martes, mayo 17, 2016

Con pólvora en las manos y una pelota en los pies



1917, Inglaterra. Las trabajadoras de la fábrica de municiones Dick, Kerr & Co. fundaban un equipo de fútbol. Habilidosas deportistas y solidarias con las huelgas mineras, estas mujeres cuestionaron los mandatos de la época y libraron una fuerte lucha contra la censura.

Las obreras salen a la cancha

La cuantiosa movilización de soldados durante la 1° Guerra Mundial implicó fuertes cambios económicos y sociales en los países centrales. El sostenimiento de las máquinas necesarias para la ganancia capitalista y la producción de armas representaron, sólo en Inglaterra, que casi un millón y medio de mujeres ingresaran al mundo laboral.
En ese país, cerca de 700.000 trabajadoras de entre 14 y 18 años fueron empleadas en fábricas de municiones. Estas jóvenes de extracción obrera pasaron a la historia como munitionettes y, desde 1917, se encargaron del 80% de la elaboración armamentística. Además de cobrar sueldos menores a los de los hombres, se veían expuestas a explosiones y sustancias que conllevaban serios peligros físicos. De hecho, el prolongado contacto con TNT y ácido nítrico, solía teñir su piel y su pelo con un color amarillento, lo cual les valió el calificativo de canary girls o “chicas canario”.
Para evitar que estas duras condiciones de trabajo afectaran la productividad, las empresas fomentaron actividades recreativas como el deporte. En particular, el fútbol, muy practicado entre los obreros de la época. Tal fue el caso de la fábrica Dick, Kerr & Co., ubicada en Preston donde, luego de vencer a sus compañeros en un torneo amistoso, las mujeres formaron su propio equipo: Dick, Kerr’s Ladies F.C.
Su calidad deportiva valió a estas jugadoras una popularidad inmediata. En un momento en que la Liga Masculina de fútbol se encontraba suspendida, enfrentaron a equipos fabriles y profesionales, y llegaron a congregar a más de 20 mil espectadores por partido.

Los costos de la victoria

El fin de la guerra supuso importantes transformaciones. Ya para 1919, los empresarios buscaron contrarrestar las reformas laborales impuestas por la contienda y deshacerse de la fuerza de trabajo femenina. Para esto, contaron con el apoyo de dirigentes sindicales y del propio gobierno, que instauró un discurso oficial que elogiaba a las madres y el retorno de la mujer al hogar. El movimiento feminista, parcialmente derrotado, no fue un contrapeso: durante los años previos había sufrido la censura pero también había cedido ante la presión nacionalista. Esto, junto al otorgamiento de ciertas demandas –incluido el sufragio-, lo había desarmado.
En aquel contexto y tras la pérdida de trabajo de sus jugadoras, muchos equipos se disolvieron. No así las Dick, Kerr’s Ladies F.C. Aún restablecida la Liga Masculina, disputaron numerosos partidos ostentando resultados mayormente favorables. Por ejemplo, los que libraron frente a la selección de Francia, donde uno de los besos iniciales entre las capitanas de los equipos –eternizado en una memorable fotografía- recorrería los diarios durante semanas, causando revuelo.

Hijas de la clase trabajadora

La suerte de las Dick, Kerr’s Ladies estaba ligada a la suerte de su clase. Por ello, el quiebre para este equipo –y para el fútbol femenino en la isla- llegaría en 1921, año de las huelgas mineras.
Entre 1911 y 1913, los obreros ingleses habían protagonizado batallas sin precedentes. Para evitar el desarrollo de ese proceso -requisito imprescindible en tiempos de guerra-, los Estados beligerantes contaron con el apoyo de los líderes del movimiento obrero. Y, a cambio de algunas mejoras laborales, las cúpulas de los tres gremios más fuertes –transportistas, ferroviarios y mineros- abrazaron la causa patriótica y se unieron en la famosa “Triple Alianza” destinada a garantizar la paz social.
El término del conflicto bélico mostró que el imperialismo británico no recuperaría la hegemonía mundial y que las concesiones a los trabajadores llegarían a su fin. El caso de las minas –que habían sido momentáneamente estatizadas mientras duró la guerra- fue modélico: vueltas a sus manos originales, se pretendió aplicar una fuerte reducción de salarios y el alargamiento de la jornada laboral. A fin de aplastar posibles conflictos, el gobierno aprobó una Ley de Poderes de Emergencia que le permitía arrestar a quienes “interrumpieran un servicio esencial” y daba vía libre a la utilización de carneros. Abandonados por los líderes del ferrocarril y el transporte (lo cual significó el fin de la “alianza” en lo que se conoció como “Viernes Negro”), los mineros se lanzaron a la huelga en 1921.
Las jugadoras de Dick, Kerr’s Ladies tomaron partido. Hijas de los barrios obreros (y muchas, como Alice Woods, de familia minera), comenzaron una campaña en favor de los huelguistas y destinaron lo recolectado en los partidos a su lucha.
Luego de tres meses de paro, los valientes mineros fueron derrotados. La Asociación de Fútbol (A. F.), sin embargo, no lograba reponerse del involucramiento de las obreras en aquel terreno. Si bien había aceptado que recaudaran dinero para fines “caritativos”, este tipo de solidaridad era inaceptable. El avance sobre las conquistas de los trabajadores, tanto como de las mujeres, estaba a la orden del día. Un ejemplo así era peligroso.

Errores causales

Ese mismo año, la Asociación prohibió el fútbol femenino en Inglaterra, alegando que afectaba el orden social y escudándose en la salud de las mujeres. Reconocidos médicos –que nada habían dicho sobre la anemia, la insuficiencia hepática o la infertilidad producto del trabajo fabril- comenzaron a argüir que el deporte era “muy brusco para la contextura femenina” o que causaba lesiones y deformidades. La Dra. Mary Lowry, invitada por el equipo a ver un partido, replicó: “Por lo que he visto, el fútbol no parece capaz de causar más lesiones que un día de limpieza intenso”.
Las Dick, Kerr’s Ladies F.C. alzaron su voz contra la persecución. Asimismo siguieron jugando informalmente en Inglaterra y en el extranjero, donde fueron invitadas más de una vez, luciéndose frente a equipos de todos los sexos. Algunas de sus atletas cobraron una gran fama, como la habilidosa Lili Parr quien además se convirtió en un ícono de la comunidad LGTBI.
En 1969, cuarenta y ocho años más tarde, el creciente número de aficionadas mujeres llevó a la A. F. a crear una rama femenina de la federación. Dos años después se levantaría el veto definitivamente.
Recién en 2008, pediría disculpas por su “error”.

Jazmín Bazán

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