miércoles, diciembre 19, 2012

Estados Unidos: Obama frente a los abismos



Concluidas las elecciones en Estados Unidos algunas dudas han sido despejadas. La principal de ellas es que Barak Obama seguirá siendo el presidente y que el Congreso estará dividido. Sin embargo, han retomado cuerpo dos grandes incertidumbres: el llamado precipicio fiscal y la fractura social.

Por Eduardo Lucita *Integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda

Todo indica que la administración del presidente estadounidense Barack Obama transitará por un camino de cornisa a cuyos costados se abren sendos abismos: uno fiscal, otro social. De un lado está el problema fiscal cuyo principio de solución involucra una combinación de incremento de impuestos y reducción de gastos. Del otro está la brutal desigualdad social existente, cuya raíz está en los diferenciales de ingresos y su impacto en la educación y la cultura.

Un gobierno partido.

Los demócratas hicieron campaña proponiendo mayores impuestos a los ricos más ricos, reformas sociales parciales y mayores derechos civiles. Ganaron por el "voto popular", el de los más pobres, de los hispanos, los negros, los trabajadores, y también el femenino y el gay. Los republicanos proponían reducir el déficit bajando gastos sin tocar los intereses de los ricos, hicieron gala del fundamentalismo económico (reino del mercado), del religioso (todo está en la Biblia) y de la ignorancia (niegan el conocimiento científico) y recibieron el apoyo de la sociedad americana profunda, de la "sociedad blanca".
Los demócratas ganaron por una amplia diferencia en el número de electores (303 a 206) y en la cantidad de Estados (30 a 11), pero por un mínima diferencia del 2 por ciento en el número de votantes (apenas unos 3 millones de personas sobre 120 millones).
El peligro que inquieta a los analistas, no solo de los Estados Unidos, radica en que si bien el resultado de las urnas ha renovado el mandato a los demócratas, al mismo tiempo no ha alumbrado grandes cambios en la relación de fuerzas en el Congreso. Se trata de lo que se conoce como un gobierno partido. Esto es un poder ejecutivo que tiene una mayoría que lo respalda en el Senado (54 bancas a 45), pero que es minoría en la Cámara de Representantes (diputados). Por el contrario, la oposición republicana es mayoría en Diputados (233 bancas a 193) y cuenta con una minoría no despreciable en Senadores.

El abismo.

El déficit fiscal de los EEUU es del 9,1 por ciento del PBI, lo que resulta insostenible en el tiempo. La acumulación de este déficit se duplicó en los últimos años, resultado de menores ingresos por los recortes impositivos aplicados por el gobierno George W. Bush, los gastos de guerra y los estímulos fiscales frente a la crisis.
La fecha límite es el próximo 2 de enero, porque vencen los recortes impositivos, incluso la extensión de los beneficios del seguro por desempleo. De no llegarse a un acuerdo en el parlamento operaría una suerte de ajuste automático. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO por sus siglas en inglés) ha publicado estimaciones revisadas de las consecuencias económicas y presupuestarias del "precipicio fiscal" al que llevaría ese ajuste. Anticipa una contracción del PBI en el próximo año y una suba de la tasa de desempleo hasta del 9,1 por ciento, mientras que la reducción de gastos no sería significativa. Para los republicanos y sectores más liberales, que puede ser que exageren las consecuencias, dejar caer los recortes impositivos impactará sobre el consumo, ya alicaído por la crisis, y el país puede hundirse en la depresión.
Para los demócratas la solución esta en llegar a un acuerdo en el que los republicanos acepten aumentar los impuestos al 2 por ciento de los estadounidenses más ricos, mantener las rebajas para la clase media y realizar recortes de gastos sin tocar los de la seguridad social. Dicen: "No habrá acuerdo si no aceptan que los impuestos lleguen al nivel que había en los años 90 (en la presidencia de Bill Clinton)". Los republicanos responden: "Es una propuesta ridícula, olvidan que ganaron las elecciones pero que nosotros dominamos la Cámara de Representantes". Así las cosas, no hay certezas de que pueda llegarse a un pronto acuerdo sobre el problema fiscal.

Riqueza más concentrada.

Según la clásica estadística de la revista Forbes, las 400 personas más ricas de los EEUU batirá este año el récord de ganancias, llegarían a 1,7 billones de dólares, más de cinco veces lo que habían ganado en 1992.
Las reducciones impositivas han jugado un papel decisivo en este nuevo récord. Los más ricos entre los ricos pagan en proporción menos impuestos que sectores de las capas medias de la sociedad americana. Según datos del 2009, un cuarto de los más ricos contribuyó impositivamente con menos del 15 por ciento de sus ingresos. La mitad pagó hasta un 20 por ciento, mientras que el 6 por ciento no pagó nada. Del resto nadie pagó más del 35 por ciento.

Fractura social.

Según el Instituto de Políticas Económicas de Washington el 1 por ciento más rico concentra mayores riquezas que el 90 por ciento restante, de ahí la consigna de "somos el 99%" de Occupy Wall Street (indignados estadounidenses). El 20 por ciento más rico se apropia del 60 por ciento de los ingresos. Mientras que casi el 70 por ciento de los 14 millones de desocupados se encuentra entre los sectores más bajos de la pirámide social.
En paralelo con la caída estructural de los salarios desde los años 70 y las mejoras de productividad -se esta produciendo el mismo volumen físico que en 2008 con 5 millones menos de trabajadores- la tasa de ganancia de las empresas es la mayor en muchas décadas.
Es esta política de ingresos profundamente regresiva la que abona la desigualdad social creciente. Se expresa en un impresionante atraso cultural que abarca a grandes sectores de la población, en que núcleos importantes de trabajadores no alcanzan la calificación adecuada para adaptarse a las nuevas tecnologías, en que millones de estadounidenses no cuentan con cobertura médica o en la existencia de 15 millones de migrantes, la mayoría latinos, que viven ilegalmente.
Iniciar alguna solución depende de cómo se resuelva el abismo fiscal. Por otra parte no son pocos los que temen que de no haber acuerdo se trabe también la elevación del "techo" de la deuda, hoy del 90 por ciento del PBI, mecanismo con el cual EEUU financia su más que abultado déficit.

El tiempo apura.

Cuando este artículo llegue a manos de los lectores estará cercana la fecha límite para llegar a un acuerdo que contemple la reducción del déficit en el largo plazo y el apoyo a la recuperación económica en lo inmediato. Sectores empresariales están presionando en el parlamento para que se resuelva la incertidumbre y juegan con que la falta de decisiones está deteniendo las inversiones productivas. Los sindicatos manifiestan su preocupación por el riesgo de una nueva suba de la tasa de desocupación, los desprotegidos porque ven debilitarse una vez más la promesa de Obama de reformar el plan de salud, los sin papeles porque ven peligrar su radicación...
Hasta ahora siempre hubo acuerdo de último momento y probablemente lo haya también en esta ocasión. El problema son los términos de ese acuerdo. Pero si no se logra, y efectivamente entra a jugar el ajuste automático la posibilidad de una nueva y profunda recesión, que impactará también en la economía mundial, puede concretarse.
Restan escasamente poco más de dos semanas para comprobarlo.

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