lunes, marzo 23, 2009

Fundadores del socialismo: William Morris


Durante los patéticos años ochenta, la muy modesta y discontinúa editorial Hacer y el que escribe estuvieron empeñados en las ediciones de diversos socialistas “utópicos”, y la cierto es que se publicaron una serie de autores de interés, incluyendo Noticia de ninguna parte, obra imprescindible de William Morris, (Clay, Hill, Walthemstow, 1834-Londres, 1896).
Morris fue una de las figuras más ricas y originales de la historia del socialismo, concepción del mundo a la que llegó siendo ya maduro. Niño extraordinariamente precoz, a los cuatro había leído las Waverley Novels de Walter Scott, autor que influiría poderosamente en su medievalismo romántico. Su familia era burguesa y puritana, todo lo contrario que WM que rompió siendo muy joven con ella. El genial dibujante socialista Walter Crane --autor de algunos de los mejores dibujos obreristas de su época--, lo describe como sigue: "Poeta, artista, artesano e inventor de una sociedad nueva".
Morris insufla en el espíritu socialista una voluntad militante, combativa, soñadora y revolucionaria, "porque lo que le caracteriza ante todo es el idealismo del artista enmaromado de la verdad y del humanismo hambriento de justicia. Pero no por ello olvida la realidad concreta de cada día: durante diez largos años se dedicará a una paciente labor de propaganda, dando discursos, conferencias o mítines al aire libre y organizando reuniones de comités. Sin embargo, sí se entregó a la causa socialista, a la que se adhirió a los 59 años, lo hizo impulsado por una reacción de artista y por una exigencia moral. Le repugna la fealdad de la civilización industrial. Se indigna ante la injusticia de una sociedad corrompida por el dinero. En lugar de este mundo desesperante, es necesario asegurar el triunfo de la vida y la belleza. Concepción generosa según la cual el socialismo es un llamamiento. Por está cercano el día/ en que la Causa nos llamará a todos nosotros/ a unos para vivir, a otros para morir” (François Bédarida).
Liberal en un primer momento, William evoluciona hacia el socialismo coherentemente con su odio al capitalismo que está destruyendo la artesanía, la arquitectura hecha con amor y autenticidad, Que prostituye el trabajo del hombre. Influenciado por Carlyle y Ruskin, amigo de Rossetti y de los prerrafaelistas, crea una "Compañía" que trata de producir muebles, textiles empapelados, alfombras, etc, para contrarrestar la inundación de bienes de consumo carentes del menor valor artístico. En esta "guerra contra la época, basta de educación para unos pocos"; y en su ideal de una sociedad nueva, escribe varios poemas que le darán, junto con sus trabajos de arquitectura, una fama nacional. Pronto comprende que su producción termina en manos de unos pocos ricos y se afirma entonces en la siguiente premisa: '"No quiero un arte para unos pocos.
Después de una breve instancia en 1871 en Islandia ("Fui a Islandia y...allí aprendí algo espero que en profundidad, y es que la pobreza más agobiante es un mal irrisorio comparado con la desigualdad de clases"), Morris radicaliza sus posiciones y entre 1876 a 1818, protagoniza una ardua campaña contra los planes imperialistas de Disraeli en los Balcanes. Morris se dirigió a los trabajadores y les dijo que el gobierno estaba arrastrando a Inglaterra a una guerra injusta, y que los partidarios de ésta eran "jugadores ambiciosos de la bolsa, oficiales holgazanes del ejército y de la marina (!pobres señores!), gastados encarecedores de los Clubs, proveedores desesperados de noticias de guerra excitantes para cómodas mesas de desayuno de aquellos que no tienen nada que perder con una guerra". Todos ellos eran enemigos de la clase obrera que sería como siempre la principal víctima, y denunciaba también a los líderes reformistas de los sindicatos que estaban "totalmente bajo la influencia de los políticos capitalistas".
William Morris ingresó en la Federación Democrática Socialista de Hydman e inició su lectura de Marx en el que encontró una comprensión mucho más desarrollada y científica de sus propias inquietudes. Su marxismo no tuvo nada que ver con el de Hydman --con el que terminó rompiendo--, y lo explica con un lenguaje propio, mucho más rico que el de la mayoría de los socialistas quizás de su época. Morris ha sido junto con Trotsky el mejor de los escritores socialistas, pero es un marxismo vivo y bastante ortodoxo. No tiene la menor duda del total antagonismo entre burgueses y proletarios ("Es muy importante, escribe, que los jóvenes socialistas tengan siempre presente esta realidad de la guerra de clases. Ello explica la historia pasada y en el presente nos brinda la única esperanza sólida en el futuro. y debería quedar claro que es sólo a través de la resolución inevitable de llevar esta guerra de clases a su fin, la abolición de clases, que el socialismo podrá triunfar...Miembros de la clase media, semi-socialistas, llevados por el instinto de clase, predican una revolución sin lucha de clases, lo cual es absurdo e imposible"); tampoco hesita en la necesidad de derrocar el poder capitalista ("Tendréis que recordar que toda nuestras leyes y gobiernos, desde el Parlamento a los Ayuntamientos, no son más que un sistema elaborado para defender aquel monopolio con el cual tenemos que acabar, aún sí aquellos eran distintos en un principio. Es cierto que sí el total de la clase trabajadora llegará a convencerse en un día o en un año de la necesidad de abolir tal monopolio, este desaparecería tan rápido como las nubes en una tormenta de verano. Pero las necesidades de los miserables y las aspiraciones de los inteligentes superarán el proceso, más lento, de conversión y los antimonopolistas se encontrarán en una posición en la que se verán obligados a tomar el poder ejecutivo para destruirlo y así poder cambiar la sociedad, no para gobernar a través de él y tal como están gobernados ahora").
En Noticias de ninguna parte, Morris describe lo que piensa podría ser una dictadura del proletariado. Desde 1884 comandó la Liga Socialista y desde la que, a pesar de sus limitaciones políticas y organizativas, logró insuflar un nuevo aliento revolucionario a un sector importante de la clase obrera británica a la que le explicó con gran sencillez y vigor el socialismo, un ideal que define como sigue: "El socialismo es una teoría de la vida que parte de la evolución social, o, dicho de otro modo, del hombre en tanto que ser social. Desde el momento en que el hombre manifiesta determinadas necesidades materiales, en tanto que animal, se funda la sociedad como intento humano de satisfacer aquellas necesidades; el socialismo o la conciencia social, tiende a este fin en la forma que menos interfiera el desarrollo de las capacidades específicamente humanas abocadas a la que --a falta de otras palabras-- llamaré necesidades espirituales y mentales...Así pues, en el socialismo se ordenará la realización de la igualdad de condiciones, como objetivo económico, y en el amor de la humanidad reside su función ética...".
Durante varios años, Thompson, seguramente desconcertado por no encontrar editor en castellano, estuvo insistiendo a la editorial Hacer prometiéndole los derechos a condición de que la editorial se encargara de la traducción. Dada su amplitud, la empresa se presentaba costosa para una empresa que funcionaba sin personal y con muchas deudas. Además, los ochenta no fueron lo que se dice unos tiempos propicios para tal empeño, de manera que la biografía de Morris no llegó a formar parte de la voluntariosa colección a la que me he referido en un artículo anterior titulado Socialistas pero utópicos, jugando un poco con la devaluación de la palabra. Finalmente, la biografía de Morris encontró una magnífica salida en una edición institucional, la efectuada por la Fundación Enric V el Magnánm, y lo hizo en un hermoso volumen, muy en consonancia, y con una estupenda traducción. Lo terrible es que ni aún así la obra obtuvo la cogida que merecía.
Con todo, conviene recordar que William Morris se está editando bastante últimamente…

Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red

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