miércoles, enero 22, 2020

El crimen de Villa Gesell: la impunidad del poder y el drama de la juventud



Justicia para Fernando Báez Sosa

El asesinato en Villa Gesell de Fernando Báez Sosa, estudiante de Derecho de la UBA, a manos de una patota de jugadores de rugby del club Arsenal Náutico de Zárate, ha desatado una profunda conmoción. De los once agresores, dos están acusados de golpear en la cabeza hasta la muerte al joven de 18 años mientras éste se hallaba desmayado en el piso, en tanto que los otros nueve son investigados como partícipes necesarios.
El ataque se produjo tras un incidente dentro del boliche Le Brique, durante este fin de semana. Una vez fuera del lugar, la patota fue a buscar a Fernando, que se hallaba tomando un helado, y lanzó la agresión que culminó en el homicidio.
No se trata del primer crimen de este tipo. En enero de 2006, tres rugbiers correntinos propinaron una golpiza mortal al joven Ariel Malvino, en la peatonal de la localidad balnearia de Ferrugem, en Brasil. Catorce años después, el juicio ni siquiera ha comenzado. “La indolente justicia brasileña y la relación con el poder provincial del que gozan los asesinos han impedido la condena correspondiente”, analiza un artículo de Página 12 (20/1).
Esta sensación de impunidad, característica de los hijos del poder, se une a un ambiente fuertemente degradado (con ritos de iniciación marcados por abusos físicos y sexuales) y elitista que genera un falso clima de superioridad social que no tiene nada que ver con el rugby ni con ningún deporte. “En algunos clubes hay un culto muy fuerte a la cuestión socioeconómica, de élite; a esos clubes sólo acceden quienes tienen recursos elevados (…)”, según el ex árbitro de rugby Alejandro Cánepa, autor de “Fuera de juego, crónicas sociales en la frontera del rugby”. En este contexto, el comunicado de la Unión Argentina de Rugby (UAR), que habla de “fallecimiento” en lugar de “asesinato” en el caso de Fernando Báez, fue interpretado por muchos como una respuesta de tipo corporativa.
Aparece planteada la necesidad de movilizarse por justicia para Fernando.
Sin llegar a la muerte, golpizas y ataques de todo tipo a manos de rugbiers de altas familias se repiten en los últimos quince años, como han ilustrado diferentes medios. Los últimos episodios son el de un turista argentino que fue atacado por un rugbier uruguayo en una fiesta en Punta del Este y el choque de dos bandas en Mar del Plata. La denuncia de estos días de varias mujeres contra jugadores del Club Universitario por acoso y viralización de fotos íntimas sin su consentimiento, añade el problema de la violencia de género.

La noche

El crimen de Fernando Báez ha arrojado luz también sobre el negocio empresario de la noche y la enorme descomposición social que golpea a la juventud.
El boliche Le Brique, donde empezaron los hechos, es un botón de muestra del hacinamiento nocturno en aras de la recaudación de dinero. “Le Brique estaba sobrecargado de gente. A $500 la entrada, se ceban y dejan pasar a todos. Por ganar plata. Son grupos de 10, de 15 chicos, hacen pasar a todos juntos. No se puede caminar. Está saturado. Los pibes aprovechan el roce y te re tocan. A las 4 de la mañana explota”, le comentó una piba al diario Clarín (20/1).
El negocio de la noche se funde con el del alcohol y las drogas y es custodiado por patovicas que también tienen en su prontuario todo tipo de agresiones y crímenes. El último caso: un custodio de la discoteca Ananá en Mar del Plata dejó inconsciente a un joven tras golpearlo.
El mismo régimen social que no da ninguna perspectiva a la juventud la empuja al camino de la autodestrucción por medio del abuso del alcohol y de sustancias. En Villa Gesell, se empieza a tomar desde media tarde en la playa, luego en las previas, más tarde en los boliches y finalmente otra vez en la arena, ya por la mañana. Un cronista de La Nación (20/1) registra un escenario similar en Playa Grande, en Mar del Plata.
Los dueños de estos lugares y las autoridades políticas se desentienden de sus responsabilidades y se echan la pelota los unos a los otros frente a las riñas inevitables a que conduce cada noche todo este escenario –no sólo en la Costa. El intendente de Villa Gesell, Gustavo Barrera, dijo que “lo que hacen [los jóvenes] puertas adentro de sus alojamientos queda fuera de nuestro alcance" (Infobae, 18/1). Por su parte, en sentido contrario, un empresario del sector dice: “Los chicos llegan borrachos y salen borrachos [de los boliches]. ¿Quién los debe contener afuera? Nadie contesta” (Clarín, ídem).
La única respuesta consiste en el despliegue de fuerzas de seguridad que hostigan a la juventud y con su brutal accionar potencian los enfrentamientos, mientras apañan a los narcos y se entrelazan con ellos.
Exigimos justicia ante el crimen de Fernando. Y, ante la falta de perspectivas a la que nos somete un régimen social en decadencia, tomemos el destino en nuestras propias manos por medio de la lucha política socialista.

Gustavo Montenegro

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