sábado, agosto 16, 2014

Brasil: Entre la catástrofe futbolística y la otra.



La catástrofe de la selección en el Mundial (cuarta, con el adorno de siete pepinos alemanes) ilustra la situación de un país al borde de la catástrofe nacional. Las previsiones oficiales del crecimiento de este año (menos de 1% del PBI) ocultan las más realistas, del “mercado”, que anticipan un retroceso económico. Las exportaciones de manufacturados (base de la producción industrial) están este año US$ 6 mil millones abajo del 2008, un retroceso absoluto del 17%. Los despidos están en el orden del día en todos los sectores.

Crisis

La ausencia de inversiones (estatales o privadas) ha llevado a la catástrofe a los dos sectores básicos de la sobrevivencia social: agua y energía. Las distribuidoras de energía están quebradas. En un contexto de inflación y carestía (a los índices oficiales nadie los tiene en cuenta) para “salvar la economía” hasta las elecciones, el gobierno petista apela a la receta de la catástrofe: aflojamiento de las reglas financieras (encajes y depósitos compulsorios) para incrementar el crédito al consumo, esto en condiciones de casi defól privado (63% de las familias están endeudadas, un porcentaje mucho mayor en las grandes ciudades, con un 20%, o 33% de los endeudados, en atraso).
La oposición del PSDB no capitaliza la crisis porque, en primer lugar, en los dos estados principales que gobierna (Minas y San Pablo) se encuentra a la cabeza del desastre hidro-energético. En segundo lugar, porque su programa (privatizar absolutamente todo, hacer explotar el Mercosur e ir para acuerdos de libre comercio -entrega total- con la UE y los EEUU, leña total contra los trabajadores y la juventud) no seduce a la mayoría del empresariado, que ha hecho más donaciones a la campaña por la reelección de Dilma Rousseff (R$ 300 millones, o US$ 140 millones) que a la del gobernador minero Aécio Neves. Sin hablar que, en materia de represión (militarización y prisiones, “ley antiterrorista” en trámite) el gobierno del PT le ha ganado a todos sus predecesores, con la ventaja de que el partido controla la principal central sindical (CUT).

Con la soga al cuello

Dilma encabeza las encuestas, con 38% de las intenciones de voto (válido), contra poco más de 20% de Aécio. El repudio popular, por ahora, se canaliza en el crecimiento de las abstenciones. Los problemas principales, al gobierno, le vienen de su propia coalición: a la deserción del PSB y la eco-evangelista Marina Silva (que lanzaron su propia fórmula presidencial) se suma el hecho de que su gran aliado, el PMDB (dueño de la mayor bancada en las cámaras y del mayor número de municipios) está enfrentado al PT, debajo de la candidatura presidencial, en estados en que vive 75% de la población del país. O sea, apoya la reelección de Dilma para ponerle una soga al cuello. Para enfrentar los dos peligros, el PT busca proyectarse como el principal partido evangélico: Dilma y la plana mayor del partido asistieron, en primera fila, a la inauguración del Templo de Salomón (evangélico de una secta fascistoide), construido con crédito público y con el desplazamiento ilegal de tierra contaminada (metano y gases tóxicos) a la Universidad de San Pablo, que se encuentra en huelga de 75 días por ese motivo y por el salario.

Izquierda

La crisis alcanza a la izquierda, debilitada y electoralmente dividida, con índices electorales del 1% o menos. La candidatura inicial del PSOL (Randolfe Rodrigues, un político burgués de Amapá), aunque apoyada por el aparato y las principales tendencias del partido, se hundió (buena parte del partido, la más militante, simplemente la ignoró), obligando a su substitución por la ex diputada Luciana Genro. El PSTU de nuevo con candidatura presidencial de Zé Maria, dirigente de la CSP-Conlutas. En San Pablo, único caso nacional, PSOL y PSTU han lanzado candidaturas en común, en nombre del “Frente de Izquierda”: Gilberto Maringoni (PSOL) para el gobierno, una candidata del PSTU para el senado. Su programa lleva la consigna curiosa de “sin donaciones de los patrones”, pero no postula la independencia política del proletariado ni el gobierno de trabajadores. En un país donde hubo un caudillo obrero como presidente y donde gobierna una alianza de clases entre el PT y principal partido de la burguesía, el PMDB, está ausente la delimitación estratégica con la colaboración de clases. El hecho, sin embargo, de una candidatura unitaria de izquierda le ha dado cierto impulso electoral a este frente.

Osvaldo Coggiola

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