domingo, agosto 19, 2007

Biografia de V. I. Lenin



“Lenin es el único teórico comparable a Marx
que hasta el momento ha producido la lucha
del proletariado por su liberación”
Gyorgy Lukács

Brillante conductor, líder carismático, genial teórico y organizador del movimiento comunista; a fuerza de una capacidad única y una acción determinada e irreprochable, Vladimir Illich Ulianov, más conocido como Lenin, logró sumar su nombre al de Karl Marx en la construcción de la doctrina del socialismo revolucionario. A partir suyo, la filosofía de la liberación de los pueblos y los trabajadores obtuvo una nueva denominación: el marxismo-leninismo, fuente inspiradora de las más notorias y valiosas revoluciones del Siglo XX.
Nacido en la ciudad de Simbrisk en el mes de abril de 1870, tanto él como el resto de su familia sufrieron siempre una fuerte persecución de parte del régimen zarista. Recibido ya de abogado en 1891, comenzó a desarrollar una importante labor política que combinó la defensa profesional de los obreros con la difusión de las ideas marxistas.
En 1895 junto con Plejanov, se consagra a la necesidad de construir un único y fuerte partido proletario que reuniera las diversas fuerzas obreras que existían en Rusia. Así nace el Partido Obrero Social Demócrata Ruso, celebrándose su primer congreso en 1898. Derrotado en su acción conspirativa, el grupo es desmembrado por las fuerzas zaristas y sus líderes deportados a Siberia.
Nuevamente en libertad, funda en 1900 el periódico Iskra (La chispa) órgano de difusión del partido. Desde su mismo lanzamiento deja en claro: “Es indispensable en primer lugar, elaborar una literatura común a todo el partido; común no sólo porque debe ponerse al servicio de todo el movimiento ruso, y no de regiones aisladas; no sólo porque examine los problemas relativos al movimiento obrero en su conjunto, considerado como un todo, ayudando a la lucha que sostienen los proletarios conscientes, y no dedicado sólo a los problemas locales. Común también, porque unifique todas las fuerzas existentes de la literatura política a fin de reflejar todos los matices de opinión y puntos de vista que encontramos entre los socialdemócratas rusos considerados no como trabajadores aislados, sino como camaradas ligados por un programa y una lucha comunes en las filas de una organización única”.
En 1902, publica su célebre ensayo ¿Qué hacer? En el mismo, empieza a delinear en forma enfática cuáles son las tareas que corresponden a los revolucionarios a nivel individual y a las organizaciones revolucionarias –más precisamente al partido- en el desarrollo de las fuerzas necesarias para acabar con el poder del régimen.
Así define la función y los deberes de los cuadros políticos del socialismo revolucionario: “El ideal socialdemócrata no debe ser el secretario sindical, sino el tribuno popular, capaz de reaccionar contra cualquier manifestación de arbitrariedad y de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera sea la clase o capa social a la que afecte; capaz de generalizar todos estos hechos y ofrecer un cuadro único de la brutalidad policial y de la explotación capitalista; capaz de aprovechar el menor detalle para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas para explicar a todos la importancia histórica mundial de la lucha emancipatoria del proletariado”.
En 1903, tras la ruptura del POSDR en dos fracciones, queda al frente de la mayoritaria que asume el nombre de bolchevique. En 1905 se produce en Rusia un nuevo intento revolucionario que fracasa. Durante el proceso, expresa con firmeza que la fuerza motora de la revolución son los obreros industriales y los campesinos más pobres.
Condenado una vez más al exilio ante la derrota de las fuerzas revolucionarias, funda en 1912 el Partido Bolchevique. El nombre definía a sus integrantes como aquellos que exigían la aplicación del programa máximo. Se concentraba en su composición el espíritu revolucionario de Lenin y sus seguidores en contraposición a las pretensiones reformistas de otros sectores.
Con sus posteriores obras El imperialismo, fase superior del capitalismo, y El Estado y la revolución (esta última escrita mientras se desarrollaban los sucesos revolucionarios en el país), se consagró como el mas avezado conocedor y continuador de las doctrinas de Marx y Engels tanto en lo atinente a la descomposición del sistema económico capitalista como a la forma de dominación que éste utilizaba para oprimir a las masas.
Sobre la primera situación, puso de manifiesto como características esenciales del imperialismo: el grado de concentración de la producción que determina el predominio del capital monopolista; la fusión del capital bancario con el industrial de la que surge el capital financiero y la oligarquía financiera; la importancia que adquiere la exportación del capital, distinta de la tradicional exportación de mercaderías y la lucha por los mercados entre cartels y trusts que se reparten económicamente el mundo. Sintetizó atendiendo a las circunstancias mundiales del momento: “La guerra imperialista ha acelerado y enconado extraordinariamente al proceso de transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado. La monstruosa opresión de las masas trabajadoras por el Estado, que se funde más y más estrechamente con las omnipotentes asociaciones de los capitalistas, adquiere proporciones cada día más espantosas. Los países adelantados se convierten –y al decir esto nos referimos a su ‘retaguardia’- en prisiones militares para los obreros”.
En cuanto a la política internacional, el desmembramiento de la Segunda Internacional al comenzar la Primera Guerra mundial sirvió a Lenin –al igual que a otros revolucionarios, entre ellos Rosa Luxemburgo- para hacer un llamamiento a la construcción de una nueva herramienta para la lucha internacionalista de los proletarios del mundo entero. Más tarde se la conocerá como Internacional Comunista (KOMINTERN) fundada en 1919.
El estallido de la insurrección popular contra la dictadura del Zar Nicolás II junto con la huelga general llevada a cabo por los obreros rusos significó a principios de 1917 el fin del régimen terrorista. Tras el interregno del gobierno provisional del liberal Alexandr Kerenski, los bolcheviques comandados por Lenin -ante la imposibilidad del gobierno de dar solución a los problemas que aquejaban a las grandes masas obreras y campesinas-, tomaron el poder.
Sobre las formas que debía adoptar el nuevo estado luego del triunfo de la revolución, supo expresar: “La teoría de la lucha de clases, aplicada por Marx al problema del Estado y de la revolución socialista, conduce necesariamente a reconocer la dominación política del proletariado, su dictadura, es decir, un poder no compartido con nadie y que se asienta de modo directo en la fuerza armada de las masas. El derrocamiento de la burguesía sólo puede realizarse mediante la transformación del proletariado en clase dominante, capaz de sofocar la resistencia inevitable y desesperada de la burguesía y de organizar para el nuevo régimen económico a todas las masas trabajadoras y explotadas”.
Con el triunfo de la Revolución de Octubre, se alzaba la primera revolución obrera victoriosa en Europa y en el mundo. El Segundo Congreso Panruso de los Soviets instituyó al Consejo de Comisarios del Pueblo como órgano gobernativo designándose a Lenin al frente del mismo. A lo largo de toda la Guerra Civil que asoló al país entre el triunfo de la Revolución y 1920 que enfrentó al pueblo soviético con los rusos blancos partidarios de la vuelta al pasado –y apoyados por varias potencias imperialistas de la época- Lenin se mantuvo firme al frente del gobierno, venciendo finalmente a los contrarrevolucionarios.
Con su salud seriamente afectada, el padre de la Unión Soviética y líder de la gloriosa primera revolución proletaria triunfante falleció en Gorki el 21 de enero de 1924. Entró de esa manera en la inmortalidad, quedando su figura marcada a fuego en la conciencia de los revolucionarios de todo el planeta.

Domingo Apolinar

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