martes, junio 03, 2014

Operación “Don Felipe”, fin de la primera parte



Se concretaron los rumores que desde marzo del año pasado recorrían los edificios oficiales: la abdicación del Rey de España en su hijo, ante la incapacidad del régimen borbónico de gestionar su crisis estructural.

En febrero de 2013, el ex director del diario monárquico ABC y actual redactor jefe del digital conservador El Confidencial, formuló revelaciones sobre su llegada a la Casa Real española que pasaron (quizá intencionalmente) desapercibidas para las redacciones de la gran prensa del régimen. José Antonio Zarzalejos, en una serie de artículos no desmentidos por la Oficina de la Casa del Rey, explicó los pasos que el alto personal cercano al rey Borbón está programando para realizar una transferencia pactada del cargo en la Jefatura del Estado en su hijo el Príncipe Felipe, regulador de la institución de la abdicación.
Las fuentes mencionadas por Zarzalejos abundan en la necesidad de nuevas caras en la dirección política del Estado, una salida honrosa al creciente descrédito social de la monarquía y un cambio de estrategia que algunos dirigentes políticos llaman, desde hace algunos años, como “segunda transición”, en referencia a lo que hubiera sido la “primera transición”, producida con el paso de la derecha española del franquismo al actual marco constitucional.
Zarzalejos expresó en El Confidencial, diario de alta llegada a los organismos de seguridad e inteligencia del Estado, que la Casa Real quería esperar al intervalo entre el cierre de la instrucción del escándalo de corrupción conocido como “Caso Noós”, que ha afectado a la Infanta Cristina y a su marido Iñaki Urdangarín, al ser éste un momento idóneo en el que no habrá citaciones, documentación ni prensa que haga sombra a la noticia de la abdicación de Juan Carlos ni que vincule ambos hechos.
Para ese momento, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) anticipaba un fuerte deterioro de la “paz social” y un mayor descrédito político de las instituciones del Estado. Para analizar el momento propicio, el CNI contó con la llamada “Brigada Operativa de Apoyo”, un cuerpo de 100 personas de la escala ejecutiva (la más alta en capacitación y nivel) del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) español que prestaría atención a los movimientos sociales, y que velaron por el momento justo para el anuncio.
Sin embargo, las noticias de Zarzalejos parecían indicar que esta situación se daría antes del verano de 2013, pero la comunicación oficial se pospuso para evitar una imagen de huida. No obstante, los hechos se precipitaron: la apuesta soberanista catalana, el desgaste de los dos partidos de apoyo que ha tenido la monarquía (Popular y Socialista Obrero Español) en favor de partidos de izquierda parlamentaria, y el cada vez mayor descrédito de las fuerzas de seguridad como garantes de la estabilidad. También Juan Carlos necesitaba el beneplácito de las empresas que cotizan en el IBEX 35 y los fondos de capital riesgo. Según informó otro diario cercano a los aparatos de seguridad, el matutino dirigido por el monárquico y referente conservador Jose Apezarena, El Confidencial Digital, JP Morgan, Goldman Sachs y Merryl Lynch aseguraron que don Juan Carlos ha elegido el “mejor momento” para realizar el anuncio. La prima de riesgo, que cerró la sesión en los 149 puntos, soporta en este momento un relevo en la institución más importante del Estado y la que más garantiza la estabilidad del país a ojos de los inversores extranjeros.

Alegría popular

A pesar de esta maniobra de reciclaje en la Jefatura del Estado en España, decenas de calles y plazas y numerosas embajadas españolas se coparon de miles de personas exigiendo un nuevo modelo de Estado. Para las agrupaciones de izquierda, coordinadoras republicanas y plataformas antifascistas, la abdicación es la expresión viva del desgaste y saturación de una institución anacrónica e incompatible con la actual realidad española. La mayoría de estas concentraciones fueron convocadas en pocas horas a través de redes sociales, lo que desbordó las previsiones de las fuerzas de seguridad, que optaron por aplicar un “control suave” en las principales capitales españolas.
El caso único en el mundo donde se galardona como demócrata a un Jefe de Estado que nunca ocultó sus simpatías por el dictador fascista Francisco Franco, las evidencias de sus simpatías por los golpistas que en febrero de 1981 asaltaron el Congreso de los Diputados español y su papel como garante de las inversiones extranjeras y sus aceitados vínculos con los Estados Unidos, es contradictorio con un relato oficial que ha presentado a Juan Carlos como un rey bonachón, simpático, amante de las libertades y el buen vivir y alejado de los problemas mundanos. Y es quizá estos últimos rasgos en prevalencia sobre los anteriores, los que le han valido el rechazo cada vez mayor de la sociedad española, que ve con distancia a una Casa Real costosa para el erario público, inimputable penalmente por mandato constitucional y que goza de comodidades y riquezas en un país con tasas de desempleo juvenil del 54%, con un 25% de pobreza o con un 25% de niños desnutridos.
En favor de este sentimiento, concejales de Izquierda Unida (IU) en toda España sacaron la bandera republicana en los balcones de decenas de municipios como forma de reivindicar un referéndum. El miedo principal de la oligarquía española ante este órdago es que el debate surgido sobre la abdicación de Juan Carlos abra una disputa en la calle sobre el modelo de Estado y algunas otras cuestiones estructurales. Interpretando las palabras de José Antonio Zarzalejos, Felipe VI tendrá la misión de recomponer la aceptación del modelo político español o aplicar una dura represión. Algo que no le será fácil.

Diego Herchhoren.

No hay comentarios.: