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martes, abril 16, 2019
Notre Dame: la histórica catedral arde, la Iglesia no
Una conocida frase contra el clero recorrió hoy redes sociales en México, a raíz del incendio de la catedral de Notre Dame, en París: “la única iglesia buena es la iglesia que arde”. Polemizamos con esta idea porque de no reflexionar en torno a este hecho, corremos el riesgo de dejar de lado elementos claves de la historia de los pueblos.
El mundo hoy se conmovió con el incendio de la catedral de Notre Dame en París. Varias horas las llamas consumieron el techo que fue declarado pérdida total, así como los vitrales en los rosetones oeste (que data de 1225), norte y sur (que datan ambos de 1250). Un equipo de 400 bomberos —que es prácticamente la totalidad del cuerpo de bomberos de París— se encargó de combatir el fuego hasta que se anunció que el incendio fue controlado.
Varias de las obras de arte que albergaba Notre Dame fueron sacadas con rapidez para evitar que se perdieran. No es la primera vez que la catedral sufre daños y restauraciones. Como señalamos acá, la iglesia tardó cerca de dos siglos en construirse, finalizando las obras en el año 1345. Casi 800 años no pasan desapercibidos y aunque se presentaba como una catedral de estilo gótico, también es cierto que en su interior había rediseños de estilo barroco y por ejemplo la aguja central, que colapsó, data de 1860.
El sentimiento anticlerical ha sido usado también por las clases dominantes en tiempos convulsivos. Ya desde la Revolución Francesa, la catedral de Notre Dame fue vandalizada por las masas, quienes decapitaron las estatuas de los reyes de Judea confundiéndolos con reyes franceses. El termidor napoléonico se impondría en años posteriores.
En ese sentido es que la iglesia de Notre Dame es históricamente importante: porque sobrevivió a la destrucción de las principales construcciones del Medievo, arrasadas por Napoleón en el siglo XIX, para dar paso al proyecto de "modernización" de Georges-Eugène Haussmann, que daría vida al "nuevo París", urbano, con vías de comunicación. Un proyecto basado en la destrucción de la arquitectura gótica del medievo y sepultar la imagen del histórico París: el de la miseria y el hacinamiento.
Napoleón III continuaría la obra de su tío y tras la Primavera de los Pueblos en 1848, ordenó en 1852 una reconstrucción general de París. Bajo su orden se construyeron avenidas grandes y majestuosas, pero detrás de estas ampliaciones aparentemente estéticas estaba un objetivo estratégico: que el proletariado no hiciera, como lo había hecho cuatro años atrás, barricadas tan fácilmente por la estrechez de las calles. Notre Dame siguió en pie a pesar de estos esfuerzos de los emperadores galos de revestir a la capital de una imagen más “acorde” a los tiempos; retomando la reflexión del marxista británico Alex Callinicos:
"Se puede decir, correctamente, que las catedrales medievales eran una parte crucial de los aparatos ideológicos del feudalismo europeo. Pero también fueron obras de arte colectivo, el resultado del trabajo anónimo de muchos artesanos expertos, muy diferente del ideal romántico del arte como la expresión de la subjetividad individual de un genio solitario. En este respeto siempre he pensado que ellos anticipan lo que el arte sería en una sociedad comunista. Pero, de manera menos pretenciosa, sólo hay que decir que Notre Dame es vieja y hermosa y parte de lo que hace que París sea París. Es una de las cosas que hace que París sea tan diferente de Londres, la supervivencia de un centro medieval".
Ardió el edificio, no la institución
¿Está todo perdido? Afortunadamente podemos decir que no. No solamente por el hecho de que el resto de obras en la iglesia (con “i” minúscula) fueron rescatadas, sino porque abundan fotografías, recreaciones y réplicas de distinta índole. Existen al menos dos réplicas en Norteamérica y una en Bélgica inspiradas en el templo parisino, así como también una recreación digital hecha por Caroline Miousse para el juego Assassin’s Creed Unity, por lo que la reconstrucción no va a ser tan complicada después de todo.
A pesar de ello, no podemos negar la pérdida de un patrimonio importante del arte y de la historia mundial. Pero ante esta noticia, varios comentarios surgieron en redes sociales celebrando el suceso bajo la idea de que “la única iglesia buena es la que arde”.
Es comprensible entender lo que se le pasaba por la cabeza a la gente que repite esta afirmación. Es verdad que la Iglesia (con “i” mayúscula) es una institución oscurantista y opresora, encubridora de casos de abuso de menores, aliada de las dictaduras más terribles de la historia, aprobado la extracción de bebés en el Cono Sur e incontables crímenes contra los sectores populares.
No obstante, no es lo mismo una iglesia que La Iglesia; y si bien esta institución ha perdurado por más de un milenio y ha sido aliada de las clases dominantes, el incendio de un templo, por más majestuoso que sea, no elimina el poderío e influencia que tiene sobre la población. En ese sentido, el marxismo se ha planteado la problemática de la religión desde sus inicios.
Es conocida la frase de Marx “la religión es el opio del pueblo”, pero es menos conocida la frase en su totalidad y el contexto en el que lo mencionaba. En vida de Marx, el opio era causa de conflictos bélicos —las Guerras del Opio en China—, era además usado como un analgésico, la causa de alucinaciones y como una forma de mantener a los niños callados; probablemente Marx hacía alusión a todas esas variantes al referirse a la religión.
La miseria religiosa es, al mismo tiempo, la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura atormentada, el alma de un mundo desalmado, y también es el espíritu de situaciones carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo.
Pero aunque Marx veía cierto atraso en el papel de la religión en la sociedad, en la medida en que ésta era funcional para mantener a la clase obrera pasiva, Marx no apoyaba la idea de prohibir la religión y destruir los templos. Décadas más tarde, el mismo Lenin compartía esta posición y la explicaba en un texto de 1909 titulado “la actitud del partido obrero hacia la religión”:
“Debemos luchar contra la religión. Esto es el abecé de todo materialismo y, por tanto, del marxismo. Pero el marxismo no es un materialismo que se detenga en el abecé. El marxismo va más allá. Afirma: hay que saber luchar contra la religión, y para ello es necesario explicar desde el punto de vista materialista los orígenes de la fe y de la religión entre las masas. La lucha contra la religión no puede limitarse ni reducirse a la prédica ideológica abstracta; hay que vincular esta lucha a la actividad práctica concreta del movimiento de clases, que tiende a eliminar las raíces sociales de la religión”.
Tanto Marx como Lenin veían que para combatir la religión, las supersticiones y la ignorancia era necesaria una explicación paciente sin que ello significara una persecución hacia las creencias de las masas. De otro modo, nos uniríamos al coro de gente que hace no mucho, bajo una fachada “republicana” y antiteísta, celebraba las caricaturas islamófobas del semanario Charlie Hebdo.
En el caso del incendio de la catedral de Notre Dame, nos obliga a reflexionar acerca del impacto que tendrá sobre la actual generación. Las palabras de León Trotsky apuntan en un sentido muy distinto a quienes sostienen que “la única iglesia buena es la que arde”. En “Cultura y Socialismo” Trotsky afirma:
«El arte es una de las formas mediante las que el hombre se sitúa en el mundo; en este sentido el legado artístico no se distingue del científico o del técnico, y no es menos contradictorio que ellos. […] El arte de los siglos pasados ha hecho al hombre más complejo y flexible, ha elevado su mentalidad a un grado superior y le ha enriquecido en todos los órdenes. Este enriquecimiento constituye una preciosa conquista cultural. El conocimiento del arte del pasado es, por tanto, una condición necesaria tanto para la creación de nuevas obras artísticas como para la construcción de una nueva sociedad, ya que lo que necesita el comunismo son personas de mente muy desarrollada. ¿Pero puede el arte del pasado enriquecernos con un conocimiento artístico del mundo? Puede precisamente porque es capaz de nutrir nuestros sentimientos y educarlos. Si repudiáramos el arte del pasado de modo infundado, nos empobreceremos espiritualmente».
En última instancia además, la catedral de Notre Dame, como muchas grandes construcciones del mundo y a pesar de quienes se pretenden dueños de la historia, también representa ese pasado construido majestuosamente de las manos de miles de obreros esclavizados e "invisibles", verdaderos forjadores de la historia de los pueblos.
Óscar Fernández
@OscarFdz94
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