domingo, julio 18, 2010

Joaquín Maurín: Moscú en tiempos de Lenin


Esta es una nueva entrega sobre las “memorias” de Maurín sobre la CNT y la revolución rusa, episodio en la que tuvo un significado papel. Se añaden breves retratos de Boal, Souchy y Monatte.
Esta colección en la que se incluían títulos como El mito de la cruzada de Franco, de Herbert R. Southwoorth, Francisco Franco, de Luís Ramírez, alias de Luciano Rincón, una antología sobre El pensamiento político de Castelao, y algunos más del mismo tipo. Entre ellos, la antología que Juan Andrade preparó de escritos de Andreu Nin, Los problemas de la revolución española, y por lo tanto, parte sustancial de los alimentos intelectuales de toda una generación que tuvo su gran referente libresco en el Ruedo Ibérico, una editorial radicalmente libre, y libertaria, o sea, pluralista.
Esta edición de Maurín contenía un apasionante epílogo, Sobre el comunismo en España (1965), que pueden considerarse como unas “memorias” del Maurín comunista. Atrás quedaba su fase anarquista como parte del grupo Talión en el que también tomaron parte Felipe Alaiz, Ramón Acín y otros (cf., Costismo y anarquismo en las letras aragonesas, de José Domingo Dueñas Lorente, Cuadernos de Cultura Aragonesa 33/34), y su periodo anarcosindicalista…en estas “memorias”, Maurín ya había efectuado su propia revisión del pasado, e introduce en sus descripciones consideraciones que no se corresponden con su época comunista, y que son ya cosecha de una evolución conservadora que le llevará hacia la socialdemocracia de derechas…Esta evolución fue duramente criticada por sus antiguos camaradas que permanecieron en el POPUM.
Al margen de estos detalles (visibles en sus palabras sobre el destino de la Internacional Comunista), el suyo es un relato de primera mano, pleno de detalles como lo pueden ser su admiración auténtica de Lenin.
Las anotaciones biográficas son mías, y se centran en tres personajes claves en la fase descrita. En su momento espero escribir algo sobre Gaston Leval, y también sobre Plevier y Henriette Roland-Holst, la militante y poeta holandesa que fue en su juventud una de las mujeres más estacadas de la Internacional socialista, y más tarde internacionalista, comunista orientada hacia el ideario de los consejos obreros como elementos motrices de una alternativa revolucionaria que, a pesar de su entusiasmo, no llegó a vivir.
La CNT se encontraba entonces ferozmente perseguida, sobre todo en Cataluña, por un gobierno reaccionario. Una gran parte de sus dirigentes hablan sido encarcelados, y los activistas eran cazados a tiros en las calles de Barcelona, en donde la policía practicaba lo que se llamó ‘da ley de fugas).
La reunión de los delegados de las regiones que debían, nombrar la delegación se celebró clandestinamente. El Pleno, Nacional tuvo lugar el 28 de abril, en Barcelona, con la participación de Andrés Nin, por el Comité Nacional; Joaquín Maurín, por Cataluña; Hilario Arlandis, por Valencia; Arturo Parera, por Aragón; Jesús Ibáñez, por Asturias; Jesús Arenas, por Galicia. Las regionales del Norte, Centro y Andalucía, por diversas razones, no pudieron enviar delegación.
El Pleno Nacional acordó, con arreglo a las decisiones del segundo Congreso de la CNT celebrado en diciembre de 1919, participar en los congresos comunistas. Se procedió al nombramiento de la delegación, adoptándose como criterio selectivo, el conocimiento de otra lengua, además del español. Fueron elegidos Hilario Arlandis, Jesús Ibáñez, Joaquín Maurín y Andrés Nin.
Arlandis propuso que se invitara a los grupos anarquistas de, Barcelona (aún no existía la Federación Anarquista Ibérica): para que dieran un nombre, que sería el quinto delegado. Fue aceptada, y unos días después, los grupos anarquistas nombraron a Gastón Leval (1).
La edad de los delegados oscilaba entre 25 años, Maurín, el más joven, y 33, Arlandis, el más viejo.
Hilario Arlandis, marmolista de oficio, tenía un pasado de actuación anarquista en España y Francia. Había participado en el segundo Congreso de la CNT. Era anarcosindicalista con una gran simpatía por la Revolución rusa.
Jesús ibáñez, carpintero, había sido miembro de la Unión General de Trabajadores, para pasar a la CNT. Participó en el segundo Congreso de la CNT. Era sindicalista.
Joaquín Maurín era secretario de la Federación Provincia’ de Sindicatos de Lérida y director del semanario sindicalista Lucha Social. Formaba parte del Comité de la Confederación, Regional del Trabajo de Cataluña. Era sindicalista.
Andrés Nin desempeñaba las funciones de secretario general del Comité Nacional de la CNT, por haber sido detenido —poco después fue asesinado— el secretario regular, Evelio Boal (2). Era sindicalista.
Gastón Leval, anarquista, era francés, refugiado en España por razones de índole militar. Por qué los grupos anarquistas nombraron a un extranjero y no a un nacional, no se aclaró nunca.
La delegación estaba, pues, integrada por tres sindicalistas, un anarcosindicalista y un anarquista, representando, aproximadamente, las características ideológicas de la CNT.
Teniendo en cuenta las circunstancias, se convino que cada delegado hiciera el viaje individualmente, señalando como lugar de cita París y Berlín.
Nin y Maurín, sin pasaporte, hicieron el viaje juntos, cruzando la frontera franco-española a mediados de mayo. En París se reunieron con Arlandis.
Se encontraba entonces en París Agustín Souchy (3), anarcosindicalista alemán que habla estado en Moscú el año anterior. Souchy adoptaba una actitud crítica, aunque ponderada, con respeto al bolchevismo y al proceso de la Revolución rusa.
Los anarquistas y anarcosindicalistas españoles que se encontraban en París, con los que se entrevistó repetidamente la delegación, estaban muy influenciados por la campaña antibolchevique que hacía en Le Libertaire, semanario anarquista, un emigrado español, que firmaba sus artículos con el pseudónimo de Wilkens. Wilkens había estado en Rusia, sin representar a nadie, y el tema de su campaña anticomunista era la persecución de que eran objeto los anarquistas rusos:
Nin y Maurín entraron en contacto con Pierre Monatte (4), director del semanario sindicalista procomunista La Vie Ouvriere. Monatte, de gran prestigio en la historia del sindicalismo revolucionario francés de comienzos de siglo, era el adalid de la tendencia sindicalista partidaria de la Revolución rusa. Su actitud ejerció una gran influencia en los sectores internacionales de movimiento obrero en contacto con el sindicalismo francés. Personalmente, Monatte era un hombre desbordante de simpatía. Sus ojos chispeaban de inteligencia y su sonrisa fácil reflejaba una bonhomie que cautivaba.
Monatte facilitó a Nin y Maurín, por medio de sus relaciones en Metz, el paso de la frontera francoalemana sin documentación. Arlandis y Leval fueron de París a Berlín, aisladamente, valiéndose de sus relaciones con los núcleos anarquistas. Ibáñez era un privilegiado: viajaba con pasaporte.
Al llegar a Berlín, a comienzos de junio, Nin y Maurín se dirigieron al domicilio de Fritz Katter, uno de los líderes de la organización anarcosindicalista alemana, con la que la CNT estaba en fraternales relaciones. Katter les notificó que Jesús Ibáñez, que había llegado a Berlín unos días antes, estaba detenido. La policía alemana se encontraba un tanto excitada buscando a los españoles sospechosos, con motivo de la recompensa de un millón de pesetas prometida por el gobierno español a quien facilitara la captura de los terroristas que, en marzo de ese año, mataron en Madrid a Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros.
No era, pues, prudente, ir al hotel. Y Nin y Maurín fueron albergados por los compañeros de la organización anarcosindicalista.
Durante su estancia en Berlín conversaron ampliamente con Rudolf Rocker, teorizante anarcosindicalista de gran valor. Su posición doctrinal difería considerablemente de la de Pierre Monatte. Criticaba severamente la actuación de los comunistas, diciendo que la «dictadura del proletariado», siogan bolchevique, era la dictadura sobre el proletariado.
La organización sindicalista que dirigían Rudolf Rocker y Fritz Katter encargó a un joven intelectual de su grupo que hablaba el español para que estuviera en relación regular con la delegación de la CNT durante su permanencia en Berlín. Aquel joven, alto, delgado, rubio, de aspecto infantil, siempre con la sonrisa en los labios, y que hablaba un español arcaico con acento chileno, sería más tarde un famoso novelista.
Era Theodor Plevier.
Mientras tanto, llegaron Hilario Arlandis y Gastón Leval, y fue puesto en libertad Jesús Ibáñez.
El contacto de la delegación de la CNT con los representantes de la Internacional Comunista tuvo lugar en la Embajada rusa, un edificio enorme y sombrío, situado en la Unter den Linden, no lejos de la Puerta de Brandenburgo. Cuando estuvo preparada la documentación —como rusos repatriados—, los delegados se dirigieron a Stettin, y allí subieron a un barquichuelo alemán, que se dirigía a Reval (Tallín), capital de Estonia. En Reval, un tren especial recogió a todos los «rusos repatriados» que habían llegado en el barco alemán —entre ellos estaba Henriette Rolland-Holst, la poetisa holandesa—, y muy lentamente, con paradas frecuentes e interminables, condujo los delegados a Petrogrado. Un par de días después, la delegación llegaba a Moscú. Era a mediados de junio.
En el verano de 1921, la Revolución rusa se encontraba en la encrucijada: los bolcheviques habían ganado la guerra civil y habían hecho fracasar el cerco militar-económico (“cordón sanitario”’) organizado por Francia, Inglaterra y Estados Unidos; pero los campesinos, defraudados por el giro tomado por la revolución, se iban separando cada vez más intensamente del proletariado y las ciudades, creándose una brecha peligrosísima, de la que fue un ejemplo alarmante la insurrección de Kronstadt (marzo 1921). Por otra parte, la revolución socialista en la Europa central y occidental, en la que Lenin y Trotsky habían confiado, se desvanecía.
Era con ese telón de fondo que el 22 de junio iniciaba sus tareas el tercer Congreso de la Internacional Comunista, en la sala de San George del Kremlin. El tercer Congreso fue sin duda el más importante de todos en la historia del Comintern. Participó activamente en él Lenin señalando, para el interior, el fin de la etapa del comunismo de guerra, y el comienzo de una economía mixta; y en el exterior, la adaptación de la realidad soviética al sistema capitalista, mucho más vigoroso de lo que él había creído o soñado Lenin —el cerebro de la revolución— no era un exaltado, ni un aventurero ni un demagogo. Estaba dotado de una prodigiosa intuición política, que le permitía sentir y presentir las corrientes subterráneas de la historia. Cometió errores enormes— uno de ellos, la fundación de la Internacional Comunista, que dividió y envenenó a la clase trabajadora de todo el mundo, uno de cuyos resultados fue el nazifascismo y, como consecuencia la segunda guerra mundial. Pero sus aciertos, desde su punto de vista, fueron superiores a sus equivocaciones. Era un prodigioso jugador en el tablero del ajedrez de la historia. Movía las fichas con una precisión matemática, y, al cabo de unas cuantas jugadas, daba jaque-mate. Así tomó el poder en noviembre de 1917; así ganó la guerra civil; así desbarató el cerco creado alrededor de Rusia por los Aliados, y así iba ahora a ganar la batalla económico-política, llegando a una coexistencia con los campesinos por medio de la Nueva Política Económica (NEP).
A medio siglo de distancia, se puede hablar de Lenin con objetividad. Para bien o para mal —la historia hace caso omiso de la justicia—, es uno de los colosos que ha producido la historia. En Rusia, desde el punto de vista nacional, la figura número uno, desde luego.
Personalmente sencillo y modesto, daba la impresión sincera de tener conciencia de sus limitaciones. Era un mediano teorizante, un mediano economista, un mediano escritor, un mediano orador... Pero como estratega político alcanzaba proporciones de genio. El solo, con el instrumento que él forjó pieza a pieza, el partido, y con su estrategia política revolucionaria alteró la marcha de la historia. Sin Lenin no hubiese habido revolución comunista rusa; sin revolución rusa, que sigue en pie desde hace cerca de medio siglo, el mundo no sería el mismo de ahora ni en Europa, ni en Asia, ni en Africa,ni en América.
El impacto ejercido por Lenin en los componentes de las delegaciones —en la española, por lo tanto— fue enorme.
La primera vez que los delegados españoles vieron a Lenin fue en la sala de San George, una tarde a fines de junio. Lenin entró por una puerta lateral y sin ser observado se sentó al extremo derecha de la mesa presidencial. Cuando los delegados que llenaban la sala se dieron cuenta de que Lenin estaba allí, ocupando su lugar en la tribuna, empezaron a aplaudir. Lenin miró como asombrado, hizo un gesto despectivo, y se puso a leer un periódico, como queriendo decir a los que le aplaudían: ¡No sean ustedes bobos¡.
Las veces que habló en las sesiones plenarias del Congreso, lo hizo en alemán. Hablaba despacio, con vigor, subrayando las frases con movimiento vertical de la mano. Su oratoria no tenía la elocuencia de Trotsky. Daba la impresión de un profesor que explica la lección a sus alumnos: exponía concisa y claramente, subrayaba, repetía y, finalmente, clavaba el punzante estilete de sus conclusiones.
El tercer Congreso giró en torno a la nueva política —un paso atrás— que Lenin preconizaba nacional e internacionalmente. Todo lo demás —luchas entre fracciones rivales, en los partidos comunistas— era anecdótico y secundario.
La delegación de la CNT asistió al Congreso del Comintern; pero dado el carácter sindical de la misma, se reservaba para el Congreso constitutivo de la Internacional Sindical Roja (Profintern), dejando que participaran en el Congreso de la IC, si lo deseaban, los delegados que, en representación de los dos partidos comunistas que había en España, se encontraban en Moscú.
La delegación de la CNT mantuvo con las de los dos partidos —después se fusionaron— excelentes relaciones de camaradería, sin que mediara, sin embargo, ningún contacto político o de organización. Los delegados de los dos partidos comunistas no participaron en el Congreso de la Internacional Sindical Roja.
El Congreso constitutivo de la ISR se celebró (del 3 al 19 de julio) en la sala de las columnas de la sede de los sindicatos de Moscú, que había sido el Club de la nobleza moscovita. Con un poco de imaginación, olvidando por un momento los debates sindicales, no era difícil reconstruir en esta misma sala, unos años antes, a la luz de las mismas arañas de cristal un animado baile de príncipes y princesas, duques y duquesas, condes y condesas, con el retrato del zar al fondo...

Notas

--1) Dada la gran importancia que tuvo el anarquista francés en toda sta historia, reo que será mejor dedicarle una mayor atención en un próximo artículo.
--2) Boal, Evelio, uno de los fundadores de la CNT de la que fue se­cretario general en 1919 (Valladolid, ?-Barcelona, 1921). Calificado por Buenacasa como el "científico de la organización". Desde muy joven residió en Barcelona. Siendo joven todavía, estudió y aceptó las ideas anarquistas. Apenas terminado su aprendizaje como tipógrafo, decidió dedicarse al teatro, para lo cual po­seía vocación..."Trabajó en la compañía del famoso Espantaleón y abandonó una prometedora carrera teatral por sus ideas. En Barcelona trabajó como director del Grupo Artístico Teatral del Centro Obrero de la calle Mercader. Hombre irónico y bohemio, no fue considerado como idóneo para ocupar un cargo de tanta responsabilidad, pero lue­go se reveló como un notable organizador". Buenacasa llega a referir­se a él como imprescindible, como el "único capaz de dar cima al tra­bajo desarrollado por él en el Comité Nacional". En 1908 formaba parte de la junta del Sindicato deI Arte de Imprimir, que impulsó la huelga contra el diario lerrouxista El Progreso. A continuación de la huelga general revolucionaria de agosto de 1917, representó su sindicato en el comité nacional de la CNT, donde, como primer secretario, se ocupará de la redacción de las actas, y de la correspondencia con Ia ejecutiva de la UGT. Su papel en las ne­gociaciones de unidad con la UGT de cara a la huelga general de 1917 fue muy importante, por lo que luego fue criticado por los sectores más anarquistas de la organización.
En enero de 1919, en plena campaña represiva a causa de la huelga de la Canadiense, estuvo encarcelado en la Modelo, siendo liberado gracias a una petición colectiva de más de quinientos presos al capitán general de Cataluña, Milans del Bosch (sic), en la que se hacía constar que Boal se encontraba gravemente enfermo de tuberculosis. En diciembre de 1919 será el artífice del congreso del Teatro de la Comedia de Madrid; participará activamente en el inicio de la discusión sobre la unidad sindical con la UGT, siendo confirmado como secretario general de la CNT. En septiembre de 1920 realiza un viaje a Madrid con Seguí y Salvador Quemades con la finalidad de firmar un pacto defensivo con la UGT y evitar más medidas represivas; en octubre de 1920 participa en el PIeno de las regionales celebrado en Barcelona que trató especialmente el pacto con la UGT que resultaría, en parte gracias a Boal, confirmado. Detenido durante los años del pistolerismo patronal en varias ocasiones, fue asesinado, víctima de la "ley de fugas" a principios de 1921 en la calle, al parecer el mismo día que en que salía libre de la última detención. Buenacasa le atribuye junto con el portugués Joaquín Souza la idea de la creación de la FAI, y lo define como "el verdadero científico de la organización".
--3) Souchy Bauer, Agustín, militante y propagandista anarcosindicalista alemán. Filólogo y conocedor de once idiomas (1892-1984), se ganó la vida enseñando en varias Escuelas Berlitz. Comenzó a destacar como militante durante la I Guerra Mundial. En condición de delegado de la Organización Sindicalista Alemana asistió al primer Congreso del Komintern y a los inicios de la Internacional Sindical Roja, pero los acontecimientos en Kronstadt y Ucrania lo alejaron de cualquier voluntad de colaboración con el bolchevismo. Como resultado de su instancia en la URSS, Souchy publicó uno de los primeros textos críticos sobre la Rusia soviética efectuado por un anarcosindicalista. Fue uno de los primeros secretarios de la nueva AIT reorganizada en Berlín en 1922 y mantuvo una amplia relación con el movimiento anarquista internacional, particularmente con la CNT española. Durante la guerra civil fue responsable en este sindicato de la Información en Lenguas Extranjeras y una suerte de «embajador itinerante» de la CNT-FAI. Como activo publicista, Souchy publicó múltiples folletos, libros y artículos sobre la guerra civil, en particular sobre los problemas y experiencias de las colectividades y cooperativas agrícolas.
Entrelazando documentos, entrevistas con los propios actores y con una amplia documentación, Souchy escribió dos de los testimonios clásicos sobre las colectivizaciones: Entre los campesinos de Aragón El comunismo libertario en las comarcas liberadas (Tusquets, Barcelona, 1977), y Colectivizaciones. La obra constructiva de la revolución española, escrita con P. Folgare (Fontamara, BCN, 1977). Al finalizar la guerra civil, Souchy vivió durante más de un cuarto de siglo en América Latina no descansó en su labor publicista; también tomó parte en la revolución cubana, y años más tarde pudo conocer directamente la «revolución de los claveles» en Portugal. Después de vivir cierto tiempo en Israel y de distanciarse de la experiencia de los kibbutz, regresó a Alemania donde tuvo que trabajar prácticamente hasta el fin de sus días, cuando se había quedado medio ciego. Antes de morir regresó a España a rodar un documental sobre la guerra, La larga esperanza, junto con la antigua militante trotskista Clara Thälmann. Otras obras suyas son: El socialismo libertario. Aportación a un nuevo orden ético social (Estudios, La Habana), y Capitalismo, democracia y socialismo libertario (Reconstruir Buenos Aires), en los que defiende la tradición libertaria alemana.
--4) Monatte, Pierre, destacado representante del sindicalismo revolucionario y del comunismo antiestalinista francés (Monlet, Alto Loira, 1881-París, 1960). Su madre era encajera, y su padre formaba parte de una tradicional familia de herreros, oficio que ocupó su hermano mayor. Monatte explica así sus inicios: «Becario, internado en el colegio de Brioude durante cinco años. Los miserables, de Víctor Hugo, hacia los trece años, me producen un impacto que me orientan hacia el socialismo. Siendo todavía colegial, me adhiero a las Juventudes Socialistas de Clermont y colaboro en el Tocsin populaire de Berry y de Auvergne (blanquista)… Peón durante tres años en la Academia del Norte: Dunkerque, Abbeville, Le Quesnay, Condé. Fue en este periodo cuando me pasé al anarquismo… Dimito al comienzo de 1902 y vengo a París. Por la Historia de las Bolsas de Trabajo, de Pelloutier y la influencia de Pages libres me oriento hacia el sindicalismo, considerándome siempre como anarquista. Cocinero en el Libertaire durante algunos meses: lo suficiente para que me echaran. Colaboré más o menos regularmente en Temps nouveaux. Participo en la fundación del primer sindicato de empleados de librerías (1903) con Valois, luego paso al de correctores (1905). Pouget me hizo entrar en el Comité de bolsas de trabajo… En 1905, al entrar Broutchoux en la cárcel durante algunos meses, me pide que lo reemplace en Action syndicale de Lens, el semanario del joven sindicato de mineros…».
En 1906, Monatte participa en Lens en la huelga general de los mineros y es arrestado por sus actividades. Asiste al Congreso de Amiens cuando tiene 25 años. Todo el resto de su vida intentara ser fiel a sus presupuestos. En 1907 participa en el Congreso de Amsterdam y debate con Malatesta sobre el sindicalismo y la huelga general; en opinión de Daniel Guerin se trata del debate más importante sobre estrategia de la historia del anarquismo. Monatte reafirma los criterios del sindicalismo revolucionario. En 1908 llega a Suiza huyendo de la policía. Un año más tarde trabaja con Pouget en Revolution, y el mismo año funda La Vie ouvrière que se convertirá perennemente en el órgano de la CGT (aunque ulteriormente el nombre de Monatte será el de un «maldito» para socialdemócratas y estalinistas). En 1911 ayuda a levantar La Bataille Syndicaliste. Cuando todos los viejos sindicalistas se inclinan o callan ante la “Gran Guerra”, la Unión Sagrada y la patria francesa, Monatte emerge como la conciencia del sindicato. Se opone a la guerra y desde La Voix Ouvrière manifiesta que los socialistas franceses tenían que haber seguido el ejemplo de los socialistas italianos partidarios de la neutralidad. No obstante proclama que los sindicalistas internacionalistas no obstaculizarían el esfuerzo bélico. El pequeño grupo internacionalista está formado, entre otros, por Alfred Rosmer, Alphonse Merrheim (con Trotsky), y forman el Comité de Defensa Sindical desde la que trata de impedir la expulsión de la CGT de la minoría que trata de imponer la burocracia. Desde 1917, Monatte trata, infructuosamente, de conseguir la mayoría para la izquierda. Este Comité se encuentra detrás de las primeras huelgas de la posguerra. En 1918, durante el Congreso del pleno del sindicato, Monatte orquestó junto con Gastón Monmousseau, la critica contra el equipo rector y el apoyo a la revolución rusa. Movilizado justo después de la desmovilización vuelve a animar La Voix…
En 1920 es arrestado durante la huelga de ferrocarriles. Durante la escisión socialista-comunista, se siente moralmente desalentado y deja el periódico. Pase a ser uno de los fundadores del PCF, y es considerado por Lenin y Trotsky como uno de los elementos claves para la construcción de un verdadero partido revolucionario, diferente al que tratan de crear viejos socialdemócratas como Frossard y Cachin. Redactor de L' Humanité en 1923, es excluido en 1924 por su oposición a la llamada «bolchevización» que auspician Zinóviev y Stalin. Pasa apoyar a la oposición de Izquierda y mantiene sus lazos con Trotsky, pero no tarda en distanciarse del bolchevismo. Será entonces el principal animador del grupo que edita Revolution proletarienne, y desde la Liga sindicalista, trata de retornar a los clásicos presupuestos del sindicalismo revolucionario sin renunciar a determinados criterios marxistas. Con ello se sitúa en una especie de terreno intermedio y recibe diversas críticas. Para los anarquistas representaba una versión acomplejada del viejo sindicalismo revolucionario, ambigua respecto a las tendencias «autoritarias» de Trotsky. Para este, que respetaba mucho a su antiguo compañero internacionalista, Monatte seguía prisionero de unos principios que se habían agotado en la época iniciada por la I Guerra Mundial.
En 1930 el grupo de Monatte publicar una declaración Por la reconstrucción de la unidad sindical. Esta declaración estaba firmada por 22 activistas de la CGT, la CGTU y de los sindicatos independientes. Su base de referencia era la Carta de Amiens, o sea de «la lucha de clases y la independencia sindical, sin ninguna interferencia por parte de partidos políticos, fracciones o sectas, como tampoco de ningún gobierno…». En la mitad de los años treinta formó parte activa en la comisión de intelectuales y militantes que denunciaron los «procesos» de Moscú contra la «vieja guardia bolchevique» y durante la guerra civil española repartió su solidaridad entre el POUM y la CNT. En una carta a Maitron termina así su breve boceto sobre su vida, diciendo: «…Nunca he sido funcionario sindical. Miembro del Comité federal de las Bolsas de Trabajo desde 1904 a 1914, Luego militante sin funciones. Hay sin dudas zig-zag, pero los fines siempre han sido los mismos, aunque nos lo haya representado muy bien. Preocupado por mantenerme como un revolucionario sin dejar nunca el trabajo sindical…» (Idem). Maitron y Colette Chambelland han publicado sus Archivos con el título de Pierre Monatte, Syndicalisme revolutionnaire et communisme (Maspero, París, 1969).

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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