domingo, julio 23, 2017

Trump y el negacionismo climático



Cada día nos llegan más evidencias de las enormes consecuencias del calentamiento con su estela de confirmaciones de las razones que asisten a la comunidad científica sobre el papel trascendental “del hombre” o sea de la economía, y por lo tanto de las minorías que han incrementado sus riquezas a cualquier precio. Son estos últimos los que se permiten el lujo de financiar el llamado negacionismo climático cuyo peso en los “medios de comunicación” se está convirtiendo en algo desesperante.
Mantienen en nómina a partidos y políticos sin escrúpulos como Aznar o Rajoy (y Felipe), a periodistas y escritores del renombre. Un caso “ejemplar” fue el del finado Michael Crichton, autor sin más ni menos de “Parque Jurásico”, un hombre que a pesar de haber escrito una novela cimentada en la ciencia y la paleontología, no creía en la idea del calentamiento global provocado por el ser humano: “El clima ha estado siempre cambiando y no se puede aspirar a regularlo”. Su caso fue de lo más emblemático ya que desde de la publicación de su novela Estado de miedo en 2004, Crichton intensificó, sobre todo, su participación en conferencias respecto al cambio climático, el calentamiento global y su crítica hacia lo que él denominaba: la nueva religión del ecologismo. Aunque, en realidad, gran parte de sus argumentos no eran nuevos como por ejemplo la crítica al amarillismo.
En Estado de miedo, del año 2004, Crichton pone de manifiesto en ese momento, activismo negacionista ante el aplauso de los grandes potentados del Imperio, orientado a denunciar lo que él considera el componente sensacionalista y religioso del ecologismo, así como la incursión de la política en el campo de la ciencia. Rechazó el consenso científico que existe en torno a la actual teoría del calentamiento global. Como excepción al estilo habitual de Crichton, esta novela, sin dejar de ser una novela, podría considerarse incluso un ensayo del autor con un gran volumen de información adicional y contrastada. Así, Crichton le daba la vuelta a la verdad para pasar a advertir que los pies de página son todos verdaderos y los acompaña con un aparato de datos que no resisten el más mínimo análisis crítico y sobre todo, no resiste la inenarrable prueba de los hechos, hechos que ya son noticias cada día, desastres cada vez mayores pero contra los que los medios y los profesionales siguen actuando de mil manera. La más importante es sin duda la de cultivar la ignorancia y de la indiferencia mientras la clima se descompone.
No creía porque o mejor dicho era capaz de actuar como un negacionista con tal de mantenerse en el candelero de la fama y del dinero…su actuación no se deriva de una posición crítica determinada, sino que responde desde la A hasta la Z con lo que proclaman los grandes señores a los que la crisis ecológica se las trae al pairo. Esos señores que hoy están detrás de Trump. Personaje tan siniestros como el Secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, ex director ejecutivo de ExxonMobil, viajó de Hamburgo a Estambul, Turquía, para recibir un premio a la trayectoria otorgado por el Congreso Mundial del Petróleo, donde elogió a la industria petrolera como “maravillosa”, antes de dirigirse a Arabia Saudí. Se dicen estas cosas justo cuando nos llega una noticia reciente sobre el cambio climático: una sección de la barrera de hielo Larsen C se desprendió de la Antártida. Se trata de un iceberg del tamaño del estado de Delaware, cuatro veces el tamaño de Londres. Los científicos prevén que si toda la Antártida se deshiela, el nivel del mar podría aumentar al menos 48 metros. El grupo de acción por el clima 350.org realizó una petición para nombrar al nuevo iceberg “Exxon Sabía 1” (Exxon Knew 1), en referencia al hecho de que ExxonMobil escondió su investigación sobre el cambio climático durante varias décadas.
Mientras tanto, los impactos del cambio climático se sienten en todas partes afectando nuestras vidas. En el oeste de América del Norte, desde la frontera con México hasta British Columbia, en Canadá, y Yukon, Alaska, los incendios forestales siguen ardiendo. El organismo interinstitucional estadounidense denominado Grupo Nacional de Coordinación de los Incendios Forestales ha registrado 109 incendios forestales actualmente tan solo en Estados Unidos. En Phoenix, Arizona, el mes pasado, cuando las temperaturas alcanzaron los 49 grados Celsius, los aviones pequeños no pudieron despegar ni aterrizar, y American Airlines canceló alrededor de 50 vuelos debido a que el aire estaba demasiado caliente. El asfalto puede derretirse a causa de las temperaturas elevadas y las pistas de aterrizaje pueden volverse inutilizables.
De ahí que una asociación como la Unión de Científicos Preocupados acaba de publicar un amplio estudio sobre los crecientes impactos del aumento del nivel del mar en las poblaciones costeras de Estados Unidos. Según el estudio: “En 2035, alrededor de 170 poblados, aproximadamente el doble que hoy, afrontarán inundaciones crónicas”. En 2100, la cifra aumentará a casi 500 poblados, algunos del tamaño y la vitalidad económica de Galveston, Texas, gran parte del área metropolitana de Nueva Orleans (ya vimos el daño que allí puede causar un huracán), Miami y Boston. El cambio climático, junto con la superpoblación y el consumo, es uno de los factores causantes de la sexta gran extinción de la Tierra, que los científicos denominaron esta semana “aniquilación biológica”.
Resulta lamentable que todo esto suceda sin que se perciba desde la resignación, si bien nos llegan noticias según las cuales las movilizaciones están al orden del día en lugares tan decisivos como los Estados, por lo que cabe esperar que más pronto que tarde aquí entre nosotros esta cuestión abandone el reino de la pasividad para “calentar el clima” de las respuestas comenzando por las escuelas y siguiendo por pueblos y barriadas. Libros, documentales y argumentos no faltan.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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