domingo, agosto 17, 2014

La masacre en Gaza y las palabras correctas



Ya muchos lo han dicho muchas veces: las palabras también son un arma. En las semanas pasadas los palestinos no sólo enfrentaban la poderosa máquina militar israelí, sino también la máquina mediática global que hacía todo para deshumanizar e invisibilizarlos. Sobre sus cabezas caían no sólo las bombas, sino también las palabras y a veces algo más letal: el silencio. Igual fue durante las otras masacres en Gaza.
Y mientras Israel desde hace años sigue con su política de limpieza étnica (por cierto, una de las palabras vedadas en los medios), repitiendo las mismas mentiras, nosotros sus críticos seguimos condenados a irlas desglosando una y otra vez.
Mientras sigue gozando de sus privilegios derivados del sufrimiento del pueblo judío, pudiendo hacer y decir todo –Norman Finkelstein demostró cómo el Holocausto se volvió el arma ideológica de Israel para pintarse de víctima y evitar toda crítica ( The Holocaust industry, 2000)–, nosotros a veces nos sentimos limitados por el manual de buena conducta.
Éste dicta, por ejemplo, que hay palabras imposibles de usar –vinculadas en su mayoría con las atrocidades nazis–, privatizadas por Israel y prohibidas.
Prohibidas no porque su pronunciación fuera a traer el Armagedón, sino porque su uso en el caso de los palestinos los humanizaría, los dotaría de derechos y les ganaría más simpatía.
¿Pero qué hacer si resultan las palabras más adecuadas para hablar de la vida y la muerte en los territorios ocupados? Rescatarlas. Usarlas.
Aquí hay algunas:
• Campo de concentración. El filósofo italiano Giorgio Agamben, para quien el campo de concentración es el paradigma de la modernidad, citando un poema de Celan que evocaba el exterminio de judíos escribía que la muerte ya no es el maestro en Alemania –como apuntaba el poeta–, sino en Israel, que hizo de Palestina el gran campo de concentración ( Il Manifesto, 3/6/10).
• Gueto. No es lo mismo que el campo de concentración, pero en Gaza los dos conceptos se funden creando uno nuevo, el gueto-campo, un producto original de la ingeniería represiva-militar israelí.
• Pogromo. Masacre de gente indefensa, término acuñado en Rusia para denominar los violentos ataques antisemitas, sirve bien para describir lo de Gaza y la atmósfera anti-árabe/racista en todo Israel.
• Genocidio. El acto de barbarie contra los civiles de Gaza atacados por pertenecer a determinado grupo étnico cae en la canónica definición de genocidio del polaco-judío Rafal Lemkin (1933). No obstante, el objetivo de Israel no es el exterminio de los palestinos: es tenerlos golpeados, reducidos a homo sacers, despolitizados y dependientes de la ayuda humanitaria/oenegera. Divididos entre varios guetos-campos (Gaza/Cisjordania) y mantenidos como una controlable amenaza y combustible para la política interna y el complejo militar-industrial israelí.
• Fascismo. Michel Warschawski, el veterano activista antisionista, por años se abstuvo de llamar a Israel un Estado fascista: pero si algo parece pato y camina como pato, entonces es un pato ( AIC, 29/5/12).
• Nazismo. Igual y no (recordemos la vieja fórmula: todo nazi es un fascista, pero no todo fascista es un nazi). El adjetivo nazi es mejor reservarlo para el nacionalsocialismo y sus crímenes, evitando su relativización.
El lugar desde donde hablo es particular. Por un lado los polacos tenemos nuestros propios pecados antisemitas. Por otro, junto con otros polacos-judíos sufrimos los horrores de la ocupación alemana. Es parte de nuestra identidad. Mi abuelo fue prisionero del campo de concentración en Dachau, por ser miembro de la resistencia. Crecí en los terrenos donde una vez estuvo el gran gueto de Lodz/Litzmannstadt.
Todo esto no otorga ningún derecho especial para hablar de esta historia, pero tal vez da un poco más de sensibilidad al significado y al sufrimiento detrás de las palabras en cuestión. En esto se basa la nada fácil decisión de volver a usarlas (o dejar algunas fuera).
Algo así, en mucho mayor grado, hace interesante la posición de Finkelstein, hijo de sobrevivientes de Auschwitz, quien también hace esta observación: en la sociedad israelí todos comparan a todos con Hitler o se tachan de nazis.
Incluso los más prominentes sionistas: “A Rabin lo llamaban ‘nazi’, Ben Gurión llamó ‘nazi’ a Jabotinsky, Jabotinsky llamó ‘nazi’ a Ben Gurión, Begin llamó ‘nazi’ a Ben Gurión…” ( Defamation, 2010).
En Israel, aunque hubo planes de criminalizar la palabra nazi, nadie se escandaliza tanto por eso (el mismo Finkelstein creció con este lenguaje en su casa en Estados Unidos).
Pero cuando alguien de afuera se atreve a hablar de un campo de concentración o gueto en Gaza, condenar el genocidio palestino o llamar al Estado de Israel fascista o nazi por las masacres de los palestinos –por ejemplo, Gianni Vattimo, filósofo católico y homosexual declarado, que igual por su propia condición acabaría en Auschwitz o Dachau, como gitanos, comunistas y tantos otros, no solo judíos–, los israelíes y el mundo liberal políticamente correcto quedan indignados. Lo denuncian como discurso de odio. Y –claro– como antisemitismo.
¿O será la palabra correcta para hablar de la hostilidad antijudía causada por lo de Gaza? Steven Beller, autor de Antisemitism: a very short introduction (Oxford, 2007), argumenta que no: otra vez es sólo el afán israelí de neutralizar las críticas ( Louis Proyect blog, 8/8/14).
El escritor Etgar Keret es la voz liberal en su país. A los críticos de Israel como Naomi Klein los llama (sólo) fascistas de izquierda ( Gazeta Wyborcza, 23/11/09).
Escribiendo de su padre, sobreviviente del Holocausto, que una vez les gritó nazis a unos skinheads noruegos que agredían a unos chinos, concluía: A veces es la palabra correcta ( The New York Times, 17/1/14).
¿Y qué serían las palabras correctas para hablar de lo que hicieron unos extremistas judíos que el mes pasado secuestraron en Jerusalén a un joven palestino, le echaron gasolina en la garganta y le prendieron fuego?
¿Y de la masacre en Gaza, en la que murieron más de mil 900 personas, la vasta mayoría civiles, incluidos 450 niños?
Sólo las más fuertes: pogromo, genocidio, fascismo.
El adjetivo nazi ya dejémoslo de lado.

Maciek Wisniewski, Periodista polaco

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