miércoles, marzo 30, 2016

La estrategia del impeachment pierde peso y se fortalecen otras salidas a la crisis en Brasil.



Se dividen los defensores del juicio político a Dilma y se fortalecen las "tendencias polares" de sumar a Lula al gobierno o del "Mani Pulite" brasilero. Comienza a tener adeptos la tesis de elecciones generales.

La "lista del fin del mundo" que surge de la delación premiada de la constructora Odebrecht, e involucra a cerca de 300 políticos en los esquemas de corrupción de Petrobras, abre espacio para que el poder judicial pueda, si así lo quisiera, ir hacia una operación "Mani Pulite" a la brasilera. Esto implicaría que el poder judicial haga lo que aun no hizo: ir hacia una "limpieza" también en el PSDB, PMDB y varios otros partidos que aparecen nombrados. Nunca está demás recordar que esta Operación, ocurrida en Italia en 1992 (“Mani Pulite”) terminó en un cambio en el sistema de partidos pero en leyes más indulgentes con respecto a la corrupción.
Este es un extremo al que puede tender la situación de estallar esa bomba política. El otro extremo es la tendencia a la moderación, es decir, aceptar a Lula como ministro o asesor y que la oposición y sectores burgueses vuelvan a una táctica de “desangre” del PT y de presión por más ajustes, orientación que Lula ya anunció haría, incluso con cambios en la economía. Entre estos dos extremos se ubica la tesis del "impeachment/renuncia".
Las dudas que genera la implementación de un impeachment, la presión por la renuncia de Dilma y qué gobierno asumiría o incluso la salida de Marina Silva sobre "elecciones generales" muestran una división entre los partidarios del “impeachment/renuncia” sobre cómo proceder.
La tesis del “impeachment/renuncia” parece haber perdido relativamente la fuerza que mostraba. El ímpetu de los días posteriores a las movilizaciones de la derecha el 13 de marzo, de la que los medios ofrecían una visión sobredimensionada, no se instaló con fuerza inquebrantable. Sigue siendo una de las tendencias más probables, pero seguramente no con la "casi certeza" que muchos le atribuyeron.

División sobre cómo tirar al gobierno de Dilma y el PT

La Orden de Abogados de Brasil anunció que redactará un segundo pedido de impeachment a la Cámara. Este nuevo pedido combinaría la acusación por irresponsabilidad administrativa de Dilma (conocida como "bicicleta fiscal"), con las exenciones fiscales a la FIFA (¿se meterán finalmente con la Confederación Brasilera de Fútbol?) y la obstrucción de la justicia por parte del gobierno al designar a Lula como ministro. La necesidad de un segundo pedido radica en que el actual genera dudas. Muchas. Primero, hay un extenso debate político y jurídico de si la “bicicleta fiscal” constituiría un crimen de responsabilidad, además de la caja de pandora que podría abrir para gobernadores y alcaldes igualmente imputables por el mismo hecho.
Incluso la importante revista de las finanzas inglesas, The Economist, ha vacilado sobre qué posición tomar frente la crisis política brasilera. Hace algunos días puso como tapa de su edición semanal la imagen de la presidenta Dilma y, en letra catástrofe, que había llegado la "hora de irse" defendiendo la renuncia y la destitución por otros motivos (como las delaciones del parlamentario petista Delcidio do Amaral y la obstrucción de la justicia), comenzando a plantear la línea de "elecciones generales".
Luego del discurso de Obama junto a Macri, en el que decía confiar en las instituciones brasileras y en que Brasil sabría llegar a una solución a su crisis, The Economist misteriosamente quitó de la portada su sitio web su antiguo artículo sobre Brasil y subió un artículo exclusivamente analítico planteando las dificultades del gobierno brasilero pero sin defender ninguna línea política. Este cambio muestra parte de las divisiones del imperialismo y la burguesía local sobre qué hacer con el gobierno de Dilma.
Otra división entre los que plantean "que se vaya Dilma" se expresó en las críticas públicas del excandidato presidencial opositor Aécio Neves (PSDB) al exgobernador de San Pablo de ese mismo partido, José Serra, por haber declarado que el PSDB podría integrar un gobierno de "reconstrucción nacional" junto al vicepresidente Michel Temer (PMDB). El partido REDE (de Marina Silva) ya declaró que no se sumaría.
Las dificultades de un gobierno de Temer que no fuese de "unidad nacional" para aplicar los ajustes, así como el hecho de que exponentes de la oposición burguesa como Aécio Neves y el actual gobernador de San Pablo Geraldo Alckmin hayan sido rechazados en las movilizaciones del 13 de marzo, ilustran que para las élites, una de las dificultades del "que se vaya Dilma" está menos en unir fuerzas por esa alternativa y más en qué figura poner después; esto es lo que paraliza la acción actual. A esto se suma la demostración de fuerzas que el PT logró hacer el 18 de marzo, con fuerzas propias y contando con un sector más amplio que hizo propio un sentimiento de defensa de la democracia contra la derecha y los elementos de golpe judicial en curso.
Estas dudas entre los que mostraban mayor unidad de acción días atrás, ponen en primer plano la combinación de las tres grandes posibilidades de respuesta capitalista a la crisis. Cuanto mayor es el impasse entre la asunción de Lula y el "que se vaya Dilma", más puede el Partido judicial ofrecerse como "árbitro", apoyándose en su relación "carnal" con el imperialismo y el amplio apoyo de las clases medias acomodadas, que levantaran "in Moro we trust" y "Moroblock". Muy minoritariamente comienzan las movidas por “elecciones generales” que ofrecerían un punto medio entre el "Mani Pulite" y el mero "impeachment".
Las nubes siguen oscuras en Brasilia, se sabe que vendrá la lluvia pero dónde caerá primero es la apuesta del millón en la realidad nacional. De parte de la clase trabajadora, cabe el combate a la reaccionaria salida del impeachment, al golpe judicial, así como organizar su lucha contra los ajustes del gobierno del PT. La actuación de las centrales sindicales como la CUT y la CTB de blindar a "su" gobierno de una seria lucha de clases contra los ajustes, más allá de volantes y discursos, es lo que en última instancia deja a la derecha y al poder judicial con las manos libres para ir por mayores ambiciones. Las trampas de la situación son muchas, se exige claridad en la comprensión del momento y una decisión para construir un urgente movimiento contra los ajustes del PT y la impunidad de toda esta "democracia del soborno".

Leandro Lanfredi
Trabajador petrolero | Rio de Janeiro

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