sábado, mayo 31, 2014

Debate (sin permisos) sobre Bakunin en Barcelona



El próximo jueves (29-05-14), tendrá lugar en la Biblioteca Andreu Nin de Barcelona un debate abierto sobre Bakunin con motivo de su bicentenario. Espero que ningún presunto heredero se sienta molesto por ello.
Permitidme que comience con ironías, pero es lo que se me ocurre después haber leído una denuncia justificada en los siguientes términos “La trotskista Fundación Andreu Nin (FAN) anda estos días de gira por Asturias haciendo actos para glosar la figura del anarcosindicalista felguerino Higinio Carrocera. ¿No tienen los trotskistas sus propios héroes para hablar de ellos, que necesitan recurrir a los de la CNT?” Semejante “tribu” se atrevió a hablar de este hombre en cuyo ADN está inscrito los siguientes trazos “nunca hubiera admitido un acto en el que se hablara de él como “líder” obrero, por cuanto los anarquistas, como muchas veces en su vida expresó el propio Higinio, luchan contra el personalismo, y el vanguardismo obrero (incluido el trotskista)”
Los autores no olvidan de “recordar que, durante la Revolución Rusa, Trotsky fue nombrado Comisario de Guerra y dirigió personalmente el Ejército Rojo que aniquiló a sangre y fuego, con la colaboración de Lenin, a 30.000 anarquistas, compañeros de Carrocera, como el movimiento de Néstor Majnó en Ucrania o la rebelión de los marineros de Kronstadt en el Golfo de Finlandia”. Y citan un texto propio al respecto sobre el que no hay la menor posibilidad de discusión, por lo cual se preguntan si no será que “la Fundación Andreu Nin quiere ahora ser anarquista. Lo celebraríamos pero para ello tendrían que renunciar a sus principios estatistas, autoritarios y marxistas” (¿La Fundación Andreu Nin quiere ser anarquista? elgomeru.wordpress.com/)
No obstante, parece que Higinio no estaba tan preocupado por lo que hacía “la competencia”, pues tomó parte de la Alianza Obrera que unió a todo el movimiento obrero asturiano en pro de una democracia obrera (primero acabemos con el capitalismo, luego ya debatiremos nuestras diferencias), al igual que luego luchó en la guerra junto con todas las demás fuerzas republicanas. Seguro que los amigos de la FAN asturiano trataron una vez más de asumir la idea de la historia plural del movimiento obrero reconociendo la batalla de un hombre admirable que –de buen seguro- no puso su “tribu” por encima de la unidad de trabajadores y trabajadoras. Que no trató que los no estaban de acuerdo con él, renunciaran a sus principios, un detalle por lo demás francamente “autoritario” por no decir otra cosa más gorda.
Desde su creación. La FAN ha trabajado por esta historia plural, lo de muestra su WEB que está a disposición, por lo que cual no ha considerado necesario pedir permiso a nadie, ni al Comité Confederal de la CNT de Asturias y León ni a cualquier otro defensor del “territorio particular” del anarquismo, ni tampoco para publicar diversas evocaciones –profanas obviamente- sobre Bakunin (entre ellas unas Aproximaciones a Bakunin https://kaosenlared.net/.../biblioteca-digital-qla-cosecha-anticapitalistaq.h), ni lo ha hecho para el acto del jueves al que ha invitado a todo el mundo que tenga algo que decir y sí se lamenta de algo es que estos debates no sean más comunes.
En el acto referido hablaremos Pelai Pagès, Ferrán Aïsa y o mismo, y mi me gustaría comenzar con una evocación al prólogo de E.H. Carr a su retrato del trío formado por Bakunin, Herzen y Ogarev: “…sé muy bien que en estas páginas no se ha hecho justicia a aquel asombroso y enérgico personaje del anarquismo revolucionario –figura a la vez subhumana y sobrehumana- Mijhail bakunin. Su órbita meteórica toca e intersecciona a intervalos irregulares el círculo de Los exiliados románticos y son tan sólo estos puntos de intersección y de contacto los que aquí se registran. Pero Bakunin merece un volumen para él solo y me absuelvo de esta culpa alimentando la ambición de escribir en el futuro”.
Estas líneas fueron escritas en 1933 y en 1937, el torie que acabó siendo un marxista convencido en la estela de su crítico Isaac Deutscher, escribió una voluminosa biografía de Bakunin que levantó ciertas ampollas en el movimiento libertario, pero también entusiasmos como el manifestado por Peirats muy celoso de lo que se decía de Bakunin aunque él se sentía más próximo a Proudhom.
Resulta extraño que una ocasión como esta no hay dado pie a más encuentros, sobre todo considerando que sí hay un personaje histórico asociado al anar­quismo (que algunos llamaron bakuninismo, lo que suscitó la protesta de Malatesta), que encarnara en su vida esta idea y contribuyera más que nadie a la con­solidación y extensión del socialismo libertario, ese es Miguel Bakunin, del cuyo nacimiento se cumple dos siglos.
A diferencia de Proudhon, su origen es noble y recibe de su padre una cuidada educación liberal, influida por Rousseau; co­mienza una carrera militar, pero pronto renuncia a ella para dedicarse a la filosofía, primero en Moscú y, más tarde, en Alemania, donde en 1840 entra en con­tacto con los jóvenes hegelianos. Lee atentamente las obras de Fourier y de Proudhon, convenciéndose de que una nueva sociedad sólo será posible con la des­aparición del Estado y de toda forma de autorita­rismo. Ya en París entra en contacto con el mismo Proudhon, pero también con Marx, Etienne Cabet (que le precedió en su influencia en Cataluña), Lammenais (el antecesor de la “teología de la Liberación”) y a diversos círculos revolucionarios, dedicándose de cuerpo y alma a la revolución, por lo que pronto será conocido por las policías de todos los países europeos.
Su imagen subversiva se agrandó especial­mente tras los sucesos de Dresde en 1849, haciendo causa común con los insurrectos, por más que no com­parta totalmente sus puntos de vista, algo muy propio de la época. Su participación fue importante, suscitando la admiración de un tal Karl Marx, pero una vez fracasada la revolución, no consi­guió escapar como su compañero en el levantamiento, Richard Wagner (cuya evolución ulterior será muy distinta), por lo que se fue transportado a una serie sucesiva de prisiones y a sufrir diversas condenas a muerte conmutadas en las cárceles de Polonia, Austria y, final­mente, de Rusia.
De todos los gran­des líderes revolucionarios de la época, Bakunin fue seguramente el que padeció mayores pe­nalidades; penalidades que le llevaron a escribir una famosa confesión al Zar, en la que, sin renunciar a sus principios, solicitaba clemencia, encontrándose en una situación física y moral muy angustiosa, sobre todo para alguien que amaba la libertad por encima de cualquier otra cosa. Deportado finalmente a Siberia, logró esca­par y volver a Europa, incorporándose de nuevo a la acción revolucionaria. Su potencia física se fue haciendo casi legendaria.
Será justamente, después de su vuelta a Londres, en 1861, cuando las ideas de Bakunin evolucionan decisi­vamente y pasan de un paneslavismo, más o menos, ra­dical a un ideario del que ya se puede hablar de un cierto anarquismo. Sus relaciones con la AIT y los enfrentamientos con Marx, sus contactos con los revolucionarios italianos y suizos, le llevan ya definitivamente hacia el anarquismo, consi­guiendo ir más allá de Proudhon no tanto por una ma­yor solidez teórica cuanto por conseguir que las ideas anarquistas arraigaran en un movimiento obrero y tu­vieran una amplia difusión por toda Europa, pasando a convertirse en una doctrina de acción política. La polémica con Mazzini le lleva a afirmar el sentido obrero e internacionalista de la revolución, mientras que la polémica con Marx, similar a la que ya había tenido Proudhon, le lleva a reafirmar un socialismo no autoritario en el que el federalismo y la abolición del Estado pasan a ser cuestiones cen­trales.
Verdadero profesional de la revolución, Bakunin permaneció volcado más a la ac­ción revolucionaria que a escribir o exponer de forma coherente y sistemática su pensamiento; es autor más bien de panfletos, de libros incompletos, de programas revolucionarios para las organizaciones que creaba o contribuía a crear, escritos de menos solidez teórica que los de Proudhon o los de Kropotkin, pero indiscu­tiblemente con una notable fuerza propagandista, capaz de desencadenar la acción a su alrededor.
Él mis­mo escribirá:”yo no soy ni un sabio, ni un filósofo, ni siquiera un escritor de oficio. He escrito muy poco en mi vida, y solamente lo he hecho, por decirlo así, a pelo, cuan­do una convicción apasionada me forzaba a vencer mi repugnancia instintiva contra toda exhibición de mi propio y en público. (...) Yo soy un buscador apa­sionado de la verdad y un enemigo no menos apasio­nado de las ficciones desgraciadas con que el partido del orden (...) pretende servirse todavía hoy para dominar y esclavizar al mundo. Yo soy un amante fanático de la libertad, a la que considero como el único medio en el seno del cual pueden desarrollarse y agrandarse la inteligencia, la dignidad y la felicidad de los hombres”.
En el duro y poco edificante enfrentamiento con Marx se estaba optando por la concepción de lo que debía ser un movimiento revolucionario de trabaja­dores, si bien lo que se demostraría con el tiempo fue que en el movimiento obrero coincidirían tendencias y sensibilidades muy diversas. La disputa de ambos terminó con la misma In­ternacional y escindió definitivamente el socialismo en dos ramas. Uno y otro se siguieron respetando; para Bakunin los análisis económicos de El Capital eran in­sustituibles (algo que olvidarían la mayor parte de sus discípulos), mientras que Marx, como muestran las anotaciones a la obra de Bakunin Estatismo y anar­quía, siguió leyendo y reflexionando hasta el final de sus días las críticas del ruso al Estado y al autorita­rismo, dándose en los hechos un singular encuentro en la comuna de París, justo cuando habían dejado de hablarse.
Más allá de toda las maraña de las calumnias y las intrigas, de todo ese submundo que suele acompañar la lucha de fracciones revolucionarias en todas las escuelas, es muy importante destacar que Bakunin refuerza a partir de en­tonces una concepción autogestionaria y federalista de lo que debe ser el movimiento obrero, organizado por los trabajadores mismos, rechazando la constitución de cualquier tipo de partido político o la aceptación de una dictadura del proletariado como etapa de transición hacia la implantación definitiva del comunismo, dos actitudes que no eran compartidas por otras escuelas, sobre todo por la marxista si bien está claro que las lecturas son muchas y las circunstancias también. No se ve igual las cosas en medio de un fregado a vida o muerte con la reacción que en un debate sobre el papel.
Consciente de que la clase obrera –con todo el atraso inherente a siglos de dominación- no será por sí misma capaz de mantener una acción revolu­cionaria, potencia la creación de asociaciones secretas destinadas a precipitar la revolución, grupos en los que debían de integrarse los elementos más conscientes y que tendrían como misión incorporarse a los movi­mientos obreros más amplios para desde ellos encau­zar y alentar a los trabajadores hacia una acción autén­ticamente revolucionaria. Este esquema organizativo ten­drá una enorme importancia en la práctica anarquista, especialmente en el caso de España, y planteará algu­nas dificultades teóricas y prácticas sobre el papel diri­gente de las minorías, nunca totalmente resuelto en el seno del movimiento libertario cuya historia merece una discusión aparte.
Lo que nadie puede negar sobre Bakunin, es su gran entrega revolu­cionaria, se volcaron multitud de injurias, incluso la de ser un agente al servicio del Zar. De todas ellas, la que reviste una especial importancia es su colabo­ración con un joven nihilista ruso, Nechaev, otro punto que merece una discusión aparte. Por más que algunos autores hayan demostrado ya con pruebas que Bakunin no intervino en la redacción del famoso Catecismo Revolucionario, conocido panfleto exaltando la violencia y el terrorismo, por más que esté demos­trado hasta la saciedad que Bakunin fue engañado por el joven ruso, rompiendo luego tajantemente con él, lo cierto es que la fugaz colaboración de ambos sirvió para vincular la doctrina anarquista con la práctica del terrorismo individual, práctica que alcanzará especia­les connotaciones en las décadas posteriores. Desde el propio anarquismo, autores como Kropotkin, Malatesta o Reclús, hicieron todo lo que estuvo de su mano de desvincularlo de la tentación terrorista, el terreno preferido por la burguesía que no dudó en más de una ocasión en simular atentado para reprimir y aislar el movimiento.
De todas maneras, fue gracias a Bakunin, el anarquismo salía re­forzado como una concepción del socialismo arraigada en el movimiento obrero con propuestas específicas para hacer frente al sistema capitalista y encarar la revolución social.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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