Hemos derrotado al “trifachito”. La reacción neofranquista no pasó en estas elecciones. Pese a explotar los prejuicios más bajos y ruines de las capas más atrasadas de la población, la derecha mordió el polvo en su intento de alcanzar La Moncloa. Las familias obreras, la juventud, la mujer trabajadora, las nacionalidades oprimidas, y todo lo que hay de progresista en la sociedad española, cerraron filas para impedir la llegada de un gobierno que amenazaba con ser el más reaccionario en 40 años.
Es curioso que un sector del gran capital español e internacional también viera con preocupación la llegada del “trifachito” al gobierno. Temía que un gobierno como éste, plagado de aventureros y demagogos sin escrúpulos, emprendiera su agenda reaccionaria sin el apoyo social suficiente, abriendo varios frentes simultáneos: contra la clase trabajadora, los derechos de las mujeres, los trabajadores inmigrantes, los pensionistas, la educación y la sanidad públicas, la Memoria Histórica antifranquista y los derechos democrático-nacionales de Euskadi y Catalunya. Y eso, no porque estos sectores del capital le hagan ascos al programa antiobrero y neofranquista de las derechas, sino por miedo a provocar una explosión social que podría poner en peligro prematuramente al decrépito régimen del 78.
Las cifras de las elecciones
La participación alcanzó el 76%, 6 puntos más que en 2016. El PSOE consiguió el 28,7% (123 escaños), el PP sufre una caída histórica hasta el 16,7% (66 escaños) y Ciudadanos consigue el 15,8% (57 escaños). Unidos Podemos sacó el 14,3% (42 escaños) y Vox el 10,2% (24 escaños). Finalmente, el bloque de la moción de censura que echó a Rajoy se impuso al “trifachito” por 199 escaños frente a 151. ERC (15 escaños), PNV (6 escaños) y Compromís (1 escaño) ya se comprometieron a cerrar el paso a la derecha españolista.
Dejando fuera a las fuerzas nacionalistas e independentistas de izquierdas, la izquierda estatal (PSOE-UP) derrotó a la derecha españolista por un 43% frente a un 42,8%, más de 60.000 votos de diferencia. Particularmente, PSOE y UP se han impuesto sobre la derecha con claridad en todas las zonas obreras.
Otro hecho relevante de estas elecciones es el gran resultado conseguido por las listas nacionalistas en Catalunya y Euskadi, que han conseguido 33 diputados frente a los 24 de 2016. De ellos, la izquierda (ERC, Bildu y Compromís) ha conseguido 20. Sin duda, la amenaza a los derechos democrático-nacionales ha movilizado a las bases nacionalistas para cerrar el paso a la derecha española. La clase obrera española debe tomar nota de esto, para identificar correctamente a sus amigos y aliados, para valorar cómo la defensa de los derechos democrático-nacionales, comenzando por el derecho de autodeterminación, es una herramienta poderosa para golpear al enemigo común y debilitarlo.
El PSOE ha agrupado el voto de izquierda al ser visto como la vía más fácil para cerrar el paso a la derecha, a costa del voto de Unidos Podemos. La izquierda ha ganado en Andalucía, País Valenciano, Asturias, Baleares, Navarra, Canarias y Galicia. Si incluimos las fuerzas nacionalistas de izquierdas o regionalistas, también ganó en Catalunya, Euskadi y Cantabria. En Navarra, la izquierda (PSOE, UP y Bildu) consiguió un extarordinario 51,1% de los votos. La derecha ganó en las demás: Comunidad de Madrid, Aragón, Extremadura, Murcia, Castilla-La Mancha, Castilla y León y La Rioja. UP obtuvo sus mejores resultados en Canarias y Baleares, donde quedó segunda; y en Catalunya, Asturias, Euskadi y Navarra, donde quedó tercera.
La derecha también perdió el Senado ante el PSOE, que pasa a controlarlo con mayoría absoluta.
Merece la pena mencionar el dato de Andalucía. Hace apenas 5 meses que la derecha ganó por primera vez el gobierno andaluz, con el 50% de los votos, pero sobre la base de una gran abstención, del 43%. En estas elecciones, con una participación mayor –y pese a que la derecha en el gobierno de la Junta se ha cuidado de aplicar sus medidas más reaccionarias antes de estas elecciones– la izquierda ha vuelto a revalidar su hegemonía tradicional, recuperando más de 600.000 votos de la abstención en diciembre.
UP, que partía de una situación de gran debilidad, pudo rehacerse al final de la campaña y conseguir unos resultados mejores a los esperados. Pero aun sumando a Compromís y En Marea, que se presentaron aparte en estas elecciones, pierde 6,5 puntos y 29 escaños respecto a 2016. Se paga así el progresivo giro a la derecha en su discurso y programa en estos 4 años, su fuerte inmersión institucionalista y el abandono de cualquier pretensión de superar el Régimen del 78. En el último año se desdibujó completamente, apareciendo como la muleta “izquierda” del PSOE. La improvisación a última hora de algunas propuestas radicales y su denuncia a Sánchez como “no fiable” llegó demasiado tarde.
En lo que se refiere a las elecciones autonómicas del País Valenciano, la izquierda también consiguió una victoria clara, asegurándose el gobierno regional. Aunque la derecha subió, la suma PSOE-Compromís-UP alcanzó el 50% de los votos. Se plantea así la reedición de un gobierno PSOE-Compromís.
Los resultados en Catalunya
En Catalunya, por primera vez un partido independentista, ERC, ha sido la fuerza más votada en unas elecciones generales, mostrando la pujanza del movimiento independentista, que alcanza en conjunto el 39,3%, frente al 32% de 2016. El voto a ERC a costa de JxCat de Puigdemont se debe a que este último, pese a mostrarse más radical en palabras a favor del unilateralismo independentista, no ofrece una salida a la parálisis actual. El voto a ERC es la apuesta a que Junqueras, con su tono más amable, podría arrancarle algunas concesiones a Sánchez.
Sin duda, ERC también se ha beneficiado de la figura de Oriol Junqueras, como preso político catalán de mayor relieve, y de la ausencia de la CUP en estas elecciones, que le hubiera rebañado un porcentaje estimable de votos. La CUP perdió una oportunidad histórica de llegar al parlamento español. Que tenía posibilidades lo demuestran los 112.000 votos conseguidos por el Front Republicá (impulsado fundamentalmente por sectores disidentes de la CUP favorables a concurrir a estas elecciones) que llevaba de cabeza de lista por Barcelona a Albano Dante, y que se quedó apenas a 36.000 votos de Vox. Si la CUP se hubiera presentado no sólo habría conseguido, al menos un diputado, sino que le habría arrebatado a Vox su único diputado conseguido en Catalunya.
Por último, merece la pena resaltar que el voto conjunto de la izquierda en Catalunya, independentista y estatal, ha sumado el 65,5% del voto total, el más alto de todo el Estado, lo que sitúa a Catalunya a la vanguardia de la lucha contra la derecha españolista y franquista.
El voto en Euskadi
En Euskadi se impuso el PNV con el 31.06% (24,86% en 2016) y Bildu creció hasta el 16,70% (13,28% en 2016), consiguiendo 4 diputados, los mismos que Podemos (17,57%) y PSOE (19,88%). La derecha españolista sufrió aquí su derrota más humillante, pues sólo sumó el 12,79% de los votos y no consiguió ningún escaño. Está claro, como en Catalunya, que la amenaza de la derecha franquista en todo el Estado, y lo que eso suponía para los derechos democrático-nacionales de Euskadi, movilizó el voto nacionalista para cerrarle el paso. Es de resaltar que el voto de izquierdas en Euskadi, estatal y nacionalista, agrupó más del 54%.
Crisis histórica en la derecha
La derecha atraviesa la mayor crisis en 40 años. El PP obtuvo su peor resultado histórico. Y Ciudadanos fue incapaz de arrebatarle el segundo puesto. Previsiblemente, veremos crisis, desgajamientos y escisiones que despedazarán este espacio aún más.
Vox ha sido el gran vencedor aquí. Su voto provino de la masa pequeñoburguesa enrabietada e ignorante frustrada con el PP y de una capa variopinta proveniente de los sectores más atrasados y embrutecidos de la sociedad, dispuestos a engullir sus mentiras y fantasías reaccionarias. Vox tiene, al menos, una virtud que falta hoy en la izquierda, una idea radical (aunque reaccionaria) de ruptura con lo establecido. Es la ausencia en la izquierda de un gran ideal por el qué luchar, lo que alimenta el atractivo de Vox en estas capas atrasadas y desesperadas. Sin embargo, en poco tiempo su bravuconería quedará expuesta como lo que es, la bota sucia del gran capital. Será una ruda escuela para la nueva generación de la clase trabajadora, más ingenua y menos experimentada políticamente, que se incorpora a la lucha. Pero será necesaria tras décadas de ausencia de una línea de clase y socialista en la izquierda, cuya existencia es más urgente que nunca.
¿Un gobierno PSOE-Ciudadanos?
Por supuesto, a los bancos y grandes empresas les encantaría un gobierno PSOE-Ciudadanos que, de entrada, podría conformar una mayoría absoluta en el parlamento. El programa del PSOE, aparte de propuestas moderadas y de bajo coste, es un compendio de promesas a largo plazo sin compromiso definido que deja prácticamente inalteradas las grandes contrarreformas del anterior gobierno de Rajoy, como la reforma laboral, la ley Mordaza, la ley educativa LOMCE o la ley de Costas. Tampoco se compromete a incrementar los impuestos a los ricos, ni propone medidas concretas contra el tarifazo eléctrico ni para la reducción de los alquileres, para cuya solución se requeriría atacar profundamente los intereses de los ricos y poderosos, tales como nacionalizar el sector eléctrico y el parque de viviendas de los fondos buitre y bancos. Tanto PSOE como Ciudadanos son dóciles sirvientes de Bruselas que aceptan sin rechistar los topes de déficit público que impone la UE, perpetuando las políticas de recortes.
Sin embargo, es poco probable la formación de un gobierno PSOE-C’S, pese a que sería la opción favorita del ala más derechista del PSOE. La razón de ello es que C’s ha ido demasiado lejos en su giro a la derecha. Ya dejó claro en la campaña electoral que jamás pactaría con el PSOE. Un acuerdo con este último terminaría seguramente en una escisión y con el liderazgo de Rivera seriamente mermado. C’s tendría que resignarse a ser un partido bisagra. En el PSOE también habría tormenta y fisuras, pues esto sería visto por sus bases y votantes como un giro a la derecha descarado de la dirección, por el que inevitablemente pagará un precio. Un gobierno PSOE-C’s, frustrando las esperanzas en un gran cambio y manteniendo lo fundamental de la política de austeridad, prepararía una debacle del partido y abriría la perspectiva del resurgimiento vigoroso de una alternativa a su izquierda.
Así las cosas, Sánchez tiene vía libre para llegar a La Moncloa, basándose en los apoyos que ya le dieron el gobierno en junio de 2018: Unidos Podemos, los nacionalistas vascos y ERC, cuyo máximo dirigente, Oriol Junqueras, ya declaró antes de las elecciones que no permitiría un gobierno de la extrema derecha “ni por acción ni por omisión”.
UP no debe entrar en el gobierno
Sobre la mesa está la posibilidad de un gobierno de coalición PSOE-UP, aunque Sánchez se resiste a ello. No quiere sentirse presionado a su izquierda para ir más allá de su programa. Sin embargo, los dirigentes de UP insisten en tener un lugar en el Consejo de Ministros.
Lamentablemente, los dirigentes de UP no parecen haber aprendido ni sacado conclusiones de sus errores. Los dirigentes de UP improvisaron en medio de la campaña electoral toda una serie de medidas que nunca mencionaron en los 9 meses del anterior gobierno de Sánchez: gratuidad de la universidad pública, una empresa pública de energía, salario mínimo de 1.200€, atención bucodental gratuita, convertir todo contrato temporal en fijo a los 6 meses, etc. ¿Qué se supone que van a hacer con todo esto al día siguiente de entrar en ese gobierno? ¿Guardarlo en el cajón y conformarse con las migajas que Sánchez esté dispuesto a conceder? ¿Aceptarán reformas cosméticas de la reforma laboral y de la ley Mordaza, como pretende Sánchez, en lugar de exigir su derogación?
Los dirigentes de UP han caído en el completo oportunismo, piensan que estando en minoría en un gobierno socialdemócrata ganarán autoridad popular como “gestores” y “gente seria”, aunque dicho gobierno no satisfaga las necesidades populares. Lo que exige la situación es que UP exponga en todo momento la necesidad de que su programa sea llevado a cabo y movilizar en la calle para luchar por ello. Es falso, como dicen, que las cosas sólo pueden cambiarse estando en el gobierno. La lucha pensionista consiguió revalorizar las pensiones en 2018, no sólo no estando en el gobierno, sino incluso arrancándoselo desde abajo al anterior gobierno de Rajoy. Lo mismo que el incremento a 900€ del salario mínimo aprobado por Sánchez.
Que Sánchez pase de las palabras a los hechos
Por supuesto, UP debe facilitar la investidura de Sánchez, pero debe pasar a la oposición para aparecer como el combatiente más enérgico contra la derecha franquista y no atarse las manos con la política de medias tintas del PSOE. UP debe apoyar toda medida que sea un paso adelante pero también denunciar lo insuficiente de las mismas y agitar libremente por su propio programa, tanto en el parlamento como –sobre todo– en la calle; esta será la mejor manera de marcarle la agenda al gobierno del PSOE y al mismo tiempo de emerger como una fuerza de izquierdas alternativa que aspire claramente a ser opción de gobierno, en lugar de aparecer como la muleta “izquierda” del PSOE. Por el contrario, una UP dentro de un gobierno incapaz de solucionar los problemas ardientes de las familias obreras será arrastrada al descrédito junto con el gobierno mismo, lo que preparará el terreno para un regreso de la derecha al poder.
Refundar UP con un programa de clase y socialista
Los problemas sociales y democráticos que aquejan al Estado español son insolubles bajo el capitalismo y el Régimen del 78. El aparato del Estado –ese celoso defensor de la “unidad de España” con la que disfrazan sus enormes privilegios las castas militar, policial, judicial, y de la alta administración estatal, y la monarquía– es un nido de conspiraciones reaccionarias, como lo demuestra el espionaje y la fabricación de pruebas falsas contra Podemos. La cuestión catalana sólo puede resolverse con un referéndum democrático donde el pueblo catalán decida si quiere o no formar un Estado independiente, algo que este aparato de Estado y la burguesía española nunca permitirán. No es posible tener vivienda, energía barata, empleo digno para todos, educación pública gratuita desde los 0 años hasta la universidad, pensiones garantizadas y un sistema sanitario público plenamente equipado mientras la clase trabajadora no controle las palancas económicas fundamentales (la banca y las grandes empresas) y las utilice para planificar el desarrollo económico y atender las necesidades sociales.
La próxima crisis expondrá la debilidad y el fracaso del capitalismo español más claramente que nunca. Es para eso que Unidos Podemos (Podemos e Izquierda Unida) debe refundarse con la apertura de un debate democrático, amplio y masivo que aborde todos estos temas y desafíos, a fin de que rompa con el oportunismo que lo aqueja y emerja de su seno una alternativa de clase, democrática, socialista y revolucionaria dispuesta a ganar el apoyo de la mayoría de la clase trabajadora.
Lucha de Clases
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