sábado, septiembre 15, 2007

El mayo español de 1937: cuando se aplastó la revolución para perder la guerra.

Sin intención de complicarse en debates acerca de la concepción de la historia podemos afirmar que la revolución española marcó uno de los momentos más agudos y dramáticos en las luchas de clases del siglo XX. De hecho ya es sintomático que desde el poder, tanto los historiadores burgueses como los estalinistas y otras variantes del capitalismo de izquierdas se refieran a estos sucesos como abarcando el período 1936-1939 y lo denominan como la “guerra civil” española. En efecto, para ellos fue una guerra entre demócratas y fascistas, guerra que se podría haber ganado si no fuera, entre otros factores, por el “fanatismo” y falta de visión estratégica de los ultraizquierdistas -que en esa época ni siquiera eran reconocidos como tales sino que se tejían leyendas horriblemente absurdas para demostrar que en el fondo eran agentes de Franco, de Hitler y de Mussolini-. Por la otra parte, hay que comprobar que desde la literatura e ideario colectivo de quienes reivindican a los sectores que apostaron a la revolución social en ese proceso (principalmente anarquistas y trotskistas) el grado de mistificación y confusión en la evaluación de estos acontecimientos es bastante paralizante. En efecto, mientras desde el trotskismo se evalúa que, una vez más en la historia, las masas estaban preparadas pero no contaron con una dirección a la altura de las circunstancias (que debían haber sido ellos, pero para variar, también una vez más en la historia, por una u otra razón no tuvieron ni la más mínima relevancia para haber podido torcer el curso de los acontecimientos en otro sentido. Visto así, en realidad la historiografía trotskista es bastante simple y miserable), los anarquistas de variados pelajes se contentan con recordar agradablemente que en esa época tenían una influencia de masas, y que casi consolidaron el comunismo libertario pero las circunstancias eran difíciles, etc., etc., y dejan sin explicar por qué se aliaron con el estalinismo y mantuvieron mayoritariamente una actitud conciliadora y cobarde cuando fue reprimido el POUM (los más patéticos dentro del anarquismo oficial llegan al extremo de ver esta represión y terror estalinista como una “pugna entre marxistas”, con la cual ellos no tenían nada que ver). En esta discusión se demuestra claramente a nuestro juicio, el carácter poco libertario y para nada diferente de este “anarquismo” en comparación a variantes autoritarias del “marxismo”. Al menos su forma de escribir la historia, la manera de tener siempre ellos razón, es bastante similar, y recurre al mismo truco de descalificación de quienes les hacen críticas contundentes basadas en la evidencia fáctica (o sea, si criticas a un trotskista eres estalinista, si criticas a un anarquista eres un marxista autoritario...).
Pero bueno, la intención de este especial es abandonar ese comidillo de baja estatura moral y política para proponer un estudio serio de estos hechos, desde la perspectiva de que, lejos de ser un ejercicio nostálgico-arqueológico, podemos extraer lecciones bastante prácticas y actuales. Lo anterior requiere, eso sí, una mirada capaz de superar la fosilización de la teoría y la acción revolucionaria, una actitud no-alienada, que posibilite acercarse a este tipo de hechos por lo que en realidad fueron y lo que aún hoy significan.
Creemos que todo el proceso de la revolución española (que para nosotros comenzó mucho antes y terminó en Mayo de 1937) constituye una de esas “derrotas” de las que la Internacional Situacionista decía que convenía ver como los puntos más álgidos del movimiento revolucionario, como fortalezas (junto con la Comuna de París, por citar un ejemplo clásico y conocido, respecto de la cual la I.S. decía: “los éxitos aparentes del movimiento obrero clásico son sus fracasos fundamentales –el reformismo o la instalación en el poder de una burocracia estatal- y sus fracasos –la Comuna o la revuelta de Asturias- son hasta ahora sus éxitos abiertos, para nosotros y para el futuro”). Mayo del 37, evento del que ahora se cumplen 70 años (o sea, nuestros abuelos estaban vivos en ese momento), marca un punto de inflexión a partir del cual se puede entender mucho de lo que pasó y sigue repercutiendo hasta nuestros días (con dos ejes fuertes que se identifican en ese momento: la consolidación del fascismo y del estalinismo). Además, sirve para evaluar desde una experiencia práctica evidente que la división ideológica (y por tanto falsa) del movimiento revolucionario entre “anarquismo” y “marxismo” era y ha seguido siendo totalmente ahistórica ya desde ese momento: en efecto, tanto en las filas de los que frenaron como de los que impulsaron la revolución se mezclaron personas que provenían de diferentes tiendas “marxistas” y “anarquistas” (y suponemos que también deben haber habido luchadores anónimos que no se etiquetaban con nada, aparte del interés histórico del proletariado que negando el trabajo quiere realizar la sociedad sin clases). Debatir, como se ha hecho hasta ahora, quienes representaban al “verdadero” y, por oposición, al falso “ismo” en cuestión es, más que sofismo, un ejercicio abiertamente pelotudo, y a estas alturas ha quedado claro que no solo refleja una posición falsa sino que se constituye en un factor que mientras no sea superado nos impide avanzar.
Asumiendo que desde fuera de los ambientes de ultraizquierda estos sucesos pueden estar totalmente olvidados por la “historia”, nos esforzamos en presentar en este especial una visión bastante completa de los hechos. Por esto hemos ubicado en primer lugar un breve artículo de Andy Durgan , que fue el asesor histórico de Ken Loach para la filmación de la película “Tierra y Libertad” (las reacciones que provocó en su momento esta película son bastante ilustrativas de la falta de profundidad con que se aborda este análisis desee la izquierda: los estalinistas la odiaron y denunciaron; los trotskistas y anarquistas se sintieron ratificados, por separado). El artículo de Durgan sirve bastante bien para introducir y contextualizar los sucesos, pero es necesario aclarar que no estamos para nada de acuerdo con sus conclusiones. Se incluyen además, el testimonio directo escrito al calor de los hechos por George Orwell, recomendándose desde ya acudir a su libro “Homenaje a Cataluña” por más detalles; el testimonio de otro protagonista, Wilebaldo Solano, en ese entonces miembro de la dirección de la Juventud Comunista Ibérica, que era la juventud del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM, resultado de la fusión de dos grupos desprendidos del PC español por la izquierda); un artículo de Christián Ferrer sobre la película de Orwell; un artículo de Paul Mattick, representativo de la postura de los comunistas consejistas o comunistas de izquierda de la época (que junto con el POUM podríamos considerar representantes de un marxismo disidente, antiestalinista y libertario). Andrés Nin señalaba en La Batalla el 14 de marzo de 1937: “¿Os repugna el término ‘dictadura del proletariado’? Prescindamos de él. Y contribuyamos todos, vosotros los anarquistas, y nosotros, los marxistas revolucionarios, a que ese poder omnímodo del proletariado –absolutamente indispensable durante un cierto período- se base en la más amplia democracia obrera y no se transforme, como ha ocurrido en la URSS, en la dictadura de una casta burocrática. Si la CNT, la FAI y el POUM, entre los cuales existen ya coincidencias de la mayor importancia, se pusieran de acuerdo sobre este extremo fundamental, abriríanse ante la revolución perspectivas inmensas”.
Para finalizar, recalcamos que la intención de este especial es abrir un debate totalmente necesario, por eso no presentamos nuestra “posición” definitiva sobre los hechos, alternativa muy fácil que nos parece más bien propia de generales después de la batalla.

Julio C.
Santiago de Chile, mayo de 2007. Al final del texto se incluye en anexo una nota del autor a este texto titulada Aniversarios 1867/1937/1967/1977/2007

--------------------------------------------------------------------------------

ANEXO: ANIVERSARIOS.1867/1917/1937/1967/1977/2007.

1967: A 100 años de la primera edición de “El Capital” (libro 1, el único que Marx alcanzo a ver editado), Guy Debord edita “la sociedad del espectáculo” y Raoul Vaneigem el “Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones”, los dos principales libros situacionistas. En 1968, estalla una insurrección en París que es recordada como una “revuelta estudiantil”, pero que en realidad daba inicio a un fuerte asalto del proletariado mundial contra el sistema social capitalista. En Italia el movimiento se extiende hasta hacerse particularmente agudo y ser derrotado finalmente en 1977. En Jamaica, los rastas creían que el 7 del 7 del 77 se desataría el armagedón. La banda jamaicana Culture tiene una canción que trata de esa “profecía”: “When the two sevens clash”. En The Clash y el punk británico en general, la influencia rasta mediante el dub/reggae es fuerte, sobre todo por la labor de difusión cumplida por el DJ Don Letts. Bob Marley por esa época compuso “Punky reggae party”, y por unos breves momentos “Babilonia” y el capitalismo occidental parecían ser el mismo enemigo.
El Capital, relación social explicada en 1867 en el libro del mismo nombre, mantiene rasgos esenciales y a la vez muestra una gran flexibilidad que le hace posible implementar muchos cambios, variaciones, y distintas formas de combinar sus rasgos, sin por ello abandonarlos. Un método radical, implacable pero abierto y flexible en el trabajo de Marx es precisamente lo que se perdió al inventarse el “marxismo”.
La revolución rusa en 1917 fue un remezón enorme, y tuvo un carácter inicialmente proletario, pero en la sociedad rusa el proletariado no estaba en condiciones de imponerse, sobre todo tras quedar aislado luego de la derrota de la revolución alemana (entre 1919 y 1923), y de acuerdo a la clásica concepción de los socialdemócratas leninistas, tuvo que ser dirigido “desde fuera”, por el partido del sector social que finalmente quedó a la cabeza de la construcción del capitalismo de Estado.
“El punto más escabroso del leninismo, y que pasa por el más fuerte, es la teoría del saber y del partido. El saber pertenece a los intelectuales. Ellos disponen de los conceptos de la teoría, de la terminología científica. La clase obrera, que no puede superar la ciega espontaneidad, recibe desde fuera el saber, lo transmite a los obreros” (Henri Lefebvre).
Ediciones Mayo del 37. Ese nombre escogió el grupo Movimiento Ibérico de Liberación/Grupos Autónomos de Combate (MIL/GAC) para su proyecto editorial a inicios de los 70. Aún hoy, en el 2007, la mitología oficial (nacionalista, estalinista, socialdemócrata y anarquista) impide apreciar qué fue exactamente la revolución y guerra civil de España (1936/1939).
Mayo del 37 fue el momento final: tras la provocación de los estalinistas en Catalunya, que usaron las tropas policiales para intentar desalojar el edificio de la telefónica, bajo control de milicianos de la CNT, estalló una respuesta espontánea con barricadas obreras en defensa de las conquistas revolucionarias. Esa misma “espontaneidad” fue la que llevó a derrotar a los sublevados fascistas en julio del 36, en medio del desconcierto de burgueses republicanos y partidos de izquierda. Tras dos días de tensión, las direcciones de la CNT (anarcosindicalista) y el POUM (producto de la fusión de dos grupos escindidos del PCE) negociaron la retirada de las barricadas, y con eso el momento revolucionario del proceso llegó a su fin.

No hay comentarios.: