sábado, diciembre 29, 2018

Trump y Siria: “Mambrú se fue a la guerra y no sabe cuándo vendrá”



El anuncio de la retirada de las tropas norteamericanas en el norte de Siria y de Afganistán desató una crisis política en Estados Unidos. La renuncia del jefe del Pentágono, el general James Mattis, al ministerio de Defensa, puso de manifiesto una oposición de alcance estratégico a esta medida por parte del alto mando militar del país y del conjunto de la Otan. En una línea que atraviesa a la política norteamericana desde el comienzo del mandato de Trump, Mattis denuncia a ambos retiros como una concesión inadmisible a Rusia, cuyo ejército ocupa el lugar central en la guerra en Siria y la frontera con Afganistán. Putin correspondió a esa caracterización con un apoyo declarado a la decisión del retiro.
¿Qué busca Trump con este retiro? Varias cosas al mismo tiempo.

Impasse

De un lado, es indudable que su gobierno atraviesa un impasse político creciente, que se manifiesta, en este momento, en el cierre de las oficinas del Estado, con motivo del choque entre Trump y una mayoría del Congreso que se opone a aprobar el financiamiento del muro con México. De otro lado, las investigaciones policiales acerca de una colusión de la campaña electoral de Trump con ‘hackers’ rusos avanzan sin freno, mientras que una parte de sus asesores ha sido condenada por diversos delitos de financiamiento electoral y coimas.
A ello se ha sumado ahora una perspectiva de recesión como consecuencia del agotamiento del impulso económico promovido por las rebajas impositivas al capital dictadas el año pasado, y la insinuación ahora de una crisis bursátil que empalmaría con una de deuda del 70% de las compañías norteamericanas.
Luego de las enormes operaciones de rescate de la banca y del capital en la última década, la banca central y la Tesorería no tienen recursos semejantes para contener un desplome financiero. Más allá de la demagogia que implica “traer de vuelta a los muchachos a casa”, Trump pretende, si no quebrar al menos neutralizar al aparato político y económico que confronta con su orientación de gobierno.
Trump sigue, por otra parte, una línea ya emprendida por sus antecesores, ante la evidencia del fracaso del intervencionismo militar para ‘remodelar’ los estados del Medio Oriente. Intenta economizar en una causa perdida: cómo mantener una tutela decisiva en la región sin recurrir a estrategias inviables y a medios insustentables.
Después de diecisiete años de ocupación norteamericana, el movimiento talibán controla el 75% del territorio de Afganistán; Putin, no un gobierno norteamericano, ha ‘pacificado’ a Siria. “América primero” se convierte de este modo en una consigna defensiva acorde con este retroceso del imperialismo y con la desintegración en proceso del sistema mundial posterior a la disolución de la ex URSS y a la integración capitalista de China al mercado internacional.

De una guerra a otra

Las tropas norteamericanas instaladas en Siria alcanzan a cuatro mil hombres y dominan un territorio equivalente al cuarto del conjunto de Siria – una superficie igual a la de Croacia. Por otro lado, ha armado a unos 60 mil milicianos de las llamadas Fuerzas Democráticas, constituida esencialmente por la milicia kurda del YPG, ligada al PKK, un partido que está presente en el conjunto del Kurdistán – o sea en el sur de Turquía, en el norte de Irak y en las fronteras de Irán y Siria.
El movimiento nacional kurdo ha abandonado la posición histórica de reunir al conjunto de estas poblaciones en un estado independiente, para plantear la autonomía política, en distinto grado, en las regiones donde se encuentra asentada. Este cambio de programa, sin embargo, no ha allanado el camino de un acuerdo del movimiento nacional kurdo con los estados involucrados.
En Turquía, el gobierno lleva a cabo una guerra implacable contra el PKK en el sur del país (frontera con Siria). La franja oeste del norte de Siria se encuentra ocupada por otra fracción kurda, liderada por Masud Barzani, una corriente histórica de derecha del nacionalismo kurdo que gobierna el norte de Irak con el acuerdo de Turquía, en calidad de poder regional.
El retiro norteamericano deja sin resguardo a la milicia kurda, que Estados Unidos apoyó para enfrentar al Estado Islámico, lo que favorecería la intención de Turquía de erradicarla del norte de Siria. Es lo que promete hacer Erdogan, el presidente de Turquía, quien dice además que recibió carta blanca para ello en una conversación telefónica con Trump, sin que esto haya sido confirmado por EEUU.
En este sentido, el retiro yanqui constituiría un giro político de 180° y justificaría el grito de traición de los kurdos. Hay informaciones de un desplazamiento de tropas turcas para cumplimentar este objetivo.
De acuerdo a algunos analistas, sin embargo, EEUU debería desarmar antes a las milicias kurdas. Sea como fuere, una ocupación del 25% del territorio sirio por parte de Turquía no podría ser tolerada por el gobierno de Siria ni por Rusia.
Desde la intervención de Rusia, a finales de 2015, uno y otro han avanzado considerablemente en la re-ocupación del territorio sirio. ¿El retiro incita a una guerra entre Turquía, de un lado, y Rusia y Siria, del otro, como lo dejaría entrever la afirmación de Trump para justificar el retiro: “es hora que la pelea la arreglen entre ellos”?

Alianzas cambiantes

La renuncia de Mattis, centrada en el ataque a Rusia, apunta en otra dirección, o sea que Trump impulse a Putin a completar la re-ocupación de Siria con el acuerdo de Turquía. Rusia saludó el retiro yanqui. El apoyo norteamericano a los kurdos había llevado a Turquía, un país clave de la OTAN, a una alianza con Rusia e Irán; Erdogan ha incluso comprado las baterías aéreas de última generación de Rusia – los SS-300.
Trump anunció la disposición de Arabia Saudita a invertir en la reconstrucción de Siria –un negocio de centenares de miles de millones de dólares, mientras la población siria que ha debido escapar denuncia la confiscación de sus propiedades para incentivar el desarrollo inmobiliario, que tendrá características gigantescas.
En este cuadro, una invasión turca del norte de Siria estaría excluida, y sólo formaría parte de una postura nacionalista de Erdogan frente a las elecciones municipales en su país, que tendrán lugar en marzo. La base militar norteamericana en Irak, que Trump visitó recientemente, sería suficiente para neutralizar en forma preventiva esa invasión.
Es necesario subrayar, de todos modos, que las ambiciones internacionales de Erdogan son enormes, superiores a su capacidad de materialización. Lo muestra el intento de apropiarse del norte de Siria, como una suerte de muro de protección, pero también del norte de Irak, donde ya intervino en la guerra para recuperar Mosul de manos del Estado islámico.
Se trata de la región petrolera norte de Irak. Un rediseño político que contraríe esta estrategia tendrá un costo enorme para la continuidad de Erdogan.
Si la salida de las tropas norteamericanas obedece a un acuerdo con Putin, contempla seguramente el problema más importante para Trump: el retiro de Irán y Hizbollah de Siria. Putin ya aceptó la exigencia del sionista de Netanyahu de alejar a esas milicias de la frontera norte de Israel.
Trump acaba de decir que la ayuda económico-militar que le entrega EEUU es suficiente para que Israel pueda defenderse sola.
Trump pretende, claramente, introducir una cuña (si es que ya no la metió) en la alianza Rusia-Turquía-Irán (la alianza de Astrana). Se trata de un diseño político que contraría al Pentágono porque anula la gravitación de la Otan en beneficio de una alianza con Rusia, que podría ir más allá del tablero mesoriental –por ejemplo a la cuestión que más afecta a Rusia, las sanciones internacionales por la cuestión de Ucrania.
La caída del precio del petróleo ha agudizado la crisis presupuestaria de Rusia, como lo evidencia el intento de reforma previsional de Putin, que se encuentra estancada debido a la enorme resistencia popular. Los gobiernos imperialistas de Europa se han pronunciado todos contra el retiro norteamericano, en otro episodio de la confrontación con Trump.
El acuerdo de Astrana prevé una ‘normalización política’ de Siria, mediante un arreglo constitucional. Trump ha prometido apoyarlo en tanto prevea la salida de Bashar al Assad.
En conclusión, el retiro norteamericano no apunta a concluir una guerra sino a re-diseñarla, en las condiciones de un fenomenal impasse político interior como internacional. El presupuesto militar norteamericano es el más alto de la historia. No abre una vía para la autodeterminación nacional sino que las cierra aún más por medio de acuerdos con potencias reaccionarias, como son todas las que intervienen en la región.
Debajo de la superficie, el retiro yanqui muestra una los últimos estertores del llamado ‘orden internacional’ y de los regímenes políticos existentes.

Jorge Altamira

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