El pasado 9 de abril, Jesús Santrich cumplió un año privado de la libertad. Desde ese entonces, su caso ha suscitado toda clase de debates y controversias. La semana pasada, el senador Iván Cepeda reveló una carta que recibió en la cual le informan de un plan para que su esposa supuestamente intercediera en la JEP para impedir la extradición de Santrich a cambio de 2 millones de dólares, lo cual no tiene ni pies ni cabeza.
Este burdo montaje coincide con el modus operandi del operativo en el que hace unas semanas fueron capturados infraganti el magistrado Bermeo y el tuerto Gil, aunque nunca nadie pudo explicar la lógica detrás de un uribista convicto de paramilitarismo buscando detener la extradición de Santrich sobornando a un magistrado que nada tiene que ver con el caso.
El primer montaje, por supuesto, fue la misma captura de Santrich. Altamente custodiado por agentes del Estado, se suponía que estaba orquestando el envío de 10 toneladas de cocaína a EEUU y el único supuesto testigo fue llevado misteriosamente de inmediato a EEUU bajo protección de la DEA. Quienes conocemos a Santrich nunca nos cupo en la cabeza que una persona de sus convicciones e inteligencia pudiese estar involucrado en asuntos así.
Si bien los tres montajes son chambones desde toda lógica, con ninguna solidez ni valor probatorio, sí surten un tremendo efecto. Las imágenes del magistrado de la JEP recibiendo fajos de dólares ya quedaron grabadas en la mente de muchos. El daño queda hecho. El día que finalmente dictaminen la libertad de Santrich, como tarde o temprano tiene que suceder, sin duda saldrán quienes argumentarán que, claro, fue obra de la esposa de Iván Cepeda.
En tiempos de pos verdad, lo que importa no son los hechos ni lo que pasa en la realidad sino cómo se perciben, quién los interpretan y de qué manera se manipulan.
Al comienzo del año, el Fiscal estaba contra las cuerdas, con plantones ciudadanos en frente del bunker pidiendo su renuncia por los escándalos de Odebrecht y los muertos por cianuro. Pero el ELN, con su criminal y torpe ataque a la Escuela de Cadetes, le permitió resucitar. Mediante zarpazos mediáticos, ha sido muy hábil en generar distracciones que desvían la atención pública. Por ello, la estrategia de la Fiscalía es clara: ¡de montaje en montaje, hasta la victoria final!
Su socio en crimen es la DEA. Curiosamente, en los tres montajes, aparece un mismo personaje, un enigmático mexicano que, según la revista Semana, lo único que se sabe es que es agente encubierto de la DEA. No es la primera vez que la DEA obra como rueda suelta. Su aparente participación en múltiples intentos por torpedear la paz contradice la posición oficial, expuesta con mucha claridad en estos días por el embajador de EEUU ante Naciones Unidos, quien en el Consejo de Seguridad respaldó a la JEP y pidió la pronta aprobación de la Ley Estatutaria.
Pensándolo bien, tanto la Fiscalía como la DEA son ruedas sueltas, con agendas propias y mucha autonomía y poder, que, al obrar juntas, son peligrosísimas.
El caso Santrich ha adquirido un gran peso simbólico en el debate nacional. Para el uribismo, es la encarnación de la paz mal hecha por Santos, que permite alimentar el cuento de que las FARC siguen delinquiendo. Para los excombatientes, ya de por sí intranquilos por sus futuros inciertos, la detención arbitraria y prolongada de Santrich manda un pésimo mensaje. En estos días, sus compañeros de FARC se quejaron formalmente ante las autoridades porque por varios días no los dejaron llevarle comida.
Una vez encontrada en Panamá la tan embolatada carta pidiendo las pruebas, lo cual muestra la total incompetencia de 4/72 o una táctica dilatoria, ya la corte de Nueva York anunció que no enviará más pruebas de las que se conocen, es decir, los audios totalmente confusos e inconcluyentes que todos escuchamos y un cuadro firmado por Santrich. O sea, nada. Lo justo en un Estado de derecho es que, si no hay pruebas, como evidentemente no las hay, ni las habrá, debe salir libre.
Santrich no está preso por la justicia, sino por la disputa política e ideológica que se libra en el país en torno a la paz. Debe quedar en libertad de inmediato y reasumir pronto su curul en el Congreso.
Daniel García-Peña, Profesor de la Universidad Nacional de Colombia y director de Planeta Paz.
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