambientales negativas, las que finalmente afectaran directamente la propia supervivencia y sustentabilidad de esas comunidades. Como bien nos recuerda Gonzalo Rovira en su artículo, “Patrimonio natural y políticas públicas”, el llamado progreso con su uso creciente y dramático de recursos naturales, tiende a expandir la frontera, aumentando la proporción de zonas intervenidas, para satisfacer así una creciente demanda por bienes y servicios.
A ello se suma una concepción más generalizada del Estado, que se encuentra asociada a la criminalización de la protesta social. Las manifestaciones de las organizaciones y las comunidades muchas veces son tratadas como un tema policial y de seguridad interior, lo cual termina justificando el uso excesivo de la fuerza represiva y la aplicación de la ley antiterrorista a acciones de propaganda que buscan llamar la atención de esas mismas instituciones. Según un reciente informe del Relator Especial de Naciones Unidas sobre los Derechos y Libertades Fundamentales de los Pueblos Originarios, James Anaya, el Estado chileno debe terminar con el uso de la fuerza para pasar a construir confianza y espacios de mayor participación en las negociaciones para responder a las diversas demandas de este pueblo, desde la restitución de tierras ancestrales hasta aspectos de acercamiento intercultural, que incorpore la noción de diferencia a partir de la educación básica: “El mayor desafío que tiene Chile es transversal. Necesita construir confianza, necesita que los indígenas recuperen la confianza perdida a causa de años de historia…”.
En este sentido, la estrategia del gobierno socialista de Michelle Bachelet también fue muy contradictoria. Por una parte, las autoridades habían confirmado el Convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) que consagra los derechos de los pueblos originarios, y que, por ejemplo, obliga a los Estados ratificantes a hacer una consulta previa antes de desarrollar cualquier proyecto o emprendimiento en territorio indígena. Por otra parte, el gobierno intentó focalizar e incluso transferir el conflicto a determinadas comunidades, que aparecían como el centro neurálgico de las disputas por tierra, siendo que el problema tenía una magnitud bastante mayor y más compleja. Las acciones represivas tópicas durante la administración de Bachelet solamente escondieron la raíz del conflicto, que si bien posee un componente tangible de demanda por la tierra, también supone construir una política indígena global que pasa por cuestiones de identidad, nacionalidad y autonomía.
Desde la asunción del gobierno de Piñera la situación del pueblo Mapuche ha empeorado, visto que su base de apoyo son precisamente los mismos empresarios agrícolas y forestales que durante décadas han participado en las acciones de represión y despojo de esta comunidad originaria. Con la evidente oposición del gobierno y la apatía y falta de movilización de la sociedad, existe un riesgo predecible que la atención a las demandas de los huelguistas sólo comience a ser concedida después de algún desenlace fatal. Eso seria un error dramático e inexcusable para cualquier país que aspira a construir una convivencia democrática mínima.

Fernando de la Cuadra
Sociólogo chileno, Miembro de la Red Universitaria de Investigadores sobre América Latina (RUPAL).

[1] Una cronología pormenorizada de estas ocupaciones y de otro tipo de manifestaciones (huelgas de hambre, marchas, tomas de caminos, tala de bosques, etc.) se encuentra en los diversos números de la revista del Observatorio Social de América Latina, publicada por CLACSO o en los diversos documentos del Observatorio de Conflictos Ambientales editados por la Casa de la Paz.
[2] Existen tres sucesos de graves consecuencias que han acaparado la atención de la opinión pública nacional e internacional. La primera fue el asesinato del estudiante Mapuche Edmundo Lemus (de 17 años) que recibió una bala disparada por las Fuerzas Especiales de Carabineros mientras participaba en una movilización pacífica de recuperación de tierras efectuada en el Fundo Santa Elisa de propiedad de la forestal Mininco, en las proximidades de Angol. A comienzos del 2008, el 3 de enero, murió a causa de una herida de bala disparada por la Policía, el joven activista Matías Catrileo (22 años). Otro caso que provocó gran consternación fue el asesinato del comunero Jaime Mendoza Collio (24 años), acontecido en agosto del año pasado, tras el desalojo policial de un fundo agrícola en Angol.

Marx sobre España


Texto publicado por Manuel Sacristán en 1983

Nota edición: “Marx sobre España” fue escrito con ocasión del primer centenario del fallecimiento de Marx y fue publicado en Papeles de Economía Española, nº 17, 1983, pp. 110-118. Posteriormente fue reimpreso en Enrique Fuentes Quintana (dir.), Economía y economistas españoles, Vol. 5: Las críticas a la economía clásica, Barcelona, Galaxia Gutenberg–Círculo de Lectores, 2001, pp. 803-814, y Albert Domingo Curto lo ha incorporado a su edición de Manuel Sacristán, Lecturas de filosofía moderna y contemporánea, Madrid, Trotta, 2007, pp. 205-215

Análisis y pandereta.

Creo que sigue siendo verdad, como escribí en la década de los sesenta [*], que si la lectura de los artículos de Marx sobre España puede ser interesante para gentes de hoy es porque esos artículos ilustran bien su método, su estilo intelectual [1] Pero también puede apetecer leerlos con menos voluntad de aprendizaje y más de entretenimiento, porque esos textos periodísticos (corresponsalías y artículos de fondo para la New York Daily Tribune escritos en 1854 y 1856) permiten ver un trasfondo de vivencia o experiencia de lo español hecho de tópicos comunes y agudas observaciones propias, de familiaridad con los motivos éticos y poéticos del Sturm und Drang schilleriano, del Goethe joven y del Goethe viejo, de la sensibilidad de la Joven Alemania para con la asonancia del romance castellano y de la del romanticismo alemán para con nuestro teatro barroco; todo lo cual añade su interés, entre la estética y la sabiduría de la vida, al valor de ejemplo metodológico que es, sin duda, lo principal de los escritos de Marx sobre España.
La sensibilidad despertada en Marx por las lecturas y experiencias dichas, no siempre muy elaboradas, revela una cierta afinidad con lo español, a menudo en contraste con un menosprecio, no menos tópicamente germánico-romántico, por gran parte de la literatura francesa, como en este pasaje de una carta a Engels (3-5-1854), muestra del gusto (buen gusto, todo hay que decirlo) del romanticismo alemán:
En mis ratos perdidos estoy estudiando español. He empezando por Calderón; de su Mágico prodigioso -el Fausto católico- Goethe ha aprovechado para su Faust no sólo ciertos trozos, sino incluso la disposición de escenas enteras. Luego -horribile dictu- he leído Attala y René de Chateaubriand y algunos trozos de Bernardin de Saint-Pierre; pero en español, porque en francés no lo habría aguantado.
La afinidad en cuestión tiene momentos curiosos, como cuando, refiriéndose a la guerra de las Comunidades de Castilla, Marx habla de Carlos I y aclara a su público norteamericano: “o Carlos V, como lo llaman los alemanes” (New York Daily Tribune [NYDT], 9-9-1854). Cuando se mete en la piel hispánica, Marx puede ponerse tan patético como un orador de 12 de octubre; así comenta, por ejemplo, la derrota de los comuneros:
Si, tras el reinado de Carlos I, la decadencia de España en los terrenos político y social exhibe todos los síntomas de larga y nada gloriosa putrefacción que caracterizan los peores tiempos del imperio turco, bajo el emperador mismo las viejas libertades fueron en fin de cuentas enterradas en un sepulcro magnífico. Ésta es la época en que Vasco Núñez de Balboa planta el pendón de Castilla en las costas de Darién, mientras Cortés lo hace en México y Pizarro en el Perú; la época en que la influencia española gobernó Europa y la meridional imaginación de los iberos se conturbó con visiones de Eldorados, caballerescas aventuras y sueños de monarquía universal (NYDT, 9-9-1854).
Y el atractivo de lo español no se limita a ese período brillante en el que “murió la libertad española”; también “la comprensión de todo lo que España ha hecho y sufrido desde la usurpación napoleónica [...] es uno de los capítulos más emocionantes e instructivos de toda la historia moderna”. Precisamente cuando habla de la guerra de la Independencia española se expresa Marx del modo más emocional, con acentos que recuerdan bastante los versos de Heine sobre Riego y Quiroga. La guerra de la Independencia es un “gran movimiento nacional” con “heroicos episodios”, una “memorable exhibición de vitalidad de un pueblo al que se suponía moribundo”. Y es muy notable que la acción de los ejércitos napoleónicos no sea fundamentalmente para Marx un modo de consumarse el ascenso de la burguesía, sino “el asalto napoleónico a la nación” (NDYT, 25-9-1854). “De un lado -escribe Marx con una convicción más bien sorprendente- estaban los afrancesados, y del otro la nación”.
Desde luego que no faltan entre los tópicos españoles de Marx los que reflejan la extrañeza del centroeuropeo frente a lo que él entiende como exuberancia meridional un tanto ridícula: “¿Dónde es más poderosa la imaginación que en el sur de Europa?”, se pregunta Marx (NYDT, 19-8-1854), y explica con ella desde el prestigio de los caudillos guerrilleros hasta la hinchazón de las proclamas militares (NYDT, 4-8-1854). Pero en su propia fantasía predominan imágenes proyectadas por una nostalgia de ese sur, no tanto la nostalgia goethiana de las tierras “en que florece el limonero” cuanto otra política y moral, la sentida por el labrador hidalgo que -“peculiaridad española”-, “pese a ser miserable y explotado, no tuvo el sentimiento de humillación oprobiosa que le amargaba en el resto de la Europa feudal” (artículo del 21-II-1854, no publicado por el NYDT).

CERVANTES ENTRE HOMERO Y SHAKESPEARE

Los gustos literarios de Marx eran, como es sabido, sólidos hasta rozar lo convencional. “Igual que a mis hermanas -recordaba su hija Eleanor-, me leyó todo Homero, los Nibelungos, Gudrun, Don Quijote y Las mil y una noches. Shakespeare era la Biblia de nuestra casa”. Y Lafargue cuenta en sus Recuerdos personales sobre Marx que los novelistas preferidos de éste eran Cervantes y Balzac. El principal crítico literario de la primera generación marxista, Franz Mehring, ha dejado una observación que permite ver en esos gustos literarios tan canónicos una motivación profunda y muy concorde con la personalidad intelectual de Marx. Mehring, en efecto, observó que todos los autores de cabecera de Marx -Homero, Dante, Shakespeare, Cervantes y Balzac- han sido “espíritus que han registrado de manera tan objetiva la imagen de una época entera que todo residuo subjetivo se disuelve más o menos, y a veces tan totalmente, que los autores desaparecen detrás de sus creaciones, en una oscuridad mítica”. Todos ellos, además, documentan prolija y profundamente estadios y procesos sociales. Don Quijote, en particular, es para Marx, como recuerda su yerno Lafargue, “la epopeya de la caballería moribunda, cuyas virtudes se convertirían en el naciente mundo burgués en objeto de burla y de ridículo”, pero que el Manifiesto comunista evocaba como “patriarcales e idílicas”.
Don Quijote es un personaje que se presta obviamente a la comprensión de Marx. Éste alude frecuentemente al hidalgo, y en varios registros, recogiendo su excentricidad anacrónica, recordando accidentes de su carácter y de su vida, y también aplicándole la clave completa de la concepción marxiana de la historia de Europa: como se desprende de su crítica del Franz von Sickingen de Lassalle, Marx entiende que la excentricidad patética de Don Quijote se debe a que para que una lucha como la suya, dirigida contra los poderes injustos de su época, tuviera alguna buena perspectiva, necesitaba “apelar [...] a las ciudades y a los campesinos, es decir, precisamente a las clases cuyo desarrollo significa la negación de la caballería” (Carta a Lasalle del 19-4-1859).
Mas la relación de Marx con Don Quijote -y con Cervantes- se establece también en algún plano menos teórico y más inmediato, imaginativo y propio de la simple sabiduría de la vida. Marx cita frecuentemente al Quijote y a Don Quijote en contextos así, nada teóricos, por ejemplo, comparando la guerrilla antinapoleónica con el caballero (NDYT, 30-10-1854), o contando (de memoria, para comentar la relación de la reina Cristina con Muñoz) la historia de la rica viuda que se volvió a casar con un simple mozo (NYDT, 30-9-1854). La última alusión de Marx a Don Quijote tiene otro tono: Marx se encuentra en Argel, ya enfermo de muerte, y escribe a Engels, el 1 de marzo de 1882, que vive “insomne, inapetente, con mucha tos, algo perplejo, no sin sufrir de vez en cuando accesos de una profunda melancolía, como el gran Don Quijote”. La alusión lo es sin duda al caballero cuerdo y moribundo para el que ya en los nidos de antaño no había pájaros hogaño; y se puede añadir a los varios indicios de la final frustración de Marx.

HISTORIA Y SISTEMA

Como otros estudios particulares de Marx -el de las guerras civiles en Francia, por ejemplo, o el de la comuna aldeana rusa-, los artículos sobre España muestran a un autor que maneja muy libremente su propio sistema teórico, y practica una ancha flexibilidad metodológica. Antes lo he observado a propósito de su descripción de la invasión napoleónica, completamente al margen de su modelo teórico, como “asalto a la nación” española. Marx se enfrenta con sus datos españoles en una actitud muy empírica, por un lado, y muy atenta, por otro, a las “circunstancias peculiares” del país, mientras que los esquemas interpretativos derivados de sus sistema son sólo un trasfondo de presencia nada imperiosa. A veces maneja vaguedades tópicas, más o menos pueriles, acerca de la peculiaridad española -como cuando afirma que el guerrillero español ha tenido siempre algo de bandido “desde los tiempos de Viriato” (NYDT, 9-9-1854). En los artículos de Marx sobre España es frecuente la afirmación de nexos explicativos que no son parte esencial de su modelo teórico, lo cual tiene su importancia para determinar cómo entendía Marx la función explicativa de su teoría, así como el alcance de ésta. Como en el caso aludido de la importancia que atribuye a la acción de validos y camarillas en la provocación involuntaria de insurrecciones, Marx se acerca siempre a los problemas que se propone desde planos que, con el léxico marxiano más consagrado, habría que llamar “sobreestructurales”: el político, el militar, el de la psicología nacional; de modo que las consideraciones de orden “básico” -sobre relaciones de producción, fuerzas productivas, clases sociales- aparecen (cuando lo hacen) sólo en última instancia, como marco general que contiene las condiciones de posibilidad de lo ya explicado “sobreestructuralmente”.
Así ofrece Marx explicaciones por causas político-militares que seguramente dejarán escépticos a muchos marxistas; por ejemplo, la explicación de la peculiaridad de las Cortes españolas por ciertas consecuencias de la supuesta “Reconquista”:
Ni los Estados Generales franceses ni el Parlamento medieval británico pueden compararse con las Cortes españolas. En la formación del reino de España se dieron circunstancias especialmente favorables para la limitación del poder real. Por una parte, las tierras de la península fueron reconquistadas poco a poco durante largas luchas contra los árabes y estructuradas en reinos diversos y separados. En esas luchas nacieron leyes y costumbres populares. Realizadas principalmente por los nobles, las conquistas ulteriores otorgaron a éstos un poder grande, mientras disminuía el del rey. Por otro lado, las ciudades y villas del interior adquirieron gran robustez interna por la necesidad en que la población se encontraba de fundarlas para vivir en comunidades cerradas como plazas fuertes, única manera de conseguir cierta seguridad frente a las continuas incursiones de los moros (NDYT, 9-9-1854).
Esa explicación concibe la Reconquista como la entendían los historiadores españoles más tradicionalistas y conservadores, como “una obstinada lucha de casi ochocientos años”, según escribe Marx en el artículo recién citado; pero lo más interesante del uso por Marx de conceptos así es su implicación metodológica: una gran libertad de la explicación histórica respecto del modelo teórico, el principio metodológico de proceder en la investigación según un orden inverso del orden de fundamentación real afirmado por la teoría.

ORIENTALISMO ESPAÑOL

Marx se interesa mucho por registrar peculiaridades españolas; a menudo parece que se divierta al hacerlo: los contrabandistas, observa, son la única fuerza que nunca se ha desorganizado en España (NYDT, 1-9-1854); la cesantía de funcionarios colocados por el gobierno que deja el poder “es quizá la única cosa que se hace deprisa en España. Todos los partidos se muestran igualmente ágiles en esta cuestión” (NYDT, 4-9-1854). Pero también ha intentado, más seriamente, reunir cierto número de esos rasgos peculiares bajo una categoría que los situara en su sistema: la categoría de orientalismo. En el artículo del 9 de septiembre de 1854 del New York Daily Tribune, Marx afirma que la semejanza de la monarquía absoluta española con las monarquías absolutas del resto de Europa es sólo superficial, y que en realidad la monarquía es “una forma asiática de gobierno”: “Como Turquía, España sigue siendo un conglomerado de repúblicas mal regidas con un soberano nominal al frente”. Esa naturaleza de despotismo oriental de la monarquía española explica, según Marx, la persistencia de la diversidad española en “derechos y costumbres, monedas, estandartes o colores militares” e incluso en sistemas fiscales. Pues “el despotismo oriental no ataca al autogobierno municipal sino cuando éste se opone directamente a sus intereses, y permite muy gustosamente a estas instituciones continuar su vida mientras dispensen a sus delicados hombros de la fatiga de cualquier carga y le ahorren la molestia de la administración regular”.
De todos modos, la acentuación de lo que él entiende como peculiaridades españolas -incluido el orientalismo- no lleva a Marx a pensar en categorías metafísicas referentes al “espíritu nacional”, ni tampoco a separar completamente los procesos españoles de los europeos. Por el contrario, más de una vez Marx cree ver en los hechos de España realizaciones representativas de rasgos generales de la historia europea moderna. Así, por ejemplo, tras escribir que en el golpe de Estado de O´Donnell de 1856 Espartero abandonó las Cortes, las Cortes abandonaron a los dirigentes burgueses, los dirigentes a la clase media y ésta al pueblo, Marx generaliza de este modo:
Esto suministra una nueva ilustración del carácter de la mayoría de las luchas europeas de 1848-1849 y de las que tendrán lugar en adelante en la porción occidental del continente. Existen, por una parte, la industria moderna y el comercio, cuyas cabezas naturales, las clases medias, son contrarias al despotismo militar; por otra parte, cuando empiezan su batalla contra ese despotismo, arrastran consigo a los obreros, producto de la moderna organización del trabajo, los cuales reclaman la parte que les corresponde del resultado de la victoria. Aterradas por las consecuencias de una tal alianza involuntariamente puesta sobre sus hombros, las clases medias retroceden hasta ponerse bajo las protectoras baterías del odiado despotismo. Éste es el secreto de los ejércitos permanentes en Europa, incomprensibles de otro modo para el futuro historiador (NYDT, 8-8-1856).
También la guerra española por la Independencia da pie a Marx para una de esas generalizaciones que sitúan la historia de España como historia de Europa. Marx expone que el movimiento independentista iniciado en 1808 parece “a grandes rasgos” dirigido contra la revolución, y no a favor de ella, pero que los principios que expresó e intentó imponer eran revolucionarios, y comenta:
Todas las guerras por la independencia dirigidas contra Francia llevan simultáneamente en sí la impronta de la regeneración mezclada con la de la reacción; pero en ninguna parte se presenta el fenómeno con la intensidad con que lo hace en España (NYDT, 25-9-1854).

INDEPENDENCIA Y REVOLUCIÓN ESPAÑOLAS

Poca duda puede caber de que lo que ha motivado a Marx a estudiar y escribir sobre España es la agitación de la Vicalvarada: la participación popular en el pronunciamiento es la primera señal del despertar de los pueblos europeos desde la conmoción de 1848, que para Marx, naturalmente, fue más la derrota del pueblo trabajador que la consolidación de los estados nacionales burgueses. Los artículos escritos para la New York Daily Tribune, aunque todos fruto, al mismo tiempo, de la necesidad de ganar algo de dinero en circunstancias de mucha miseria y del interés por las perspectivas revolucionarias de España, se pueden dividir en dos grupos: meras crónicas de los acontecimientos a medida que se van produciendo (la Vicalvarada en 1854, al alzamiento de O´Donnell en 1856) y pequeños ensayos históricos y analíticos. Éstos son claramente el resultado de los estudios y las reflexiones de Marx con la intención de comprender los destinos de la “España revolucionaria”.
Sus estudios le convencen pronto de que España es un país mal conocido, acaso el peor conocido y juzgado de Europa, “salvo Turquía” (NYDT, 21-7-1854). “Los numerosos pronunciamientos locales y rebeliones militares han acostumbrado a Europa a considerar a España como un país colocado en la situación de la Roma imperial de la época de los pretorianos”. Pero ese juicio es un error superficial por el cual, observa Marx, Napoleón se llevó una amarga sorpresa. “La explicación de esta falacia reside en la sencilla razón de que los historiadores, en vez de descubrir los recursos y las fuerzas de esos países en su organización provincial y local, se han limitado a tomar sus materiales de los almanaques de la corte”. Si los historiadores hubieran atendido a las entrañas de la historia, y no sólo a las efemérides cortesanas, habrían podido identificar el verdadero enigma de la historia de España, “el singular fenómeno consistente en que tras casi tres siglos de una dinastía habsburguesa seguida de otra borbónica -cada una de las cuales se basta y se sobra para aplastar a un pueblo-, sobrevivan más o menos las libertades municipales de España, y que precisamente en el país en que, de entre todos los estados feudales, surgió la monarquía absoluta en su forma menos mitigada, no haya conseguido, sin embargo, echar raíces la centralización” (NYDT, 9-9-1854).
La explicación que Marx apunta del “singular fenómeno” español consiste esencialmente en aducir una serie de “circunstancias políticas o económicas” que arruinaron el comercio, la industria, la navegación y la agricultura en España, impidiendo que la monarquía absoluta española realizara la función estructuradora cumplida en Europa, la de terminar, sí, con los privilegios de la nobleza y el poder de las ciudades, pero a cambio de imponer “la ley general de las clases medias y el común dominio de la sociedad civil”. Pero, como queda dicho, precisamente ese fracaso de la monarquía española, o, propiamente, una de sus consecuencias, el mantenimiento de la descentralización y la dispersión medieval del poder, es la mejor explicación de la sorprendente eficacia de la resistencia española a los ejércitos napoleónicos. Y como la historia de la revolución española arranca, según Marx, de la guerra de la Independencia, la explicación de ésta es para él un primer paso en la comprensión de aquélla.

LA ESPAÑA REVOLUCIONARIA

La primera y grande ocasión de la revolución moderna en España estuvo, según Marx, al alcance de la Junta Suprema Central Gobernadora del Reino: “Sólo bajo el gobierno de la Junta Central fue posible fundir con las necesidades y exigencias de la defensa nacional la transformación de la sociedad española y la emancipación del espíritu nacional” (NYDT, 27-10-1854). La inoperancia revolucionaria de la Junta Central, paralizada, según Marx, por su formalismo y por la imposibilidad de dirimir la pugna entre sus dos alas (que Marx identifica con los idearios de Floridablanca y Jovellanos, respectivamente) selló al mismo tiempo su fracaso militar: “La Junta Central fracasó en la defensa de su país porque fracasó en su misión revolucionaria” (NYDT, 30-10-1854). (Dicho sea de paso, una tesis análoga fue la de la extrema izquierda marxista y libertaria durante la guerra civil española de 1936-1939, frente a la concepción predominantemente militar del gobierno republicano). En cambio, las Cortes de Cádiz no dispusieron ya de posibilidades revolucionarias; encerradas en un último rincón del territorio, las Cortes eran sólo “la España ideal”, mientras “la España real” se encontraba en las convulsiones de la guerra o estaba ya sometida por el invasor. “En el momento de las Cortes, España estaba dividida en dos partes. En la Isla del León, ideas sin acción; en el resto de España, acción sin ideas”. En conclusión, “las Cortes [...] fracasaron no por ser revolucionarias, como dicen autores franceses e ingleses, sino porque sus predecesores [o sea, la Junta Central] fueron reaccionarios y perdieron la verdadera oportunidad para la acción revolucionaria” (NYDT, 27-10-1854).
Marx simpatiza con los legisladores de Cádiz, sobre los cuales escribe con una epicidad no precisamente refinada desde el punto de vista literario, pero también con muy buena comprensión de la síntesis de tradición y revolución que intentaron aquellas Cortes. Marx percibe la raíz castiza de los de Cádiz: “Desde el remoto rincón de la Isla Gaditana, [las Cortes] se lanzaron a la empresa de fundar una España nueva, tal como hicieron sus padres en las montañas de Covadonga y Sobrarbe” (NYDT, 24-11-1854).
La Constitución de 1812 “surgió del cerebro de la vieja España monacal y absolutista, y precisamente en la época en que parecía totalmente absorta en su “guerra santa” contra la Revolución”, pero esa constitución precisamente será “estigmatizada por las testas coronadas reunidas en Verona como la invención más incendiaria del espíritu jacobino” (NYDT, 24-11-1854): así plantea Marx lo que llama “el curioso fenómeno de la Constitución de 1812”. (Como se ve, España es para Marx el país de los curiosos fenómenos).
El modo como Marx aclara este último curioso fenómeno es muy notable en un autor de los años cincuenta del siglo pasado: “La verdad es -escribe- que la Constitución de 1812 es una reproducción de los antiguos fueros, pero leídos a la luz de la Revolución francesa y adaptados a las necesidades de la sociedad moderna”. Al final de su análisis de la Constitución, escribe un juicio elogioso y competente:
Lejos de ser una copia servil de la Constitución francesa de 1791, [la Constitución de 1812] fue un producto genuino y original, surgido de la vida intelectual, regenerador de las antiguas tradiciones populares, introductor de las medidas reformistas enérgicamente pedidas por los más célebres autores y estadistas del siglo XVIII y cargado de inevitables concesiones a los prejuicios populares (NYDT, 24-II-1854).
Lo de las concesiones a los prejuicios populares se refiere principal y explícitamente al artículo 12 de la Constitución (“La religión de la nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica y romana, única verdadera. La nación la protege por leyes sabias y justas, y prohibe el ejercicio de cualquier otra”). El tenor de ese artículo chocaba con la antirreligiosidad del ultrafeuerbachiano Marx y, sobre todo, resultaba incoherente con su idea de la política religiosa propia de un estado genuinamente burgués, tal como él la concebía desde sus ensayos sobre la cuestión judía.
Marx reconstruye una tradición revolucionaria española continua desde la guerra de la Independencia, contrapuesta a la imagen de una España pretoriana, desconcertante escenario de insurrecciones inconexas e imprevisibles. Comienza esa historia con la intentona de Mina, la compone con Porlier, Richard, Lacy, Vidal, Solá, hasta llegar a Riego: “La conspiración de la Isla del León fue, pues, el último eslabón de la cadena formada por las ensangrentadas cabezas de tantos valientes desde 1808 hasta 1814” (NDYT, 2-12-1854). La revolución de 1820, que tanta importancia tuvo en la recomposición moral de la izquierda europea anterior a 1848, anima todavía un lenguaje conmovido en el Marx de 1854; pero, de todos modos, predomina en los escritos de éste sobre ella la voluntad de explicar su derrota. Y esa explicación le parece fácil: los liberales españoles de 1820 intentan una revolución burguesa, “más exactamente urbana”, en la que el campesinado es espectador pasivo de una lucha de partidos que apenas se le hace comprensible. Por eso, en las pocas provincias en que intervienen, los labradores lo hacen a favor de la contrarrevolución: “El partido revolucionario no supo cómo se tenían que articular los intereses de los campesinos con los del movimiento urbano” (artículo del 21-II-1854, no publicado por la NYDT).
En el pronunciamiento que ocasiona las primeras crónicas de Marx sobre España -el de O’Donnell y Dulce de 1854- es muy visible una característica importante de la historia revolucionaria española, a saber, la decisiva presencia del ejército en la política. Marx considera que esa peculiaridad española se explica por dos causas: en primer lugar, el Estado, en el sentido moderno de la palabra, es casi inexistente en la vida civil del pueblo español, esencialmente local y provinciana, y sólo está presente en el ejército; en segundo lugar, la guerra de la Independencia ha creado condiciones en las cuales el ejército resultó el lugar natural en el que se concentró la vitalidad de la nación. “Así pudo ocurrir -escribe Marx- que las únicas manifestaciones nacionales (las de 1812 y 1822) procedan del ejército; con ello, los sectores movilizables de la nación se han acostumbrado a ver en el ejército el instrumento natural de todo movimiento nacional” (NYDT, 4-8-1854).
Marx conoce también otras causas de la importancia política del ejército español. Cuenta entre ellas la institución de las capitanías generales, a cuyos titulares compara con los pachás turcos, el origen militar de todas las conspiraciones liberales de 1815-1818, y, sobre todo y más profundamente, la escasa fuerza civil de clases y grupos sociales sumidos en luchas decisivas:
El aislamiento de la burguesía liberal, que le obligó a emplear las bayonetas del ejército contra el clero y la sociedad rural; la necesidad en que se encontraron Cristina y la camarilla de emplear esas mismas bayonetas contra los liberales, igual que los liberales las habían usado antes contra los terratenientes; la tradición que se nutre de tantos precedentes, todas ésas son las causas que dieron a la revolución en España un carácter militar, y un carácter pretoriano al ejército (NYDT, 18-8-1856).
Ya al principio de sus estudios sobre España había notado Marx la “superabundancia de plazas y honores militares”, por lo cual “apenas uno de cada tres generales puede ser empleado en el servicio activo” (NYDT, 30-9-1854). Pronto entiende que ésa es una consecuencia de la situación pretoriana del ejército español.
Otra consecuencia, mucho más importante, es el creciente predominio de la orientación contrarrevolucionaria, conservadora o reaccionaria, en los pronunciamientos del ejército, la separación entre éste y “la causa de la nación” (NYDT, 4-8-1854). Marx piensa que entre 1830 y 1854 (período de la vida española que considera particularmente difícil) el ejército, aunque cada vez más poderoso políticamente, aplica de un modo mezquino su poder en zanjar rivalidades dinásticas y tutelar militarmente a la corte. Por último, le parece a Marx que en la insurrección de O´Donnell de 1856 se consuma la separación completa entre pueblo y ejército:
Esta vez [...] el ejército ha estado completamente solo contra el pueblo, o, más exactamente, sólo ha luchado contra la Guardia Nacional. Con otras palabras: ha terminado la misión revolucionaria del ejército español (NYDT, 18-8-1856).
Algunas de las últimas reflexiones de Marx sobre el golpe de 1856 pueden sonar, para un lector español de cien años después, como un turbador llamamiento a recordar el lema polvoriento y pasado de moda “Historia magistra vitae”; sean ejemplo de ello estas líneas del 18 de agosto de 1854:
En uno de los bandos -el ejército- todo estaba preparado anticipadamente; en el otro, improvisado; la ofensiva no cambió de campo ni por un momento. En el primer bando, un ejército bien equipado, moviéndose fácilmente en manos de sus generales; en el otro, unos jefes que van a pesar suyo hacia adelante, empujados por el ímpetu de un pueblo imperfectamente armado.

Notas:

[*] Sacristán se refiere a su prólogo a K. Marx-F. Engels, Revolución en España (1959), editado por Ediciones Ariel, Barcelona. El escrito está ahora recogido en M. Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria, 1983, pp. 9-23 (nota editor). [1] Los escritos de Marx sobre España son once corresponsalías relativamente breves sobre la sublevación de O´Donnell y Dulce de junio de 1854; nueve artículos de fondo o pequeños ensayos sobre historia española, de los que el periódico para el que los escribía (como las corresponsalías), la New York Daily Tribune, no publicó más que ocho; dos corresponsalías más con ocasión del golpe de Estado de O´Donnell de 1856; y el artículo “Bolívar” de la New American Cyclopaedia, que es de 1858. También Engels escribió para la New York Daily Tribune artículos de asunto español: tres artículos de 1860 sobre la toma de Tetuán por O´Donnell, titulados “The Moorrish War”. Además de eso escribió sobre el ejército español para el Putnam´s Magazine (1855) y los artículos “Badajoz” y “Bidasoa” para la New American Cyclopaedia (1858). Pero el texto más importante e influyente de Engels sobre España es el conjunto de cuatro artículos titulado “Los bakuninistas en acción (Die Bakuninisten an der Arbeit)”, que se publicó en 1873 en el órgano de la socialdemocracia alemana Der Volksstaat. En el presente artículo se atiende sólo a los escritos de Marx sobre España.

Manuel Sacristán Luzón