jueves, abril 07, 2011

Transición del “socialismo de Estado” al nuevo socialismo: el caso cubano


Cuba -además de sus conquistas en cuando a educación, salud, cultura, soberanía, deportes, conciencia antiimperialista y anticapitalista, desarrollo científico- llevó a cabo “la expropiación de los expropiadores”, esto es, la erradicación de la propiedad privada capitalista en favor del estado revolucionario.
El problema ha sido que esa expropiación no fue un acto de corta duración para entonces socializar progresivamente los medios de producción, distribución, servicios, cultura, ideología, comunicación, producción científica. . . Ni en definitiva estuvo acompañada de un sistema político democrático-participativo y de un poder popular y ciudadano con organizaciones sociales autónomas y roles diferenciados del Estado.
A pesar de la fuerte “cubanidad” de ese proceso revolucionario y del constante esfuerzo por limitar su “sovietización”, al correr los años fue influido por la bipolaridad mundial (EEUU-URSS) e impregnado del “modelo” euro-soviético, caracterizado por el estatismo, la planificación burocrática centralizada, el anquilosamiento de los órganos de poder popular, la fusión Estado-partido-organizaciones de masas, el verticalismo político y la limitación a libertades políticas y ciudadanas.

•¿Hacia dónde cambiar?

Ese” modelo”, ya en crisis, al parecer no ofrece posibilidades de auto-transformación desde arriba más allá de una especie de pacto entre estatismo, privatización, economía de mercado y descentralización administrativa; el cual que tiene su principal referente en el llamado “modelo chino”.
Para superar esa opción en fin de cuenta pro-capitalista, esto es, para avanzar hacia la socialización y la democratización, es imprescindible una fuerte presión popular desde fuera de las instituciones y desde las bases de la sociedad.
Las reformas “chinófilas” en la Cuba actual –contempladas en “los lineamientos” presentados al próximo VI Congreso del PCC- tienden a combinar estatismo modernizado con neoliberalismo y keynesianismo social: capitalismo de Estado, áreas privatizadas (con reintroducción de la explotación del trabajo asalariado); descentralización empresarial, cooperativismo en poca escala, despidos masivos programados, apertura al cuenta-tropismo (sin perspectivas claras socialización), nuevo sistema de impuestos y económica de mercado (sin políticas ni metas precisas en cuanto su reemplazo por una economía de equivalencias).
Contemplan, además, prolongar el monopolio del poder estatal por el partido comunista y no precisamente para socializar y democratizar, sino para regir ese proceso de reformas sin democracia participativa.
El hecho de que esas orientaciones se comenzaran a aprobar y a aplicar antes de su aprobación en el proceso congresual, es un dato de que se trató inicialmente de una determinación de la dirección del partido y del Estado cubanos más allá de cualquier invitación formal a su discusión; aunque recientemente las de peores efectos sociales y las relacionadas con el tema ambiental (como las supresiones masivas de empleos y las concesiones en áreas naturales sensibles) fueron frenadas para revisar su cronograma y sus posibilidades de ejecución en el tiempo; lo que indica, junto a cierta inseguridad a nivel superior, lo oportuno de las críticas desde posiciones de izquierda y su impacto en el resquebrajamiento de la unanimidad y el discurso único.
La avalancha de críticas y sugerencias dirigidas a modificar las propuestas más reñidas con la socialización expresada al interior del partido y de las organizaciones sociales a detener su ejecución y repensar los lineamientos, lo cual es una señal de las reservas revolucionarias acumuladas en esa sociedad y de lo difícil que será hacer allí algo parecido a lo de la China Popular
Claro, que en Cuba - sobre todo en su población exiliada o emigrante- hay quienes desde posiciones de dereha no están a favor de esa “vía atenuada” de restauración capitalista, sino que propugnan por la privatización total, por el neoliberalismo a ultranza, por la “democracia” made in usa y por la anexión a EEUUU. Inaceptable para patriotas y socialistas.
Pero en Cuba están también los/as que expresan el sentir de la parte más revolucionaria y consciente de la sociedad, propugnando por la socialización progresiva de lo estatal y la democratización político- institucional.
La socialización así planteada demanda convertir en propiedad social democráticamente gestionada una gran parte de los medios, empresas y entidades estatales bajo control burocrático.
Equivale a abrirle causes a la autogestión obrera y popular, a la cooperatización de áreas estatales, a la cogestión Estado-Comunidades laborales, a las empresas usufructuadas colectivamente, a los planes de asociación para microempresas individuales y familiares, a la cooperativización del cuenta-propismo, a la planificación democrática-participativa, al intercambio en función del valor real de la mercancías y a procesos de integración continental y mundial no subordinados al capitalismo central y a los imperialismos.
Esta visión no descarta de sopetón, ni el cuenta-tropismo puro y simple, ni las co-inversiones temporales del Estado cubano asociado a otros estados o a ciertos capitales privados del exterior (bien reguladas y bien precisada la participación de las comunidades laborales en la gestión y en los beneficios de esas empresas); aunque si objeta la política de puertas abiertas a las llamadas “zonas especiales” de explotación de mano de obra barata, a las concesiones de bienes inmuebles y de recursos naturales al capital extranjero y la autorización en gran escala de la explotación del trabajo ajeno .
Armónica con esa visión de la economía, va de la mano la propuesta de un sistema de medios de comunicación de carácter social, no sujeto a censura de Estado (aunque el Estado-gobierno pueda tener sus propios voceros); la liberación del partidos, de las corrientes políticas y movimientos sociales de la tutela estatal; el libre ejercicio de iniciativas y posicionamientos de esos actores en el plano nacional e internacional, y una política migratoria que garantice los derechos universalmente reconocidos.
De mi parte he insistido en impregnar la socialización y la democratización con políticas que aceleren la superación radical de la cultura androcéntrica, el adulto-centrismo, el racismo, la homofobia, la discriminación sexual en todos los órdenes, la xenofobia, el ecocidio y todas las modalidades de opresión que conspiran contra a la existencia y el bienestar de la humanidad y contra la preservación para futuras generaciones de la sana reproducción de su entorno natural.

•Debate crucial

Opino que este es un debate crucial sobre un proceso y un tema medular para nuestra América y el futuro temprano del socialismo.
Porque Cuba post Batista ha sido un referente de la subjetividad revolucionaria y su afectación sería un golpe de consecuencias negativas incalculables y porque el capitalismo actual da más que asco.
El debate debería hacerse a la mayor profundidad y amplitud posibles, sin intolerancia, sin descalificaciones, sin estigmatizaciones, sin temas tabúes, con apego a hechos y realidades. La atención al mismo por la dirección del partido y del Estado permite hacer revisiones y repliegues tácticos –aunque todavía no esenciales- como el recientemente anunciado por el presidente Raúl Castro que podrían frenar a los más ardientes partidarios de las privatizaciones y ganar tiempo para nuevas reflexiones
Insistir desde la revolución en los debates sobre los socialismos necesarios y posibles, y los capitalismos impugnables (que son todos), no equivale a negar méritos históricos en el accidentado batallar a favor de ese sueño realizable; porque sin en términos de civilización humana vivimos el ocaso del capitalismo (después de padecer la crueldad de su prehistoria y de su historia por más de cinco siglos), en cuanto al socialismo apenas hemos vivido en el siglo XX su tortuosa y fallida prehistoria, iniciándose ahora en el XXI la alborada de su historia.
Cuba revolucionaria merece honores y la dirección histórica del proceso que se inició con el asalto al Moncada (1953), es digna del mayor respeto a su heroísmo y de un estricto apego a la verdad histórica; lo que nos exige asumirla con sus aciertos y errores, inseparables de sus grandes hazañas y sus valiosas conquistas.
La esencia del problema es cómo superar la crisis del capitalismo en dirección socialista y cómo hacer lo mismo con el agotamiento de los modelo estatista- burocráticos, sin caer en el terreno cenagoso de la privatización y las reformas pro-capitalistas. Y en ese orden a la revolución cubana se le presenta hoy un desafío ineludible.

Narciso Isa Conde
Marzo 2011, Santo Domingo, RD.

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