sábado, marzo 22, 2014

Ucrania y la crisis mundial



La anexión de Crimea por Rusia es un acto de piratería internacional. El primer ministro ucraniano es un hombre del FMI. Rusia y la Unión Europea negocian el reparto de Ucrania. El FMI se apresta a imponer un ajuste. La independencia de Ucrania exige una lucha revolucionaria de masas.
Mientras la prensa mundial difunde proclamas de ‘firmeza’ y belicosidad de parte de los gobiernos envueltos en la crisis de Ucrania, la línea fundamental sigue siendo la transacción diplomática. El comercio y las inversiones del capital internacional en Rusia son relativamente elevadas, y lo mismo ocurre con la plata robada por la oligarquía rusa que se encuentra en los paraísos fiscales y en Londres. La bancarrota de Ucrania, por otra parte, es sideral, y no podría ser enfrentada en un marco de acentuación de la crisis entre Rusia y los Estados de la Otan. Rusia tiene que participar del rescate de Ucrania, de cuya bancarrota es la principal responsable.

Reparto

A la luz de esto, el referendo en Crimea avala el retorno de Rusia a la península, antes de su cesión a Ucrania. Se trata de un acto de piratería internacional, que empuja a Ucrania al girón de la Otan. Ahora el conflicto se traslada a las elecciones previstas para el 25 de mayo próximo. La carta más relevante es la representada por el partido de Yulia Timoshenko, que no solamente ha sabido negociar en el pasado con los rusos sino embolsar incluso jugosas comisiones. El gobierno transitorio actual es un fantoche jurídico y político impuesto por Estados Unidos durante la crisis de la noche del 21 de febrero, para hacer fracasar un acuerdo previo con Rusia. La composición del gobierno actual fue rechazada por la multitud sublevada en la Plaza de la Independencia, en Kiev, la capital de Ucrania. El primer ministro es un personaje repudiado, del partido de Timoshenko, que responde en directo al FMI.
No debe olvidarse que en este conflicto no está en la mesa de discusión la incorporación de Ucrania a la UE, como es la aspiración, seguramente, de la mayoría de los ucranianos, sino un acuerdo de comercio que da vía libre a la penetración del capital internacional en Ucrania. La UE no quiere siquiera hablar de una integración de Ucrania, dado que ello agravaría su crisis económica y laboral interna, y porque Ucrania, en completa quiebra, no reúne las condiciones para competir dentro de un bloque económico. Gran parte de la oligarquía de Ucrania y también de Rusia ya se encuentra ganada a esta perspectiva, una vez comprobado que el esquema actual ha producido una bancarrota abismal. En una síntesis muy apretada se podría decir que Rusia y la Otan están negociando el reparto político y económico de Ucrania, no la unidad o división territorial, pues incluso Crimea seguirá en Ucrania en la ficción de república autónoma. Un acuerdo de reparto, como todos los de esta naturaleza, será por definición transitorio o episódico, en especial porque el capital internacional apunta a la colonización capitalista completa, no ya de Ucrania sino de la propia Rusia. Cualquier acuerdo precario provocará, con seguridad, divisiones en la camarilla de Putin y en la jefatura de las fuerzas armadas. El FMI ya ha advertido que el ajuste que se apresta a imponer a Ucrania provocará un descenso colosal de las condiciones de vida y trabajo de su pueblo. El imperialismo coquetea con un recrudecimiento de los antagonismos nacionales y sociales y con situaciones revolucionarias.

Autodeterminación

El afloramiento de la cuestión nacional, otra vez, en Ucrania, ofrece posibilidades revolucionarias a la clase obrera internacional. Ucrania ha sido un cruce de caminos de la historia mundial, por motivos históricos cambiantes. La reivindicación de la independencia nacional de Ucrania, formulada en forma consecuente, constituye un ataque a la dominación de la oligarquía y el régimen restauracionista de Rusia, por un lado, y a la colonización financiera por parte de la Unión Europea, por el otro. Más allá de esto, Ucrania es una pieza importante para el dispositivo militar de la Otan, como cabeza de playa a la Rusia asiática, el Cáucaso y el Medio Oriente, aunque también para reforzar a Estados Unidos frente a sus rivales en Europa. La independencia y unidad de Ucrania contra la depredación de unos y otros plantea una lucha revolucionaria de masas.
Algunos intelectuales europeístas plantean que se trata de lo contrario, pues el pueblo de Ucrania estaría luchando por el derecho nacional a incorporarse a la Unión Europea. El derecho a la autodeterminación significaría o implicaría la asimilación política de Ucrania por parte de la UE. El planteo apasiona a la izquierda democratizante de Europa, incluidos los trotskistas de la teoría de la revolución democrática, pues refuerza su propia posición, que define a la UE como el nuevo campo nacional de la lucha social e, incluso, presenta el sometimiento a los planes de la Comisión Europea como un mal menor. ¡Pero la UE no acepta esa integración, sino a condición de una etapa previa de ajuste, miseria social y colonización económica! Es la propia UE de la ‘democracia’, la que rechaza el derecho de Ucrania a la autodeterminación. Por eso ha impuesto, precisamente, un gobierno armado en Bruselas y Nueva York, contra la voluntad de la sublevación popular. La respuesta reaccionaria y brutal de Putin ha servido a gusto al imperialismo, pues con la ocupación de Crimea ha redorado los blasones del gobierno usurpador en Kiev. Los socialistas revolucionarios debemos orientar la experiencia que se desarrollará con esta crisis, para oponer el derecho nacional de Ucrania al opresor ruso y al colonizador de la austeridad y la miseria capitalistas.
Pero la cuestión nacional de Ucrania tiene un potencial revolucionario sobre Rusia, aunque el pisoteo del imperialismo y su apoyo a los grupos fascistas de Ucrania ha producido una reanimación del chovinismo ruso (su derecho a ocupar Ucrania). A mediano plazo, sin embargo, quedarán en evidencia los verdaderos intereses de la camarilla del Kremlin y de la oligarquía rusa. La crisis ucraniana ya se está cobrando una enorme salida de capitales de Rusia y la devaluación del rublo. Los costos del chovinismo se sumarán a la carga enorme de miseria de las masas rusas. Es un momento oportuno para sacar de los anaqueles los escritos bolcheviques a favor del derrotismo en Rusia. Denunciando al imperialismo capitalista de la Otan en Ucrania, los revolucionarios rusos deberían reclamar la salida de las tropas rusas de Ucrania y defender el derecho ucraniano a la autodeterminación nacional -con las banderas de una Ucrania unida, independiente, obrera y socialista.

Jorge Altamira

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