martes, marzo 11, 2014

Comunismo, socialismo y nacionalismo en Cuba (1920-1958)

El libro que presentamos los atrapará. La Dra. Caridad Massón Sena explica en la nota de Presentación como nació de las ponencias y debates realizados durante dos días de octubre del 2009, en la sede del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, institución de ciencia y conciencia que todos conocemos como “Centro” Juan Marinello. Massón Sena da cuenta de la organización del taller y cómo esta se respeta en la presente obra.
Qué nos proponen los autores
El Prólogo, es de hecho un interesante y arriesgado ensayo del Dr. Orlando Cruz Capote que recoloca lo que le continuará, desde una sistematización -que su autor con modestia nos define como esquema-, de lo que considera la crisis del marxismo y el movimiento comunista internacional desde 1924 hasta la contemporaneidad. Si el lector decide comenzar su lectura desde el final del libro, tendrá el grato encuentro con la prosa íntima de Blas Roca Calderío (1908-1987) en carta a su entrañable colaboradora Justina Álvarez (1913-2008), y podrá penetrar desde esas confesiones que solo se hacen en la intimidad, en la magnitud histórica del hombre que desde 1934 dirigió el primer Partido Comunista, contra vientos y mareas, tormentas y desastres, con mucha pasión, coraje y patriotismo. Tanto el Prólogo como la carta de Blas dan paso a un conjunto de excelentes presentaciones.
Pienso que no fue solo la casualidad del emplane, la que nos coloca a partir de las páginas 178-179, exactamente en la mitad del libro, el ensayo de la Dra. Angelina Rojas Blaquier “Zapatero a tu zapato”, dedicado a presentarnos la imagen de Blas Roca en el tejido de las circunstancias históricas. La carta a Justina Álvarez que referimos, con la que finaliza el texto, y este artículo de Rojas Blaquier, constituyen un homenaje que bien merece este fundador del socialismo cubano. Homenaje, que se continúa por el conjunto de los autores, pues Blas por razones obvias, es una de las figuras eje, su protagonismo histórico será explícito o estará implícito en el discurso histórico que articula toda la obra compilada por Masson Sena.
Si Cruz Capote propone emprender la lectura desde la actualidad, el texto incorporado como anexo de la Dra. Ana Cairo Ballester “Un requiem marxista para la Revolución del 30”, proporciona una lúcida panorámica que recorre los antecedentes históricos y las figuras principales que como Fernando Ortiz, tributaron al primer momento articulador de las tradiciones nacional-revolucionarias con el marxismo, a sus trascendentales alumbramientos, compulsiones y disensos, y en tanto constituyeron sustento y estímulo para la eclosión revolucionaria de las masas y de sus tres personalidades cimeras: Julio Antonio Mella (1903-1929), Rubén Martínez Villena (1899-1934) y Antonio Guiteras Holmes (1906-1935), a cuyo influjo se forjó una valiosa intelectualidad marxista, que sin embargo no ha sido suficientemente atendida por nuestra historiografía –e incluso algunos fueron objeto de prejuicios por el “pecado” de desafiliarse o no afiliarse nunca al primer Partido Comunista de Cuba-, como Raúl Roa García (1907-1982), o Pablo de la Torriente Brau (1901-1936), quien al caer como combatiente antifascista en la defensa de la República Española, ya era militante del Partido Comunista de aquel hermano país
Dos figuras cimeras del movimiento comunista cubano son tratadas en la compilación. La Dra. Juana Rosales García presentó Rubén Martínez Villena: una interpretación creadora de las ideas marxistas, y la profesora e investigadora matancera Alina Bárbara López Hernández nos brinda “La concepción de la revolución verdadera en Juan Marinello”.
La evaluación de figuras tiene en el texto de Julio César Guanche El compañero señor Chibás. Un análisis del nacionalismo populista cubano la presentación del líder fundador de la ortodoxia en sus varios y contradictorios matices. Guanche es un joven intelectual revolucionario que ejerce su compromiso desde y en la actualidad que lo ha formado, y sin dudas su Eduardo René Chibás Ribas (1907-1951) es orgánico y a la vez distinto al que generalmente nos ha llegado desde lecturas comprometidas con simpatías y rechazos. Guanche sostiene que el socialismo auténtico es sinónimo genérico del capitalismo de Estado (p 219), precisión esta que más allá del objeto del libro, aporta y esclarece frente a lecturas desacertadas que se han hecho del programa del PRC (A). El programa político de un partido es ante todo un asunto de clase.
Guanche realiza un diálogo paralelo del autenticismo y posteriormente la ortodoxia, con el populismo latinoamericano de la época. Nos “cocinamos” muchas veces en estudios que ni siquiera intentan levantar la vista hacia el entorno caribeño, y aunque el intervencionismo de la Internacional Comunista en la vida del primer partido y en decisiones de impacto nacional, hace imposible para los historiadores de esta temática la no atención del factor externo, la compilación que presento se precia de prestar una especial atención al mundo en que Cuba se inserta y sobre todo interacciona. En esta dirección están los trabajos de la profesora y acuciosa investigadora Berta Álvarez Heredia “Cuba entre dos guerras mundiales”, del historiador y filósofo Dr. Jorge Luis Acanda González “Situación internacional e influencia global de la COMINTER”, y del profesor Daniel Felipe Fernández Díaz “Nacionalismo y Revolución en América Latina (1945-1958)”.
Sin dejar de tener el referente latinoamericano y mundial, la visión hacia lo interno la completan las profesoras de la Universidad de La Habana, Dra. Ana Cairo Ballester con “Algunas tendencias socialistas en Cuba” y la Dra. Paula Ortiz Guilián desde “El Primer Partido Comunista de Cuba y su posición ante los gobiernos auténticos; y dos ensayos de la autoría de la compiladora Masson Sena “Comunismo y nacionalismo: Una relación conflictiva durante la Revolución del 30” y “El Partido Socialista Popular y la Revolución Cubana”, entendiendo Masson Sena por Revolución Cubana la última etapa de la insurrección contra la dictadura de Fulgencio Batista y Zaldívar (1901-1973).
Todos los trabajos documentan y fijan criterios novedosos sobre el tema de convocatoria, para aportar cada uno un nuevo nivel de conocimiento, tanto en sus objetos de estudio como en las válidas generalidades teóricas que aporta la obra en su conjunto.
Junto a la excelente labor de la compiladora, en el libro se destaca por sí mismo, el magisterio filosófico e histórico de Fernando Martínez Heredia. Con la naturalidad desenfadada de sus profundos ejercicios de saber, Martínez Heredia hace una lúcida introducción del libro, tal como ocurrió en el taller, y la huella de su atención-ocupación, jalona los debates que se suceden. Su ponencia final propone trece puntos para resumir los principales aspectos del proceso de la insurrección hasta el triunfo de la Rebelión el 1ro de enero de 1959. Antes, brindó testimonios y aclaraciones inéditas sobre la fundación de la columna guerrillera al norte de las Villas y la participación de las bases comunistas de la región en la arriesgada tarea, durante el último año de la Guerra de Liberación.
Además del decir en los debates del prologuista y los autores, el libro recoge las intervenciones que desde el público realizaron las doctoras Josefina Mesa Paz, Ana Suárez Díaz, Carmen María Díaz García, el profesor brasileño Daniel Rodríguez y quien hace esta presentación.

De lo mejor del revisionismo histórico marxista

El libro que les comento, es de lo mejor del revisionismo histórico marxista latinoamericano. Con profesionalidad sus autores se acercan de manera prudente pero incisiva a la verdad histórica, hacen gala de sabiduría para colocar al Partido de los comunista cubanos en su imprescindible y justo lugar, en un hacer que como precisa el título de la obra que comparten, fue también campo de pelea para socialistas y nacionalistas revolucionarios, y sobre todo, para miles de revolucionarias y revolucionarios “sin partido”, decididos con y sobre las disciplinas ideológicas, a darlo todo por su emancipación como esclavos modernos del capitalismo neocolonial. Todas las visiones explicitan el por qué de los disímiles posicionamientos, comprenden y aprehenden la dinámica, el lugar, el tiempo y las personalidades, en la vorágine de una revolución tan compleja en sus flujos como en sus reflujos.
Y lo más interesante, está precisamente en que mientras más se desbroza la complejidad, en la medida que acompañamos a las personalidades en sus luces y sombras, cuando los vemos a todos, a los revolucionarios más preclaros y a los menos lúcidos, a sus antagonistas, a los más canallas y a los menos, a los vacilantes, a sinceramente confundidos, junto a muchos otros personajes intermedios, cuando hacemos el balance de aportes, resultados y sobre todo eticidad y patriotismo, el primer Partido Comunista de Cuba se nos revela como un sujeto indispensable de la historia cubana en la primera mitad del siglo XX. Solo anoto cuatro entre las varias claves que el libro devela:
1) Durante el proceso de la Revolución de 1930 y después, el Partido disputó a nacional reformistas, nacionalistas revolucionarios, socialistas, anarquistas, apristas, trotskistas y muchos más, un liderazgo para el que se creía predestinado por su auto asunción comunista, pero solo pudo llevar adelante esta disputa, porque indiscutiblemente fue un sujeto con capacidad de liderazgo y fuerzas vivas y actuantes en la historia real. 2) El Partido Comunista de Cuba se privó de la criticidad y la irreverencia fértil y propositiva de un sustantivo grupo de marxistas cubanos, pero a contrapelo de sectarismos y dogmas desde dentro y fuera del Partido, no se puede entender el protagonismo histórico de estos revolucionarios y la producción teórica y documental que nos legaron, sino es por la relación conflictual de “oposición”, discrepancia y/o acompañamiento que estos marxistas -y leninistas- sin afiliación orgánica, mantuvieron con el Partido y con los movimientos e iniciativas políticas, sociales y culturales de masas que impulsaba.
3) El nacional reformismo o el populismo en Cuba, nació en 1934, en tanto partido y movimiento, como alternativa esencialmente burguesa y anticomunista. De ahí que personalidades tan dispares en lo ético y político como Ramón Grau San Martín (1881-1969) y Eduardo R. Chibas, fueran orgánica y visceralmente anticomunistas, negados a cualquier trato con los comunistas, con errores o sin errores del Partido marxista. 4) No obstante los desaciertos de partida en la evaluación del movimiento revolucionario organizado por el joven Fidel Castro Ruz (), y de la política errática frente a la lucha armada; el Partido Comunista -desde 1944 con el nombre de Partido Socialista Popular- logró realizar una amplia propaganda a favor de las transformaciones urgentes que necesitaba la sociedad cubana, denunció y alertó sobre las maniobras imperialistas, y desde la presión combativa y patriótica de su militancia, se pronunció y actuó definitivamente a partir de febrero de 1958 por la vía de la insurrección armada. En este proceso el Partido de los comunistas contribuyó de modo esencial a cohesionar a las masas para obtener la unidad que consolidó el triunfo definitivo de la Revolución (p 275). Junto a los militantes del Movimiento 26 de Julio, y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, la resistencia auténtica del autenticismo y la ortodoxia, y muchos otros patriotas, decenas de comunistas sufrieron cárceles, represión y torturas en las mazmorras batistianas. Los líderes sindicalistas José María Pérez (1911-1957) y Saturnino Aneiro Abella (1915-1958), Francisco Rosales Benítez (Paquito) (1906-1958) primer alcalde comunista en Cuba, el estudiante de magisterio Fulgencio Oroz Gómez (1939-1958), y otros comunistas fueron asesinados o murieron en combate.
Subrayo la muy pocas veces atendida actuación de los comunistas durante el periodo posterior a la ruptura golpista de la democracia burguesa en Cuba en marzo de 1952, la dictadura de Batista y la Guerra de Liberación. La ausencia del protagonismo de los militantes del Partido Socialista Popular en la historiografía, en la textología escolar, y en el espectro conmemorativo de la propaganda histórico-política que realizamos, resulta una significativa deuda, que ni siquiera aparece en los inventarios más consensuados de la crítica académica.
Después de la obra mayor de la Dra. Angelina Rojas Blaquier sobre la Historia del primer Partido Comunista de Cuba [1] , este libro que presentamos constituye el esfuerzo teórico e historiográfico más completo que se ha puesto en manos de estudiantes, profesores, especialistas y público en general. A diferencia de la obra monográfica de Rojas Blaquier, la estructura de ponencias, que da origen a los artículos y ensayos que integran “Comunismo, socialismo, nacionalismo…”, le proporcionan la fluidez que caracteriza el debate controversial, así mismo el resultado de las múltiples miradas que se brindan, y la construcción colectiva del conocimiento que se armó entre ponentes y público, proporcionaron el desbroce de aristas aún no trabajadas y el planteamiento en nuevas interrogantes. El ejercicio de síntesis y brevedad que se le impone a cada autor en la dinámica de un taller y el carácter eminentemente parcial que ello asigna a los asuntos que trata, obligarán al lector interesado y a los propios estudiosos, en más de un tema, a buscar la profundidad del acontecer histórico que existe en los citados tomos de Rojas Blaquier. Lo uno y lo otro imponen felicitar lo hecho y exhortar a la continuidad. Esperamos entre otros próximos partos, un esperado libro de Paula Ortiz Guilián, y ya se anuncia para el año próximo la salida del Rubén de Juana Rosales García, libro que hace tres años espera su oportunidad entre las obras que “aprobadas para editar” aún no encuentran la prioridad del financiamiento.

Un libro de pelea y de unidad

Todo libro de historia se piensa, hace y publica desde y para la política concreta, y en mi opinión Comunismo, socialismo, nacionalismo, pelea de principio a fin en la zona más crucial de la lucha ideológica y política de la Cuba actual. Pienso que hay dos territorios de forja y combate, siempre muy interconectados, donde las verdades de esta obra impactan de manera crucial.
Uno: Venimos de una tradición de infantilismo izquierdizante, que fracturó la riqueza de la historiografía nacionalista y marxista, la que en la república neocolonial dio su porfía patriótica contra la genuflexión y el entreguismo de oligarcas y mercenarios, y tuvo en los años sesenta, tras el triunfo popular de enero de 1959, su eclosión de confirmaciones y nuevas herejías. El primer Partido Comunista de Cuba fue colocado como el principal -y en algunos libros y programas escolares y universitarios como el único- sujeto dinamizador de la historia republicana, y este atentado voluntarista a la verdad histórica, como toda imposición, trajo aparejado no solo las resistencias genuinas de no pocos historiadores, sino que incubó errores de actuación, insatisfacciones y pasiones mal encausadas. La rectificación en ciencia, política y sensibilidades no ha corrido pareja, y aún hoy hay fantasmas por exorcizar. Y esta obra resultado del taller convocado por el Centro Juan Marinello, es un ejercicio sereno e inquisitivo de pensamiento revolucionario, que se abre en amable invitación. La Historia no puede entenderse como coto particular para dirimir discrepancias y conflictos que aunque se declararon superados por la unidad partidistas, para algunos de los antagonistas solo se postergaron.
Dos: Por procesos de anomia social, mercantilización, socialdemocratización, derechización liberaloide y mercenarismo intelectual, cuya explicación escapa a la posibilidad de esta presentación, hoy presenciamos el avance en la historiografía cubana y también más allá de esta, de una tendencia esencialmente anti partido, que pretende negarle a los militantes del primer Partido Comunista de Cuba protagonismo alguno en el acontecer republicano, presentándolos a lo sumo como un grupo sectario de erráticos seguidores del estalinismo. Tal hacer y decir del más rancio anticomunismo, se interconecta y magnifica ahora reenvasado y camuflajeado con ribetes postmodernos, por los activos-CIA de la subversión ideológico-cultural. Comunismo, socialismo y nacionalismo en Cuba (1920-1958), da una sólida respuesta de ciencia a los anticomunistas de oficio académico, y deja en la más absoluta indigencia temática a los agentes de la tergiversación y la manipulación tarifada.
En un libro de afortunados disensos historiográficos, hay varias unanimidades que compartieron todos los autores, de ellas tres decisivas:
Primera: Todos los autores fundamentan sus posiciones en una construcción del discurso histórico que privilegia y hace culto el partidismo científico, al compromiso con la verdad que se sustenta en investigaciones, documentos y cualificaciones pertinentes. Al lector y a los especialistas interesados les corresponde la tarea de sopesar argumentos y posiciones.
Segunda: Las ponencias y sobre todo el debate que tan sabiamente se incorpora como sujeto principal que articula, completa y propone, ambos, transpiran fraternidad. Lo solicitó Fernando Martínez Heredia en una primera intervención: “nada de colegas, ni académicos, fraternales” (p 91), pero no es la primera vez que tal condición se solicita o reclama –incluso el propio Martínez Heredia lo ha reiterado en todos los espacios en que participa-, y esto no siempre se logra. El texto captó el clima de camaradería y responsabilidad que se estableció entre ponentes y público. Frente a los reduccionismos del “respeto”, que intenta hacer plaza en nuestro medio, y obligarnos a falsas tolerancias con la mediocridad y la asepsia ideologizada de la desideologización, el libro que les recomiendo, es demostrativo de que es posible y necesario el diálogo de saberes inquisitivos, discrepantes, diferenciadores. Nada que debía decirse se dejó de decir, todas las divergencias quedaron expuestas, para darnos el privilegio hoy, casi un lustro después, de comparar y apreciar por donde andamos ahora mismo. Y me complace compartirles que en mi opinión, esos discursos del 2009, andan hoy mucho más cercanos, porque su pertinencia no se agotó en la “academia”, sino que está en la dialéctica enriquecedora de las luchas ideológicas y políticas que en estos precisos momentos nos ocupan.
Tercera: En medio del empobrecimiento del conocimiento, la historia, el estudio y la enseñanza del marxismo y el leninismo que aún no se resuelve en nuestro país, mientras crecen quienes abandonan el socialismo científico tras nuevos y estériles mimetismos, cuando hasta en zonas del discurso y la prensa política partidista, comienza a escasear la palabra y el concepto comunismo, todos estos autores se aferran a sus certezas marxistas y asumen el rescate y la construcción plural de la historia de los movimientos comunista, socialista y nacionalista cubano, simientes colectivas del actual Partido Comunista de Cuba. Lo hacen por demás con un método crítico y propositivo. No hay falsas ingenuidades y ni el más mínimo asomo de interés en ser o parecer ingenuos. Quienes accedan a la lectura de esta obra, tendrán la oportunidad de repasar no solo lo que pasó en el ayer histórico, sino que encontrarán a su disposición un cúmulo de inteligentes razones para pensar el hoy. En este sentido, lo autores no se ven, ni actúan como jueces, saben que ese no es el oficio del historiador, pero no dudan en explicitarnos qué no podemos perdonarnos hoy en nuestra praxis militante, y ese si es el oficio del historiador.

Felipe de J. Pérez Cruz

Nota:

[1] Angelina Rojas Blaquier: Primer Partido Comunista de Cuba, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, tomos I (2005), II (2006) y III (2010).

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