sábado, abril 07, 2012

Malvinas y la cuestión nacional. Un “marxismo” liberal.

Polémica con Razón y Revolución

Toda la humanidad actual, desde los obreros británicos a los nómades etíopes, vive atada al yugo del imperia­lismo. No hay que olvidarlo ni un solo minuto. (…) Algunos países son los conductores del imperialismo, otros sus víctimas. Esta es la línea divisoria fundamental de los estados y naciones modernos. Desde esta perspectiva, y solamente desde ella, hay que considerar el problema tan complejo de fascismo y democracia (…) tampoco podemos hablar del fascismo “en general”. En Alemania, Italia y Japón el fascismo y el militarismo son las armas de un impe­rialismo ambicioso, hambriento y por lo tanto agresivo. En los países latinoamericanos el fascismo es la expre­sión de la dependencia más servil del imperialismo extranjero. Tenemos que ser capaces de descubrir, bajo la forma política, el contenido económico y social.

León Trotsky [1]

Razón y Revolución (RyR) está por publicar un libro sobre la guerra de Malvinas, de la cual está por cumplirse su 30 aniversario, llamado La izquierda y la guerra de Malvinas, que consiste de tres artículos publicados en distintos momentos sobre el tema, de Adolfo Gilly, Alan Woods y Alberto Bonnet, respectivamente, con un prólogo de Fabián Harari. De los cuatro, sólo este último pertenece al colectivo que publica RyR. Sin embargo, lo que une a los tres artículos con el prólogo de RyR, es una postura crítica hacia la actuación de la izquierda argentina durante la guerra, particularmente de las organizaciones que en ese entonces hablaban en nombre del trotskismo, como la corriente de Nahuel Moreno, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST); y Política Obrera (PO), que más adelante, en ese mismo año de 1982, adoptaron el nombre de Movimiento al Socialismo (MAS) y Partido Obrero (PO), respectivamente. Pero la polémica también es con las organizaciones actuales que siguen reivindicando en general una postura determinada ante la guerra. A saber: que en un conflicto militar donde se enfrentan un bando semicolonial como Argentina, y una potencia imperialista como el Reino Unido, la posición de los revolucionarios debe ser ubicarse del bando militar de la nación semicolonial contra el imperialismo. Independientemente del régimen político de la primera, y sin darle ningún apoyo político al gobierno semicolonial, apuntando a transformar el conflicto en una verdadera guerra de liberación nacional contra el imperialismo. La conducción de la guerra por un gobierno como la dictadura genocida argentina, necesariamente está incapacitada para llevar esta guerra hasta el final. Una derrota del imperialismo inglés podría haber sido un gran factor revolucionario mundial, tras la debacle yanqui en Vietnam, y podría haber dificultado la ofensiva neoconservadora de los ’80.
En este sentido, RyR también polemiza abiertamente contra nuestra organización, el PTS. Sin embargo, nuestro partido no existía en 1982 (fue fundado recién en 1988 de una ruptura de la corriente morenista, en ese momento el viejo MAS). Más aún, el PTS, desde sus primeros años, hace un ajuste de cuentas con la tradición morenista, con la cual rompemos, y a la que consideramos centrista, por no contar con una estrategia revolucionaria como la de los orígenes de la Cuarta Internacional, sino con una política errante que oscila entre posiciones reformistas y revolucionarias, y con una teoría revisionista como la de Moreno de la “revolución democrática”. Por poner algunos ejemplos, creemos que el morenismo no pasó la prueba de los ’70, y ya en el ’76 venía de hacer un “frente antigolpista” con los radicales y toda la oposición burguesa del Bloque de los 8, quienes por atrás estaban llamando a la puerta de los cuarteles. O, con la debacle de la dictadura tras la derrota de Malvinas, cuando el recién fundado MAS calificó de “triunfo de la revolución democrática” a la salida electoral para intentar salvar el vacío de poder por la crisis de la dictadura, pergeñada en acuerdo entre Bignone y la Multipartidaria. El balance crítico de la política centrista de las corrientes trotskistas, particularmente el morenismo en los ’70 y los ’80, debe servirnos para sacar lecciones por la positiva para tener una estrategia correcta y para construir una organización marxista revolucionaria que supere dialécticamente esa tradición. Asimismo, también hay que analizar los combates correctos dados por estas organizaciones, lo que llamamos “hilos de continuidad” con la tradición marxista clásica que recorre las cuatro internacionales desde mediados del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial. Por eso, nos parece que era acertado durante la guerra de Malvinas adoptar una política como la que RyR critica.
Como base de nuestra crítica, vamos a tomar tanto el prólogo de Fabián Harari al libro de RyR, “Miseria del nacionalismo”[2], como el artículo que el mismo autor publicó en la revista El Aromo n° 65, “Un síntoma recurrente. ¿Es Malvinas una causa nacional?”[3]

UNA CUESTIÓN NACIONAL Y UN IMPERIALISMO QUE NO EXISTEN… O LA VUELTA A UN “MARXISMO” LIBERAL.

El centro de la argumentación de Harari y RyR es que en la Argentina la revolución obrera no tiene tareas democrático-burguesas que cumplir, es decir, no hay “cuestión nacional”, debido a nuestro país no sería una semicolonia. RyR da una definición de la cuestión nacional que necesariamente los debería llevar a concluir que la revolución no tiene tareas democrático-burguesas que cumplir prácticamente en ningún lugar del planeta. Al mismo tiempo, íntimamente ligado a esto, los compañeros sugieren una definición del concepto de imperialismo opuesta a la del marxismo clásico, por lo cual entonces no tendría ningún sentido hablar hoy en día de imperialismo y países semicoloniales, remplazando esta relación por el concepto vulgar, tomado de los economistas liberales, de “naciones con economías de mayor tamaño y naciones con economía de menor tamaño”.
Para hacer encajar mejor su argumento, Harari no tiene mejor recurso que mentir, y hacer una amalgama de las posturas de la izquierda, particularmente de la corriente morenista, el PST, haciéndola quedar como sostén de los militares. Pero vamos al nudo principal de su argumentación.

EXISTE ALGO LLAMADO IMPERIALISMO. Y CÓMO SI SE ES MARXISTA Y SE OPINA QUE NO EXISTE SE PUEDEN LLEGAR A DECIR COSAS MUY PARECIDAS A SARLO, LANATA Y CAPARRÓS…

Dice Harari: “Evidentemente, hay algo en el programa de la izquierda argentina que no está bien. El nacionalismo se expresa, en cada uno de hechos de esta característica, en síntomas recurrentes. Hay un problema que excede la apreciación coyuntural sobre la guerra. Un problema que se encuentra en la mirada con que se examinó el conflicto. Un aspecto del programa que arrastra a sucesivos errores: la cuestión nacional. La izquierda, en su conjunto, sostiene que la Argentina no ha completado sus tareas nacionales y, entre los obstáculos para alcanzarlas, se halla la opresión del imperialismo (norteamericano, pero también inglés, francés y japonés, que conforman un bloque).” Harari nos dice que la “cuestión nacional”, o las tareas democrático-burguesas de la revolución son: “la constitución de un Estado nacional, la hegemonía burguesa y la unificación económica y mercantil en una economía plenamente capitalista. Nada más.” ¿Nada más? No, mucho más. La definición de “revolución” burguesa que da RyR no es marxista, sino que es el objetivo limitado de los movimientos nacionalistas burgueses de los países que llegaron demasiado tarde a la escena histórica, que son timoratos, y que no aspiran a nada más radical, por temor a que las masas los pasen por encima, y que están muy por detrás, comparados con la gran transformación social que implicaron las revoluciones burguesas tempranas clásicas, como la francesa. Los marxistas siempre estimaron las tareas de la revolución burguesa según esta última, como tareas radicales, que requiere, para el pleno desarrollo del capitalismo en el campo, la eliminación de los resabios pre-capitalistas, los privilegios, el desarrollo industrial, la plena independencia no sólo formal (como un estado sólo formalmente independiente, como las ex-colonias latinoamericanas) sino real de todos los lazos económicos y políticos que ponían trabas al desarrollo económico independiente de la nación. Por eso, los marxistas de los países atrasados, nunca consideraron las tareas de la revolución burguesa según el criterio limitado de cuán lejos podían llegar a ir las burguesías locales, débiles, timoratas, en su enfrentamiento con el Antiguo Régimen.
Hay que hacer notar que Lenin y los bolcheviques no diferían con los mencheviques en cuanto al contenido social de la revolución rusa (ambas fracciones opinaban que iba a ser burguesa), sino en cuanto a qué clase la iba a dirigir: si la burguesía rusa (los mencheviques), imponiendo sus objetivos de reformas limitadísimas, pactando con el zarismo un lugar en el estado semifeudal ruso, o la clase obrera en alianza con los campesinos (los bolcheviques), llevando adelante las tareas burguesas radicales de una clase social que nunca tuvo la fuerza ni la voluntad para realizarlas, destruyendo el estado zarista y llevando adelante la revolución agraria y desarrollando las fuerzas productivas rusas para fortalecer a la clase obrera y ser la antesala de la revolución obrera y socialista en Europa Occidental. En la cita de Harari del “nada más”, que ponemos más arriba, donde define qué es la revolución burguesa, éste intenta apoyarse en una definición de Lenin. Pero allí el revolucionario ruso no está hablando de la revolución burguesa, sino que está definiendo qué es la autodeterminación nacional de los numerosos pueblos que conformaban el imperio zarista y que muchas veces, aún incluso siendo más adelantados económicamente que la metrópoli, no se habían podido conformar como estados burgueses separados y formalmente independientes. En ese mismo trabajo, más adelante, Lenin diferencia reiteradamente autodeterminación nacional de revolución burguesa[4]
RyR, al calificar de “revolución burguesa” a la independencia formal de la nación, le está haciendo una gran claudicación teórica a las burguesías latinoamericanas. Esto puede entenderse en un manual para chicos de la escuela primaria, como cuando nos enseñaron desde pequeños que nuestros “próceres” lucharon por la “igualdad, la libertad y la fraternidad”, pero no en historiadores serios y que encima se consideran marxistas. Por eso, embelleciendo a la burguesía argentina, nos dice que nuestro país “logró completar su revolución burguesa en el período que media entre 1860 y 1880”. En esto, no obstante, difiere con su compañero Eduardo Sartelli, quien en 2007 nos decía, más apegado aún a la letra de los manuales escolares, que “la Revolución de Mayo [de 1810]barrió con todas las rémoras existentes, no hay tareas ‘democráticas’ pendientes”[5]
Volviendo. Como decíamos al comienzo, RyR sugiere que imperialismo es igual a colonialismo. Si no hay una relación colonial, entonces entre el Reino Unido y Argentina no hay opresión imperialista del primero sobre la segunda. Pero eso no es sólo en Argentina, sino que la mayor parte del planeta está formada por estados formalmente independientes. Entonces, cuando RyR habla de imperialismo (si es que habla de ello) ¿de qué está hablando?
RyR tiene el mérito de publicar y difundir obras de los marxistas clásicos. Pero también publican trabajos propios, en los cuales uno tiene la sensación de que no leen a los autores que publican. Lenin, por ejemplo. El revolucionario ruso planteaba que lo característico del imperialismo como nueva fase del capitalismo es que representa la dominación del capital financiero, como fusión del capital industrial y bancario. Que esto implicaba que, al revés de las viejas relaciones de los imperios coloniales como la decadente Inglaterra, la clave es cada vez menos el dominio político directo, colonial, del mundo subdesarrollado, desde el cual Inglaterra como potencia imperial hegemónica se abastecía de materias primas para la industria británica, para luego exportar sus productos a todo el mundo. Que la clave del imperialismo no es la exportación de mercancías del centro a la periferia, sino la exportación de capitales en esa misma dirección, desarrollando a su manera el capitalismo en los sectores atrasados, pre-capitalistas, y que para esto no hace falta el dominio político directo característico de las colonias, sino que lo que introduce a gran escala el imperialismo, que la potencia en ese entonces emergente que era EE.UU representaba mejor que nadie, es que se trata de un imperio sin colonias, con estados formalmente independientes, pero donde todo el mundo se va volviendo una gran colonia económica del imperialismo dominante. RyR no tiene en cuenta esta caracterización elemental del imperialismo para un marxista, y sólo así puede negar la semicolonialidad de Argentina, y de hecho negar la existencia del imperialismo.
Tratando de evitar de todas las formas posibles usar el marxismo, y los términos imperialismo y semicolonia, apelando a conceptos periodísticos vulgares, Harari llega a decir que “La afirmación que en cualquier guerra que enfrente a una nación con una economía de mayor tamaño contra una de menor, hay que apoyar a esta última, olvida(…) la primacía del antagonismo de clase por sobre el nacional”. Les tenemos que decir a los compañeros de RyR que, si van a usar este tipo de caracterizaciones no marxistas, entonces tendrían que decir que, por ejemplo, Brasil, que es la octava economía del mundo, no representa un tipo de país cualitativamente muy distinto que Inglaterra. Lo mismo podrían decir de otros países como China o la India. Luego Harari nos quiere comparar con Lenin y los bolcheviques. Según él, estos últimos ya tuvieron su “Guerra de Malvinas” en 1904-1905, y su propio Galtieri, el zar Nicolás II… Y, como los bolcheviques, a diferencia de nosotros, no eran nacionalistas, por eso no se alinearon en el campo militar ruso. Por eso dice que olvidamos “incluso la propia historia bolchevique (…). En la Guerra Ruso-Japonesa de 1904, el partido bolchevique se opuso a apoyar el combate del país “semicolonial” (Rusia) contra el “imperialismo” japonés y llamó al derrotismo. La derrota militar del ejército ruso abrió un proceso revolucionario.”Sin embargo, el mismísimo Alan Woods, de quien los compañeros publican un artículo sobre Malvinas que ellos reivindican, se encarga de desmentir esta pretendida analogía histórica de RyR en su libro sobre la historia del partido bolchevique, donde dice que en la guerra ruso-japonesa Lenin no se ubicó en el bando militar del zarismo[6], no en nombre de un “anti-nacionalismo” abstracto de un país semicolonial, sino porque, por el contrario, “la Rusia zarista, a pesar de su carácter atrasado y semi feudal, y su dependencia del capital occidental, era una de las principales naciones imperialistas al comienzo del siglo XX. Junto con las otras potencias imperialistas, Gran Bretaña, Francia y Alemania, la Rusia zarista participó en el reparto del mundo en colonias y esferas de influencia. Polonia, los Estados Bálticos, Finlandia, el Cáucaso, los territorios de Extremo Oriente y Asia Central eran, en la práctica, colonias zaristas. Pero las ambiciones territoriales del zarismo eran insaciables”[7] [8] Extraña “semicolonia” era el zarismo.

UNA AMALGAMA HISTÓRICA

Harari empieza diciendo, en El Aromo: “La izquierda no pudo hacer frente al nacionalismo y terminó apoyando esta aventura burguesa, aunque ese acompañamiento haya sido camuflado bajo críticas a Galtieri.” Y bajo el subtítulo de “Galtieri, el camarada”, dice: “El PST fue dentro del trotskismo quien mayor apoyo brindó a la dictadura en su contienda. Puede decirse que fue, en términos nacionalistas, el más consecuente. Para justificar su posición, apeló a una cita en que Trotsky llama a defender al Brasil “fascista” de Vargas contra Inglaterra[9]. Que haya calificado así al Estado Novo muestra el grado de desconocimiento que el creador del Ejército Rojo tenía de la realidad latinoamericana. Trotsky allí brega por el desarrollo en los países oprimidos de la conciencia “nacional y democrática” lo cual es apoyar, hoy en día, a los Kirchner y en el 1982, a Alfonsín. Asimismo, contrariamente a lo que señaló el dirigente bolchevique, la victoria de un fascista en Brasil no favorecería a la clase obrera, sino al régimen fascista en cuestión. En cualquier caso, la cita llama a apoyar al nacionalismo de algunos países, cualquiera sea su régimen y gobierno, frente a otros más poderosos, lo que es una concesión gratuita e innecesaria a las burguesías de estos países. (…) Para Moreno, la Junta Militar se habría puesto a la cabeza de un movimiento revolucionario y nuestro Lenin no era otro que Galtieri (que tal vez bebía para eludir su destino)”
Cualquier persona que no analice los hechos con la ligereza y la desfachatez que caracteriza el artículo de Harari, verá que el morenismo en ningún momento apoyó a la dictadura militar, ni mucho menos llegó a ver en Galtieri un dirigente antiimperialista.[10] RyR, en su rotunda negación del imperialismo, lo equipara a un nacionalismo simplón, y le hace un enorme favor al gobierno, diciendo que ser antiimperialista hoy es ser kirchnerista. Como señalaba Trotsky, la falta de “conciencia nacional”, es decir, la falta de conciencia de la opresión imperialista en un país sometido, es un indicio de un gran atraso político[11]. Un gran ejemplo de ese atraso es la propia Argentina durante los ’80 y los ’90 (comparada con la de los ’60 y ’70, donde el antiimperialismo era de masas), debido a que la derrota de Malvinas dejó internalizado en el inconsciente colectivo que el imperialismo es invencible, y que no hay otro horizonte posible que una democracia burguesa semicolonial cada vez más degradada. En ese clima de época, la izquierda revolucionaria que hablaba del imperialismo era considerada casi lunática o trasnochada. También lo podemos ver hoy en las movilizaciones en Egipto y otros países de Medio Oriente envueltos en la “Primavera Árabe”, donde las masas han llegado incluso a derribar dictaduras pro-imperialistas, pero tienen aún ilusiones en la “democracia” occidental.

¿UBICARSE EN EL BANDO MILITAR ARGENTINO EQUIVALÍA A DARLE APOYO POLÍTICO A LA DICTADURA? LO LABERÍNTICO DE LA POLÍTICA Y LAS EXTRAÑAS “CONVERGENCIAS POLÍTICAS”

Según los compañeros, Trotsky y quienes nos ubicábamos en el bando militar argentino en 1982, llamábamos “a apoyar al nacionalismo de algunos países, cualquiera sea su régimen y gobierno, frente a otros más poderosos, lo que es una concesión gratuita e innecesaria a las burguesías de estos países,” ¿Qué otra cosa podría significar una confluencia de intereses entre revolucionarios y contrarrevolucionarios? Los dos artículos en cuestión están recorridos de principio a fin por formas de razonar de este tipo. Pareciera que el estalinismo criollo, con su apoyo a la dictadura de Videla, al fin se puede reconciliar con el trotskismo, ya que entonces todos tendríamos ropa sucia en el placard.
RyR se abraza a una norma abstracta, donde lo único que cuenta son las intenciones de las burguesías nacionales y sus gobiernos. Pero la realidad de la lucha de clases es mucho más laberíntica.
Por ejemplo, a comienzos de 1917, tras la revolución de Febrero, hubo una convergencia de intereses entre Lenin y el imperialismo alemán. Para ser más claros: el gobierno imperialista del Kaiser alemán le da a Lenin un tren, custodiado y secreto, para que el revolucionario pudiera llegar sano, salvo y a tiempo a Rusia.[12] ¿Qué pasó aquí? ¿El Kaiser alemán se volvió un partidario de la revolución socialista? A nadie se le ocurrió en ese momento pensar semejante cosa. Entonces, alguien con la lógica de Harari en ese momento hubiera dicho: sí, no queda otra, Lenin en los hechos colabora con Alemania, y, “aunque ese acompañamiento haya sido camuflado bajo críticas” al Kaiser, lo concreto es que Lenin y los alemanes colaboraban. Esta sería la lógica de RyR aplicada a este caso en particular. En Rusia en ese momento hubo gente que, justamente por eso, acusó a Lenin de agente alemán hasta el mismo día que los bolcheviques tomaron el poder (y después también, sobre todo cuando el gobierno soviético firmó la paz de Brest-Litovsk con Alemania). Para el Kaiser lo que importaba de la política de Lenin, era el hecho de que éste último era partidario de que Rusia abandonara la guerra. En un momento en que las tropas alemanas ya estaban perdiendo la guerra y, exhaustas, tenían que pelear en dos frentes, al Kaiser le convenía cerrar el frente oriental, y sólo en esa medida práctica de gran importancia para Alemania coincidía con Lenin, con lo cual el hecho de que éste último fuera un revolucionario incorruptible y no un político “comprable” pasaba a segundo plano.
En la década del ’30, en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Trotsky consideraba que ésta no sólo abarcaría conflictos interimperialistas, sino que también entrarían a tallar las luchas de liberación nacional de pueblos coloniales dependientes, en mucho mayor medida, de los imperialistas “democráticos”. Trotsky consideraba estas como guerras justas. Y pensaba en la posibilidad de que, en medio de una huelga general en un país fascista, el gobierno de ese país tuviera la intención de enviarle armamento a un movimiento de liberación nacional de una colonia de un país “democrático”. ¿Qué deberían hacer los revolucionarios? ¿Deberían decir que un gobierno fascista no puede querer liberar al pueblo de un país colonial y entonces debían oponerse al envío del armamento, o, como indicaba Trotsky, los obreros portuarios deberían permitir que el barco con el armamento pudiera partir y llegar a destino?[13] La “confluencia de intereses” entre fascistas y revolucionarios se daba únicamente en que ambos estaban interesados en armar a los movimientos de liberación nacional. En el caso de los fascistas, porque eso obligaría a las fuerzas armadas de los imperialismos democráticos a tener que abrir nuevos frentes de batalla y debilitarse frente al Eje, mientras que, para los revolucionarios de la Cuarta Internacional, la lucha por la liberación nacional era un apoyo fundamental en la tarea de “dar vuelta los fusiles” y transformar la guerra interimperialista en una guerra civil mundial con las burguesías de ambos bandos, para así terminar con todas las guerras.
¿Saben los compañeros de RyR que Lenin y Trotsky llegaron a hacer, antes del Tratado de Rapallo, un acuerdo de cooperación secreto con el ejército alemán que, derrotado en la Primera Guerra Mundial, bajo las cláusulas del Tratado de Versailles, estaba severamente limitado de actuar, y el gobierno revolucionario soviético le ofreció la posibilidad de seguir entrenándose en Rusia, a cambio de que los alemanes entrenaran al Ejército Rojo, que estaba desesperadamente escaso de cuadros militares?[14] Mientras el gobierno soviético tenía este acuerdo puntual y delimitado de “colaboración”, esto no ataba de manos en lo más mínimo a los comunistas alemanes para oponerse al gobierno de la República de Weimar en la perspectiva de derrocarlo e instaurar un gobierno obrero. Esto recién cambiaría con el surgimiento del estalinismo, cuando los partidos comunistas extranjeros se transformaron en simples correas de transmisión de Moscú y apoyaban a gobiernos burgueses aliados a la URSS. Esta “convergencia de intereses”, puntual y acotada, entre los bolcheviques bajo Lenin y Trotsky por un lado, y Alemania por el otro, ¿sería calificada de traición y apoyo al militarismo alemán por los compañeros de RyR?

EL LUGAR DE MALVINAS EN LAS TAREAS DEMOCRÁTICO-BURGUESAS DE LA REVOLUCIÓN

“Malvinas, más allá de la propiedad jurídica, no es una cuestión nacional: no se juega el destino de nuestra economía ni el futuro del proletariado en esas islas (…)¿cuál es el interés del proletariado argentino en las islas? ¿Cuál es el obstáculo que pone a la revolución socialista el dominio inglés en las Malvinas? Esas son las preguntas que la izquierda debe responder .”
Pues bien, respondamos.
El principal obstáculo a la revolución socialista en Argentina es el imperialismo en general. Para RyR, no existe el imperialismo y Argentina no es semicolonia de nadie, EE.UU, Inglaterra, y otras “economías de mayor tamaño” por el estilo (o como enroscadamente quieran llamarlas para no decir la palabra imperialismo), ¿se van a cruzar de brazos? La guerra con el imperialismo en un principio va a ser por sus empresas, sus intereses económicos. Mientras apela a algún engendro político de discurso reformista para confundir a los trabajadores, el imperialismo con sus recursos va a ir armando bandas fascistas primero para aterrorizar a los trabajadores, y si esto no alcanza, apelará directamente a las fuerzas armadas y de seguridad, los trabajadores van a tener que tomar el poder para no repetir la experiencia del golpe de 1976. Parte de las tareas democráticas, “burguesas” de la revolución en la Argentina va a ser romper con el imperialismo, romper con los tratados y compromisos que nos unen a él, expropiar sus empresas, etc. El imperialismo tiene espacios conquistados en Latinoamérica. No sólo espacios políticos, a través de su alianza con las burguesías y gobiernos de la región, sino también militares. La recuperación de Malvinas, para nosotros, no pasa por un apego esencialista a la “argentinidad”, donde las islas serían una parte definitoria de la “patria”, al estilo de la ideología “volkista” que cimentaba al nacionalismo alemán (y que los conservadores católicos de las fuerzas armadas argentinas, tradicionalmente prusianistas, heredaron). De entre las tareas democráticas de la revolución obrera, la recuperación de Malvinas es un objetivo secundario, subordinado a nuestra estrategia de barrer al imperialismo de América Latina. Sólo vamos a poder recuperar las islas, y al mismo tiempo extender la revolución hacia América Latina, con un gobierno revolucionario de los trabajadores. Las Malvinas constituyen una base militar de la OTAN ubicado en un punto geoestratégico muy importante, y como tal es una amenaza para la revolución en todo el Cono Sur. Pero no es la única. También están las otras “Malvinas” que constituyen las bases militares norteamericanas desplegadas por América del Sur, el Plan Colombia, los convenios con la DEA y otras agencias de seguridad imperialistas. Si los trabajadores comienzan tomando el poder en Argentina, es muy probable que los estados capitalistas vecinos intenten aplastarlos, con lo cual va a haber que extender la revolución hacia el Cono Sur, y allí tomar las Malvinas, como posición del imperialismo británico que amenaza a la revolución en el continente.
No estamos por la recuperación de las Malvinas bajo acciones militares en cualquier momento y lugar, bajo cualquier dirección política y militar. Siguiendo el método de Marx, no estamos por entrar en combate en cualquier momento, sino sólo en la medida en que podamos elegir momento y lugar bajo las circunstancias más propicias para nosotros. Pero esto no siempre ocurre, y suele pasar que los acontecimientos nos obligan a tener que intervenir dando giros muy pronunciados en circunstancias completamente desfavorables, como las de 1982. En ese sentido, no apoyamos la medida de la invasión de las islas por Galtieri (el PST tampoco lo hizo[15]), porque la consideramos una aventura, sin ninguna preparación, y porque una medida así contra el imperialismo por parte de una dictadura pro-imperialista tenía pocas chances de triunfar. Una vez que la invasión argentina de las islas se dio, y con ella la posibilidad de la guerra con Inglaterra, aunque seguimos sin apoyar a esta medida aventurera, había que ajustar la política a esta nueva situación. Por más que los revolucionarios no apoyemos la medida, no se puede ser neutral, ni mucho menos derrotista[16], en una guerra de un país oprimido contra un opresor.[17] Para Lenin y la Internacional Comunista de los primeros años, la guerra era una institución más del capitalismo, donde hay que intervenir activamente, como las elecciones, las huelgas, etc. Consideraba que cuando una guerra es reaccionaria, la denuncia a la guerra y el llamado a la confraternización son correctos, pero insuficientes. Para Lenin, el pacifismo en una guerra imperialista era una oposición a la guerra puramente negativa, pasiva. Consideraba que los revolucionarios igualmente debían intervenir en los ejércitos, para combatir a la “paz civil” que caracteriza a la guerra. De esta forma, peleando por la base del ejército, estarían en mejores condiciones para dar vuelta los fusiles contra la burguesía. Además de esto, consideraba que el pacifismo, en el caso de una guerra de una nación oprimida contra un imperialismo, es absolutamente reaccionario, porque en los hechos deja actuar al belicismo de la nación imperialista. Por esta razón, muchos militantes que no habían sido movilizados con las tropas, sin apoyar la aventura de Galtieri, fueron a alistarse como voluntarios para combatir en Malvinas, entre ellos, incluso, compañeros que hoy militan en nuestra organización, el PTS. Al mismo tiempo, lo fundamental para luchar contra Inglaterra pasaba por “extender la guerra al continente”, es decir, expropiar las empresas inglesas (y también norteamericanas, que apoyaban a Thatcher), dejar de pagar la deuda externa, etc. Lenin no estaba por apoyar las guerras de liberación nacional para que las burguesías pudieran tener su propio estado. Para la Comintern de los primeros años, teniendo en cuenta que ya había pasado la época en que las burguesías nacionales podían librar en forma progresista una guerra de liberación, bajo el imperialismo, esta tarea burguesa, para las naciones todavía atrasadas y oprimidas se transformaba en una poderosa palanca para la revolución obrera.

***

Quienes deben plantear directamente la derrota de su propio país en la guerra, son los revolucionarios y los trabajadores del país imperialista agresor. Los marxistas revolucionarios ingleses debían ubicarse en el bando militar argentino, enfrentando el chovinismo, (incluso el de la burocracia del propio Partido Laborista inglés, que desde la oposición apoyaba a Thatcher en la guerra), tratando de movilizar y realizar acciones para dificultar y romper la maquinaria militar británica, en la perspectiva de su derrota. Lamentablemente, la mayoría de la izquierda inglesa apoyó directa o indirectamente a su propio imperialismo (incluso con los argumentos más ridículos, desde que supuestamente Argentina también era un país imperialista, entonces ambos bandos eran iguales) incluyendo las posiciones escandalosamente pro-imperialistas de la corriente de Alan Woods, entonces llamada The Militant[18], (de quien los compañeros de RyR publican sus posiciones elogiosamente) que no por nada desde hace muchas décadas está completamente integrada al laborismo inglés. Esta posición pro-imperialista tuvo pocas y honrosas excepciones entre algunos sectores de la extrema izquierda británica.
RyR considera que las tareas democrático burguesas están resueltas desde el siglo XIX en la medida en que la burguesía argentina pudo hacerse cargo del aparato estatal, previamente en manos de España. Para RyR, decir que Argentina es un país semicolonial, implicaría afirmar que la burguesía argentina no controla su propio estado, que este estaría en manos del imperialismo como antes lo estuvo en manos de la monarquía española. Lo cierto es que, aunque la burguesía argentina es dueña del aparato estatal, es un socio menor del imperialismo en la explotación del país. Por eso, al mismo tiempo también es una clase semi-oprimida. De este hecho, el estalinismo criollo en todas sus variantes y la izquierda peronista alrededor de Montoneros en los ’70, consideraba que esta situación de semi-opresión le daba a la burguesía local un carácter revolucionario. Para nosotros, por el contrario, esta semi-opresión hace que desde su nacimiento se caracterice por una debilidad y una cobardía que hace que no pueda ser ni la sombra de las burguesías de las revoluciones burguesas clásicas, y sus tareas quedan en mano de la clase obrera, enfrentando a su propia burguesía. No obstante, esta semi-opresión, está en la base de los episódicos roces, tensiones y conflictos, que pueden llevar a la guerra abierta, como en 1982, aunque esta incluso estuvo más cerca de una maniobra desgajada de la burocracia militar que en ese momento buscaba su propia preservación, más que una medida apoyada por la burguesía de conjunto.

EL IMPERIALISMO ES MÁS QUE LA OCUPACIÓN MILITAR.

“El origen del problema fue haber equiparado a la guerra de Malvinas con una “guerra nacional”. En está última, el territorio donde vive el conjunto de la población es invadido y ocupado por alguna potencia (Irak, Afganistán, Palestina) y, por lo tanto, la gran mayoría, con independencia del origen de clase, se dispone a la lucha armada contra el ocupante. Quien ha puesto más explícita y honestamente esta confusión es el PTS, quien comparó la guerra de Malvinas con la primera Guerra del Golfo (1991) y a Galtieri con Sadam Hussein. Efectivamente, el dictador irakí ocupó Kuwait en una medida distraccionista, pero las semejanzas con Malvinas terminaron en cuanto EE.UU. atacó a Irak. Allí sí, la clase obrera estaba obligada a intervenir, no a favor de Hussein, sino en defensa de sus condiciones de vida. No por la Nación en abstracto (o sea, la nación burguesa), sino por su propia clase.”[19]
A los efectos de una guerra entre el imperialismo y una nación oprimida, si el primero ocupa militarmente o no a la segunda, no cambia en lo esencial la política de los revolucionarios. En Argentina el imperialismo ya “ocupaba” el territorio argentino, ¡sobre todo a partir del golpe de estado de 1976! Fue el imperialismo el que dirigió directamente desde sus embajadas el golpe de Pinochet, luego el de Uruguay, y por fin el de Argentina, y quien puso a sus hombres, como José Alfredo Martínez de Hoz, como ministros. Fue el imperialismo el primero en montar campos de concentración en sus propias fábricas, como hizo Ford, donde iban a parar sus propios obreros. Aunque no llegó a ocupar militarmente el país (no hacía ninguna falta, estando para eso la dictadura argentina), el triunfo de Inglaterra logró fortalecer las posiciones del imperialismo. Es cierto, Inglaterra no pudo “cambiar a un fascista por otro”, como decía Trotsky, porque la dictadura venía en picada y enfrentando el descrédito y la resistencia obrera y popular desde comienzos de la década del ’80. Más aún, el imperialismo, por la debilidad estratégica en la que quedó tras la derrota de Vietnam, había cambiado de política, y ahora, en vez de la intervención y la ocupación militar extranjera directa, cambia a la de “contrarrevolución democrática”, que aquí se tradujo en tener que restaurar la democracia burguesa como única forma posible de poder llevar a cabo la ofensiva de Reagan y Thatcher (facilitada por la derrota argentina en Malvinas), haciendo pasar fuertes medidas tradicionalmente de “coerción”, acolchonadas, amortiguadas, con formas de “consenso”, basándose en la relación de fuerzas desfavorable para las masas fundada con el gran hecho “coercitivo” inicial de las derrotas de 1976 y 1982.[20]

CONCLUSIÓN

En estos días que se cumplen 30 años de la guerra de Malvinas, el kirchnerismo, tras recorrer un período de gran desgaste político en pocos meses, tras la ilusión del poder del 54 % de los votos, usa la disputa puramente para la tribuna sobre Malvinas para ganarse credenciales “a izquierda” que le son completamente ajenas. Frente a esto, un manifiesto de 17 intelectuales sale a denunciar esta manipulación, pero ubicándose a la derecha del gobierno en el discurso sobre Malvinas, denunciando todo tipo de “nacionalismo”, dando a entender que es lo mismo el reclamo antiimperialista de una nación oprimida que, por ejemplo, el nazismo alemán, y tomando como propio el discurso británico de “autodeterminación de los isleños” (que se autodeterminan día a día y eligen seguir siendo súbditos de la reina Isabel II). Es comprensible que Beatriz Sarlo o Jorge Lanata no vean o no quieran ver al imperialismo. Pero también hay voces que se consideran marxistas en el ámbito de la intelectualidad. Entre ellos, los compañeros de RyR, que comparten básicamente el mismo planteo de los 17 intelectuales liberales, pero, increíblemente, pretenden hacerlo “desde el marxismo”. Para RyR, parece que reconocer la existencia del imperialismo negaría la lucha de clases, como hacen corrientes como el maoísmo. Pretender “expurgar” de la estrategia revolucionaria la lucha antiimperialista (que para RyR es simplemente nacionalismo liso y llano), bajo el supuesto de que no hay nada por qué luchar porque la burguesía argentina sería una clase social muy revolucionaria que ya habría completado todas sus tareas democráticas hace entre 150 y 200 años, es un enorme retroceso político hacia el socialismo liberal del tipo de Juan B. Justo y el viejo PS. Las Malvinas son una posición geoestratégica ganada por el imperialismo, aunque tal vez su recuperación no sea una tarea de primer orden de entre las tareas antiimperialistas de la revolución. Por eso, no estamos por recuperarlas a cualquier costo a iniciativa de cualquier dirección política y militar. Sólo vamos a poder expulsar al imperialismo británico y recuperar las Malvinas con un gobierno de los trabajadores. No obstante esto, si está planteado un enfrentamiento militar entre el imperialismo y una nación oprimida hoy, bajo ingobierno capitalista, cualquiera sea su régimen, una derrota sin lucha, y una posición pacifista y claudicante de la izquierda como la que propone RyR es reaccionaria y es dejar hacer al imperialismo. Las batallas no dadas desmoralizan a las fuerzas de la clase obrera y atan con dobles cadenas al país oprimido, como ocurrió tras la derrota de 1982. Lenin no estaba por la creación de nuevos estados burgueses independientes como un objetivo en sí mismo. Para la Internacional Comunista, en sus primeros años, el apoyo a las luchas de liberación de los pueblos atrasados y oprimidos estaba relacionado con que hoy, tomadas por la clase obrera y por la defección de las burguesías nativas, las tareas democrático-burguesas se ligan inmediatamente con las tareas socialistas de la revolución obrera, y con la revolución en las metrópolis imperialistas.

[1] León Trotsky, Combatir al imperialismo para combatir al fascismo, (1938)
[2] Disponible en la página web de Razón y Revolución http://www.razonyrevolucion.org
[3] El Aromo N°65, marzo 2012
[4] V. I. Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminación (1914), (“La burguesía plantea siempre en primer plano sus reivindicaciones nacionales. Y las plantea de un modo incondicional. El proletariado las subordina a los intereses de la lucha de clases. Teóricamente no puede garantizarse de antemano que la separación de una nación determinada o su igualdad de derechos con otra nación ponga término a la revolución democrática burguesa. Al proletariado le importa, en ambos casos, garantizar el desarrollo de su clase; a la burguesía le importa dificultar este desarrollo, supeditando las tareas de dicho desarrollo a las tareas de “su” nación.”)
[5] E. Sartelli, “El mejor libro de historia jamás escrito”, extractos de su prólogo a la edición de RyR a Historia de la Revolución Rusa de Trotsky, El Aromo n° 39, nov-dic 2007
[6] La posición de Lenin fue más compleja. El revolucionario ruso, y con él toda la Segunda Internacional de entonces, seguía aún atado al esquema de Marx y Engels del siglo XIX, época en la cual todavía había guerras nacionales de países adelantados que eran consideradas progresivas por los revolucionarios, en tanto luchaban contra la reacción feudal y para hacer avanzar la revolución democrático-burguesa en sus países, como el apoyo que dieron a Polonia contra el zarismo, o el apoyo a la unificación alemana. En este sentido, en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, Lenin se ubicó del bando militar de Japón contra la reacción feudal zarista, país al que consideraba como una nación emergente en términos similares a los de las naciones de Europa Oriental durante la “Primavera de los pueblos” en épocas de Marx. Cuando, con motivo de la Primera Guerra Mundial, Lenin teorice sobre el imperialismo, principalmente en su obra de 1916, llegará a la conclusión de que con la nueva época ya no hay más guerras nacionales progresivas por parte de países imperialistas (como Japón, por ejemplo). Sobre su posición en la guerra ruso-japonesa, ver: “La caída de Port Arthur” (14/1/1905) , “El capital europeo y la autocracia” (5/4/1905), “La debacle” (9/6/1905), todos ellos en el Tomo 9 de las Obras Completas de Lenin.
[7] Alan Woods, Bolchevismo. El camino a la revolución, Fund. F. Engels, Madrid, 2003, p. 192.
[8] O, como dice Lenin, que existían tres tipos distintos de países imperialistas, “entre ellos, un país, el más atrasado desde el punto de vista económico (Rusia), en el cual el imperialismo capitalista moderno se halla envuelto, por así decirlo, en una red particularmente densa de relaciones precapitalistas”. El imperialismo. Fase superior del capitalismo. Ed en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1975, pp. 102-103.
[9] La cita en cuestión del “ignorante” Trotsky de la que habla Harari dice: “…Fossa:¿Qué me puede decir sobre la lucha de liberación de los pueblos latinoamericanos y sus futuros problemas? ¿Cuál es su opinión sobre el aprismo?
Trotsky: No conozco suficientemente la situación de cada uno de los países latinoamericanos como para permitirme una respuesta concreta a las cuestiones que usted plantea. De todos modos me parece claro que las tareas internas de estos países no se pueden resolver sin una lucha revolucionaria simultánea contra el imperialismo. Los agentes de Estados Unidos, Inglaterra, Francia (Lewis, Jouhaux, Toledano, los stalinistas) tratan de sustituir la lucha contra el imperialismo por la lucha contra el fascismo. En el último congreso contra la guerra y el fascismo fuimos testigos de sus criminales esfuerzos en este sentido. En los países latinoamericanos los agentes del imperialismo “democrático” son especialmente peligrosos, pues tienen más posibilidades de engañar a las masas que los agentes descubiertos de los bandidos fascistas. Tomemos el ejemplo más simple y obvio. En Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier revolucionario sólo puede considerar con odio. Supongamos, empero, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto? En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil “fascista” contra la “democrática” Gran Bretaña. ¿Por qué? Porque no se trataría de un conflicto entre la democracia y el fascismo. Si Inglaterra ganara, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría al Brasil con dobles cadenas. Si por el contrario saliera triunfante Brasil, la conciencia nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas. Al mismo tiempo, la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés. Realmente, hay que ser muy cabeza hueca para reducir los antagonismos y conflictos militares mundiales a la lucha entre fascismo y democracia. ¡Hay que saber descubrir a todos los explotadores, esclavistas y ladrones bajo las máscaras con que se ocultan! En todos los países latinoamericanos los problemas de la revolución agraria están indisolublemente ligados a la lucha antimperialista…” “La lucha antiimperialista es la clave de la liberación” , en León Trotsky, Escritos Latinoamericanos (3° ed. Corregida y aumentada), Buenos Aires, Ed. IPS-CEIP, 2007. Próximamente se publicará una 4° edición.
[10] Las posturas del PST y de PO también se pueden consultar en la web del CEIP, www.ceip.org.ar , en el Boletín Nº 1 (Abril 2003). Guerras de opresión, guerras de liberación. Parte 1”, bajo la sección “Boletines temáticos”. La posición del PST está en “La guerra de las Malvinas. En la primera fila del combate contra el imperialismo inglés” y la de PO en “Malvinas: para luchar contra el imperialismo, ningún apoyo a la dictadura”
[11] Ver, por ejemplo, León Trotsky, “Sobre las tesis sudafricanas”(1935),
[12] Karl Radek, dirigente bolchevique que viajó con Lenin en ese tren, cuenta en 1924: “Los alemanes esperaban que en Rusia los bolcheviques actuarían como opositores a la guerra y declararon su acuerdo con nuestras condiciones. Recomiendo a aquellos señores que todavía protestan escandalizados contra los bolcheviques alrededor de este asunto, que lean las memorias de Ludendorff, quien todavía se está rasgando las vestiduras porque finalmente ha comprendido que, al dejar pasar a los bolcheviques, no estaba prestando un servicio al imperialismo alemán, sino a la revolución mundial.” Karl Radek,“Through Germany in the Sealed Coach” (1924)
[13] “Supongamos que mañana estalla una rebelión en la colonia francesa de Argelia bajo la bandera de la independencia nacional y que el gobierno italiano, motivado por sus propios intereses imperialistas, se prepara para enviarle armas a los rebeldes. ¿Cuál debe ser la actitud de los obreros italianos en este caso? Intencionalmente he tomado un ejemplo de rebelión contra un imperialismo democrático con la intervención a favor de los rebeldes de un imperialismo fascista. ¿Deben los obreros italianos evitar el envío de armas a los argelinos? Dejemos que los ultraizquierdistas se atrevan a contestar afirmativamente esta pregunta. Cualquier revolucionario, junto con los obreros italianos y los rebeldes argelinos, repudiarían tal respuesta con indignación. Aunque al mismo tiempo estallase una huelga general marítima en la Italia fascista, los huelguistas deberían hacer una excepción en favor de aquellos barcos que llevasen ayuda a los esclavos coloniales en rebelión; de otra forma no serían sino viles sindicalistas, no revolucionarios proletarios (…) Sin embargo, ¿no significa este que los obreros italianos moderan su lucha, en este caso, contra el régimen fascista? Ni en lo más mínimo. El fascismo presta “ayuda” a los argelinos tan sólo para debilitar a su enemigo, Francia, y extender su mano rapaz sobre sus colonias. Los obreros revolucionarios italianos no olvidan esto en ningún momento. Hacen un llamado a los argelinos para que no confíen en su “aliado” traicionero y, al mismo tiempo continúan su propia lucha irreconciliable contra el fascismo, “el principal enemigo en su propio país”. Sólo en esta forma pueden obtener la confianza de los rebeldes, ayudar a la rebelión y fortalecer su propia posición revolucionaria.” León Trotsky, “Aprendan a pensar. Una sugerencia amistosa a ciertos ultraizquierdistas” (1938)
[14] Isaac Deutscher, El profeta desarmado. Trotsky, 1921-1929. Cap. 1, “El poder y el sueño” y Edward Hallet Carr, La revolución bolchevique, 1917-1923, Volumen 3, caps. 28 y 29.
[15] “Es por eso que no nos dejamos embaucar y bajo las formas de gobiernos y regímenes sabemos buscar el contenido de clase de esos fenómenos. Sin brindar el más mínimo apoyo político ni a la dictadura ni siquiera a esta medida antibritánica, que inevitablemente va a traicionar, en el conflicto militar entre el ”democrático” imperialismo inglés y el ultrarreaccionario gobierno de una nación oprimida, sin vacilar ni por un minuto, combatiremos y llamaremos a la clase obrera y los pueblos oprimidos de todo el mundo a combatir en el campo militar de la dictadura argentina.” La guerra de Malvinas, en la primera fila de combate contra el imperialismo inglés, (1982) www.ceip.org.ar Boletín temático N° 1 (2003), Guerras de opresión, guerras de liberación, parte 1, Textos on-line. Negritas nuestras.
[16] Para no extendernos en la polémica, hay un trabajo muy desarrollado y específico sobre el significado de la fórmula de “derrotismo revolucionario” (En una guerra, la derrota militar de mi propio país imperialista es un mal menor, ya que hay que continuar la lucha de clases aún en tiempos de guerra), recomendamos leer el artículo de Jean-Paul Joubert,”El derrotismo revolucionario”, en www.ceip.org.ar Boletín temático N° 1 (2003), Guerras de opresión, guerras de liberación, parte 1, selección de artículos de “Guerra y revolución”.
[17] Rudolf Klement, uno de los principales dirigentes trotskistas en la década del ’30, asesinado por el estalinismo en las vísperas de la fundación de la Cuarta Internacional, escribía: “Sólo cuando la lucha es imperialista en un solo bando, y es una guerra de liberación de naciones no imperialistas, o de un país socialista contra la amenaza de la opresión imperialista –o la opresión real- en el otro bando, así como en las guerras civiles entre las clases o entre la democracia y el fascismo; el proletariado internacional no puede y no debe aplicar la misma táctica hacia los dos bandos. Reconociendo el carácter progresivo de esta guerra de liberación, éste debe luchar decisivamente contra el enemigo principal, el imperialismo reaccionario (o bien contra el campo reaccionario, en el caso de una guerra civil), esto es, debe pelear por la victoria de los (política) o socialmente oprimidos, o que están a punto de ser oprimidos: la URSS, los países coloniales y semi-coloniales como Abisinia o China, o la España republicana, etc. Aquí también, no obstante, éste tiene viva conciencia de su oposición irreconciliable de clase hacia su “propia” burguesía -o su oposición política a la burocracia soviética- y no entrega sin resistencia ninguna de sus posiciones independientes. Como en los países imperialistas, éste pugna con todas sus fuerzas por la revolución social y la toma del poder, el establecimiento de su dictadura, sólo la cual, además, hace posible una victoria segura y duradera sobre los imperialistas. Pero en tales casos, éste no puede –y de hecho no busca- como en el campo imperialista, la victoria revolucionaria a costa de una derrota militar, sino más bien en la perspectiva de la victoria militar de su país.”, “Principios y tácticas en la guerra” (1937), en León Trotsky y otros, Guerra y revolución. Una interpretación alternativa de la Segunda Guerra Mundial. Tomo 1, Ed. CEIP León Trotsky, Buenos Aires, 2004, pp.190-191.
[18] Ver, por ejemplo, la declaración de su principal dirigente, hoy fallecido, en 1982: Ted Grant, The Falklands Crisis – A Socialist Answer
[19] Aquí Harari se refiere a un artículo reciente de nuestro periódico La Verdad Obrera, Ruth Werner, “La posición de los revolucionarios frente a la guerra de Malvinas”
[20] Recomendamos, para profundizar en este tema, polemizando entre otras con la visión de la corriente morenista, Laura Lif y Juan Chingo, “Transiciones a la democracia. Un instrumento del imperialismo norteamericano para administrar el declive de su hegemonía”, Estrategia Internacional N° 16, 2000.

Guillermo Crux

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