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domingo, junio 01, 2014
Terremoto electoral en Europa
Entre el 22 y 25 de mayo se desarrollaron las elecciones al Parlamento europeo en los 28 países que conforman la Unión Europea (UE). En el marco de la persistencia de una enorme abstención, las elecciones mostraron una gran polarización política y un debilitamiento de los partidos tradicionales, socialdemócratas y conservadores.
Los brutales planes de ajuste aplicados durante los últimos años a instancia de la troika, como los que vimos en Grecia, Estado español o Portugal, generaron un gran rechazo a la UE como así también a la burocracia de Bruselas. Esto explica gran parte de los resultados electorales.
Los grandes ganadores fueron los partidos “euroescépticos” (contrarios a la UE), la extrema derecha xenófoba o también llamados “populistas”. La principal expresión de este fenómeno fue la victoria del Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia con el 26% de los votos. Además en Gran Bretaña el UKIP (Partido Independiente del Reino Unido) rompió con el histórico bipartidismo entre laboristas y conservadores cosechando el 32%, el partido del Pueblo en Dinamarca saca 27% de los votos , el partido de la libertad en Austria supera el 20%. Una organización abiertamente fascista como Amanecer Dorado en Grecia obtuvo el 9,4% y el Jobbik (partido nacionalista) en Hungría superó a la socialdemocracia con casi el 15% de los votos. Al mismo tiempo es importante notar, que en los países donde estas variantes de extrema derecha lograron imponer su mensaje reaccionario en las anteriores elecciones europeas de fines de la década de 2.000, tuvieron un retroceso, como es el caso de Italia, Bélgica y Holanda.
Sin embargo, también han crecido significativamente variantes de la izquierda reformista (llamados por la prensa como “radicales”). En el caso de Grecia, Syriza obtuvo el 26,5%, superando por 3 puntos al partido conservador gobernante Nueva Democracia. Otro “batacazo” desde la izquierda reformista fue en el Estado español. Allí si bien ganó el derechista Partido Popular (en el gobierno), este junto con el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), con quien conforma el bipartidismo tradicional, apenas llegaron al 49%. Izquierda Unida y la nueva agrupación Podemos que se presentaron separadas y obtuvieron 10 y 8% respectivamente quedando como tercera y cuarta fuerzas a nivel nacional. En Portugal, también esta izquierda sumo en distintas fuerzas un 18%.
En este marco, Alemania, donde los partidos de la coalición del gobierno encabezado por Merkel, se han mantenido, parece una “isla de estabilidad” en el medio de un continente en fuerte crisis política.
La Verdad Obrera entrevistó a Ciro Tappeste de la Corriente Comunista Revolucionaria del NPA en Francia, a Santiago Lupe de Clase contra Clase del Estado español, y a Stefan Schneider del Grupo Río de Alemania (organizaciones hermanas del PTS en Europa) para analizar estos resultados y el panorama político que abren.
¿Cuáles son las causas que explican este crecimiento y auge de la extrema derecha en Europa y particularmente en Francia?
Ciro Tappeste, CCR: La causa general es el agotamiento y exasperación social tras más de seis años de crisis económica. En el marco del avance alemán, con su dura política de austeridad, y de que el movimiento obrero no ha dado una respuesta de conjunto a la crisis en curso, el soberanismo (tendencia que pregona una vuelta a la soberanía de los estados nacionales en detrimento de la UE) ligado a la xenofobia nacional o antiinmigrante es el que mejor ha captado este descontento en el plano político. El crecimiento de estas fuerzas es una amenaza al orden político de postguerra que permitió el avance de la UE del capital. Sin embargo, por ahora el conjunto de la burguesía ha optado por la integración a la mundialización capitalista, en el marco de que no estamos ante un ascenso revolucionario, que plantee la necesidad de recurrir al fascismo como método de guerra civil contra el proletariado y los derechos democráticos.
Pero la crisis de representación democrático burguesa es tan grande, que de hecho hay una discordancia por el momento (otra cosa sería si el euro se hundiera) entre el plano económico y político en la construcción de la UE.
En Francia, estas tendencias se expresaron con más intensidad por el nivel de rechazo al Partido Socialista y al gobierno de Hollande, nunca vistos en la historia del régimen de la V República, combinado con la crisis de la derecha tradicional (Unión por un Movimiento Popular), atravesada por una sucesión de escándalos de corrupción y, más de fondo, por su falta de orientación y de delimitación con respecto a la derecha xenófoba del Frente Nacional (FN), a la vez que la política europea y de alianzas . Esto es lo que explica que el FN haya salido primero tras el liderazgo de Marine Le Pen. Sin embargo este triunfo bajo condiciones excepcionales, no garantiza que el FN pueda transformarse en el vencedor de las presidenciales en 2017. Como decía antes, el contexto europeo, las operaciones en curso en la UMP que buscan una reorientación más al centro de la derecha tradicional (aunque esto va a ser disputado por los partidarios del expresidente N. Sarkozy) y sobre todo la ausencia de una base social más amplia que le permita al FN superar en el conjunto de Francia el 50% de los votos. Estos son obstáculos difíciles que debería sortear el FN en el marco de que la clase dominante no necesita aun usar variantes más extremas para tratar con las masas. Dicho esto, el resultado significa una reconfiguración de la vida política francesa, pues los partidos tradicionales no tienen asegurado que llegarán al segundo turno frente a un piso tan alto del FN.
¿Cómo afecta este triunfo al gobierno de Hollande?
El gobierno de Hollande aunque puede seguir gobernando gracias a las instituciones antidemocráticas de la V República está en una situación política insostenible, rechazado violentamente por la población, lo que abre fisuras enormes en el partido gubernamental y sus parlamentarios. Aunque los planes hacia las elecciones de 2017 son inciertos, la burguesía está preocupada por la parálisis gubernamental que se instala como elemento duradero. A la vez el gobierno teme que en el marco de la cólera social y del desprestigio de las mediaciones , en especial las direcciones sindicales, que han aceptado o se han opuesto débilmente a los pactos sociales con el gobierno anti obrero, se den movimientos que estas no puedan canalizar.
¿Cómo queda posicionado el Front de Gauche y cuál fue la política de la extrema izquierda?
En cuanto al Front de Gauche (FG), es previsible que se abra una crisis importante en su interior. Esta alianza reformista formada por el PCF (Partido Comunista) y Jean-Luc Mélenchon (que proviene de la socialdemocracia), junto a otros sectores menores (como las distintas rupturas por derecha del Nuevo Partido Anticapitalista –NPA), no se ha separado con claridad del PS, por lo que no logró capitalizar el enorme descontento con el gobierno y retrocedió electoralmente.
Por último, el NPA impedido de medios financieros dilapidó lo último de capital político que le quedaba sacando a Olivier Besancenot, que reapareció en esta elección como cabeza de lista en una región parisina con apenas un 0,8%, con un discurso incomprensible entre independencia organizativa del FG y seguidismo político. Mientras tanto, Lutte Ouvrière, que aparece con un discurso más socialista, mantuvo los votos de 2009 pero está lejos de sus “momentos de gloria” electorales cuando superaba el 5% de los votos. Además, por su práctica sindicalista y electoralista rutinaria no ha podido darle moral y otra perspectiva a los miles de trabajadores que no fueron a votar (de los que ganan 20.000 euros al año no votó un 70%), a la vez que capitalizar la bronca contra el gobierno.
El drama de Francia es que la extrema izquierda carece de proyectos estratégicos ofensivos y, por lo tanto no ofrece una alternativa no solo en el terreno electoral sino en el de la lucha de clases, para darle curso revolucionario a los constantes elementos de radicalidad obrera y estudiantil que han surgido en las últimas décadas. Como consecuencia llevan a la desmoralización a decenas de miles de luchadores abriendo potencialmente el camino a una hegemonía más duradera de las fuerzas reaccionarias. Desde la Corriente Comunista Revolucionaria (CCR), estamos poniendo toda nuestra energía en evitar esta perspectiva ominosa -con cierto eco a pequeña escala entre jóvenes y trabajadores – que sería un enorme retroceso subjetivo en el país donde las organizaciones que se reclamaban del trotskismo emergieron con fuerza en el último ascenso de 1968 frente a la hegemonía estalinista del movimiento obrero.
Cambiar su visión derrotista de la clase obrera es esencial para rearmar a las fuerzas de extrema izquierda, para estar a la altura de los distintos combates de clase que inevitablemente van a venir en el período que viene, ya que nadie puede pensar que la clase obrera francesa con sus tradiciones de lucha va a aceptar su baja del nivel de vida sin dar pelea.
¿Cómo ven el crecimiento de los “radicales” como Syriza en Grecia o Izquierda Unida y Podemos en el Estado español y qué pueden esperar los trabajadores de estas organizaciones?
Santiago Lupe, CcC: En el caso de Grecia, y a pesar del giro a posiciones cada vez más moderadas y conciliadoras con la UE, Syriza aun es visto como una opción de rechazo al ajuste contra el que millones de trabajadores y jóvenes griegos han estado movilizándose en las calles en los últimos años. Las ilusiones en un futuro gobierno encabezado por esta formación ha tenido como consecuencia un cierto reflujo en la lucha de clases. Algunos grupos de la izquierda consideraban que el auge electoral de Syriza e incluso la posibilidad de su llegada al gobierno podía fortalecer y ser un impulso para la movilización obrera y popular. Sin embargo, y gracias también a la política de las burocracias sindicales que han mantenido las movilizaciones en una dinámica de impotencia y desgaste, el crecimiento de las ilusiones en Syriza y su programa de reformas -en donde ya se ha abandonado hasta la reivindicación de no pago de la deuda- está actuando de momento como desvío.
Aquí, en el Estado español, el divorcio creciente entre cientos de miles de jóvenes y sectores populares y el régimen político, que se ha ido agravando en los 3 años que han pasado desde el 15M (movilización multitudinaria que comenzó el 15 de marzo de 2011 contra los ajustes producto de la crisis económica en la que surgió el movimiento de indignados) y que hoy se combina con un proceso incipiente de luchas duras en el movimiento obrero como las de Panrico y Coca Cola (ver aparte). Este descontento había sido parcialmente canalizado vía electoral por Izquierda Unida (una coalición reformista encabezada por el Partido Comunista que incluso mantiene co-gobiernos de ajuste con el PSOE en comunidades como Andalucía) y en algunas nacionalidades históricas por fuerzas de la izquierda independentista. Sin embargo en estas elecciones además de que IU ha mejorado sus resultados ha emergido una nueva formación, PODEMOS (del presentador televisivo Pablo Iglesias), que se apoya en un discurso contra la casta política que empalma con el sentimiento de descontento con los partidos tradicionales, y que ha quedado a solo dos puntos de IU. El total de votos a la izquierda del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) suman un 22%, casi empatando con un PSOE que con sel programa apenas hay diferencias entre IU y PODEMOS, incluso la nueva formación mantiene posiciones populistas dirigidas a votantes de centro como la reivindicación de la soberanía nacional o los guiños a los sectores “progresistas” de la Policía y el Ejército, la candidatura encabezada por Iglesias ha recogido los votos de una parte importante de los jóvenes, activistas sociales, empleados públicos que han protagonizado el 15M, el movimiento contra los desahucios y las “mareas” en contra de los recortes en sanidad y educación.
Al mismo tiempo las direcciones de IU y PODEMOS ya hablan de buscar su confluencia para las elecciones municipales del año próximo. Por ahora PODEMOS es un fenómeno fundamentalmente electoral. La evolución de estos fenómenos dependerá de cómo se desarrolle la situación, y de la emergencia de tendencias más claras a la radicalización política, que probablemente entren en contradicción con la orientación reformista y conciliadora de estos proyectos.
¿Cómo ven los resultados en Alemania y qué escenario político se abre con el nuevo Parlamento europeo?
Stefan Schneider, RIO: El resultado electoral en Alemania es muestra de la estabilidad del régimen y de su Gran Coalición entre el partido conservador de Merkel y la socialdemocracia – la cual puede y va a ser utilizada para tener una base más sólida para extender la hegemonía alemana sobre el resto de Europa, y a mediano plazo se tornará también en contra de los trabajadores alemanes.
Sin embargo hay un sector de la burguesía y la pequeña burguesía alemana que no está a favor de tomar más “responsabilidades” por el resto de Europa, y que plantea un curso más abiertamente nacionalista y populista de derecha. El ejemplo más claro de eso es el partido “Alternativa por Alemania” (AfD por sus siglas en alemán) que surgió el año pasado, que casi logró entrar al parlamento alemán y en las elecciones europeas sacó el 7% de los votos.
Otro punto muy importante del balance de estas elecciones es el resultado de DIE LINKE (La Izquierda) que sacó el 7,4% de los votos. Este partido reformista de izquierda no combate al proyecto imperialista de la UE sino que busca “mejorarlo”, por lo que no puede presentar ninguna alternativa a los partidos “euroescépticos” de derecha. Solo construyendo una alternativa real de izquierda y de los trabajadores es que podremos desafiar a la clase dominante y sus partidos y oponerle a la falsa alternativa entre la Unión Europea del capital o la vuelta a los viejos estados nacionales, la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa.
Últimas novedades de los conflictos de Panrico y Coca Cola
¿Cómo pueden los trabajadores aprovechar el resultado de las elecciones?
Santiago Lupe, CcC: Las dos luchas pasan por momentos cruciales. Los compañeros de CocaCola mantienen la huelga en Fuenlabrada sus movilizaciones casi diarias. En las últimas semanas han tenido que enfrentar diversos intentos de entrada de camiones a la fábrica para sacar stock. El próximo 3 de junio tienen previsto el juicio por impugnación de su ERE.
En Panrico se conoció la sentencia del juicio de impugnación. Se trató de una sentencia ejemplificadora, avala los despidos de 2013-2014 y el recorte salarial. Sobre este golpe la burocracia trató de levantar la huelga y la empresa quiso apretar aún más y anunció que despediría al Comité de Empresa y los activistas.
Pero los trabajadores de Panrico respondieron con un contundente “seguimos en huelga y en pié de guerra”. Algo inédito en el Estado español, la continuidad de la huelga después de sentencia. Su determinación ha forzado a que la empresa les llame a nuevas negociaciones y que la Generalitat haya vuelto a intentar mediar.
El próximo 30 de mayo tendrá lugar otro acto de confraternización entre ambas luchas. Ahí estaremos desde CcC como parte de nuestra solidaridad activa con estás luchas a las que apoyamos activamente y con una campaña nacional e internacional desde el primer día.
Estas luchas que se están dando cuestionan de lleno la política de la burocracia sindical y también los discursos de una gran parte de la izquierda que dejó apartada la importancia del movimiento obrero y la militancia en los centros de trabajo para ayudar a su aparición en escena de manera independiente.
Nosotros creemos que este es el reto que hay por delante y en el que los revolucionarios debemos poner todos nuestros esfuerzos. Encontrar las vías para que estas luchas de la clase trabajadora logren tener peso político propio.
En ese sentido el resultado electoral muestra tendencias a la izquierdización pero detrás de proyectos con un programa reformista y de conciliación de clases. Es necesario poder agrupar a aquellos sectores de la extrema izquierda que no comulgan con estos proyectos y a los sectores de la vanguardia obrera y juvenil para que saquen la conclusión de que hay que pasar de la lucha social a la política, para pelear por una política de independencia de clase y un programa revolucionario.
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