sábado, enero 22, 2011

Venezuela: sin revolucionarios no se hace ninguna revolución


En Venezuela, la miopía política que aún embarga a ciertos sectores revolucionarios que prefieren mantenerse aislados ha permitido que, de una u otra forma, asciendan al poder otros que, sencillamente, carecen de la más elemental formación socialista, incidiendo así negativamente en el desarrollo y la profundización de tales cambios.
En este caso, los errores cometidos en la dirección, la estrategia, la táctica y los objetivos revolucionarios, es efecto de la escasa influencia y organización de los grupos revolucionarios que, aún insertándose en el partido del gobierno, han optado por la auto-marginalización de la cotidianidad del proceso revolucionario. Más explícitamente: han obviado su inserción en las luchas populares, dejando que todo lo decidan los reformistas provenientes de los antiguos partidos políticos que dominaron la escena política venezolana, lo que explica lo dificultoso y lo irregular del avance revolucionario, aún cuando un importante porcentaje de las masas mantiene su entusiasmo inicial.
En consecuencia, la ausencia de una auténtica dirección revolucionaria, compenetrada de lleno con las expectativas populares, y dotada de una clara visión de lo que es, y debiera ser, un proceso revolucionario, ha permitido que el reformismo tradicional se haya adueñado de las instancias de gobierno, sin crear las condiciones que produzcan el cambio estructural que se requiere a fin que la democracia participativa y protagónica sea una realidad revolucionaria permanente. Esto ha causado, en algunos casos, cierta desmoralización y cansancio crecientes entre los sectores populares, en vista que muchos dirigentes del chavismo se han dedicado a usufructuar el poder y a continuar con la práctica perniciosa del clientelismo político; dándose la contradicción evidenciada por éstos -a pesar de su discurso oficial- de no comulgar con la principal meta de toda revolución verdadera: darle todo el poder al pueblo.
De esta forma, la vieja consigna de “propagar, agitar y organizar” que inspirara a tantos revolucionarios en el pasado se ha dejado a un lado en función de una militancia partidista acrítica que muchas veces peca de sectaria, todo lo cual causa profundos efectos negativos entre las masas populares al no desarrollarse una caracterización adecuada del momento histórico y de las estrategias que debieran promover y consolidar la revolución socialista en el país. De no ser por ello, existiría un mayor nivel organizativo, lo mismo que en el aspecto teórico, adquiriéndose la experiencia suficiente para afrontar nuevos y más definidos retos en la construcción de una sociedad de nuevo tipo. Todo esto tiene plena vigencia en la hora actual cuando se exige cimentar y profundizar el proceso revolucionario venezolano, dándole un perfil decididamente revolucionario, en confrontación directa con los sectores contrarrevolucionarios, tanto internos como externos. En este aspecto, la incorporación activa de los revolucionarios contribuiría a determinar, con un rango de mejor definición, la dirección correcta de este proceso, dejándose a un lado las espontaneidades.
Suficientemente conocido es el principio que establece que sin revolucionarios no se hace ninguna revolución. Basándonos en este criterio, se trata entonces de favorecer todas las situaciones posibles para que ella sea una realidad, en un espacio y en un tiempo determinado. Como se puede derivar, es necesario echar mano de todos los mecanismos que pueden y deben activarse en beneficio de un proceso revolucionario, cuyo fundamento primordial lo constituya el poder popular y no los intereses mezquinos de una camarilla gobernante. Lo que se requiere, en consecuencia, es que estos sean difundidos sobradamente entre las masas populares, permitiéndoseles que los asimilen a su propia realidad y los trasciendan, convirtiendo a la revolución socialista en algo único y novedoso: una revolución hecha por revolucionarios.

Homar Garcés

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