La Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) anunció este lunes vía Twitter que, luego de varias idas y vueltas, la Copa América 2021 de fútbol masculino desembarcará en Brasil. Esta resolución se da tras descartarse la posibilidad de que se realice en Argentina, que se había presentado como un posible relevo de su sede original, Colombia, donde la heroica rebelión popular del pueblo colombiano -y la descomunal represión estatal- llevaron a la confederación a mudar la sede del certamen.
Este hecho contribuye a un paneo de la situación más general de América Latina. Tras la suspensión de la competencia en el país colombiano, la opción que había surgido y estaba confirmada para el reemplazo era Argentina; lo que puso en evidencia a un gobierno que se dedicó a improvisar en el auge de una verdadera catástrofe sanitaria para poder acaparar el negocio millonario que la competencia implicaría. Luego de avances, recules y contradicciones, Alberto Fernández decidió dar marcha atrás, aunque incluso antes de cualquier anuncio oficial, la Conmebol “se le adelantó” bajándole el pulgar.
América Latina, un polvorín
Ahora bien, estas situaciones no son novedosas ni exclusivas al desarrollo de la pandemia de Covid-19. Si en diciembre de 2018 la Conmebol decidió trasladar la final de la Copa Libertadores de fútbol masculino entre River y Boca a Madrid, tras la agresión al micro que trasladaba al conjunto de la Ribera a pocas cuadras del “Monumental”, un año después deberían tomar una decisión similar. En 2019, nuevamente la final de la Copa Libertadores de fútbol masculino era mudada de sede, esta vez, de Santiago de Chile a Lima, en Perú.
El motivo era, al igual que con la presente Copa América, el estallido de la rebelión popular protagonizada por el pueblo chileno y la cruda represión montada por el Estado como respuesta. Vale decir que, incluso antes de la crisis sanitaria, las sucesivas reubicaciones de las competencias deportivas organizadas por Conmebol ya daban cuenta de un continente que se ha transformado en un verdadero polvorín.
Sobre esta Copa América 2021 basta mencionar que su mera organización en un continente devastado por el Covid-19 es el reflejo de la defensa hasta las últimas instancias -y sin importar el costo- de un negociado que mueve verdaderas fortunas. En las últimas semanas, como resultado de la saturación de un sistema sanitario derruido y desfinanciado, Argentina se ha metido entre los países con más muertes diarias por millón de habitantes en el mundo, entre los que ya se encontraban Uruguay y Brasil, acumulando este último casi medio millón de decesos desde el inicio de la pandemia.
Las contradicciones y la crisis interna del gobierno
Ante la posibilidad de que la competencia se disputara en suelo nacional, el gobierno encabezado por Alberto Fernández buscó abrocharla por cielo y tierra, incluso cuando el aumento exponencial de casos llevaba a una superación sucesiva de los récords diarios y regía en todo el país el tibio confinamiento de 9 días como un intento de reducirlos.
El jefe de gabinete, Santiago Cafiero, fue quien lo anunció públicamente, asegurando que haciendo cumplir ciertos protocolos coordinados con Conmebol, la jornada era perfectamente realizable. A su asentimiento salió rápidamente la ministra de Salud nacional, Carla Vizzotti.
Sin embargo, un fuerte factor de oposición se gestó por dentro de la coalición de gobierno, ya que el ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán, como su viceministro, Nicolás Kreplak, pidieron postergar la Copa América por varias semanas, apostando a una reducción de los casos. Incluso se metió en la riña hasta el propio ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, que se mostró disconforme con la posibilidad de utilizar en este cuadro a la policía bonaerense, que ha sido el bastión de todo el gobierno provincial encabezado por Axel Kicillof para imponer la cuarentena a base de una enorme y sangrienta escalada represiva, para los operativos que demandaría la realización de la competencia.
Las tensiones internas del gobierno nacional con el gobierno bonaerense llevaron al primero a dar marcha atrás. Los voceros del mismo, como Cafiero y Vizzotti, rápidamente pegaron un volantazo y adujeron que no había condiciones sanitarias para realizar la Copa América en nuestro país. Pero a su vez, el Ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens, deslizó en una entrevista que no se trataba al cien por ciento de una decisión sanitaria, sino también del “mensaje que se le daba a una sociedad a la que se le está pidiendo hacer un gran esfuerzo”.
No obstante, la oposición derechista encabezada fundamentalmente por el macrismo no evitó meter bocado: el expresidente Mauricio Macri calificó la realización del evento como “incoherente” ante el cuadro sanitario, en línea con Patricia Bullrich, que alegó que la prioridad del gobierno es el “pan y circo”. Mientras tanto, en el ala “conciliadora” del macrismo liderada por el gobernador porteño Horacio Larreta, su ministra de Educación, Soledad Acuña, utilizó el vaivén como chivo declarando que “siente desesperanza cuando se habla de la Copa América y se cuestiona la vuelta a clases presenciales”.
No se trata en ninguno de estos casos de una preocupación genuina de los bloques patronales por la salud de la población, sino de un intento ambicioso de poder equilibrar un negocio millonario como la realización de la Copa América en el país y el interés de que puedan jugarse al menos sus instancias finales con cierto margen de público; así como también con el hecho de que la misma podría desembocar un nuevo aumento de los casos, forzando a nuevas medidas restrictivas que puedan afectar la actividad económica y, como tal, la ganancia capitalista.
La pelota rueda en el ojo del huracán
Pero cabe preguntarse: ¿Brasil está en mejores condiciones? La respuesta es no. Ni en términos sanitarios ni en términos políticos. Las recientes y masivas movilizaciones contra el gobierno del negacionista Bolsonaro y su manejo criminal de la pandemia en Río de Janeiro, San Pablo, Brasilia, Salvador de Bahía o Belo Horizonte dan cuenta de una clarísima inestabilidad, y este anuncio podría incluso echar más leña al fuego del descontento popular. El efectivo desarrollo de la competencia organizada por Conmebol en aquel país dependerá una vez más de que las movilizaciones y las jornadas de lucha se multipliquen o no, estando a 12 días de que la pelota comience a rodar.
La conclusión fundamental que esta incertidumbre alrededor de la Copa América nos presenta es que el deporte más popular del mundo se rige por detrás por los intereses capitalistas en juego, en un claro detrimento de la salud de la población trabajadora. Los protocolos contra el Covid-19, aún con todos los recursos a disposición, no dejan de ser a medida de la rentabilidad de los clubes, las federaciones y las empresas: así lo prueban los brotes masivos de contagios en muchos de los planteles profesionales de fútbol, tanto en el país como en el mundo. La prueba más cabal y trágica de esto es el reciente fallecimiento de Gustavo Insúa, el chofer del micro de River Plate.
La única salida, como en todo el contexto sanitario mundial, sigue siendo la vacunación masiva; que sigue viéndose obstaculizada por el escollo que representa el sistema de patentes que le garantiza millonadas a los laboratorios y el capital farmacéutico. A su vez, se destaca el rol criminal de la Conmebol y los gobiernos que buscan realizar el certamen de cualquier manera en un contexto crítico. Sin embargo, el mismo refleja, como bien señalábamos, que América Latina es un verdadero polvorín.
Para avanzar realmente hacia el fin de la pandemia en el continente, el camino nos lo marcan las rebeliones en Colombia, en Chile o las recientes movilizaciones en Brasil.
Manuel Taba