sábado, septiembre 15, 2007

Mika en Sigüenza

Con motivo de la celebración de las Jornadas que se celebrarán en Sigüenza (Guadalajara) los días 28, 29 y 30 de Septiembre, sobre la Memoria Histórica de la Batalla de Sigüenza, con el título 1936/ 2007 Sigüenza, Memoria de la Revolución, es de justicia recordar a uno de los testigos que participaron en esos primeros días de la Resistencia al golpe de estado contra la II República.
Para muchos el nombre de Mika no les dirá nada. Tampoco si añadimos el apellido de soltera, Feldman. Tampoco aportará mucho si la nombramos con el nombre que ella quiso conservar tras la muerte violenta de su marido Hipólito, en la batalla de Atienza, Mika Etchebéhère. Desgraciadamente una de las herencias del franquismo y el silencio de la Transición, es el desconocimiento de nuestra Historia, sobre todo de nuestra Historia reciente, contemporánea.
En pocas palabras, Mika, argentina, nacida en la provincia de Santa Fe, en 1902, conoce a Hipólito Etchebéhère en el año 1920, y optan por una vida revolucionaria. Odontólogos ambos de profesión, cambian la tranquilidad burguesa de la consulta médica por el compromiso político revolucionario. Tras pasar por el Partido Comunista Argentino y desencantarse del socialismo real, pasan a la oposición de izquierda trostkysta, desembarcan en España en los gloriosos días de la euforia republicana, junio de 1931 y, tras el paso por París y Berlín (1932), conocen a Katia y Kurt Landau (éste último sería asesinado por los estalinistas en Barcelona, en 1937). La inhibición de la izquierda ante la escalada nazi, les hace retornar a París, dónde con otros compañeros de la Oposición de izquierdas, fundan la revista Que faire? en 1934.
Debido a los problemas de salud que tienen los pulmones de Hipólito se le recomienda cambiar de aires y toma la decisión de ir a Madrid, dónde pensaba conectar con las fuerzas del Frente Popular que se había impuesto en las urnas en Febrero de 1936. Llega a Madrid en mayo y, más tarde en julio, se le une Mika, que había demorado el viaje. La intención era una visita para el estudio in situ de la problemática revolucionaria en Asturias, cuna de la Revolución de 1934. Pero a los pocos días de julio, en la madrugada del 17, el ejército fascista se rebela en Africa y, al día siguiente, Mola en Navarra, a los que se uniría Sanjurjo desde Lisboa, dónde estaba exilado. Este último muere al trasladarse el avión desde Lisboa, parece ser que por exceso del equipaje del general golpista, que trasportaba toda una mudanza en sus baúles, incluyendo cubertería, vajillas, etc., lo que hizo que el avión capotase en su despegue. Lo cierto es que este intento golpista no triunfa en toda la Península, y la República mantiene, tras el reparto de armas a los sindicatos y partidos, únicos capacitados para la defensa de la legalidad republicana, las principales capitales: Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga e incluso Oviedo, aunque en ésta se dan focos de resistencia fascista.
En medio de esta confusión de primera hora, ante la dejadez de los responsables republicanos, Casares Quiroga, Martínez Barrio y Azaña, entre otros, en reaccionar ante el golpismo, Mika e Hipólito buscan dónde enrolarse, en la opción más cercana a su ideología. Encuentran en el POUM, “la organización más cercana a nuestro grupo de oposición” en palabras de Hipólito, el sitio de acogida y parten ambos hacia el frente con una columna de 120 miembros, en la llamada Columna Motorizada del POUM, el 21 de julio de 1936. Según nos cuenta Mika (que ya adapta este nombre en sus Memorias, tituladas Mi guerra de España, ed. Alikornio, Bcn 2003), Hipólito muere en el combate de Atienza, al frente de sus hombres, el 16 de agosto.
Mika asume la responsabilidad de la columna al mando de su marido, respaldada por todos los milicianos y milicianas y más tarde con la militarización de las milicias, alcanzando el grado de capitana, siendo la única mujer que tuvo mando sobre tropa en la guerra civil.
Mika no sólo ofrece con eficacia el oficio de miliciana revolucionaria, sino que también es lider en la igualdad femenina. Su columna es ejemplo de participación compartida en las tareas que en otras columnas eran encomendadas sólo a mujeres, como fueron las tareas de limpieza, sanitarias, cocina, etc. y nos cuenta ejemplos de mujeres que quisieron participar en su columna, debido a que en ella se realizaban en el oficio de milicianas, con un fusil en la mano en defensa de su dignidad y derechos.
Mika participó en la resistencia republicana en Guadalajara, en las batallas en Sigüenza, Imón, Atienza, Huérmeces del Cerro, a cinco kilómetros de Baides, en la zona de Pelerina y de manera permanente en la defensa de la estación de ferrocarril de Sigüenza, y ante el ataque en tromba de los fascistas, en la resistencia numantina de la Catedral.
Mika decía que a partir que comienza la guerra, “transcurren las horas, pero nadie se cuida de ellas”. El tiempo en la guerra, en la revolución, en la resistencia militar ante el ejército rebelde, es un tiempo diferente. Mika, no dormía, pasaba los días sin comer apenas, sufría la carencia de armas, de cañones, con un solo mortero, con milicianos que eran niñas y niños, de 14 a 19 años, dónde la fuerza de la voluntad en la lucha era mucho mayor que los medios con qué contaban. El esfuerzo de esta mujer al frente de unos hombres que la respetaban, la obedecían y la admiraban era extraordinario. De ella, Cipriano Mera en sus Memorias, publicadas en Ruedo Ibérico en 1976, decía que “era una mujer valiente y capaz…dando pruebas de gran serenidad y decisión: encontrándose cercada con otros camaradas suyos en Sigüenza, logró abrirse camino y escapar al enemigo”.
Para completar este homenaje y recuerdo a los que combatieron en Sigüenza, en defensa de Madrid, en defensa de la República, tenemos que citar a los que combatieron al lado de Mika y que ella nombra en su libro. Muchos cayeron, otros consiguieron sobrevivir incluso a la dictadura posterior, pero todos, todos, “no se cuidaban del transcurso de las horas”, sino de la dignidad revolucionaria y de la lucha contra el fascismo.
Algunos nombres: capitán Martínez Vicente, Carmen (18 años), Emma (16), el Chato, Abisinia (16), el Mellado o el Abisinio (14 años), Juanito (15), Clavelín (Mica dice el Benjamín, sin citar la edad, le asignó de mensajero, para evitar los mayores peligros del frente), Emilio Granell (18), Escudero, Pedro (de apodo Pancho Villa, por su sombrero mexicano), Matamulos (dinamitero), Rodríguez, Mejías (el de las misiones dífíciles), Baldris, Antonio Laborda (único experto en el único mortero), Chuni (17), Baquero (telegrafista de la estación), Anselmo (uno de los mayores), Villalba, el Corneta (por su oficio, de 15 años), Hilario, Manolita la Fea ( que se vino a la columna de Mika, porque en la columna de Pasionaria no la daban un fusil), el Maño, la Chata (que quedó con una pierna engangrenada en el interior de la Catedral, gran peso en la conciencia revolucionaria de Mika, contado por ella misma), Pepe, Vicente, Basilio y Damián (que con sus guitarras amenizaban los ratos de espera), el Marsellés, Pompeyo Díez (el muchacho dinamitero, verdadero héroe resistente en la defensa de la Catedral), Matamulos, Manolo.
Citemos los seis que se evadieron con Mika de la persecución franquista y consiguieron llegar juntos hasta Madrid: Pedro, ferroviario socialista y su novia Luisa, dos hermanos de las Juventudes Socialistas Unificadas (J.S.U.) Paco y Juanito, Mateo, anarquista de la Fai y Sebastián (POUM). Un verdadero Frente Popular dentro de la izquierda republicana.
A todos ellos y a los que no conocimos o no se reflejan en las páginas de los libros, vaya nuestro homenaje y el encarecimiento a las fuerzas de izquierda de nuestro país, al frente de municipios, autonomías y estado, para que así como poco a poco vayan desapareciendo los símbolos y nombres fascistas de calles, plazas, iglesias, etc., se vaya reconociendo igualmente, públicamente, a los verdaderos héroes defensores de la legalidad y legitimidad republicanas, de la defensa ante el golpismo, de la dignidad ante la mentira totalitaria y la persecución dictatorial de 40 años.
Citaremos esa frase de Mika que nos parece reveladora: “Los ardientes católicos que están derribando su rica catedral (de Sigüenza) a cañonazos dirán luego que han sido los rojos”. Y más que eso, mientras que en las iglesias figuran los caídos por “Dios y por España”, no se permite en ese recinto o sus alrededores poner una placa conmemorativa con los nombres de las verdaderas víctimas de un golpe de estado salvaje y criminal.
Que mejor remate histórico que repetir las palabras de Mika en sus Memorias: “Mi marido y yo vinimos a buscar en España…la voluntad de la clase obrera de luchar contra las fuerzas de la reacción que se volcaban en el fascismo”.
Sean bienvenidos todos los que asistan a las Jornadas de Sigüenza, verdadero recuerdo de la resistencia republicana.

Antonio Cruz González
Antonio Cruz González es miembro de la Fundación Andreu Nin
1 de septiembre de 2007

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