viernes, mayo 06, 2016

Retomar las tradiciones clasistas e internacionalistas de la clase obrera argentina



La clase obrera argentina no nació peronista, como algunos referentes nos quieren hacer creer, tiene una larga tradición de lucha y organización que debemos recuperar.

En su regreso a la escena política la ex presidenta Cristina Kirchner convocó a la conformación de un Frente Ciudadano. Fiel a la historia del movimiento que representa, el peronismo, postula nuevamente al kirchnerismo como el “partido de la contención”. Sin embargo, la clase obrera argentina, que no nació con el peronismo, tiene una larga historia de lucha y organización que debemos recuperar para enfrentar el ataque que hoy sufrimos y los intentos de contener las respuestas de los trabajadores para derrotarlo.

El peronismo como contención del potencial revolucionario de la clase obrera

“Pueden venir días de agitación… ¿Cuál es el problema que a la República Argentina debe preocuparle sobre todos los demás? Un cataclismo social. El objetivo que la Secretaría de Trabajo y Previsión persigue es evitar el cataclismo social… Sólo es necesario que los hombres que tienen obreros a sus órdenes lleguen hasta ellos… para hacerlos verdaderos colaboradores” (1). En uno de sus tantos discursos el entonces Secretario de Trabajo Coronel Perón establecía con claridad el rol que venía a cumplir. Ya antes del 17 de octubre, delineaba el papel “preventivo” de lo que se consolidaría, tras la irrupción de las masas en 1945, como el peronismo, marcando a fuego la historia de la clase obrera argentina hasta nuestros días.
Pocos años antes del ascenso del peronismo, una huelga general conmovía al país. Desde fines de 1935 los obreros de la construcción reclamaban el reconocimiento de su sindicato, mejoras salariales y de condiciones de trabajo, reducción de la jornada laboral, descanso dominical y seguro por accidente de trabajo. En asamblea miles de trabajadores declararon la huelga general de toda la rama. Los huelguistas enfrentaron a la policía y a las bandas patronales en choques callejeros mientras la solidaridad con la huelga crecía a nivel nacional e internacional. Se realizaron actos, festivales e importantes eventos con figuras del arte y la cultura; en Uruguay fue convocada una huelga en solidaridad con sus hermanos argentinos.
Decenas de miles de trabajadores convocaron la huelga general el 7 de enero de 1936 que se extendió por dos días: los piquetes y las barricadas se propagaron, los colectiveros y los tranviarios paralizaron gran parte del transporte y se extendieron los enfrentamientos; la violencia de las masas ganaba en intensidad y las fuerzas policiales comenzaban a replegarse ante las acciones de los huelguistas. Las mujeres y los jóvenes desplegaron una inaudita energía y su papel comenzaba a ser un elemento clave de la huelga; se apedrearon trenes, se quemaron ómnibus y trenes lecheros eran volcados y su carga repartida entre los vecinos.
Finalmente la batalla obrera y popular del 7 y 8 de enero obligó al Estado a intervenir a favor de los huelguistas e impuso la liberación de todos los detenidos, el pago de los salarios reclamados por los huelguistas, la jornada de 8 horas, la formación de comisiones internas por obra, paritarias para discutir salarios y condiciones de trabajo, el reconocimiento del derecho de los dirigentes a ingresar a las obras para organizar a sus trabajadores y el reconocimiento de la Federación Obrera Nacional de la Construcción, una de las primeras organizaciones sindicales por industria.
Aunque los años de la Segunda Guerra Mundial impondrán un reflujo de conflictividad, las condiciones de la posguerra dieron el marco para la afirmación del fenómeno peronista y será uno de sus objetivos centrales contener las potencialidades revolucionarias de una clase obrera que se reconocía en una larga historia de lucha de clases.

Una larga historia de lucha contra el Estado y la patronal

Estas potencialidades reconocen sus orígenes en la formación misma de la clase obrera. La primera huelga argentina, que marca los pasos iniciales de un movimiento obrero camino a organizarse, fue impulsada por las extensas jornadas de trabajo, los bajos salarios y la ausencia de derechos laborales, a comienzos de septiembre de 1878. “Con tales rebajas y aumentos de trabajo, la vida de esos obreros se hizo imposible; pero, ¿a quién quejarse que justicia les hiciera, dónde encontrar remedio cuando así, aislados, pesaba sobre ellos la amenaza de la falta de trabajo a la mínima intención de rebelarse? ¿Declararse en huelga? ¿Cómo se hace eso?” (2).
Este sector del movimiento obrero dará las primeras respuestas: impulsando la organización sindical de los trabajadores tipógrafos, la reunión de asambleas y la declaración del cese del trabajo para obtener las demandas. A pesar de las prevenciones de la patronal, la huelga se endureció y las empresas gráficas viajaron a Montevideo a buscar tipógrafos, pero encontraron la solidaridad de los trabajadores uruguayos, que aseguraron que ningún tipógrafo aceptaría traicionar la lucha de sus hermanos argentinos. Los trabajadores lograron un primer triunfo: aumento salarial y reducción de las horas de trabajo a 10 en invierno y 12 en verano.
La primera huelga tiene entonces otra significación especial en la historia del movimiento obrero argentino, la del internacionalismo, expresado en la solidaridad brindada por los tipógrafos uruguayos. Además, serán los obreros gráficos los protagonistas de los primeros contactos entre el movimiento obrero argentino y el socialismo internacional, entrando en relaciones con la Asociación Internacional de los Trabajadores.
La oleada huelguística de 1888-90 culminará en la organización de la primera conmemoración del 1° de Mayo en Argentina.
En los años siguientes, aun con gobiernos que se mostraron más proclives a negociar con el movimiento obrero, como el del radical Yrigoyen, los trabajadores protagonizarán jornadas como las de la Semana Trágica de 1919, al calor del impacto de la Revolución rusa en todo el mundo, enfrentando la represión estatal y patronal.

Un movimiento nacionalista y de conciliación de clases

Esta historia es la que se propuso borrar el peronismo con su política y su ideología de conciliación de clases.
La “clase obrera peronista” tendrá nuevas fechas, como el 17 de octubre, y hasta la tradicional jornada combativa del 1° de mayo, que era símbolo de la lucha internacional de los trabajadores, actuó ahora como un símbolo de la ideología peronista, despojándola de todo contenido revolucionario.
Asentándose en poderosas organizaciones cuyas direcciones se ligarán cada vez más al Estado consolidándose como burocracias sindicales, las conquistas obtenidas por los trabajadores producto de sus propias luchas serán presentadas como conquistas otorgadas por Perón. Combinando políticas de cooptación y concesiones con la represión de la izquierda en el movimiento obrero, el peronismo procuró purgar a la clase trabajadora de sus elementos más combativos, despojándola de toda ideología revolucionaria. Buscará sepultar las tradiciones clasistas, internacionalistas y combativas, bajo el discurso de la unidad de la nación, la colaboración de clases, el rol benefactor del Estado. En función de estos postulados, la lucha como herramienta del logro de conquistas fue siendo progresivamente desplazada hasta excluir el mismo derecho de huelga entre los derechos de los trabajadores, llegando a penar a los sindicatos que la utilizaran por fuera del consentimiento de la central sindical y el gobierno.
Sin embargo, la potencialidad del movimiento obrero argentino se pondrá de manifiesto cuando la crisis económica llegue y el gobierno busque descargarla sobre los trabajadores exigiéndoles aumento de la productividad, cambios en las condiciones de trabajo y pérdida de conquistas. Los trabajadores recurrieron entonces al derecho de huelga para resistir a la política antiobrera.
Cuando el gobierno peronista fue derrocado en 1955, la llamada Resistencia contra el régimen inaugurado por el golpe militar, la Libertadora, fue protagonizada por la clase trabajadora mientras el peronismo y la burocracia sindical intentaban cumplir con su rol de contención de las masas obreras dispuestas a derrotar al nuevo régimen. El ascenso revolucionario de los años 70 hará de este rol del peronismo la última carta que la burguesía jugará para enfrentarlo (3).
El peronismo ha demostrado a lo largo de su historia, como lo hace hoy, que no gobierna para los trabajadores sino para las clases dominantes, para sostener su orden y sus ganancias y que se prepara para evitar que la clase obrera imponga su propia salida a la crisis capitalista. Deformar y borrar la historia de las luchas obreras es parte del objetivo de que los trabajadores no se reconozcan como lo que han sido y son: parte de una clase internacional opuesta a las patronales.
Desde Ediciones IPS-CEIP estamos finalizando la edición de un libro (4) que se propone aportar nuestra visión sobre esta historia recorriendo los principales hitos de la lucha de clases, reflexionando sobre sus lecciones, analizando el papel jugado por las direcciones del movimiento obrero y las políticas de las clases dominantes. Profundizar en los procesos reflejados en este artículo y muchos otros puede ser una fuente de enseñanzas para que distintos sectores del movimiento obrero se reencuentren con sus tradiciones y aprendan de su historia para fortalecerse en las luchas de hoy.

Alicia Rojo

* Este trabajo es un adelanto del libro Historia del Movimiento obrero argentino, editado por IPS-CEIP de próxima aparición.

Notas

1. Discurso de Perón ante la Cámara de Comercio de Buenos Aires en agosto de 1944.
2. Así comentaba el inicio de la huelga el periodista Rafael Barreda, en Carlos M. Echagüe, “Las grandes huelgas”, Bs. As., CEAL, 1971.
3. Sobre este álgido período de la lucha de clases, ver Ruth Werner y Facundo Aguirre, Insurgencia obrera en la Argentina, 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, Ediciones IPS, cuya 3° edición está próxima a publicarse.
4. Los procesos que referimos en este artículo están desarrollados en el libro, escritos por Josefina Luzuriaga, Walter Moretti, Diego Lotito y Alicia Rojo, con la colaboración de un conjunto de compañero/as del PTS.

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