sábado, julio 11, 2009

Las palabras de Marcos Ana


Amigos, camaradas, hermanos, aquí estamos de nuevo, junto a vuestro duro silencio, para hablar por vuestras bocas enterradas. Ahora hace 70 años que perdimos la guerra, o que nos la hicieron perder los apóstoles de la capitulación. Y llegó “la paz”, la negra paz del franquismo, una red implacable de sangre y odio que nos apresó rabiosamente a todos los defensores de la libertad y la República.

“Sin diques quedó el llanto
Los olivos ardiendo. Desgarradas
con lívido espanto las palomas,
y el toro seco del terror, allanado
la paz de los hogares”.

España se convirtió en un campo de exterminio, en un oscuro paredón donde la máquina de matar trabajaba sin descanso. Miles de españoles eran conducidos como rebaños a las cárceles y a los campos de concentración, y otros directamente a improvisados mataderos, donde eran asesinados, tras de haber sido torturados. Y después, la trágica parodia de los siniestros Tribunales franquistas, verdugos elegidos, que dictaron y ejecutaron vuestro fusilamiento.
Desde su forzado exilio Rafael Alberti describía aquel tiempo:

“Miradla allí,
la Muerte está en su casa.
Se oye un ciego reloj de horas desiertas.
Y hay muchas calles por donde nadie pasa,
porque ya nadie puede abrir sus puertas.
¡Cuidad que ni una sombra se despierte
en esa triste Casa de la Muerte!”

Y ese genocidio duró 40 años. Y cayeron los mejores hombres y mujeres, o adolescentes como las 13 rosas. Se ensañaron con vosotros, por ser los más comprometidos en la lucha por la felicidad del pueblo. Pero no pudieron exterminar vuestro ejemplo, ni apagar el fulgor de vuestra sangre asesinada. Quisieron mataros y os multiplicaron; ahora sois eternos, formáis parte de la historia. Y viviréis eternamente en nuestro recuerdo y en el pensamiento y en el corazón de las generaciones venideras.
Como escribió Pablo Neruda en su “Viaje al corazón de Quevedo:”
“Cuando la tiranía oscurece la tierra y castiga las espaldas del pueblo, antes que nada busca la voz más alta y cae su cabeza al fondo del pozo de la Historia. La tiranía corta la cabeza que canta, pero la voz, en el fondo del pozo, vuelve a los manantiales secretos de la tierra y desde la oscuridad sube por la boca del pueblo…”
Y así volvéis permanente a nosotros, porque todos los tiranos juntos con su siniestro poderío, con sus máquinas de matar, no valen lo que un minuto de vuestra vida, no pesan lo que una palabra nuestra y nunca podrán arrancaros de la memoria y del corazón de nuestro pueblo.
¿Cómo sería posible olvidar, como podría hacerlo yo, que conviví con vosotros en mis años de condenado a muerte, que compartimos el pan y el hambre y que a muchos os di, estremecido de dolor y orgullo, el último abrazo cuando ibais a enfrentaros a la madrugada final de vuestra vida?
¿Y como olvidar el sufrimiento de vuestras esposas o novias, de vuestras madres que dejaron los mejores años de su vida pegadas como enredaderas humanas a los muros de las prisiones?
Hermanos, yo pude salvarme de aquel naufragio, después de 23 años consecutivos de prisión, pero vuestra muerte quedó para siempre abrazada a mi vida. Y al recobrar la libertad os llevé conmigo y golpeamos juntos las puertas del mundo exigiendo solidaridad para España y para sus hijos encadenados.
Y hoy, aunque parezca increíble, a los 30 años de democracia, tenemos que seguir luchando, con la triste autoridad de vuestra muerte y mi vida, para recuperar la memoria histórica, y para que se reconozca pública e institucionalmente nuestra lucha y vuestro sacrificio frente a la estrategia cómplice del olvido y los falsificadores de la historia.
Después de una Dictadura como la que sufrimos, que segó vuestras vidas y la de tantos y tantas hombres y mujeres, no podemos arrancar esa página de la historia para que se la lleve el viento del olvido. Hay que escribirla con el alfabeto del horror, para que esa tragedia que nos tocó sufrir a nosotros, no sea posible nunca más ni para nadie en España.
Conocer la historia de ese tiempo atroz es el más valioso legado que podemos dejar a la juventud de hoy, y la mejor vacuna para proteger la libertad y el futuro de las nuevas generaciones.
Y en esta lucha, podéis sentiros orgullosos de vuestros hijos, de vuestros nietos y nietas, de vuestros familiares, que a golpes de corazón y perseverancia os han arrancado del olvido y están ayudando a construir el gran memorial de la resistencia antifascista.
Hoy, el colectivo “Memoria y Libertad”, al que ellos y ellas pertenecen, nos ha convocado para rendiros este homenaje. Y aquí estamos, junto a un jardín vertical de claveles rojos, erguido como un símbolo sobre las tapias del cementerio. No venimos a llorar vuestra muerte, aunque tengamos que apretar el corazón para evitarlo, sino a afirmar nuestra voluntad de llevar adelante los nobles ideales de vuestra vida.
Hermanos inmortales: sobre estas tapias, ayer salpicadas de sangre y hoy cubiertas de flores rojas, debierais grabar un breve testamento, con los versos que Alberti puso en boca de Juan Panadero:

“Me hirieron, me golpearon,
y hasta me dieron la muerte,
pero jamás me doblaron!”

Marzo de 2009

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