jueves, mayo 17, 2007

Isaac Babel.


(1894-1940)
Nació el 13 de julio de 1894 en Odessa, el principal puerto ucranio del Mar Negro. Era hijo de un comerciante acomodado de Kiev y de una judía moldava.
Su ciudad natal es más que un decorado de los relatos. Como todo puerto, Odessa fue siempre extraordinariamente cosmopolita, un abigarrado punto de entrada, tanto como de salida en el que confluían gentes de lo más variopintas. Frontera con el Imperio Otomano, a las puertas de Asia Central y de Oriente Medio, comercial y contrabandista a partes iguales, Odessa atrajo desde siempre a los más grandes hombres de letras del imperio ruso. Como a Pushkin y a Gógol.
Aunque su familia abandonó pronto el barrio de Moldavanka y se instaló en el área más acomoda del centro, los arrabales están presentes en la obra de Babel como un cruce de muchos caminos culturales subterráneos, desde el Talmud y el yiddish hasta la Biblia crisitana. El puerto no libraba a los judíos de los pogroms y persecuciones, marcando la personalidad del joven escritor, que comenzó a apreciar la literatura, especialmente Maupassant y la narrativa francesa.
En 1914 acabó la carrera en la Facultad de Derecho de Saratov y dos años más tarde se trasladó a Petersburgo a cusa de la guerra mundial, donde también fue perseguido por su origen judío. Tuvo que recurrir a la amistad del camarero de café que lo ocultó en su casa, a un acento lituano adquirido en Sebastopol y a un pasaporte apócrifo.
De esa fecha datan sus primeros escritos: dos o tres sátiras del régimen burocrático zarista, publicadas en la famosa revista mensual de Gorki Letopis (Anales) que le atrajeron la atención de la policía. Fue acusado de pornografía y de incitar al odio de clases.
La revolución rusa le libró de esta nueva persecución, y él correspondió colaborando activamente con la causa de los bolcheviques, pese a lo cual su obra se interesa ante todo por los personajes marginales y del hampa, especialmente judíos.
Gorki le había transmitido un poco de su propia peripecia personal de vagabundo, y asintiendo, Babel empezó a viajar y acercarse al pueblo, a sus problemas e inquietudes. Como era un buen jinete, se incorporó a principios de 1921 como comisario político y agregado de prensa a un regimiento de cosacos. Mientras combatía en en el frente de Rumanía y luego en la campaña contra la invasión polaca, algnos relatos suyos aparecieron en la LEF, la revista vanguardista de Maiakovski.
Su experiencia militar le sirvió para escribir Caballería roja, una de las novelas más importantes de la revolución rusa, en la que narra la formación del legendario cuerpo creado por Budienny. Sus narraciones recogen muchas expresiones del argot cosaco, lo que no deja de resultar curioso en un colectivo social que bajo el zarismo se había caracterizado por la saña con que perseguían y asesinaban a los judíos.
Pero el mariscal Budienny criticó a su comisario político por la descarnada descripción del horror de las batallas y la crueldad que los relatos transmitían, y trató de impedir la publicación de la obra. Salieron en su defensa Gorki y Furmanov, que defendieron la obra de Babel. Gorki llegó a comparar Caballería Roja con el Taras Bulba de Gogol. En medio de la polémica finalmente Stalin salió en apoyo de Babel, reconociendo el gran mérito literario de los relatos.
Desde 1923 su esposa se había trasladado a París con su hija, y él mismo vajó a Francia poco después pero, en contra de los rumores que circularon entonces, no quiso abandonar al país de los soviets y regresó a la URSS, donde ocupó varios cargos oficiales como periodista. También intentó viajar a Italia para encontrarse con Gorki, pero el gobierno le denegó el visado.
En Francia le ofrecieron realizar una versión cinematográfica de Caballería Roja, pero censurada, a lo que se negó.
Regresó a la URSS para intervenir en el Congreso de Escritores Soviéticos de 1934, donde defendió la ponencia Nuestro enemigo es al trivialidad. Al año siguiente acudió a París para intervenir en el I Congreso de Defensa de la Cultura y la Paz.
Volvió a Odessa para documentarse antes de escribir los Cuentos de Odessa. Se instaló como huésped en la casa de un confidente de los bandidos que consideró muy sospechosa lo que no era sino curiosidad literaria. Su anfitrión cayó asesinado, víctima de un peligroso doble juego (vendió la información para cometer un mismo atraco a dos bandas rivales) y Babel siguió la recomendación de la policía de poner tierra por medio.
Entre 1925 y 1938 escribió 21 relatos de aprendizaje y 16 de precoz madurez, a los que hay que sumar su Diario y numerosos reportajes desde Leningrado, Georgia y Francia, textos recogidos a partir de manuscritos y variaciones, dos obras de teatro y cinco detallados guiones para películas mudas.
La carta es un ejemplo de la maestría narrativa de Bábel. Fue publicada inicialmente por Maiakovski en su revista LEF en 1924.
En este relato Babel narra la historia de una venganza entre padre e hijo. La venganza queda justificada por la conducta del padre, que no duda en matar la sangre de su sangre. Por ello el hijo puede matar a su padre de modo vengativo, de manera que no se percibe juicio alguno de censura. Sin embargo, la Revolución es el verdadero transfondo del relato.
Babel justifica la venganza en un tono frío y realista que se manifiesta sobre todo en la elección del género epistolar como vehículo narrativo. Este espíritu vengativo trasciende la naturaleza de la lucha entre seres enfrentados y pone de relieve la violencia con que se respondía a las injusticias.
En ella pone en práctica uno de los géneros que cultivó con mayor frecuencia, el género epistolar. La carta sirve, de este modo, para construir una historia de ficción. De echo poco queda en el relato fuera del marco epistolar, tan sólo, una pequeña introducción, en la que el narrador se presenta como transcriptor de las palabras de Kurdjukov:
He aquí la carta que Kurdjukov me ha dictado para su pueblo. No merece el olvido. La he copiado sin arreglarla y la transmito literalmente de acuerdo con la verdad.
La carta se inicia con una formula estereotipada que el primer narrador, el narrador externo a la carta, trata de resumir:
Querida mamá Eudokia Feodorovna:
En las primeras líneas de esta carta me apresuro a informaros que gracias a Dios estoy vivo y sano y que deseo saber lo mismo de Usted. Y también le saludo profundamente con la cabeza inclinada hasta el suelo... (sigue la relación de parientes, compadres, etc.)
También se incluyen las peticiones propias de una carta que no tienen nada que ver con el núcleo del relato que se añade posteriormente, pero que añaden verosimilitud a lo que se cuenta:
Amada mamá Eudokia Feodorovna. Mándeme lo que poda según vuestras fuerzas y posibilidades. Le ruego que mate al cerdito pintado y me envie un paquete dirigido al Politotdiel del compañero Budienny, a Basilio Kurdjukov.
A esta misma finalidad responden todos los datos que el narrador interno y testigo de los hechos que se refiere posteriormente, da sobre sí mismo:
Todos los días voy a dormir sin comer y sin vestido, así es que tengo mucho frío [...] Puedo escribiros también que este lugar es paupérrimo.
Al tratarse de una carta, la intriga que presenta no plantea la trama desde su inicio, sino que, debido a que el destinatario de la carta conoce ya a los personajes que participan en ella e incluso los sucesos anteriores, sus datos se omiten. Este procedimiento también contribuye a dar mayor veracidad al relato.
La intriga se inicia con la muerte de uno de los hermanos de la madre, Feodor Timofeich Kurdjukov, a manos del padre del narrador:
En las segundas líneas de esta carta me apresuro a escribiros que papá ha matado a golpes al hermano Feodor Timofeich Kurdjukov hace un año. Nuestra brigada roja asaltaba la ciudad de Rostov, cuando en nuestras filas ocurrió una traición. Papá estaba con Denikín como comandante de compañía. Los que lo han visto decían que portaba medallas sobre el pecho como se usaba bajo el viejo régimen. Y a causa de esta traición hemos sido hechos todos prisioneros y el hermano Feodor Timofeich ha caído bajo los ojos de papá. Papá comenzó a golpear al tío diciéndole: bestia, perro rojo, hijo de perra y otras cosas. Y comenzó a golpearle hasta que vino la noche, hasta que el hermano Feodor murió. Yo os escribí entonces para deciros que vuestro hermano Fedia yace sin cruz. Pero papá me sorprendió con la carta y me dijo: sois hijos de vuestra madre, sois hijos de su misma raíz de prostituta, pero soy yo el que la ha fecundado y lo haré todavía, mi vida está arruinada, por la verdad destruiré mi simiente y otras cosas.
Tras el crimen el narrador protagonista decide huir. A menudo interrumpe el rumbo de los acontecimientos para dar detalles de los lugares que visita:
De Voronez os puedo decir, amada madre Eudokia Fedorovna, que es un pueblo magnífico. Será más grande que Kranodar, los hombres son muy hermosos y los riachuelos son muy adecuados para los baños.
El narrador añade datos sobre sus amistades en el ejército y de cómo éstas se pueden aprovechar en el terreno personal a la hora de conseguir algún favor político en los tiempos inestables de la Revolución:
En este tiempo Semion Timofeich, quería ser, por su temeridad, comandante de todo el regimiento y el compañero Budienny dio una orden y recibió dos caballos, buen vestuario, un carro separado para el equipaje y la condecoración de la bandera roja. Yo era considerado como su hermano. Ahora si algún vecino se permite ofenderos, Semion Timofeich lo podrá desollar sin más ni más.
El padre deserta porque se considera fiel al Antiguo Régimen. Vive de incógnito en casa de un vecino que lo mantiene escondido. Cuando el protagonista conoce la noticia, se dirige a buscarlo: Montamos a caballo y caminamos doscientas verstas, yo, el hermano Senka y los voluntarios del campamento.
La lucha por conseguir la custodia del padre, que mientras tanto ha sido capturado, se hace difícil a causa de la diversidad de mandos que operan en la revolución:
¿Y qué cosa vimos en la ciudad de Maikop? Vimos que los retrovías no simpatizan con el frente y que en todas parte se encuentra traición y una banda de judíos, como bajo el viejo régimen. Semion Timofeich ha reñido mucho en la ciudad de Maikop con los judíos porque éstos no querían entregar a papá y lo habían encerrado en una prisión bajo llave, diciendo que había llegado orden del compañero Trotski de no matar a los prisioneros: Nosotros mismos lo juzgaremos, no os molestéis, recibirá el castigo que merece. Pero Semion Timofeich se salió con la suya. Demostró que era el comandante del regimiento y que el compañero Budienny le había otorgado todas las condecoraciones de la Bandera Roja y amenazó con acabar con todos los que discutían por papá y no lo entregaban.
Finalmente, consiguen apresar al padre. Entonces se establece un diálogo entre padre e hijo en el que se pone de relieve el móvil vengativo que mueve al protagonista a apresar a su padre como traidor a la causa revolucionaria y como autor de sus crímenes anteriores:
¿Se encuentra bien en mis manos, padre?
- No, dijo su padre, me siento mal.
Entonces Senka preguntó:
- Y Feodor se sentía bien en sus manos cuando lo cortaron en pedazos?
- No, respondió el papdre, Feodor estaba mal.
Entonces Senka preguntó:
- Y no ha pensado, padre, que también usted estaría mal?
- No, dijo el padre, no he pensado que estaría mal.
Senka se volvió a los hombres y dijo:
- Yo creo que si hubiese caído en manos de los vuestros no habría tenido salvación. Ahora, padre, acabaremos con usted.
La escena finaliza con la muerte del padre. Es el momento de máximo clímax del relato en donde se manifiesta con mayor intensidad la violencia de la revolución. Se resta a la escena el patetismo de otras obras realistas mediante la omisión de la ejecución, la cual se establece mediante las suposiciones que el narrador extrae de lo acontecido:
Tiomofei Radionovich comenzó a injuriar descaradamente a Senka con insultos a la madre y a pegarle en el rostro. Semion Timofeich me mandó fuera del patio. De manera que no puedo, querida madre Eudokia Feodorovna, contaros cómo han muerto a papá, porque no he estado presente.
La narración prosigue con extrema frialdad, de modo que el narrador salta a la despedida final de la madre sin que aparezca una mínima reflexión sobre los trágicos hechos que acaban de ocurrir. Al fin y al cabo se acaba de matar al padre del autor de la carta y éste se muestra como un sujeto frío, que no responde con ningún sentimiento de culpa ante esa muerte tan próxima que acaba de suceder. Su venganza ha quedado saciada.
La acción, finalizada la carta, vuelve al momento de escritura de la misma. Allí el protagonista pretende justificar su actitud mediante el comportamiento censurable de su padre. El narrador en ese momento reitera su fidelidad a las palabras de Kurdjukov con un propósito de realismo y veracidad:
Esta es la carta de Kurdjukov. Ni siquiera una palabra ha sido cambiada. Cuando terminé de escribir, él tomó la hoja escrita y se la escondió en el pecho, sobre la carne desnuda.
- Kurdjukov, le pregunté, era malo tu padre?
- Mi padre era un perro, me respondió sombrío.
- ¿Y tu madre es mejor?
-Mi madre puede pasar. Si quieres verla, he aquí nuestra familia.
Me tendió una fotografía maltratada. Estaba ahí la imagen de Timofeich Kurdjukov, un militar de anchas espaldas, con una gorra de servicio y con la barba bien peinada, con los pómulos amplios, inmóvil, la mirada chispeante en ojos sin color ni expresión. Junto a él, en un silloncito de junco estaba sentada una campesina muy pequeña con una blusa ancha y un rostro enfermizo de lineamientos claros y tímidos. Y cerca del muro, sobre el mísero fondo fotográfico provinciano con flores y con palomas, se erguían dos jóvenes monstruosamente altos, obtusos, de anchas caras, de ojos salientes, petrificados, como estaban durante los ejercicios los dos hermanos Kurdjukov, Fedor y Semion.
La sal, relato perteneciente a Caballería Roja, entra también en el género epistolar y se convierte en otro valioso testimonio histórico acerca de la Revolución. El autor con la elección de este género, insiste en el afán de realismo y verosimilitud que el texto muestra. La carta se abre con una explicación de las pretensiones del narrador:
Querido compañero redactor: Quiero describirte a ciertas mujeres inconscientes que son dañosas para nuestra causa.
La carta va dirigida al redactor de un periódico, es decir, a una persona cuya función es informar sobre los hechos que suceden en la realidad. La clave del periodismo es la información veraz y, partiendo de esta idea, la carta, y en consecuencia el texto literario, se convierte en un ejemplo de realidad para el lector. El sentido ejemplificante se encamina a convencer sobre el sentido de las ideas revolucionarias. Por ello, Babel acude a un molde pretendidamente realista y pone su obra al servicio de lo social y concretamente al servicio de los intereses del proletariado y la revolución.
Babel acude a una literatura realista y su obra se convierte en un elemento de la revolución. Por ello el narrador critica aquellos elementos que dañan a la revolución y critica los gustos burgueses de la provincia en donde transcurren los hechos relatados, pero se resguarda, dentro esa óptica realista, al decir que sólo hablara de lo que ha sido su propia experiencia y de lo que ha visto con sus propios ojos:
Supongo que vosotros, recorriendo el frente civil, del cual habéis tomado nota, no habréis dejado de conocer la antigua estación de Fastov que se encuentra muy lejos en cierto Estado, en un lugar desconocido. Yo naturalmente he estado allí y he tomado la cerveza casera; he mojado en ella los bigotes, pero en la boca no ha quedado nada. De esta estación hay muchas cosas que narrar. Pero, como se dice en nuestro ambiente primitivo, no se puede transportar toda la suciedad de los señores. Por esto te describiré solamente lo que han visto mis propios ojos.
El narrador pretende sujetarse a los datos que provienen de su propia experiencia para afianzar el carácter realista del texto que llegue al lector. Por ello la narración se viste de un estilo sencillo en el que prima la narración frente a la descripción, con frases cortas, sin ornato y con la presencia en su mayoría de vocablos con significación denotativa.
A pesar de este revestimiento formal, muy semejante al del periodismo, los juicios subjetivos y las intervenciones del narrador son abundantes, así como los adjetivos valorativos que salpican con frecuencia el texto.
En el contenido de la carta este narrador testigo relata su experiencia en un tren del ejército. Al llegar a la estación de Fastov, se produce una parada que se prolonga más de lo necesario. El narrador decide averiguar la causa:
Y realmente la parada fue enorme, porque los portadores de sacos, estos enemigos perversos, en medio de los cuales se encontraban muchos del sexo femenino, obraban del modo más descarado con las autoridades ferroviarias. Sin ningún miedo se aferraban a las manecillas de los vagones, corrían sobre los techos de fierro, molestaban, importunaban. Cada uno llevaba el acostumbrado saco de sal con un peso a veces de cinco puds. Pero no duró mucho el triunfo del capital de esos contrabandistas. La iniciativa de los soldados de los vagones dio la posibilidad a la ultrajada autoridad de los ferroviarios para respirar libremente. Quedaron sólo las mujeres con sus atados. Los soldados tuvieron piedad de ellas y permitieron a algunas entrar en el carro del ganado, aunque dejando en el andén a otras. También en el carro del segundo pelotón se instalaron dos muchachas.
Una de las mujeres intenta conseguir un pasaje rogando al narrador:
Dejadme entrar, gentiles cosacos. He pasado la guerra sufriendo en las estaciones con un niño de pecho en los brazos. Ahora quiero ver a mi marido, pero a causa del ferrocarril no es posible viajar. No encontraré gracia ante vosotros queridos cosacos?
La voluntad de la mayoría es la que debe tomar la decisión: La decisión del pelotón será vuestra suerte.
Los soldados se compadecen de la mujer, después de deliberar.
El narrador interrumpe con frecuencia la narración para describir el ambiente de esa noche en el tren con la intención de ofrecer la impresión de que el tiempo transcurre:
A la tercera campanada el tren partió. La bella noche se tendió sobre nosotros como una cortina. En la cortina estaban las estrellas. Los soldados recordaban la noche de Kuban con sus estrellas verdes. El pensamiento voló como un pájaro. Y las ruedas del tren resonaban sin tregua.
Recuperado el hilo, el narrador testigo se da cuenta de que el bebé que viaja en brazos de esa mujer no es más que el paquete en el que la mujer esconde productos de contrabando. El narrador descubre a la mujer y se dirige a los cosacos:
He aquí un niño interesante, compañeros, que no quiere mamar, que no moja sus pañales y no molesta a la gente que duerme.
Y la mujer no tiene más remedio que reconocer su delito:
- Perdonad, queridos cosacos -interrumpe la mujer con mucha frialdad- no soy yo la que os ha engañado, sino mi desgracia.
- Balmachov perdonará tu desgracia -respondo-. A Balmachov no le cuesta caro: vende por lo que ha comprado, pero dirígete a los muchachos, mujer, los cuales te han elevado al sitio de una madre trabajadora en la república. Dirígete a estas dos muchachas que lloran ahora, por lo que han sufrido por nosotros esta noche. Dirígete a nuestras mujeres que en el Kuban fértil consumen sus fuerzas femeniles sin sus maridos, mientras éstos violan a las muchachas que pasan por sus vidas. A ti no te han tocado, aunque tú, monstruo, eras aquella que se debía tocar. Mira a Rusia abrumada de dolor.
A la vista está que la condición humana se rebaja en virtud de los acontecimientos y que en caso de necesidad las personas intentan subsistir de la mejor manera. Pero en el cuento de Bábel las personas son juzgadas por su adhesión a la revolución: estamos ante una situación de guerra y se trata de un delito de contrabando, pero los soldados piensan que es justificado un ataque contra la mujer. Ella, finalmente, reconoce su delito y saca una bolsa de sal:
- He perdido mi sal, no tengo miedo de decir la verdad. Vosotros no pensáis en Rusia, vosotros salváis a la los judíos Lenin y Trotski.
El narrador mediante sus palabras textuales, mediante las voces de los personajes y mediante la narración en tercera persona interfiere valorativamente en los hechos, haciendo una apología en donde se ensalza a los dirigentes de la revolución:
Ahora no se trata de los hebreos, mujer dañosa. Los hebreos no tienen aquí nada que hacer. Además no hablo de Lenin, pero Trotski es hijo condenado del gobernador de Tambov y ha salido de su clase para servir a la clase de los trabajadores. Como forzados, Lenin y Trotski nos conducen por la vía libre de la vida, mientras tú, lúcida ciudadana, eres más contrarrevolucionaria que aquel general blanco que con su sable afilado nos amenaza sobre su caballo blanco que cuesta miles. Al general se le ve de todos los caminos y el trabajador piensa y sueña en cazarlo. A ti, ciudadana desgraciada, no se te ve con tus niños que no piden pan y no corren fuera, no se te ve porque eres como una pulga y muerdes, muerdes, muerdes, muerdes...
Yo confieso, en verdad, haber arrojado fuera del tren en marcha a esta ciudadana, que, rústica como era, permaneció sentada un momento, con las polleras al viento, y luego continuó por su vil camino. Viendo a esta mujer incólume y a la Rusia inefable en torno suyo y los campos de los labriegos sin espigas y las muchachas y los compañeros ultrajados muchos de los cuales van al frente pero muy pocos regresan, yo quería saltar del vagón y acabar conmigo y con ella.
La mujer es arrojada del tren en marcha y muere. La muerte de la contrabandista significa un hecho de justicia para la revolución:
...lavé de vergüenza el rostro de la tierra trabajadora y de la república.
El texto finaliza con una promesa de actuar con la misma justicia sobre cualquier elemento que traicione la revolución:
Y nosotros, soldados del segundo pelotón, juramos ante tí, querido compañero redactor, y también ante nosotros, queridos compañeros de la redacción, que procederemos sin piedad, contra los traidores que nos arrastran a la fosa y quieren hacer correr el río hacia atrás y cubrir Rusia de cadáveres y de yerbas muertas.
El relato termina con un programa en el que se amenaza con la muerte a cualquiera que suponga un obstáculo para la causa socialista, un programa que reviste la misma rotundidad que los manifiestos de la vanguardia, porque la vanguardia pretendía amenazar al sistema social y a la institución artística como fórmula de protesta ante el viejo mundo y como forma de reafirmación de la actitud del nuevo siglo.
Bábel muestra la revolución, a un pueblo de campesinos luchando contra la clase opresora. Por un lado, se justifica el uso de la violencia contra quienes se oponen a la revolución y, por otro, se reviste de la virulencia y rotundidad con que los vanguardistas firmaban sus proclamas.
Hoy no cabe duda de que Babel es el mejor judío que escribió en ruso, aunque en su obra influyan también culturas tan distintas como la hebrea y la francesa. Él mismo reconoció su papel en la nueva literatura soviética, afirmando que en un ambiente literario plano y estereotipado, le correspondía aportar nuevas ideas, nuevas sensaciones y ritmos.
En mayo de 1937 fue detenido a causa de una denuncia falsa en Peredelkino, la ciudad de los literatos soviéticos. Fue injustamente fusilado el 27 de enero de 1940 a los 46 años de edad tras permanecer un año en prisión. El feroz cerco imperialista había conducido a algunos sectores de la URSS a un estado de histeria que les impedía diferenciar a sus amigos de sus verdaderos enemigos. Algunos como Babel lo pagaron con su vida.

Obras de Isaac Babel en castellano:

Caballería roja, Era, México, 1986; también en Editorial Bruguera, Barcelona, 1981
Cuentos de Odesa y otros relatos, Alianza Editorial, Madrid, 1972
El comandante del escuadrón, Libros de la Pupila, Uruguay, s/f
Debes saberlo todo. Relatos 1915-1937, Alianza Editorial, Madrid, 1976

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