martes, agosto 31, 2010

La lucha de clases, naturalmente


En los últimos tiempos, son muchos los hechos que tienen la virtud de la singularidad: la peor crisis económica, el final del final de la socialdemocracia, desastres varios. También la HG que viene marcará su tiempo, y lo señalará un antes y n después en nuestra vida social.
En uno de los momentos más intensos de nuestra Universitat d'Estiu, Miguel Romero nos contaba una de aquellas anécdotas reveladoras que tanto apreciaba Daniel Bensaïd, el “mejor de todos nosotros”. Contaba Bensai que con ocasión de una entrevista televisiva con Marguerite Duras, donde, en un momento dado el busto palante le pregunta sobre una cosa que echaba de menos en los medios. Ella respondió: “La lucha de clases”. El tipo perplejo, dijo, ¿Perdón?. A lo que ella añadió: “Sí. La lucha de clases, naturalmente”.
Algunos entendían que la lucha de clase era solamente lo que hacían los proletarios: huelgas, manifestaciones, enfrentamientos con las fuerzas de orden público, asambleas, piquetes, etc. Pero esa es de hecho, la otra parte, la de la respuesta. Está también la otra, la que no se visualiza porque es “lo normal”, y es la lucha de clases de los de arriba. Hay otra anécdota que nos ilumina sobre este detalle, y sucedió en un momento de luchas en Brasil, y en una discusión entre huelguistas y patronal. Bendito, uno de los huelguistas refunfuñó: “¿Es que ustedes no saben que existe la lucha de clases?”. A lo que un patrón contestó con todo el cinismo del mundo: ¡Y tanto que lo sabemos¡. Por cierto, la hemos ganado nosotros…!”
Este enfoque binario que solamente distingue la lucha de clases desde abajo, forma parte del orden de las cosas. Es parecido al hecho que se da, por citar solamente un par de ejemplos, en el hecho nacional y en el cine. En el primero caso, podemos ver que los nacionalismos dominantes pueden camuflarse sin dificultad, y hasta un tipo como Aznar puede proclamar que él no es “nacionalista”. Nacionalista son los que no quieren vivir bajo el nacionalismo dominante…En el cine, se habla peyorativamente de “cine político” cuando una película denuncia a los poderosos, y sin embargo, el que complace a los poderosos –o sea la gran mayoría-, se presente como meras melodramas, “thrillers” o de “aventuras”, así, por citar un ejemplo, nadie diría que la serie de Indiana Jones es “cine político”.
No menos tramposos son los conceptos políticos dominantes. Así, nos presentan a los partidos del sistema como “centristas”, o sea moderados de derecha o menos de derechas. Esto es así aunque, como ha ocurrido con las medidas de Zapatero, lleven a cabo acciones “extremistas” contra el pueblo. Ellos siguen siendo “moderados”, y de buen seguro, si no tienen más narices de hablar de la izquierda radical, como lo hacen aunque sea mal del NPA o del Blocas, emplearán términos como “extremistas de izquierda”, y habrá mucha gente que lo verá normal porque es lo que siempre pasa.
Rebobinemos: la lucha de clases la habían ganado ellos, pero lo han hecho de manera que eso ha parecido “lo normal”, y ahora quieren darle una doble vuelta a la turca, regresar al tiempo en el que los derechos sociales y laborales queden inscrito en un pal y por una sola cara. Eso hay que explicarlo muy bien –e insistentemente- pues el discurso que se cuenta desde la prensa domesticada es que se han impuesto medidas “necesarias” que luego revertirán en una recuperación del “modelo social”. Mienten como bellacos, y es más que probable que muy poca gente lo crea.
Pero eso no es suficiente, porque el descreimiento puede llevar a esta gente a la desolación, a la impotencia, al “no hay nada que hacer” que tantas veces hemos escuchados. Es lo que me decía papá cuando quería desanimarme para que dejara de luchar contra el franquismo, no había nada que hacer, lo tenían todo a favor: el ejército, la policía, los capitalistas, la Iglesia, los norteamericanos…Pero al final, a pesar de todos sus miedos, también él acabó haciendo huelgas. Si la historia cambia favor de los poderosos, también puede cambiar a favor de los oprimidos.
Ganaron con la Transición, y volvieron a ganar aún con más goles, con la implosión del llamado “socialismo real”, y consiguieron algo inaudito en la historia de la lucha de clases: hacer creer a la inmensa mayoría que la “alternativa” (el “socialismo policíaco”), era cien veces que el capitalismo “civilizado” que vendían con las fotos del los ejemplos más avanzados del llamado “Estado del Bienestar”. La gran mayoría de antiguos militantes antifranquistas y socialistas diversos (sobre todo x-comunistas), se “instalaron” o buscaron un lugar al sol. “Vivimos muy bien”, me respondió una vez uno de ellos, otros se justificaron en la misma desolación: “No creían en quimeras”, y enfatizaban que los obreros ya no querían hacer huelgas. Que ya no eran los mismos obreros, que ahora eran en buena medida los emigrantes preocupados por lo más elemental. En los años decisivos, todos ellos parecían estar convencido de que los pilares del Estado del Bienestar (Pensiones, Sanidad y Escuela Pública), estaban fuera de cuestión.
Sin embargo, no ha sido así, ni mucho menos. Cierto que la clase dominante ha contado con el mejor aparato de publicidad jamás conocido. Fue lo suficientemente inteligente para “atar” en corto a los medios de “comunicación”, y de ampliar el pesebre para los políticos profesionales de “izquierdas”, los intelectuales bonitos, y para los sindicalistas de oficio, y todos ellos hicieron carrera, algunos hasta jugaron en las bolsas. Todos ellos tenían como misión vender el producto de “el único mundo posible” frente a los desvaríos de las utopías ilustrados con los desastres del estalinismo, o las penurias del Tercer Mundo. El panorama se hizo vomitivo, pero se trataba de una construcción eficiente, sin duda. Y no fueron poco los luchadores y luchadoras que se apartaron hacia la vida privada, por lo general, ya bastante complicada. Fuera quedaron los sectores más pobres, y también los jóvenes que se iban incorporando al mercado laboral a los que se les vendió guante décadas el desencanto, el individualismo, y la idea de que los viejos éramos unos privilegiados al gozar de nos derechos que a ellos se les había sustraído para que así fueran más competitivos…
Pero este ciclo histórico ha entrado en crisis. La nueva etapa de la lucha de clases desde arriba está orientada a dejar el “Estado socia” en sus mínimos, y a esto me viene otra anécdota. El de las familias con personas minusválidas a su cargo, y un consejo impartido por el muy honorable Jordi Pujol delante de una caso de los suyos. Pulo predicaba que cada familia se tenía que ocupar de los suyos, y lo decía desde el ángulo “cristiano” del amor, pero claro…Con una familia como la suya cuya fortuna es de la mil, ¿diez mil?, familias trabajadoras, el cuidado de estas personas queda en familias con servicio hasta para abrirle la puerta del baño. Por el contrario, la reducción drástica del “Estado social” va a dejar a los pensionistas, parados y minusválidos al “cuidado de sus familias”, o sea de sus mujeres principalmente, y serán ellos los que tendrán que pagar servicios, manutención, medicinas, escuelas. El partido de Pujol, así como su aliado Convergencia Democrática (papista), tienen otro argumento en ciernes: hay demasiados emigrantes, los emigrantes colapsan servicios y ayudas sociales. El discurso paternal comienza mostrar su cara más oscura.
Esta huelga se presenta en un estadio en el que la patronal ana por 10 a 1, y con el árbitro a su favor. El gobierno, la patronal y los medias, ya están movilizados, de hecho no han dejado de hacerlo. En el otro lado, aparecen los jerarcas sindicales casi pidiendo perdón por lo que van a hacer, y la verdad es que les ha costado y les está costando. Considerando que las medidas del gobierno estaban acompañada con un mensaje en el que aseguraba la creación de algún patronato de recompensas por el trabajo, podemos deducir que la convocatoria es ya, de por sí, una demostración de que la brecha abierta afecta hasta a su propia tropa. De seguir por el camino de la concertación (o sea de la negociación de derrotas atenuadas para la vieja clase obrera con memoria de luchas, pero acentuadas para los más jóvenes y para los emigrantes), los sindicatos de servicios habrán asistido a su suicidio, y el provenir de muchos funcionarios se habría hecho incierto porque no habrá patronatos para todos…
Cabe suponer que esos funcionarios quieren una huelga con un porcentaje de éxito controlado, el suficientemente para regresar a los despachos en los que los jerarcas puedan negociar algunas mejoras, o al menos la atenuación de las medidas más drásticas para los sectores de la antigua clase obrera que representan. Pero una huelga general es algo muy imprevisto, y puede ocurrir lo del equipo del regional, el Alcorcón, que goleó al Real Madrid, y más. Es vedad que existen motivos para el pesimismo, pero también lo es que en los últimos tiempos el panorama está cambiando. Servidor lo nota con los familiares y amigos “más del pueblo”, y a muchos de los cuales no se les podía tocar el bueno de Zapatero enfrentando al malo de Rajoy. Ahora me permito tratar a Zapatero como una alpargata sin miedo a que nadie lo defienda. Hasta los muchachos más colgados en el sueño estúpido de “pasarlo bien”, están ahora airados.
Con una clase trabajadora que ha ido perdiendo derechos y conquistas drásticamente, todo es diferente. Es posible que todavía el cretinismo y el desánimo sean los suficientemente fuerte como para no llegar muy lejos, pero eso no contradice el hecho de que la chispa va encenderse en un suelo muy inflamable. Esta huelga será distinta toas las que hemos conocidos, y la clase obrera antigua no será la protagonista fundamental. Habrá protagonistas múltiples, en primer lugar los jóvenes que nunca han visto tan siquiera una huelga. Sin duda el peso de todas las derrotas vividas se notará, pero hay una página en la historia social que hay que tener muy en cuenta: la de la espontaneidad. La memoria social es algo muy rico y complicado, y son muchas las veces que la historia reaparece cuando la mayoría la había dado ya por muerta. Y, o mucho me equivoco, en esta huelga que viene tendremos muchas sorpresas.
En el momento de prepararla, tenemos que hacer algo muy importante, y es dejar el pesimismo para tiempos mejores.
Estoy seguro que Marguerite Duras (que por cierto, había tenido a Bensaïd refugiado en su casa cuando estaba en las listas negras policiales después del mayo del 68), hizo aquella hermosa declaración porque le quedaba la memoria de la clase obrera erguida. En especial, la de aquella del 68 que llevó a cabo la mayor huelga general de la historia (con fábricas ocupadas con banderas rojas y negras), y lo hizo días después de que un famoso locutor dijera aquello de ”Francia se aburre”.
Estoy seguro que los tiempos que vienen serán cualquier cosa, menos aburridos.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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