sábado, diciembre 22, 2018

La guerra de Vietnam y la reconciliación del cementerio imperialista



La plataforma de series y películas Netflix ofrece el mega documental The Vietnam War de Ken Burns y Lynn Novick. Más de 18 horas repartidas en 10 capítulos muestran la barbarie de la guerra cuyo objetivo era detener el avance “comunista” en Indochina.
Cuando decimos “mega documental” no exageramos. Los realizadores estuvieron una década completa trabajando en lo que sería la versión final de The Vietnam War. Para ello vieron más de 24.000 fotografías y cerca de 1.500 horas de vídeo con entrevistas de los corresponsales de guerra en el campo de batalla y noticieros norteamericanos de la época. Si todo terminase allí, ya sería un gran trabajo. Pero Burns y Novick dieron un paso más y en lugar de entrevistar a historiadores o especialistas del tema, le dieron la palabra a 79 sobrevivientes de la guerra. Aquí aparece el relato en primera persona de ex combatientes, activistas anti-guerra, familiares de las víctimas en EE. UU., pero también de vietnamitas del norte y del sur. Este último recurso es lo que convierte al documental en un relato vivo, conmovedor e impactante del primero al último minuto, y del primero al último capítulo. Para llevar a cabo esta gran empresa, los directores contaron con un presupuesto que reunió la friolera de 30 millones de dólares.
The Vietnam War es un gran cargamento pesado que hace estallar en la pantalla el relato de vivencias personales, crudas, sin filtro, llenas de gusanos pudriendo el cuento de la “paz” y la “libertad” que ofrece el relato tradicional del imperialismo. Aquí, las verdades reveladas, las crueldades cometidas y contadas en primera persona hacen honor a la leyenda que un marine yanqui lleva pintado en el casco: “War is hell” (La guerra es el infierno).
Las historias que recorren cada capítulo van tejiendo una gran tela de araña que atrapa y hunde al espectador en los problemas de la guerra. Cada relato es como una granada de mano que los directores eligieron contar. Cuando esta granada explota las esquirlas pueden llevar a las más diversas reflexiones; sobre el mundo en la era de la Guerra Fría, el rol del estalinismo que apoyado por China y la URSS impulsa la conciliación de clases y, a pesar de esa dirección, el heroísmo de un pueblo que en desventaja militar se sobrepone a cada batalla y responde con nuevos contraataques en una guerra de guerrillas que volvió locas a cinco gestiones presidenciales de Norteamérica.
A la mitad de la serie se ilustra el duro golpe recibido por los EE. UU., de hecho uno de los capítulos lleva un título más que elocuente “Todo se cae a pedazos”. A los ojos del planeta quedó en evidencia el empantanamiento de EE. UU., ya que a cada paso se hundía cada vez más y hasta el cuello. El gran gendarme del mundo, que tiró dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial ya no era tan temible como parecía.
¿Qué hizo el imperialismo “democrático” yanqui para detener el avance comunista en Vietnam? Arrojaron en este país de Asia, sólo en 1969 el equivalente a dos bombas atómicas: toneladas de bombas aéreas, ataques por vía terrestre, marítima, rociando los campos de arroz con agente naranja (un contaminante químico cuya destrucción y daño ecológico se siente aun hoy en la región, tanto del agua potable como de la fertilidad del suelo). Y cómo todo ello no fue suficiente, los aviones imperialistas sobrevolaban bombardeando con napalm, una bomba incendiaria, cuyo gel pegajoso no para de corroer la piel humana hasta que llega a los huesos. En el film aparece la niña desnuda cuya foto recorrió al mundo. Otro periodista la filma y la niña grita “¡quema, quema!”: ella sobrevivió al ataque y da un testimonio escalofriante. Así trato los EE. UU. a Hanoi, la capital de Vietnam del norte y el mismo trato fue extensivo a las aldeas de las provincias lejanas.

La ruta Ho Chi Minh

La ruta Ho Chi Minh aparece bien ilustrada en The Vietnam War. Fue una ruta construida a lo largo de Laos y Camboya para entrar por el lado oeste a Vietnam del sur y dar batalla a los norteamericanos y al gobierno títere de Vietnam del sur. Sin embargo, EE. UU. nunca pudo destruirla a pesar de los constantes bombardeos. En el mega documental se nos revela que quienes conducen los camiones son mujeres, que llevan armas hacia el sur y de regreso hacia el norte llevan muertos y heridos. Heroicas mujeres que burlaron a la potencia más poderosa del planeta, conduciendo de día y de noche, aprendiendo de memoria el largo camino a través de la jungla que recorre la ruta.
Otra de las virtudes que tiene la serie es que muestra los mapas tridimensionales de cada batalla con imágenes actuales de cada lugar y reconstruidas digitalmente. Lo que da al espectador una idea bastante certera de las dificultades del terreno, más aún para los norteamericanos que en ocasiones eran vencidos por animales salvajes o trampas instaladas por la guerrilla del Vietcong en lugar de encontrar la muerte en batallas convencionales.

El Vietcong, el Viet Minh y la conciliación de clases

El documental apenas se mete en la crítica a la estrategia de los norvietnamitas. No le interesa transmitir ninguna lección política sino más bien exaltar el heroísmo, la moral y la valentía del pueblo que enfrentaba por enésima vez una invasión imperialista.
Sin embargo, hay que destacar que el triunfo del norte “comunista” se dio bajo la dirección del Partido de Trabajadores de Vietnam (ex PC de Indochino) que impulsó la guerra de guerrillas siguiendo el modelo de la “guerra popular prolongada” con la que Mao Tse Tung instauró la República Popular China en 1949. Además del gigante asiático, el ejército del norte era abastecido por la URSS, muy a cuenta gotas. La dirección de Ho Chi Minh y de Vo Nguyen Giap, no tenía entre sus prioridades la expropiación de los grandes terratenientes, para ganar al campesinado del sur e impulsar la lucha de clases en territorio enemigo. Lejos de ello adoptó la estrategia estalinista al darle prioridad a la alianza con la burguesía nacionalista.
Como antecedente de estas buenas relaciones con la burguesía local es importante señalar que en los años 40, la dirección estalinista reprime las luchas obreras que desafiaba a la conciliación de clases, incluyendo a los trotskistas que lograron tener peso.
Nada de esto se observa en The Vietnam War, y lo que inicialmente era una virtud como el relato en primera persona se vuelve por momentos un problema porque no deja ver de fondo las contradicciones de la estrategia de conciliación de clases que impulsó el estalinismo. En su lugar se muestra al régimen norvietnamita poniendo un signo igual entre la nula libertad de prensa −reflejada en el silencio acerca de las derrotas militares propias− con las mentiras de los noticieros de los EE. UU., que a su vez son el portavoz de las mentiras de la Casa Blanca. Nada más que ello. La crítica al estalinismo se reduce a los maltratos que sufren los prisioneros de guerra y la falta de libertades democráticas, convirtiendo con ello a la crítica en una especie de “teoría de los dos demonios”.

El auge obrero y juvenil del 68 y el movimiento anti guerra

Si hay algo que entibió la Guerra Fría, deteniendo la amenaza de una posible guerra nuclear entre los EEUU y la URSS fue la lucha de clases.
En el documental mientras suenan los acordes bien distorsionados de Jimi Hendrix se ven las movilizaciones del Mayo Francés, sus análogas en Berlín, y otros puntos de Europa hasta llegar al movimiento anti guerra de los EE. UU. El panorama en la juventud que se muestra es superficial. Por ejemplo, ni siquiera se habla del internacionalismo en el Mayo Francés que se solidarizaba con el pueblo de Vietnam y Argelia, o cuando la juventud atacó con bombas molotov a la embajada de EE.UU. en París izando ahí la bandera del Vietcong.
A pesar de ello se puede ver algo muy novedoso: las grabaciones telefónicas entre el Pentágono y la Casa Blanca. Oímos las voces serias y pausadas, a veces frenéticas o preocupadas del Secretario de Defensa McNamara y el presidente Johnson y luego con el cambio de administración entre Kissinger y Nixon y otra serie de halcones imperialistas. Entre demócratas y republicanos las voces dan muestra de la preocupación por la baja moral de las tropas norteamericanas en Vietnam. El caos se pone al descubierto en el ajusticiamiento a los oficiales “impopulares”; ellos son muertos a manos de los soldados por su agotamiento con la guerra y los maltratos. Algunos testimonios cuentan el estado de drogadicción entre las tropas que ya no quieren combatir. Una vez más no se termina de profundizar sobre el descontento activo de los reclutas, que organizan periódicos clandestinos y se pronuncian contra la guerra, toda la vida política en la retaguardia está ausente del relato.
En un reportaje a la co-directora de The Vietnam War en la revista Military Times, Novick declaró:
… la gente tiende a separar la narrativa militar: ¿qué pasaría si hubiéramos usado estas tácticas militares o tales otras? Y dejar separados la política y la situación doméstica. Pero están totalmente entrelazados. No puedes separarlos. Es muy difícil tomar una decisión y decir que si esto se hubiera hecho de otra manera, habría resultado bien.
Como no es posible separar a la política militar de la situación “doméstica”, el mega documental muestra que en Vietnam se sufrían los mismos problemas raciales que en EE. UU. El maltrato a la comunidad afroamericana era más que violento, incluso muchos oficiales llevaban la bandera de la confederación esclavista del sur de la época de la guerra civil, reivindicando la supremacía sobre el pueblo negro. Y muchos de estos oficiales eran muertos de noche por la comunidad afroamericana en pleno territorio vietnamita, dando una solución a la contradicción de que los jóvenes soldados negros y blancos van juntos a combatir al enemigo “comunista” a Vietnam pero en Mississippi no pueden ir a la misma escuela.
En su propia casa, los reportes secretos de la CIA que dan cuenta del estado de ánimo en las universidades sobre el rechazo que genera la guerra entre la juventud. Hasta que el descontento se transforma en militancia activa y esta se convierte en enfrentamientos con la policía en las ciudades más importantes. Confluye con este movimiento el de la comunidad afroamericana que reclamaba el fin de la segregación racial y el acceso a los derechos políticos.
El documental muestra que una de las manifestaciones anti guerra es atacada por obreros blancos de la construcción que apoyan a Nixon, pero nada dice del rol cumplido por la burocracia sindical de la gigantesca central obrera AFL-CIO, una de las más poderosas del mundo.
The Vietnam War es más que interesante tanto por lo que cuenta como por lo que elige omitir. Sin embargo, las imágenes de las movilizaciones del archivo, en más de una ocasión, dicen más que el tono conciliador del guion de los directores.

La reconciliación a la salida del cementerio

Los efectos de la posguerra son narrados en un tono más bien personal que como un problema de la geopolítica mundial. Se eligió el camino de narrar el fin de la guerra como algo que resultó un alivio para todos, salvo para la administración Nixon que se derrumbó catastróficamente como un castillo naipes.
Pero estratégicamente hablando EE. UU. quedó mal herido y le perdura hasta hoy el temor llamado “síndrome de Vietnam”. El gran miedo a perder una guerra, y a ser desafiado por cualquier país en inferioridad de condiciones. La derrota en Vietnam marca el comienzo de su crisis de hegemonía, que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial era indiscutida. Sin embargo, ese cuestionamiento no le impidió llevar adelante nuevas y sangrientas guerras como en Afganistán, Yemen, Irak, Libia y Siria.
Para dar un cierre a las más de 18 horas de film, los documentalistas Ken Burns y Lynn Novick eligen un camino conciliador. Con la música emotiva −cuyo playlist completo se puede escuchar en Spotify−, hacen que los dos demonios se den la mano, como dos viejos amigos que hace rato no se ven. Intenta llegar hasta la actualidad, pero no tanto: Trump queda afuera de la selfie. Y muestran a un sonriente Bill Clinton llegar por primera vez desde el fin de la guerra a firmar convenios comerciales y luego hacer lo propio a Barack Obama, igual de sonriente. Por su parte ex marines hacen lo mismo y se saludan con viejos soldados del Vietcong a los que antes bombardeaban con napalm y otros químicos mortales. Incluso cuando se habla de “normalización” en las relaciones de ambos países, habría que reemplazar ese término por el de “restauración capitalista” y además agregar que las reformas pro mercado fueron llevadas adelante por el mismo general Giap, el máximo símbolo de la revolución, facilitando los negocios a la burguesía imperialista, cuestión que el documental disfraza de filantropía humanitaria.
La reconciliación imperialista se realiza sobre la paz de los cementerios, sobre el silencio de los 3 millones de vietnamitas muertos y otros 60 mil norteamericanos.
Como dijera Karl von Clausewitz, si “la guerra es la continuación de la política, solo que por otros medios”, este mega documental no deja lugar a dudas de la voracidad del imperialismo cuyo interés político está más cercano a sumergir a la humanidad en un pantano de barbarie que en llevar la “paz” y la “libertad” al resto del mundo.

Daniel Lencina

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