martes, mayo 13, 2014

Yliá Ehrenburg, verdades y mentiras de unas memorias necesarias



Acantilado acaba de editar la edición completa y definitiva de la Gente, años, vida (1891-1967), de Yliá Ehrenburg, un volumen de 1060 páginas traducidas por Marta Rebon, lo que es de por sí una garantía.
Décadas después de una edición censurada, de otros tiempos en los que fue editado con cierta asiduidad, el que fue controvertidos escritor, periodista y figura destacada de la vida cultural y política de la URSS regresa a las librerías por la puerta grande.
Entre todos los escritores de su tiempo, Yliá Ehrenburg Kiev (1891 - Moscú, 1967) fue el único que sobrevivió a Stalin. Su último libro editado aquí fue el terrible El libro negro, escrito junto con su amigo Vasili Grossman, en colaboración con terceros,
Periodista, ensayista, novelista, enamorado de España, cinéfilo, Ehrenburg se adaptó a cada una de las fases de la historia soviética. Partidario de la revolución de Octubre, luego no tuvo problemas en alinearse con el ejército blanco.
Hijo de un ingeniero, su familia, de origen judío, se trasladó a Moscú cuando él era todavía un adolescente al que la participación en actividades subversivas y, en particular, en los acontecimientos revolucionarios de 1905, había de acarrear una detención por la policía zarista en 1907 y su posterior exilio a París. Allí, entre 1908 y 1917, se relacionó con los emigrados revolucionarios rusos y publicó sus primeros poemas, de tendencia simbolista; a partir de 1913 empezó a colaborar con varios periódicos rusos, y regresó a su país en 1917, tras el triunfo de la Revolución de Octubre, asumiendo abiertamente las ideas del comunismo. Participó directamente en la guerra civil en Ucrania, y en parte por ello, los sentimientos encontrados de fascinación y de rechazo que le inspiró el bolchevismo determinaron que marchara de nuevo a París en 1921 como corresponsal de la prensa soviética.
Siempre oscilante, consideró la Nueva Política Económica o NEP, realizadas por el gobierno soviético para paliar los desajustes provocados por la "economía de guerra", que toleraron el mantenimiento transitorio de formas económicas de tipo capitalista, fueron consideradas por Ehrenburg como un triunfo de la ruindad y estrechez de miras de la pequeña burguesía; en El aprovechado (1925) y El callejón Protochni (1927) contrapuso esa victoria del espíritu mezquino a los grandes ideales revolucionarios del socialismo. Regresó de nuevo a la Unión Soviética en 1924 y, durante unos años, participó en las actividades de los círculos literarios de Moscú.
Novelista criticado en su país, en 1932 aceptó ser corresponsal del Izvestia en París, convirtiéndose en un relevante periodista oficial que describía a Stalin como “un capitán que permanece junto al timón. con el viento de costado, mirando la oscuridad profunda de la noche con un enorme peso sobre sus hombros”.
Comprometido en la lucha antifascista, vivió como periodista la guerra civil española (Corresponsal en España, Aquello que ocurre al hombre y España, República de trabajadores) y la ocupación de París por las tropas alemanas (1940); esta última experiencia dio pie a su novela La caída de París (1942), galardonada con el Premio Stalin, en la que analizó las causas políticas y militares de la derrota francesa.
A su regreso a la URSS, después de la primavera de 1937 que tan intensamente vivió en España, notó que todo había cambiado, que el ambiente era irrespirable. La desaparición de su querido Koltsov, las purgas, las persecuciones. Que le tocara a él, el menos apegado al estalinismo de los rusos que habían estado en España, era solo cuestión de tiempo ya que buena parte de los “españoles” fueron cayendo en las sucesivas purgas, eso a pesar de que tanto Koltzov como Ehrenburg justificaron todo lo injustificable. Defendieron ls “procesos de Moscú” y el exterminio de los “trotskistas”. Ehrenburg incluso hizo acto de presencia en el ignominioso juciio contra Bujerin que durante mucho tiempo su amigo y “protector”.
Dije al principio que el motivo exacto por el que Koltsov fue procesado y ejecutado sigue siendo un misterio. También lo es el motivo por el que Ehrenburg sobrevivió. Pero no por ello, al tiempo que recuperamos a Koltsov, debemos condenarle al ostracismo.
Aún siendo un testigo, Ehrenburg sobrevivió. Pablo Neruda sugiere en sus memorias lo siguiente: “Cuando arreciaba la campaña en contra del cosmopolitismo, cuando los secretarios de ‘cuello duro’ pedían la cabeza de Ehrenburg, sonó el teléfono una mañana en la casa del autor de Julio Jurenito. Atendió Luba. Una voz vagamente desconocida preguntó: ‘¿Está Ilya Grigorievich?’. ‘Eso depende –contestó Luba– ¿quién es usted?’. ‘Aquí Stalin’, dijo la voz. ‘Ilya, un bromista para ti’, dijo Luba a Ehrenburg. Pero una vez al teléfono, el escritor reconoció la voz de Stalin, tan oída de todos: ‘He pasado la noche leyendo su libro La caída de París. Lo llamaba para decirle que siga usted escribiendo libros tan interesantes como ese, querido Ilya Grigorievich’. Tal vez esa inesperada llamada hizo posible la larga vida del gran Ehrenburg.
La actividad periodística de Ehrenburg durante la guerra germano-soviética le dio gran popularidad en la URSS; sus artículos de esa época fueron recogidos en tres volúmenes con el título de La guerra (1942-1944). Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, Ehrenburg adaptó su producción literaria a las exigencias del estalinismo, publicando La tempestad (1947) -que mereció un segundo premio Stalin- y La novena ola (1951).
Gente, años, vida son unas memorias escritas al final de su vida y que ahora llegan, por primera vez íntegras a los lectores españoles que español, son un documento de primer orden para conocer aspectos fundamentales de la convulsa historia del siglo XX. Aunque incómodas para el régimen soviético (hasta 1990 no fueron editadas enteras y sin censura), no dejan de ser los recuerdos de alguien que, en su relación con los más relevantes intelectuales europeos, intentó atraerlos a la propaganda del comunismo.
Y, a su vez, fueron también, como recuerda Nadiezhda Mandelstam, “el único de sus libros que desempeñó un papel positivo en su país”, porque -afirma- abrió los ojos a una minoritaria intelligentsia. En sus seis volúmenes de memorias, Gentes, años, vida (1961-1965), Ehrenburg prosiguió su campaña en pro de rehabilitar en la Unión soviética el arte occidental, desde el impresionismo y el cubismo hasta la poesía y el cine, así como las personalidades de los intelectuales y artistas que habían sido víctimas de las purgas estalinistas (I. Babel, O. Mandelstam, M. Tsvetaieva, M. Volochine, V. Meyerhold, etc.).
Tras la muerte de Stalin, actuó a favor de la rehabilitación de los intelectuales condenados por el régimen soviético, llevando a cabo una incesante campaña en pro de rehabilitar en la Unión soviética el arte occidental, desde el impresionismo y el cubismo hasta la poesía y el cine, así como las personalidades de los intelectuales y artistas que habían sido víctimas de las purgas estalinistas (I. Babel, O. Mandelstam, M. Tsvetaieva, M. Volochine, V. Meyerhold, etc.).
Durante los años 30, ehrenbourg se acomodó a las nuevas tendencias de la literatura soviética. Denvtoroy (1933) fue su contribución al culto del Primer Plan quinquenal. Durante la Guerra Civil española actuó como corresponsal de guerra para Izvestiya. Se estable­ció definitivamente en Rusia poco después de la invasión alemana. Durante la guerra completó su novela Padeniye Parizha (1942; La caída de París, Ed. Problemas) con la que ganó un Premio Stalin, y se dedi­có al periodismo y a la propaganda antina­zi. Volvió a la novela con Burya (1947, La tempestad, ), que ob­tuvo otro Premio Stalin y Devyatyy val (1951; tr. Isabel Vicente, La novena ola, B. A., ídem, 1955); ambas son novelones que explotan la campaña violentamente antinorteamericana propio de aquellos años.
Desde la muerte de Stalin, Ehrenburg fi­guró en la vanguardia de la liberalización. Su novela Ottepel (Ed. Mateu, Barcelona, 1961, presentada como “La novela más premiada de la URSS), puede que sea superficial, pero fue la primera obra que mencionó en su propio país las iniquidades del estalinismo y dio nombre a una nueva tendencia en la literatura y en la política soviética: el deshielo, adoptado luego por todo el mundo. Sin embargo, en la época de Breznev, Ehrenburg fue objeto de la censura oficial, aunque siguió disfrutando de una posición relevante en los círculos literarios hasta su muerte.
También destacaron sus ensayos críticos, recogidos en Chejov, Stendhal y otros ensayos, argumen­tos en pro de una mayor libertad para el artista soviético. Sus memorias apareció entres volúmenes Hombres, años, vida (tengo una edición de 1962 de Joaquín Mortiz, México, 1962), Un es­critor en la Revolución (Ed. Mateu, Barcelona, 1965): Años turbulentos (Tercer Libro de memorias, idem., 1965)
En ninguna de ellas se dice nada de la traducción, por lo demás fueron pasadas por las tijeras de la censura franquista. Pero en su momento des­empeñaron un papel importante en dar a co­nocer a la nueva generación de la Rusia soviética la historia y la cultura europeas de este siglo a una generación que no se podía creer que “Rusia era culpable”
Otras obras suyas son Sobraniye sochineniy (9 vols., 1962-7); La callejuela de Moscú, prólogo Ramón Gómez de la Serna (Ulises, Madrid, 1930); España, República de trabajadores (editada por la mítica Cénit, Madrid, 1932; B., Grijalbo, 1976); Fábrica de sue­ños (Cénit, 1932; Akal, 1972); Rapaz, tr. del fran­cés Julio Gómez de la Serna Dédalo, 1931); La vida agitada de Lásik Roitschwantz (B., Muchnik, 1978); Antología de cuentistas soviéticos (B.,Ahr, 1968). T. K. Trifonova, /. E. (Moscú, 1952). Otras obras del autor, dignas de mención, son Y sin embargo se mueve, Fábrica de sueños, El segundo día de la creación, y La conspiración de los iguales, dedicada a Gracus Babeuf y la izquierda radical de la revolución francesa

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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