El Senado de EE. UU. presentó este miércoles una serie de medidas injerencistas sobre Venezuela para fortalecer a la derecha, apoyado en el giro bonapartista y represivo de Maduro.
Un grupo de senadores republicanos y demócratas de Estados Unidos presentó este miércoles una serie de medidas con el claro objetivo de apuntalar a la derecha venezolana y profundizar la presión internacional sobre el gobierno de Maduro. Lo hace aprovechando el giro cada vez más bonapartista del gobierno venezolano que incluye una brutal represión, el mantenimiento del estado de emergencia y el reciente llamado a una Asamblea Constituyente a la medida de sus propias necesidades.
Las medidas presentadas por el grupo de senadores incluyen sanciones a "individuos responsables de socavar la democracia" o estar involucrados en corrupción. Una definición completamente hipócrita viniendo de un país como Estados Unidos que no tiene problemas en atacar, intervenir e invadir países en cualquier parte del mundo, o apoyar dictaduras "amigas" allí donde los negocios y aliados son más importantes que la "democracia".
Además, el proyecto de ley proporcionaría 10 millones de dólares en "ayuda humanitaria" al país, exigirá al Departamento de Estado coordinar un esfuerzo regional para "aliviar la crisis" y solicitará a la inteligencia estadounidense que informe sobre la participación de funcionarios venezolanos en corrupción y narcotráfico. Es decir una injerencia lisa y llana sobre Venezuela llevada adelante por medio del Departamento de Estado, las agencias de inteligencia y las organizaciones que Estados Unidos ha inventado para involucrarse en los asuntos políticos de otros países por medio de supuesta "ayuda humanitaria" que termina financiando a grupos políticos que le sean afines.
Esta ofensiva de parte de los senadores estadounidenses llega luego del apoyo de Trump hacia una política más activa sobre Venezuela, tanto a las aspiraciones intervencionistas del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, que es el principal abanderado de imponer sanciones al país, como así también de la derecha regional, encabezada por Macri y seguida por el golpista Temer, para jugar como los peones de Estados Unidos en la región.
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El texto redactado por los senadores también pide al presidente Donald Trump que tome todas las medidas necesarias "para impedir que la petrolera estatal rusa Rosneft obtenga el control de cualquier infraestructura energética estadounidense". La verdadera preocupación de los senadores y el lobby estadounidense es el de no quedarse afuera del negocio energético venezolano que Maduro ha venido entregando, ya sea mediante el proyecto del Arco Minero del Orinoco (que afecta más de un 12% del territorio nacional durante 40 años a manos de empresas transnacionales), o con el canje masivo de acciones de PDVSA a cambio de financiamiento.
Los principales promotores de la legislación son el senador Ben Cardin, el demócrata más destacado en la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara alta; y el senador republicano Marco Rubio, quien preside la Subcomisión sobre el Hemisferio Occidental del panel y es un abierto crítico del Gobierno venezolano.
Las posibilidades de ser aprobada por el Congreso son altas, ya que entre los copatrocinadores se encuentran los senadores John Cornyn -número dos republicano en la Cámara- y Dick Durbin -número dos demócrata-, además del republicano John McCain, presidente de la Comisión de Servicios Armados.
Bajo el gobierno de Obama, el Departamento del Tesoro sancionó a funcionarios o ex funcionarios venezolanos acusados de narcotráfico o corrupción, designación que permite el congelamiento de sus activos en Estados Unidos y les prohíbe realizar transacciones financieras a través del país norteamericano.
La ofensiva de Estados Unidos, y el respaldo a una mayor injerencia de parte de la derecha regional, no tienen que ver con una ubicación antiimperialista de parte del gobierno de Maduro, que por el contrario venía de financiar con 500.000 dólares de PDVSA al acto de inauguración de Trump y de afirmar que este último "no podía ser peor que Obama". La mayor injerencia de Estados Unidos se apoya en el brutal giro bonapartista de Maduro, el mantenimiento del estado de emergencia y la represión, para apuntalar a la derecha de la MUD, que ya demostró sus credenciales golpistas en el año 2002 (muy lejos de la "democracia" que pregonan los senadores estadounidenses). Los trabajadores y el pueblo venezolano que ya sufren condiciones terribles, con sueldos miserables, hiperinflación y desabastecimiento, en el medio de una enorme crisis económica bajo el gobierno de Maduro, no pueden esperar más que una continuidad de los ataques a sus condiciones de vida de parte de la derecha, y del plan injerenciasta de Estados Unidos.
LID
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