sábado, septiembre 15, 2012

Organización de Izquierda Comunista. Notas sobre la historia y anexo



La OIC fue unas de las organizaciones más representativas de la izquierda radical de los años setenta, tuvo sus años de fulgor y luego se apagó. Se reclamó de ideas con matices muy diversos, y puso gran énfasis en el consejismo. Muchos de sus miliitantes siguen al pie de la brecha.
En el tiempo que va desde la mitad de los años sesenta hasta finales de la década siguiente, la crisis de la izquierda establecida después de la II Guerra Mundial, dio lugar al fenómeno del “grupusculismo”. Coincide con la emergencia de luchas sociales, pero sobre todo con la aparición las “nuevas vanguardias” compuesta por la juventud obrera y estudiantil, y finalmente, con la crisis del estalinismo que tras “resucitar” victorioso contra el nazismo, se estaba haciendo cada vez más insostenible. Representaba pues una “nueva izquierda” que aunque menospreciado por los “aparatos” (especialmente por el PCF), mostraba una importante capacidad de desbordamiento en la calle, así como en los centros de enseñanza, y afectaba a algunos significados sectores del movimiento obrero. Este tipo de grupos muy politizados y radicales, tuvieron una gran importancia en el Estado español en la oleada radical que sigue “los mayos” francés, italiano, mexicano, etc.
Es un fenómeno que estuvo acompañado por una cierta “revolución cultural”, por un nuevo impulso creativo que se manifestó en todos los terrenos, comenzando por la recuperación de una izquierda heterodoxa sepultada en la fase anterior. Es la época del libro de bolsillo, por la socialización del cine (los famosos “programas dobles” y la extensión de los cines de “arte y ensayo”), y por la irrupción del pensamiento crítico en zonas como el psicoanálisis, la sexualidad, el feminismo, el movimiento “gai”, la contracultura, etcétera. Su papel fue decisivo en los Estados Unidos donde el movimiento juvenil –en ausencia del movimiento obrero casi destruido la fase anterior-, haciendo inviable la guerra del Vietnam y todo lo demás. También contribuyó a la caída de las últimas dictaduras europeas (Portugal, Grecia, España); y tuvo un papel en las numerosas conmociones revolucionarias. Resultó representativa de un tiempo en el que muchos sueños parecían posibles, alimentó los sueños de toda una generación, pero su impulso no pudo estar a la altura de las exigencias, y se quedó a mitad de camino.
En este tiempo, el “grupusculismo” se vistió con diversos trajes que respondían a referentes diferentes, que básicamente, fueron tres, todos ellos colocados detrás del concepto neo ya que se trataba de referentes situados en oto mundo como en el caso del maoísmo, o en otro plano de la historia social, como serían los casos del anarquismo y del trotskismo. De clara vocación ecléctica, la OICE conoció ciertas influencias de todos ellos, y que se graduaron a lo largo de una historia. Esto explica que en su momento fuese catalogada como “marxista leninista” y en la misma onda, de ahí que tuviese un espacio al lado del PTE, OCBR y del MC en el librito Qué son las organizaciones marxistas-leninistas, obra de Carlos trías para la entonces popularísima colección de La Gaya Ciencia, y a la que pertenece el texto del anexo. No obstante, en unas declaraciones de 1977, su principal dirigente. Didac Fábregas, dirá que en relajación a Mao “el partido no tiene una opinión (…) Pero particularmente entiendo que, aunque haya rendido culto al estalinismo es un antiestalinista” (Los partidos marxistas. Sus dirigentes/sus programas, edición de Fernando Ruiz y Joaquín Romero, anagrama, Barcelona). Luego, sigue hablando de las “ideas” de Mao, sin considerar en ningún momento ninguna historia concreta; algo por cierto muy propio del personaje. Al final de la OIC, hubo un sector muy importante que integró en el MC, cuyas normas organizativas (verticalismo, uniformidad, disciplina vieja escuela), seguían siendo de matriz estaliniana…
Sin embargo, la OIC se reclamaba de la “revolución permanente”, y reconocía al Trotsky bolchevique, la de la “revolución permanente”, sin identificarse con la IV Internacional, de hecho abogaba por una nueva, la V Internacional. Su propio nombre remitía al grupo trotskista de Andreu Nin y Juan Andrade en la primera mitad de los años treinta, y en algunos momentos se refrieron al POUM, criterios que estaban mucho más acentuados en algunos dirigentes que ulteriormente se reafirmaron en esta línea, como son los casos Boni Ortiz, actual animador de la Fundación Andrés Nin en Asturias, del poeta y novelista mallorquín Miquel López Crespi que ha escrito abundantemente sobre la cuestión (ver por ejemplo, Cultura i antifranquisme, Edicions 1984, Barcelona, 200), o “Fito” Ruiz Ligero, tan representativo del mundo de la farándula, y como los anteriores, siguen levantando la misma antorcha de vocación poumista. Entre los “alimentos” teóricos empleados por la OICE se encontraba la obra de Pierre Broué sobre la guerra y la revolución española.
Pero estos referentes no le resultaban contradictorios con unas inquietudes de tipo consejistas, muy presentes en la crítica inicial al sindicalismo, con lecturas de Gramsci, el joven Lukács y Rosa Luxemburgo. Su punto de partida fueron las plataformas anticapitalistas, proponiendo el impulso de elementos de democracia directa (asambleas y comisiones representativas) en los centros de trabajo. No obstante, impulsó una organización para-sindical, que localmente obtuvo cierta implantación y protagonizó activamente destacados procesos reivindicativos (Vallés Oriental, Vitoria, Córdoba, Valencia, etc.). Durante una etapa defendió un modelo de sindicalismo unitario (la CUT, o Central Única de Trabajadores) vinculado a sus concepciones de ruptura más allá de la planteada por el PCE-PSUC, que a pesar de su evolución por abajo, seguían presos de los esquemas etapistas (hoy “compromiso histórico”, y en un lejano mañana, el socialismo), pero sobre todo, las estructuras verticales más semejante a una monarquía que a una democracia. Sin embargo, una vez evidenciada la implantación con éxito del modelo sindical de la transición promovido por los partidos mayoritarios de la izquierda, propugnó una postura ecléctica respecto a los sindicatos existentes, dependiendo de la situación laboral concreta de sus militantes. Así, no era extraño toparse con militantes de OIC trabajando en Comisiones y otros sindicatos. Su línea general queda expuesta en el anexo, si bien, los últimos años la OICE fueron bastante convulsivos.
En junio de 1977, la OIC formó parte del FUT (Frente unido de los Trabajadores9, con la LCR, AC y lo que quedaba del POUM bajo la voz inspirada de Wilebaldo Solano. Lo que viene después es una fase de desconcierto. Su primer secretario general fue Dídac Fàbregas, conocido por diversos nombres de guerra, pero sobre todo como “Pájaro Loco” (lo que ha dado lugar a diversas especulaciones, lo cierto es que se trataba de un tipo de líder nato pero más bien intempestivo, de una formación teórica más llamativa que real; en un debate común en la Universidad quedó desconcertado cuando anoté que muchas de las cosas que daba como suyas pertenecían a autores conocidos) fue expulsado del partido a finales de 1978, acusado de malversación económica en la comercialización de la importante revista marxista “Zona Abierta”, controlada por el partido, y en la que colaboraba firmas como la de Paco Fernández Buey, pero que estaba dirigida por Ludolfo Paramio que dejó el marxismo para trabajar en el gabinete del “príncipe” Felipe González. Fábregas ingresó por entonces en el PSC-PSOE, teorizando cínicamente que ahora se trataba de “acumular fuerzas” para la etapa posterior, pero lo que acabó acumulando fue su propio capital, y además por métodos que le llevaron a tener serios problemas con la Ley. Lo que quedaba en1979 de la OIC se disolvió al fusionarse con el MC, y los sectores que quedaron al margen conocieron destinos muy diversos. Algunos y algunas acabaron como Montserrat Turá (que oculta su militancia en la “ficha” de Wikipedia) o como Pep Subirós, consejero del Pascual Maragall alcalde y admirador del Partido Demócrata norteamericano (añado: lo encuentro indigno cuando quiere convencernos que su majestad es “republicano”), y muchos otros que acabaron haciendo carrera en las instituciones del negocio político. Todo lo contrario que otros como Diego Cañamero, Tomás Echave que jugó un papel en la huelga general de Vitoria de enero de 1976 cuando Fraga y Martín Villa dejaron constancia de quienes iban a guardar los revólveres en la democracia, tec, que continuaron el combate, y ahí siguen. Estoy convencido de que Joaquín Jordá tuvo una relación privilegiada con la OIC, pero no he encontrado más pistas que las afinidades electivas.
Lamentablemente, la historia de la OIC acaba fragmentada, extraviada, sin que nadie hasta el momento la haya tratado de juntar más allá de alguna que otra referencia. Quizás se trata de hacer lo que se ha ido haciendo desde entidades como la creada por antiguos militantes del PTE y la JGR, de reunirse y de crear algún tipo de entidad que recoja y ordene las aportaciones dispersas para componer un testimonio de lucha que no deben ser olvidados, y mucho menos ninguneado. Por otro lado, seguro que estas notas pueden ser mejoradas con otras contribuciones.

Anexo

ORGANIZACIÓN DE IZQUIERDA COMUNISTA DE ESPAÑA (OICE)

--1.— OICE es el resultado de un proceso de crecimiento político y orgánico de Círculos Obreros Comunistas (surgidos en 1970 en Cataluña) que, al fusionarse en 1974 con Núcleos Obreros Comunistas de Euzkadi, culminaban una fase de im­plantación en las principales zonas industriales de España. Su origen radica en un conjunto de dirigentes obreros comunistas procedentes en su mayoría del viejo FLP-FOC y, secundaria­mente, de las filas del cristianismo de izquierda. En su proceso de desarrollo político, se pasa de unas afirmaciones comunistas radicales y espontaneístas —que dotaban a nuestra organiza clon de un cierto carácter luxemburguista— a posiciones cla­ramente marxista-leninistas. El proceso de crecimiento político y orgánico de la OICE está profundamente ligado al desarrollo de luchas de masas de signo anti-capitalista en las zonas donde ha conseguido una sólida implantación: Euzkadi (con un peso muy relevante en Guipúzcoa y Álava, y menor en Vizcaya y Navarra), Cataluña, País Valenciano. Baleares, Castilla (Madrid, Valladolid y Salamanca, especialmente), Aragón y Andalucía (Córdoba, Granada y, recientemente, Jaén). También se tiene una incidencia organizativa reciente en Asturias.
2. —El capitalismo en España ha alcanzado la fase de capi­talismo monopolista de Estado, y en él la fracción hegemónica es la oligarquía financiero-industrial. Los residuos de modos de producción distintos del capitalista tienen una importancia se­cundaria y están totalmente subordinados a la dinámica que imprime el desarrollo capitalista monopolista. Es decir, en el terreno de las transformaciones económicas y sociales, la revo­lución burguesa está plenamente realizada ya en nuestro país —pese a que no se haya hecho a través de formas democrático-burguesas, sino bajo formulaciones políticas profundamente dictatoriales— y de ello hay que partir para definir el tipo de transformaciones revolucionarias a realizar.
La contradicción fundamental —determinante y dominante— es, pues, la que enfrenta a burguesía y proletariado. El hecho de que existan profundas contradicciones en el seno del Bloque Dominante —expresadas actualmente en las discrepancias sobre la forma de régimen a adoptar— no puede superponerse a esa contradicción fundamental. Por ello, la revolución pendiente en nuestro país es de signo socialista y la clase obrera es la clase dirigente del proceso de revolución socialista.
--3.— Hay que situar el momento actual del capitalismo en España en el marco de la crisis capitalista mundial. Sólo así cobra todo su sentido el intento del Bloque Dominante de realizar un conjunto de transformaciones económicas, políticas y sociales de cara a constituirse como fracción activa del bloque imperialista europeo. Para e/lo tiene que lograr una cierta paci­ficación de las relaciones entre el Estado capitalista y las clases explotadas, para que éstas se integren a una dinámica de cola­boración en la profundización del desarrollo capitalista en nues­tro país. Esta perspectiva de racionalización y modernización del desarrollo capitalista implica organizar los partidos burgueses que dirijan políticamente tal cambio, así como las fuerzas refor­mistas y pactistas en el seno de la clase obrera y el pueblo trabajador que garanticen la renuncia de tales clases explotadas a intervenir en el proceso de cambio político y social tras obje­tivos de revolución socialista. Estos son los objetivos básicos, del Bloque Dominante.
Frente a ello, la táctica de la revolución socialista pasa por: --a) definir programas anti-capitalistas y pro-socialistas que organicen la lucha reivindicativa y política de cada sector social explotado; b) potenciar en cada frente formas organizativas de carácter anti-capitalista como órganos dirigentes de la lucha de masas; c) construir un programa de alianza entre la clase obrera y el pueblo trabajador, capaz de forjar el Bloque Histórico Revolucionario que tiene que imponer el tipo de ruptura política acorde con los intereses anti-capitalistas y socialistas que tal bloque representa; d) orientar la lucha por las libertades políticas de la clase obrera y el pueblo trabajador hacia marcos organizativos no sindicales ni parlamentarios burgueses. En este sentido, la consigna es: luchar por un Congreso General de
Delegados de la Clase Obrera y Pueblo Trabajador donde sé decidirá el tipo de Estado y de Gobierno que los trabajadores necesitan; e) defender el inalienable derecho a que los traba­jadores utilicen todo tipo de métodos de lucha revolucionaria de masas para defenderse de la violencia institucionalizada y para conseguir sus objetivos de clase. La Huelga General Revolucionar/a es uno de estos métodos irrenunciables para conquistar el socialismo en nuestro país.
4. — a) El desarrollo del carácter socialista de la revolución pendiente en nuestro país sólo puede llevar/o a término la clase obrera organizada como clase dirigente. En este sentido, defen­demos la Dictadura del Proletariado basada en los Consejos Obreros como única forma de Estado socialista que garantice la más plena libertad y democracia para los trabajadores al tiem­po que niegue toda libertad política a la burguesía y explotado­res, en general; b)--La democracia directa debe presidir el funcionamiento de ése Estado proletario. Ello significa oponerse a la sustitución Por ningún partido del ejercicio del poder político por parte de la Clase Obrera y Pueblo Trabajador desde sus unidades de producción y de vida social. La lucha contra la burocracia sustituís­ta debe ser un componente permanente de ese modelo de dic­tadura proletaria; --c) La expropiación sin indemnización de los latifundios y grandes empresas nacionales y extranjeras —y su socialización a través del Estado proletario— será la nota dominante de la primera fase de la revolución socialista. La existencia de propie­dad privada de unidades de producción medianas y pequeñas deberá darse en régimen de propiedad compartida con el Estado. Asimismo, en aquellas zonas agrarias donde no sea posible la socialización de la agricultura, se establecerán formas mixtas de propiedad de la tierra. Los servicios básicos de sanidad, en­señanza, transporte, etc., serán socializados y controlados por el Estado proletario.
--5. — La renuncia a la teoría de la lucha de clases como motor fundamental de los cambios revolucionarios en la historia, al papel dirigente de la Clase Obrera en la lucha por el socialis­mo, al internacionalismo proletario y a la Dictadura del Prole­tariado, así como su concepción gradualista y etapista de la lucha por el socialismo, han convertido al revisionismo español —entre otros— en un agente y aliado del capitalismo. Su fun­ción objetiva es la de contribuir a racionalizar el desarrollo capitalista y ayudarle a superar temporalmente las inexorables contradicciones de clase que dominan el horizonte capitalista, en especial en este período de crisis mundial del imperialismo. Su política de «reconciliación nacional" (que no es sino un antecedente del «compromiso histórico» italiano) expresa incluso, un bandazo a la derecha en relación a las teorías del Frente Popular, aún defendido por los grupos estalinistas y neo-revisionistas. Ello le lleva a defender un cambio pacífico de la dictadura terrorista hacia una dictadura democrática de la burguesía, en la cual el proletariado debe renunciar a todo protagonismo político. Sus alternativas de Junta Democrática, Consell, etc., no son sino expresión de su intento de ser reconocido como la nueva socialdemocracia: es decir, el gestor político, con base obrera, de los intereses capitalistas.
--6. — La OICE defiende la unidad de clase y anti-capitalista de la cfsse obrera por encima de todo intento de división organiza­tiva, ideológica y política, en base a su pertenencia a tal o cual central sindical. Por ello reclama que la forma de esa unidad organizativa dé masas se construya sobre las bases de las asam­bleas generales de cada unidad de producción o lugar de acti­vidad social (barrios, escuelas…), y sobre ellas se asienten órganos estables que gestionen los intereses de la clase er todo momento y situación (órganos cuyos miembros deben se permanentemente elegibles y revocables). A partir de ahí debe construirse asambleas de delegados a nivel zonal y estatal que centralicen y dirijan democráticamente la lucha obrera y popu­lar. Tales formas de organización de los trabajadores, que impli­can una práctica y una estrategia que desbordan toda dimensión sindical, deben luchar en esta fase por adquirir un carácter de poder popular alternativo a todo órgano legal. El Congreso Obre­ro Constituyente y el Congreso General Constituyente son el marco orgánico hacia el que tales formas apuntan, y en los cuales se estructuran las libertades políticas para la Clase Obrera y el Pueblo Trabajador.
De ahí nuestra defensa de las Comisiones Obreras Anticapi­talistas y las Plataformas Anticapitalistas como las organizacio­nes de vanguardia que en el seno de la Clase Obrera y el Pueblo Trabajador luchan por hacer posible la estructura democrática y unitaria antes señalada. Concebimos tales organizaciones como abiertas a todos aquellos luchadores dispuestos a defender un programa de clase y anticapitalista. En tanto que las Comisiones Obreras no desarrollan una lucha por un programa de clase y anticapitalista, no se participa en ellas.
--7. — Entendemos que el PC no existe en nuestro país y que su construcción es una de las principales tareas de la izquierda comunista. Creemos que su proceso de construcción será el resultado de una profunda labor de trabajo unitario, a nivel con­creto y general, por parte de los distintos grupos comunistas revolucionarios que en el país existen. En esta labor unitaria sobre unas bases políticas comunes habrá que desarrollar pro­fundos debates políticos e ideológicos para unificar a todos los marxista-leninistas en un solo Partido Comunista que se rija por los principios del centralismo democrático a escala de toda España. En este proceso de lucha por construir el PC nosotros nos consideramos un embrión fundamental pero insuficiente. Desde esta perspectiva, estamos totalmente dispuestos a desa­rrollar conjuntamente ese proceso con otros grupos revolucio­narios que acepten: a) una base política marxista-leninista de trabajo unitario entre las masas; b) un debate político e ideo­lógico sobre las bases estratégicas y tácticas de la revolución socialista en nuestro país y sobre el proceso de construcción del PC.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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